Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes en Argentina (1924-1930):
una presencia de México en el Río de la Plata
Pedro Henríquez Ureña and Alfonso Reyes in Argentina (1924-1930):
The Presence of Mexico in River Plate
Cecilia Guadalupe Neubauer
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Resumen: Durante los
años veinte, el mundo cultural rioplatense se encontraba en plena ebullición
con la emergencia de la vanguardia artística y literaria, sumada a la
emergencia progresiva del campo intelectual como espacio autónomo. El objetivo
que perseguimos es analizar la presencia de los ex ateneístas Pedro Henríquez
Ureña y Alfonso Reyes en el mundo de las revistas literarias del Río de la
Plata entre los años 1924 y 1930. Esta presencia confirmó un diálogo novedoso
con una realidad de igual talante: un espacio latinoamericano de reflexión y
discusión. La originalidad del presente trabajo radica en el diálogo
establecido entre los pensadores ya mencionados y los temas que impulsaron las
publicaciones seleccionadas, como la Reforma Universitaria, el canon literario
y la emergencia de la vanguardia argentina, a la vez de la generación de
contactos con otras realidades continentales, como el estudiantado mexicano y
el grupo literario conocido como Los Contemporáneos.
Palabras clave: revistas argentinas; vanguardia; Río de la Plata; Alfonso Reyes; Pedro
Henríquez Ureña.
Abstract: In the 20s, the River Plate cultural world was in full swing with the
emergence of the artistic and literary vanguard, coupled with the progressive
emergence of the intellectual field as an autonomous space. Our aim is to
analyze the presence of former members of El Ateneo
Pedro Henríquez Ureña and
Alfonso Reyes in the world of the literary magazines of River Plate between
1924 and 1930. This presence confirmed a novel dialogue with a similar reality:
a Latin American space for reflection and discussion. The
originality of this article lies in the dialogue established between the
aforementioned thinkers and the issues that drove the selected publications,
such as University Reform, the literary canon and the emergence of the
Argentine Vanguard, as well as the generation of contacts with other
continental realities, such as the Mexican student body and the literary group
known as Los Contemporáneos.
Key words: argentine magazines; vanguard;
River Plate; Alfonso Reyes;
Pedro Henríquez Ureña.
Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2016 Fecha de
aceptación: 27 de marzo de 2017
Introducción
En el marco de la estadía de Pedro Henríquez Ureña y de
Alfonso Reyes en Argentina, entre los años 1927 y 1930, la ciudad de Buenos
Aires ejercía una atracción centrípeta a nivel continental que llevó a muchos
intelectuales y artistas a visitarla y ponerse así en contacto con los nuevos
movimientos y manifestaciones en el terreno de las ideas y de la cultura. El
contexto con el que se encontraron estuvo relacionado con la expansión de las
redes generadas por la Reforma Universitaria de 1918, a la vez de la emergencia
de la vanguardia literaria en el país, que provocó en el mundo de las letras
argentinas severos cambios y reposicionamientos en el Buenos Aires de los años
veinte. Fueron estas redes provenientes del reformismo-vanguardista que
generaron un nuevo espacio de reflexión continental, a la vez que una apuesta a
la creación de una identidad latinoamericana. El objetivo del presente trabajo
entonces es desentrañar uno de los momentos de la conformación de esta red,
caracterizado por la presencia de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes en
Argentina, quienes a través de las revistas literarias más significativas del
momento colaboraron a la gestación de una nueva identidad continental.
En este sentido, las
publicaciones literarias constituyeron por aquellos años un espacio de debate
acerca del “ser nacional”, por lo que el encuentro con América resulta un cruce
interesante. El mismo Henríquez Ureña (1929) en los Seis
ensayos en busca de nuestra expresión, ya reflexionaba sobre la
diversidad de formas en las que las naciones latinoamericanas abordaban su
literatura como un espacio de creación de la cultura nacional: “Las naciones
serias van dando forma y estabilidad a su cultura; mientras tanto, en las otras naciones, donde las instituciones de cultura, tanto
elemental como superior, son víctimas de los vaivenes políticos y del desorden
económico, la literatura ha comenzado a flaquear” (pp. 259-260).
En esta oportunidad nos
proponemos analizar el vínculo de estos intelectuales con el momento cultural
rioplatense para indagar ideas fundamentales que desarrollan Henríquez Ureña y
Reyes en Argentina, la interacción con el medio y los resultados de este
encuentro. En este sentido, se abordará la producción de ambos intelectuales en
publicaciones como Nosotros, por tener una
historicidad propia dentro del campo cultural de la época, Valoraciones, la publicación surgida del riñón del
reformismo universitario, y Martín Fierro, símbolo
de la naciente vanguardia literaria argentina.
