Patricio Herrera González. Nacionalidad chilena. Maestro en Historia por El Colegio de Michoacán. Actualmente es tesista del programa de doctorado en Historia en el Centro de Estudios Históricos de la misma institución. Sus áreas de interés son: relaciones laborales y movimiento obrero latinoamericano; historia transnacional y organizaciones internacionales, particularmente la OIT, y su impacto en la institucionalidad laboral de América Latina. Ha sido profesor–investigador en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad de Valparaíso, Chile. Entre sus últimas publicaciones se cuentan: Fabián Herrera y Patricio Herrera (coords.), América Latina y la OIT. Recks, cooperación técnica e institucionalidad social (1919–1950), IIH–UMSNH, México, 2012; "La Confederación de Trabajadores de América Latina en la historiografía obrera (1938–1963)", Cuadernos de Historia, Universidad de Chile, núm. 36, 2012, y "Vicente Lombardo Toledano: nexo entre los obreros latinoamericanos y la OIT", Trabajadores, Universidad Obrera de México, núm. 91, 2012.
Patricio Herrera González. Chilean nationality. M. A. in History from El Colegio de Michoacán. He is currently completing his dissertation in the Doctoral Program in History at the Center for Historical Studies at the same institution. Hís areas of interest include Labor relations and Latin American workers' movement; transnational history and international organizations, particularly the ILO and their impact on the labor institutions of Latin America. He has been a research professor at the Pontificia Universidad Católica de Chile and the University of Valparaíso, Chile. His most recent publications include Fabián Herrera and Patricio Herrera (coord.), América Latina y la OIT. Redes, cooperación técnica e institucionalidad social (1919–1 950), IIH–UMSNH, México, 2012; "La Confederación de Trabajadores de América Latina en la historiografía obrera (1938–1963)", Cuadernos de Historia, Universidad de Chile, no. 36, 2012, and "Vicente Lombardo Toledano: nexo entre los obreros latinoamericanos y la OIT", Trabajadores, Universidad Obrera de México, no. 91, 2012.
La Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) fue la organización sindical más numerosa y de mayores vínculos continentales e internacionales de que se tenga registro. Sin embargo, la investigación histórica aún ignora sus profundos significados para la historia sociopolítica latinoamericana del siglo XX. Este artículo discute los estereotipos, prejuicios y omisiones planteados por la historiografía obrera sobre el desempeño gremial y sociopolítico de la CTAL, llegando a la conclusión de que existe la necesidad de considerar nuevos derroteros para interpretar su trayectoria histórica.
The Confederation of Latin American Workers (CTAL) was the most numerous trade union organization with the greatest number of continental and international links ever recorded. However, historical research is as yet unaware of its profound significance for Latin American sociopolitical history of the 20th century. This article discusses the stereotypes, prejudices and oversights put forward by workers' historiography on the trade union and socio–political performance of CTAL. It concludes that there is a need to consider new aspects to interpret its historical trajectory.
Los estudios históricos del movimiento obrero latinoamericano han descuidado, por lo general, la influencia que la situación internacional ha ejercido sobre la clase obrera. Sin desconocer que las condiciones internas de cada nación latinoamericana son determinantes para explicar en lo esencial el sistema de dominación, creemos que es indispensable salir de los estrechos márgenes nacionales para comprender la historia de la clase obrera en su conjunto. La Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), a pesar de sus limitaciones, fue la organización obrera que logró unificar a los trabajadores, manuales e intelectuales, en un gran movimiento continental, asociándose con las confederaciones obreras nacionales para superar las exclusiones sociales y el despojo de la soberanía política, atesoradas por las burguesías nacionales en alianza con los capitales foráneos.
La CTAL se fundó en septiembre de 1938 en el contexto del congreso obrero latinoamericano realizado en la ciudad de México, representó a 6 000 000 de trabajadores; hacia 1946 colaboró activamente en la formación de al menos una decena de confederaciones obreras de la región, en cuyos congresos constituyentes estuvo su presidente Vicente Lombardo Toledano e integrantes del comité central; elaboró informes técnicos sobre la situación laboral de los trabajadores del continente y redactó numerosos estudios sobre la situación económica de la región como consecuencia de la segunda guerra mundial; también presentó un proyecto fundamentado sobre la industrialización del continente con la intención de conseguir la autonomía económica y sacudirse definitivamente del colonialismo y el imperialismo; se preocupó por la situación política de cada país, pero su atención estuvo centrada en lo sucedido en Argentina, Bolivia, Brasil y Centroamérica; no vaciló en estrechar la mano a los enemigos de la democracia en el continente o a los dilapidadores de las riquezas nacionales, pues el fortalecimiento de la unidad obrera y su bienestar fueron la prioridad de sus consignas; comprometió alianzas con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con los trabajadores de Estados Unidos y Europa y, finalmente, concluyó su "misión histórica" en diciembre de 1963 como resultado de la guerra fría, puesto que el Departamento de Estado del gobierno de Harry S. Truman, desde 1946, se dispuso a congelar sus relaciones continentales e internacionales infiltrando a miembros de la American Federation of Labor (ABL) en las confederaciones obreras nacionales, pues su influencia era una amenaza para el reordenamiento de las fuerzas del capitalismo mundial.
Una aproximación a las fuentes de primera mano, como memoranda, resoluciones y comunicaciones entre los países; estudios sociales, laborales, económicos y políticos; los viajes de Lombardo Toledano y los dirigentes por el continente; la vinculación con la OIT y la Federación Sindical Mundial (FSM), nos conducen a identificar el impacto que tuvo la CTAL en el continente, realidad histórica que carece de una investigación específica y que continúa desvinculada de la historia sociopolítica del siglo XX, tanto continental como internacional.
Resulta extraño que la historiografía política y social, a 70 años de distancia de la fundación de la CTAL, no haya problematizado su influencia en el proletariado del continente, omitiendo sus diagnósticos, análisis y propuestas en aspectos laborales, económicos y políticos.
Una lectura atenta sobre las historias obreras consultadas, nacionales y regionales, nos proporciona al menos tres respuestas para comprender la superficialidad y el acriticismo en los estudios existentes sobre la CTAL y sus significados, pero también nos proporciona algunas perspectivas de investigación que se debieran acometer.
En primer lugar, la historiografía del movimiento obrero latinoamericano se ha presentado como una realidad que sólo se comprende en relación con la evolución política de cada Estado–nación, por tanto ha sido complejo, después de un siglo de debates y ensayos metodológicos, superar esas concepciones. Sabemos que existió un interés científico por considerar los recorridos autónomos de los obreros o los proyectos alternativos a la clase dirigente, pero ese aparente éxito no superó los estrechos márgenes de la historia parroquial. Dicho de otro modo, las historias obreras son una prolongación de las historias nacionales, las cuales se investigaron profusamente en las décadas de los sesenta y setenta bajo las influencias de la revolución cubana, las teorías de la dependencia y las experiencias de descolonización.
Existen limitadas referencias a los vínculos continentales e internacionales entre los dirigentes obreros; se insiste, imprudentemente, en desarrollar estereotipos –prensa, formas de resistencia, mecanismos de organización, masacres— de la influencia exterior en las estrategias de los obreros; no hay referencias a los organismos internacionales —Unión Panamericana, OIT, OEA— y su influencia, de manera técnica y política, en debilitar o fortalecer los idearios del movimiento obrero y a los propios dirigentes políticos de la región; poco sabemos de los funcionarios —en su mayoría académicos— que oficiaron de técnicos en las secretarías del trabajo, de fomento o economía, pues en ellos se confió una mejor lectura de los procesos derivados de las relaciones industriales en su amplio sentido. Durante el primer tercio del siglo XX fueron estos quienes hicieron circular sus estudios sociales, expusieron sus puntos de vista en conferencias obreras y patronales, produjeron intercambios de información o prestaron sus asesorías a gobiernos. En síntesis, todos estos aspectos fueron desestimados por la historiografía del movimiento obrero, y hoy parece sustancial dar cuenta de ellos si queremos avanzar en la renovación del conocimiento sobre los obreros y sus organizaciones sindicales. En el presente existen diversos estudios que puntualizan la necesidad de investigar el trabajo y la clase obrera desde perspectivas transnacionales, lo cual debe considerar los vínculos existentes entre la consolidación de un pensamiento social nacional, la formación de una institucionalidad social internacional y la cooperación técnica.1
En segundo término, los historiadores, tanto del pasado como del presente, que investigamos la historia obrera hemos establecido una rigidez en los discursos y prácticas de sus organizaciones laborales, a tal punto que existe, en varios investigadores, una acentuada prefiguración sobre los desempeños de las agrupaciones obreras frente a contextos políticos o económicos. Es muy común encontrarse en las historias obreras que el Estado siempre fue una amenaza para sus intereses; también, que la violencia fue ejercida en forma desmedida por las fuerzas regresivas del capital, o que la legislación laboral fue un instrumento de dominación de la clase dirigente. Estamos convencidos de que hubo situaciones que se ajustaron a esta realidad, pero convengamos que existió consenso, negociación y defensa, en un lenguaje común, para censurar los abusos laborales; sancionar los incumplimientos de la legislación, y avanzar en crear condiciones de mayor bienestar social y económico.
