La Organización Internacional del
Trabajo y el problema social indígena: La encuesta en Perú de 1936
The International Labour Organization and the Indigenous Social Problem: The 1936 Survey on Peru
Juan Carlos Yáñez Andrade1
1Facultad de Ciencias Económicas y
Administrativas, Universidad de Valparaíso, Chile orcid: 0000-0003-0317-3292 juancarlos.yanez@uv.cl
Resumen: Este artículo aborda la encuesta realizada en Perú
en 1936 por la Organización Internacional del Trabajo con el fin de conocer el
problema social indígena. A partir de las resoluciones de la Conferencia
Interamericana del Trabajo de 1936 y el informe elaborado por Moisés Poblete
Troncoso se muestra la importancia que tienen los nuevos problemas sociales en
las instancias de cooperación técnica del periodo. La encuesta de Moisés
Poblete no sólo ayudará a conocer mejor la realidad indígena peruana, sino que
también servirá de insumo para las acciones futuras de la Organización
Internacional del Trabajo en la materia, proceso que finalizará, en una primera
etapa, con la convención 107 de 1957.
Palabras clave: oit;
Moisés Poblete; problema social indígena; encuesta; Perú; Conferencia Americana
del Trabajo.
Abstract: This article discusses the survey
conducted in Peru in 1936 by the International Labour
Organization to understand the indigenous social problem. The resolutions of
the 1936 Inter-American Labour Conference and the
report by Moisés Poblete Troncoso
revealed the importance of the new social problems for the technical
cooperation organizations of the time. Moisés
Poblete’s survey not only contributed to an understanding of the Peruvian
indigenous reality, but also served as input for future actions by the International
Labour Organization in the matter, the first stage of
which was completed at the 107th Convention in 1957.
Key words: ilo; Moisés Poblete; indigenous
social problem; survey; Peru; American Labor Conference.
Fecha de recepción: 29 de enero de 2016
Fecha de aceptación: 3 de octubre de 2016
Introducción
Los años 1920 y 1930 fueron
clave en el internacionalismo latinoamericano. Si desde fines del siglo xix las conferencias panamericanas se transformaron en
espacios propicios para el contacto diplomático,1
facilitando el desarrollo de conferencias científicas y congresos
internacionales, fue con la creación de la Sociedad de las Naciones (sdn) en 1919 que se
promovieron aún más las relaciones internacionales y los vínculos de
cooperación continental (Dumont, 2008; Wehrli, 2003).
En nuestro
estudio adquiere relevancia la Organización Internacional del Trabajo (oit), parte integrante del
complejo de instituciones de la sdn
y encargada de promover el mejoramiento de las condiciones laborales en el
mundo.2 El Consejo de Administración (ca), órgano ejecutivo de la oit y elegido por la
conferencia, designó a Albert Thomas como su primer director, el cual
permanecería en el cargo hasta su muerte en 1932. El primer año de existencia
de la oit fue de plena
actividad, teniendo como principal prioridad el darse una constitución formal y
resolver sobre las disposiciones más urgentes en materia laboral. La primera
reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo se celebró a partir del 29
de octubre de 1919 en Washington y cada uno de los Estados miembros envió dos
representantes gubernamentales, uno patronal y otro de los trabajadores, tal
como lo establecían los reglamentos.
El sistema de
aprobación de la legislación social internacional funciona a partir de un
cuadro normativo complejo que comprende tres instancias. En primer lugar, la
simple “recomendación”, entendida como un voto de buena voluntad que los países
son invitados a respectar. En segundo lugar, la “convención”, comprendida como
un acuerdo de deliberación de cada conferencia y que no tiene el carácter de
ley hasta que no son ratificadas. En esta tercera instancia (la
“ratificación”), los países se comprometen a someter las convenciones a sus
parlamentos, para que sean estos los que se pronuncien sobre su incorporación
en la legislación nacional. Sólo a partir de este momento se puede hablar de
una verdadera legislación social internacional.
Los años de la
década de 1930 se iniciaron con la Gran Depresión, que en América Latina golpeó
principalmente al comercio exterior, afectando la exportación de materias
primas, clave en el flujo de capitales. Esto se tradujo en reducción
presupuestaria y contracción del mercado interno, con las consecuencias en la
pérdida del poder de compra de la población, el aumento de la cesantía y una
recesión económica que duraría años (Drinot y Knight, 2015). En este marco los países latinoamericanos se
vieron confrontados a problemas nuevos, que requerían transformaciones
estructurales y una cooperación a nivel regional como nunca había sido
planteada, mostrándose las organizaciones del sistema panamericano y de la sdn dispuestas a promover
programas de asistencia técnica, como forma de apoyar el esfuerzo desplegado
por los gobiernos en mejorar su legislación laboral y seguridad social (Plata,
2013; Yáñez, 2014).
La oit se interesó en estos años
por acercarse a los países latinoamericanos, más allá del poco compromiso
manifestado por estos en ratificar las convenciones internacionales del
trabajo. Para la organización de Ginebra, América Latina era un aliado clave en
su propio proceso de consolidación institucional, cuando la participación de
Asia y África era prácticamente inexistente y Europa se hallaba bajo el peligro
del avance del nazismo. Este interés de la oit por la región suponía estar abierta a sus
demandas y ofrecer nuevas instancias de acercamiento que fueran más allá de las
conferencias internacionales y su enfoque universalista. Esto fue el origen de
las conferencias interamericanas convocadas por la oit y desarrolladas en distintos países
latinoamericanos entre 1936 y 1949, las que por su carácter regional y su
representación tripartita (con delegados gubernamentales, sindicales y empresariales)
se transformaron en espacios de debate sobre las particularidades del
continente.3 Entre estas particularidades la
situación de los indígenas apareció en los años de la década de 1930 no sólo
como algo distintivo para América Latina, sino también como una de las vías que
tuvo la oit para
integrar en su ámbito de acción a los países andinos, mismo papel que tuvo para
el resto de los países el trabajo marítimo, el agrícola o la alimentación
popular (Caruso, 2016; Pernet,
2011). En este sentido reconocemos que la problemática indígena era un aspecto
de interés para países de otras latitudes, como la India, los países
balcánicos, Turquía u otros, pero en nuestra perspectiva esta problemática
ofreció la ventaja de insertarse en un cambio de estrategia de la oit en su vinculación con el
continente, pasando de un interés por la ratificación de las convenciones
internacionales del trabajo a uno que lo complementaba con asesorías y
asistencia técnica.4 Parte de esta asistencia técnica
comprendía la realización de encuestas, la capacitación del personal
administrativo o la redacción de proyectos legislativos, lo que suponía
reconocer ciertas debilidades de las burocracias nacionales en implementar
políticas y programas de acción social. Sin embargo, como tendremos ocasión de
verlo a propósito de la encuesta que llevó a cabo la oit en Perú, estaba lejos de resolverse el dilema
de cómo pensar los problemas sociolaborales del
continente desde la matriz teórica de la oit, donde el obrero era entendido en su
dimensión industrial e ideológica (organizado en torno a un movimiento obrero),
muy lejos de la realidad mayoritaria que comprendía la población campesina,
artesanal e indígena.
