Las instituciones a prueba. Los ferrocarriles en el Distrito Federal,
1878-1882
Institutions on trial. Railways
in the Federal District,
1878-1882
Fernando Aguayo Hernández
0000-0002-9726-3012
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora,
México
Resumen: Este texto
analiza un conflicto que enfrentó a dos compañías ferroviarias en el periodo de
1878 a 1882: la Compañía de los Ferrocarriles del Distrito Federal y la
Compañía Limitada de las Tranvías con Correspondencia del Distrito Federal. A
partir de su estudio se observa el funcionamiento, interacción y enfrentamiento
entre las instituciones en los distintos niveles de gobierno. También recupera
las consecuencias positivas que tuvo la confrontación para la extensión de la
red ferroviaria en la capital del país, entre otras.
Palabras clave: ferrocarriles; conflicto; ayuntamientos.
Abstract: This text analyzes a conflict experienced by two railway companies, the
Federal District Railroad Company and the Tramways Limited Liability Company
with the Federal District Correspondence, in the period 1878-1882. Its study
reveals the functioning, interaction and confrontation between institutions at
the different levels of government. It also highlights the positive
consequences of this confrontation for the extension of the railway network in
the capital of the country, among other aspects.
Key words: railways; conflict; town halls.
Fecha de recibido: 26 de octubre de 2016 Fecha de aceptación: 23 de junio de
2017
El propósito de este artículo es describir un conflicto
que enfrentó a dos compañías ferroviarias en el Distrito Federal el cual
motivó, entre otras cosas, la construcción acelerada de vías en la capital del
país. Y aunque esto es importante, el propósito central de este texto es
mostrar que durante los cinco años que se desarrolló el enfrentamiento, puso a
prueba no solamente la consistencia de las empresas ferroviarias, sino, sobre
todo, el funcionamiento de las instituciones de gobierno. La confrontación que
se dio entre la Compañía de los Ferrocarriles del Distrito Federal y la
Compañía Limitada de las Tranvías con Correspondencia del Distrito Federal
entre 1878 y 1882, acabó arrastrando a otros sectores de la sociedad. Ese
pleito obligó a pronunciarse y actuar a las instituciones locales, desde el
gobernador de la entidad y el Ayuntamiento, hasta los jueces locales; aunque
también implicó a las instituciones federales, desde el presidente de la
república y sus secretarios de Estado, hasta al pleno de la Suprema Corte de
Justicia. Este conflicto también dividió a la opinión pública, los periódicos
de la época empezaron tomando partido por alguna de las compañías, para acabar
atacando a los contrincantes que estaban bajo sospecha de favorecer oscuros
intereses, de estar en “conveniencia” con alguna de las empresas.
Es importante señalar que aunque la arena principal de la contienda fue la ciudad
de México, los municipios de Tacubaya y Guadalupe Hidalgo también se vieron
convertidos en campos de batalla, acabando por ser este último el espacio en el
que se definirían los resultados de la disputa.
Otros trabajos han analizado este
periodo de los ferrocarriles de la capital en el marco de la dimensión
institucional, o como antecedente en el surgimiento de la empresa que
monopolizó las vías en el Distrito Federal; también se han estudiado diversos conflictos
ferroviarios para observar la interacción de instancias de los distintos
niveles de gobierno, y para evaluar el grado de autonomía de los llamados
municipios foráneos de esta entidad (Álvarez, 2002; Leidenberger,
2011; Miranda, 2007; Rodríguez, 1996). A una escala más amplia se ha analizado
el tema de la competencia de las compañías ferroviarias y el papel de las
instancias gubernamentales (véase los trabajos de Grunstein,
1999). La singularidad de este artículo es que al
realizar una descripción del propio conflicto, se destacan las acciones de los
contendientes, pero también las gestiones realizadas por las corporaciones
municipales, con el fin de evaluar los resultados que produjeron a las
instituciones, a la entidad y a sus habitantes, o, para ser precisos, a los
usuarios de estos medios de transporte.
Las empresas ferroviarias beligerantes
Cuando a fines del año 1877 se
publicó la Memoria de los trabajos realizados por
la secretaría de Estado dedicada a fomentar las mejoras materiales, se anotó que
había solamente una empresa de ferrocarriles en el Distrito Federal, a la que
incluso se calificaba como “la concesionaria” (Secretaría, 1877). Esa empresa
era la Compañía de los Ferrocarriles del Distrito Federal que había sido
constituida legalmente el 20 de noviembre de 1876 por tres propietarios: los
señores Ramón Guzmán, Ángel Lerdo de Tejada y Antonio Escandón (Compañía, 1883,
p. 24). Los dos primeros, además de poseer otros negocios, habían sido
propietarios del Ferrocarril de Tlalpan; mientras que Escandón, al mismo tiempo
que era dueño de las otras líneas establecidas en el Distrito Federal, era de
los principales accionistas en el Ferrocarril de Veracruz y un poderoso hombre
de negocios. La cabeza visible de la Compañía de los Ferrocarriles del Distrito
Federal hasta el año de su muerte en 1884 fue el señor Ramón Guzmán.
Fue en ese año de 1877 que otra
compañía, la Limitada de Tranvías del Distrito Federal, S. A., solicitó la
concesión para instalar varias líneas urbanas y foráneas. La empresa había
iniciado con los señores Carlos Álvarez Rul y Luis
Miranda e Iturbe, los que informaron el 12 de octubre de 1879 “haberse asociado
a la señora Julia G. de Escalante para las explotaciones de vías férreas que se
les tiene concedidas y manifestando que la dirección y administración de la
compañía queda exclusivamente a cargo de ella”.1
Se trataba de una nueva empresa que hizo la competencia en el establecimiento
de ferrocarriles urbanos a la entonces llamada “vieja compañía”.
Aunque desde 1877 la Limitada de
Tranvías había realizado diversas actividades de índole
económico-administrativo y la prensa anunciaba que la empresa había comenzado
sus trabajos,2 fue hasta el 20
de septiembre de 1878 que inician realmente la construcción material de sus
líneas al obtener la autorización para construirlas con el sistema de vía
angosta.3 Mientras que a
finales de ese año presenta su innovador sistema de correspondencias y hace
explícita su afinidad con las propuestas formuladas por las empresas
ferroviarias que impulsaban la vía angosta.4
Desde que se había iniciado la
instalación de ferrocarriles urbanos, las empresas se enfocaban a solicitar
líneas en lo singular, o solicitar tendidos con intenciones de acaparar líneas
que se localizaban un tanto dispersas; en cambio, en noviembre de ese 1878, se
dio a conocer la propuesta sistematizada de la nueva compañía en el documento
que algunos medios difundieron con el nombre de “Plano de las Tranvías con
Correspondencia del Distrito Federal”,5
el cual era una red de tendidos conectados que abarcaba casi toda la ciudad.
Ante este desafío fue que respondió la Compañía de los Ferrocarriles del
Distrito.
Aunque la confrontación entre las
dos empresas fue constante durante cinco años, se observa que el desarrollo del
enfrentamiento se dio en tres episodios claramente diferenciados. El primer
episodio inició con el año 1878, al empezar los trabajos de una nueva empresa
ferroviaria y cerró en julio de 1879, cuando con la mediación del gobierno
federal y el Ayuntamiento de la ciudad de México, se había llegado a un
supuesto arreglo entre las partes; el segundo arrancó inmediatamente después de
este acuerdo y tuvo como conclusión una decisión de la Suprema Corte de
Justicia del 19 de abril de 1882. En ambos episodios la vencedora fue la
Compañía Limitada de Tranvías, pero en el tercero y último encuentro, la
Compañía de los Ferrocarriles del Distrito Federal, observando que las
resoluciones de las instituciones no le estaban siendo favorables, dejó de lado
la confrontación legal y se decidió a comprar los bienes de su competidora para
acabar con el conflicto. Pasemos a ver la evolución de este proceso en cada una
de sus partes.
Primer episodio
La compañía de los ferrocarriles
que lideraba Ramón Guzmán (la llamada compañía preponderante, o “vieja”
empresa) tenía una forma efectiva para entorpecer la competencia de otras
compañías y hasta acabar por hacer desistir los intentos de construir
ferrocarriles en el Distrito Federal. Su método era contar siempre con
información privilegiada, la cual obtenía gracias a las buenas relaciones que
mantenía entre las elites, que eran los que conformaban las instancias de
gobierno. Cuando alguien solicitaba una concesión ferrocarrilera, el señor
Guzmán simplemente solicitaba una concesión similar o una que entorpeciera a la
de sus posibles competidores. De esta forma, cuando los noveles solicitantes
iban por una respuesta a los ayuntamientos, simplemente se les informaba que
las calles ya habían sido otorgadas a los Ferrocarriles del Distrito, o que
existían impedimentos para tender vías en los lugares solicitados. Al cabo de
un tiempo (y tal vez enterándose de los entretelones del funcionamiento
“institucional”) los solicitantes desistían.
Eso fue lo que ocurrió con la
señora Concepción A. de Escalante, que ya poseía una concesión federal para
tender un ferrocarril desde la estatua de Carlos IV a Tacubaya, por lo que
solicitó a los ayuntamientos de las ciudades de Tacubaya y México varios tramos
de vía para enlazarlos a su ferrocarril y realizar también un servicio urbano
al interior de las poblaciones. En el caso de la capital solicitó un ramal para
“llegar hasta el portal de Mercaderes por la calle de Plateros.” La señora
Escalante explicó así su propuesta al Ayuntamiento de la ciudad de México:
La línea correrá a la orilla de la calzada de Reforma
desde la expresada glorieta hasta llegar frente al bosque de Chapultepec, y
pasando por los baños de ese nombre entrará a la ciudad de Tacubaya, donde se
hará un servicio urbano recorriendo las principales calles, para regresar
después a esta Capital por el mismo lado o por el opuesto de la Calzada. Como
se ve, esta línea será una de las más amenas y útiles del Distrito, pues
recorriendo el hermoso paseo de la Reforma proporcionará al público, además de
un verdadero recreo, la doble ventaja de hacer el viaje a Tacubaya en menor
tiempo y de poder usar el tren en las principales calles de aquella ciudad.6
Concepción A. de Escalante había
realizado sus solicitudes a los ayuntamientos de las dos ciudades a fines de
septiembre de 1878. Un mes después, el de la ciudad de Tacubaya respondió que
no era posible acceder a lo que solicitaba puesto que ya se habían concedido
las calles de la ciudad a los Ferrocarriles del Distrito.7 Mientras que el
Ayuntamiento de México fue mucho más fino, recibe la propuesta el 27 de
septiembre y le da trámite, pero paralelamente acuerda el 11 de octubre “que no
se conceda permiso a ninguna compañía establecer ferrocarriles en las calles de
Plateros y San Francisco”.8
Con ese acuerdo en la mano, rechaza la propuesta de la solicitante el día 14 de
octubre de 1878.
