Moisés Guzmán Pérez, Impresores y editores de la independencia de México. 1808–1821. Diccionario. Editorial Porrúa/IIH-UMSNH, México, 2010, 329 pp., ISBN 607-09-0380-0.

Un diccionario, ¿para qué? Esta interrogación resulta pertinente, pues actualmente la mayoría de las personas y, sobre todo, los estudiantes piensan que en internet está todo. La mayor parte de las personas se conforma con buscar en las páginas de esta nueva y maravillosa tecnología la palabra, el tema o el personaje que le causa inquietud, pero sin tener conciencia de que muchas veces se quedarán con una visión recortada de lo que significa realmente investigan A ello habría que agregar lo que sabiamente comentó el profesor Roger Chartier al señalar que este medio alimentado por todos y no supervisado por nadie puede conducir a graves errores en el conocimiento.1

Un diccionario nuevo podría también parecer obsoleto cuando la tecnología cibernética logra rastrear en segundos la palabra, al personaje, el lugar o el concepto. A pesar de los alcances de esta técnica, una investigación seria no puede estar contenida en las páginas aisladas de internet, en los "flashazos" a través de los cuales se soluciona una duda de inmediato, con el temor de que quizá la respuesta encontrada no era la mejor para nuestro cuestionamiento.

Los diccionarios siguen estando vigentes, representan una aportación al conocimiento y se continúa publicándolos por su efectividad. Los hay de muchas clases y de diversa naturaleza. Los encontramos pequeños, para el bolsillo, o voluminosos; en un tomo o en varios, los hay de distintas materias; los más son de la lengua y son consultados continuamente para conocer significados, para saber la escritura correcta, los biográficos tienen la misión de recoger en sus páginas a los personajes más representativos de un país, una región, un Estado o del mundo.2 Existen biográficos especializados que se ocupan de rastrear a los personajes más destacados en una profesión, en un oficio. Algunos, sin embargo, repiten la información de algún otro que le antecedió y en ello está la posibilidad de la repetición de errores que a fuerza de remacharse se convierten en verdades aceptadas.

Emprender la tarea de hacer un diccionario nuevo con información que contribuya al conocimiento no es una cuestión fácil sino, por el contrario, sumamente complicada. Para quien se ocupa de ofrecer un producto que tenga la virtud de convertirse en una herramienta de consulta confiable deviene ardua tarea. Resalta por ello que el diccionario Impresores y editores de la independencia de México. 1808–1821 tiene la virtud de ser el resultado de una seria y acuciosa investigación, emprendida por Moisés Guzmán. Representa la apuesta a contribuir al conocimiento de los distintos personajes involucrados en los impresos del siglo XIX, a través de un largo trabajo de búsqueda, de cotejo, de cruce de información que hace que cada entrada contenga los datos conocidos de los biografiados y los desconocidos hasta antes de este trabajo.

En cada entrada se encuentra la información más relevante respecto a los personajes, lo cual no significa que el autor se haya contentado con sólo mencionar las fechas de los momentos sobresalientes del biografiado y las publicaciones más representativas, como sucede con la información que comúnmente se encuentra en los diccionarios, mismos que sólo reconocen a unos cuantos actores. Moisés Guzmán con su vocación de investigador ahonda en la presentación de todos y cada uno de los personajes involucrados en la historia de la edición en México en una etapa decisiva para la historia.