Es necesario, en
todo caso, señalar que la condición de los indígenas se había transformado en
un tema de preocupación para la oit
mucho antes de los años treinta del siglo pasado, proponiendo en 1921 el
desarrollo de estudios sobre la condición laboral de este grupo y creando en
1926 la Comisión de Expertos en Trabajo Nativo (González, 2000). A partir de
los años de la década de 1930, y con el giro
latinoamericano que estaba teniendo la oit, la realidad indígena adquirió una dimensión
nueva, prueba de la apertura a uno de los temas más sensibles de la región
(Rodríguez-Piñero, 2005). Este acercamiento se vio apoyado por un cuadro
creciente de funcionarios y redes con vocación continental, lo que supuso una
temprana incorporación de sudamericanos a los órganos administrativos de la
institución de Ginebra y corresponsalías establecidas en algunas capitales como
Buenos Aires y Santiago de Chile. En este sentido, funcionarios como Moisés
Poblete, Carlos García Palacios, Raúl Migone, entre
otros, fueron representativos de este universo latinoamericano de la oit.
El objetivo
central de este artículo es analizar la encuesta realizada en Perú en 1936 por
Moisés Poblete Troncoso, funcionario de la oit, en el marco de
una de las resoluciones aprobadas por la Conferencia Americana del Trabajo (cat) realizada en Santiago de
Chile en enero de ese año. Tal resolución sugería, en primer lugar, la
necesidad de que los países latinoamericanos con mayor población indígena
entregaran la información necesaria para conocer los problemas sociales,
económicos y laborales de dicha población, y, en segundo lugar, que la oit iniciara un estudio sobre
la materia con el fin de proponer acciones a nivel internacional (Organización
Internacional del Trabajo [oit],
1936, pp. 147-148). Si bien su director, Harold Butler, encomendó la
realización de una encuesta en Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, Moisés
Poblete pudo llevar a cabo su cometido sólo en el primer país.
Proponemos como
hipótesis que el interés que mostraron las autoridades de algunos países, así
como los funcionarios de la oit
por conocer el problema social indígena, se vio enfrentado a la falta de
experiencias previas, la propia evolución que estaba teniendo la institución de
Ginebra al pasar de un foco colocado en la ratificación de las convenciones del
trabajo a uno de cooperación técnica, la ausencia de estadísticas confiables y
las distintas formas de entender el problema indígena por parte de las
autoridades locales e intelectuales, lo que puede explicar el desconocimiento de
este trabajo, apareciendo como un intento aislado por conocer la situación de
los indígenas.5
El artículo lo
hemos estructurado en tres secciones que comprenden, primero, una presentación
de las condiciones que hicieron posible la convocatoria a la primera cat realizada en Santiago de
Chile en 1936 y que dentro de sus resoluciones estuvo el encargar la
realización de una encuesta sobre la condición indígena en algunos países de la
costa del Pacífico sudamericano. Luego se presentan los principales problemas
que relevó la conferencia de Santiago de Chile, destacando la cuestión indígena
como un resorte temático que permitió el acercamiento de la oit a los problemas sociales del continente, para
finalizar con la encuesta del funcionario de la oit, Moisés Poblete,
realizada en Perú en 1936.
Para cumplir con
el objetivo de este artículo hemos utilizado las fuentes disponibles en el
archivo de la oit en
Ginebra, en el Archivo Nacional de Chile, además de las actas de la cat y el informe elaborado por
Moisés Poblete en Perú y publicado en 1938. El conjunto de esta documentación
nos permitirá dimensionar la importancia de esta encuesta en hacer visible el
problema social indígena y las instancias trasnacionales que se articulan para
abordar esta realidad presente en muchos países.
La Conferencia Americana
del Trabajo de 1936
La cat convocada por la oit y desarrollada en Santiago
de Chile en 1936 supuso un espacio privilegiado para discutir sobre los
problemas sociales del continente (Herrera, 2013b). El delegado gubernamental
chileno, Fernando García Oldini (1935), cuando invitó
a los delegados de la XIX Conferencia Internacional del Trabajo a celebrar una
conferencia regional, justificó tal reunión “para discutir no sólo las
cuestiones de importancia universal, sino que también cuestiones regionales,
como las condiciones de los trabajadores agrícolas, la utilización del tiempo
libre de los trabajadores y la aplicación de la seguridad social” (p. 426).
Dicha propuesta generó la adhesión inmediata de todos los representantes
americanos presentes en Ginebra, aprobándose el 21 de junio de 1935 en la
sesión número 72 del Consejo de Administración de la oit.
El esquema
tripartito de las conferencias internacionales siempre fue destacado como lo
más novedoso y progresista de la oit,
al incorporar en sus debates a los representantes gubernamentales,
empresariales y sindicales en la resolución y aprobación de las convenciones.
Reglamentariamente la organización de la cat a realizarse en la ciudad de Santiago debía
estar a cargo del ca,
siendo financiada con aportes de la institución de Ginebra y del gobierno de
Chile.6 El ca preparó el reglamento y cinco informes sobre
los temas a tratar en el programa. La propuesta mexicana de incorporar en el
debate las condiciones laborales en la agricultura planteó serias dificultades
a la representación brasileña, la que amenazó con marginarse del encuentro si
se trataba dicho tema. México estaba en pleno proceso de reforma agraria y de
sindicalización campesina, y deseaba dar a conocer su experiencia, lo que era
considerado por Brasil como un asunto nacional, difícil de discutir en una
conferencia de carácter continental. Sin embargo, el ca resolvió apoyar la proposición mexicana e
incorporar en el programa de la cat
la situación agrícola del continente, argumentando que una materia tan
fundamental no podía estar ausente de un encuentro que abordara temáticas
sociales.7
Para organizar
la participación de cada una de las delegaciones, los países constituyeron una
comisión especial encargada de preparar la nómina de delegados y de los
consejeros técnicos no gubernamentales, así como elaborar informes y proyectos
de resolución. Se buscaba evitar los conflictos al interior de las delegaciones
y un posible rechazo de las representaciones por sector, especialmente obreras.
La comisión chilena estuvo presidida por el profesor universitario Héctor Escribar, experto en derecho laboral,8
y asesorada por Carlos Dragoni, que investigaba en
Chile, por mandato de la sdn,
el problema de la alimentación, y Alejandro Dusseillant,
responsable de estudiar las condiciones sociales de los trabajadores agrícolas.9
La cat fue inaugurada el 2 de
enero de 1936 en el salón de ceremonias del Congreso Nacional de Chile. De las
19 naciones presentes (Costa Rica envió un observador gubernamental), sólo diez
enviaron delegaciones completas, permitiendo el encuentro de expertos en
materia laboral y social como Afonso Bandeira de Mello, director general del Trabajo de Brasil y
antiguo delegado gubernamental a las conferencias de la oit; Exequiel González Cortés, antiguo diputado,
médico y redactor de la ley de seguros sociales de Chile; Santiago Labarca, presidente de la Caja del Seguro Obrero de Chile;
Edgardo Rebagliati, encargado en la época de la
redacción del proyecto de seguro obrero obligatorio de Perú, y Alejandro Unsain, experto en derecho laboral y delegado argentino a
las conferencias de la oit.
La representación de la oit
estuvo también garantizada con la presencia del experto David Blelloch, encargado de la ratificación y aplicación de las
convenciones; W. Jenks, de los aspectos jurídicos; E.
Siewers, de la cesantía, y Oswald
Stein de los seguros sociales. El experto Maurice Stack formó parte de la comisión de seguros sociales y
Adolf Staal fue nombrado responsable de las
relaciones con los delegados obreros presentes en la conferencia. Por último,
los funcionarios de la oit,
el argentino S. L. Childs y el chileno Moisés Poblete
Troncoso, fueron nombrados asistentes del secretario general de la cat, cargo asumido por Harold
Butler.
