Jessica Blanco. Profesora, licenciada y doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Adscrita al Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Actualmente es becaria posdoctoral de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNC. Es integrante del proyecto de investigación "Lo 'público' desde una perspectiva comparada: Córdoba y Santa Fe en el periodo de entreguerras". Sus temas de investigación versan sobre la influencia del asociacionismo católico argentino de mediados del siglo XX en la conformación de valores y en la definición de identidades y prácticas sociales y políticas. Entre otros libros, ha publicado Modernidad conservadora y cultura política: la Acción Católica Argentina (1931–1941), FFyH, 2008, y compilado, junto a Gardenia Vidal, Catolicismo y política en Córdoba, siglos XIX y XX, Ferreyra Editor, 2010, y es autora de numerosos artículos en revistas especializadas de su país y México.
Jessica Blanco. Professor, Graduate and PhD in History from the Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Attached to the Research Center of the Faculty of Philosophy and Humanities, UNC. She is currently a postdoctoral grant–holder at the UNC Department of Science and Technology. She is a member of the research project "Lo 'público' desde una perspectiva comparada: Córdoba y Santa Fe en el periodo de entreguerras". Her research interests include the influence of the mid–20th century Argentine Catholic associations in shaping values and defining identities and social and political practices. Among other books, she has publishedModernidad conservadora y cultura política: la Acción Católica Argentina (1931–1941), FFyH, 2008, and compiled, together with Gardenia Vidal, Catolicismo y política en Córdoba, siglos XIX y XX, Ferreyra Editor, 2010. She is the author of several articles in specialized journals in Argentina and Mexico.
El golpe de Estado de 1955 en Córdoba suele explicarse desde la perspectiva de la fortaleza de la estructura eclesiástica local y la endeblez de un partido peronista católico que implosionó con el conflicto entre la Iglesia y Perón. Este trabajo se propone precisar ambas condiciones: se sostiene que la transformación del catolicismo cordobés en un actor político antiperonista se produjo como un modo de resistencia preventiva hacia la expansión medular del peronismo nacional, ya que en Córdoba la estructura peronista —incluida la central obrera local— daba muestras de compatibilizar con el universo de valores católico. Esta situación, sumada a la dinámica intervencionista aplicada desde Buenos Aires a los aparatos peronistas locales, impidió la conformación de una dirigencia estable y autónoma, lo que repercutió en la incapacidad de reacción y tibieza del peronismo mediterráneo en los momentos decisivos del conflicto.
The 1955 coup in Cordoba is usually explained from the perspective of the strength of the local church structure and the weakness of a Catholic Peronist party that imploded with the conflict between the Church and Perón. This paper seeks to clarify both conditions: It argues that the transformation of Cordoba Catholicism into an anti–Peronist political actor arose as a means of preventive resistance to the core expansion of national Peronism, since in Cordoba, the Peronist structure, including the local labor union, showed signs of being compatible with the universe of Catholic values. This situation, coupled with the interventionist dynamic applied from Buenos Aires to local Peronist apparatuses, prevented the formation of a stable, autonomous leadership which resulted in the inability to react and the half–heartedness of Mediterranean Peronism at decisive moments of the conflict.
El 16 de septiembre de 1955, luego de varios atentados e intentos golpistas mucho más leves —y por lo tanto sin el dramatismo posterior— que habían comenzado en 1948, Córdoba, una de las ciudades más importantes del interior de Argentina, fue el epicentro de una exitosa insurrección cívico–militar. Fue protagonizada por elementos partidarios opositores, católicos y del ejército, que finalmente produjeron el tercer golpe de Estado en la historia del país que destituyó al presidente Juan Domingo Perón. Como consecuencia inmediata se impuso el Estado de sitio y la central obrera nacional, la Confederación General del Trabajo (CGT), declaró su apoyo a las fuerzas leales y a Perón, hasta que este y otros funcionarios presentaron su renuncia el 19 de septiembre.
Los episodios del enfrentamiento entre la Iglesia y Perón que coadyuvaron al golpe de Estado de 1955 son harto conocidos. Algunas medidas y temas puntuales que irritaron a la primera fueron la conformidad del gobierno con la libertad de cultos, la competencia con el peronismo por la cooptación de la juventud, la legalización del divorcio, el permiso para la instalación de casas de tolerancia, la igualdad de derechos para los hijos ilegítimos y la separación Estado–Iglesia. Esta, igual que otros sectores, se oponía a la progresiva peronización de la sociedad, que abarcaba los ámbitos públicos y privados de la vida en los que ella también quería influir. Por otra parte, la intervención de sus miembros en la política (activismo de asociaciones católicas, la fundación del Partido Demócrata Cristiano) y la actitud opositora de algunos sacerdotes y de la jerarquía eclesiástica hacia el gobierno, eran disruptivos con el intento de hegemonía peronista.
Retrospectivamente, la intervención de la Sociedad de Beneficencia de Capital Federal (en 1946), el potencial anticlerical del discurso de Perón en ocasión del homenaje a monseñor Nicolás de Carlo (en 1948), la inclusión de tres sacerdotes en la lista de cómplices del atentado contra la vida del presidente (en septiembre de ese mismo año), la notable disminución de las referencias católicas en la doctrina justicialista que se identificaba con la nación, la introducción de las ideas defendidas por la "tercera posición" así como de la iconografía peronista en los contenidos escolares, las demostraciones públicas favorables hacia otros cultos, constituían señales del lugar subalterno que tenía la Iglesia en la concepción estatal peronista, despojada del monopolio del poder religioso.1
Resulta fácil encontrar indicios disfuncionales en la relación Iglesia–peronismo conociendo el final de la historia, pero muy pocos contemporáneos deben de haberse percatado en 1947 del comienzo de la transformación de ese vínculo institucional, en especial teniendo en cuenta que en un primer momento el peronismo apeló al catolicismo como fundamento espiritual y moral de su propuesta. La progresiva consolidación de su capital político permitió a Perón desprenderse de esta base confesional, que paulatinamente fue reemplazada por la doctrina peronista. En otras palabras, el significado sui generis de las ideas católicas bajo el peronismo terminó en la conformación de una especie de cristianismo peronista, de acuerdo con la expresión de Lila Caimari. Entre 1943 y 1946 Perón se apropió del discurso católico como medio de legitimación social, pero desde 1947 resignificó el mensaje con base en la propia doctrina justicialista que había elaborado, para convertirlo en un cristianismo justicialista, el cual remitía más al humanismo cristiano que al catolicismo en sentido estricto. De todas maneras este peronismo cristiano pero antieclesiástico era perfectamente compatible con la fe alejada de los dogmas de cuadros católicos y fieles que tenían una vivencia más popular de la religión, situación que no era percibida por ellos como una deslealtad ni tampoco iba en desmedro de su fe.
En el plano secular la doctrina peronista funcionó a manera de religión política, puesto que simbólicamente asemejó patria con peronismo al formularse como equivalente de la doctrina nacional, compitiendo así con la Iglesia que identificaba la nación con la confesión católica.
El conflicto con la Iglesia contribuyó entonces a ampliar el enfrentamiento existente con los otros partidos políticos y azuzó nuevamente la conspiración militar. Para los sectores de clase media, este enfrentamiento constituyó una nueva vía para expresar su repudio hacia Perón; es decir, el catolicismo actuó como catalizador de la identidad política antiperonista. Así, la oposición peronismo–antiperonismo encontró un canal de disputa a través del conflicto Perón–Iglesia, que el golpe de Estado de 1955 intentó resolver infructuosamente a favor del segundo término de la antinomia.