Si consideramos que desde 1929 las estructuras económicas se reajustaron por la Gran Depresión, y que las fuerzas obreras tuvieron que adaptarse política, social y laboralmente al nuevo escenario internacional, es inaudito que se reproduzcan, en forma inalterable, sus estrategias de resistencia para sobrellevar las consecuencias de la crisis. Muchos investigadores interpretan los repertorios de contención de la clase trabajadora como estáticos, presentando a los obreros como sujetos resistentes al cambio e inadaptados políticamente.
Desde 1930 el escenario laboral en la región comenzó a sufrir modificaciones que provocó ajustar las formas de organización en la clase obrera. Los nuevos mecanismos de control laboral; el incremento de la sociedad salarial; las agencias, públicas y privadas, ocupadas de asesorar técnicamente a los gobiernos, empresarios y trabajadores con el objetivo de optimizar los recursos humanos y económicos; los Estados, junto a obreros y patrones, debatiendo sobre las coberturas de los accidentes del trabajo o la seguridad social; todos procesos que fueron minimizados u omitidos en la historiografía y que no favoreció una adecuada interpretación política y social de la realidad histórica de los obreros. En concreto, la CTAL no se estudió contemplando estos aspectos, y ello menguó su presencia en las investigaciones, pues se visualizó como otro intento de lograr la unidad sindical regional. Pero nada se dijo de su inserción en estos debates, sus logros y fracasos. Incluso, los estudios existentes sobre la CTAL, al desatender este nuevo escenario laboral, interpretaron sesgadamente los acuerdos o alianzas que involucraron a la organización sindical con los Estados nacionales o con los organismos internacionales, pues, a priori, se rechazó la concepción de una organización obrera que pacta o coparticipa junto al "poder opresor", porque en los investigadores prevaleció el estereotipo del movimiento obrero intransigente y revolucionario como una constante.
Por último, el tercer aspecto que influyó para ignorar el papel de la CTAL tiene su origen en la ausencia de investigaciones contundentes sobre la segunda mitad del siglo XX. En la mayoría de nuestros países la historiografía tiene una investigación profunda y matizada hasta la década de I92O. Luego, existen muchos estudios específicos, pero circunscritos a marcos temporales, espaciales y temáticos que no permiten vincular variables y reconstruir las condiciones estructurales de los procesos históricos.
Problematizar América Latina desde una concepción continental y circunscrita al ámbito sociopolítico es un desafío que implica superar las clasificaciones estereotipadas de las experiencias históricas de sus actores, matizando las construcciones teóricas que anticipan las prácticas de los individuos o agrupaciones de acuerdo con la división social, política o económica, y que suponen una determinación de las estructuras de comportamientos, valores y símbolos.
Lo sugerente es, entonces, dar inicio a esta renovación para imaginar la historia de ese presente–pasado, inconmensurable, con los objetos, formas, códigos para desplazar la concepción mutilada de lo político y el ámbito social. Combatir la fragmentación del conocimiento es alentar también a no desplazar la objetividad, el hecho de que el conocimiento sea una construcción social también significa que es socialmente posible tener un conocimiento más válido.
Más allá de las constituciones socio–políticas o socioeconómicas embrionarias2 de los sujetos, el desafío que se le presenta al historiador, de la historia presente, es hacer visible la pluralidad de apropiaciones.3
La trayectoria de la CTAL fue interpretada desde muy temprano por funcionarios internacionales, académicos e investigadores. Fue difícil sustraerse a los cambios drásticos que resultaron de la crisis de I929, el surgimiento del fascismo y del nazismo y la confrontación entre las potencias durante la segunda guerra mundial. Procesos todos que modificaron sustancialmente los contrapesos políticos en el orbe durante la segunda mitad del siglo XX. Fue en estos contextos que la CTAL tuvo entre sus propósitos, entre 1938 y I963, conquistar la unidad del proletariado en el continente y luchar por la emancipación económica y política de las naciones latinoamericanas.
Moisés Poblete fue el primero que, en su obra El movimiento obrero latinoamericano, subrayó la importancia de los estudios sociales y económicos elaborados por la CTAL, que buscaron conocer con estadísticas oficiales y de elaboración propia, además de testimonios de hombres y mujeres de la clase obrera, la situación social, económica y laboral de los trabajadores del continente. Para el autor estos estudios reflejan la convicción que tuvo la CTAL sobre la democracia y la justicia como pilares de la organización social y política. Por esta razón, señaló Poblete, la CTAL tuvo una encomiable actuación al oponerse al fascismo, pues fue una amenaza real para las aspiraciones de una sociedad mundial soberana.
El autor expuso el interés de la CTAL en las materias educativas, campesinas e indígenas, considerando que para los años treinta y cuarenta fueron aspectos descuidados por las políticas de intervención social, pública y privada en la región. Además, elogió la comprensión que tuvo la organización sindical con respecto a la situación continental, lo que otorgó confianza en sus diagnósticos, métodos y fines como movimiento sindical continental, y colaboró en su unidad y fortaleció su capacidad de negociación con las instancias estatales y los organismos internacionales. En palabras de Poblete, la CTAL:
ha logrado producir la unidad en el movimiento obrero latinoamericano, defender con altura de miras, con un exacta compresión [sic] de los problemas económicos, sociales, políticos y culturales del continente americano, los intereses de la clase trabajadora. La CTAL ha logrado conquistar no sólo prestigio, sino que ha contribuido [sic] eficazmente a la defensa de la estructura democrática de nuestros países, contra las fuerzas regresivas del nazifascismo, ahora derrotado.4
Robert Alexander, investigador estadunidense, publicó varias obras entre los años 1947 y 20095 que aludieron al papel que protagonizó la CTAL en la sindicalización de los obreros del continente. En su vasta investigación reconoció el mérito que tuvo Lombardo Toledano para congregar a la clase obrera, pero le restó relevancia en el impacto que tuvo en las conquistas laborales y sociales para los trabajadores, pues consideró que su presidente encaminó a la organización sindical a pactar con el comunismo internacional para defender los intereses de la política soviética. Para Alexander, la dirección de los partidos comunistas durante la segunda guerra mundial se incrementó, trazando el itinerario de la cruzada antifascista y encauzando los marcos de acción en los que se desenvolvió la CTAL. Al respecto puntualizó:
Communist influence in the CTAL also increased greatly during the war because they made giant strides in the separate Latin American labour movements. The Communists were rapidly gaining force in the Argentine labour movement before the military dictatorship was established in 1943. They were by 1943 or 1944 the majority group in the Chilean labour movement; they and their sympathisers were of great importance in the Mexican labour movement; they dominated the Cuban CTC more or less completely; they dominated the Colombian CTC with facility though actually a small minority in that organization; they dominated the Peruvian CTP so long as the dictatorship was in power in that country and they worked with it. As a result of all this, the Communists gained representation from rhese various national organizations on the council of the Confederación de Trabajadores de America Latina.6
La obra de Alexander permeó gran parte de los trabajos de los investigadores del movimiento obrero latinoamericano. Tanto los detractores como los adherentes a los resultados de su trabajo no han analizado el contenido de sus afirmaciones, existiendo respuestas superficiales hasta el día de hoy para debatir sus argumentos. Paradójicamente, la CTAL y sus vínculos con el comunismo internacional han contribuido para que ambas posturas sigan desestimando a la organización sindical en sus estudios.