La cat conformó tres comisiones,
cada una constituida por delegados gubernamentales, sindicales y patronales,
además de secretarios y un representante de la oit: la comisión de proposiciones, la de seguros
sociales y la de trabajo infantil y de mujeres. En cuanto a los aspectos que
podían ser objeto de debates, algunas delegaciones formularon las siguientes
propuestas: Estados Unidos solicitó que se discutiera sobre la edad mínima para
ingresar al mercado laboral, la racionalización de la industria textil y la
reducción de la jornada en esta rama industrial. Chile propuso debatir sobre la
alimentación popular, la inspección laboral, el salario mínimo y las
condiciones de vida de los obreros agrícolas.10
Los discursos de
inauguración expresaron el deseo de que la cat favoreciera el acercamiento de la oit a los problemas
específicos del continente, así como el reforzamiento de su acción en el mundo.11
Durante la discusión plenaria algunos delegados plantearon el desafío de cómo
resolver, desde un punto de vista colectivo, los problemas sociales que
afectaban al conjunto de los países, tomando en cuenta que en Europa la
cooperación se apoyaba en el desarrollo industrial más o menos común, lo que no
ocurría en América Latina, donde la cooperación se hacía difícil por las
diferencias sociales y económicas. Es más, muchos gobiernos justificaban el
retraso en la legislación social, argumentando las particularidades de su
realidad social, política y económica, levantando algunas veces la bandera del
nacionalismo con el fin de impedir una acción regional conjunta.
Por su tradición
internacionalista las delegaciones sindicales se mostraban más dispuestas a
colaborar con las instancias de cooperación continental e incluso tenían una
posición crítica frente a aquellos sectores que buscaban limitar los derechos
sociales a las fronteras de cada país. El delegado sindical chileno, Luis
Solís, señaló al respecto:
En primer lugar, refutamos que se exagere,
con criterio anacrónico, la ponderación de los factores geográficos e
históricos en la elaboración del Derecho. Por encima de ellos se ha
desarrollado, sobre todo en forma vertiginosa en las últimas décadas, la
superestructura técnica del capitalismo, que borra las diferencias, acorta las
distancias y acentúa la interdependencia de los pueblos en el plano mundial (oit, 1936, p. 67).
Era claro que,
con la influencia creciente de la oit
y la necesidad de pensar regionalmente los problemas sociales, las naciones
latinoamericanas debían integrar la variable internacional al momento de pensar
sus legislaciones nacionales, lo que suponía ser receptivo a las ideas sociales
provenientes del extranjero y estar dispuesto a promover una base común en la
legislación laboral, como signo de pertenencia al continente. Como lo señaló el
delegado patronal peruano, Ramírez Otárola (oit, 1936), la cat debía proponerse como objetivo central el
beneficiar a todos los trabajadores de las ventajas de una legislación
protectora (p. 143). En el mismo sentido, el delegado patronal de Bolivia (oit, 1936) propuso un proyecto
de resolución sobre la necesidad de que los países se esforzaran en uniformar
su legislación social a partir de los principios aprobados en las distintas
convenciones (p. 176).
Sin embargo,
para algunos delegados gubernamentales la cooperación debía limitarse a la
realización de estudios y encuestas a nivel regional, además de comparar las
tasas de ratificación de las convenciones, pero sin avanzar en la discusión,
por ejemplo, de un derecho social americano. El hecho de que la cat no tuviera un carácter
legislativo y no pudiera aprobar convenciones, limitaba sus alcances a una
discusión sobre el nivel alcanzado por los países y a la propuesta de
resoluciones que serían reflejo de las necesidades puntuales de los gobiernos,
pero donde la perspectiva continental quedaba ausente. Por temor a extender los
debates, algunos delegados llamaron la atención sobre el énfasis excesivo que
se colocaba en la mirada puramente legislativa de la cooperación, sin integrar
la reforma económica o política, como base de un mejoramiento efectivo de las
condiciones de la clase obrera. Por ejemplo, el delegado gubernamental de
Haití, J. G. Silva (oit,
1936), señaló: “Me parece una cosa vana cuánto esfuerzo realicen las naciones
por desarrollar lo más ampliamente posible su legislación social, si se dejan
en pie hechos económicos y políticos que tiendan a contrarrestar los efectos
verdaderos a que está destinada la legislación social” (p. 81). Esta posición
del delegado haitiano reflejaba tanto las posturas de aquellos que criticaban
el interés excesivo que colocaba la oit
en el programa de ratificación de las convenciones, como de aquellos que
cuestionaban la legislación social universal porque no contemplaba reformas más
profundas en el ámbito económico y social.
Los problemas sociales
más urgentes en 1936
La cat tuvo en sus primeras
sesiones plenarias un largo debate donde se expresaron las posiciones de las
delegaciones sobre el primer tema propuesto en la tabla de discusión: la
ratificación y aplicación de las convenciones internacionales del trabajo. Los
delegados resolvieron sobre la necesidad de que la oit prosiguiera y aumentara su acción de difusión
sobre las ventajas de la legislación laboral y las publicaciones sobre el
estado social de los países del continente.12
Otro aspecto
fundamental que se debatió fue sobre los organismos de inspección laboral, que
aparecía en todos los debates a propósito de la aplicación de las convenciones
de la oit. Numerosas
dificultades en la aplicación de una legislación social internacional aparecían
así ligadas a la ausencia en el continente de una cultura de inspección y de
respecto a la legislación.13 La oit jamás abordó directamente
el tema de los organismos técnicos a través de una convención. Si bien en 1919
se aprobó una recomendación general sobre la materia, fue en 1923 que se trató
de manera más profunda con la recomendación número 20, la que señaló la
necesidad de avanzar en la creación de organismos de inspección laboral, con el
objetivo de garantizar la aplicación de las convenciones y, en general, de
todas las medidas de mejoramiento de las condiciones de los trabajadores. De
esta forma los gobiernos tuvieron libertad para ir estableciendo instituciones
y procedimientos de inspección a medida que la legislación social avanzaba, lo
que redundó en la instauración de un sistema poco uniforme a nivel continental,
dotado de medios limitados y con dificultades en el reclutamiento de personal
calificado. Por otra parte, la complejidad creciente de la legislación social
ejerció una presión extra sobre la inspección, generando dudas sobre su
autonomía real de los intereses empresariales.14
La cat resolvió perfeccionar los
procedimientos de inspección laboral, incluyendo una sección masculina y otra
femenina, dotadas de las mismas facultades y derechos (Ministerio de Industria
y Trabajo, 1937, pp. 29-30). La oit
no quedó al margen de esta evolución institucional y creó una sección
denominada “Derecho e inspección del trabajo”, responsable de realizar las
tareas preparatorias de un estudio internacional sobre los principios generales
que debía contener la organización de una inspección laboral moderna.
Un tercer tema
sensible para los delegados a la cat
fue el relativo a la agricultura, siendo los representantes mexicanos quienes
monopolizaron el debate. La delegación mexicana presentó un informe sobre la
situación en su país mostrándose como un modelo para el resto de las naciones
del continente. El informe mostraba el progreso en materia de contrato de
trabajo agrícola, comprendido tanto en la Constitución de la república como en
la Ley Federal del Trabajo de 1931, la cual estipulaba la fijación de la
jornada laboral, el descanso dominical, el salario mínimo, la reglamentación de
las actividades de mujeres y niños, entre otros, así como la formación de
sindicatos y las huelgas (oit,
1936, p. 204). Un aspecto importante en el mejoramiento de las condiciones
agrícolas era el conjunto de disposiciones que reglamentaban el riesgo
profesional, como los accidentes y las indemnizaciones. El artículo 197 de la
Ley Federal del Trabajo estipulaba una serie de obligaciones patronales con
respecto a la situación de los trabajadores.