Ahora bien, ¿qué sucedió cuando la escisión de identidades no resultó tan sencilla, no sólo por parte de aquellos militantes católicos que eran peronistas, sino de peronistas —miembros del gobierno y de la CGT— también católicos? Al respecto, la propuesta de este artículo es analizar las condiciones de índole política y religiosa que confluyeron en la insurrección cívico–militar iniciada en Córdoba, considerando las particularidades de los dos principales actores involucrados: el peronismo y la Iglesia locales.
El problema de la articulación de las identidades políticas y religiosas reviste un carácter central en el abordaje del golpe de Estado de 1955. Al respecto, autores como César Tcach o Jane Walter explicaron el golpe en Córdoba desde la perspectiva de la fortaleza de la estructura eclesiástica local y la endeblez de un partido peronista católico que implosionó con el conflicto entre la Iglesia y Perón. El trabajo propuesto coincide en líneas generales con esta visión, pero complejiza ambas condiciones para entender por qué Córdoba fue el epicentro del golpe. Sobre la base del examen de nuevas fuentes y la reinterpretación de otras ya conocidas, pretende contribuir a replantear el problema llamando la atención acerca del peso de la religión dentro de un mosaico identitario diverso, cambiante, fragmentario y complejo, un factor que ha sido particularmente ignorado en los estudios sobre el sindicalismo argentino. Lo anterior no significa reducir el análisis del comportamiento de una persona o grupo bajo el exclusivo prisma de la confesionalidad, pero sí incorporarlo como un factor explicativo más para un periodo que es anterior al viraje industrial de Córdoba y a las transformaciones económicas y sociales derivadas de la instalación de las automotrices Kaiser y FIAT, tan detalladamente estudiadas por James Brennan.2
Por un lado, se sostiene que la transformación de la Iglesia cordobesa en un actor político antiperonista se produjo más como respuesta al contexto nacional que en atención a la realidad local. Como afirma César Tcach, entre 1952 y 1954 en Córdoba se fue articulando una "ofensiva católica" respaldada por el arzobispo Fermín Lafitte y liderada por la Acción Católica (AC). No obstante, el trabajo documental permite afirmar que la conformación de este frente respondía a la trama nacional más que a la local, dado que hasta avanzado el año 1954, en Córdoba la estructura del peronismo local —incluida la CGT— daba muestras de compatibilizar con el universo católico de valores. En otras palabras, la Iglesia se había fortalecido a través de un entramado de asociaciones propiciadas o reactivadas por Lafitte como un modo de resistencia preventiva hacia la expansión medular del peronismo a escala nacional. Esto nos conduce al otro punto aquí abordado: la gravitación de las fuerzas católicas en la constitución y el desarrollo partidario y sindical del peronismo mediterráneo y la influencia de la identidad católica de sus cuadros, en parte explican su comportamiento en los días posteriores al discurso presidencial sobre infiltración clerical del 10 de noviembre de 1954.
A pesar de algunos episodios conflictivos como la irrupción de jóvenes católicos en actos espiritistas o evangelistas, y de la proyección de la película Bárbara Atómica a la que luego me referiré, en general en el interior del país los contemporáneos no percibieron graves desacuerdos entre la Iglesia y las autoridades provinciales.3
A escala nacional, los límites a las prerrogativas de la Iglesia en ámbitos públicos que el gobierno consideraba de su incumbencia comenzaron tempranamente. Ya en 1946 había intervenido la Sociedad de Beneficencia, cuyas actividades inspiradas en la caridad cristiana contradecían la tarea basada en la "justicia social peronista", a partir de 1948 encarnada en la Fundación Eva Perón. Este tipo de iniciativas seculares constituyeron parte importante de la estrategia para materializar paulatinamente la peronización de la sociedad. Respecto de Córdoba, quien demostró mayor independencia de las influencias confesionales en el peronismo local fue el brigadier Ignacio San Martín, que gobernó la provincia desde marzo de 1949 hasta septiembre de 1951. Entre sus medidas en clave secular anunció la instalación de casinos en la provincia, una iniciativa resistida por la AC de Córdoba (ACC) desde 1947. También intervino la Sociedad de Beneficencia, redujo la cantidad de subsidios oficiales para obras de la Iglesia y autorizó la realización de actos evangelistas que provocaron la reacción de curas y jóvenes de la ACC. No obstante, la medida más grave y visible para los católicos y gran parte de la población fue la clausura temporaria del diario católico Los Principios, justificada públicamente por supuestas deficiencias sanitarias. El proceso de expansión peronista a través de diversos instrumentos de propaganda en diferentes áreas de la sociedad se evidenció particularmente en el ámbito escolar, con la introducción en 1951 de "Justicialismo argentino" como materia obligatoria y el proyecto de modificar el programa educativo de la provincia sobre la base del libro El justicialismo.4
No obstante, estos dos años y medio de gobierno parecen constituir una excepción en la breve historia del peronismo local en relación con el manejo de la cosa pública que afectaba los intereses de la Iglesia. En el ámbito partidario, luego del nombramiento de San Martín al gabinete nacional como ministro de Aeronáutica, la interpelación de los peronistas y los radicales hacia los sectores católicos durante la campaña electoral para las elecciones de noviembre de 1951 demostró la intención de los dos partidos mayoritarios de atraer a los sectores católicos, probablemente debido al número importante de los mismos. Entre mediados de octubre y principios de noviembre la unión Cívica Radical (UCR) redactó un "Manifiesto a las mujeres católicas de Córdoba sobre el problema electoral" y un "Mensaje de la unión Cívica Radical a los católicos de Córdoba" en los cuales se acusaba al peronismo de falsear la plataforma del radicalismo y se afirmaba que el partido no propiciaría la reimplantación de la Ley 1420 de enseñanza laica. Por su parte, el Partido Peronista (PP) contestó con "Mensaje al pueblo católico de Córdoba", "Réplica al Manifiesto a las mujeres católicas de Córdoba sobre el problema electoral" y "Contramensaje del Partido Peronista a la Unión Cívica Radical". El último apareció publicado el 10 de noviembre en el diario Córdoba bajo la firma del flamante interventor del PP en el distrito Córdoba, Enrique Osella Muñoz; en este acusaba a la plataforma de la UCR de laicista. Prueba de ello era la oposición de sus legisladores a la sanción de la ley de enseñanza religiosa sancionada en 1947 y la omisión de la jura por Dios como parlamentarios de la fórmula radical propuesta a la gobernación (Arturo Illia–Arturo Zanichelli). Al igual que el mensaje radical, la solicitada citaba encíclicas, a los papas León XIII y Pío XI y a la pastoral de agosto de 1951 del episcopado sobre la prohibición a los católicos de votar programas partidarios que incluyeran el laicismo escolar y la supresión del juramento religioso. En un texto que ocupaba una sexta parte de la página del diario, las 25 menciones de la palabra católico y sus derivados intentaban construir un campo de sentido compartido integrado por el emisario, los peronistas de Córdoba —que como tales eran católicos— y el interpelado, la abstracción del "electorado católico" en estado puro. En el mismo diario, en esa edición, aparecía una publicidad del PP de Córdoba con el acróstico de la palabra PERON. Las cinco letras del apellido se correspondían con cinco actores que se querían rescatar, ubicados horizontalmente y a manera de crucigrama: los trabajadores; la mujer; los católicos; los ciudadanos; y los argentinos de verdad. "Los católicos" estaba ubicado justo en el centro, en la letra R, de donde partía la siguiente proclama: "Reafirmando la fe inquebrantable de nuestros mayores, defendiendo la enseñanza religiosa y haciendo vivir la doctrina de los romanos pontífices en los principios de la doctrina justicialista". Días antes, Osella Muñoz había enviado un telegrama de solidaridad al arzobispo de Córdoba Lafitte, en el cual reconocía en el peronismo un movimiento esencialmente cristiano y condenaba la actitud de la oposición que había llevado la política hasta los atrios de los templos.5
Lo anterior nos muestra que la demostración de fe se imponía a ambos partidos para la interpelación del "voto católico", en plena disputa electoral. Sin embargo, cabría preguntarse en qué medida los cuadros del peronismo local compartían los valores de la Iglesia. Lo que sigue ayudará a brindarnos un panorama al respecto.