Pero eso no fue lo que sucedió
con la Limitada de Tranvías. Durante dos años afinó sus propuestas y a mediados
del año 1878 iniciaba sus trabajos en las calles que correspondían a las
concesiones autorizadas por el Ayuntamiento de la ciudad de México. Por su
parte, viendo que sus trámites ante las autoridades no avanzaban, Concepción A.
de Escalante cedió sus derechos sobre diversas vías a la Compañía Limitada de
Tranvías, complicándole la vida a la empresa preponderante.
Ante el avance de la compañía
Limitada de Tranvías, el señor Agustín López, superintendente de los
Ferrocarriles del Distrito, hizo algo insólito que debería ser rechazado
inmediatamente por las autoridades: solicitó establecer una línea que se
sobreponía a lo solicitado por la Compañía de Tranvías.
No obstante, el Ayuntamiento, en
lugar de rechazar la petición, aprobó la concesión de la línea en sesión de
Cabildo el 16 de julio de 1878.9
La prensa anotó que, a diferencia de los señores Miranda e Iturbide y Álvarez Rul, el señor Ramón Guzmán “no perdió tiempo, tan pronto
como obtuvo la concesión, comenzó a construir y concluyó, al día siguiente,
puede decirse y aquella línea quedó unida a las demás de la empresa”.10 No importando
que los representantes de la Compañía de Tranvías pidieran al Ayuntamiento que
se mandara suspender la obra comenzada por los Ferrocarriles del Distrito.
Ese fue el inicio del
enfrentamiento que duraría cinco años, aunque los contendientes no se
encontraban solamente personificados en las compañías, sino también al interior
de la propia corporación municipal. A la solicitud de la empresa de tranvías de
que se suspendieran los trabajos de los Ferrocarriles del Distrito, el síndico
primero, el señor Alcántara, presentó un dictamen en que se proponía “que no
era de accederse a la solicitud de los señores Miranda y Álvarez Rul”. En la discusión que siguió había dos posturas, la del
regidor Segura que criticó a la Comisión de Obras Públicas por otorgar las
mismas calles a dos compañías, y la del regidor Landgrave, que con el argumento
de que el ayuntamiento era el propietario de las calles de la ciudad, este
podía proceder como “le dé gana, en la buena acepción de la palabra. No,
contesta el señor Segura, no: el Ayuntamiento no es dueño de nada que
pertenezca a la ciudad, sino administrador de ella, y no puede disponer ad absurdum. Por supuesto. Es
claro que puede hacer lo que sea posible; pero no lo que sea absurdo.”11 A pesar de
estos argumentos se aprobó el dictamen, empujando a la Compañía de Tranvías a
acudir a los juzgados.
Días después de que esa empresa
enviara la solicitud para que el Ayuntamiento suspendiera la obra de su
competencia, uno de los regidores, el ingeniero Eleuterio Méndez, pidió el 1 de
octubre de 1878 que se “suspendan los trabajos en las calles de Don Toribio
esquina con Monserrate hasta que se resuelva sobre cuál de las empresas de
ferrocarriles urbanos tiene derecho de trazar primero sus trabajos”.12 Como respuesta
a su preocupación, el capitular Eduardo Esparza pidió vetar esta propuesta y solicitó
que en sesión de Cabildo no se discutiera la proposición de Méndez. A su vez,
el síndico primero, el señor Alcántara, afirmó que no se podía “votar un veto,
que todo capitular puede vetar una discusión, pero que protesta para poner a
salvo su responsabilidad por cualesquiera clase de
perjuicios o daños que el capitular Esparza pueda causar a la corporación
municipal”. A pesar de esa intervención, el Ayuntamiento votó por el veto.13
Aunque el proceso apenas
iniciaba, la prensa señaló que el Ayuntamiento estaba desempeñando un mal papel
y coincidió con el síndico de la corporación señalando que con su actuación
“tarde o temprano” resultará “responsable de daños y perjuicios causados por el
hecho de dar concesiones sin premeditación”.14
Lo cierto es que en este periodo se observa que las controversias relacionadas
con la instalación de ferrocarriles en el Distrito Federal estaban lejos de
atenerse a una lógica de la técnica ferroviaria o las necesidades de
transporte. Esta situación se observa nítidamente cuando se intentó plantear
normas generales para otorgar concesiones.
Dos conocidos ingenieros eran
miembros del Ayuntamiento en 1878, uno de ellos, el ingeniero Eleuterio Méndez,
formuló una serie de medidas en la sesión de Cabildo del 4 de octubre de 1878
para que la corporación tuviera reglas claras al otorgar las concesiones.
Apuntó que sus propuestas tenían como fin “obviar dificultades en los asuntos
de ferrocarriles urbanos y evitar en lo sucesivo conflictos al Ayuntamiento”.15 A este
ingeniero se le ocurrió que la corporación incurría en errores porque le
faltaba información expedita. Por eso opinó que se debería “construir un plano
de la ciudad en escala de 1 a 1 000 en el cual se indicarán con perfecta
claridad y exactitud las vías férreas ejecutadas y las concedidas hasta la
fecha. Dicho plano se colocará en la sala de comisiones de esta corporación.” Y
pidió que en tanto no se tuviera la información sobre las concesiones “no se
despachará ninguna solicitud de concesión. En planos por separado la Dirección
de Obras presentará un estudio de la que a su juicio quede libre para tranvías
y lo someterá a la Comisión de Obras, la que deberá tenerlo presente así como
el Ayuntamiento en las concesiones que se soliciten”.16
Venía después una serie de prescripciones para el trazo de los ferrocarriles.
Esa propuesta se discutió en el Ayuntamiento y se aprobó el mismo día, e
incluso se les avisó a las empresas ferroviarias y se publicó en una edición de
El Municipio Libre. Con esta propuesta no importaba
qué empresa o institución requiriera una concesión, la solicitud podría ser
aceptada siempre y cuando las calles pedidas no estuvieran ocupadas y en el
caso de que los peticionarios cumplieran los requerimientos establecidos.
En lugar de ello, un par de meses
después el Ayuntamiento elaboró una propuesta diferente que echaba por tierra
lo ya publicado, una de las razones para hacerlo, según se dijo, fue que se
creyó más “conveniente que el Ayuntamiento suprima las restricciones que él
mismo se impuso, encargando a la Dirección de Obras Públicas que en cada caso
particular haga un estudio para fijar a los concesionarios la línea que deben
seguir”. Se acepta la propuesta y en sesión de Cabildo se ordena que se
publique la revocación. En ese proceso, el gobierno del Distrito le comunicó al
Ayuntamiento que tenía observaciones a la propuesta y preguntó “que si se hizo
la revocación conforme a lo prevenido en las Ordenanzas Municipales”,17 entonces se
vuelve a producir un nuevo texto que se publica y manda a las empresas
ferroviarias. De esta forma, con el nuevo acuerdo, quedaba la decisión de cada
caso a las consideraciones especiales que hicieran los miembros en turno de la
corporación.
A la par de que eso sucedía, en
Cabildo secreto de 4 de octubre de 1878 se nombra al ciudadano Segura para que
proponga un medio que resuelva “las cuestiones suscitadas con motivo de las
concesiones hechas a las empresas” ferrocarrileras.18
El regidor Segura, a quien la prensa había señalado el 26 de septiembre como
crítico de las últimas decisiones del Ayuntamiento,19
afirmó que el asunto era irresoluble. Los señores Rul
y Miranda “están en su perfecto derecho para no consentir la concurrencia de
otras vías con las suyas” en las calles que les otorgaron.20 Por eso el
Ayuntamiento estaría obligado a revocar el acuerdo, otorgándole las calles y
pidiéndole a los Ferrocarriles del Distrito que levantara sus vías, pero al
hacerlo, esta empresa llevaría el tema a los tribunales y se obligaría al
Ayuntamiento a pagar por esos trabajos.
Para Segura, la corporación
estaba “obligada a intentar y hacer todo lo posible a evitar una emergencia
semejante, que comprometería su prestigio a la vez que los intereses
municipales que administra”.21
El 8 de octubre propone algunas posibles soluciones y una de ellas, la que
parece más viable, se discute en Cabildo secreto, con el fin de “reinterpretar
la concesión” que se le dio a la compañía de los Ferrocarriles del Distrito.
Más tardó en formularse esa propuesta,
que el superintendente de esa empresa en escribir opinando que se debería
“procurar un arreglo” entre las compañías. También escribió al Ayuntamiento
citando el contenido de lo discutido en Cabildo secreto y afirmando: “el
Ayuntamiento no tiene facultades para definir mis derechos, para interpretarlos
ni menos restringirlos. Entiendo yo que mi contrato claramente me concede las
calles mencionadas y si fueren atacadas o desconocidos mis derechos, tendré la
pena de defenderlos por los medios que me suministre las leyes.”22
Lo que siguió fueron los
juzgados. Y la primera victoria la obtuvo la Compañía Limitada de Tranvías,
pues un juez sentenció que deberían levantarse los rieles de la otra empresa y
que se procediera de inmediato a los trabajos, señalando que la notificación se
acompañara de una fuerza de policía. Pero las controversias continuaron, pues
al conocerse la decisión judicial se envían al Ayuntamiento protestas de
vecinos que defienden a la “vieja” empresa. Los documentos remitidos aparecen
sazonados con frases que se asemejan mucho a los considerandos que se
incorporan en las solicitudes de concesión, aunque lo más sorprendente fue que
la Comisión de Obras Públicas de la ciudad opinó que se le respondiera a los
vecinos que el Ayuntamiento “empleando los medios que están a su alcance, se
ocupa ya de procurar se restablezcan los viajes de pasajeros”.23 No se indica en
el expediente, pero por otro documento nos enteramos que uno de los medios que
ideó el Ayuntamiento para reestablecer las vías de los Ferrocarriles del
Distrito fue emplear al síndico de la corporación para que entablara un juicio
con el fin de declarar la caducidad de la concesión a la Compañía Limitada de
Tranvías con Correspondencia.24
Por esa y otras razones, el tema
se tuvo que ventilar en la Suprema Corte de Justicia, instancia que concuerda
con la decisión del juez que falló en el sentido de levantar los rieles de la
vieja compañía, pero que también reprobó las medidas de fuerza que estuvieron a
punto de usarse. No obstante de esa sentencia, los Ferrocarriles del Distrito
Federal publicaron una nota en los periódicos en la que señalaban que obedecían
la orden que se le había comunicado, pero insistiendo en que se reservaba
“derechos y acciones para hacerlos valer en la forma correspondiente”.25
A pesar de lo que afirmaron,
cuatro meses después no habían levantado aún los rieles, lo que sucedió hasta
el 8 de julio que se concedió amparo a la Compañía Limitada de Tranvías y se
procedió efectivamente a quitar los rieles en disputa.26
Aunque tampoco la cosa paró ahí. La prensa comentó con tono negativo que la
Compañía de Tranvías había presentado “una demanda contra el Ayuntamiento
reclamándole ochenta y dos mil pesos, por daños y perjuicios”, cerrando la nota
tomando partido por la “vieja” compañía que había salido afectada por las
decisiones judiciales y no había solicitado nada.27
Debido a la beligerancia de ambas
empresas y, con mayor razón atendiendo a que los resultados en los tribunales
no le estaban favoreciendo, el Ayuntamiento actuó con más cautela cuando el
superintendente de los Ferrocarriles del Distrito le solicitó un pequeño ramal
por el rumbo de la estatua Ecuestre, pues en esta ocasión respondió que ese
espacio era parte de lo que estaba en disputa y archivó el documento.28
El ambiente estaba más que raro.