El diccionario descuella desde el momento en que se encarga de recoger un tema que había quedado relegado a pesar de la importancia que guarda. Su objetivo estribó en recoger en un instrumento de consulta la mayor cantidad de personajes involucrados con las tareas de la impresión. Se visualiza al personaje en su momento histórico y la importancia que cobró en ese punto la letra impresa, pues sin la labor cotidiana que desempeñaron los editores-impresores, la construcción paulatina de la opinión pública no habría adquirido el nivel que alcanzó en los años en que se sitúa la obra, y el periodismo no habría alcanzado el desarrollo logrado. Aquello que pusieron en circulación estos hombres y mujeres comprometidos con las prensas desde distintos puntos de la Nueva España, demuestra cuán importante fue dar a conocer los proyectos, planes, decretos e ideologías que se transmitieron vía impresa en periódicos, folletos u hojas sueltas que alcanzaron a los distintos lectores que los adquirieron, pero también a aquellos en los que repercutieron a través del préstamo del impreso, del comentario o por la lectura en voz alta. No hay que olvidar que estas prácticas culturales eran comunes en el territorio novohispano.

Asimismo, en este diccionario se muestra la actividad diversa de estas figuras ocupadas en satisfacer las distintas demandas de la sociedad novohispana a través de la impresión varia, que incluía formatos diversos y que contemplaba también, entre otros, estampas y grabados de obras que eran, en mayor o menor grado, indispensables para la vida cotidiana. Las publicaciones salidas de las distintas imprentas señaladas en las páginas de esta obra también permiten conocer los intereses mercantiles o ideológicos detrás de los impresores y libreros reflejados en las distintas publicaciones impresas o vendidas que se mencionan en las biografías. Reconocemos también las variadas actividades que desempeñaron los distintos personajes que estuvieron detrás de los impresos y gracias a la investigación podemos acercarnos al quehacer de otros operarios que, por ejemplo, hicieron posible los retratos, las medallas y las imágenes contenidas en las páginas impresas, personajes muchas veces desdeñados en las publicaciones relativas a estos temas.

Muchos son los aportes que deben resaltarse de esta obra. Muestra, a través de los registros de los biografiados, la trascendencia de la letra impresa y la importancia que alcanzaron en esa etapa los pasquines, los folletos, los libelos y los periódicos que circularon en distintos medios y que recorrieron diferentes espacios del dilatado territorio novohispano. Destaca la importancia del momento histórico que se refleja en la abundancia de obras de corte político que favoreció la construcción de una nueva práctica cultural: la opinión pública a través de la lectura. Revela la trascendencia de la letra impresa, indispensable para la divulgación, en ese momento, de las acusaciones y proyectos políticos de los bandos en pugna a través de periódicos, libelos, pasquines, al tiempo que acompañaba ciertas prácticas cotidianas, como las religiosas, que requerían de misales, catecismos, novenas, estampas, etc., o las actividades diarias con los calendarios, las cartillas, los libros. Los títulos consignados en las fichas de los biografiados muestran cuán amplia era la gama de productos salidos de las imprentas y, entre tanto, revelan los tiempos de paz y guerra que distinguieron al momento histórico en el que se enmarca este diccionario.

Es muy importante destacar aquí que en las numerosas páginas se encuentran los hacedores de la letra impresa no importando el tono político que tuvieron y ello muestra la madurez de un proyecto que no descalifica, sino que por el contrario suma, en la diversidad, la riqueza del momento.

Esta obra es un reflejo de la labor desempeñada por los responsables de la imprenta, pero también es una muestra de los distintos individuos involucrados en la confección de los materiales, porque si bien se titula de "impresores y editores" su contenido va más allá y sus páginas desvelan una gama diversa de oficios vinculados a la labor editorial. De ahí que se alternen en las páginas los nombres de los editores e impresores con los de los libreros y los grabadores. Libreros que hicieron posible la circulación de los materiales en la plaza de origen y más allá; como lo hizo Juan Francisco Palacios, cuya librería en la calle de los Herreros vendió materiales diversos, tanto obras religiosas como de corte político, según se desprende de la información contenida en su ficha biográfica. Grabadores que hacían sus diseños en madera o en lámina para imprimirlos en las páginas y dotar de atractivos a las publicaciones con elementos estéticos, como lo hizo José María Guerrero, estudiante en la Academia de San Carlos, o el poco conocido José Rafael Galicia, quienes cobran relevancia en esta obra por los grabados que hicieron para ornar novenas, libros o estampas que por su carácter popular circularon ampliamente entre la población novohispana.