Luego de la partida de San Martín y ante la acefalía de la vicegobernación por la muerte de Bernardo Pío Lacasse, lo sucedió el presidente provisional del Senado Atilio Antinucci, simpatizante católico, según veremos más adelante. La denuncia de organizaciones católicas al intendente municipal Martín Federico en diciembre de 1951 por la proyección de películas calificadas de inmorales encontró un interlocutor en el diputado provincial peronista Alberto Novillo Saravia, defensor de los intereses de la Iglesia en la legislatura e hijo de Lisardo, un prominente dirigente de la ACC. Presentó el asunto en la Cámara baja —que actuaba como concejo deliberante— y logró que esta solicitara a Federico la clausura del cine Hindú, petición que se cumplió inmediatamente. 6
El binomio peronista Raúl Felipe Lucini–Federico de uña, elegido por el voto popular, asumió la gobernación el mismo día que la fórmula Juan Domingo Perón–Hortensio Quijano la presidencia: el 4 de junio de 1952. Las autoridades municipales lo hicieron a fin de mes, designadas por el nuevo gobierno provincial que ratificó a Martín Federico como intendente, cargo que venía ocupando desde el año anterior. Por su parte, la Cámara de Diputados de la provincia siguió actuando como concejo deliberante.
Las detenciones de dirigentes radicales, socialistas y comunistas,7 la restricción de la libertad de expresión y reunión que permitiera el debate de ideas y de plataformas partidarias y la censura o autocensura impuesta a los medios de comunicación, vino a completar un cuadro de intolerancia política y control de la oposición más generalizado que durante el gobierno militar de 1943–1946.
Dentro de la estructura peronista, a partir de 1948 asistimos a un doble proceso de regulación dentro de sus filas que, con matices, fue común con otras partes del país: a escala sindical la intervención de la CGT de Córdoba significó su dependencia de las directivas nacionales; en términos políticos, el alejamiento de los pocos laboristas díscolos que quedaban constituyó un factor fundamental para que las intervenciones partidarias del PP local pudieran alinear a los demás a las directivas del Consejo Superior y, por ende, a Perón.8 A partir de esa fecha y hasta el golpe de Estado de 1955, el partido será manejado por el Consejo Superior Peronista a través de nueve interventores que invalidaron la autonomía de la Junta Provincial, puesto que tenían la misión de disolver los sectores internos e imponer las candidaturas de acuerdo a las directivas de Buenos Aires. Asimismo, la lógica verticalista del PP se extendió hasta su nivel organizativo más bajo, a través de la posibilidad de intervención de las unidades básicas.9 A partir de 1953, la profusa promoción de comisiones vecinales en la ciudad de Córdoba, en un contexto de ausencia de autoridades municipales elegidas por el voto popular, constituyó el reverso de esta situación. Probablemente estas entidades cumplieron un papel complementario al de las unidades básicas, vetadas como espacios de debate y redefinidas como agrupaciones de ciudadanos con fines asistenciales, culturales y comunitarios en la esfera barrial. El intento —tardío— de expansión del peronismo a escala micropolítica no atacaba directamente a la Iglesia, pero sumaba en la jurisdicción de la parroquia y las comisiones pro ayuda entidades peronistas o filoperonistas identificadas con la doctrina justicialista y portadoras de valores no necesariamente compartidos con la Iglesia.
En mayo de 1952, jóvenes de la AC provocaron disturbios en la Capital Federal y diversas capitales de provincia para impedir la proyección de la película Bárbara Atómica. La reacción católica fue motivada porque los avisos publicitarios anunciaban "beldades irresistibles" y "danzas ardientes" y por el permiso de su proyección para todo público. En Córdoba la misma fue suspendida por unos días aunque luego volvió a exhibirse pero bajo control policial. No obstante, y a diferencia de Buenos Aires, las autoridades omitieron informar quiénes habían sido los responsables de la interrupción de su proyección.10
Hasta avanzado 1954 pueden encontrarse gestos de cordialidad protocolar —comunes con otros espacios regionales— o que por lo menos no manifestaban animosidades entre el gobierno y la Iglesia local: la presencia de representantes eclesiásticos en actos oficiales, como la asistencia de Lafitte en la concentración de octubre de 1952 por el 25° aniversario de la Fábrica Militar de Aviones, en la que estuvieron Perón, Lucini, el interventor del PP y los secretarios generales de la CGT nacional y local, José Espejo y Félix Figueroa, respectivamente. De todas maneras, llama la atención la apelación a la advocación a la virgen para la inauguración de obras municipales. Asimismo, a fines de junio de 1954, el recibimiento de la virgen de Luján contó con la presencia de autoridades gubernamentales, como el gobernador Lucini y su ministro de Gobierno Erio Bonetto, el comisionado municipal Federico y los secretarios de la comuna, el diputado provincial Héctor Olmedo, el vicerrector de la Universidad ángel Spina (antiguo presidente del Círculo de Obreros de Córdoba —COC—), el arzobispo y algunos militares. También sorprenden las citas de León XIII y de Pío XI mencionadas en 1953 por diputados peronistas cuando presentaban proyectos de leyes relacionados con el ámbito laboral o por la conmemoración del Día del Trabajo, en momentos en que Perón hacía años que había abandonado la palabra eclesiástica como recurso de legitimación. Por otro lado, el hecho de que entre 1954 y 1955 el COC fuera la única asociación católica beneficiaria, junto con las unidades básicas, la CGT y la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), de subsidios provinciales tal vez se explique por la integración al gobierno peronista de ex dirigentes del Círculo como Spina, Pascual Pezzi y Roberto Carena.11 Probablemente la gravitación de los elementos católicos en el mismo gobierno sea el factor que mejor explique estas relaciones. Contrariamente a lo que se ha afirmado, la organización de los profesionales católicos fue una reacción defensiva respecto al gobierno nacional más que una respuesta atenta a la problemática local, puesto que no era necesaria la existencia de una minoría selecta dispuesta a competir por los cargos públicos. En efecto, las renuncias y cesantías de noviembre y diciembre de 1954 —a las que me referiré más adelante— evidencian que los católicos ocupaban puestos relevantes en la Universidad y los poderes judicial y legislativo,12 lo cual demuestra una vez más la importancia numérica así como las redes de sociabilidad de la elite política católica en la ciudad de Córdoba.