Un pacífico ciudadano llamado Pedro Vigil había
solicitado una concesión para construir varias vías urbanas y estando en tratos
con el Ayuntamiento, el 1 de agosto de 1879 escribe a la corporación que se
había enterado por la prensa del conflicto entre las compañías ferroviarias y
al ver que tenía solicitadas varias calles que se superponían con algunas de
esas solicitudes, afirmó que no queriendo verse “envuelto en complicaciones
semejantes” mejor desistía de la concesión.29
Por su parte, palpando la
situación y observando que las resoluciones judiciales no paraban el pleito,
las autoridades federales cambiaron de actitud y decidieron buscar una salida
negociada. Con mediación del Ayuntamiento de la ciudad de México, el secretario
de Gobernación comunicó que se había llegado a un acuerdo entre ambas partes el
29 de julio de 1879, publicándose un documento con el título “Convenio entre
las empresas de ferrocarriles del Distrito, para la designación de líneas que
tendrán en las calles de la ciudad de México” (Legislación,
1885, vol. 3, pp. 86-108).30
Gracias a ese arreglo, los vehículos de la nueva compañía empezaron finalmente
a circular el 2 de agosto de ese año.31
Al difundirse la noticia, el periódico La Libertad
apuntó: “Si por donde los competidores han concluido hubieran comenzado,
¡cuántos escándalos habrían ahorrado a la ciudad, y cuántos gastos a sus
bolsillos! Cuántas cóleras y cuantas bilis derramada a sus respectivos
abogados, aun cuando hay cóleras y derrames de bilis esencialmente productivos.”32
En los dos años que duró esta
primera parte del conflicto la prensa desempeñó un papel interesante.33 Hubo de todo,
los que defendieron a uno y a otro bando, incluso los que cambiaron de bando y
justificaban su proceder de una manera extraña. En mayo de 1879 el periódico El Monitor Republicano criticó a sus colegas de La Patria porque en 1878 alababan a la Compañía Limitada
de Tranvías con Correspondencia y un año después se volvieron incondicionales
de los Ferrocarriles del Distrito. En respuesta La Patria
hizo un recuento de lo que supuestamente no había cumplido la Compañía de
Tranvías y remató denunciando como falla algo que en su momento se tomó como
muestra de patriotismo.34 También hubo de
los que insertaban las notas de lo que iba sucediendo sin pasión,35 y los que daban
cuenta del pleito entre las empresas, pero declarando que esa dinámica era
ajena a los habitantes de la ciudad: porque “era algo tan ridículo y mezquino
que las calles de México tuviesen la satisfacción de verse holladas por las
pezuñas de las mulas de una empresa, más bien que por las de otra”.36
Y en cambio poco se publicó
acerca del impacto que tendría ese proceso para la ciudad, también casi se
evitó reflexionar acerca de la institución responsable del problema. Como ya se
indicó, todo inició porque el Ayuntamiento otorgó dos concesiones distintas que
implicaban las mismas calles a dos diferentes compañías. Más allá de filias y
fobias, cuando el proceso fue avanzando, es probable que el Ayuntamiento
calculara que le saldría más barato ir contra la “nueva” compañía, en lugar de
arriesgarse a ser demanda por el costo que implicaría levantar la vía que
instaló con rapidez la “vieja” empresa.
Es por eso que cuando avanzó el
pleito, hubo quienes se lamentaron de la situación en la que se metía a toda la
ciudad de México, pero poniendo atención a lo que sucedería con el
Ayuntamiento, pues cuando las empresas reclamaron “daños y perjuicios” porque
la corporación otorgó sendas concesiones para una misma calle, se preguntaron:
la indemnización “¿quién la paga, en el caso que haya derechos a ella? ¿La ciudad de México o los regidores que hicieron sin derecho una
concesión a la empresa de Ferrocarriles del Distrito.” Y rápidamente
respondieron que la ciudad estaba
enteramente ajena a estas luchas de intereses
personalistas, a quien ninguna ventaja positiva resulta del triunfo de
cualquiera de las dos compañías rivales, no tiene, en nuestro concepto al
menos, la obligación de pagar por las culpas de sus regidores. Si indemnización
hay que pagar, debe ser exigida a los regidores mismos que hicieron
abusivamente una concesión cuando aún no caducaba la otra. Creemos que este es
un caso en que se debe exigir la responsabilidad personal a los autores del
abuso.37
Lo cierto es que la mayoría de
las opiniones vertidas en los periódicos eximieron a la corporación de toda culpabilidad
y criticaron a la Compañía de Tranvías que procedió a demandarla.38 En lo que sí
hubo más o menos consenso fue en que “era ya escandaloso lo que pasaba ante los
asombrados ojos de los vecinos de la capital”. Los errores del Ayuntamiento,
las sentencias “de la Justicia de la Unión; las fuerzas municipales próximas a
un conflicto con las de la Federación”, todo por la “descomunal batalla entre alvaristas y guzmancistas”.39
El periódico La Libertad, que hacía esta reflexión,
cerró su artículo vaticinando dos cosas: la primera era que “la verdadera
lucha” estaba por empezar, aunque ellos se referían a la competencia para
atraerse los favores del público, lo cierto fue que el arreglo de julio de 1879
era apenas un intermedio. La segunda cosa que calculó, pero en esta ocasión sin
tino, fue que en un nuevo enfrentamiento ambas empresas perderían, pero eso es
tema de los siguientes apartados.
Segundo episodio
Al revisar la información que
subsiste del Ayuntamiento de la ciudad de México, es evidente que en su
interior hubo siempre propuestas divergentes, es posible que existieran
regidores que favorecieran a alguna de las empresas, o también que les parecían
mejor sus propuestas. Es posible que una u otra cosa, o ambas a la vez,
sucedieran. Lo que no se ha explorado es que algunos de los desencuentros
fueran ocasionados por la poca fuerza que tenía una opinión minoritaria acerca
de los transportes en la ciudad de México y el papel de los ayuntamientos, en
concreto la propuesta de que fuera la corporación la que propusiera la
instalación de los ferrocarriles, atendiendo a los intereses de la ciudad y no
solamente a las propuestas de los empresarios. Tal cosa se expresó en la sesión
de Cabildo del 4 de octubre de 1878 por el ingeniero Eleuterio Méndez, que ya
había fungido como responsable técnico en varias empresas ferroviarias y años
más adelante sería el ingeniero de otras dos compañías con tendidos en el
Distrito Federal. Ya se dijo que la propuesta de ese día y sus ideas generales
fueron rechazadas por el Ayuntamiento.40
Esto viene a cuento porque la
decisión de la institución acerca de no tener una posición más activa en la
instalación de los ferrocarriles, particularmente en su aspecto técnico, generó
el marco del siguiente enfrentamiento entre las compañías, lo que originó
nuevos conflictos en los distintos niveles de gobierno; es decir, se volvió a
esa situación escandalosa del bienio 1878-1879, pero ahora ampliado a otros
espacios del Distrito Federal.
Resulta que uno de los mejores
pretextos para la confrontación entre las empresas fue el asunto de los cruces
de vía. El tema del cruzamiento de dos vías férreas es abordado en los estudios
técnicos desde dos aspectos fundamentales: la superestructura de las vías y el
servicio de los trenes. Un crucero mal manufacturado puede ocasionar daños en
la vía y descarrilamientos en los vagones, mientras que un crucero cuyo paso de
trenes no se encuentre debidamente normado, ocasionará constantes choques entre
los trenes o retrasos en el servicio. Esto era un tema bien conocido en la
época y en lugar de que el Ayuntamiento asumiera la responsabilidad de decidir
acerca de los cruces entre las líneas de las dos empresas (como lo hacía la
Secretaría de Fomento a nivel federal), escabulló el bulto y decidió que cada
empresa que tuviera una vía instalada, tuviera facultades para decidir si la
otra podía cruzar sus vías o no.
Entonces los cruces de vías
dejaron de ser un tema técnico o de servicio, para volverse un mecanismo de
poder que ambas empresas usaron para obstaculizar a su contrincante.41 Después de un
año de relativa calma, el siguiente encuentro se dio en torno a dos espacios
controlados por los Ferrocarriles del Distrito: la estación de Buenavista y la
aduana de Santo Domingo. El 11 de febrero de 1880, la Compañía Limitada del
Ferrocarril Mexicano le escribió a Julia Escalante, directora de la Compañía
Limitada de Tranvías con Correspondencia, indicándole que podía hacer llegar
sus rieles hasta los límites de la estación de Buenavista y que esa compañía
colocaría los suyos desde dichos límites hasta el lugar en que sea conveniente,
“pudiendo hacer correr sus vagones la empresa de tranvías sobre dichos rieles
durante el tiempo que convenga a esta empresa permitirlo”. Para cumplir con
dicha propuesta, la Compañía de Tranvías solicitó el permiso para prolongar una
vía que ya tenía construida en la calle de Mina para por medio de ella ligar la
estación del Ferrocarril Mexicano con la estación del Ferrocarril de Toluca.42
El Ayuntamiento concede el ramal
y a los pocos días el representante de los Ferrocarriles del Distrito protesta
señalando que esa concesión vulnera sus derechos porque en el acuerdo que
tuvieron el 1 de agosto de 1879 señalaba que la competencia no puede instalar
vías en los lugares en que ya tenía su empresa. Sin el mayor recato comenta que
los Ferrocarriles del Distrito tenían varias vías instaladas en ese punto
“desde tiempo atrás, aun antes de que esa plazuela perteneciera al
Ayuntamiento, cuando era de propiedad particular”.43
Además de que recientemente se le había autorizado construir una vía más, hasta
tocar la estación del Ferrocarril Central. En esta situación, afirmó que para
instalar nuevas vías que cruzaran las suyas la Compañía Limitada de Tranvías
con Correspondencia debería contar con la aprobación de su empresa y que ya se
la había negado.