La delegación
mexicana denunció que uno de los inconvenientes principales en la puesta en
práctica de un sistema global de reglamentación de las actividades agrícolas
era la ausencia de estadísticas sobre la materia. De esta forma, la cat aprobó la resolución de
recomendar al ca la
realización de un estudio sobre el uso de las estadísticas en la agricultura,
con el fin de avanzar en la elaboración de estadísticas uniformes (oit, 1936, pp. 284-288).
Un cuarto tema
abordado por la cat fue
el trabajo de mujeres y niños. La comisión respectiva reconoció el papel de la oit en la promoción de las
convenciones, apoyando las luchas históricas en favor de la maternidad y la
protección de los menores, como forma de disminuir los altos índices de
mortalidad infantil que golpeaba a la región. La igualdad entre hombres y
mujeres, en lo que concierne a las remuneraciones y el acceso a los puestos de
responsabilidad, fueron también planteados (oit, 1936, pp. 267-268). Sobre el salario de las
mujeres, el delegado gubernamental peruano Ramírez Otárola recomendó aprobar el
ingreso mínimo en la industria a domicilio, actividad especialmente femenina, y
que las mujeres solteras y casadas recibieran de manera íntegra su salario (oit, 1936, p. 270). También
propuso armonizar el seguro de maternidad en tres meses antes y tres meses
después del parto, extendiendo sus beneficios a las actividades independientes
y a la agricultura, aunque excluyendo la industria a domicilio y la pequeña
producción agrícola. La comisión también avanzó en otro aspecto contenido en
las convenciones internacionales, como era la obligación de los empresarios de
instalar salas cunas en las empresas de más de 20 mujeres.
Algunos aspectos
de la condición de las mujeres mostraron las diferentes posiciones existentes
al interior de la comisión. La delegación chilena estuvo representada por María
Ramírez, delegada del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile,
quien recomendó avanzar en medidas que favorecieran la igualdad de
remuneraciones, cuestionando que fuera una conquista de los países de la
región:
Tal como aparece en el Informe, muchos
delegados han hablado de esta igualdad de salario como de una conquista
obtenida gracias a las Convenciones redactadas en estas Conferencias [de
Ginebra]. No creo que haya derecho moral de seguir hablando, por lo menos para
los representantes de los países de la América del Sur, donde las mujeres están
en condiciones que no son las de un ser humano. Aquí, delante de todos los
Delegados a esta Conferencia, tengo el deber de decir que esta conquista no
existe ni ha existido jamás (oit,
1936, p. 272).
Esta postura
crítica de la delegada chilena se conectaba muy bien con las posiciones
feministas clásicas, reflejando la importancia que tenía el trabajo en el
movimiento feminista latinoamericano como factor de cambio social y reconocimiento
de derechos. Según la historiadora Asunción Lavrin
(2005), un aspecto que caracterizó al feminismo de la región a comienzos del
siglo xx fue su objetivo de hacer compatible el
trabajo con el hogar, así “la maternidad se convirtió en el hilo común que
juntaba a la izquierda política, las feministas y los reformadores sociales
liberales” (p. 20). Esto puede explicar el rechazo de la delegada chilena a las
propuestas aprobadas por la comisión que limitaban el derecho al seguro de
maternidad y que establecían el pago de 50% del salario a las mujeres
embarazadas, proponiendo en cambio la creación de cajas de seguros de
maternidad bajo la contribución patronal y el pago íntegro del sueldo, derechos
que debían extenderse a la industria a domicilio y a la pequeña agricultura.
Sin embargo, todas estas proposiciones fueron rechazadas por algunos delegados,
especialmente peruanos y brasileños, bajo el argumento de que tales medidas
aumentarían los costos de producción (oit,
1936, p. 364).
En cuanto al
trabajo infantil, la comisión expresó un solo desacuerdo: la fijación de la
edad mínima. Aunque las delegaciones chilena y ecuatoriana propusieron la edad
de 17 años y la de los Estados Unidos de 16, la cat aprobó una resolución demandando la
ratificación de la convención que fijaba en catorce años la edad mínima,
especialmente en la industria (oit,
1936, p. 370). De todas maneras la cat
recomendó al ca la
revisión de las convenciones relativas al trabajo infantil con el fin de
establecer la edad mínima en quince años, resolución que tuvo la oposición
gubernamental de Brasil y patronal de Uruguay, Chile y Brasil (oit, 1936, p. 371).
Por último,
además de la ratificación de las convenciones, la condición de los trabajadores
agrícolas y el trabajo infantil y de mujeres, la cat aprobó resoluciones relativas a la
alimentación popular y el salario mínimo. A propósito de lo primero, se apoyó
la realización de una encuesta para determinar el estado de la nutrición y los
costos de los alimentos, junto con la firma de tratados comerciales para
procurar productos nutritivos a aquellos países que los necesitaran. La cat aprobó también ajustar los
salarios de los trabajadores al costo de la vida de sus respectivos países (oit, 1936, pp. 289-290). En
cuanto al salario mínimo, se resolvió solicitar al ca la incorporación, en el programa de una futura
conferencia del trabajo, de la temática salarial y los subsidios familiares,
según el criterio de satisfacción de las necesidades materiales y culturales (oit, 1936, p. 283).
El problema social indígena:
la encuesta en Perú de 1936
La mayor novedad
de las resoluciones de la cat
fue colocar en el debate la realidad social de América Latina, muy distinta a
la de Europa y Estados Unidos. Por ello, los delegados propusieron avanzar en
el conocimiento de dos aspectos que estaban vinculados y que eran asumidos como
los problemas más urgentes a tratar: la situación de la agricultura y las
condiciones de vida de los indígenas.
La agricultura
era un tema abierto a la intervención de la oit desde comienzos de los años de 1930, cuando
se aprobó una serie de convenciones en ese ámbito, como por ejemplo la
convención sobre el seguro de invalidez (1933), el seguro de muerte (1933) y el
seguro de vejez (1933). Sin embargo, es necesario señalar que desde los años de
1920 la oit había
establecido relaciones con el Instituto Internacional de Agricultura de Roma,
creando en 1923 una comisión consultiva mixta agrícola cuyo objetivo era
reglamentar la competencia entre las dos instituciones y avanzar en una colaboración
más práctica. Pero la necesidad de una instancia fluida de cooperación, junto
al reconocimiento de la problemática agrícola por parte de la institución de
Ginebra, obligaron a formar una comisión permanente en 1938 (oit, 1938).
Fue en este marco
que la cat abordó el
tema agrícola, resolviéndose solicitar al ca la realización de un estudio sobre las
condiciones laborales en la agricultura y el nivel de desarrollo que tenían en
el continente las estadísticas agrícolas (oit, 1936, p. 391). La principal dificultad, que
fue reconocida más tarde, era que la oit
no tenía un real conocimiento sobre estos aspectos porque su interés se había
centrado en los sectores industriales y urbanos. Incluso, los países donde la
agricultura era predominante no estaban en condición de entregar estadísticas
detalladas y factibles de ser comparadas. Como se señaló en La Habana en 1939:
“La primera tarea, entonces, consiste en reunir una información la más
detallada posible sobre los diversos aspectos de las condiciones del trabajo
agrícola en los diferentes países interesados” (oit, 1939, p. 200). Luego del cierre de la cat, las misiones realizadas
por un funcionario del Servicio Agrícola de la oit permitieron informar sobre la situación de
Argentina, Brasil y México, donde la agricultura era más representativa.