La transformación de las referencias católicas hacia una especie de cristianismo peronista constituyeron parte de una operación planificada por el matrimonio presidencial, pero desconocemos si fue incorporada conscientemente por los cuadros y simpatizantes peronistas dentro de un proceso de hegemonización del proyecto peronista o si las referencias providenciales de la figura de Perón, lejos de considerarse heréticas, más bien fueron fácilmente compatibles y asimilables con una matriz católica previa. Al respecto, podemos citar el caso del interventor del PP Osella Muñoz, quien a días de los disturbios producidos por jóvenes de la AC para impedir la proyección de la película Bárbara Atómica, afirmaba que Perón era "la figura trascendente puesta por Dios para que nos dignificara".13 En marzo de 1954 cuando visitó a Lafitte en calidad de delegado del Consejo Superior del PP, Osella Muñoz destacó "el profundo acatamiento del movimiento peronista ante los valores eternos de la Iglesia". En septiembre de ese mismo año, y como diputado nacional, en el momento de la aprobación del proyecto de reconocimiento de hijos ilegítimos pronunció lo siguiente: "la meta del peronismo es el bienestar del pueblo en lo material y espiritual, dentro de los principios del justicialismo y el catolicismo". El 17 de octubre de 1954, minutos antes de que Perón definiera a los emboscados como los adversarios internos y los llamados apolíticos que promovían conflictos y confusión en las filas peronistas y en la sociedad en general, el secretario general de la CGT local, Juan Félix Figueroa, expresaba en su discurso que "el Todopoderoso nos envió a Perón para organizarnos".14
Todo lo anterior no fue óbice para que el gobierno adoptara medidas conducentes a limitar las atribuciones públicas de la Iglesia. Así, por ejemplo, en mayo de 1953 se intervino la Sociedad Damas de la Providencia por decreto provincial. Se aducía que esta no cumplía con los fines de su creación en la Casa Cuna y que prestaba deficientemente sus servicios a los niños asilados. Al año siguiente se le retiró la personería jurídica.15
En el ámbito sindical la reticencia religiosa de los dirigentes nacionales de la CGT16 tampoco se condecía con la situación en Córdoba, donde la central a veces incluía misas en los actos conmemorativos del 17 de octubre y del 1 de mayo. Respecto de la primera fecha, podemos mencionar la misa celebrada en la catedral como parte de los festejos en 1954, seguida por la concentración frente a la sede de la central obrera, donde el secretario general Figueroa pronunció las palabras alusivas a la providencialidad del presidente. En cuanto al día del trabajador, en 1953 el COC realizó una misa matinal, un vermouth y un almuerzo, mientras a la tarde sus miembros planeaban asistir a los actos programados por la CGT. Para ello habían gestionado y conseguido transporte gratuito del intendente Federico.17 En la prensa tampoco aparecen referencias anticlericales o anticatólicas por parte de dirigentes sindicales locales; al contrario, los discursos sobre el 1 de mayo suelen compartir con los católicos sociales el énfasis en la obra de Perón como el punto de inflexión a partir del cual la clase trabajadora pudo festejar las conquistas sociales. En casos excepcionales incluso se menciona la raigambre cristiana del trabajo como condición necesaria para dignificar al hombre. Los conceptos sindicales vertidos en 1954 por Cristóbal Sierra, secretario general de Luz y Fuerza, organización que dio sus primeros pasos en 1944 bajo el asesoramiento del COC, también denotaban una influencia de la doctrina social católica (como las menciones a las encíclicas y a Santo Tomás) en momentos delicados a escala nacional para reconocerse públicamente como un sindicalista de inclinaciones católicas.18
Apenas iniciados los años cincuenta, la jerarquía eclesiástica local emprendió la organización y reactivación de entidades laicales cuyas raíces ya habían sido cultivadas desde el obispado anterior.19 Este nuevo impulso debe entenderse como respuesta a las directivas papales de implementación de nuevas estrategias de apostolado, pero seguramente también fue pensado como un entramado asociativo defensivo ante la cada vez más dudosa inspiración católica de las acciones del gobierno nacional, que ahora proponía la concreción de una "comunidad organizada" basada en la doctrina justicialista como doctrina nacional.
Así, en la primera mitad de la década de 1950 la ciudad de Córdoba se destacó en el ámbito católico por el número y dinamismo de su asociacionismo, la creación de nuevos movimientos y de la filial local de un partido político cristiano que impulsaron aún más el desarrollo del catolicismo en la esfera pública. El año de 1951 constituyó un año clave al respecto: en el ámbito juvenil se conformó la quinta rama de la Acción Católica Argentina (ACA) sobre las bases organizativas cimentadas en la década de 1930 de grupos de estudiantes secundarios y universitarios, más los profesionales católicos; y se fundó la Federación de Ateneos Católicos con la finalidad de crear, fomentar, organizar, coordinar e impulsar dichos ateneos. Respecto de la familia, en febrero se constituyó la Liga de Padres de Familia, en el contexto de una campaña de moralización de la Iglesia referente a los espectáculos y la pornografía que encontró eco en los sectores medios y que tiene antecedentes en la Unión de Padres de Familia de la misma asociación, fundada para cristianizar las costumbres de la que consideraban la célula básica de la sociedad. Cabe aclarar que la especialización "por ambiente" (profesional, estudiantil, obrero) ya estaba trazada en las encíclicas y en los primeros reglamentos de la ACA.20Seguramente el conflicto de valores con el peronismo aceleró un desarrollo más orgánico de estos sectores que se institucionalizó en una quinta rama. La construcción de esta urdimbre asociativa fue casi simultánea con las instancias organizativas del peronismo (Confederación General Universitaria —CGU— en 1950 y Confederación General Económica y UES en 1953) que intentaban atraer a los mismos sectores, pero las fechas nos indican que fue el peronismo el que replicó el esquema asociativo propuesto por la Iglesia y no a la inversa. Sólo pueden mencionarse como excepciones las iniciativas del sector demócrata cristiano, que a meses de la fundación de la CGU organizó la Liga de Estudiantes Humanistas y en 1954 concretó la formación del Partido Demócrata Cristiano. Por otro lado, la frecuente pertenencia simultánea a las agrupaciones católicas y a los centros de estudiantes o a la juventud peronista no fue vivenciada por los laicos como una contradicción o deslealtad hacia la Iglesia.21 Ahora bien, ¿estas asociaciones católicas habrán constituido una competencia seria para las organizaciones peronistas? Numéricamente, la diferencia de fuerzas era importante a favor de las segundas, no obstante la presencia de las primeras manifestaba una propuesta alternativa a un proyecto con pretensiones totalizadoras. En poco tiempo conformarían el centro de atracción de casi todo el antiperonismo.
Como sostiene Tcach, entre 1952 y 1954 en Córdoba se fue articulando una "ofensiva católica" respaldada por Lafitte y liderada por la ACC pero también integrada por el grupo minoritario de demócratas cristianos conformado, entre otros, por Horacio Sueldo Luque, Juan Torres Bas, Agustín Caeiro y Norberto Agrelo.22 No obstante, la conformación de este frente respondía al contexto nacional más que al local, dado que hasta avanzado el año 1954, en Córdoba no aparecía tan nítidamente como en Buenos Aires la necesidad de afirmación de la identidad católica debido a esta convivencia que se venía produciendo entre catolicismo y peronismo en el ámbito gubernamental y entre algunas dirigencias sindicales.
