Como tema de investigación al interior del espacio universitario nacional e internacional, el tópico de las derechas argentinas pareció atrapado entre los estudios sobre el nacionalismo de la década de 1930 y el neoliberalismo de los años noventa. Dichos focos temáticos ocluyeron la prolongada, multiforme e influyente historia de las diversas derechas del país, que recién en los últimos años ha comenzado a ser revisitada por investigadores de diversas disciplinas. Dentro de tal conjunto de trabajos, durante la última década, autores argentinos como Ernesto Bohoslavsky, Fernando Devoto, Olga Echeverría, Federico Finchelstein y Daniel Lvovich, y extranjeros como Sandra McGee Deutsch y Alberto Spektorwski, entre otros, han reformulado los parámetros bajo los cuales se leyó el nacionalismo argentino, pero preocupados centralmente por aquel de la primera mitad del siglo xx. El nacionalismo de derecha en la Argentina posperonista. El semanario Azul y Blanco (1956-1969), primer libro de la socióloga e historiadora María Valeria Galván aparece como un importante aporte a la configuración, aún tenue, de una corriente de análisis enfocada en la segunda mitad de la centuria. Originada en su trabajo de tesis doctoral por la Universidad Nacional de La Plata, dirigida por el propio Lvovich, la obra de Galván parte de una idea-llave que atravesará su texto: “La caída del gobierno peronista en 1955 desató un proceso de reacomodamiento del campo político-intelectual argentino que afectó al nacionalismo de un modo particular.” Dicho reacomodamiento, en efecto, será clave en el análisis de las ideas, representaciones e intervenciones de Azul y Blanco (AyB), publicación marcada por las trayectorias de un grupo de intelectuales y militantes nacionalistas pertenecientes a generaciones diversas, con Marcelo Sánchez Sorondo como figura central. Como la propia autora lo indica, pese a la importancia del semanario en el espacio político-intelectual y editorial del nacionalismo argentino, no hubo hasta su trabajo investigaciones profundas sobre AyB, por lo cual “la historiografía sobre AyB ha sido, en general, fragmentaria e incompleta”.
Enfocado en el estudio de una de las más notorias expresiones del nacionalismo argentino en su época como lo fue dicha publicación y el mundo político-intelectual del grupo que la motorizó, el libro se divide en una introducción, cinco capítulos temáticos y una conclusión general, proseguidos de un anexo y la correspondiente bibliografía. El primer capítulo, “Caracterización general del semanario”, busca determinar el sitio de AyB en el complejo espacio político-intelectual del posperonismo, entroncando a la revista en la rica tradición del periodismo de opinión política propio de la derecha nacionalista argentina. Para ello, la autora realiza un abordaje a esos dos espacios capaces de marcar el contexto en el cual la publicación se insertó, para a continuación explorar las trayectorias del grupo fundador de la revista y de la “nueva generación” que se incorporó posteriormente, entre la oposición al peronismo y la reformulación de sus posturas en los años siguientes. Por medio de tales abordajes, el capítulo permite explicar los modos en los cuales “AyB se erigió como centro de ‘fermentación intelectual’ y, como tal, proporcionó tanto una base como una ventana a las transformaciones del nacionalismo”, tal como afirma Galván.
El segundo capítulo del libro es “En defensa de la legalidad”. Allí se analiza cómo el proceso de la “revolución libertadora” que derrocó al peronismo deja perplejos a los autores de AyB quienes, con el desplazamiento del nacionalista Lonardi por el liberal Aramburu del liderazgo del gobierno dictatorial posperonista, ven redefinido su sitio en el mapa de la hora, transformándose en críticos de la segunda presidencia de la “libertadora”. Desde dicha posición, el semanario intervendrá impugnando el carácter revanchista del liberalismo argentino y haciendo una defensa de la legalidad en un notorio juego de contrapunto con el gobierno de facto: mientras el discurso oficial hacía eje en la exaltación de la democracia y la libertad (entendidas como articuladoras de la compleja alianza antiperonista que sustentaba la experiencia), los azulblanquistas tomaban dicha postura como la principal contradicción oficial y hacían de ella el blanco central de sus ataques. De allí que la fórmula “el país legal vs. el país real”, inspirada en Charles Maurras, fuera un factor clave de las interpretaciones de AyB sobre el momento histórico. Si el primero de los términos de la oposición refería al plano de las abstracciones con las cuales el gobierno definía la hora política, el segundo identificaba al pueblo argentino, “es decir, su cultura, historia e idiosincrasia”. Este plano oposicional abrió el primer espacio de diálogo de la publicación con el pasado peronista, como comparación con el momento posperonista: pese al sesgo dictatorial que los azulblanquistas veían en la experiencia justicialista, rescataban que sus políticas se basaban en el consenso mayoritario, algo del todo ausente bajo la experiencia de la “revolución libertadora”. A partir de ese momento, las masas peronistas huérfanas de liderazgo comenzaron a aparecer como un sujeto político que, en la lectura de AyB, podría permitir una articulación política capaz de enfrentar al oficialismo, en una situación donde “el semanario denunciaba un inconcebible retorno a un estado prelegal de lo político”. La formación de un partido político, Azul y Blanco, fue en tal sentido una prolongación de la estrategia político-intelectual de los actores de AyB.
