Rodolfo Pastor, Historia mínima de Centroamérica. Centro de Estudios Históricos–El Colegio de México, México, 2011.

Centroamérica: Historia de una nación dividida

Este libro de Rodolfo Pastor conforma una obra ambiciosa, pues sin hacer una suma de partes de corte nacionalista, el autor nos muestra una visión global sobre el devenir de los cinco países que en la época colonial formaron parte del reino de Guatemala. Esta obra cobra relevancia puesto que, aunque existe una versión que le precedió en 1988, Pastor actualiza la información y ofrece nuevas reflexiones, presentando una obra completamente renovada que da cuenta del fracaso de la unión y de las dificultades para establecer la cohesión entre los países que hoy conforman "las naciones del istmo" (p. 20).

Es importante decir que al margen del formato editorial que suele caracterizar a las Historias mínimas de El Colegio de México, lo primero que llama la atención de esta Historia es que no cuenta con un aparato crítico ni con una lista de fuentes consultadas. Y aunque Pastor ofrece, tanto en la "advertencia" inicial como en el "ensayo bibliográfico" del final, una lista de razones con las que pretende justificar estas ausencias, encuentro que lo mejor sería mostrar referencias formales para citar la información.

Por otro lado, esta reseña muestra el devenir de un espacio regional privilegiado, rico y dinámico, que a pesar de sus recursos, ubicación y posibilidades, se halla sumido en un círculo de sinsabores y vaivenes. Considero que la más grande aportación de esta obra es que, gracias a su extensa periodización, viabiliza el entendimiento de las causas por las que Centroamérica ha sido, históricamente, una zona marcada por la dependencia hacia el exterior, la explotación indiscriminada de gente y recursos, con violencia generalizada y con una larga historia de gobiernos corruptos que reproducen el desequilibrio social.

La obra se compone de once capítulos, un prólogo, un introito apologético, las advertencias y, al final, una conclusión, el epílogo metahistórico, la despedida y un ensayo bibliográfico mínimo. De este cúmulo de información sobresale el análisis económico de las estructuras, rodeadas siempre de una vasta interpretación "y un par de moralejas" (p. 26). Cabe mencionar que en el libro de Pastor hay un valioso rescate de la conciencia centroamericana, pues a lo largo del escrito cuestiona el imaginario que se ha formado en torno a esta región por parte de quien vive ahí y se reconoce como nicaragüense, guatemalteco o tico, pero difícilmente se concibe como centroamericano, y también la idea que del exterior se tiene sobre ese puente entre el sur y el norte del continente americano.

En primer lugar, tras una amplia descripción geográfica del istmo, queda demostrado el valor geográfico, político y económico que tiene, ya sea por su estratégica ubicación, por el hecho de brindar la posibilidad de cruzar los océanos, o por la riqueza natural con la que cuenta. Más adelante ofrece información sobre la prehistoria, remarcando que el istmo debe considerarse como una tercera zona cultural, pues sólo una fracción forma parte de lo que fue Mesoamérica y queda fuera del área andina; empero, gracias a su condición de puente, contuvo rasgos de ambas zonas y adoptó la influencia de diversos grupos culturales.

El segundo capítulo trata sobre el descubrimiento español, el inicio de la conquista y en él se arma una interesante discusión sobre la invención de Centroamérica —en alusión a Edmundo O'Gorman— como apropiación y bautizo de un territorio. Esta parte dedicada a la colonia provee material para entender el proceso de poblamiento, la formación de los diversos grupos sociales que ahí se establecieron y explica el origen de los males que históricamente han aquejado a los países del istmo. Rodolfo Pastor no deja de lado la serie de calamidades y épocas de crisis generalizadas que sufrió la población, así como las estrategias de adaptación que asumieron los distintos pobladores.

Cabe mencionar que el autor reconstruye los conflictos y enfrentamientos que durante el siglo XVI, pero sobre todo en el XVII, se mantuvieron entre autoridades civiles y eclesiásticas, quienes se disputaban los tributos, a los indios, las tierras, los recursos y el reconocimiento de la corona para la obtención de algún beneficio real. Al mismo tiempo, Pastor muestra a detalle la consolidación del sistema colonial, así como el proceso de transculturación, la transformación económica y la complejidad a la que esta actividad se sujetó a raíz del desarrollo de la industria del añil. Más adelante explica las razones por las que Centroamérica se convirtió en una zona de disputa entre potencias extranjeras, donde la piratería y el corsarismo proliferaron con rapidez.