En 1954 la Iglesia cordobesa sumará la movilización de masas al asociacionismo laico, organizado desde hacía tiempo para competir por el espacio público que intentaba monopolizar el peronismo. La visibilidad católica también se acentuó porque la ciudad fue sede en febrero de la Segunda Semana Nacional de Estudios de la Juventud Obrera Católica, en marzo de la Sexta Semana Social de la ACA y en octubre de la Primera Conferencia Argentina de Abogados Católicos. El tema central del último encuentro giró en torno a la unidad familiar (la indisolubilidad del matrimonio y el reconocimiento civil del sacramento) como contrapartida a los proyectos del oficialismo prontos a aprobarse: divorcio vincular, reconocimiento legal de los hijos extramatrimoniales y nueva ley de profilaxis. La comisión organizadora estaba compuesta por exponentes de las distintas corrientes del catolicismo: Juan Torres Bas, del Partido Demócrata Cristiano; Enrique Ferreyra, Pedro Frías (h) y Lisardo Novillo Saravia (h), vinculados a la ACC, y el ya mencionado vicerrector de la UNC y decano de la Facultad de Derecho ángel Spina, antiguo dirigente del COC.23
El Movimiento Católico de Juventudes se fundó en agosto como alternativa al intento de peronizar la juventud a través de la UES y la CGU y con el objetivo de captar a estudiantes de colegios secundarios públicos y católicos. En septiembre organizó una semana estudiantil que duró varios días y tuvo mayor convocatoria que la fiesta de los estudiantes peronistas. Como un indicio de la ambivalencia de las autoridades provinciales respecto de estas demostraciones católicas, cabe destacar el gesto conciliador de la jefatura de policía que, a último momento y a pesar de la prohibición del Ministerio del Interior, para evitar incidentes permitió la realización del desfile de carrozas de los colegios católicos. Esta exhibición pública junto a la procesión de la virgen de la Merced (generala del ejército y patrona de la aeronáutica) que evidenciaba el acercamiento entre las fuerzas militares y la elite católica locales, terminaron de convencer al gobierno nacional de que Córdoba constituía un bastión antiperonista liderado por la Iglesia. La respuesta del gobierno nacional y del gobernador Lucini será la acusación de infiltración clerical y laical en las organizaciones peronistas para producir la desestabilización.24
Retrospectivamente, es posible decir que el famoso discurso de Perón del 10 de noviembre de 1954 durante la reunión de gobernadores, donde el propio presidente denunció con nombre y apellido a los eclesiásticos antiperonistas que interferían en las actividades gremiales y en las corporaciones peronistas a través de la dirección de asociaciones laicales, contribuyó de manera importante a marcar el principio del fin del régimen. Perón mencionó provincia por provincia a los sacerdotes sindicados de opositores, pero la acusación cobró mayor relieve en La Rioja, Santa Fe y Córdoba, cuyos obispos fueron acusados de antiperonistas. La solución propuesta era apartar de sus cargos a esas personas y silenciarlas por medio de la ley y de la policía.
Considerando nuestro interés sobre Córdoba es válido preguntarnos, ¿cómo repercutió el reconocimiento público enunciado en ese discurso del conflicto entre Perón y la Iglesia en el gobierno provincial? Desde la perspectiva de las autoridades de provincia, había llegado el momento de aplicar estrictamente el principio de que todos los niveles de gobierno estuvieran ocupados por peronistas integrales que acataran dócilmente las disposiciones de Perón y el Consejo Superior. De acuerdo con una disposición de este Consejo,
todo peronista deberá denunciar ante las autoridades partidarias a cualquier persona o entidad que por su conducta se convierta en un motivo de perturbación y tendrá que vigilar las actividades de todos aquellos elementos clericales que por su posición notoriamente agresiva aparezcan como enemigos y en particular, a los infiltrados en nuestro partido.25
Había que vigilarse entre los compañeros para detectar al enemigo, que era el infiltrado clerical potencialmente perturbador del orden peronista. Es por ello que se sucedieron intervenciones, cesantías, suspensiones y expulsiones de afiliados católicos por indisciplina partidaria, es decir que se produjo una limpieza del partido por cesantías pero a la vez su vaciamiento por renuncias, a diferencia de lo que ocurrió por ejemplo en Santa Fe, Buenos Aires o Tucumán, donde el partido y la CGT se manifestaron en adhesión al discurso del 10 de noviembre.26
Para los cuadros peronistas que profesaban el catolicismo había llegado el momento en el que ya no podían compatibilizar, al menos fluidamente, la lealtad política y la identidad religiosa, y se vieron forzados a priorizar una de ellas. Ante la crisis de relaciones que ya no permitía el sostenimiento de ambas fidelidades, en Córdoba la gran mayoría de los católicos con cargos gubernamentales, partidarios y sindicales eligieron públicamente la defensa de su religión y la consecuente renuncia al cargo político–sindical, un fenómeno que no tuvo comparación con otros espacios regionales. Una de las excepciones fue el gobernador Lucini, encargado de llevar a cabo el apartamiento de los peronistas dudosos. Como hombre de confianza del gobernador Argentino Auchter (1946–1947) en la legislatura, Lucini había profesado su nacionalismo católico, pero ahora se encontraba al frente de uno de los focos denunciados como antiperonistas.
Los primeros en renunciar fueron el ministro de Obras Públicas Dante Cassone, el intendente Federico, algunos secretarios del municipio, el jefe de policía y otros funcionarios provinciales. Pocas de estas renuncias justificaban sus causas, no obstante algunas explicaban que dimitían "para facilitar la gestión del gobierno", mientras otras reafirmaban la identificación con el peronismo.27 Además de la renuncia voluntaria, el gobernador apeló a las cesantías e intervenciones para depurar los organismos públicos de sacerdotes y católicos confesos, como la intervención por parte del ejecutivo provincial de la Escuela Normal Superior Garzón Agulla, la Dirección General de Enseñanza Primaria, la universidad y el poder judicial, debido a la "inobservancia de la doctrina justicialista". Las dos últimas instituciones locales serán sindicadas por Perón en su discurso del 25 de noviembre en el Luna Park como fortalezas clericales utilizadas para intereses personales y como obstáculos de la acción normal del gobierno. Así, se dejaron cesantes al doctor Clodomiro Ferreyra Reynafé, vinculado a la ACC, como asesor letrado de la municipalidad, al capellán de la policía y al sacerdote Manuel Andreatta como docente de una escuela pública. Este y varios de los curas mencionados en el discurso del 10 de noviembre fueron encarcelados, mientras se suprimieron las partidas para los maestros de religión y las subvenciones a los colegios religiosos en el presupuesto de 1955.
En el poder legislativo, los bloques de diputados y senadores peronistas se apresuraron a declarar su apoyo y lealtad a Perón, al tiempo que separaron y sancionaron al senador Juan Valinotto, quien se reconocía cristiano a la vez que leal al peronismo, y a los diputados Lázaro Suárez y Martín Bisio. La senadora nacional por Córdoba Elvira Rodríguez de Rosales fue expulsada por inconducta partidaria por ausentarse de la sesión en la que se votó la ley de divorcio. A escala partidaria, proliferaron las sanciones a afiliados por indisciplina, destacándose la renuncia de los cinco miembros del Consejo Provincial del PP, entre ellos el antiguo titular del ejecutivo Atilio Antinucci y Roberto Carena. El último caso resulta curioso ya que su dimisión fue parcial: se siguió desempeñando como diputado nacional por Córdoba hasta mayo de 1955, cuando dejó el cargo porque sus convicciones católicas le impedían aceptar la ley de reforma constitucional que impulsaba la separación de la Iglesia del Estado. Salvo este caso y el de Octavio Sarría Deheza, quien recién abandonó el partido en junio por considerarlo anticatólico, la gran mayoría de los funcionarios y dirigentes peronistas católicos optaron por su religión entre noviembre y diciembre de 1954.28 Los que eligieron permanecer leales al peronismo, como Lucini, suspendieron su afinidad confesional, al menos públicamente, a favor de la lealtad política.