El mundo de las revistas literarias en el Río de la Plata
La conformación y la relativa
independencia que adquiriere el campo literario en la Argentina de las primeras
décadas del siglo xx se encuentran estrictamente
relacionadas con la emergencia de la vanguardia literaria en el país. En el
marco de la modernización urbana, para Beatriz Sarlo
(1997) el interés por independizarse de la tutela modernista de la revista Nosotros hizo surgir en el campo cultural de la época un
espíritu renovador a la vez que una idea de “lo nuevo” ante un sentimiento de
insatisfacción y reclamo. Así, para la década de 1920, las publicaciones se caracterizaron
entre aquellas legitimadas por la corriente modernista de principios de siglo,
como el caso de Nosotros, otras como Proa, atravesando un periodo de modernización, con nuevos
planteos estéticos y políticos cuya tradición las enlazó con los postulados de
la Reforma de 1918, y finalmente de ruptura como Martín
Fierro, donde se impone una nueva estética, con una retórica agresiva
con la consecuente liberación de la tutela modernista. La definición de una
identidad nacional no se realizó sin tener en cuenta el problema de la lengua
nacional, en un espacio de influencias múltiples a la vez que de reflexión de
una tradición.
Siguiendo con lo anterior, la
cultura letrada de este momento transcurrió por medio de un canal fundamental:
las revistas literarias. Verdaderas polifonías (Romano, 2004), las revistas
literarias son consideradas el elemento vinculante entre autores, lectores y el
contexto, a la vez que permiten la relación con personalidades de la vida
política del país, entre otros actores. Frente a esta problemática, persigo la
intención de considerar las revistas intervenidas por Pedro Henríquez Ureña y
Alfonso Reyes como un nudo que permite analizar las trayectorias nacionales en
contextos continentales y la retroalimentación de los mismos.
En este sentido, algunos trabajos
permiten analizar de modo próximo la relación entre el nacimiento de una
literatura nacional y su soporte revisteril (Delgado,
2009), a la vez de convertirse en portavoces como en el caso de la Unión
Latinoamericana y su boletín Renovación (Pita
González, 2009), las redes entre José Carlos Mariátegui y sus vinculaciones con
el campo cultural argentino gracias a publicaciones como La
Vida Literaria de Samuel Glusberg (Tarcus, 2001), la importancia de las redes intelectuales
del Ateneo de la Juventud para la consecución de empresas posteriores como la
editorial Fondo de Cultura Económica (Myers, 2005) y un antecedente fuerte de
este trabajo, que son las redes generadas desde la propia Reforma Universitaria
(Bustelo, 2015). Así, tomando en cuenta contexto, actores, soportes y temáticas
específicas, finalmente arribamos a la consideración de la revista cultural de
la época como un texto colectivo, siguiendo a Benjamin,
un documento de cultura (Beigel, 2003).
En este contexto, asomaron
intelectuales interesados en desarrollar una actividad que los legitimara en el
campo específicamente cultural; una actividad que requería cierta autonomía de
las estructuras partidarias y que significaba al mismo tiempo un modo singular
de intervención en los asuntos públicos.1
Insistimos en la circunstancia de que tanto el dominicano como el mexicano
pertenecientes a la generación del Ateneo de la Juventud, tomaron contacto con
el universo rioplatense por primera vez a través de publicaciones literarias como
Nosotros, emprendimiento de las letras argentinas
cuya trascendencia superó las barreras nacionales al poner en contacto a
diversos exponentes del modernismo literario desde inicios del siglo xx. Este ejemplo permite situarnos en el análisis de las
revistas que haremos a continuación desde una perspectiva interdisciplinaria,
que estudia la creación literaria, ideológica y cultural en relación directa
con los contextos estéticos y sociopolíticos en los que emergieron y
circularon, considerando tales publicaciones como parte fundamental del
movimiento cultural y político de los países del continente (Crespo, 2010, p.
12).
A la hora de preguntarnos qué
tipo de vínculos y relaciones pueden generarse entre Alfonso Reyes, Pedro
Henríquez Ureña y su inserción en el terreno intelectual argentino, sería
posible elaborar una geografía cultural (Sarlo, 1988) que
permita elaborar representaciones literarias ligadas a espacios concretos en
los cuales intervienen escritores y lectores de la obra. Las revistas –escribe Sarlo– tienen sus geografías culturales, que son dobles: el
espacio intelectual concreto donde circulan y el espacio-bricolage imaginario donde se ubican idealmente.
Dicha geografía
intentará abrazar también las formas de sociabilidad de la época en que ambos
escritores se insertaron en la realidad literaria, por medio de prácticas de
sociabilidad caracterizadas por conferencias, banquetes, reuniones,
exposiciones artísticas y asociaciones culturales. Dichas
geografías culturales permitirán elaborar un corpus
de ideas que sirvieron a estos extranjeros para la reflexión sobre determinados
tópicos centrales del momento o estructuras del sentimiento que dieron origen a
obras ensayísticas y formas de pensar determinadas.