Al tema agrícola
estaba asociada la cuestión indígena, discusión ausente de las conferencias
internacionales, al menos hasta mediados de los años treinta. Los intelectuales
habían comenzado a analizarla en los diversos congresos regionales,
especialmente a partir del Primer Congreso de Previsión Social, llevado a cabo
en Río de Janeiro en 1923, y el Primer Congreso de Economía Social de Buenos
Aires en 1924. El Primer Congreso de Previsión Social señaló que la legislación
laboral debía contener disposiciones especiales para los indígenas,
garantizando su protección e incorporándolos a las actividades nacionales (oit, 1928, p. 213).
La VII
Conferencia Panamericana de 1933 en Montevideo solicitó a la Unión Panamericana
la convocatoria a un congreso indigenista para 1939 en la ciudad de La Paz,
encuentro que solamente tuvo lugar en 1940 en Pátzcuaro, México. El principal
resultado de este congreso fue la creación de un Instituto Indigenista
Interamericano, cuyo objetivo principal sería la promoción de una política de
carácter continental (Confederación de Trabajadores de América Latina, 1940; Giraudo, 2006). Este instituto dispuso como órgano oficial
de difusión su revista América Indígena, que
comenzó a ser publicada desde 1941.
La primera
dificultad para abordar la situación social indígena fue identificar sus
alcances, producto de la ausencia de estadísticas precisas y porque el carácter
racial de algunas ideologías progresistas no ayudaba a hacer visible su
presencia, sobre todo en Argentina y Chile.15 La cat aprobó la resolución
presentada por el delegado gubernamental peruano Rebagliati
relativa a las condiciones de vida y de trabajo de los indígenas del
continente, resolviendo recomendar al ca
la reunión de toda la información disponible sobre las dificultades que
afectaban a dicho grupo, para luego realizar una encuesta sobre el tema como
base de las futuras políticas sociales (oit, 1936, pp. 147-148). La oit, consciente de la amplitud del desafío,
avanzó en la realización de estudios preliminares para luego emprender la
realización de una investigación más completa en terreno. Estos estudios
preliminares permitieron reunir información sobre algunos países –especialmente
Bolivia, Ecuador y Colombia– aunque la encuesta profundizó sobre la condición
indígena de uno solo: Perú. Según un informe posterior de 1939, la elección de
este país formaba parte de una primera etapa:
La experiencia obtenida en la primera fase
de la encuesta propuesta por la Conferencia de Santiago hizo que la oit llegase a la conclusión de
que en adelante debería concentrar sus esfuerzos para lograr que todos los
Gobiernos de los Estados americanos enviasen una detallada información sobre
las condiciones de trabajo y de vida de sus poblaciones indígenas de manera que
fuese posible hacer un estudio general comparativo de los problemas planteados
(oit, 1939, p. 175).
No es difícil
encontrar las razones de la elección de Perú para la aplicación de la encuesta.
La delegación peruana no sólo había demandado la aprobación de una resolución
concreta sobre la materia, sino que también había puesto énfasis en la
necesidad de acrecentar el conocimiento sobre el problema social indígena como
base para la implementación de futuras acciones. A nivel más general, el
segundo gobierno del general Óscar Benavides (1933-1939) se mostraba empeñado
en mostrar logros en materia de políticas sociales y era favorable a los
contactos con la oit
para recibir asesoría en diferentes temas (Drinot,
2016). Por último, es necesario agregar que la problemática indígena era un
tema sensible en Perú, el cual podía mostrarse como un referente para el resto
del continente. Sin ir más lejos las posiciones políticas pro indígenas habían
ganado terreno en el país e intelectuales como José Carlos Mariátegui y Víctor
Raúl Haya de la Torre, entre otros, centraban su discurso revolucionario en la
defensa de su cultura, el mejoramiento de sus condiciones de vida y la reforma
agraria (Devés, 2000). Por lo tanto, la oit no podía quedar al margen
de esta realidad, especialmente si se considera, como los mismos delegados a la
cat lo habían señalado,
que la mayoría de la población trabajadora de los países de la costa del océano
Pacífico era de origen indígena.
La encuesta en
Perú fue llevada a cabo por el funcionario chileno de la oit Moisés Poblete Troncoso, que había ingresado
en 1927 luego de tener una importante carrera en Chile como director de la
Oficina del Trabajo y subsecretario del Ministerio de Higiene, Asistencia,
Trabajo y Previsión Social. Como funcionario internacional le había tocado
realizar estudios sobre el avance de la legislación social en América Latina y
misiones diplomáticas y de asistencia técnica en distintos países del
continente (Yáñez, 2013). Por lo tanto, no sólo conocía muy bien el entramado
de redes y vinculaciones que la oit
había establecido en la región, sino que también tenía muy buenas relaciones
con intelectuales y funcionarios de primer nivel, siendo la persona más idónea
para llevar a cabo la encuesta sobre la realidad indígena de Perú. Sin embargo,
hubo también una razón práctica para su elección. La cat de 1936 fue la instancia para plantear la
necesidad de aumentar el número de funcionarios latinoamericanos en la oit, así como el número de
corresponsales en la región.16 Una
de las corresponsalías fue creada en Santiago de Chile, siendo Moisés Poblete
el responsable de organizarla. Todo indica que su traslado a América del Sur,
acordado a comienzos de 1937, se debió al buen trabajo realizado en Perú y por
la necesidad de “proseguir las encuestas sobre las condiciones de vida y de
trabajo de la población indígena de ciertos países y para cumplir con otras
tareas”, como se señalaba en una carta confidencial de Poblete a Harold Butler.17
En febrero de
1936 el gobierno peruano dictó un decreto con el fin de facilitar las
condiciones para que el comisionado de la oit pudiera llevar a cabo su cometido, ofreciendo
los medios técnicos y humanos del Ministerio del Trabajo (Poblete, 1938, p. 3).18
En marzo del mismo año se convocó a una sesión especial del Consejo Superior de
Asuntos Indígenas donde expuso el asesor técnico José María Escalante sobre
diversos problemas que afectaban a las comunidades locales. El director del
Departamento del Trabajo, Edgardo Rebagliati, cooperó
en la recolección de información y puso a disposición del delegado de la oit a Gerardo Bedolla Sáenz,
uno de los especialistas del departamento, para que lo acompañara en sus viajes
por las regiones mineras de Oroya y Morococha,
situadas alrededor de 180 km al este de la capital.
Moisés Poblete
participó en algunas conferencias científicas y se reunió con doce comisiones
indígenas de distintas zonas de Perú, lo que le permitió tener un conocimiento
directo de sus necesidades. Varios miembros del Congreso le ofrecieron
documentación oficial sobre aspectos legislativos, además de acceder a las
ideas de algunos intelectuales indigenistas. En este punto Poblete hace
referencia a las obras de J. C. Tello, Hildebrando Castro Pozo, Abelardo Solís,
José Carlos Mariátegui, Luis E. Valcárcel, Erasmo Roca, Atilio Sivirichi, Rafael Larco Herrera, entre otros: “Los
indigenistas son numerosos en el Perú, ello revela un espíritu de alta
comprensión de la importancia del problema, aunque no todos ellos se inspiran
en los mismos principios ni preconizan iguales soluciones, seguramente por las
dificultades y complejidad de las cuestiones” (Poblete, 1938, p. 5).