“La batalla por la soberanía nacional” es el tercer capítulo del trabajo, entroncado en torno a la presidencia de Arturo Frondizi. Galván parte de destacar el apoyo inicial de los azulblanquistas al candidato de la Unión Cívica Radical Independiente, cruzado por inseguridades, para constatar la inmediata desazón del semanario con el presidente desarrollista. Galván marca la manifiesta curva entre los años dorados de denuncia al gobierno de Aramburu y la pérdida de influencia durante los años frondizistas, a medida que al mismo tiempo la materialidad de la publicación se sofisticaba. El proceso que llevó al líder radical a la primera magistratura fue para los azulblanquistas el fin de la viciada política “libertadora”: desde un variopinto arco de apoyos, el apoyo popular expresaba el repudio del “país real” a la experiencia dictatorial. Frondizi, sin embargo, como Perón antes, no era para AyB sino una figura circunstancial. “La verdadera sustancia detrás de estos dirigentes era el movimiento nacional, abonado por el ‘país real’”, como enfatiza la autora. De ahí el constante pedido de definiciones por parte de la publicación al presidente, que trazaron un arco de cuestionamiento que acabó en la oposición patente, desde la apertura del gobierno a los capitales extranjeros. Dicho ciclo, al mismo tiempo, se entrelazó con la disolución del partido de los azulblanquistas. Ambos puntos llevaron a que “abandonaron su apego institucionalista y regresaron a las posturas políticas corporativistas que habían primado entre los nacionalistas en las décadas del treinta y del cuarenta”. Desde allí, las intervenciones de AyB se centrarán en el cuestionamiento de las políticas “entreguistas” de Frondizi y, desde allí, en la propia legitimidad de su gobierno. Aquí Galván abre uno de los segmentos más atractivos de su trabajo: el prolongado análisis de las caricaturas con las cuales el semanario analizaba ácidamente la realidad, en un cruce entre motivos típicos del nacionalismo argentino (anticomunismo, antisemitismo, antiimperialismo) y las vicisitudes de la política del día a día.
El capítulo cuarto del libro, “El ‘país real’”, gira en torno a la construcción de las imbricaciones de los azulblanquistas con las masas peronistas, con lo que identificaban como el “pueblo trabajador” como eje. Motivos como “la causa nacional” o la “revolución nacional” eran el eje de las construcciones del semanario sobre la identidad de las masas, sobre las cuales proponían construir una fuerza capaz de ir más allá del justicialismo. El proyecto de los azulblanquistas se aleja entonces, destaca Galván, de la propuesta democrática del partido Azul y Blanco, dando lugar a uno de corte “nacionalista, corporativista, popular y revolucionario”, que se imbricaba con las tradiciones nacionalistas europeas y argentinas tanto como se reformulaba en “eminentemente corporativista, federal, revolucionario, católico y antiimperialista”. Las complejidades de la política nacional llevaron a la prohibición de AyB, con lo cual en un breve lapso el grupo nacionalista editó seguidamente el breve AyB prohibido y luego el más duradero 2da República, pero también a reposicionar sus lecturas sobre la cuestión de las masas peronistas. En efecto, en el tránsito entre el desplazamiento de Frondizi de la presidencia y el interinato de José María Guido, la pregunta por el sitio del “pueblo peronista” fue un parteaguas en la política nacional, marcada por el conflicto entre militares “azules” y “colorados”. En tal clivaje, los azulblanquistas presentaron una lectura donde el peronismo debía ser entendido como parte del movimiento nacional, si bien imperfecta, y límite al avance del comunismo. La inserción en el complejo espacio político de la hora deparó el encarcelamiento de Sánchez Sorondo y el cierre de 2da República. Si bien el director fue puesto en libertad con la llegada a la presidencia de Arturo Humberto Illia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (ucrp), el grupo azulblanquista no volvería a la centralidad hasta 1966, cuando el gobierno de la ucrp fuera derrocado por un golpe encabezado por el militar nacionalista Juan Carlos Onganía.