Una veintena de sindicatos locales se pronunciaron en apoyo a Perón respecto de la infiltración clerical.29 Sin embargo, la situación no era la misma para la CGT local, que se abstuvo de organizar concentraciones de apoyo a Perón y tampoco se alineó con su acusación. Todo lo contrario: el 11 de noviembre su comisión directiva presentó la renuncia sin más fundamentación que "facilitar la investigación correspondiente".
¿Cómo puede explicarse este paso al costado de las cúpulas partidaria y sindical en un momento clave que requería el alineamiento de las filas peronistas?, ¿se habrán sentido aludidas por las imputaciones de infiltración clerical en las organizaciones peronistas?, ¿o tal vez este apartamiento fue un gesto de disciplina partidaria para dejar libre el camino a las instrucciones del Consejo Superior? Ambas opciones no son necesariamente excluyentes, pero cabe preguntarse por qué no ocurrió lo mismo en las demás provincias cuya jerarquía eclesiástica había sido alcanzada por la acusación presidencial. En Santa Fe, por ejemplo y a diferencia de Córdoba, la delegación regional de la CGT llamó a la unidad gremial y alertó sobre la infiltración comunista y clerical. Luego organizó una concentración de apoyo junto con las dos ramas del PP para escuchar las palabras de Perón en el Luna Park.30
Para aseverar la impronta clerical o no de las acciones públicas de funcionarios gubernamentales o representantes sindicales habría que realizar un seguimiento exhaustivo de sus discursos, trayectorias políticas, sindicales y confesionales y demás intervenciones, tarea que escapa a este trabajo; de todos modos los indicios mencionados denotan que la confesionalidad ocupaba un lugar destacado en la trama identitaria de algunos de ellos, que avalaron gestos de convivencia entre la CGT y la Iglesia que incluían la celebración de misas y la participación de asociaciones católicas en los actos organizados por la central local para los 1 de mayo de 1953 y 1954. El siguiente festejo del día del trabajador, de neto tono gremial y que contó con la exclusiva adhesión de los sindicatos nucleados en la central, puso de manifiesto el recambio de la cúpula sindical,31 ahora más acorde con el carácter anticatólico y más ortodoxamente peronista de la CGT nacional.
La respuesta de la Iglesia local fue semejante a la del peronismo, en el sentido de desafectar de sus filas a personas con afinidades peronistas, como el caso de la cesantía del personal docente del colegio Corazón de María. También desde diciembre la presencia católica en el espacio público adquirirá, con el respaldo de la jerarquía eclesiástica, una intencionalidad política. En toda la provincia se incrementarán las movilizaciones callejeras, las procesiones no autorizadas, las exhibiciones, las "Horas Santas",32 el reparto de volantes y la organización de nuevas entidades, como el Movimiento Social Cristiano, de orientación demócrata cristiana, y la Fraterna Ayuda Católica para colaborar con los católicos despedidos por motivos religiosos. La finalidad perseguida era extender el estado de movilización y la agitación a todos los niveles de la sociedad, como complemento, dentro de las elites, de la profundización de los vínculos con los partidos políticos de oposición (la UCR y el Partido Demócrata)33 y con las fuerzas armadas. Desde mayo se multiplicaron las detenciones de sacerdotes por desacato, sermones, impresión de panfletos antiperonistas y procesiones no autorizadas, al tiempo que el sermón patrio del 25 de mayo del obispo Ramón Castellano, segundo de Lafitte, llamaba a una desobediencia justa hacia la autoridad por su disidencia con la potestad divina. Al respecto, es interesante destacar la diferencia entre el silenciamiento del conflicto por parte de la Revista Eclesiástica de Buenos Aires en comparación con su par de Córdoba, que durante 1954 y 1955 no mostró cautela alguna al publicar textos como el de Castellano y sobre el espiritismo, las acusaciones del gobierno al clero, la promulgación de la ley de divorcio o las medidas que afectaban la educación religiosa.34
La procesión del Corpus Christi de junio de 1955 en la ciudad de Córdoba también congregó, como en la Capital Federal, a una multitud heterogénea convocada por la ACC, entidad que realizó un trabajo minucioso para asegurar la masividad del acto religioso, en particular en referencia a los trabajadores. En estos meses las protestas y resistencias del empresariado y el comercio local contra el peronismo coincidieron con el acercamiento entre radicales y católicos, lo cual amplificó la tensión social notablemente.
Días después, y como repercusión del intento de golpe del 16 de junio por parte de la aviación naval con su bombardeo sobre la Plaza de Mayo y luego de la concentración organizada por la CGT local, grupos presuntamente peronistas atacaron la iglesia de Santo Domingo, el arzobispado, el seminario conciliar, el local de Los Principios y la sede del Club Social.35 Concomitantemente con el llamado a la pacificación realizado por Perón durante julio y agosto, en Córdoba grupos clandestinos de civiles armados provocaban incendios o colocaban bombas en unidades básicas y en las sedes de la CGT y la UES. Eran los llamados comandos civiles, compuestos por radicales, demócratas, socialistas, sacerdotes y militantes católicos, que recibían el entrenamiento de jóvenes oficiales de la aeronáutica para la resistencia civil. De este modo el golpe del 16 de septiembre contó con la aquiescencia y participación de los distintos integrantes de la Iglesia, el ejército y casi la totalidad de la clase política local: dirigentes nacionalistas católicos y cristianos reformistas, sabattinistas y unionistas, demócratas nacionales y demócratas cristianos, ante la impotencia de los organismos peronistas, como la CGT local, el Consejo Provincial, la incipiente Juventud Peronista y la UES. La inercia de las ahora más integralmente peronistas central sindical de Córdoba y del órgano ejecutivo del PP local ante el golpe, expresada en la espera de instrucciones, fue el resultado de la dinámica intervencionista aplicada por las estructuras nacionales, que había impedido la conformación de una dirigencia estable y autónoma.36 Ante la sublevación cívico–militar, las fuerzas de la CGT de Córdoba manifestaron su compromiso con el régimen en peligro en un tiroteo con los civiles rebeldes y con la convocatoria al paro general de actividades en toda la provincia; sin embargo, al igual que en Buenos Aires, no se estimuló la movilización obrera.37 Sus autoridades, electas en agosto, tuvieron que dar un paso al costado por la intervención de la central nacional a días de producirse la sublevación cívico–militar.
El interés aquí fue analizar la influencia del factor confesional en la trama identitaria de las dirigencias partidarias y sindicales peronistas y la repercusión que tuvo en los momentos finales del régimen la constante interferencia de los organismos centrales peronistas. Lo anterior no significa desconocer, por un lado, la autonomía y movilización de las bases y, por otro, la de una sociedad que desbordó con creces los deseos de uniformización y homogeneidad pretendidos por el régimen peronista.38
Las características que signaron el proceso previo al golpe que derrocó a Perón, tuvieron ciertas peculiaridades en Córdoba a causa de la interrelación que habían desarrollado el catolicismo y el peronismo locales. La Iglesia se había fortalecido a través de un entramado de asociaciones propiciadas o reactivadas por el arzobispo Lafitte como un modo de resistencia hacia el peronismo nacional, aunque en la ciudad mediterránea la iniciativa cobró carácter preventivo ya que el nuevo movimiento político aparecía afín al universo católico. Esta estructura asociativa lideró las movilizaciones católicas y luego se convirtió en la punta de lanza de una ofensiva antiperonista coligada en un frente opositor conformado por parte de las fuerzas armadas y por dirigentes políticos con antecedentes golpistas o intransigentes con el régimen.
