Roberto Di Stefano, Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2010, 411 pp.

En las últimas décadas la historiografía religiosa ha tenido un crecimiento notable en la Argentina. Desde el retorno a la democracia, grupos de trabajo y estudios interdisciplinarios incorporaron la temática de las religiones a diferentes problemáticas y periodos históricos. Las posturas confesionales e institucionalistas fueron matizadas y surgieron nuevas interrogantes de manera simultánea a la visibilización de actores desoídos hasta entonces. En este sentido pueden mencionarse las producciones de Fortunato Mallimaci, Loris Zanatta, Susana Bianchi, Lila Caimari, Patricia Fogelman y, particularmente, la de Roberto Di Stefano, quien en su último trabajo, Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos, refleja dicho desarrollo y habilita nuevos caminos al analizar el anticlericalismo, una temática prácticamente desatendida en el país.

En un recordado artículo, René Remónd planteaba que el anticlericalismo no es meramente una ideología negativa, de rechazo al clericalismo: refiere a una visión particular de la verdad, de la sociedad y de la libertad humana que ha servido a personas, grupos, movimientos políticos y en ocasiones a sociedades enteras como una fuente de inspiración y un proyecto de acción.1 En la misma línea argumentativa, Di Stefano añade que el anticlericalismo contribuyó decisivamente a configurar las relaciones entre el Estado, la sociedad y la Iglesia, entre la religión y la política, entre los espacios públicos y privados, para adecuarlas a las transformaciones que estaban imponiendo los procesos políticos, sociales y culturales más generales.2 Como una "ideología de la secularización", en términos de dicho historiador, constituye un elemento esencial para la comprensión de los últimos siglos de la historia occidental.

Di Stefano explica que el anticlericalismo puede ser entendido de múltiples maneras, pues no hay una sola forma de serlo; tampoco la Iglesia es monolítica e inmutable. Hay "ovejas negras" ilustradas, católicas, de izquierda, de derecha, anarquistas, socialistas y liberales. Existen "anticlericalismos clericales", laicos y ateos, aquellos que disienten con el papado y el jesuitismo o con la fe y la religión. El autor propone que las vetas de contestación anticlerical pueden encontrar su origen en el cuestionamiento de los bienes de salvación en manos del clero, en el rechazo a la intromisión de la Iglesia en ámbitos que no les son confiados o en denuncias de alianzas entre la religión y diversos poderes opresivos; lo que distingue al anticlericalismo es el significado que asume y las funciones que cumple en cada una de las tramas en las que aflora y actúa.

Para tranquilidad del lector, estas y otras conceptualizaciones son esclarecidas rápidamente en un prólogo exquisito y de lectura amena, donde son ensayadas una serie de herramientas teórico–metodológicas nodales para la lectura ulterior. Dada la escasa resonancia que ha tenido el anticlericalismo en las esferas académicas nacionales, Di Stefano limita su estudio a cuestiones que resultan fundamentales para el entendimiento de la temática. ¿Cuáles son los orígenes del anticlericalismo? ¿Se trata de una ideología "foránea" importada por masones, socialistas y anarquistas, tal como sostienen estudiosos católicos? ¿Por qué un país como la Argentina vio arder sus iglesias en periodos distantes? ¿Qué relación guarda el anticlericalismo con la política, los conflictos de clases y la masculinidad? ¿Por qué a mediados del siglo XX perdió protagonismo? Son algunas de las interrogantes que, desde una mirada procesual y a partir de un número considerable de fuentes cualitativas, encontrarán respuestas en el trayecto de siete capítulos que abarcan el periodo comprendido por la etapa colonial y la historia argentina reciente.

La primera sección del trabajo está dedicada a la rebeldía colonial, a las "ovejas díscolas" que cuestionaron la unanimidad religiosa garantizada por el aparato jurídico de los Borbones. Las críticas contra el celibato, la existencia de un "espacio religioso mestizo" en el noroeste del virreinato y el ingreso de tradiciones protestantes desde el otro lado del Atlántico son algunos de los casos analizados por Di Stefano y que permiten destronar la idea enraizada por la historiografía confesional, aquella que pregonaba una colonia homogénea y carente de conflictividad religiosa. Desde el puerto hasta los confines del territorio rioplatense, sacrílegos, iconoclastas, blasfemos y presuntos ángeles prueban las dificultades que enfrentaba el aparato eclesiástico, no tanto por su agotamiento como por la disposición de garantizar, por todos los medios, el orden y el respeto de la religión católica.