En retrospectiva, el efecto producido por la obra de Alexander en el campo de la investigación histórica ha sido el total descuido de los avances y retrocesos del movimiento obrero latinoamericano entre 1938 y I963. Por tanto, se necesita a la brevedad una comprensión más próxima de la situación de los trabajadores en una realidad continental e internacional.
La publicación The Rise of the Latin American Labor Movement, de Moisés Poblete y Ben G. Burnett, presentó a la CTAL como un movimiento de trabajadores fuerte y diverso en su composición laboral e ideológica.
Los autores acentúan su análisis en los anhelos democráticos e industrializadores que la CTAL proyectó para el continente entre 1943 y 1946, fuente de un bienestar social y protección estatal hacia los trabajadores.
Por tratarse de una investigación de principios de la década de los sesenta, los autores tuvieron mayores antecedentes para evaluar lo acontecido con la CTAL en los años cuarenta y cincuenta. Poblete y Burnett señalaron que esta exhibió una inclinación hacia el ideario comunista, estableciendo que el comité central, así como su presidente, Vicente Lombardo Toledano, tuvieron compromisos con la política soviética. A raíz de esta relación con el comunismo estalinista, los autores determinan que desde los años cincuenta se inició la decadencia de la CTAL como organización sindical, pues, según ellos, abandonó sus estrategias políticas en pro de los trabajadores para apoyar los planes de Stalin y el comunismo internacional, al respecto puntualizaron:
CTAL declined rapidly in the following years in spite of efforts to find issues which would attract the Latin Americans [...] but'that Lombardo Toledano and the Communists who gained possession of the executive committee had perverted these ends to suit Stalin's plans for totalirarian expansion [...] This view was repeatedly substantiated. An out–and–out Communist central near the end of World War II, CTAL held on for a few years more; but by the 1950s it had no effective trade–union basis in the Americas.7
Para los autores el ocaso de la CTAL fue asociado a su marcado apego al comunismo mundial, pero también al surgimiento de nuevos liderazgos en la región. Específicamente se refieren a Juan Domingo Perón en Sudamérica, quien inauguró una nueva central obrera internacional denominada Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS).
Hay que puntualizar que en ningún momento Poblete y Burnett registran las referencias o testimonios para relacionar a la CTAL con el comunismo soviético. Sí existe una acotada referencia a Robert Alexander, ojos y oídos de la AFL en el continente, quien fue señalado como un activo detractor de Lombardo Toledano y la CTAL. Alexander y la AFL fueron los principales instigadores en la campaña anticomunista desarrollada en México durante 1948. Financiados por el gobierno de Estados Unidos, dedicaron sus mayores esfuerzos a dividir a las confederaciones obreras de la región.
Víctor Alba, en su Historia del movimiento obrero en América Latina, puntualizó con respecto a la CTAL que la organización obrera colaboró activamente en la consolidación del sindicalismo continental y le reconoció el éxito de haber generado en la clase patronal y los gobernantes de la región la idea de que los trabajadores tenían que formar sindicatos y encauzar sus luchas por una vía legal y de organización. Este aspecto lo expresó con la siguiente sentencia: "acostumbró al patronato y a los gobiernos latinoamericano a aceptar, como rasgo normal de la sociedad, el funcionamiento de los sindicatos".8
El autor omitió en su trabajo las contribuciones de la CTAL, evidentes para 1964. En ningún apartado de su obra estableció las líneas de trabajo económico, social y político de la CTAL nada señaló sobre sus estudios de salario en la región, condiciones de vida de los obreros y la situación sociopolítica en Bolivia, comparaciones de las condiciones laborales entre trabajadores de toda América; no mencionó las propuestas y alianzas para consolidar el movimiento obrero de la región; acentuó arbitrariamente el apoyo explícito de la CTAL a algunos gobiernos autocráticos del continente, cuando en realidad se trató de garantizar un nuevo marco laboral o sencillamente ampliar los derechos de la clase obrera; no se refirió a la infiltración que sufrió la CTAL9 y fue superficial para señalar la declinación de la organización sindical: "A esta bancarrota de la CTAL han contribuido no poco las dos centrales democráticas creadas en América Latina después de la segunda guerra mundial."10Por supuesto Alba no explicó que esas dos centrales democráticas, la Confederación Interamericana del Trabajo (CIT) y la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT), fueron reclutadas y financiadas por la AFL y el Departamento de Estado del gobierno de Truman, episodio conocido ya en los años en que está escribiendo su investigación, lo que da cuenta de que su militancia política anticomunista se yuxtapuso al investigador social.
Los sindicatos en América Latina, estudio de Boris Goldenberg, afirma que la sindicalización promovida por la CTAL fue exitosa en la medida en que logró agrupar a un frente unitario de trabajadores en procura de un objetivo modesto, pero congruente con la realidad continental, tal como fue acceder a mejores condiciones laborales y sociales. El rasgo que el autor subrayó fue la identificación de la CTAL con el comunismo y la promoción de la "doctrina" soviética por sus dirigentes y en particular por Vicente Lombardo, a tal punto que Goldenberg llegó a determinar que Lombardo Toledano fue el máximo representante del "comunismo mundial en el movimiento sindical latinoamericano".11
Goldenberg entregó una acotada perspectiva sobre la CTAL, donde priorizó la tensión que provocó la presencia del comunismo en el interior de la organización. Pero no produjo ningún avance con respecto a sus predecesores, por tanto su investigación resulta una demostración del peso en las orientaciones de autores como Alba, Alexander y, en menor medida, Poblete. Síntoma de un acriticismo que se registrará en otros autores y sus obras.
En 1980 Harvey A. Levenstein publicó en español su obra Las organizaciones obreras de Estados Unidos y México. Historia de sus relaciones. Es un interesante estudio que buscó establecer las conexiones entre las organizaciones obreras de ambos países.
Su pormenorizado estudio identificó las bases políticas y laborales que llevaron a los principales movimientos de trabajadores, separados por el río Bravo, a establecer alianzas cada vez más estrechas y peligrosas para el orden establecido por las políticas de los gobiernos de ambos países. Con respecto a la CTAL, reconoció la significación de la organización sindical pues la consideró numérica y políticamente la más importante que tuvo América Latina:
[La] CTAL era una organización mucho más fuerte e influyente que lo que había sido la Federación Panamericana del Trabajo [...] Al participar en su convención fundadora, la CIO estaba otorgando su bendición a una organización que clamaba por profundos cambios sociales en Latinoamérica.12
El autor reconoció que esta organización sindical consiguió alterar a las fuerzas conservadoras de Estados Unidos, representadas en el empresariado industrial y particularmente en la AFL, que se dispuso a quebrar la unidad del proletariado continental patrocinada por la CTAL, tal como lo puntualiza el autor:
A principios de 1944, el comité central de la CTAL atacó a la AEL por tratar de sabotearla, alegando que la AFL maniobraba para romper la unidad de la CTAL al tratar de establecer contactos directos con sus organizaciones miembros, haciendo a un lado a la CTAL y su presidente [...] En 1946, Serafino Romualdi fue designado representante de tiempo completo de la AFL en Latinoamérica [y] se le otorgaba la formidable tarea de destruir a la CTAL y de construir una nueva confederación de trabajadores de Latinoamérica dirigida por la ALF.13
María Lourdes Quintanilla realizó la investigación, hasta la hora presente, más interesante y acabada sobre la CTAL. Su primer esbozo lo presentó el año 1980, en las Memorias del encuentro sobre historia del movimiento obrero, aquí sentenció que:
El papel jugado por la CTAL en la unificación de los trabajadores fue de singular importancia, pues logró impulsar sus organizaciones no sólo en el seno de cada país y a nivel internacional sino también en el intercontinental. La Confederación tuvo sus éxitos y sus fracasos. Sin embargo, es indispensable hacer un análisis de este intento organizativo que todavía no ha sido estudiado.14
Luego, en el año 1982, publicó su libro Lombardismo y sindicatos en América Latina. Esta obra se transformó en la base informativa de muchos investigadores que posteriormente problematizaron el papel de la CTAL en el movimiento obrero.