Como sostiene Tcach, el talón de Aquiles del peronismo mediterráneo fue la impronta católica de sus integrantes. Los orígenes, la composición inicial y la trayectoria de dirigentes vinculados con los valores nacionalistas católicos dejaron su marca registrada en el partido. Ahora bien, el catolicismo formaba parte de la identidad cultural no sólo de los cuadros políticos del partido, sino también de algunos representantes sindicales. La influencia de la identidad católica de varios dirigentes fue una limitación intrínseca que padeció la estructura peronista local, que no pudo enfrentar el avance intersticial de las organizaciones católicas debido a que tales acciones no fueron percibidas como una ofensiva. Aquí fue un factor externo (el discurso de Perón a los gobernadores) el que vino a manifestar en la organización peronista una conflictividad en el ámbito de las identidades religiosas y las fidelidades políticas. Por lo menos públicamente, desde noviembre de 1954 tanto dentro del partido como de la CGT la adscripción peronista y la identidad católica parecieron volverse irreconciliables. Luego de esa fecha, el aparato peronista será a la vez vaciado por renuncias y depurado de elementos sospechosos, situación que terminó de debilitarlo. Este importante recambio de cuadros debe considerarse junto a la situación, compartida con otros puntos del país, de un PP constantemente intervenido, lo que llevó a que existieran pocos espacios de autonomía exentos de control para aprender, desarrollar y contribuir a la vida partidaria. En 1953, la conversión de las unidades básicas en agrupaciones barriales con fines asistencialistas, culturales y comunitarios carentes de autoridad respecto de atribuciones políticas y además plausibles de ser intervenidas, vino a completar esta sujeción del ejercicio político por parte de los dirigentes peronistas. Desde la perspectiva sindical, a partir de 1948 la CGT local también se convirtirá en un organismo dependiente de su par nacional.
La rutinización política del peronismo local con afinidades católicas y carente de autonomía; la formación del Partido Demócrata Cristiano y la reactivación del asociacionismo católico juvenil y profesional como respuesta defensiva (y posteriormente ofensiva) a lo que se percibía como un intento de peronización de la sociedad, sumadas a la disposición golpista de partidos opositores y de numerosa oficialidad joven del ejército y de la aeronáutica, en una guarnición militar importante, constituyeron una combinación explosiva que eclosionó con el golpe de Estado de septiembre de 1955.
En definitiva, la "Córdoba heroica" de la "Revolución libertadora" en parte fue posible por la existencia de una estructura peronista —que incluía la CGT— ya depurada de elementos sospechados de católicos pero inmersa en prácticas partidarias rutinizadas que la incapacitaron para enfrentar la sublevación. Parafraseando a Perón, por lo menos hasta noviembre de 1954 el peronismo local escondía entre sus dirigentes muchos más infiltrados católicos y soldados rasos que peronistas integrales. En referencia a la Iglesia, Lafitte había convertido a Córdoba en una fortaleza de jóvenes militantes que en términos religiosos se transformaron en cruzados en defensa de la Iglesia contra "la tiranía"; en tanto en términos políticos se organizaron como comandos civiles, sumando una nueva página a la tradición de la violencia civil armada.
Archivos
AAC Archivo del Arzobispado de Córdoba.
AHMC Archivo Histórico de la Municipalidad de Córdoba.
BLPC Biblioteca de la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
Hemerografía
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La Voz del Interior, 1951–1955.
Los Principios, 1951–1955.
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* Este artículo forma parte del capítulo IV de mi tesis doctoral. Blanco, "Mundo", 2011, pp. 129–163.
1 La reconstrucción histórica de los desencuentros entre la Iglesia y el peronismo hasta el golpe de 1955 ha sido realizada por numerosos autores. Entre los trabajos en el ámbito nacional más recientes pueden consultarse Caimari, Perón, 1995; Bianchi, Catolicismo, 2001; Stefano y Zanatta, Historia, 2000, y Spinelli, Vencedores,2005. Desde la perspectiva provincial se destacan Tcach, Sabattinismo, 1991; Walter, "Catolicismo", 2002, y Capellupo, 1955, 2005.
2 Brennan, Cordobazo, 1996.
3 De acuerdo con el testimonio del ministro de Gobierno de Córdoba Erio Bonetto, en la reunión de ministros de esa cartera celebrada en Resistencia en febrero de 1953 para tratar la relación entre las autoridades eclesiásticas provinciales y el Estado, el único que presentó un informe anticlerical fue el representante de Buenos Aires. Walter, "Catolicismo", 2002, p. 294.
4 Córdoba, 8 de septiembre de 1947; La Voz del Interior, 25 de septiembre de 1951; Editorial, Los Principios, 26 de septiembre de 1951, y Tcach, Sabattimsmo, 1991, pp. 284–285 y 291.
5 La Voz del Interior, 6 de noviembre de 1951; Córdoba, 5 y 10 de noviembre de 1951. El nombramiento en octubre de 1951 del diputado nacional por Santa Fe Osella Muñoz como interventor del PP estaría desvinculado de la partida de San Martín o de internas partidarias, puesto que el anterior interventor Cármamo había sido reemplazado porque se presentaba como candidato a gobernador por Santa Fe. Los Principios, 10 de octubre de 1951.
6 Walter, "Catolicismo", 2002, p. 292.
7 La Voz del Interior, 2 de mayo de 1952, 17 de mayo de 1953 y 27 de abril de 1955; Los Principios, 2 de mayo de 1952; Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Provincia de Córdoba, 1954, p. 884, en Biblioteca de la Legislatura de la Provincia de Córdoba (en adelante BLPC), y Tcach, Sabattinismo, 1991, p. 201.
8 Cabe destacar las experiencias más autónomas desarrolladas por los PP de Santa Fe y provincia de Buenos Aires. Al respecto, consúltese Prol, Estado, 2012, y Aelo, Peronismo, 2012.
9 Los Principios, 10 de agosto de 1953, y Tcach y Philp, "Estado", 2010, pp. 268–269.
10 Goldar, Buenos, 1992, cap. vii; La Voz del Interior, 18 y 25 de mayo de 1952, y Los Principios, 18 de mayo de 1952. De todas maneras, la percepción de los grupos juveniles de la ACC era que se estaba viviendo una crisis moral que contaba con la aquiescencia de las autoridades municipales y policiales. Véase Tcach,Sabattinismo, 1991, p. 225.
11 La Voz del Interior, 12 de octubre de 1952 y 19 de noviembre de 1955; Los Principios, 1 de julio de 1954;Boletín Municipal de la ciudad de Córdoba, febrero y mayo de 1954, pp. 3646 y 3829–3831, respectivamente, en Archivo Histórico de la Municipalidad de Córdoba (en adelante ahmc); Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Provincia de Córdoba, 1953, pp. 34, 914–917 y 1149, en BLPC. Cabe aclarar la mención errónea de "Pío XIII" como autor de la Rerum Novarum por parte de uno de estos diputados, Luis Icardi (que provenía de un sindicato del transporte), lo cual denotaba su esfuerzo por imbuirle una tónica católica al 1 de mayo.
12 Véase Tcach, Sabattinismo, 1991, pp. 227 y 228.
13 Discurso de Osella Muñoz reproducido en Tcach, Sabattinismo, 1991, p. 224. Ante estos disturbios, el gobierno nacional reaccionó mediante la reactivación de un estilo de enfrentamiento maniqueo como fue el de la antinomia "Braden o Perón" de 1945, en el cual el enemigo principal lo representaba la Iglesia: el ministro del Interior ángel Borlenghi acusó a la ac de vinculaciones con su homónima de Paraguay e insinuó que esos episodios hubieran estado dirigidos desde el extranjero —presumiblemente de Estados Unidos.