Como respuesta, el Ayuntamiento
anotó que la corporación estaba facultada para otorgar nuevas concesiones y
rechaza la opinión de los Ferrocarriles del Distrito el 31 de diciembre de
1880. Como la empresa se vuelve a manifestar en contra, la señora Julia
Escalante envía un documento en el que cita el convenio de 29 de julio de 1879
entre ambas empresas y también realiza una serie de reflexiones en torno al
contenido de dicho acuerdo, desde el sentido de la palabra “hasta”, pasando por
el significado de la autorización para cruzar las líneas en las vías públicas.
La salida que tuvo el Ayuntamiento en acuerdo de Cabildo fue pasar el
expediente al ciudadano síndico primero.44
Meses después el superintendente
de los Ferrocarriles del Distrito se quejó de nuevo ante el Ayuntamiento porque
cuando se le concedió una vía para el transporte de mercancías por parte de la
Administración de Rentas, había hecho modificaciones a la vía que tenía
instalada desde 1873, pero que “la Compañía Limitada de Tranvías con
Correspondencia comenzó a construir un ramal en la plazuela de Santo Domingo”.
Pasando a hacer un reporte minucioso de lo que realizaba su competencia: “Hace
unos días los rieles ya llegaban al borde exterior de la línea que esta empresa
tiene establecida frente a la Aduana y hoy se cortaron los rieles de los
Ferrocarriles del Distrito.” Entonces solicitó al Ayuntamiento que mandara
levantar esa vía recién construida por la empresa de “Tranvías en la parte que
sea incompatible con la línea que la Empresa de los del Distrito tiene derecho
a construir”.45
Observando con preocupación que
la confrontación estaba en puerta, una comisión de la Cámara de Diputados pidió
“noticia de todas las concesiones de ferrocarriles urbanos que se hallan
otorgado por el Ayuntamiento, remitiendo copia de esas concesiones y haciendo
notar la manera de como las hayan cumplido los diversos empresarios”.46
La situación no era la misma de
dos años antes. El Ayuntamiento de la ciudad de México actuaba con mucha
cautela, lo mismo hizo el de Tacubaya. La compañía de los Ferrocarriles del
Distrito siempre fue tratada como la empresa “de casa” en Tacubaya, en donde
las autoridades municipales resistieron, hasta donde pudieron, la entrada de
otras empresas. Entre 1878 y 1879 lograron exitosamente impedir la instalación
de vías por parte de Concepción A. de Escalante, pues cada que solicitaban vías
en sus calles se informaba que ya estaban concedidas a la empresa consentida.
Por esa razón, el 13 de octubre
de 1878 apareció un impreso de protesta firmado por varios vecinos de la ciudad
denunciando esta situación. En ese documento se anotaba que diez años antes,
cuando se hallaban establecidas dos vías férreas en Tacubaya, la de vapor
llamada de Tlalpan y la de tracción animal, se estableció la competencia entre
ellas, y como era de esperarse, los precios de pasaje se redujeron a la mitad.
Eso favoreció el aumento de población y la ciudad se llenó de familias que se
establecieron permanentemente. El comercio se levantó y la propiedad se mejoró
considerablemente, aumentando su valor y embelleciendo la ciudad. Ese impreso
afirmaba que todo iba bien hasta que apreció la compañía de los Ferrocarriles
del Distrito monopolizando las vías.
Entonces se dio el tiro de gracia a esta pobre población.
Suprimida la línea de Tlalpan, se alzó inmediatamente el precio del pasaje a
esta ciudad: se negaron los abonos; se quitó el expendio de planillas, que daba
alguna ventaja en el precio, y se obligó a todo el mundo a pagar el pasaje alto
que inalterablemente se ha mantenido hasta hoy. La población de Tacubaya bajó
inmediatamente a un cincuenta por ciento de lo que era en esa época: el
comercio comenzó a decaer; y la propiedad bajó de valor al extremo de no tener
hoy la mitad del que tenía. Las fincas son improductivas la mayor parte del año.47
Como respuesta a ese documento,
el Ayuntamiento de Tacubaya hizo trámites para demandar a los que hicieron la
protesta y acordó que los empleados municipales que la habían firmado serían
despedidos. El archivo resguarda cartas de varias personas, entre ellos un
maestro, que, se supone con tal de conservar su empleo, se retractaron de haber
firmado el documento. El Ayuntamiento además informó a la Prefectura que no
consideraba adecuado que dos compañías hicieran servicio simultáneo por las
calles de su ciudad.48
Pero, como ya se indicó, las
cosas empezaron a cambiar. Un par de años después el superintendente de los
Ferrocarriles del Distrito, Agustín López, volvió a pedir una concesión para
establecer vías férreas en varias calles de Tacubaya. Entonces la respuesta de
los que analizaron la solicitud fue totalmente distinta. Pues se confirmó que
varias de esas calles ya las había pedido la Compañía Limitada de Tranvías, por
lo que consideró más conveniente otorgarlas a la competencia para que existiera
otra vía en la ciudad.49
Bajo la dirección de la señora
Julia G. de Escalante la Compañía Limitada de Tranvías con Correspondencia
había dejado de ser un proyecto para demostrar que era una empresa de
transporte eficiente y en plena expansión;50
además de que había salido airosa en las confrontaciones con la vieja empresa
ferroviaria del Distrito. Tal vez por eso fue que se publicaban en el periódico
y llegaban al Ayuntamiento de la ciudad capital peticiones de vecinos en las
que se apoyaban nuevos tendidos de esta compañía.51
Y en estas favorables circunstancias se verifica un cambio radical en esta
compañía, en abril de 1881 la señora Julia G. de Escalante le vende en 80 000
pesos la parte que representa de la empresa al señor Salvador Malo, anunciando
su salida de la institución.52
Este suceso, que tendrá consecuencias en el conflicto, obliga a realizar un
paréntesis para abordar el tema de las relaciones de género en este proceso.
Las investigadoras que han estudiado
este tema coinciden en que entre las clases alta y media se fue conformando una
rigurosa división de espacios y actividades en esa época, “otorgándole” a las
mujeres el hogar como espacio y el cuidado de la familia como papel; mientras
que los hombres detentaban el espacio público y se dedicaban a las empresas y
la política (Gali, 1998, pp. 74-75; Infante, 2013,
pp. 266 y ss.). En este ambiente (o momento en la construcción de género) debió
ser bastante frustrante para los empresarios de los Ferrocarriles del Distrito
y para no pocos regidores del Ayuntamiento de la ciudad de México, la actividad
de la señora Julia G. Escalante, la representante de la Compañía Limitada de
los Tranvías. En los documentos se observa que ella argumentaba mejor de lo que
lo hacían los funcionarios gubernamentales y el representante de la empresa
contraria;53 también les
debió de resultar chocante que ella les hubiera ganado en las controversias que
sostuvieron cada que iban a tribunales. Una muestra de que Julia G. Escalante,
los tenía al borde de un ataque de nervios la tenemos con motivo de las
polémicas que generaron la instalación de unos tramos de vía férrea a
Buenavista y Santo Domingo.
Una comisión del Ayuntamiento, a
la que se le había encargado analizar las propuestas que hizo la representante,
solicitó que se discutiera en el pleno una propuesta de resolución que a la
letra decía: “Dígase a la empresa de Tranvías con Correspondencia que no ha
lugar a las peticiones a que se contraen todas las solicitudes.” Y para que
quedara claro lo de “todas las solicitudes”, también propusieron.
En virtud de que las concesiones que se le otorgan a la
Compañía Limitada de Tranvías con Correspondencia son motivo de disgustos y aun
amenaza para los intereses municipales, por la mala interpretación que los
representantes de dicha empresa dan a los derechos que ellas les conceden,
solicita al Cabildo: En lo sucesivo no se concederá ampliación alguna de las
líneas ni se le otorgará nuevas concesión cualesquiera
que fueren las circunstancias que impulsaren la petición.
La proposición de resolución era
un exceso, no argumentaba sobre casos concretos, ni solicitaba decidir sobre
una línea ferroviaria en particular, sino que demandaba al Ayuntamiento que se
negara a todo lo que solicitara la Compañía Limitada de Tranvías con
Correspondencia, además de que incurría en un error de apreciación (por decirlo
suavemente) al calificar como defectuosa la interpretación que hacía de la
concesiones, pues la prueba de que no existía mala interpretación de ellas, ni
errores en los aspectos técnicos que las sustentaban, es que los tribunales y
los ingenieros de la Secretaría de Fomento le concedían la razón a la Compañía
Limitada. La propuesta de resolución estaba firmada por los regidores Manuel Camposano, M. Tagle, Antonio Rivas Mercado e Ignacio Pozo,
pero cuando se reunió el Cabildo el 4 de octubre de 1881 y se puso a discusión,
privó la cordura pues la propuesta “se reprobó por unanimidad de los señores
regidores presentes”.54
Queda por reflexionar a qué se
referían los munícipes con eso de que “las concesiones que se le otorgan a la
Compañía Limitada de Tranvías con Correspondencia son motivo de disgustos y aun
amenaza para los intereses municipales”. Es seguro que una parte se relacionaba
con los conflictos de intereses entre las dos compañías ferroviarias, y las
malas decisiones adoptadas por el Ayuntamiento, pero debió de existir un componente
diferente, pues en otros conflictos no concurren documentos como este, en el
que se pida negar a todo lo solicitado por una compañía. Mi hipótesis es que
este elemento distinto es la presencia de una mujer como representante de la
empresa ferroviaria.
Las estudiosas de los temas de
género del siglo xix nos explican que “la naciente
industrialización en la ciudad de México promovió la creciente inserción de las
mujeres en nuevas áreas y modalidades de la producción, el comercio y los
servicios”,55 pero aunque las
integrantes de las clases medias accedieron a diversos trabajos, las
actividades que se les permitía desarrollar a las mujeres de las elites eran
muy pocas. Y se limitaron aún más, pues justo a inicios de la década de 1880 se
discutía la pertinencia de que las mujeres fueran sujetos de derecho en la
administración de las empresas. No sabemos por qué en 1881 la señora Julia G.
de Escalante vendió la parte que representaba en la compañía Limitada de
Tranvías, lo que sí queda claro es que la hostilidad de la sociedad patriarcal
a la presencia de las mujeres en el ámbito público se tradujo en 1884 en la
modificación del Código Civil, aumentando “la subordinación legal para con sus
maridos, padres, e incluso hermanos e hijos al imposibilitarles la contratación
y administración de bienes” (Infante, 2013, p. 277). Es seguro que la adopción
de medidas de este corte se debió a la presencia de empresarias y directoras de
empresas exitosas, las cuales constituían una amenaza para el poder patriarcal,56 a la vez que
son una explicación plausible para entender el retiro de la señora Julia G. de
Escalante al frente de la compañía Limitada de Tranvías.