El informe de
Poblete fue redactado desde fines de 1936 y durante gran parte de 1937, lo que
explica su publicación en 1938.19 En
términos formales comprende nueve capítulos, más una introducción, conclusión y
anexos, con un total de 233 páginas, las que abordan aspectos históricos y las
actividades de los indígenas en la agricultura, la industria y la minería.
Además, analiza la presencia de algunas formas de trabajo obligatorio,
problemas sociales específicos y los organismos existentes para su protección.
A partir de las
estadísticas disponibles y de otras investigaciones, preparó un cuadro
conteniendo el número y la distribución de las comunidades, lo que asociado a
metodologías etnográficas y sociológicas le permitió establecer la existencia
de un grupo primario que comprendía la población indígena propiamente tal y una
gran cantidad de grupos secundarios, como mestizos, mestizo-japonés, mulatos,
entre otros. Según Poblete (1938), se debía aplicar el concepto de “población
indígena al grupo racial y étnico de la población peruana y al mestizo de
indio, cuando sigue viviendo en las mismas condiciones económico-sociales que
aquellos” (p. 13). De acuerdo con este criterio este grupo podía ser estimado
en 800 000 personas.
El informe hace
referencia especialmente a la condición de los indígenas en la agricultura y la
industria. En cuanto a lo primero, se describían las diversas modalidades de
posesión de la tierra, desde la propiedad colectiva hasta la individual,
estimando Poblete que la primera debía ser la base de las futuras cooperativas
de producción, esenciales para la protección de la población. Los trabajadores
agrícolas eran clasificados como inquilinos y jornaleros, dependientes del
poder patronal y con condiciones laborales precarias, existiendo todavía modalidades
de trabajo obligatorio. En lo que respecta a las actividades industriales, el
informe daba cuenta de la presencia indígena en las manufacturas,
principalmente urbanas y mineras. Aunque el artesanado no se veía afectado por
el desarrollo de la industria o por la presencia de productos extranjeros, se
especulaba que las manufacturas tradicionales, como los textiles y la
alfarería, desaparecían por la reducción de la población indígena o por su
aislamiento geográfico. Ante la ausencia de legislación especial para los
trabajadores industriales de origen indígena, Poblete proponía reforzar las
medidas de control de algunas leyes, en particular sobre la jornada laboral,
los accidentes y el sistema de enganche. Se planteaba también la necesidad de
limitar algunas formas de trabajo obligatorio, como el transporte de mercancías
y el trabajo forzado y gratuito en las obras públicas. El informe proponía
también mejorar las condiciones de vida de los indígenas que residían en las
ciudades, a partir del mejoramiento de sus viviendas, aunque se reconocía el
progreso en la construcción de barrios obreros.
En una arista
más sanitaria, Poblete señaló que los problemas más complejos que afectaban a
la población indígena peruana eran el alcoholismo y el consumo de coca. Si bien
reconocía la existencia de un marco cultural que explicaba dichas conductas,
ponía el acento en el papel de la educación y de la ley para hacerles frente,
porque de una manera disimulada podían afectar profundamente su desarrollo como
grupo.
Por último, el
informe señalaba que uno de los mayores desafíos que enfrentaba Perú era la
integración de su población indígena, de tal forma de hacerla partícipe de la
vida social, económica y cultural del país y “de hacerla capaz de tomar parte
activa en la producción y en el consumo y de ejercer sus derechos ciudadanos
con la misma conciencia y capacidad que el resto de la población” (Poblete,
1938, p. 183). Esto traería consecuencias beneficiosas no tan sólo para los
indígenas sino también para el desarrollo económico y social del país:
Es también necesario proteger el capital
humano que el indígena representa, elevar progresivamente su standard de vida
para permitirle gozar de las conquistas de la civilización y del progreso. La
valorización de este capital humano debe realizarse en atención al número de
indígenas y a los factores especiales del país. Él es fuente de riqueza y de
progreso general, que de ninguna manera debe abandonarse (Poblete, 1938, p.
197).
La importancia
del estudio de Poblete radica en que ayudó a hacer visible para la oit el problema social
indígena, ampliando el conocimiento en cuanto a sus dimensiones y alcances. Sin
embargo, y pese a estos avances, no es sino hasta los años de 1940 que se
establece un balance más completo sobre la situación indígena del continente.
La principal dificultad seguía siendo la falta de estadísticas confiables para
dimensionar el problema, ante lo cual el director de la oit, Edward Phelan,
señaló en un informe de 1946 lo siguiente:
No está de más el hacer notar aquí que es
muy difícil, desde todo punto de vista, el establecer la calidad de “mestizo” o
la calidad de “blanco”, así como el llegar a obtener características
específicas que justifiquen la denominación de “indio”. Muchos investigadores
han empleado para clasificar a los indios la pigmentación cutánea u otros
rasgos somáticos que se han revelado de poca importancia, existiendo la
tendencia cada vez más acentuada de tomar como punto de diferenciación los
caracteres culturales y económicos entre los distintos grupos de la población (oit, 1946, pp. 129-130).
El informe del
director de la oit
incorporó como aspecto nuevo la seguridad social, ausente en el estudio de
Poblete, planteando la ayuda médica “como un primer paso hacia la aplicación de
regímenes de seguridad social” (oit,
1946, p. 133). Además, se señalaba que toda puesta en práctica de una política
social indígena debía darse en el marco de la cooperación interamericana y con
el apoyo de la oit, “la
única que puede permitir el aprovechamiento de las experiencias realizadas en
este o en otros continentes y que sin duda podrá llegar a obtener las
soluciones más justas que conduzcan a la integración total del indio en la vida
económica de los pueblos de América” (oit,
1946, p. 141).
En el curso de los
años de 1940, la región podía mostrar ciertos progresos en materia legislativa
y de defensoría indígena, tal como se presentan en el cuadro 1.
Esta política
continental puede ser caracterizada como parte de una visión paternalista de la
acción del Estado, orientada a la protección de la “raza indígena” y su
integración a la vida nacional, justificando para ello la creación de servicios
encargados de resolver sus problemas y, más concretamente, del cargo de
procurador, tal como lo solicitó el Primer Congreso Indigenista de 1940.20
La Tercera
Conferencia Americana del Trabajo, de 1946, realizada en la ciudad de México,
incapaz de llegar a una resolución compartida por el conjunto de los delegados,
solicitó al ca que
prosiguiera con sus estudios e informes, con la esperanza de abordar la
problemática indígena en las próximas conferencias, tal como se hizo en la
cuarta conferencia de 1949, en Montevideo (oit, 1949). Todo este programa de protección
concluyó, en una primera etapa, con la aprobación de la primera convención
internacional sobre pueblos indígenas y tribales en 1957.21
Conclusiones
Durante los años
1930 y 1940 el continente americano se presentó como un espacio mayor en la
escala de las relaciones internacionales, apareciendo modelada por disputas
globales donde participaban la sdn,
el panamericanismo y otras instituciones satélites del periodo de entreguerra. En particular, América Latina tenía un
conjunto de problemas y demandas que no habían sido incorporados en la creación
de la oit en 1919, la
que había privilegiado abordar los aspectos más tradicionales del mundo del
trabajo y de la industria.
Los efectos de
la Gran Depresión hicieron visibles problemas nuevos, que daban cuenta de mejor
forma de las particularidades del continente y de sus aportes al debate de las
instituciones internacionales como la oit.
Fue en este contexto que se desarrollaron las conferencias interamericanas del
trabajo, las que facilitaron la reunión de expertos, la discusión con un
enfoque regional de los problemas continentales y la realización de estudios y
de misiones técnicas.