Pedro Henríquez Ureña
y Alfonso Reyes en Argentina
El dominicano Pedro Henríquez
Ureña llegó a Argentina a mediados de 1924, escapando de una serie de eventos
desafortunados que provocaron su alejamiento de México debido a varios motivos.
Desavenencias con José Vasconcelos, quien fuera un viejo compañero del Ateneo
de la Juventud, y que por aquellos momentos se encontraba al mando de la
recientemente conformada Secretaría de Educación Pública (sep), sumadas a una intensa campaña xenófoba de
parte de la prensa periódica debido a su labor en la Universidad, todo esto
provocó su salida de México. Las redes conformadas desde el Congreso
Internacional de Estudiantes de 1921, la convivencia durante aquellos días con
la delegación argentina (recuérdese a sus integrantes: Héctor Ripa Alberdi,
Arnaldo Orfila Reynal,
Enrique Dreyzin, Pablo Vrillaud)
insufló en un maduro Henríquez Ureña la posibilidad de poder proseguir su
carrera literaria en un espacio en pleno auge: el Río de la Plata, el cual
había tenido oportunidad de conocer gracias a una misión encabezada por el
mismo Vasconcelos que se dirigió a Sudamérica, allá por 1922. Dicho viaje
oficial tuvo como destino Brasil, Uruguay, Argentina, finalizando en Chile,
donde la delegación mexicana pudo ponerse en contacto con una realidad que
distaba de la que ofrecía el México posrevolucionario de Álvaro Obregón. La
experimentación con las letras, el arte y el despegue intelectual gracias entre
otras cosas al creciente grado de alfabetización vistos en Argentina, llevaron
al dominicano a pensar en un posible traslado al sur del continente. Un periodo
sombrío de malos negocios e incertidumbre, sumado a los arreglos realizados por
las redes reformistas consolidadas, definieron el traslado de Henríquez Ureña a
Argentina para ocupar un cargo como docente en el Colegio Nacional de La Plata.
Entre varios intervalos, Henríquez Ureña permanecerá en Argentina hasta 1946,
año de su trágica y prematura muerte.
Alfonso Reyes Ochoa, hijo de
Bernardo Reyes quien pereciera en los sucesos de la Decena Trágica allá por
1913, es considerado el primer embajador de México en Buenos Aires, luego de
que, a través de sucesivos proyectos, finalmente, para 1927, tanto México como
Argentina decidieran elevar sus representaciones diplomáticas al rango de
embajadas.
La elección de Reyes al frente de
la representación mexicana en Buenos Aires obedecía a la necesidad de legitimar
el proceso político mexicano desanudado con la revolución, por medio del cual
la nación mexicana enviaba a los puntos más significativos del continente a
intelectuales-diplomáticos, quienes por su trayectoria como letrados y miembros
de la cultura proporcionaban al país la imagen de una nación civilizada, pero,
sobre todo, pacificada.
Para mayo de 1927, a bordo del
vapor Vauban, el literato mexicano era recibido en el puerto de Buenos Aires.
Con ello se iniciaba un nuevo periodo en las relaciones México-Argentina. Con
la presencia del intelectual en Buenos Aires, la representación mexicana se
convirtió en un espacio de irradiación de la cultura mexicana en el Río de la
Plata. La presencia del escritor en las revistas rioplatenses fue intensa y el
diálogo entre las vanguardias argentina y mexicana fluido, como se verá a
continuación.
Ambos en sus trayectorias
individuales y como intelectuales públicos se convirtieron en portavoces del
proceso posrevolucionario mexicano, a la vez que la recepción del mismo estuvo
íntimamente relacionada con dos aspectos. Nos aventuramos a considerar dos embajadas
mexicanas en Buenos Aires, una cultural, heredera de los postulados del Ateneo
de la Juventud mexicano, que tuviera como uno de sus maestros al propio
Henríquez Ureña, y debido a sus funciones, una político-diplomática
representada por Alfonso Reyes. Ambos gentleman escritores,
fueron partícipes de los cambios arriba mencionados en el mundo literario de la
época. Las colaboraciones ofrecidas rebelan las filias y fobias de ambos, ya
que mientras Henríquez Ureña orienta sus actividades hacia el terreno conocido
representado en Nosotros, y el estudiantil debido a
su experiencia acumulativa iniciada en México, Reyes se inclina por el aporte a
las publicaciones de la vanguardia local. Como veremos, entre sus actividades,
la puesta en contacto con el experimento mexicano de Los Contemporáneos, mismo
del que se desencantará tiempo después, estuvo entre sus aportes más
significativos.