Cerramos este paréntesis y
continuamos con el enfrentamiento entre las empresas. Después de la renuncia de
Escalante, de inmediato el señor Salvador Malo, nuevo representante de la
empresa de tranvías, expuso su proyecto de establecer un nuevo ferrocarril entre
la capital y la ciudad de Guadalupe-Hidalgo. El 17 de mayo de 1881, el señor
Carlos Álvarez Rul, superintendente de la Compañía
Limitada de Tranvías con Correspondencia, le envió un ocurso al Ayuntamiento de
México comunicándole que la empresa “deseosa de extender sus líneas hasta la
ciudad de Guadalupe-Hidalgo, así como perfeccionar el sistema de
correspondencia que tiene establecido, pide permiso para construir una línea
férrea” que partiera de la plazuela del Tequesquite,
hasta salir fuera de la garita de Peralvillo.
Ante esta solicitud los
Ferrocarriles del Distrito decidieron tirarse a fondo para cerrar el paso a la
competencia y en los periódicos aparecieron notas en las que se insinuaba que
apoyaban a la empresa diversos sectores y no de la mejor manera.57 Y es que el
ambiente de confrontación hacía que muchas decisiones fueran tomadas con
suspicacia. Por ejemplo, al responder a la solicitud de Salvador Malo, el
Ayuntamiento de la capital respondió con amabilidad que autorizaba el primer
tramo de la línea solicitada, pero no concedía el tramo final por el rumbo de Peralvillo, porque no tenía claro cuáles terrenos
pertenecían al Ayuntamiento y cuáles a propietarios privados, en particular a
la casa Barrón Escandón.58 Y es que al
comprobar que los terrenos solicitados eran propiedad de la familia
Barrón-Escandón, en lugar de ofrecer su mediación para resolver el asunto de la
adquisición de los terrenos, o la expropiación de ellos (como se estilaba), el
Ayuntamiento dejó que la compañía se enfrentara con una de las más poderosas
familias del país, con intereses por cierto, en los Ferrocarriles del Distrito
y el Ferrocarril Mexicano.
Y mientras la Compañía de
Tranvías iniciaba los trámites para obtener la concesión federal que era
necesaria para su proyecto de ferrocarril, los Ferrocarriles del Distrito
pidieron al Ayuntamiento de la ciudad de Guadalupe-Hidalgo una concesión
exclusiva para que únicamente las vías de su empresa pudieran entrar en el
espacio del municipio. El 9 de mayo de 1881 en sesión de Cabildo se aprueba la
dicha solicitud. Días después se publica la noticia, señalando que el prefecto
político estuvo de acuerdo con la decisión del Ayuntamiento, aunque el
gobernador del Distrito se mostrara en contra de la resolución.59 Por medio de
ese acuerdo se le cedió a los Ferrocarriles del Distrito la garantía de
“Establecer vías férreas cuando lo juzgue conveniente para la mejora del
servicio público, en todas las calles existentes y en las que en lo sucesivo se
abrieren y que pertenezcan a la municipalidad, quedando obligada la
municipalidad a no dar a ninguna otra empresa concesión alguna para establecer
vías férreas en la calles, plazas y demás lugres sometidos a su jurisdicción.”60
Esta decisión del Ayuntamiento
polariza de inmediato las opiniones en los periódicos. En particular una
cláusula de la concesión fue motivo de polémica en los medios impresos. Era una
costumbre establecida que los municipios incluyeran como condición para otorgar
los permisos para establecer ferrocarriles en su jurisdicción, que las empresas
realizaran algunas obras materiales en su territorio. Un Ayuntamiento pidió un
terreno para instalar un jardín, otros simplemente pidieron materiales de
construcción o el establecimiento de una fuente en una plaza,61 en otros casos
las exigencias de las corporaciones municipales fueron tan excesivas, que
generaron grandes polémicas,62
o condujeron a que las compañías modificaran las rutas para no acceder a las
demandas de los ayuntamientos.63
Lo que pidió el Ayuntamiento de
la ciudad de Guadalupe-Hidalgo como compensación al otorgar la concesión
exclusiva a los Ferrocarriles del Distrito, fue la construcción de un mercado
en la cabecera.64 Esta decisión
no era algo fundamental en las controversias, pero se volvió un elemento de
crítica fácil contra la corporación.
De esta forma, mientras El Siglo XIX, La Patria y La República escriben a favor de los Ferrocarriles del
Distrito; en su contra lo hacen El Monitor Republicano, El Hijo del Trabajo y El
Socialista. Y como ya lo había hecho desde el inicio de la confrontación
entre empresas, La Patria se convierte casi en el
órgano de prensa de la vieja compañía. Por su parte, El
Monitor Republicano publicó en sus páginas que se empujaba a un
conflicto similar al de años atrás, en el que un juez ordenaba algo y el
Ayuntamiento otra cosa, opinando que mientras no se construyesen nuevas vías,
las tarifas y su manejo arbitrario seguirían en manos de una sola empresa.65 Y una semana
después se lamenta que se hayan “pegado carteles en las esquinas en donde se
hacen las más amargas reflexiones sobre este nuevo triunfo de la casa Guzmán”.
Se vuelve a pronunciar por la competencia y por liberar al público “del odioso
monopolio”.66
En su crítica a la que llama la
empresa monopólica, Juvenal hace un interesante recuento de las prácticas en el
servicio de los Ferrocarriles del Distrito. En la Villa. “El día de fiesta
puede la empresa poner sus dos vagones de costumbre, en estos no altera el
precio, pero aumenta otros que llama de lujo porque llevan las mulas unas rosas
de papel en las orejas y allí sube los precios, y como son los más esos
vehículos, resulta que de hecho el precio está alterado.” Además, al hacer un
repaso de las propuestas que hace en esos días la compañía ferroviaria para
lograr el favor del Ayuntamiento de Guadalupe-Hidalgo, demuestra que la
competencia es un mecanismo para el mejoramiento del servicio y la baja de las
tarifas.67
Por su parte, la posición
contraria, desde las páginas de La Patria, recuerda
lo que originó el conflicto legal con el Ayuntamiento de México en 1878:
otorgar el mismo privilegio a dos compañías distintas. Por esa razón opinó que
era ya imposible otorgar una concesión a la Compañía Limitada de Tranvías con
Correspondencia, pues se tendría un pleito con los Ferrocarriles del Distrito a
los que ya les concedieron un privilegio exclusivo por 20 años. Además, afirmó
que las diferencias de capital originarían la quiebra de la de menos recursos y
que existe un peligro mayúsculo al tener otra empresa que haga la competencia,
porque podría originar que se pusieran de acuerdo para no bajar el precio del
pasaje. Cerrando finalmente con la siguiente reflexión:
Por lo que hace a las condiciones especiales de esta
ciudad, no parecen apropiadas aun para el establecimiento de dos vías férreas,
supuesto el corto número de sus habitantes; por lo que, exceptuando las fiestas
de diciembre, en las cuales el servicio es más frecuente y numeroso, todos los
demás días del año, apenas se prestan para una corrida cada media hora; y
siendo esto así, la prudencia reclama no correr ciegamente tras una ilusión que
puede ir envuelta en el proyecto de una nueva vía férrea, sino antes bien,
meditar sobre los medios más convenientes a determinar en la que existe, un
servicio más cómodo, más frecuente y más barato.68
Hasta ahí las cosas tenían un
desarrollo “normal”; es decir puntos de vista contrarios y debate entre ellos,
las cosas cambiaron cuando el periódico El Foro
transcribe dos suplementos que publicaron El Hijo del
Trabajo y El Socialista a favor de la
Compañía Limitada de Tranvías con Correspondencia, en los que se implica a
miembros del Ayuntamiento de la ciudad de Guadalupe por estar en conveniencia
con la compañía de los Ferrocarriles del Distrito.69
Entonces la polémica adquiere otros rumbos, complicándose además porque el 11
de agosto de 1881 el gobierno federal finalmente le otorga a la Compañía de
Tranvías la concesión para construir un ferrocarril desde la plazuela del Tequesquite situada en la capital, hasta la plaza de la
ciudad de Guadalupe-Hidalgo. A partir de que se otorga esa concesión, la prensa
publica notas en las que menciona que “mil operarios comenzaron a trabajar para
establecer las tranvías con correspondencia hasta la Villa de Guadalupe”.70
Lo que siguió fue que cinco
regidores del Ayuntamiento de Guadalupe-Hidalgo se reunieron para declarar que
la concesión dada por la Secretaría de Fomento a la empresa de tranvías podía
considerarse como válida para ocupar las calles y plazas de la ciudad. En
respuesta el prefecto político solicitó al gobernador del Distrito que
suspendiera a varios funcionarios municipales, lo cual se realiza con la
autorización del gobierno federal.71
De inmediato la prensa publicó
opiniones cada vez más polarizadas sobre el asunto. Unos señalaron con
malevolencia que la reunión había sido “en el zaguán de una casa, sin
secretario, sin el acta del Cabildo anterior y sin ninguna de la formalidades que prescriben las ordenanzas municipales”.
Acusando a los dos suspendidos, el presidente del Ayuntamiento y uno de los
regidores, Garrido, de que “habían cometido tales desmanes negándose a ejecutar
las decisiones de la mayoría del Municipio”, justificando su separación y
apoyando al gobernador del Distrito.72
Por su parte, la opinión
contraria publicó la nota del cese de los funcionarios y reprodujo un documento
que los afectados dirigieron al prefecto político diciendo que no reconocen la
facultad del gobernador para ese proceder, pues en realidad “se buscaba con la
suspensión inutilizar a dos regidores para que no se celebrara un Cabildo en
que se acató la concesión del Ministerio de Fomento y se dio permiso a la
empresa de Tranvías para ocupar las calles que en Guadalupe designó con todas
las previas formalidades la expresada Secretaría”.73
Lo más interesante del asunto fue
que el poder federal en pleno apoyó las decisiones del gobernador del Distrito
defendiendo “la autonomía municipal”, pues en la resolución que dictó “el
Ejecutivo por conducto de la Secretaría de Gobernación en el ruidoso asunto de
tranvías en la villa de Guadalupe, declara que no basta la autorización que la
Secretaría de Fomento otorgó a la empresa de tranvías para ocupar las calles y
plazas de aquella ciudad, sino que es necesario la expresa autorización del
Ayuntamiento”. A lo que seguía la reflexión de que eso no podría suceder sin
que antes la corporación se viera obligada a indemnizar a la empresa de los
Ferrocarriles del Distrito Federal por incumplir el convenio de exclusividad.74 Es decir, se
reeditaba la situación de inicios de 1879, en la que un Ayuntamiento se veía
obligado con una empresa por evitarse el compromiso de otorgar una reparación
económica.