Quintanilla estableció que la CTAL se desvinculó de los problemas laborales de la región, lo que menguó la credibilidad entre sus miembros y como consecuencia debilitó su potencial influencia para oponerse al imperialismo capitalista. Paradójicamente, subraya que Lombardo Toledano, máximo referente del proletariado continental, terminó por fortalecer lo que pretendió debilitar: las relaciones del capitalismo estadunidense con los gobiernos populistas y autocráticos de Latinoamérica. Por tanto, según la autora, la vía nacionalista revolucionaria se ajustó como alternativa continental, pero con tintes capitalistas y anticomunistas.
Basándose en algunos pocos folletos de la CTAL, actas de sus congresos y resoluciones de las comisiones de trabajo, la autora reconstruyó una historia de la organización sindical que nos dice muy poco sobre sus problemas laborales, sociales y políticos, mismos que la CTAL diagnóstico, problematizo y se propuso remediar; además, señaló superficialmente la perspectiva particular de los países de la región con respecto a la CTAL y sus estrategias políticas; menos aún se refirió a los contactos entre dirigentes de la región. Todo lo anterior fue trascendente para las investigaciones posteriores sobre la CTAL, pues los estudios históricos van a prefigurar sus objetos de investigación en los márgenes determinados por Quintanilla, lo que condicionó el desempeño de la CTAL —inevitablemente—, visualizada como una organización sindical que se privó de una vida propia, pues tuvo que subordinarse a los designios de la Internacional Comunista.
En 1984 Pablo González Casanova coordinó la Historia del movimiento obrero en América Latina. En cuatro volúmenes se elaboró una síntesis de los grandes procesos sociopolíticos que involucraron a los obreros y a los campesinos en relación con los partidos políticos, el Estado y la ciudadanía.
La historia presentada en la obra es una suma de las particularidades de cada uno de los países de la región, no hay conexión entre los procesos y se hace una síntesis por cada país, sin detenerse a vincular propósitos, relaciones internacionales o afiliaciones regionales por parte de los obreros.
La CTAL tuvo un mínimo desarrollo en el contexto de la obra y fue relacionada con la política de internacionalización que sufrió el movimiento obrero, como respuesta a la segunda guerra mundial y el avance del fascismo en el continente.
En el capítulo sobre México se exhibe un absoluto desconocimiento sobre la temática, estableciendo que la CTAL fue un proyecto secundario para la política obrera latinoamericana. A pesar de lo importante que fue para el país, pues gran parte de las actividades de la organización sindical se coordinaron desde México y Lombardo Toledano fue uno de los dirigentes más renombrados del país y de la región, se señaló superficialmente que la
CTAL organiza varios congresos durante los siguientes años y mantiene su sede en la ciudad de México hasta que, posteriormenre, la decadencia de la corriente encabezada por Lombardo en la CTM le resta fuerza a la central larinoamericana.15
Si consideramos que el autor se propuso actualizar el conocimiento sobre la trayectoria del movimiento obrero, resulta reprochable académicamente su ignorancia, pues la misma CTM, desde su nacimiento y al menos hasta 1948, tuvo una particular misión para impulsar la unidad de los obreros del continente, ya sea por pragmatismo o por convicción.
En el caso cubano, Aleida Plasencia tuvo un centenar de páginas para establecer su punto de vista. A pesar de aquello, al igual que en el caso mexicano, la autora enuncia tenuemente los vínculos de la CTAL con la realidad obrera de la isla. Sabemos, por las diversas fuentes que existen sobre la temática, que durante el congreso constituyente de la CTAL las agrupaciones obreras cubanas se comprometieron a unificar las fuerzas del proletariado cubano, tal como lo registra la autora:
El Congreso de constitución de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), celebrado en México en septiembre de 1938, contribuyó a la fundación de la CTC. Este congreso continental se proponía lograr la unificación del movimiento sindical latinoamericano en una sola cenrral y promover la unidad del movimiento obrero en cada país y en el plano internacional.16
A pesar de este reconocimiento no existe ninguna otra referencia sobre la CTAL en su texto. Nuevamente existe una omisión de información importante, pues el movimiento obrero cubano fue un eje articulador para las relaciones del proletariado continental. Sus dirigentes tuvieron una activa presencia en el comité central de la CTAL y contribuyeron entusiastamente a fortalecer las relaciones obreras continentales e internacionales.
Otro país que se vinculó activamente a la CTAL fue Colombia. La realización del segundo congreso ordinario en Cali, en diciembre de 1944, lo situó como un país estratégico para la organización sindical continental y sudamericana. Enrique Valencia no profundizó sobre el protagonismo que tuvo la CTAL en el fortalecimiento del movimiento obrero colombiano, aunque reconoció que la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) fue duramente perseguida durante los inicios de la guerra fría, al respecto puntualizó:
El marco político de la guerra fria, plenamente vigente al iniciarse los cincuenta, igualmenre ayudó a debilitar al movimienro obrero colombiano y a su más importanre órgano gremial. Las relaciones con los comunistas se convirtieron entonces en el principal morito de combate contra la CTC. El asumió además, la forma de una lucha conrra la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), acaudillada por Lombardo Toledano. Al ordenar el Directorio Liberal Nacional a los líderes obreros liberales la desafiliación de la CTC de la Confederación latinoamericana.17
Ante tal reconocimiento, hecho por el autor, nos queda claro que se hace necesario un estudio profundo de las alianzas entre la CTAL y las confederaciones obreras nacionales, pues no podemos seguir considerando que los análisis se agoten con las perspectivas nacionales.
Recapitulando hasta aquí, Historia del movimiento obrero en América Latina, la obra coordinada por Pablo González Casanova, presentó un enfoque inamovible de la clase trabajadora de la región, como si cada organización sindical dependiera de sí misma para explicar sus avances y retrocesos frente a los embates del capitalismo mundial. Sin embargo, por momentos breves se registran acontecimientos que dan cuenta de las proximidades entre las agrupaciones obreras en un espacio continental donde circulan ideas, proyectos, dirigentes y estrategias de contención sobre el capitalismo nacional e internacional.
En el caso particular de Venezuela, los obreros necesitaron del apoyo de la CTAL para conquistar su anhelada unidad, que desde 1936 se postergó a causa de la persecución de la clase obrera realizada por el general Eleazar López Contreras. Luego de superar las dificultades políticas y conseguir el apoyo de gran parte de los obreros del país:
En 1944 se reúne en Caracas una convención sindical integrada por representantes de todos los trabajadores organizados. Cuantitativa y cualitativamente es una reunión de mayor significación que el congreso de diciembre de 1936. Asiste como invitado especial Vicente Lombardo Toledano, presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL).18
Al igual que en Venezuela, los trabajadores de Ecuador carecían de una gran organización sindical que representara la defensa de sus intereses gremiales. El viaje que como presidente de la CTAL realizó Lombardo Toledano en el último trimestre del año 1942 por varios países de la región, con el objeto de conocer de primera mano las condiciones sociales, económicas y políticas de cada uno de ellos, lo llevó a reunirse con varios dirigentes de sindicatos ecuatorianos una vez que arribó al país:19
En la reunión de octubre de 1942, con la presencia de Vicente Lombardo Toledano, presidente de la CTAL, y de Guillermo Rodríguez, vicepresidente de la misma, se resolvió la convocatoria de un congreso de fundación de la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE).20
La dictadura de Arroyo del Río no permitió la pronta institucionalización de la confederación obrera, y hubo que esperar hasta el 9 de julio de 1944 para ver nacer a la CTE, que desde un primer momento convocó a las fuerzas democráticas del país para derrocar al dictador. No se puede desconocer que la influencia de la CTAL fue esencial para sostener la iniciativa de la unidad sindical ecuatoriana, y regional, pero sigue sin ser afrontada con una investigación rigurosa.
Los miles de kilómetros que separaban a los obreros en el continente, las semanas o meses que transcurrían en cada uno de los viajes para estrechar los lazos entre los dirigentes, los problemas sindicales locales y los ataques de los gobiernos nacionales, no fueron un obstáculo para garantizar la unidad de la CTAL. Al contrario, su influencia entre los obreros de la región se fue multiplicando, tal como lo acentúa Denis Sulmont:
Apristas y comunistas, tras el "Pacto sindical de Santiago", realizado en 1943 y propiciado por la Confederación de Trabajadores de América Latina, coordinaron esfuerzos para consumir un frente sindical nacional que se concretó el 1 de mayo de 1944 con la creación de la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP). El gobierno de Prado, presionado por los Estados Unidos y la CTAL, toleró la nueva central.21
La referencia anterior reafirma que la CTAL convocó a las fuerzas obreras y políticas más heterogéneas para favorecer un frente unido y amplio de la clase trabajadora del continente, pero queda pendiente emprender una investigación que determine los alcances temporales e ideológicos de dichos pactos, lo que no resuelve Sulmont.