En el rastreo de las
colaboraciones de Henríquez Ureña y Reyes en revistas rioplatenses, se pondrá
especial atención en los modos de intervención sobre el panorama local, como
los canales de promoción de la nueva generación literaria mexicana en Buenos
Aires (nos referimos a la generación de jóvenes como Daniel Cosío Villegas,
Eduardo Villaseñor, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Manuel Rodríguez
Lozano, entre otros), así como múltiples impresiones de la situación
continental sobre la que se sitúan las dos realidades nacionales, la argentina
y la mexicana, espacios nacionales de estructuración de la red intelectual.
Como en aquellos años mexicanos,
es el dominicano quien ejerce su labor de maestro sobre el mexicano, guiándolo
dentro de los múltiples caminos que conforman las publicaciones porteñas de la
época. Acerca de la posibilidad de publicar en Argentina, el dominicano aconseja
al mexicano en una carta (Henríquez y Reyes, 1986): “[A]
La Nación, artículos serios, un poco divulgación,
un poco actualidad […] A Nosotros lo más tuyo,
aquello en que digas lo que se te dé la gana […] habría que añadir Martín Fierro de Girondo en igual
consideración. A Valoraciones, que sale tres o
cuatro veces por año, lo que quieras” (p. 98).
En esta breve reseña, Pedro
Henríquez Ureña identifica algunas de las publicaciones más sobresalientes de
la época, a la vez que las posiciona dentro del terreno literario local. Este
espacio se encuentra, por una parte, hegemonizado por el
matutino La Nación, representante de las elites
intelectuales, y la revista Nosotros, la voz de
autoridad en el campo literario de la época, y, por otra parte, Proa, Valoraciones y Martín Fierro: las tres pequeñas publicaciones de una
nueva generación en disputa por la apropiación del campo literario, de las
cuales surge la vanguardia literaria. Fue en su seno donde comenzaron a surgir
nombres de la talla de Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal,
entre otros. Junto con ellos en 1929 Alfonso Reyes concibe el ya mencionado
proyecto Cuadernos del Plata, una serie de plaquettes destinados a dar a conocer lo más
relevante de la literatura contemporánea en Argentina. Evar
Méndez se haría cargo del contenido editorial, mientras que Reyes (2010) se
haría cargo de la parte literaria:
Sueño los nombres siguientes: Pedro Henríquez Ureña,
Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges, Diego Rivera (+), Ricardo Guiraldes
(inéditos), Oliverio Girondo (+), Francisco Luis
Bernárdez, Sergio Piñero hijo (inédito) ¿González Lanuza?
Xul Solar (+), Ricardo Molinari,
¿Eduardo J. Bullrich?, Genaro Estrada, Antonio Castro
Leal, Julio Torri, Antología Yanqui traducida por los
chicos mexicanos. Los que llevan (+) son, además, dibujantes. Y hay también los
dibujantes siguientes: Norah Borges, Pettorutti,
Silvina Ocampo, Orozco, C. González, etc. (pp. 77-79).
Al ver los nombres mencionados,
el proyecto toma ribetes continentales, ya que se involucra a algunos de los jóvenes
mexicanos Contemporáneos, en un intento de aunar a las vanguardias de ambos
extremos del continente. Los Cuadernos del Plata se convierten así en una
posibilidad de diálogo entre los proyectos literarios de la juventud
argentino-mexicana con los intelectuales consagrados.2
En ese sentido, no debe
soslayarse que los textos publicados de Henríquez Ureña y de Reyes en revistas
argentinas que hemos seleccionado son ensayos, lo cual nos lleva a pensar con
Liliana Weinberg (2013) de qué manera dicho género en
América Latina construyó una historicidad propia que permite diálogos con la
realidad del momento y permite entretejer redes de sociabilidad intelectual: “El ensayo reproduce formas de sociabilidad
intelectual, y que a su vez, a través de su capacidad para la intermediación
entre discursos y prácticas, esferas e instituciones, contribuye a consolidar
–e incluso contribuye a postular– un espacio de encuentro para la confluencia
de líneas de pensamiento y redes de intercambio de ideas (p. 1).”3
En consecuencia, la estadía de
Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes en el contexto rioplatense y su
producción en las revistas literarias que presentaremos a continuación permite
analizarlos en torno a la definición de una voz latinoamericana en la Argentina
de aquellos años y a la construcción de una identidad regional, heredera de
procesos como el reformismo universitario y la revolución mexicana. Sin
embargo, la polifonía del discurso implícito en las revistas seleccionadas
tampoco es inocente, sino que la operación de selección de los artículos
obedece a una toma de postura estrechamente vinculada a las ideas fuerza que
sostienen a las publicaciones. Veremos cómo, según la publicación, Reyes y
Henríquez Ureña se convierten en portavoces de ideas vinculadas enteramente a
una realidad continental, y en otras ocasiones, los intereses discurrirán en
temas más relacionados con el acontecer nacional argentino.