Las páginas que conforman esta obra recogen las biografías de más de 200 hombres y mujeres relacionados con los quehaceres tipográficos, desde su manufactura hasta la puesta en circulación. En este punto me gustaría destacar cómo en esta obra se contempla el quehacer editorial desde una visión distinta a la que únicamente da cabida a los editores-impresores y que generalmente era la tónica con la que estaban concebidos los proyectos anteriores: Guzmán incorpora, como señalé, a los distintos colaboradores responsables de las páginas impresas; puesto que, al mirar el producto final, es necesario saber que existió una cadena de operarios que hizo posible el impreso con determinadas características (editor, impresor, tipógrafo, componedor, cajista, grabador; etc.), todos actores importantes que coadyuvaron en el proceso de impresión para armonizar en el papel los tipos y caracteres, las imágenes, los márgenes, en fin, el diseño que hace posible la variedad y la riqueza en las publicaciones.

Este diccionario se distingue de otros proyectos porque se ocupa de rescatar a las personalidades en un momento político determinante, cuando se dio el desarrollo de la imprenta al calor de la lucha política en función de determinados proyectos, pero también en relación con las necesidades de la vida cotidiana que continuó desarrollándose en la Nueva España. De estas dos vertientes, las páginas de este diccionario dan prueba; así, se descubre a José María Cos, importante eclesiástico, impresor-editor, como el gran lector que entiende el valor de los impresos, que muestra interés por el momento político y se compromete con el movimiento insurgente hasta llegar a redactar planes y contribuir ampliamente con la prensa revolucionaria. Entre las características más sobresalientes de este personaje se reitera su misión de editor que, ante la carencia de herramientas, se las ingenia para poder imprimir páginas notables sobre lo que sería el ideario insurgente. Pero si la historia de Cos es, hasta cierto punto, conocida, en este diccionario encontramos muchas otras biografías que merecían estar presentes, que contaban con elementos para ser contempladas por la historia y que, por motivos a los que no aludiremos aquí, no alcanzaban el honor de ser consignadas en las páginas de los biografiados.

Estos hombres, pero también mujeres, hasta antes desconocidos, encuentran un sitio en esta obra gracias al interés por ofrecer un diccionario no de unos cuantos escogidos, sino de todos aquellos que estuvieron involucrados en la producción y circulación de publicaciones. La investigación acuciosa y constante por parte de Guzmán posibilitó resucitar a los olvidados, en el gesto de otorgar honor a quien lo merece. Por eso encontramos pequeñas notas sobre Gerónimo Deza, editor de una novena, o Lorenzo García quien tiene cabida en estas páginas gracias a que financió un Sumario de favores, o el caso de Ignacio Gómez, segundo impresor de la Imprenta de la Nación, nada más y nada menos que la imprenta de los insurgentes. Existen también casos como el de Gutiérrez cuya biografía tomó del Diccionario de insurgentes, dado que el autor, a pesar de los esfuerzos que llevó a cabo, no pudo localizar otras fuentes que enriquecieran la vida y la actividad editorial de este personaje.

El papel de los editores e impresores se destaca en función de lo que produjeron. Resulta por demás interesante percatarse, gracias a algunas biografías, que la profesión original de los editores fue, con frecuencia, la religión, la medicina o el ejército, y que el momento político o el interés personal lanzó y relacionó a estos profesionales con el mundo editorial como productotes mercantiles de alguna obra específica.