Chile, a pesar de su localización, fue una de las confederaciones obreras más entusiastas que colaboró en la concreción de la unidad sindical de la región. Estuvo presente en cada una de las convocatorias de la CTAL, y varios de los dirigentes22de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH) formaron parte del comité central de la organización sindical continental. Incluso un primer quiebre de la CTAL fue resultado de la infiltración que la AFL hizo en la CTCH en 1946, cuando su dirigente Bernardo Ibáñez se comprometió a formar una nueva confederación continental, la CIT, en 1948.
Frente a este evidente protagonismo de la fuerza obrera chilena, resulta insuficiente —por decir lo menos— señalar que el
compromiso frente–populista de la CTCh tuvo también su vertiente internacional. En 1938, concurrió a la fundación de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), liderada por Vicente Lombardo Toledano.23
Creemos que Witker no sólo omitió el impacto de la CTAL en el movimiento obrero de Chile sino que además contribuyó a seguir analizando la historia continental desde un acontecer parroquiano. Además, alimentó con sus indefiniciones a propagar la idea de que el sindicalismo obrero chileno avanzó en sus conquistas laborales, exclusivamente, en función de la evolución de la clase política.
Julio Godio, en su tercer volumen de la Historia del movimiento obrero latinoamericano, publicado en el año 1985, dedicó un número de páginas considerable a la CTAL. Su hipótesis central fue que la CTAL subordinó al movimiento obrero latinoamericano a intereses externos, particularmente a la Internacional Comunista y a la defensa monolítica del régimen de José Stalin.
Creemos que lo sostenido por Godio no coadyuvó a comprender las políticas promovidas por la CTAL en la región, pues desconoció su colaboración en varias líneas de acción, tales como la instauración de confederaciones obreras (Cuba, Puerto Rico, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia); el establecimiento de leyes sociales y laborales y la implementación de códigos laborales en varios países de la región y la formación de una clase obrera unificada a escala continental como nunca antes en su historia.
Ricardo Melgar desarrolló un apartado sobre la CTAL en su libro El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna. Consideró en su investigación que la Confederación nació en un contexto histórico de alta complejidad, como fue el ascenso del fascismo y la segunda guerra mundial, que condicionaron los principios y planes de acción de la CTAL al menos durante una década.
El autor enfatizó en su análisis la alianza entre trabajadores y Estado, estrategia que subordinó los intereses de la clase trabajadora a los beneficios económicos que los gobiernos y la burguesía nacional obtuvieron del capitalismo internacional. El objetivo primordial de la colaboración buscó encauzar las luchas obreras y procurar la conciliación antes que la ruptura, en palabras de Melgar:
En América Latina, a partir de 1941 la CTAL se había convertido en el principal vehículo de conciliación entre el capital y el trabajo bajo las banderas de la lucha antifascista [...] Las fronteras entre revolucionarios y reformistas que habían desgastado a la izquierda latinoamericana durante el Interregno entre las dos guerras, habían sido borradas de un plumazo.24
El principal aporte de la investigación de Melgar fue su análisis con respecto a la declinación de la CTAL, donde combinó factores internos y externos, otorgando un peso específico al desempeño que le correspondió al gobierno de Estados Unidos en la infiltración de organizaciones obreras adheridas a la CTAL, particularmente por medio de la AFL. Desde 1946, afirmó Melgar, se planteó la necesidad de deslegitimar a Lombardo como su líder natural y dividir a los miembros de la organización sindical con el firme propósito de fundar nuevas confederaciones obreras, financiadas y apoyadas logísticamente por la AFL en representación de la Casa Blanca. Al respecto, el autor identificó que en los primeros meses de 1946 el presidente de la CTCh, Bernardo Ibáñez, se había contactado con
Serafino Romualdi y otros líderes de la FAT [AFL] interesados en cooptar sindicalistas latinoamericanos que avalaran su proyecro de construir una central alternativa. El rol que le cupo a la CTCh en la desestabilización de la CTAL fue el de jugar el papel de polo de concentración de las fuerzas no comunistas de orientación reformista (socialistas y populistas) en los campos políticos y sindical.25
Estas indicaciones, sobre el faccionalismo que provocó la AFL junto a la intervención política del gobierno de Truman en el movimiento obrero continental, son un avance sustancial que nos presenta Ricardo Melgar, pero al igual que otros autores quedó en deuda con respecto a la materialización del proyecto integral de la CTAL.
Jon Kofas, en su libro The Struggle for Legitimacy: Latin American Labor and the United States,26 desarrolló una investigación que tuvo como objetivo identificar las principales motivaciones, acciones y consecuencias de la intervención del gobierno estadunidense en el movimiento obrero latinoamericano, particularmente en el contexto del periodo de la segunda guerra mundial y los primeros años de la guerra fria. El autor dedica dos capítulos a la CTAL, donde elabora una sinopsis muy apretada de los antecedentes, congresos y resoluciones de la organización sindical, reproduciendo más que innovando en esta materia, para luego profundizar en la campaña anti–CTAL que se fraguó desde el poder ejecutivo de Estados Unidos utilizando a la AFL y a varios infiltrados para desarticular al movimiento obrero continental.
La contribución de Jon Kofas es trascendente para comprender el papel del gobierno estadunidense en el quiebre de la CTAL, pues gran parte de la documentación utilizada proviene del Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional y la CIA. Cada documento exhibe la infiltración y la campaña hostil que padeció la CTAL desde 1945 y que se incrementó luego de 1948. La perspectiva de Kofas viene a sumar nuevos antecedentes externos a la declinación de la CTAL, que junto a los proporcionados por Godio y Melgar permitirá en el futuro investigar con mayores detalles los alcances de la política anticomunista, implementada entre el New Deal y la Alianza para el Progreso, en el movimiento obrero latinoamericano. Su investigación reafirma la relevancia política y sindical que tuvo la CTAL en el continente, dada la vehemencia con la que actuaron los poderes político, empresarial y sindical estadunidenses en contra de la autonomía y la unidad de los obreros latinoamericanos.
La Historia de América Latina, editada por Leslie Bethell, resaltó en el volumen 12 algunas referencias sobre la CTAL. El apartado que correspondió a la autoría de Alan Angelí presentó una escueta referencia a la organización sindical, puntualizando su carácter procomunista y el liderazgo del "marxista" Lombardo Toledano. Angelí reconoce que luego de 1948 los gobiernos de la región se volvieron anticomunistas, persiguiendo duramente a los sindicatos filocomunistas vinculados a la CTAL, al respecto comenta:
Se emprendió una ofensiva contra la procomunista Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), fundada por Lombardo Toledano en 1938. En 1948 los líderes anticomunistas se habían adueñado del poder en muchos sindicatos y lograron que estos se dieran de baja de la CTAL, aunque no sin que antes hubiera enconadas disputas.27
En otro apartado de ese volumen, Ian Roxborough destaca también el marcado carácter comunista de la CTAL, aunque le reconoce una importancia fundamental en la articulación de un frente sindical amplio y poderoso, lo que se confirmó cuando el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos promovió un quiebre dentro de las confederaciones obreras afiliadas a ella, a tal punto que el autor identificó a la AFL como la principal instigadora para dividir a la CTAL, todo ello financiado y aprobado por el gobierno de Truman: "El Departamento de Estado norteamericano veía con preocupación la fuerza de la CTAL y su proyecto [...] que se consideraba un sindicalismo excesivamente 'político' en América Latina."28
Ambos autores realizan un tratamiento superficial y descuidado sobre la temática, aminorando, con su ignorancia, los aportes de la CTAL a la clase obrera del continente. No utilizan ninguna fuente ni referencia bibliográfica para avalar sus afirmaciones. Es censurable que una investigación, signada por connotados historiadores, que tiene como objetivo presentar un punto de vista actualizado y fundamentado sobre América Latina, termine por reproducir un escenario histórico consabido.