La hegemonía de Nosotros
en las letras argentinas de principios de siglo
Fundada el 1 de agosto de 1907,
con una permanencia de varias décadas hasta su fin en 1943, la revista Nosotros es considerada el
documento más importante de la vida intelectual argentina de las primeras
cuatro décadas del siglo xx (Lafleur,
Provenzano y Alonso, 1968). Como ya se ha afirmado,
la revista era conocida desde 1908 por Henríquez Ureña y Reyes, los cuales
intercambiaban impresiones acerca de la calidad literaria de esta publicación.
Sus directores y principales impulsores son Alfredo A. Bianchi y Rodolfo Giusti.4 La
vida de la revista estuvo jaloneada de hechos resonantes, banquetes, almuerzos,
recepción de visitantes ilustres (como veremos con la llegada de Alfonso
Reyes), y controversias con gente nueva en el campo de las letras, a la que
terminaba siempre por apadrinar. Nosotros se
constituye en órgano de consagración y difusión cultural y, en consecuencia, el
grupo que funciona en torno a ella. Giusti y Bianchi,
los directores, son algo así como los organizadores intelectuales del periodo,
hasta el surgimiento de la disidencia encarnada en Martin
Fierro, que disputa a Nosotros
la supremacía del campo (Sarlo, 1997).
Como ya se ha mencionado, mucho
antes de su arribo a la Argentina, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes fueron
colaboradores activos de la publicación. Pero para los años de su residencia
entre Buenos Aires y La Plata, Nosotros comenzó a
languidecer. Su declive tiene dos explicaciones: el avance del cosmopolitismo o
una vinculación estrecha con el panorama internacional, ello explica el ascenso
de Sur, cuando Nosotros
se encontraba en franco declive, y la muerte en el ’43 de Alfredo Bianchi, uno
de sus fundadores. Podría intuirse en el fin de Nosotros
el recambio generacional entre un grupo caracterizado por un momento preciso,
de estructuración de las premisas fundamentales de la nacionalidad, a otro de
corte universalista, destinado a tender puentes hacia el
afuera del país, sobre todo a Europa.
Los reformistas universitarios y la revista Valoraciones
Bajo este título, el grupo de
estudiantes Renovación editó su primer número en septiembre de 1923 en La
Plata. Tuvo un claro objetivo, el de divulgar las empresas culturales del
momento, relacionadas con el ámbito estudiantil. Esta agrupación, dependiente
de la federación de estudiantes de la Universidad de La Plata, fue protagonista
de los sucesos de la aplicación de los postulados reformistas en el seno de
dicha institución.
Desde sus primeras “Intenciones”
(así se llama su primer artículo), la acción de la revista abarcó todas las
manifestaciones de la vida nacional y extranjera, deteniéndose especialmente en
aquellos hechos o ideas que, de algún modo, contribuían a la definición
histórica del momento (Intenciones, 1923, p. 4).
Asimismo, otro de sus propósitos
fue impulsar los ideales de la reforma universitaria, reflejados en la
participación del estudiantado en el terreno de las letras y la cultura:
“Haremos efectiva la Reforma en la manera honesta como nosotros la entendemos:
superación mental del estudiante y crítica del profesorado. En las páginas de Valoraciones trataremos de hacer en ese sentido, una
labor constructiva, orientando a la juventud hacia rutas fundamentales de alta
cultura” (Intenciones, 1923, p. 4).
Cabe destacar que algunos de los
miembros del grupo Renovación, como Héctor Ripa Alberdi, Enrique Dreyzin y Pablo Vrillaud, tomaron
contacto por vez primera con el magisterio de Henríquez Ureña, la amistad de
Daniel Cosío Villegas, a través del Congreso Internacional de Estudiantes
celebrado en México en 1921. Así, crecía un espacio de referencias cruzadas
entre México y Argentina. La utopía de una internacional de estudiantes creó un
universo de relaciones que el gobierno mexicano supo aprovechar; así, en
Argentina, jóvenes universitarios fueron sumando su apoyo, otorgando densidad
continental al respaldo que el gobierno de Obregón recibía por parte de la
propia intelectualidad mexicana (Yankelevich, 1997,
p. 269). Esta fructífera amistad entre mexicanos (considerando dentro de este
primer grupo a Henríquez Ureña) y los argentinos visitantes, posibilitó el
surgimiento de una red de colaboraciones mutuas que tuvo como consecuencia el
acercamiento de las realidades argentina y mexicana en las páginas de la
revista. Por medio de esta publicación, los lectores pudieron conocer el
panorama de la nueva pintura mexicana, de la mano de Daniel Cosío Villegas,
obras de pintores mexicanos como Manuel Rodríguez Lozano y Diego Rivera o Julio
Castellanos; sobre La política religiosa en Méjico
[sic] en pleno conflicto cristero y los Estudios indostánicos de José Vasconcelos.