La presencia femenina en este diccionario es digna de mencionarse, pues por lo general las féminas o no estaban contempladas dentro de los estudios o las mencionadas siempre eran las mismas. Dueñas de imprentas y de librerías, las mujeres aquí reseñadas se muestran en su verdadero papel, no con un protagonismo inventado, sino desempeñando el papel de viudas, herederas o esposas de quienes se ocuparon de los trabajos de la imprenta. Así vemos, por ejemplo a la muy conocida María Fernández de Jáuregui, pero también hallamos a las señoras Arias y a María de Dolores Moreno, cuya actividad en distinto grado ayudó a satisfacer las necesidades de los novohispanos. Pero no solamente las más conocidas o las importantes dentro de la actividad tipográfica encuentran un sitio, también leemos sobre aquellas que mandaron imprimir alguna obrita y que son contempladas como editoras. Tal fue el caso de María Gertrudis Gil de León, religiosa de la que se nos ofrecen las vicisitudes y cargos que tuvo como religiosa y que incluyen las actividades en el convento; su nombre se consigna porque, como priora, se ocupó de dar a luz algunos sermones que seguramente mandó imprimir para uso de sus compañeras de claustro. Asimismo se nos notifica sobre la actividad desarrollada por Bárbara Ortiz de Zárate y Ponce de León, quien mandó imprimir al taller de Juan Bautista de Arizpe un folleto dedicado a santa Teodora que invitaba a la devoción de esa bienaventurada los días primeros de mes. Estas mujeres, más vinculadas como editoras de obras piadosas, puesto que eran religiosas de alguna orden, muestran la importancia de las imprentas desde otro punto de vista; es decir, como talleres dedicados a producir pequeñas obritas.

Las biografías de mujeres de este diccionario muestran los papeles que desempeñaron las féminas, no tanto como promotoras del movimiento armado, sino más bien como editoras de impresos religiosos que en ocasiones adquirieron un tono político; como cuando sor María Gertrudis de la Asunción dedicó a Ciríaco de Llano el panegírico a santa Clara que mandó imprimir, o cuando María Manuel Cervantes de Padilla mandó imprimir una devoción a san Diego, quizá enterada de los acontecimientos en España. Pero si las obras devocionales frieron promovidas en muchos casos por mujeres, también habría que destacar el papel de las féminas al frente de imprentas, como fue el caso de Josefa María Escudero cuya imprenta de Mérida, Yucatán, se reconocería como vocera de la Diputación Provincial, a través de dos periódicos: El Semanal de la Diputación Provincial y El Sabatino, y cuya reseña no cae en el simplismo de señalarla como promotora política, pero tampoco soslaya su papel público. Si bien el número de mujeres biografiadas es muy inferior al de los hombres, ello refleja claramente cómo quedaban escasamente vinculadas a las actividades laborales, pero es interesante constatar que, dentro de las actividades coloniales, las tipográficas revelaron una constante participación femenina que permite verlas más allá de esposas sumisas y monjas recluidas.

Una cuestión que se debe subrayar, como ya lo he hecho, es el que los personajes están enmarcados en las circunstancias que les rodearon, lo que nos permite entender su vinculación y su desempeño frente a la letra impresa, porque esta característica sólo pudo alcanzarla un investigador empapado del ambiente de la época y vinculado directamente y en su más amplia expresión con la literatura impresa del momento histórico que se vivía. El autor nos permite visualizar a los biografiados no aislados de su realidad, sino inmersos en una problemática que en ocasiones les llevó a tomar partido y a padecer las consecuencias. Además, la consulta que realizó en distintos archivos arrojó un rico material que ayudó a confeccionar, en muchas ocasiones, la biografía de personajes poco conocidos y a completar la de aquellos que ya gozaban de un sitio en las páginas de la historia de México en algunos instrumentos de consulta. De esta manera, las biografías no se limitan a ser únicamente daros varios, sino que cada entrada es el seguimiento adecuado, lo más pormenorizado posible según las fuentes con las que se contó, para ofrecer una visión integral de la vida y el quehacer editorial que desempeñaron y las vertientes políticas, religiosas o artísticas a las que contribuyeron con sus publicaciones.