Recientemente la investigadora Daniela Spenser publicó un artículo sobre la participación de Vicente Lombardo Toledano en los debates internacionales sobre las cuestiones obreras. Aunque su objeto de estudio es Lombardo, su trabajo destaca el papel que le cupo a la CTAL en la representación del proletariado latinoamericano.
Spenser establece que la CTAL descuidó sus principios sindicales y dispuso todas sus energías en conformar una fuerte oposición a las potencias del eje y el fascismo. De este modo practicó la "buena vecindad" con los gobiernos autoritarios de la región y defendió, cuanto pudo, las políticas de Roosevelt. Para la autora eso explica que "Lombardo Toledano concibió la CTAL como un instrumento político más que sindical".29
La autora no descuidó la relación de la política soviética con la CTAL, que para ella implicó renunciar a ocuparse exhaustivamente de los asuntos laborales y gremiales. Spenser fija su atención en la inexistencia de un proyecto democratizador y sindical de la CTAL, que al igual que otras organizaciones obreras regionales, como la CIT o la ORIT, fueron incapaces de instaurar un nuevo modelo de relaciones laborales e impulsar una ciudadanía inclusiva, partícipe de un proyecto comunitario, que en el largo plazo consiguiera disipar el imperialismo capitalista en la región. El punto de vista de Spenser se manifiesta con precisión, cuando establece que:
En ocasiones, la CTAL y la ORIT se encontraban del mismo lado de la barricada defendiendo los derechos humanos, sindicales y la libertad contra los dictadores militares. Finalmenre, hasta los funcionarios de la ORIT caían en la cuenta que el anticomunismo y la democracia eran antinomias, mientras que los sindicalistas aprendían que luchar contra la Unión Soviética y el comunismo, no necesariamente promovía la democracia.30
En el futuro las investigaciones debieran avanzar en esta dirección, ya emprendida por Spenser, para estimular una renovación de la historia del movimiento obrero latinoamericano.
Finalmente, no quisiéramos dejar de señalar que existen algunas investigaciones que han reseñado brevemente algún aspecto de la CTAL,31general o específico, pero que no dan cuenta de vinculaciones o reflexiones más acabadas. En muchos casos se trató sólo de referencias y reproducciones de ideas ya dichas por algunos de los investigadores antes mencionados.
Los orígenes de la CTAL siguen siendo un problema no resuelto. Para autores como Poblete, Alexander, Quintanilla, Godio, Melgar, su inicio como organización sindical estuvo directamente vinculado con un escenario internacional de confrontaciones ideológicas —fascismo, nazismo y comunismo— y crisis de los sistemas liberales. Además, el escenario político del cardenismo, según los autores, propició un discurso marcadamente antiimperialista, dados sus proyectos de nacionalización de recursos naturales y una distribución equitativa de los bienes y servicios hacia los trabajadores y consumidores, privilegiando el mejoramiento material y educacional de la clase obrera y campesina.
Creemos que sumado a estos aspectos hay que ampliar las perspectivas. Nos parece que el viaje de Vicente Lombardo Toledano a la Unión Soviética,32 en 1935, fue trascendente para su idea de formar una plataforma obrera internacional. Eso explica, en parte, su interés en paralelo en fundar la Universidad Obrera de México y la CTM, coincidentemente al regreso de ese viaje. Lombardo pensó que con estas dos orgánicas iniciaría una nueva etapa para la unidad de la clase obrera mexicana, debilitada a causa de la corrupción de los dirigentes de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). A ello se sumó la necesidad del presidente Lázaro Cárdenas de establecer una alianza con la clase obrera mexicana con el propósito de constituir una amplia base social popular en defensa de las políticas de nacionalización y convocar a un frente amplio de oposición a las posibles represalias del gobierno y empresariado estadunidenses.
Dados los hechos que acontecieron en Europa, se necesitó de una conciencia proletaria capaz de contener las amenazas que existieron sobre sus precarias conquistas económicas, sociales y laborales.
Al instalar esos nuevos dispositivos en la clase obrera mexicana fue necesario ampliar y asegurar sus ejércitos proletarios; para ello Lombardo Toledano, en 1936,33proyectó una fuerte organización obrera internacional, facilitada en parte por las reformas políticas y sociales del presidente Lázaro Cárdenas, quien encontró en la apuesta internacional del sindicalismo lombardista un aliado inmejorable en contra de las amenazas del boicot estadunidense.
Por su parte, la necesidad de los trabajadores organizados del continente que buscaban enfrentar las crisis de salarios, precios y cesantía que provocó la segunda guerra mundial, creyeron que una plataforma obrera continental fortalecería sus convicciones y presionaría con mayor envergadura por sus demandas a los gobiernos de la región. Eso explica que la propuesta de Lombardo Toledano de convocar a un congreso obrero latinoamericano, invitación extendida a todas las organizaciones obreras en el transcurso del año 1937, haya tenido una rápida acogida entre los dirigentes obreros, inaugurando este congreso en los primeros días del mes de septiembre de 1938 y sentando las bases para constituir la CTAL.
Un tópico interesante en la etapa fundacional de la CTAL resultó ser la fuerte raíz identitaria que le imprimió Lombardo Toledano a la organización. Esta reconoció en sus escritos que el continente poseía una herencia cultural mestiza a la cual no podía renunciar, pues su pasado colonialista se proyectaba en un presente de vocación antiimperialista. En este sentido, se retomaron las ideas de Hidalgo, Bolívar, Sucre, San Martín, Bilbao, Martí, Mariátegui, Rodó, entre otros. Existió la necesidad de cumplir con el mandato de estos pensadores, se propuso que América Latina fuera una realidad integrada, reconocida por ser un crisol de culturas, pero en base a una autonomía política y económica, desamarrando por fin sus ataduras coloniales de índole cultural e ideológica.34
La segunda guerra mundial planteó un escenario complejo para el continente en materia de balanza comercial, exportaciones, importaciones y estabilidad política gubernativa. Numerosos gobiernos latinoamericanos fueron ineficientes al momento de enfrentar la inflación, el desabastecimiento, la cesantía y la desaceleración de la economía. Consecuencia de este panorama, para muchos países, fue un ejercicio del poder pragmático, lo que favoreció el desarrollo de populismos, regímenes autoritarios, laboratorios de socialismo, frentes populares y caudillismos militares.
La CTAL supo leer cada una de esas realidades y procuró, la mayoría de las veces, mantener relaciones formales con cada una de estas formas de gobierno, eso explica, a nuestro entender, las entrevistas, alocuciones, bienvenidas, mítines y banquetes que ofreció la dirigencia de la CTAL a gobernantes tan controvertidos como lo fueron Somoza, Batista, Peñaranda, Moríñigo, entre otros.
Este acercamiento, cara a cara, de la dirigencia de la CTAL con los gobernantes de cada uno de los países del continente, posibilitó que las confederaciones obreras nacionales emprendieran sus acciones en favor de la clase trabajadora que representaban, que se fundaran confederaciones obreras (Cuba, Puerto Rico, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia),35 pero también contribuyó a dotar de un carácter continental sus resoluciones, de tal forma que eso nos permite plantear como hipótesis que los obreros de América Latina, durante el periodo en que se prolongó la guerra, accedieron a una legislación laboral moderna, que consagró muchos de sus derechos económicos y sociales que con el correr de los años se fueron perfeccionando.
Instituciones como el seguro social, solución a problemas de previsión social como jubilación, enfermedad laboral, invalidez o el creciente interés por integrar a los campesinos e indígenas en la protección social, demuestran, al menos en teoría, que hubo importantes progresos en las realidades laborales. Si bien hubo iniciativas gubernativas en estos tópicos, consideramos que este fue un esfuerzo conjunto de las confederaciones de trabajadores nacionales, que tuvieron un importante respaldo en la dirigencia de la CTAL. A través de los estudios económicos, sociales, políticos y materiales de la realidad continental, emprendidos por resolución de los congresos generales de la CTAL, se proporcionaron argumentos para sustentar una legislación que protegiera y ampliara los derechos del proletariado obrero y campesino, dados los difíciles momentos por los que atravesaba el mundo en Occidente.
Una línea de investigación inexplorada es el vínculo creciente que hubo entre la OIT y la problemática laboral de América Latina, con énfasis entre 1936 y 1949.