Finalmente, estas redes juveniles
de solidaridad se tradujeron en la toma de contacto de Pedro Henríquez Ureña
con Rafael Alberto Arrieta, director del Colegio Nacional de La Plata que, como
ya hemos visto, posibilitarán la ayuda, junto con Genaro Estrada, para el
traslado de Henríquez Ureña al Río de la Plata. El magisterio del dominicano
permeó las conciencias de estudiantes argentinos hasta su muerte en 1946. Así,
las colaboraciones del dominicano en Valoraciones
fueron regulares, como también su definida postura a favor del estudiantado y
su derecho a representación en los ámbitos de decisión en universidades.
Henríquez Ureña fue adoptado por la comunidad del grupo Renovación, junto a
Alejandro Korn y José Ingenieros, como uno de los maestros de la juventud
rioplatense.
En este sentido, al indagar los
vínculos entre Pedro Henríquez Ureña y la problemática universitaria, aquellos
se remontan hasta los años 1913-1914, donde presentó en la Universidad Nacional
de México su tesis “La Universidad”, para obtener el grado de abogado.
Henríquez Ureña realizó en ella una defensa de los claustros universitarios,
tomando como referencia la labor de Justo Sierra y los ateneístas al crear la
Universidad Popular Mexicana en 1912 (Melgar, 2010).5
Como institución dedicada a
cumplir fines de alta cultura y de cultura técnica, la universidad debe, según
el dominicano, estar sostenida económicamente por el Estado, cobijando a los
grandes maestros guardianes de la alta cultura. Sin ellos, el país no tendría
buenos hombres de profesión ni de enseñanza; “vegetarán sus empresas, sus
construcciones, sus leyes, sus escuelas. Las escuelas elementales son imperiosa
necesidad social; pero no pueden prosperar si no son la base de una pirámide
cuya cima es la universidad” (Henríquez Ureña, 1969, p. 74). A modo de
conclusión de su trabajo de tesis, Henríquez Ureña elaboró una reflexión que,
sin duda, tiene muchos puntos en común con los postulados de la reforma
universitaria. La universidad, considerada por este, como una “república
aristocrática”:
En cuyas asambleas se oyera la voz de los mejores, pero
en representación de todos; es donde junto a la palabra del rector sonará la
del alumno y junto a la del representante del Poder Ejecutivo la del delegado
libremente electo por los profesores; núcleo coordinador, donde la discusión
depurara las ideas de cada grupo y las tendencias de cada escuela; donde la
tradición significara corriente, nunca rota pero nunca estancada, de doctrina y
de esfuerzo a la cual se sumaran cuanto de estimulante aportasen el antes
desconocido profesor libre y el universalmente famoso profesor extranjero (p.
83).
Con el experimento de la
Universidad Popular Mexicana de 1912 en apoyo a la noción de extensión
universitaria, concluimos que no sólo el pensamiento sino también la acción del
dominicano en tierras mexicanas se anticipa en más de un lustro a la Reforma
Universitaria argentina de 1918 y otorga credenciales para que los estudiantes
consideren a Pedro Henríquez Ureña como uno de los maestros del proceso
reformista.
La Universidad como sujeto
fundamental de análisis en el discurso del dominicano y el acompañamiento a los
actores protagonistas de la Reforma Universitaria rioplatense sí fueron
elementos importantes más no suficientes para la consagración de Henríquez
Ureña como referente del pensamiento continental en Argentina. El “maestro de
América” sólo lo fue de manera nominal, ya que Pedro Henríquez Ureña nunca
obtuvo ninguna cátedra en las universidades de La Plata ni de Buenos Aires.
Como ha señalado Arcadio Díaz Quiñones (2006, pp. 214-215), la cuestión racial
y su ascendencia caribeña tuvieron un peso diferenciador en la Argentina de
aquellos años.
Los reformistas universitarios y el fenómeno mexicano
La participación de Henríquez
Ureña en Nosotros y Valoraciones
estuvo vinculada a los homenajes realizados a los estudiantes Héctor Ripa
Alberdi y a Enrique Dreyzin, asistentes al congreso
de estudiantes de 1921, la instancia que permite aunar el espíritu reformista
de los estudiantes argentinos con la realidad mexicana posrevolucionaria.