Es muy interesante también poder leer en las entradas de los impresores la indagación que hizo de las imprentas y que permite rastrear la historia del establecimiento y visualizar las distintas direcciones en las que se instalaron los talleres y librerías. Esto es una muestra de la movilidad que tuvieron, pero también en algunos casos del crecimiento de algunas empresas. Gracias a los impresos recogidos en cada una de las biografías se percibe también el dinamismo que alcanzaron las publicaciones, sobre todo las enfocadas al momento político, manifestado en la variedad de impresos, de distintas clases y presentaciones, que ayudaron a renovar el ámbito de la letra impresa.

Moisés Guzmán logra transmitir en esta obra, que pudiera calificarse de "fría", el gusto por los personajes biografiados, recogidos de instrumentos de consulta anteriores y de pesquisas llevadas a cabo en los archivos y bibliotecas de México y el extranjero. Trece archivos en México y España, seis bibliotecas en México, Francia y Estados Unidos y la Hemeroteca Nacional en la ciudad de México frieron los repositorios consultados con el claro propósito de hallar información novedosa en torno a los sujetos que originalmente habían sido estudiados por otros interesados en el mundo editorial novohispano, como Nicolás León, Toribio Medina, Juan B. Iguíniz, Francisco Pérez de Salazar, Alessio, o Amaya Gartirz, entre muchos otros bibliófilos e historiadores.

Con este trabajo el doctor Guzmán manifiesta el manejo y conocimiento de la historia de la edición en México y una erudición en torno a los materiales impresos entre 1808 y 1821, sapiencia que le permitió hacer aportes importantes y corregir errores que se venían repitiendo en algunos diccionarios biográficos. La combinación de fuentes de archivos, hemerotecas y bibliotecas y la revisión de los anteriores instrumentos de consulta, arrojó nueva luz sobre los personajes. Las búsquedas acuciosas nos hablan del interés por ofrecer versiones renovadas u originales de los viejos conocidos o de los nuevos incluidos. En el propósito privó necesariamente la visión integral de la imprenta en la Nueva España. La investigación sin duda arrojará nuevos elementos para poder dimensionar la importancia de las distintas plazas en función de la actuación y de la importancia de los diferentes espacios de producción de impresos.

Se puede decir que Impresores y editores de la independencia de México. 1808-1821 reúne en una publicación lo que se encontraba disperso, fraccionado e incluso olvidado para ofrecer información seria y confiable a los que se interesan por los responsables de los quehaceres editoriales de la última etapa de la Nueva España. Esta obra otorga a cada uno de los personajes su sirio dentro del ámbito de la edición de esos años y por lo mismo se convierte en un trabajo señero. Este trabajo nos confronta a su vez con la preocupación que Nicole Girón señaló en algún momento y que es la relativa al elevado número de actores comprometidos con la letra impresa y al crecido número de talleres dedicados a la producción de impresos orientados a una población ¿analfabeta?

 

Laura Suárez de la Torre

Instituto Mora

 

NOTAS

1 Internet, de alguna manera, representa las aspiraciones de la Encyclopédie de Diderot, al alimentar constantemente las páginas y contener el conocimiento en un instrumento de consulta. La manipulación de muchos, las inexactitudes en la información, el sistema booleano que recoge diversidad de temas aledaños, la repetición de visiones en torno a una pregunta, un tema o una inquietud, representan grandes obstáculos para el interesado.

2 En México, desde el siglo XIX, se dio el interés por publicarlos, destaca el Diccionario universal de historia y de geografía en el que participó un connotado grupo de escritores de distintos tintes políticos. En el siglo XX destacan el Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México; el Diccionario enciclopédico de México de Musacchio; el Diccionario de seudónimos, anagramas, iniciales y otros alias..., de Carmen Ruiz Castañeda; el Diccionario de insurgentes de José María Miquel, obras que por sus contenidos se convierten en referentes obligados en una investigación.