14 Discurso de Figueroa citado en Tcach, Sabattinismo, 1991, p. 224; Los Principios, 25 de marzo de 1954, y La Voz del Interior, 30 de septiembre de 1954.
15 La Voz del Interior, 13 de mayo de 1953 y 21 de abril de 1954.
16 Días después de la alocución de Perón ante la CGT a fines de septiembre de 1954 sobre la molesta persistencia de la asociación entre la religión y los sindicatos, La Prensa, órgano oficial de la central de trabajadores desde 1951, publicó artículos en los que se acusaba a la Iglesia de intentar infiltrarse en el movimiento obrero con la intención de cristianizarlo. El 25 de noviembre la estructura peronista (Consejo Superior y provinciales, rama femenina, CGT) organizó un acto en el Luna Park en repudio a las "infiltraciones de elementos políticos y clericales". Los Principios, 30 de septiembre y 26 de noviembre de 1954, y La Voz del Interior, 26 de noviembre de 1954.
17 La Voz del Interior, 15 y 16 de octubre de 1954; Los Principios, 30 de abril de 1954 y 15 de octubre de 1954. Véanse Tcach, Sabattinismo, 1991, p. 227 y Walter, "Catolicismo", 2002, p. 298. Según la comisión directiva del COC, los actos organizados por el 1 de mayo contaron con la presencia de altos funcionarios del gobierno. Los Principios, 6 de mayo de 1953.
18 Véase el discurso del 1 de mayo de 1952 por parte de Roque Reina, de la Agremiación del Docente Argentino, en La Voz del Interior, 2 de mayo de 1952, y Electrum, marzo de 1954 y octubre de 1954.
19 Caimari, Perón, 1995, p. 308. Sobre el asociacionismo católico desde principios del siglo XX en Córdoba véanse Vagliente, "Sociedad", 2010; Vidal, "Círculo", 2002; Vagliente, "Asociativismo", 2002; Monterisi, "Asociacionismo", 2002, y Boixadós, "Vivienda", 2002.
20 Revista Eclesiástica del Arzobispado de Córdoba y obispados sufragáneos, 1951, pp. 131–139, en Archivo del Arzobispado de Córdoba (en adelante AAC); Los Principios, 12 de febrero de 1951. Sobre la especialización por ambiente social de la ACA en la década de 1930 véase Blanco, Modernidad, 2008, pp. 228–230 y 107–108.
21 Entrevista al señor óscar Morandini (miembro simultáneo de la UES y de la Juventud Obrera Católica), realizada por Jessica Blanco, los días 6 de enero y 8 de febrero de 2007, en la ciudad de Córdoba, Argentina; Acha, Muchachos, 2011; Caimari, Perón, 1995, p. 293, y Santos, "Tucumán", 2008. Véase además Tcach,Sabattinismo, 1991, p. 230.
22 Tcach, Sabattinismo, 1991, pp. 223 y 233.
23 La Voz del Interior, 28 de septiembre de 1954 y 14 de octubre de 1954. Según Marta Lonardi, Enrique Ferreira formó parte de los grupos civiles que actuaron en el golpe. Lonardi, Padre, 1981, p. 59.
24 Los Principios, 16, 18 y 20 de septiembre de 1954 y 8 de octubre de 1955; La Voz del Interior,26 de noviembre de 1954; Capellupo, 1955, 2005, pp. 88–89, y Tcach, Sabattinismo, 1991, pp. 230–232.
25 Los Principios, 21 de noviembre de 1954.
26 Al respecto, véanse Los Principios, 30 de septiembre y 24 de noviembre de 1954; La Voz del Interior, 24 de noviembre de 1954; Prol, Estado, 2012, p. 224; Caimari, Perón, 1995, p. 278, y Santos, "Tucumán", 2008.
27 La Voz del Interior, 12, 13, 14, 17, 18, 25 y 28 de noviembre de 1954, y Los Principios, 12, 14, 17 y 25 de noviembre de 1954.
28 La Voz del Interior, 12, 13, 14, 17, 18, 19, 22 y 27 de noviembre de 1954; Los Principios, 12, 14, 19, 24, 25 y 26 de noviembre de 1954, 16 y 17 de diciembre de 1954, 13 de mayo de 1955 y 15 de junio de 1955, y Tcach,Sabattinismo, 1991, p. 235.
29 Los sindicatos favorables al presidente fueron la Asociación de Trabajadores del Estado, gastronómicos, gráficos, lecheros, vendedores de diarios, sindicato del espectáculo público, de la carne, personal civil de la nación, del petróleo, de vialidad, de choferes profesionales, Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba, de docentes de filosofía, panaderos, pasteleros, choferes camioneros, Sindicato Argentino de la Prensa, ferroviarios del General Belgrano, bancarios, vitivinícolas, empleados del Jockey Club, curtidores, sindicatos de contadores públicos. La Voz del Interior, 12, 13, 14, 16, 17 y 19 de noviembre de 1954, y Los Principios, 14, 15, 16 y 17 de noviembre de 1954 y 9 de diciembre de 1954.
30 Prol, Estado, 2012, p. 224.
31 Los Principios, 30 de abril de 1953 y 1 de mayo de 1955, y La Voz del Interior, 28 de abril y 12 de noviembre de 1954, 28, 29 y 30 de abril de 1955.
32 Las "Horas Santas" se realizaban en algunas iglesias del centro y constituían verdaderas arengas antiperonistas desde el púlpito y espacios de encuentro con la oficialidad joven. Al respecto consúltese el testimonio de Quinto Cargnelutti en Capellupo, 1955, 2005, p. 196.
33 Dentro de la UCR, tanto el sector sabattinista como el unionista tenían una postura antiperonista pero a diferencia del partido a escala nacional, eran golpistas o potencialmente golpistas. Los unionistas cultivaban excelentes relaciones con los sectores militares y participaron en las sublevaciones de 1951 y junio de 1955. El Partido Demócrata de Córdoba también se diferenció de su par nacional porque se resistía a acercamiento alguno con el gobierno peronista, al que negaba cualquier posibilidad de reconversión democrática. Tcach,Sabattinismo, 1991, pp. 243–244 y 246.
34 Los Principios, 21 de mayo y 14 de octubre de 1955; La Voz del Interior, 27 de mayo de 1955, y Revista Eclesiástica del Arzobispado de Córdoba y Obispados Sufragáneos, 1955, pp. 335–339, en AAC; además, Tcach,Sabattinismo, 1991, pp. 247–250. Sobre la Revista Eclesiástica de Buenos Aires véase Caimari, Perón, 1995, p. 261.
35 Los Principios, 17 de junio de 1955; La Voz del Interior, 17 de junio de 1955, y Tcach, Sabattinismo, 1991, pp. 250–251.
36 Los Principios, 19 y 24 de septiembre de 1955; La Voz del Interior, 24 de septiembre de 1955; Tcach,Sabattinismo, 1991, pp. 256–257, 268–269 y 271; Acha, Muchachos, 2011, pp. 195–200, y Capellupo, 1955, 2005, p. 116. Una pormenorizada crónica de los meses previos al golpe de septiembre de 1955 y la participación católica, partidaria y militar en Tcach, Sabattinismo, 1991, pp. 241–276, y Capellupo, 1955, 2005, pp. 73–188.
37 La Voz del Interior, 28 de agosto de 1955; Los Principios, 17 de septiembre de 1955; Capellupo, 1955, 2005, pp. 132 y 204, y Doyon, Perón, 2006, p. 39)5.
38 Al respecto véase Acha, "Sociedad", 2004.