Publicado bajo el título “Héctor
Ripa Alberdi” por Nosotros, el texto también se
conoce con el nombre “El amigo argentino”. Editado en la obra Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928) de
Henríquez Ureña, este artículo sirvió de prólogo a la edición de las obras
completas de Ripa Alberdi en dos volúmenes en 1925.6
En dicho artículo, el dominicano
realiza una semblanza de la vida del representante estudiantil a modo de
homenaje por su repentina muerte. Recordemos que el encuentro entre Henríquez
Ureña y Ripa Alberdi tuvo lugar en el marco del congreso realizado en México, siendo
Pedro Henríquez Ureña representante por la delegación de su país de origen,
República Dominicana, y el segundo, parte de la delegación de estudiantes
argentinos, portadores de las experiencias del reformismo universitario. Según
el dominicano, “despertaba interés la delegación argentina, sabíamos que
llevaba la representación del movimiento que había renovado las universidades
de su país” (Henríquez, 2001). El encuentro con Ripa Alberdi constituyó para
Henríquez Ureña una “revelación íntima de la Argentina”, ya que veía asomar al
Río de la Plata y a sus escritores a través de este grupo de embajadores de la
cultura y el porvenir de nuestra América:
Cosa mejor: la juventud de aquel país, grande y próspero,
país de empresa y de empuje, se orientaba con generosidad y desinterés hacia el
estudio de los problemas sociales, y le preocupaban, no el éxito ni la riqueza,
aunque se pretendiera asignarles carácter nacional, sino la justicia y el bien
de todos. Cabía pensar que nuestra América es capaz de conservar y perfeccionar
el culto a las cosas del espíritu, sin que la ofusquen sus propias conquistas
en el orden de las cosas materiales. Rodó no había predicado en el desierto
(Henríquez Ureña, 1925, p. 498).
Henríquez Ureña retoma el
discurso que ofreció Ripa Alberdi al auditorio de la Escuela Nacional
Preparatoria en el que, entre otras cosas, afirma que:
[Ripa] comenzó pensando en la renovación de las
universidades argentinas; de ahí pasó al ansia de una cultura nacional,
modeladora de una patria superior. Estos anhelos se enlazaron con otros: por
una parte, la cultura nacional no podía convertirse en realidad clara si no se
pensaba en la suerte del pueblo sumergido, del hombre explotado por el hombre,
para quien la democracia ha sido redención incompleta; por otra parte, el
espíritu argentino no vive aislado del Nuevo Mundo: la fraternidad, la unión
moral de nuestra América, la fe en la magna patria,
son imperativos necesarios de cada desenvolvimiento nacional (Henríquez Ureña,
1925, pp. 498 y 502).
Es interesante tener en cuenta la
ligazón de las temáticas entre el joven estudiante y el maestro dominicano. El
espíritu de nuestra América es una investigación acerca de nuestra expresión,
en el pasado y en el futuro (Henríquez, 2001, p. 326). Otro
artículo relacionado con la inesperada muerte de Ripa Alberdi fue “Poeta y
luchador”, también escrito por Pedro Henríquez Ureña y publicado en Valoraciones, en que el dominicano ve plasmados los
ánimos de la Reforma Universitaria:
Así como este hombre sereno en su país de hombres
inquietos, pudo ser uno de los animadores de aquel formidable movimiento que en
1918 agitó las banderas de las escuelas argentinas y las obligó a renovarse. La
juventud demandaba la autonomía eficaz de las Universidades, la participación
del estudiante en los consejos que determinan orientaciones, la renovación de
las ideas y de los hombres (Henríquez Ureña, 1924, pp. 95-96).
Con Ripa Alberdi al frente de la
delegación de estos jóvenes, la juventud americana pudo entrar en conocimiento
del fenómeno reformista. A la vez, los estudiantes argentinos lograron
interiorizarse del hecho revolucionario y su saldo positivo, que pronto
comunican a la comunidad universitaria platense, lo cual se pone de manifiesto
durante la visita de José Vasconcelos en 1922 a Argentina. Henríquez Ureña
recuerda:
México le interesó profundamente: le sedujo su honda
agitación cobijada por la solemne paz de su naturaleza. Y a su patria volvió
con sus compañeros para comunicar a todos la fe en el
México nuevo. Cuando en 1922 visitamos la ciudad universitaria de La Plata [sic], encontramos el “ambiente mexicano” creado en ellos:
no sólo los versos de los poetas mexicanos, sino las estampas de edificios
coloniales, las canciones del pueblo, repetidas por la juventud, el entusiasmo
por las ideas mexicanas… Desde hace dos años, México es para aquella juventud
símbolo de la pujanza con que la América Latina concibe los ideales de una
civilización nueva, original, más amplia y generosa que todas (Henríquez Ureña,
1924, pp. 95-96).