Es claro que la OIT enfrentó un dilema al desarrollarse en Europa el fascismo, el nazismo y el comunismo, pues sus resoluciones y convenios fueron cuestionados como parte de una política liberal fracasada: por tanto su proyecto de universalizar sus principios de legislación laboral y social recibió un duro revés cuando se inició la conflagración entre las potencias europeas, pues su campo de acción se vio drásticamente disminuido y eventualmente sin interlocutores.
No fue casual entonces que la OIT redirigiera sus miradas —ya lo había hecho su primer director, Albert Thomas, entre I924 y I925, con el viaje por varios países del continente— hacia América, neutral territorial y políticamente por un prolongado tiempo, en comparación con las potencias europeas enfrentadas en un conflicto devastador. En este sentido, la participación de la CTAL en cada una de las conferencias americanas del trabajo, organizadas por la OIT, fue una oportunidad para ambos de legitimar sus organizaciones.
Para la OIT significó poder encauzar su misión universalista; en este sentido la situación laboral de América Latina le proporcionó un impulso a sus principios, pues aquí descubrió problemas que no había percibido en Europa, tales como la exclusión del campesinado de la protección laboral, el estado de pobreza en importantes masas indígenas y la imprevisión en la que vivían cientos de miles de hombres y mujeres a lo largo y ancho del continente.36
La CTAL, al fortalecer el movimiento sindical regional, fue capaz de traducir las demandas obreras en un solo lenguaje, pues paulatinamente construyó confianzas y aseguró lealtades en amplios sectores laborales. Su disposición a negociar garantizó el cumplimiento de los derechos y deberes de cada una de las partes en conflicto, pues su propósito fue evitar la cesantía, la disminución del salario y el abuso patronal. De ahí que la CTAL exigió a los Estados mayor dirección en la planificación de la economía nacional, que por cierto pasaba por reajustar las relaciones con el capitalismo–imperialismo. Eso explica la determinación de la CTAL para solicitar el compromiso de los Estados —Lombardo Toledano disponía de la experiencia cardenista— para nacionalizar las riquezas naturales o expropiar las industrias o servicios en manos de capitales foráneos, con el objetivo de garantizar un proyecto industrializador y una igualdad en el acceso a los servicios.37
La OIT, como agencia internacional, fue fundamental para garantizar cohesión y evitar conflictos sociales globales; en ese contexto la presencia del organismo internacional en el continente viene a tender puentes entre la clase obrera y los gobiernos, pues es visible que hacia mediados de los años treinta los países de la región estaban acumulando muchas tensiones y las acciones represivas o revolucionarias parecían no tener cabida. La presencia de la OIT permitió abrir nuevos cauces, pero fue necesaria la voluntad de un movimiento de trabajadores dispuesto a negociar, la apertura de agencias obreras o gubernamentales para emprender estudios técnicos sobre diversas materias laborales, económicas y sociales, tales como el nivel de los salarios, la integración indígena, la situación laboral y social del campesinado, la seguridad social, la inserción de la medicina del trabajo, la educación técnica o la participación política de los trabajadores. En concreto, se trató de instaurar una agenda laboral y social que estaba plenamente vigente en el debate sindical, patronal y estatal, pues había problemas estructurales aún sin solución efectiva. Para responder a las demandas de la sociedad salarial se requirió de una articulación entre el Estado, la OIT y las organizaciones obreras.
La presencia de la OIT en el continente legitimó las pugnas sindicales de la CTAL, fue la oportunidad de medir fuerzas con los gobiernos del continente, demostrar que su organización era fuerte numérica y políticamente. De suma importancia fue la presentación a los funcionarios de la OIT de propuestas concretas, resultados de sus estudios económicos y sociales, de cómo proteger los derechos de los trabajadores que representaban.
Creemos que ambas organizaciones salieron fortalecidas de ese diálogo, a tal punto que el propio Lombardo Toledano fue el primer latinoamericano, en su calidad de dirigente obrero, en integrar el consejo de administración de la OIT.
Todos y cada uno de estos problemas deben resolverse en el campo de la investigación, pues contribuirán a superar los estigmas y prejuicios que existen sobre los problemas del proletariado latinoamericano, ya que la tesis central de la historiografía sigue apuntando a que la adhesión al comunismo acaparó toda la atención de la CTAL.
La historiografía latinoamericana y la anglosajona presentaron la guerra fría en el continente americano como un conflicto que involucró a los altos funcionarios de gobierno y a algunos altos jerarcas de partidos políticos pro soviéticos. La revisión de memoranda, opiniones de prensa, entrevistas y los problemas con las confederaciones obreras nacionales, nos ha permitido constatar que los obreros, específicamente de la CTAL y de las confederaciones nacionales, participaron activamente en contra de las políticas de la guerra fría. La CTAL fue una organización muy influyente, específicamente entre 1941 y 1953, en las confederaciones obreras, y pudo establecer ciertas políticas que fueron aceptadas por algunos gobiernos del continente. Además, luego de 1945, su discurso y su acción fueron antiimperialistas, clasistas y pro soviéticos, lo que transformó a la CTAL en una amenaza para la política anticomunista de los gobiernos de Estados Unidos.
Seguramente será otra manera de estudiar la guerra fría en el continente, pues la infiltración de las organizaciones obreras por dirigentes de la American Federation of Labor38 (AFL), la intervención del gobierno de Estados Unidos en la política interna de los gobiernos de Latinoamérica para que estos limitaran los derechos democráticos, el plan Clayton, la doctrina de seguridad nacional reflejada en la implementación del Plan de Ayuda Militar (PAM), fueron todas políticas que afectaron al proletariado y sus organizaciones, lo que provocó conflictos internos entre los dirigentes del comité central de la CTAL, por su compromiso con la política soviética; disidencia y ruptura de las confederaciones obreras nacionales; persecución de los gobiernos a los obreros, y el menguado liderazgo de Vicente Lombardo luego de I952, en parte porque su imagen fue fustigada por la AFL como parte de una campaña planificada que tuvo como objetivo deslegitimarlo entre los obreros del continente, pero también por su decisión de participar en la política contingente de México, postulándose a la presidencia de la nación, descuidando sus funciones como máximo dirigente de la CTAL.
Otra línea de investigación es la representación histórica de Latinoamérica que la CTAL elaboró a partir de los viajes, estudios sociales, estudios económicos y estudios políticos.39 Sobre estos estudios y viajes existió una omisión por parte de la historiografía del movimiento obrero, nacional y continental, lo que menguó considerablemente el conocimiento de las actividades y ocupaciones de la CTAL.
Será interesante poder reconocer el continente a la luz de los viajes que hizo Lombardo Toledano en numerosas ocasiones, dejando registros de cada una de esas visitas. También muchos de los informes de cada delegación obrera ofrecen innumerables descripciones y reflexiones sobre su acontecer, lo que da una visión de conjunto sobre un periodo de transformación en gran parte de América Latina, que nos parece importante interpretar.
En el presente es necesario un estudio profundo, analítico y crítico sobre la CTAL en sus 25 años de trayectoria institucional que proporcione nuevos argumentos que permitan superar los numerosos vacíos y (pre)juicios, muchos de ellos sin sustento. El desarrollo de un trabajo historiográfico con peso específico debe considerar los ámbitos nacionales, continentales e internacionales. No podemos obviar el hecho de que la CTAL fue una organización de repercusión continental, por tanto reconstruir su historia implica analizar el alcance de su trabajo sindical, político y técnico, lo que supone observar a distintas escalas los efectos de ese programa para de esta manera ver las continuidades y las rupturas de la organización en el espacio público continental e internacional.
Realizar una reconstrucción histórica de la CTAL debe considerar trabajar en sus principios, liderazgos, misiones sindicales y políticas, sus vínculos continentales e internacionales, sus logros y fracasos, los ataques recibidos por el gobierno de Estados Unidos y su declinación. Avanzar en cada uno de estos contextos permitirá superar las limitaciones que aún existen en los estudios históricos sobre la CTAL.