Durante el proceso revolucionario las relaciones entre la sociedad, las autoridades civiles y clericales sufrieron modificaciones. En un ámbito que se pensaba como político y religioso a la vez no fue extraño que la revolución fuera considerada como "impía". Bajo este concepto, el segundo capítulo analiza el anticlericalismo en un contexto de recomposición institucional y moral, que despojó a la religión del papel que ocupaba hasta entonces. Así lo demuestran los episodios de desacato contra las autoridades eclesiásticas y otros religiosos protagonizados por Castelli, Dorrego y las huestes de San Martín, o bien, las repercusiones de las cátedras del profesor Santiago González Rivadavia. Un listado analítico de obras teatrales, sus adaptaciones en los escenarios porteños y los debates que generaron en la prensa gráfica, también reflejan el cambio de mentalidades y el impacto del pensamiento ilustrado: El triunfo de la naturaleza; Las víctimas del claustro; Cornelia Bororquia; Los dos renegados; El diablo predicador; Les inconvénients du célibat des prêtres, son algunos de los títulos que Di Stefano pone a consideración de los lectores con el objeto de reflexionar sobre los nuevos valores que introdujo la revolución, fundamentalmente sobre la distinción entre ciudadano y feligrés.

Las repercusiones de la coyuntura política son ahondadas en el siguiente capítulo. La reforma del clero porteño de 1822 y el Tratado de Amistad, Navegación y Comercio entre Gran Bretaña y las Provincias Unidas de 1825, que permitió la primera instalación y el reconocimiento oficial de una Iglesia no católica, son acontecimientos que marcan el inicio de una etapa caracterizada por el desplazamiento del problema religioso hacia el ámbito privado, de la conciencia individual. Di Stefano indaga un periodo de tres décadas con el fin de entender las reacciones anticlericales de manera simultánea a la modificación del lugar de la religión en la vida cotidiana. De este modo estudia el pensamiento de Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Vicente F. López, Juan B. Alberdi, Juan Manuel Gutiérrez; títulos como Desembarco de los rusos; El padre avariento; La muerte de Sócrates, Molina y El Triunfo; los debates que hicieron eco en la prensa gráfica, el milenarismo de Ramos Mejía y la impiedad en aulas porteñas y mendocinas.

En las dos décadas siguientes las manifestaciones anticlericales alcanzaron suficiente notoriedad y efervescencia. Hacia 1857 las disputas por los sacramentos y las sociedades de beneficencia motivaron una batalla en el orden discursivo entre masones y defensores de los intereses católicos. La reacción contra la "actitud retrograda" del jesuitismo, el Syllabus errorum (1864) y la infalibilidad papal (1870) impulsaron una encendida propaganda anticlerical que planteó la posibilidad de una separación definitiva del Estado y la Iglesia. El anticlericalismo asumió nuevas formas en un "arcángel apocalíptico" o en el heterodoxo Emilio Castro Boedo. Di Stefano analiza todas las variantes en un escenario dinámico, donde la religión, la sociedad y la política interactuaron notablemente. El apartado culmina con un análisis de los acontecimientos de 1875: la destrucción del Palacio Arzobispal y los incendios de la Iglesia de San Ignacio y el Colegio del Salvador. Las consecuencias de las medidas impulsadas por el diputado oficialista Arzobispo León F. Aneiros, en medio de la crispación por la derrota del mitrismo y el triunfo de Avellaneda, hayan sus orígenes en un proceso de larga duración, anterior a la misma revolución. De este modo el autor se aparta de la postura asumida por la historiografía católica y aduce que el protagonismo de masones y extranjeros no basta para explicar las dimensiones que adquirió la protesta ni coincide con el perfil social y cultural de muchos de los involucrados en los incidentes.

Di Stefano considera que la búsqueda del progreso y el establecimiento de un estado moderno condujeron a la Argentina a un nuevo "umbral de secularización", tal como fuera planteado por el estudioso francés Jean Bauberot.3 Paralelamente a esos procesos, la Iglesia perdió influencia sobre áreas como la educación, la familia, las ciencias y las artes. Los abanderados del Estado laico ganaron algunas batallas con la sanción de la Ley 1420 y la ley de matrimonio civil y alcanzaron un nivel de laicidad aceptable hasta que, con el inicio del nuevo siglo y la modificación del clima ideológico, las relaciones entre la Iglesia y las elites gobernantes mejoraron. En este contexto, anarquistas, masones, espiritistas, librepensadores, evolucionistas y feministas protagonizaron una serie de acontecimientos concordantes con la situación por la cual atravesó la institución eclesiástica, y la religión en sí misma. Los enfrentamientos entre el Club Católico y el Club Liberal, las críticas de Florentino Ameghino al culto mariano y el padre Salvaire, las expresiones del periódico anarquista–feministaLa Voz de la Mujer, del movimiento librepensador y de los campesinos que desde el interior del país alzaban su voz contra los "curas lascivos, ricos y ociosos", son algunos de los casos escogidos en esta oportunidad para develar la trama del anticlericalismo en un capítulo dedicado al "ascenso y crisis de la Argentina laica".