En el quinto capítulo del libro, “Frente a la ‘revolución pendiente’ y después…”, Galván estudia la compleja relación de la relanzada AyB, ahora con el subtítulo segunda época, con la dictadura de la “Revolución Argentina”. Con el golpe de Estado de 1966, los azulblanquistas lanzan la nueva etapa de su publicación, que se inicia con marcadas expectativas sobre la dictadura, por lo cual la autora arriesga que “el motivo principal del retorno del semanario nacionalista parecía basarse en la construcción del consenso y la legitimidad necesarias para el éxito” de la experiencia de facto. Si bien Marcelo Sánchez Sorondo y su grupo se desligaron –años luego y retrospectivamente– del ciclo del “onganiato”, era claro que “venían propiciando la revolución nacional que purificase el sistema político por medio del reemplazo del régimen partidista por una dictadura corporativista y vieron en la ‘Revolución Argentina’ la posibilidad de concretar esos ideales”. Pese a ello, el énfasis de la publicación en recordarle al gobierno qué esperaban de él fue tan central como constante. Temas como las universidades y la modernización aparecieron como ejes de los análisis de la revista, tanto desde las descarnadas prosas políticas como desde el cáustico humor que caracterizaban sus modos expresivos: si las primeras se criticaban por estar saturadas de política, en la cuestión de la modernización latía el estigma de repetir el fracasado modelo frondizista. Dicha situación, en efecto, volvió a colocar a AyB en el plano de la oposición, incluso tras un momento de aceptación de la pérdida de influencia de los nacionalistas en detrimento de los liberales en el espacio de gobierno, leído por Galván como concesiones necesarias con fines de salvar el proyecto del “onganiato”, pero al mismo tiempo claro eje del paso azulblanquista de las críticas a la oposición. En dicho ciclo, los miembros de la revista retomaron brevemente la militancia partidaria, como modo de plasmar sus inquietudes, pero que “el semanario revivió ante la adopción del lugar de una retórica de opositor al gobierno y recuperó el esplendor de la primera época”, especialmente con su énfasis sobre el papel clave del sector trabajador en el “país real”, que tendría su más notoria plasmación en los sucesos del “Cordobazo”. Verdadero parteaguas de las lecturas nacionalistas, el derrotero de alzamientos populares que llevó a la crisis de la “Revolución Argentina” creó una verdadera complejidad en las interpretaciones de los azulblanquistas, entre el compromiso con los sectores populares y los temores por el riesgo de articulación izquierdista del fenómeno. Latinoamericanismo, catolicisismo de base y aperturas “inclusivistas” marcaron, así, la etapa final de la publicación, donde, pese a las posturas en pos de conceptualizaciones claras que los autores de la revista reivindicaban, “también vieron modificadas sus estructuras identitarias en función de los vaivenes políticos del contexto”, como destaca la autora.
Como señala Galván en la conclusión, la reconfiguración de la identidad nacionalista, pese a sus continuidades claras con el nacionalismo de décadas previas, es un factor central para comprender el surgimiento de un nacionalismo de nuevo tipo. De allí la importancia de AyB en su época y en su corriente ideológica, doble trama contextual que permite la dinámica reconstrucción que la autora emprende. Si bien los embates contra el régimen liberal se forjaron en un basamento corporativista que recurría a muchos de los tópicos ya clásicos (e, incluso, hasta en desuso) del nacionalismo argentino, la recuperación de los sectores populares fue un eje clave en la construcción de una nueva identidad nacionalista que recuperaba uno de los rasgos centrales del proceso histórico devenido del tiempo peronista. En tal sentido, la autora destaca “una relativización de los límites ideológicos nacionales” producto del complejo mapa posperonista. Allí radica el mayor mérito del trabajo de Galván, en tanto reposiciona el complejo juego de continuidades y rupturas del nacionalismo argentino pero captando la clara nueva etapa que se abre en el marco posperonista en distintas dimensiones. Como señalamos al inicio, el campo de estudios sobre las derechas argentinas en el largo periodo que va desde finales de la década de 1930 hasta la de 1990 ha comenzado, lentamente, a cubrir un espacio vacante muy amplio. En tal sentido, este libro es un significativo aporte al que, al mismo tiempo y por sus propias características, pueden señalársele tres puntos cuya ausencia abre el espacio a posibles nuevos interrogantes. En primer lugar, la falta de una reflexión sobre el peso de las doctrinas nacionalistas en las concepciones de los intelectuales estudiados, más allá de las referencias al maurrasianismo de los autores, no siempre reconocido por los propios azulblanquistas. En segundo término, cómo se articuló el pensamiento nacionalista del grupo con la tradición nacionalista argentina, caracterizada al mismo tiempo y sin contradicciones por un fuerte peso doctrinario y por la heterodoxia de sus posiciones. Si bien es claro que los objetivos de Galván no apuntan hacia dichas cuestiones, estos ejes bien podrían complejizar un objeto de estudio ya de por sí denso y multiforme. Finalmente, quedan por explorar las relaciones entre las diversas derechas, caracterizadas en esos años por una clara preeminencia de las vertientes liberal-conservadoras, lo cual podría dar una recontextualización del objeto capaz de hablarnos de tópicos que van más allá de AyB pero que son clave para su consideración en pos de una historia político-intelectual de las derechas. Si estas preguntas son pertinentes, en todo caso, es porque el trabajo de Galván es una obra que se incluye en un campo de estudios que, como señalamos, es aún breve y, por lo tanto, está necesitado no sólo de trabajos renovadores, multifocales y de gran nivel como este, sino de la apertura de una serie de diálogos capaces de potenciar las líneas que comienzan a marcar dicho espacio académico.
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