En segundo lugar, será importante actualizar las interpretaciones sobre el movimiento obrero continental. Entre 1938 y 1963 existe una serie de transformaciones políticas, económicas y socioculturales, por tanto será de suma importancia evaluar el impacto de esas modificaciones en las estructuras organizativas de los obreros de la región. La CTAL supo leer los nuevos signos de los tiempos y proporcionó a los trabajadores utillajes para afrontar los desafíos de una formación social en ciernes, como fue el capitalismo global. Analizar los mecanismos de control de la mano de obra en un periodo de codificación laboral; evaluar la relación salarial en correspondencia con la capacidad de compra del obrero, o la ampliación de la seguridad social en proporción a la estabilidad del empleo, son todos tópicos que deben ser incorporados en un estudio que pretenda visualizar las continuidades y rupturas en las prácticas e identidades de la clase obrera.
Por último, hay que avanzar sobre los efectos de la guerra fría en los obreros sindicalizados, y también opositores a la CTAL. Como se ha reseñado, la guerra fría involucró a los obreros y sus organizaciones laborales. Sin duda, la más asediada fue la CTAL, pues al momento de iniciar el conflicto entre capitalismo y comunismo, la organización sindical agrupaba a 6 000 000 de trabajadores, que pertenecían a 18 países del continente, con excepción de Brasil y Argentina.
Además, será necesario evaluar la influencia del comunismo internacional en la CTAL, tan estereotipada y asentada en las investigaciones puntualizadas y que desafortunadamente ha coadyuvado a distorsionar la historia de la organización sindical y la propia experiencia comunista en la región durante este periodo.40
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* Este artículo es el resultado preliminar de la investigación en curso de la tesis de doctorado en Historia, la cual desarrolla la participación política, social y sindical de la Confederación de Trabajadores de América Latina en el continente (1938–1963). Es financiada por la beca de doctorado otorgada por el CONACYT. Agradezco los comentarios y sugerencias en una versión preliminar de este trabajo a los historiadores: doctora Verónica Oikión Solano, doctor Martín López Avalos, doctor Sergio Grez Toso y doctor Juan Carlos Yáñez Andrade.
1 Al respecto hay estudios que están avanzando en esa dirección, entre los cuales podemos, mencionar: Van der Linden, Historia, 2006; Lucassen, Global, 2006; Bertrams y Kott, "Actions", 2008; Kott, "Communauté", 2008 y "Organisations", 2011; Van Daele, Histories, 2010 y Lespinet–Moret y Viet, Organisation, 2011.
2 Un importante giro a la historia social en esta perspectiva se puede encontrar en la siguiente obra de Thompson, Customs, 1991.
3 Chartier, Mundo, 1992.
4 Poblete, Movimiento, 1946, p. 276.
5 Robert J. Alexander (1918–2010), fue consultor de la AFL y la AFL–CIO para los asuntos del movimiento obrero organizado en América Latina y el Caribe, ello le permitió realizar numerosos viajes a los países del continente desde mediados de los años cuarenta, entrevistándose con líderes sindicales, secretarios de Estado e intelectuales. En 1961, a solicitud del presidente John E Kennedy, integró la comisión de trabajo sobre América Latina, que recomendó la creación de la Alianza para el Progreso. Entre las numerosas obras de Alexander podemos mencionar: Labour, 1947; Communism, 1957; Organized, 1965, e International, 2009.
6 Alexander, Labour, 1947, p. 20.
7 Poblete y Burnett, Rise, I960, pp. 138–139.
8 Alba, Historia, 1964, p. 467.
9 Hay evidencias que identifican a la AFL como la principal conspiradora para producir quiebres al interior de las confederaciones obreras de los distintos países de la región. Es sabido que R. Alexander, S. Romualdi y B. Ibáñez fueron activos colaboradores de la AFL y parte de su financiamiento para viajar y participar en las reuniones de los obreros del continente provino del gobierno de Harry Truman y su consejero Rockefeller.
10 Alba, Historia, 1964, p. 470.
11 Goldenberg, Sindicatos, 1964, p. 176.
12 Levenstein, Organizaciones, 1980, p. 209.
13 Ibid, p. 247.
14 Quintanilla, "Confederación", 1980, p. 169.
15 Trejo, "Historia", 1984, t. I, p. 43.
16 Plasencia, "Historia", 1984, t. I, p. 136.
17 Valencia, "Movimiento", 1984, t. III, p. 67.
18 Quintero, "Historia", 1984, t. III p. 175.
19 Al respecto véase Lombardo, Prolegómenos, 1942.
20 Muñoz y Vicuña, "Historia", 1984, t. III, pp. 225–226.
21 Sulmont, "Historia", 1984, t. III, p. 286.
22 Bernardo Ibáñez, Salvador Ocampo, Bernardo Araya, Juan Vargas Puebla y Juan Briones fueron activos dirigentes chilenos que se comprometieron por la causa de la unidad del proletariado latinoamericano. Varios de ellos formaron parte del comité central de la CTAL e incluso recibieron asilo político en México, ayudados por Vicente Lombardo Toledano, luego de la promulgación de la Ley n° 8.987, de Defensa Permanente de la Democracia, conocida también como la "Ley maldita", promovida por el presidente de Chile Gabriel González Videla (1946–1952), la cual entre sus resoluciones proscribía a los comunistas del sistema político.
23 Witker, "Movimiento", 1984, t. IV, p. 110.
24 Melgar, Movimiento, 1988, p. 334.
25 Ibid., p. 343.
26 Kofas, Struggle, 1992.
27 Angell, "Izquierda", 1997, p. 97.
28 Roxborough, "Clase", 1997, p. 150.
29 Spenser, "Vicente", 2009, p. 7.
30 Ibid., p. 19.
31 Lora, Historia, 1967; Rubio, Internacionales, 1971, y Dependencia, 1977; Rama, Historia, 1976; Chassen,Lombardo, 1977; Las clases, 1980; Koval, Movimiento, 1985; Trujillo, Historia, 1992; Bethell y Roxborough,Latin America, 1992; Muñoz y López Portillo, Movimiento, 1995; Alvarez, Vicente, 1995; Urquijo, Movimiento,2000; Pozo, Historia, 2002; Malamud et al., Historia, 2003; Magallón y Mora, Historia, 2006, y Concheiro, Modonesi y Crespo, Comunismo, 2007.
32 Lombardo y Villaseñor, Viaje, 1936.
33 Vicente Lombardo Toledano, "Mensaje al proletariado de la América Latina", El Universal, 1 de enero de 1936, ciudad de México. Lombardo celebra la primera Conferencia Regional del Trabajo, organizada por la OIT, en Santiago de Chile. En su mensaje promueve enfaticamente la idea de formar una gran confederación obrera para el continente.
34 CTAL, Defensa, 1942; Lombardo, Prolegómenos, 1942; Queremos, 1943; Educación, 1943; CTAL, ¿Qué?,1944; Lombardo, Posición, 1944; CTAL, Segundo, 1944; Lombardo, Cuáles, 1944; CTAL, Presente, 1945, y Lombardo, CTAL, 1945.
35 Alba, Historia, 1954, e Historia, 1964; Lora, Historia, 1967; Trujillo, Historia, 1992; Muñoz y López Portillo,Movimiento, 1995; Urquijo, Movimiento, 2000, y Magallón y Mora, Historia, 2006.
36 OIT, Actas II, I94O, y Actas III, 1946.
37 Lombardo, Queremos, 1943; Posición, 1944, y CTAL, 1945.
38 Levenstein, Organizaciones, 1980, y Alvarez, Vicente, 1995.
39 CTAL, Primer, 1940; Salarios, 1941, y Principales, 1942; Lombardo, Bolivia, 1943, y Cuales, 1944; CTAL,Balance, 1945; Peligro, 1946; Amistad, 1946; Libv, 1946, y Guía, 1948, y Pierret, América, 1953.
40 Véase Caballero, Internacional, 1987. Llama la atención que el estudio de Manuel Caballero no mencione a la CTAL y menos sus vínculos con el comunismo regional o mexicano. Consideramos que, aun con limitaciones, es una de las investigaciones más contundentes sobre la presencia de la Internacional Comunista en América Latina. Existe la necesidad de avanzar en estudios que despejen las dudas sobre la influencia del comunismo en la región, en este sentido ya existen investigaciones en esa dirección, por ejemplo Concheiro, Modonesi y Crespo, Comunismo, 2007, y Spenser, Unidad, 2007, y Primeros, 2009.