Eduardo Fernández Guzmán, Migración internacional en un pueblo michoacano. Retorno e inversión migrante (1982–2008): el caso de Huandacareo. Pearson Educación de México, México, 2011, 344 pp.

Migración, retorno y cambio social

La reseña de un libro, cualquiera que sea su naturaleza y contenido, tiene varias razones de ser. La más común es la de dar a conocer los resultados de una investigación y estimular con ello el interés público por el universo particular del tema en cuestión.

Pero existen otras razones mucho más significativas, las cuales se relacionan con la naturaleza de la disciplina que se involucra, en este caso la historia, los enfoques teórico–metodológicos que se ponen a prueba y la dimensión de los problemas tratados. La naturaleza del libro que hoy comentamos tiene también otras implicaciones, como mostrar las tensiones permanentes entre las teorías que elaboramos y las evidencias empíricas que seleccionamos para conocer y explicar el complejo universo de la interacción humana y el cambio social en espacios y temporalidades definidos.

Y en este escenario, me parece que la razón de ser de un historiador es revelar las conexiones, o mejor, las relaciones implícitas o explícitas entre las distintas actividades humanas (en las que entra la economía, la sociología, la demografía, el derecho, la psicología, la política, pero también los sueños, los deseos, los miedos, las ilusiones, las frustraciones de todo individuo, de toda comunidad, de toda nación), ubicarlas en el tiempo, en espacios concretos, como partes de un todo, y mostrar sus componentes, sus ritmos, sus jerarquías y los cambios y permanencias en su articulación interna. La tarea fundamental de los historiadores es evitar la fragmentación sin caer en el engañoso supuesto de la homogeneidad de una sociedad o de un periodo dado. En otras palabras, el historiador debe revelar la unidad subyacente o, al menos, las conexiones subyacentes, sin suprimir o negar la diversidad del pasado remoto o reciente. De otra manera no tendría sentido nuestro oficio ni podríamos legitimar a los ojos de la sociedad la pertinencia social de la historia como sustento de toda posibilidad de renovar nuestras ideas sobre la sociedad, la cultura y el conocimiento epistémico. Puedo decir que ese principio guió el trabajo de Eduardo Fernandez Guzmán y el abordaje de los temas y problemas de que trata en el libro Migración internacional en un pueblo michoacano. Retorno e inversión migrante (1982–2008): el caso de Huandacareo.

Una lectura reposada del libro deja ver las habilidades y destrezas intelectuales del autor en la formulación de problemas, la inserción de estos en las teorías explicativas vigentes y en el seguimiento historiográfico de los mismos, con gran capacidad de síntesis y rigor analítico.

El autor aborda el fenóneno de la migración como un proceso histórico–social a través del cual somete a un amplio debate las distintas corrientes teóricas que se han elaborado para explicar dicho fenómeno universal, como la perspectiva económica neoclásica, las interpretaciones marxistas, la teoría de los sistemas mundiales, el enfoque modernizador, las teorías mesoanalítica y microanalítica, las redes sociales, entre otros enfoques de gran calado.

Ahora bien, las repercusiones en el ámbito sociocultural en ambos lados de la frontera no fueron menos significativas; de ellas se destaca la expansión de las organizaciones transnacionales, los cambios en las prácticas comunitarias y las tensiones en los procesos de identidad y socialización de las nuevas generaciones.

En los tres primeros capítulos, Eduardo Fernandez estudia, documenta y analiza el fenómeno migratorio en su esencia internacional y transnacional México–Estados Unidos; pone el acento en la multicausalidad y en la expresión multifacética de los flujos de migración de los "países subdesarrollados a los países desarrollados" tomando en cuenta elementos del análisis transnacional, la globalización, el desarrollo de los medios de comunicación y de transporte, los imaginarios colectivos, la socialización de la cultura migrante, etcétera.