Hacia 1920 la "amenaza maximalista" y la crisis de la democracia parlamentaria posicionó a la Iglesia en un papel fundamental para la "recristianización" de la sociedad y la edificación de una alternativa integral católica. A partir del golpe militar de 1930 y, de una manera más significativa, desde 1943 la Iglesia y el ejército asumieron el papel de garantes de la nacionalidad. La identidad nacional fue redefinida a través del mito de la "nación católica" que, en términos de Loris Zanata, condujo a la "clericalización de la vida pública". No obstante la situación viró radicalmente durante el peronismo y alcanzó su punto álgido con los incendios de la Curia Arzobispal y los templos del centro de la Capital Federal. Di Stefano recorre el periodo analizando las resistencias contra la "ola negra", las disputas por la educación en la Patagonia, los combates por el pasado y las políticas religiosas de Perón en sus dos mandatos.

Las páginas finales de Ovejas negras están destinadas a una revisión de las cuatro décadas posteriores al derrocamiento de Perón. El autor analiza la última gran batalla del anticlericalismo argentino, "laica o libre", que significó una crítica masiva contra el "proyecto de neocristiandad de posguerra". También repasa rápidamente las repercusiones del Concilio Vaticano II y las disidencias al interior de la estructura eclesiástica, los debates suscitados por la sanción de la Ley de Divorcio y la derrota de los sectores laicos en el Congreso Pedagógico Nacional durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Según Di Stefano, superadas o no esas pujas, el anticlericalismo y la laicidad han dejado de animar y dar sentido a grandes proyectos colectivos. Pese a los cuestionamientos aún vigentes sobre los lazos establecidos entre la cúpula eclesiástica y las últimas dictaduras, los casos de abusos de la autoridad y las declaraciones reaccionarias de algunos prelados, la Iglesia ha mantenido su poder para conferir legitimidad y oponerse a decisiones sobre áreas sensibles como la educación y la salud. Así fue demostrado durante la crisis de 2001 y los debates sobre la nueva ley de educación y el matrimonio igualitario, entre otros conflictos y cuestiones desatados desde la elección de Néstor Kirchner y, más aún, durante el gobierno de Cristina Fernández. No obstante el autor concluye que a largo plazo la crítica al catolicismo tuvo éxitos en la tarea plurisecular de modificar su lugar en el mundo, además de las reformas que encaró la misma Iglesia.

En fin, Di Stefano presenta una mirada global sobre una problemática naciente, que aporta elementos significativos para la comprensión de la dinámica religiosa y la secularización en nuestro país. En el transcurso de siete capítulos son abordados un número significativo de episodios que refieren al anticlericalismo en la Argentina, tanto en Capital Federal como en las demás provincias y territorios nacionales. Es destacable la utilización de un cuerpo heterogéneo de documentos históricos, principalmente los estudios realizados a partir de la prensa gráfica y las obras teatrales. Por toda su riqueza analítica y documental, no es extraño que Ovejas negras forme parte de la colección Historia Argentina de Editorial Sudamericana, que dirige José Carlos Chiaramonte. En dicha compilación están presentes la segunda edición de la ya mencionada Historia de la Iglesia argentina y la Historia de las religiones en la Argentina. Las minorías religiosas de Susana Bianchi (2004). De esta manera, Sudamericana pone a consideración de los lectores tres obras recientes y fundamentales que, en términos de Pierre Bourdieu, brindan una mirada detallada sobre el proceso de constitución del campo (o campos) religioso argentino, sus cambios, permanencias y redefiniciones.4

 

Eric Morales Schmuker

Instituto de Estudios Socio Históricos, Universidad Nacional de La Pampa/CONICET

 

NOTAS

1 René Remond, "Anticlericalism: Some Reflections by Way of Introduction", Europan Studies Review, SAGE, Beverly Hills and New Delhi,vol. 13, 1983, Londres, p. 121

2 Roberto Di Stefano, "Anticlericalismo y secularización en la Argentina", Creencias, Política y Sociedad, núm. 124, 2009, Buenos Aires, p. 8.

3 Originalmente, Jean Bauberot utiliza el término "umbrales de laicización". Jean Bauberot, "Los umbrales de laicización en la Europa latina y la recomposición de lo religioso en la modernidad tardía" en Jean Pierre Bastián (coord.), La modernidad religiosa. Europa latina y América Latina en perspectiva comparada, FCE, México, 2004, pp. 94–110.Sin embargo Di Stefano considera más apropiado utilizar el término laicización para la pérdida de referencias religiosas en el ámbito político–institucional.

4 Pierre Bourdieu, "Génesis y estructura del campo religioso", Revue Française de Sociologie, vol. XII, 1971, pp. 295–334