La importancia
asignada en este artículo a la cat
llevada a cabo en Santiago de Chile en enero de 1936 se explica justamente
porque los debates se centraron en aquellas propuestas sugeridas por las mismas
delegaciones del continente y que no tenían espacios en las conferencias
internacionales de la oit.
Pero, además, la cat
tuvo consecuencias más prácticas en el internacionalismo continental, como fue
el desplazamiento de expertos y de misiones técnicas, lo que suponía poner en
práctica una política social a nivel regional. Aunque muchas de esas misiones
estuvieron orientadas hacia un solo país, tenían el interés de organizar un
cuadro más global, sobre todo en aquellos problemas concernientes a varias
naciones, donde la situación de los indígenas y de la agricultura son los
mejores ejemplos. El impacto de las encuestas y misiones de asistencia técnica
de los años 1930 y 1940, y donde la encuesta en Perú fue una de entre muchas
otras, fue importante para el desarrollo de las competencias de la oit. Su interés en conocer la
dimensión de los problemas sociales del continente es la prueba de la apertura
a establecer una relación más directa con los países de la región.
Los principales
aportes de la encuesta realizada por Moisés Poblete pueden ser sintetizados en
dos aspectos. Primero, siendo una de las primeras misiones que se llevaron a
cabo en América Latina por parte de la oit, ayudó a formalizar sus protocolos de
intervención, reforzando los vínculos con las autoridades locales y legitimando
las relaciones de cooperación con la institución de Ginebra. Segundo, ayudó a
conocer los alcances del problema social indígena, sirviendo de orientación a
futuros estudios sobre la materia y permitiendo establecer comparaciones con
las realidades de otros países. Pero quizá lo más relevante es que puede ser
considerado el primer paso en los sucesivos aportes que realizará la oit para diagnosticar y
proponer mejoras en las condiciones sociales de la población indígena, política
protectora que concluirá en una primera etapa con la aprobación de la
convención 107 de 1957.
¿Cuánto de las
conclusiones ofrecidas por Poblete sobre la realidad indígena sirvieron para
futuros estudios sobre la temática? ¿Cómo fue percibido este trabajo en los
esfuerzos que realizaba la oit
para comprender las particularidades de la región? ¿Cuáles fueron las vías de
difusión que tuvo el informe? En este sentido, no deja de ser paradójico el
poco impacto que tuvo este primer esfuerzo por conocer la realidad indígena del
continente en el entramado administrativo de la institución de Ginebra, tal
como ha sido destacado por diversos autores (Rodríguez-Piñero, 2005), pese a
los propios empeños que realizó Poblete por difundir su investigación en
algunas instancias de reunión continental. Por ejemplo, se sabe que participó
en la VII Conferencia Panamericana de Lima en 1938, donde se abordó, entre
otros puntos, la “consideración del estado de las poblaciones indias”,
oportunidad que le permitió entregar una copia de la publicación al líder
sindical mexicano, y presidente de la ctal,
Vicente Lombardo Toledano.22
Más allá de
estos esfuerzos de difusión del informe de Poblete, creemos que existieron al
menos dos condiciones que hicieron que esta primera tarea de conocer la
cuestión indígena no tuviera el reconocimiento posterior. En primer lugar, en
septiembre de 1939 se inició la segunda guerra mundial, que tuvo para la oit y su trabajo de
internacionalización un efecto crítico y en un primer momento paralizante,
teniendo que trasladar sus operaciones a Canadá. La guerra no sólo fue
contraproducente en el plano de las comunicaciones cotidianas, sino también en
sus efectos sociales y económicos, movilizando los esfuerzos de los gobiernos
hacia otros intereses, redundando en una disminución de la participación de los
países en las conferencias internacionales y una reducción en el número de
ratificaciones. En concreto, nos parece que la continuidad de estos primeros
esfuerzos por hacer visibles las particularidades regionales se vio
interrumpida hasta entrados los años de 1940, cuando, al menos formalmente, se
convocó a la Tercera Conferencia Interamericana del Trabajo, en México (1946).23
En segundo lugar, el acercamiento a la problemática indígena se hizo durante
los años de 1930 desde un plano más bien cultural y étnico, dejando de lado su
dimensión sociolaboral. Las modalidades precapitalistas de producción, sumadas a formas de trabajo
colectivas y obligatorias, dificultaron la construcción de un imaginario del
indígena como trabajador y, en consecuencia, su inserción en el universo
conceptual de la oit.
Harold Butler, en un informe de 1946, señaló al respecto:
Como se ve, la mayor parte de las
resoluciones señaladas tratan el problema indígena desde un punto de vista ya
sea cultural, etnológico, filológico o se refieren muy de paso a los problemas
derivados de la aplicación de la legislación social y del trabajo entre estos
trabajadores. Sin embargo, y aparte de lo acordado a este respecto en
Pátzcuaro, la Confederación de Trabajadores de América Latina (ctal) y las Conferencias del
Trabajo de los Estados de América miembros de la Organización Internacional del
Trabajo, han aprobado algunas declaraciones concretas sobre el indio en su
carácter de trabajador (oit,
1946, p. 139).
En cierta forma
la encuesta de Poblete formaba parte de este grupo de estudios que habían
colocado demasiado énfasis en conocer la dimensión cultural de los indígenas,
sin abordar en profundidad sus condiciones laborales y regulaciones
legislativas, aspectos esenciales de la misión de la oit.
Anexo documental
Gobierno del
Perú.
Ministerio del
Trabajo
Decreto del 29
de febrero de 1936.
Considerando:
Que en la
reciente Conferencia del Trabajo de los Estados de América se aprobó, a
propuesta de la delegación gubernamental peruana y de acuerdo con las
instrucciones que le fueron impartidas, una resolución orientada a solicitar de
los gobiernos del Continente, interesados en la solución de los problemas
económicos y sociales de la vida y trabajo de las poblaciones indígenas, el
envío a la Oficina Internacional del Trabajo de los antecedentes y documentos
que guarden relación con ellos, y que, además, verifique la misma Oficina
Internacional del Trabajo un estudio especial de esos problemas y que se tomen
en cuenta las posibilidades que existen para llegar a una acción internacional
determinada con un objeto práctico;
Que, en
observancia de ese acuerdo, la Oficina Internacional del Trabajo ha designado
al señor don Moisés Poblete Troncoso, funcionario Titular Americano de dicha
Organización, como comisionado especial para que, constituyéndose en nuestro
país y en otros del Continente americano, realice los estudios pertinentes;
Que, tratándose
de una iniciativa que se refiere a la cuestión social que constituye
preocupación preferente del Gobierno y en la que toda cooperación es por lo
mismo apreciable, y más todavía cuando, como en el presente caso, ella tiene la
autoridad técnica de la Oficina Internacional del Trabajo
Se resuelve:
1. La Dirección
del Trabajo, Previsión Social y Asuntos Indígenas, queda encargada:
a) De prestar
atención y facilidades al Delegado Especial de la Oficina Internacional del
Trabajo, adscribiéndole, además, un asesor especial que sea miembro de la
Sección de Asuntos Indígenas.
b) De efectuar el
trabajo a que se contrae la primera parte de la resolución adoptada por la
Conferencia del Trabajo de los Estados americanos, y de reunir y coordinar en
consecuencia, la documentación y las observaciones relacionadas con los
problemas económicos y sociales de vida y trabajo de nuestra población
aborigen.
2. Las
autoridades políticas de la República prestarán al comisionado de la Oficina
Internacional del Trabajo las facilidades que requiera para el mejor
cumplimiento de su cometido.