Presenta una clara y definida periodización metodológica del fenómeno migratorio cuando señala que de la década de 1940 a inicios de la de 1980 el perfil y los patrones del migrante mexicano se caracterizaban por ser:

6. Provenían de las zonas rurales de unas cuantas entidades de la región centro–occidente de México (Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Zacatecas) y trabajaban durante seis u ocho meses en Estados Unidos, y el resto del año se mantenían ocupados en sus lugares de origen.

Ese patrón migratorio cambió en la segunda mitad de la década de 1980 en cuanto a magnitud, intensidad, modalidades y características, inaugurando un nuevo ciclo del fenómeno, el cual llega hasta nuestros días.

A decir de Eduardo Fernández, las primeras evidencias del cambio en el patrón migratorio fue:

El autor del libro no sólo analiza los cambios en el marco histórico de lo que se ha denominado nueva era de la migración, sino que a través de la percepción creciente que ve la migración como un problema que afecta la seguridad nacional de los países receptores, en este caso Estados Unidos, y en estrecha relación con el conflicto a escala global, explora su impacto en los esquemas de retorno y en las sociedades de origen. Esta es quizá la parte más novedosa del estudio.

El autor aborda este ámbito del fenómeno transnacional, muy poco estudiado en la literatura especializada, a trasluz de una tipología del retorno. En este sentido, Migración internacional en un pueblo michoacano. Retorno e inversión migrante (1982–2008): el caso de Huandacareo se convierte en un laboratorio analítico en donde teorías e investigación empírica se fusionan para dimensionar las repercusiones del retorno migrante en sus lugares de origen. Desde esta perspectiva me parece que los capítulos cuarto y quinto son los más aportadores y originales.

El subtítulo del libro: Retorno e inversión migrante (1982–2008): el caso de Huandacareo, no sólo se refiere a la segunda parte de la extensa investigación; es físicamente también la mitad del libro, con una visión renovada y fresca de los nuevos enfoques que centran el análisis del fenómeno en dos de sus componentes finales: retorno e inversión.

Estos conceptos, retorno e inversión, habían permanecido ausentes del interés público y privado del siglo XX para colocarse en los últimos años como un tema prioritario en la agenda política y social de los gobiernos, las instituciones financieras y la sociedad civil. Esta circunstancia, que no es nacional sino internacional, le añade un plus al libro: colocarse en la frontera del conocimiento sobre un fenómeno cuyo desenlace apenas se está problematizando, es decir, como procesos sociales complejos, multicausales–multifacéticos y abiertos (no concluidos), que afectan todas las dimensiones de la existencia social de los migrantes como individuos o como colectivo, así como a las sociedades de origen y receptoras.

También debo decir que los conceptos retorno e inversión migrante, como expresión de un fenómeno transnacional e internacional, hacen bisagra con otros dos conceptos fundamentales: movilidad social y cambio social, que tienen que ver con las prioridades analíticas e intelectuales de Eduardo Fernández, y en donde el autor pone a prueba distintas teorías y enfoques metodológicos, como la microhistoria, la historia del presente, el análisis de redes y la teoría neoinstitucional.

Como ya lo hemos señalado, el libro explora fehacientemente el fenómeno del retorno en la localidad michoacana de Huandacareo desde múltiples perspectivas, y concluye con una caracterización sistemática del retorno:

Por esta razón, movilidad social y cambio social son conceptos fundamentales del fenómeno de estudio, ahora desde la perspectiva de las comunidades de origen. El fenómeno no es unidimensional sino multindimensional. Un espacio con instituciones, políticas, economías, culturas, motivaciones y creencias distintas. Es en este escenario en donde habría que insertar y discutir el retorno, la inversión migrante, la movilidad y el cambio social. El problema y lo intrincado del asunto está planteado, pero hacen falta más investigaciones como esta para bajar a la realidad histórica y apreciar el fenómeno en su complejidad a través de las transformaciones que se han operado en las comunidades rurales y urbanas en la historia de México.

 

José Alfredo Uribe Salas

Facultad de Historia, UMSNH.