Al tiempo que la economía centroamericana prosperaba, los comerciantes empezaron a florecer, los monopolios se expandieron y el auge de las capitales y los principales puertos restó importancia a las demás provincias. En el siglo XVII, dentro de este grupo de comerciantes, los peninsulares ligados al poder fueron los que gozaron de más privilegios. Fueron ellos quienes controlaron las nuevas esferas de la burocracia, la política, la administración y las exportaciones, acumulando la riqueza en unas cuantas manos.1

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, la crisis en la que se encontraba el sistema colonial "parecía el fin del mundo" (p. 146), pues sumado a los terremotos, sequías, inundaciones, pestes y demás calamidades que asolaron la nación centroamericana, debido a la baja demográfica disminuyeron tajantemente los ingresos de la Real Hacienda y poco se pudo hacer para enfrentar a los extranjeros que amenazaban a la colonia. Sin embargo, el principio del fin ocurrió en 1713, cuando después de la firma del Tratado de Paz de Utrech los ingleses consiguieron legalizar su presencia en las costas del Caribe continental y obtuvieron el monopolio para importar esclavos.

En adelante, Pastor logra construir un completo recorrido desde que España perdió el dominio de los mares y la posibilidad de controlar la economía colonial, hasta la consolidación de la permanente presencia inglesa en el continente, la decadencia de la otrora metrópoli y la supremacía económica de Gran Bretaña. Ahora bien, en cuanto al proceso independentista, el autor analiza los distintos proyectos de nación que conservadores y liberales propusieron, mismos que vinculaban y subordinaban a las clases dominantes de los distintos países centroamericanos hacia el exterior. De ahí el origen de la dependencia económica, la división de clases, el acaparamiento del poder y la acumulación de la riqueza. Cabe señalar que en los apartados referentes a la colonia hacen falta los mapas que incluye la primera edición de esta Historia.

En cuanto al periodo que abarca las primeras cuatro décadas de la independencia, resalta la preocupación primordial por conformar una nación, formar patriotas y edificar un proyecto federal centroamericano. Sin embargo, la declaración de Belice como territorio británico dificultó la reconstrucción de la unión centroamericana. Asimismo, en ese periodo se manifiesta el lastre acumulado desde la colonia, evidenciando el conflicto de intereses, basado en solidaridades entre amigos, compadrazgos y otros lazos del mismo estilo. Así, con un poder político desorganizado, los centroamericanos se toparon con un pueblo difuso y sin una proyección común que los articulara. A partir de ese momento, la inestabilidad se acrecentó, pues una vez que el reino se separó del imperio (p. 212) se rompió el lazo de legitimidad que unía "lo centroamericano", y los criollos se encontraron con la dificultad de ensayar un nuevo patriotismo, de acomodar a las distintas castas y de conformar nuevas fronteras.

El análisis que lleva a cabo Pastor sobre la economía de monocultivo resulta sumamente valioso para comprender las desastrosas consecuencias que acarreó la caída de los productos base en la región. El autor explica que a principios del siglo XIX, cuando decayó la demanda de los tintes naturales, hubo que adaptar las economías locales, reinventar nuevas formas de producción y explotar otros productos, siendo la explotación del algodón lo que revitalizó la economía. Sin embargo, ante las dificultades, para 1830 las economías de las cinco naciones que en ese momento conformaban el istmo se convirtieron en rivales, y en vez de complementarse compitieron entre sí.

Con el repunte de la economía centroamericana, Estados Unidos incrementó la presión para construir un canal interoceánico que comunicara los dos océanos. Es evidente que lo anterior inquietó a las demás potencias que se disputaban el control comercial, quedando así a meced del nuevo imperialismo y perdiendo inevitablemente el proyecto de unidad bolivariana impulsada en 1821.

Es interesante ver que, ante tales dificultades, aumentó la inestabilidad hacia el exterior y la fragmentación se arraigó. Empero, el conservadurismo, que para 1870 ya había conseguido formalmente la disolución de la República Federal de Centroamérica, promovió el catolicismo, dotando a todas las naciones del istmo de una Virgen guardiana que protegiera todo ese espacio intermedio entre los dos polos de América. Así, la Virgen de la Concepción resguardó a los pobladores que ahí se encontraban, pero que inevitablemente no se reconocían como parte de un conjunto.