Regístrese y
comuníquese.
Firma del
Presidente de La República.
Firma del
Ministro del Trabajo.
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aoit Archivo Organización Internacional del Trabajo,
Ginebra.
1 No hay una verdadera bibliografía
consagrada al panamericanismo, a excepción de algunos textos de comienzos del
siglo xx. Véase Gallardo (1941); Kelchner (1931); Manger (1931); Naón (1919); Quesada (1916, 1919). Recientemente se ha
publicado el libro de Sheinin (2000) y uno sobre la
participación de México en las conferencias panamericanas (Marichal,
2002).
2 En los últimos años se ha producido una
revolución en los estudios de la oit
a partir de los enfoques transnacionales y comparados. Véase Aglan, Feiertag y Kévonian (2011); Kott y Droux (2012); Lespinet-Moret y Viet (2011); Van Daele (2010).
3 En orden cronológico fueron las
siguientes. En 1936 se desarrolló en Santiago de Chile la Primera Conferencia
Americana del Trabajo; la segunda en La Habana en 1939; la tercera en la ciudad
de México en 1946, y la cuarta se desarrolló en Montevideo en 1949.
4 Para un programa de asistencia técnica en
América del Sur durante los años 1930, véase Plata (2013).
5 No deja de ser demostrativo del
desconocimiento del informe de Poblete el que un historiador que busca ofrecer
una perspectiva “racial” de la constitución de las políticas sociales en el
Perú de los años 1930 y 1940, a través del estudio del proyecto de “desindianización” de la nación peruana, como es Drinot (2016), ni siquiera cite la encuesta de 1936.
6 Carta confidencial del delegado chileno en
Ginebra, García Oldini. 11 de julio y 5 de agosto de
1935. Ministerio del Trabajo. Oficios y providencias. Vol. 231, 1935. Archivo
Nacional (en adelante an),
Chile.
7 Carta confidencial del delegado chileno en
Ginebra, García Oldini. 8 de agosto de 1935.
Ministerio del Trabajo. Vol. 231. an, Chile.
8 Memorándum de la comisión chilena, sin
fecha. Ministerio del Trabajo. Providencias. Vol. 278, 1936. an,
Chile.
9 Comunicación del Ministerio del Trabajo al
Ministerio de Relaciones Exteriores, 8 y 29 de octubre de 1935. Ministerio de
Relaciones Exteriores. Oficios recibidos, Ministerios V. Vol. 3506, 1935. an,
Chile.
10 Comunicación del Ministerio del Trabajo al
Ministerio de Relaciones Exteriores, 10 de diciembre de 1935. Ministerio de
Relaciones Exteriores. Oficios recibidos. Ministerios, V. Vol. 3506, 1935. an,
Chile.
11 Los discursos de apertura fueron
pronunciados, entre otros, por el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Cruchaga Tocornal, por el
presidente del Consejo de Administración de la oit, señor Ridell, y
por los representantes gubernamentales, patronales y sindicales del ca (oit, 1936, pp. 3-15).
12 En un informe de 1939 sobre la situación
del continente, la oit
reiteró su posición crítica. A pesar del avance de 1933 y 1934 en el proceso de
ratificación de las convenciones, América Latina había ratificado sólo 160 de
los 661 acuerdos aprobados por la asamblea de los Estados miembros de la oit, es decir 24.2%. En
relación con la aplicación de las convenciones, el mismo informe señalaba que
sólo algunos países entregaban regularmente información sobre el tema (oit, 1939, p. 162).
13 Tres países sudamericanos habían intentado
crear organismos de inspección del trabajo antes de la creación de la oit: Argentina (1907), Chile
(1907) y Uruguay (1913). La mayoría de las oficinas o departamentos del trabajo
comenzaron como organismos de estadística, para asumir luego funciones de
inspección. Al respecto, véase Lobato (2007); Soprano (2007); Yáñez (2008).
14 El consejero técnico representante de los
trabajadores chilenos, señor Godoy, señaló al respecto: “La importancia de la
cuestión que me toca tratar es innegable; no se trata de sancionar convenios y
de presentar a la consideración de los delegados la existencia de textos
legales en los cuales se establezcan principios de protección a los obreros. Se
trata, fundamentalmente, de denunciar la forma como ellos se aplican en
relación con los sistemas de control y los organismos encargados de vigilar su
cumplimiento y sancionar las evasiones a la ley” (oit, 1936, p. 170).
15 Esta apreciación, más bien técnica, está
confirmada por los estudios del director del Instituto Indigenista
Interamericano, Manuel Gamio, quien señala las dificultades de identificar
correctamente a la población indígena y las complejidades de los censos que
utilizaban el criterio lingüístico para determinar su número en un país. Véase
Gamio (1942a y 1942b).
16 Luego de la cat de 1936 fueron creadas oficinas de
corresponsales en Santiago de Chile, La Habana, Caracas, Montevideo, Lima y
Bogotá (oit, 1939, p.
84).
17 Carta confidencial de Poblete al director
de la oit. M. Poblete
Troncoso. Section administrative.
Exp. P 2037, 1 de febrero de 1937. Archivo
Organización Internacional del Trabajo (en adelante aoit), Ginebra.
18 El decreto se presenta en el anexo de este
artículo.
19 De acuerdo con el archivo personal de
Poblete, el 24 de junio de 1936 solicitó un periodo de reposo para tratar “la
enfermedad al corazón que tuve durante mi misión en América del Sur”. M.
Poblete Troncoso. Section administrative.
Exp. P 2037, 24 de junio de 1936. aoit, Ginebra.
20 Véanse las resoluciones en Oficina de
Asuntos Indígenas (1948, pp. 22-23).
21 La convención 107 de 1957 incluye aspectos
como el derecho a la tierra, contratación y condiciones laborales, formación
profesional, seguridad social, salud, educación y medios de comunicación.
Además, aborda materias territoriales y de recursos, los que serían la base de
la convención 169.
22 Para el historiador Patricio Herrera,
especialista en la obra de Vicente Lombardo Toledano y la ctal, “La
investigación de Poblete fue importante para que la ctal acentuara su posición al respecto [la
situación indígena] en la Segunda Conferencia ‘Americana’ del Trabajo,
celebrada en La Habana en 1939, la cual puede ser considerada como el último
antecedente para la realización de Primer Congreso Indigenista Interamericano”
(Herrera, 2013a, p. 152).
23 El informe de la oit de 1953 sobre las poblaciones indígenas
señala a propósito del estudio de Poblete: “La segunda guerra mundial impidió
la extensión de este tipo de encuestas a otros países del continente” (oit, 1953, p. 624).
Cuadro 1. Legislación Social Indígena
Bolivia |
Decreto de 1945 |
Prohibición del trabajo forzado de la población indígena. |
||
Brasil |
Decretos de 1942 y 1945 |
Servicio de protección de los indígenas, establecido en el Ministerio de Agricultura. |
||
Colombia |
Ley de 1943 |
Colonias agrícolas y ganaderos se establecen para la protección de la población indígena. |
||
Chile |
Ley de 1944 |
Las tierras de las comunidades indígenas son declaradas libres de impuestos. |
||
Ecuador |
Decreto de 1943 |
Creación del Departamento de Servicios de Asuntos Indígenas. |
||
México |
Decreto de 1941 |
Creación del Departamento de Asuntos Indígenas. |
||
Perú |
Decreto de 1941 |
Creación del puesto de procurador indígena, dependiente del Ministerio del Trabajo. |
Fuente: oit (1946, pp. 134-137).