En tanto esto sucedía, la
Compañía Limitada de Tranvías con Correspondencia trabajó en dos frentes. En
uno realizó los trámites correspondientes para obtener el amparo de los
juzgados a su proyecto de construir el ferrocarril. En el otro continuó con las
labores para tender la línea, realizando los trámites correspondientes para que
se aprobaran los planos del tendido, cosa que obtuvo en diciembre de 1881;75 además de
solicitar permiso al Ferrocarril Mexicano para cruzar sus vías.
En el terreno judicial la prensa
publicó el contenido de los amparos que promovió la Compañía Limitada de
Tranvías con Correspondencia, señalando un elemento de peso en las
deliberaciones de todas las instancias: las diferencias existentes al interior
del Ayuntamiento de Guadalupe-Hidalgo, comentando que en varias ocasiones las
reuniones se efectúan con problemas.76
Es probable que esas fisuras al
interior del Ayuntamiento fueran fundamentales para que se produjera finalmente
el 19 de abril de 1882 el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la nación en
el que se podía leer:
1. La justicia de la Unión ampara y protege a la empresa
de Tranvías con Correspondencia, contra las resoluciones de la Secretaría de
Gobernación dictadas en 6 de agosto y 29 de septiembre del año próximo pasado,
en que se declaró ser necesaria concesión expresa del Ayuntamiento de
Guadalupe-Hidalgo, para que la referida empresa pudiera ocupar las calles y
plazas de esa ciudad, demarcadas en el plano aprobado por la Secretaría de
Fomento.
2.
Esta resolución no exime a la empresa de la obligación de sujetarse a lo que
como medidas de policía disponga el Ayuntamiento de Guadalupe-Hidalgo en lo
concerniente a las mencionadas calles y plazas, sin impedir su ocupación por
ella.77
Tercer episodio
La decisión judicial debió caerle
a medio mundo como una cubeta de agua fría. Desde el presidente de la
república, hasta “la mayoría”, como se decía de los miembros del Ayuntamiento
de Guadalupe-Hidalgo que favorecían a la “vieja” compañía, por no decir a los
empresarios ferrocarrileros. No solamente a los del Distrito, sino a los del
Ferrocarril Mexicano.
Entonces se hizo evidente que hasta
los que aparentemente no tenían intereses en el asunto empezaron a hostilizar a
la Compañía de Tranvías. Desde antes del fallo judicial los representantes de
esta empresa habían solicitado un cruzamiento con la vía del Ferrocarril
Mexicano, indispensable para llegar a la ciudad de Guadalupe. La Secretaría de
Fomento, vía la sección tercera, aprobó dicho cruzamiento, pero la empresa del
Mexicano se negó a concederlo.78
Vinieron después cinco meses de oficios e intercambios de comunicaciones con
distinto nivel de intensidad, además de otro juicio para dirimir el asunto.
De octubre de 1881 a marzo de
1882 el Ferrocarril Mexicano pidió un “certificado” al Ministerio de Fomento,
luego afirmó que “los cruzamientos a nivel son peligrosos” y citó una ley
inglesa de 1845; más adelante explicó que la ley y las concesiones no obligan a
aceptar un cruzamiento en sus vías y comunicó que en el lugar propuesto para el
cruce iba a construir su nueva estación. Cuando ya no le quedaban más recursos
concedió el cruce, pero comentó que no le quedaba claro la forma de cruzamiento
propuesta, por lo que solicitó se pusieran de acuerdo los ingenieros de ambas
empresas.79 Después de que
tuvo efecto esa reunión, los encargados de la empresa del Ferrocarril Mexicano
escribieron a la Secretaría de Fomento comunicándole que el sistema de
cruzamiento propuesto era muy débil para aguantar el paso de sus trenes.
Esa fue la última objeción que
puso. Sin embargo, el cruzamiento no se llevó a cabo. No porque tuviera razón
en alguna cosa de lo que escribiera, pues la Secretaría de Fomento se encargó
de responder y refutar cada una de las objeciones,80
lo que sucedió fue que las cosas se estaban resolviendo en otro escenario. Dos
años después, un periódico que estuvo constantemente a favor de los
Ferrocarriles del Distrito publicó cómo fue que esta compañía salió victoriosa
en la larga contienda de cinco años. El factor decisivo fue el señor Ramón
Guzmán, “debido a su genio, a su talento financiero y a su constancia”.81
Derrotados en el terreno judicial
y en el de la ciencia ferroviaria, incluso derrotados (lo que es más difícil
demostrar) en el terreno de la opinión pública, lo que hicieron los empresarios
de los Ferrocarriles del Distrito fue comprar la Compañía de Tranvías. Un par
de meses después del último documento en el asunto del cruzamiento de vías, los
periódicos dieron la noticia de que los tranvías pasaban a ser propiedad de
Ramón Guzmán. Aunque el trámite oficial se tardó unos meses más.82
Casi inmediatamente la empresa de
los Ferrocarriles del Distrito ordenó quitar los rieles que su contrincante
había tendido desde la capital hacia la ciudad de Guadalupe-Hidalgo, aunque no
se molestó en destruir el terraplén instalado por la extinguida Compañía de
Tranvías. El dicho terraplén se mantuvo durante años y era citado como
evidencia de la contienda, aunque no fue el único testimonio del pleito. Años
después de concluido el proceso se hizo una guía turística de la “Villa” de
Guadalupe y al hacer la descripción del mercado, se anotó que fue “construido
por la compañía de Ferrocarriles del Distrito, en compensación de ciertas
concesiones que le hizo el municipio”. Para luego calificarlo de “cerrado y
pequeño”, pues apenas tenía “en su interior unas 40 varas de longitud” (Torre,
1887, p. 10).
No sabemos si los miembros del
Ayuntamiento de Guadalupe-Hidalgo que aceptaron el convenio, por medio del cual
se otorgaba exclusividad a los Ferrocarriles del Distrito, procedieron para
favorecer a la empresa o querían de verdad un nuevo mercado y decidieron que
esa era la mejor forma de tenerlo. Tampoco sabemos qué opinaron acerca del
edificio cuando ya estaba instalado, lo que sí sabemos es que la experiencia
sirvió de ejemplo a otros municipios.
Conclusiones
Si bien no fue la primera ni la
única ocasión en que dos compañías ferroviarias se enfrentaron en el Distrito
Federal, o que una empresa ferrocarrilera apelara a los juzgados para hacer
valer sus derechos en contra de los distintos niveles de gobierno, existen en
esta contienda varios temas que deben ser rescatados para profundizarlos en
futuras investigaciones.
Quienes han analizado algunos de
los conflictos ferroviarios y el marco institucional, desde la perspectiva de
una población foránea o del Ayuntamiento de la ciudad de México, han puesto
demasiado énfasis en el poder de la capital en un caso y en el gobierno federal
en otro (Miranda, 2007, pp. 156 y ss.; Rodríguez, 1996, pp. 151-180),
subestimando el papel de los ayuntamientos foráneos y las empresas no
preponderantes en los conflictos. Lo que sucedió en el caso que nos ocupa entre
1878 y 1882, es que a la par que se defiende que las corporaciones municipales
puedan otorgar concesiones para instalar ferrocarriles en los límites de su
jurisdicción (Rodríguez, 1996, pp. 151-180) y tener autonomía en las
decisiones, los ayuntamientos de las ciudades de Tacubaya, México y
Guadalupe-Hidalgo tomaron disposiciones incorrectas, ilegales e ilegítimas que
llevaron a la intervención de la Suprema Corte de Justicia para resolver el
entuerto que habían ocasionado dos de esas corporaciones. No eran ataques
contra los municipios orquestados desde la federación, sino intervenciones
legales que incluso fueron también en contra de la Secretaría de Gobernación y,
en un caso, contra el titular del propio poder ejecutivo.
Otras municipalidades pudieron
enfrentar exitosamente a la poderosa compañía monopólica, en unos casos con
apoyo de los poderes federales, en otros teniéndolos en contra. Se mencionan
rápidamente aquí dos de esos procesos para proponer la realización de estudios
de caso antes de hacer generalizaciones. El Ayuntamiento de Azcapotzalco, que
citó a su favor lo sucedido en su vecina Guadalupe-Hidalgo, solicitó en 1884 a
los Ferrocarriles del Distrito compensaciones bastante más altas y ni siquiera
por la exclusividad que firmaron los de Guadalupe, sino solamente por permitir
que la empresa extendiera sus vías y no se dobló en los tres años que duró el
pleito contra la empresa.83
En tanto que el Ayuntamiento de San Ángel, con apoyo del gobierno del Distrito
Federal, pudo demandar exitosamente a la empresa de los Ferrocarriles del
Distrito por incumplimiento en la instalación de vías al interior de su espacio
urbano.84
No son casos únicos, en otro
contexto, entre 1865 y 1867, un gobierno imperial en conflicto tuvo que ceder
ante la pequeña empresa del Ferrocarril de Tlalpan y luego ante el Ayuntamiento
de la capital por el uso de las calles de la ciudad de México. Incluso estuvo a
punto de provocar un conflicto de grandes dimensiones, que se salvó solamente
porque el gobierno imperial cedió a las razones de instituciones supuestamente
menos poderosas.85
Este texto reseña un conflicto
preciso y propone analizar con mayor detenimiento los casos señalados párrafos
atrás. La propuesta es que a partir de recuperar los contextos de esos procesos
y de la comparación con casos similares en otras latitudes, se podrán generar
hipótesis más sólidas acerca de la relación entre instituciones de distinto
nivel en el tema de los ferrocarriles. En el asunto que nos ocupa, el
enfrentamiento entre las dos compañías ferroviarias en el Distrito Federal tuvo
una repercusión favorable, pues gracias a ese proceso se incrementó
notablemente el tamaño de sus líneas férreas y se garantizó un servicio con
muchas ventajas. A continuación las evidencias que
existen de ello.