Por otro lado, el periodo que va de 1871 a 1944, Pastor lo reconoce como la época fundadora de la Centroamérica contemporánea. Ese lapso, dice el autor, está marcado por la continuidad de modelos económicos y políticos, en donde las constituciones de la reforma liberal, la dictadura caudillista y la postergación de la democracia política caracterizaron el escenario (p. 267). Para ese momento, la alianza entre comerciantes–empresarios y el gobierno ya conformaba una apuntalada red de elite que manipulaba todo el entorno a su favor, que sin embargo sólo alcanzaba a afianzar una base social más allá de los cacicazgos locales (p. 295).

Sin embargo, a diferencia de los acontecimientos pasados, en ese momento se intentó reconstruir el comercio interno de las naciones centroamericanas en un tipo de "advenimiento del mercado común" (p. 267). Fue también cuando Estados Unidos aplicó una extenuante y agresiva política invasiva (incluida la invasión filibustera) y de explotación en Centroamérica. Así, el mercado estuvo cada vez más controlado por las compañías fruteras incorporadas a la potencia del norte. No obstante, a la par de la instauración de las repúblicas bananeras y cafetaleras, la cultura, la educación, una oleada de modernidad y varios signos más de progreso invadieron el istmo.

Después de 1929 la crisis mundial no perdonó a los centroamericanos, quienes entre otras cosas vieron el colapso del mercado, el desplome de los precios y el abandono de las tierras por parte de los peones en busca de oportunidades. Además, los movimientos obreros, las huelgas y la fundación de partidos populares desestabilizaron aún más el sistema, alentando el surgimiento de alzamientos rebeldes y guerrillas formadas, principalmente, por campesinos y obreros desempleados (p. 300). De esta forma, la paz social se vio amenazada por la extenuante violencia y la represión de las dictaduras "de la tercera generación" (p. 301), quienes recibieron el apoyo del gobierno de Estados Unidos.

Más allá de la crisis de la primera mitad del siglo XX, Pastor cuenta, en la última parte del libro, la historia contemporánea del istmo, partiendo de 1944. En esta parte el autor hace un claro balance de los momentos coyunturales que han marcado este periodo. Así, identifica el florecimiento de regímenes democráticos en la posguerra, después el surgimiento de las guerrillas y las guerras civiles que asolaron al istmo y que magnificaron el endeudamiento y, finalmente, la etapa de casi diez años, entre 1980 y 1989, cuando Estados Unidos intervino para derrocar la dictadura de Manuel Antonio Noriega.

Fue en ese momento cuando creció nuevamente la economía y conjuntamente la demografía. También fue cuando los grupos indígenas modificaron su forma de vida, perdieron sus lenguas y una gran variedad de sus tradiciones. Así, la sociedad en bonanza se vio influenciada por el sistema estadunidense de valores, donde la creciente urbanización, la incursión de diversos medios de comunicación masiva influyeron en la opinión pública de los pobladores del istmo, quienes se descubrieron como latinoamericanos.

Tras sofocarse las revueltas y habiéndose terminado ya con las dictaduras, entre 1982 y 1989 dio inicio la transición democrática, en donde lo primordial fue "consolidar el poder civil y concretar la paz" (p. 337). Mediante un reintento de unificación, y con la ayuda de un cuerpo político comprometido que fomentara la integración de un mercado común centroamericano, las nuevas generaciones pretendieron acabar con la pobreza y fundar un aparato democrático ejemplar. Sin embargo, a pesar de las promesas de paz, prosperidad y convivencia, pudo más el hartazgo acumulado, provocado por la represión, por el estancamiento en el desarrollo y en la economía y por la concentración de la riqueza, impidiéndose así la institucionalización de la democracia.

Finalmente, en la última parte del libro, dedicada a las últimas dos décadas, el autor hace un interesante y completo balance sobre el golpe de Estado de 2009, cuando la violencia y el crimen organizado permearon la vida de los centroamericanos y empeoraron los índices de desarrollo humano. Con todo, una de las tesis centrales de Pastor es revelar los problemas estructurales de la propuesta democrática en la región.

Por todo lo anterior encuentro que Rodolfo Pastor logra con éxito conjugar la vasta información que deriva de la historia de los siete países del istmo y consigue explicar el estado de fragmentación en que se encuentra Centroamérica. Asimismo, considero que uno de los más valiosos aportes de Pastor es el haber dedicado varias páginas a la historia antigua, pues son pocos los autores que abordan el espacio precolombino.

 

Gabriela Vázquez Barke

CIESAS–Peninsular.

 

Nota

1 Para 1620 eran 35 las casas comerciales dirigidas por españoles que controlaban el comercio. Véase p. 122.