En 1857 se construyó el primer
ferrocarril en el Distrito Federal, casi 20 años después esta entidad contaba
apenas con 70 kilómetros de vías, lo que contrasta con el periodo inmediato
posterior, en que la cantidad de vías y pasajeros en estas líneas se duplica en
tan sólo cinco años, que van de 1878 a 1882.86
Lo que sucedió en esos años contrasta también con los siguientes doce años, en
los que el aumento en la construcción de ferrocarriles y el transporte de
pasajeros no tiene los mismos incrementos (véase cuadro 1).
Se debe tener en cuenta que las
circunstancias de los ferrocarriles eran distintas en general a partir de 1874.87 Resueltos
algunos de los problemas que había antes de ese año no acabaron las dudas ni
las discusiones, pero no existían ya obstáculos comparables a los que hubo que
enfrentar en la primera época del ferrocarril. Debido a ello es que se afirma
que el auge en la construcción de ferrocarriles en el Distrito Federal en el
periodo indicado se debió a la competencia y el conflicto que ya reseñamos. La
Compañía Limitada de Tranvías construyó algo más de 20 kilómetros de vía, pero
transportó poco más de un tercio de los pasajeros que viajaron por los
ferrocarriles urbanos de la capital; además, por la presión que ejerció sobre
la compañía preponderante, la obligó a construir vías como en ningún otro
momento lo hizo. En 1880 la empresa de los Ferrocarriles del Distrito reportaba
tener menos de 80 kilómetros de vías, mientras que al final del proceso contaba
con poco más de 125 (Legislación, 1885, vol. 3, p.
11) que sumados a los que se apropió de la Limitada de Tranvías, suman los
145.576 kilómetros que se reportan a inicios de 1883 y que aparecen en los
documentos más consultados.88
Aunque ya se ha mencionado antes
(Álvarez, 2002; Leidenberger, 2011), no se han
estudiado a fondo todas las circunstancias en las que se creó la empresa
monopólica de los ferrocarriles del Distrito Federal, ni las consecuencias que
generó la existencia de otras compañías. Por otro lado, cambiando la escala a
nivel de todo el país, en el último cuarto del siglo xix
existen ejemplos en los que la competencia entre empresas fue un elemento
promotor para la instalación de la red ferroviaria,89
pero falta estudiar más los efectos en lo regional. En cuanto a los
ferrocarriles urbanos, recordemos que el primero de este tipo se instaló en la
ciudad de Veracruz en 1864, para el año 1880 ya había en las ciudades de
Guadalajara, Córdoba, Orizaba, Mazatlán y estaban en construcción en Tepic y
Puebla (Legislación, 1885, vol. 3, p. 959); pero en
esa época no hubo enfrentamiento entre empresas distintas para su instalación.
En el caso que nos ocupa, los
habitantes de la capital del país se vieron beneficiados por el enfrentamiento
entre las empresas aquí reseñado, en primer lugar
porque se tendieron más líneas por diversos rumbos de la ciudad en un corto
plazo. En segundo término, la competencia, y luego los compromisos que se
aceptaron por la compañía de los Ferrocarriles del Distrito al apropiarse de
las propiedades de la Limitada de Tranvías, garantizó la permanencia de las
tarifas por varios años. Se logró también que la empresa monopólica no
eliminara el sistema de “correspondencias” que creó la Limitada de Tranvías;
además, de no menor importancia, si hemos de creer lo que afirmaron los
periódicos, este enfrentamiento entre compañías ocasionó la existencia de más
corridas de los trenes, lo que también benefició a los usuarios.
Finalmente, al observar la
documentación generada posteriormente a este evento, es indudable que otro
notable beneficio que generó este conflicto, fue el mayor cuidado que tuvieron
los ayuntamientos de las diversas localidades al otorgar concesiones en las
calles a su cargo, a la vez que tuvieron y usaron la experiencia de estos años
para defender los intereses locales frente a las empresas ferrocarrileras.
Estos beneficios de distinto tipo, que se reflejan en algunas estadísticas de
la época, no hubieran sido posibles sin el conflicto que puso a prueba las
instituciones y dejó experiencias que hoy pasan casi desapercibidas.
Lista de referencias
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caricatura. El Ferrocarril de Tlalpan 1865-1873. Secuencia,
83, 73-118. doi: 10.18234/secuencia.v0i83.1156
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Otras fuentes
Archivos
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ahcdmx Archivo Histórico
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Hemerografía
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El Diario del Hogar.
El Foro.
La Libertad.
El Monitor Republicano.
La Patria.
El Siglo XIX.
El Telégrafo.
La Voz de México.
1 Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 74. Archivo Histórico de la Ciudad de México (en adelante ahcdmx), Ciudad de México.
2 “En la calzada de la Piedad. Han comenzado los trabajos de la nueva tranvía al frente de cuya empresa están los señores
Miranda y Álvarez Rul”, La Voz
de México, 5 de marzo de 1878.
3 En una sesión del Ayuntamiento se da la discusión acerca de los planos de
la nueva empresa, esta se compromete a conservar el empedrado con una anchura
como si fuera vía ancha, lo que ciertamente era una ventaja para la
corporación. Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 55, ff. 52-54 y 71. ahcdmx, Ciudad de México.
4 Se aprueban varias solicitudes de líneas para la Compañía Limitada de
Tranvías con Correspondencia, entre ellos ligarse con el Ferrocarril de Toluca
en el depósito de Pane. Ferrocarriles
en general. Vol. 1040, exp. 78. ahcdmx, Ciudad de México.
5 Además de la representación cartográfica de líneas ferroviarias sobre las
calles de la ciudad, contenía la explicación de un “sistema” que necesitó en
varias ocasiones indicaciones para comprenderse. Incluso ya funcionando, la
prensa, a nombre de los usuarios, solicitó aclaraciones por tratarse de un
sistema distinto. La Patria, 27 de noviembre de
1878.
6 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 63. ahcdmx, Ciudad de México.
7 Frente a la actitud del Ayuntamiento de Tacubaya, la señora Escalante
protesta y acusa a la corporación de fomentar el monopolio. Fondo municipalidades. Sección Tacubaya. Serie
Ferrocarriles. Caja 127, exp. 14, ff.
8 a 10. ahcdmx, Ciudad
de México.
8 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 63 y
60. ahcdmx, Ciudad de
México.
9 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 70. ahcdmx, Ciudad de México.
10 La
Libertad, 26 de septiembre de 1878.
11 El periódico La Libertad señaló que el tema de
los ferrocarriles urbanos es de vital interés para los habitantes del Distrito
Federal, por esa razón “los representantes de la ciudad no podían menos que
tomar en seria consideración tan importante asunto”, calificando la sesión en
la que se tomaron las decisiones como “agitada y tormentosa”. “La cuestión de
Tranvías en el Distrito”, La Libertad, 26 de
septiembre de 1878.
12 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 70, ff. 22 y 23. ahcdmx,
Ciudad de México. No se incluyen aquí los planos de las líneas o las
concesiones en conflicto, porque, como se demostrará en el conjunto del texto,
el enfrentamiento entre las empresas no se relacionaba o limitaba a un espacio
específico de la ciudad o la entidad federativa. Por ello, aunque podría ser
interesante ubicar los distintos puntos en los que se sucedieron los
enfrentamientos, esto no es el objetivo de este trabajo ni se considera que
ayude a entender el desarrollo del proceso.
13 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 70. ahcdmx, Ciudad de México; Al
interior de la comisión del ayuntamiento, participan los ingenieros Manuel
Francisco Álvarez y Eleuterio Méndez. Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 55, ff 102-104. ahcdmx, Ciudad de México.
14 La
Libertad, 26 de septiembre de 1878.
15 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 58. ahcdmx, Ciudad de México.
16 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 58. ahcdmx, Ciudad de México.
17 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 58. ahcdmx, Ciudad de México.
18 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 72. ahcdmx, Ciudad de México.
19 El señor Segura fue demasiado lejos en sus inculpaciones, según se nos
refiere, y esta circunstancia hizo que la sesión fuese más tormentosa de lo que
generalmente lo son las de la corporación municipal. La
Libertad, 26 de septiembre de 1878.
20 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 72. ahcdmx, Ciudad de México.
21 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 72. ahcdmx, Ciudad de México.
22 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 72. ahcdmx, Ciudad de México.
23 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 55. ahcdmx, Ciudad de México. El
pleito en el que participan todos los niveles de gobierno hoy se puede
consultar en un grueso expediente de 488 fojas.
24 Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 78. ahcdmx, Ciudad de México.
25 La
Libertad, 13 de marzo de 1879.
26 La
Voz de México, 17 de julio de 1879.
27 “Las tranvías”, El Combate, 24 de julio de
1879. Refiere que lo tomó de La Patria.
28 Ferrocarriles en general, vol. 1040, exp. 84. ahcdmx, Ciudad de México.
29 Ferrocarriles en general, vol. 1040, exp. 93. ahcdmx, Ciudad de México.
30 Véase también el expediente de transacción entre las empresas
ferrocarrileras representadas por Agustín López y los señores Álvarez Rul y Miranda. Consta la lista de las diversas calles
concedidas a una y otra empresa, así como otros temas, incluyendo el cruce de
sus vías. 1 de agosto de 1879. Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 78. ahcdmx,
Ciudad de México.
31 La
Voz de México, 17 de julio de 1879; El Siglo XIX, 27 de diciembre de 1879.
32 La
Libertad, 1 de agosto de 1879.
33 Sobre el pleito: La Patria, 14 de marzo de
1879; La Libertad, 25 de marzo y 9 de julio de
1879; La Voz de México, 22 de abril, 4 y 29 de
junio, 4, 10, 16, 17, 22, 24 y 25 de julio de 1879; El
Foro, 16 de julio de 1879; El Combate, 24 de
julio de 1879.
34 Denunció “que los rieles que tenía los vendió al gobierno para el
Ferrocarril de Tehuacán”. La Patria, 14 de mayo de
1879. El 9 de enero de 1879 Álvarez Rul y Luis
Miranda comunicaron al Ayuntamiento que recibieron 400 toneladas de rieles para
construir sus líneas, pero que el Ministro de Fomento les solicitó que le
traspasaran esos rieles para terminar el ferrocarril de Tehuacán. Ferrocarriles
en general. Vol. 1039, exp. 55. ahcdmx, Ciudad de México.
35 El
Siglo XIX, 27 de diciembre de 1879.
36 La
Libertad, 1 de agosto de 1879, que permanecía en su hartazgo,
siempre y cuando no le causaran problemas directamente, como obstruyendo el
paso por las calles y plazas, La Libertad, 7 de
noviembre de 1878.
37 La
Libertad, 13 de marzo de 1879.
38 Aunque en su argumentación también hicieron una exculpación de la empresa
que había solicitado una concesión a sabiendas de que la otra ya la tenía. En
cambio, “la nueva que nada ha hecho, ya vemos que calcula sus pérdidas nada
menos que en ochenta y dos mil pesos”. El Combate,
24 de julio de 1879.
39 La
Libertad, 1 de agosto de 1879.
40 Ferrocarriles en general. Vol. 1039, exp. 58. ahcdmx, Ciudad de México.
41 O lo intentaron usar sin que sepamos bien a bien el desenlace. La Compañía
Limitada de Tranvías con Correspondencia, en contra de que atraviese su vía la
empresa de los Ferrocarriles del Distrito. 7 de octubre de 1881. Ferrocarriles
en general. Vol. 1041, exp. 114. ahcdmx, Ciudad de México; Los Ferrocarriles del
Distrito contra la Compañía de Tranvías. Diciembre de 1880 y 2 de agosto de
1881. Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 98 y
vol. 1041, exp. 126. ahcdmx, Ciudad de México.
42 Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 98. ahcdmx, Ciudad de México.
43 Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 98. ahcdmx, Ciudad de México.
44 Ferrocarriles en general, vol. 1040, exp. 98. ahcdmx, Ciudad de México.
45 Ferrocarriles en general, vol. 1041, exp. 126. ahcdmx, Ciudad de México.
46 Ferrocarriles en general, vol. 1041, exp. 113. ahcdmx, Ciudad de México.
47 Municipalidades. Tacubaya. Ferrocarriles. Caja 127, exp.
14, ff. 15-16r. ahcdmx, Ciudad de México.
48 Municipalidades. Tacubaya. Ferrocarriles. Caja 127, exp.
14, f. 31. ahcdmx,
Ciudad de México. Luego en las fojas 55 a 65 del expediente que reseña esta
situación, la comisión encargada señala que los solicitantes no tienen dinero
para instalar vías, por lo que se rechazan las peticiones. En ese acervo
aparecen otros dos expedientes, uno en el que se desechan nuevas propuestas de
la Compañía de Tranvías y otro en que se presenta una nueva propuesta que queda
sin respuesta positiva. Municipalidades. Tacubaya.
Ferrocarriles. Caja 127, exps. 23 y 24. ahcdmx, Ciudad de México.
49 Municipalidades. Tacubaya. Ferrocarriles. Caja 127, exp.
27. ahcdmx, Ciudad de
México.
50 Del “2 de agosto de 1879, fecha en que corrieron los primeros trenes hasta
el 31 de diciembre de 1880” habían transportado 963 528 pasajeros. Los
Ferrocarriles del Distrito habían transportado en sus vías urbanas 2 559 616
pasajeros durante todo el año de 1880. Secretaría de Comunicaciones y Obras
Públicas, 3/227. Archivo General de la Nación (en adelante agn), México.
51 Ferrocarriles en general. Vol. 1041, exp. 115. ahcdmx, Ciudad de México; El Monitor Republicano, 31 de julio de 1881.
52 La
Patria, 29 de abril de 1881; El Telégrafo,
29 de abril de 1881.
53 Véase, como ejemplo, Ferrocarriles en general. Vol. 1040, exp. 98 y vol. 1041, exp. 126. ahcdmx, Ciudad de México.
54 Ferrocarriles en general. Vol. 1041, exp. 112. ahcdmx, Ciudad de México.
55 Y que incluso en el último cuarto del siglo las mujeres pudieron “acceder
al desempeño de algunas actividades lúdicas y de recreación ‘sin sufrir un
rechazo social extremo’” (Infante, 2013, pp. 270 y 273).
56 Se emplea el concepto de género como un elemento constitutivo para analizar
las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos y
estudiar una forma primaria de relaciones significantes de poder. La imposición
de estas relaciones origina conceptos normativos que engloban aspectos
prácticos de la sociedad. Las estudiosas de estos procesos históricos alertan
que no se trata de relaciones inmutables, además de que en muchos casos los
cambios en las relaciones de género pueden ser impulsados por consideraciones
de necesidades de Estado. Por otro lado, también apuntan que la “alta política”
es un concepto de género, porque establece su crucial importancia y el hecho de
su superior autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su ámbito
(Scott, 1996). Faltaría investigar ampliamente las consideraciones de las
elites acerca de la participación de las mujeres en las empresas ferroviarias.
57 La
Voz de México, 28 de septiembre de 1881.
58 Ferrocarriles en general. Vol. 1041, exp. 108. ahcdmx, Ciudad de México.
59 La
Patria, 21 de mayo de 1881 en primera plana.
60 El
Monitor Republicano, 18 de mayo de 1881.
61 Fondo Municipalidades. Sección Tacubaya. Serie Ferrocarriles. Caja 127, exps. 14 y 35. ahcdmx,
Ciudad de México.
62 En 1889 el Ayuntamiento de Tacubaya exigió que el señor Agustín Cerdán
construyera “uno o dos mercados”, para autorizar la construcción del
Ferrocarril del Valle en su localidad. Fondo Municipalidades. Sección Tacubaya.
Serie Ferrocarriles. Caja 127, exp. 43. ahcdmx, Ciudad de México. Las
exigencias que hizo el Ayuntamiento de Tacubaya se ventilaron en La Semana Mercantil del 25 de noviembre de 1889,
ocasionando que el Ayuntamiento desistiera de sus solicitudes.
63 En 1884 el Ayuntamiento de Azcapotzalco solicitó como condición para
permitir el establecimiento de vías en su localidad: “1. Una estación para
pasajeros. 2. La apertura y conclusión de cuatro pozos artesianos en los
lugares y de la manera que se le designará. 3. La compostura del jardín de la
referida plaza, reparando la barda de él. 4. La construcción de un mercado
público. 5. La conservación en buen estado del camino desde el puente del
Rosario, al lugar llamado de las Ánimas y 6. Ceder para el alumbrado público 36
faroles con sus aparatos respectivos.” A lo que se opuso la empresa. Secretaría
de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/193-1. agn, México.
64 Durante meses la empresa reporta los costos “Importe del material y rayas
en la construcción del mercado en Guadalupe y obras en la plaza, según contrato
con aquel Ayuntamiento”. Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/39-1.
agn, México.
65 El
Monitor Republicano, 7 de mayo de 1881,
firma Juvenal; es decir, Enrique Chavarri.
66 El
Monitor Republicano, 14 de mayo de 1881.
67 El
Monitor Republicano, 18 de mayo de 1881,
firma Juvenal.
68 La
Patria, 17 de junio de 1881.
69 El
Foro, 21 de mayo de 1881.
70 El
Monitor Republicano, 14 de septiembre de
1881; Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/1022-1. agn, México.
71 La
Patria, 16 de septiembre de 1881.
72 La
Patria, 16 y 25 de septiembre, 1 de octubre de 1881.
73 Citando a El Socialista,
El Monitor Republicano, 20 de septiembre de 1881.
74 La
Patria, 1 de octubre de 1881 y El Diario
del Hogar, 2 de octubre de 1881.
75 En los documentos de archivo aparece que se aprueban finalmente los
correspondientes a la ciudad de México en el “tramo de doble vía frente al Tecpan de Santiago y un escape en la plazuela del Tequesquite” el 6 de diciembre de 1881. Ferrocarriles en
general. Vol. 1041, exp. 108. ahcdmx, Ciudad de México. Mientras que en la
prensa se publica que la Secretaría de Fomento aprueba los planos en los
espacios de su jurisdicción el 5 de septiembre. El Siglo
XIX, 6 de diciembre de 1881.
76 El
Siglo XIX, 6 de diciembre de 1881; El Monitor
Republicano, 7 de diciembre de 1881; El Foro,
10 de diciembre de 1881.
77 La
Voz de México, 3 de mayo de 1882.
78 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/814. agn, México.
79 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/814. agn, México.
80 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/814. agn, México.
81 El
Siglo XIX, 24 de marzo de 1881.
82 La
Voz de México, 4 de julio y 20 de octubre de 1882.
83 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/193. agn, México.
84 Fondo municipalidades. Tlalpan. Ferrocarriles. Caja 102, exps. 24 y 26. ahcdmx,
Ciudad de México; Fondo municipalidades. San Ángel. Ferrocarriles. Caja 92, exps. 5 y 6. ahcdmx,
Ciudad de México.
85 Ferrocarriles en general. Vol. 1038, exp. 7, f.
71r. ahcdmx, Ciudad de
México; Aguayo (2012).
86 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/59. agn, México.
87 Los primeros ferrocarriles que se construyeron en esta entidad, como los de
todo el mundo, lo hicieron teniendo como materiales base el hierro y la madera;
en cambio, a partir de 1874, ya se empleaba el acero como nuevo material de los
rieles. Al construir las vías con rieles de acero, se resolvió el problema de
la poca duración de las vías y, en consecuencia, la necesidad de reponerlos
continuamente, haciéndolos más costeables. Por otro lado, para entonces ya se
había inaugurado el ferrocarril de México a Veracruz, con lo que se superaban
los problemas para el traslado de grandes y pesados volúmenes de carga entre el
puerto de Veracruz y la ciudad de México. El tercer problema resuelto en 1877
fue el de la ley para el establecimiento de ferrocarriles urbanos, cuando se
aprobaron las bases para su asentamiento en el Distrito Federal.
88 Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, 3/1170. agn, México; Secretaría de Estado (1887, vol. 2,
p. 612).
89 El ejemplo más espectacular se dio en el caso de los ferrocarriles Central
Mexicano (fccm) y
Nacional Mexicano (fnm),
que en su competencia por construir sendas líneas entre la ciudad de México y
la frontera norte, originaron que los años de 1882 y 1883 fueran los de mayor
instalación de vías en todo el siglo xix. En 1894
las autoridades hicieron un recuento de la construcción de los ferrocarriles,
llegando a la conclusión de que la mayor actividad constructiva a nivel
nacional se dio entre los años 1882 y 1883 y, posteriormente, aunque no en la
misma magnitud, entre 1888 y 1891. Secretaría de Comunicaciones (1895). Para
temas más generales relacionados con la competencia entre las empresas
ferrocarrileras y el papel del gobierno nacional en un periodo posterior al
aquí estudiado véase Grunstein (1999).
Cuadro 1. Kilómetros de vía construidos y pasajeros
transportados (1878-1894)
1878 |
1882 |
1894 |
||||
Kilómetros de
vía |
70.167 |
145.576 |
211.479 |
|||
Pasajeros
transportados |
4 605 223 |
9 134 868 |
15 844 425 |