Un tema que deja entrever el
dominicano, y que se convierte rápidamente en una de sus preocupaciones más
importantes, es aquel que considera a la América española como una nación en su
totalidad, en busca de su expresión genuina, sobrepasando los límites de las
nacionalidades. Estas reflexiones según Carolina Sancholuz
(2013, p. 91) madurarán en los Seis ensayos en busca de
nuestra expresión, editado por Babel, la empresa de Samuel Glusberg, en 1928.
Asimismo, la publicación parece
ser tomada como medio de promoción de las nuevas obras. Esto sucede en el caso
de Alfonso Reyes, quien en varias oportunidades utiliza Valoraciones
para dar a conocer, por ejemplo, algunos fragmentos de su obra Calendario, la cual se encontraba en prensa en Madrid
(Reyes, 1924, pp. 120-122). En el mismo sentido, Pausa (1926), reseña de Jorge Luis Borges del libro
de poemas escrito por Reyes en París, encuentra su espacio en la revista para
divulgar la última obra de Reyes. Esto último nos habla del espacio en Valoraciones para la construcción de filias literarias
con Alfonso Reyes.
Para 1928 vuelven a ponerse en
marcha las solidaridades entre aquellos participantes del Congreso de
Estudiantes celebrado en México. En dicha oportunidad, se trató de homenajear a
Enrique Dreyzin, otro de los jóvenes de la delegación
argentina conocidos por Henríquez Ureña, allá por 1921. Al tomar la palabra,
Henríquez Ureña lo hace en nombre de México, acompañado de su embajador,
Alfonso Reyes, para decir que:
Sé que asisten aquí con Alfonso Reyes y conmigo, en
dolor, en espíritu y en carne aquellos amigos de Dreyzin
que se llaman José Vasconcelos, Diego Rivera, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto
Montenegro, Julio Torri, Carlos Pellicer, Alfonso
Caso, Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morin,
Daniel Cosío Villegas, Eduardo Villaseñor (Henríquez Ureña, 1928, p. 258).
La remembranza de aquel Congreso
reaviva las amistades y solidaridades allí selladas, pero también aviva el
recuerdo de Héctor Ripa Alberdi, estudiante conocido por el dominicano:
Vimos [en esos días] el feliz acercamiento de dos almas
que son los focos de la elipse de la América nuestra, México y la Argentina.
Cada uno daba su nota en aquel concierto de voluntades claras. Dos se
extinguieron ya: la nota de Héctor Ripa Alberdi, que fue bondad, firme y
discreta, y la nota de Pablo Vrilland [sic], que fue cordialidad enérgica y vivaz. La de Enrique
Dreyzin fue franqueza alegre (Henríquez Ureña, 1928).
Las colaboraciones de Pedro
Henríquez Ureña en Valoraciones revelan una íntima
filiación con el proceso estudiantil desatado en 1918. Homenajes fraternos a
referentes estudiantiles y la revalorización creciente de lo americano en
términos literarios, son los elementos clave de la inserción del dominicano en
el panorama gráfico del movimiento estudiantil argentino. Las ideas del maestro
Henríquez Ureña, sumadas a un contexto de democratización paulatina de los
gobiernos de las universidades argentinas, provocaron la vinculación de los
temas argentinos con el resto de América.
La emergencia de la vanguardia: la revista Martín Fierro
A finales de 1923 y principios de
1924, convocados por Evar Méndez7 y
Samuel Glusberg,8 un
grupo de jóvenes se reunió en la confitería La Cosechera de la Avenida de Mayo,
y la Richmond, de la calle Florida en Buenos Aires, para fundar una revista.
Resultó llamativo que decidieran utilizar por tercera vez el nombre de Martín
Fierro. Si bien el proyecto incluía temas políticos y artísticos del momento
(Salas, 1994, p. 8).
Dicha versión del surgimiento de Martín Fierro trajo consigo el surgimiento de la
vanguardia artística en el país. El nombre que la revista adoptó en 1924 y
conservó hasta su desaparición puede explicarse sólo por la historia anterior
que vincula a este segundo Martín Fierro con el
primero de 1919 y a estos con el suplemento de La Protesta
editado en la primera década del siglo (Sarlo, 1997,
p. 23). Estas tres publicaciones con contenidos diversos entre sí que llevaron
el mismo nombre deben ser consideradas como parte fundante de una disputa por
la pertenencia e identificación nacional, en la que estuvo involucrado todo el
arco intelectual argentino.
En este contexto de cambios
múltiples y de miradas hacia el extranjero, nace Martín
Fierro como una revista joven, transgresora, moderna, iconoclasta,
irrespetuosa y dotada de un enorme sentido del humor. El momento histórico,
además, coincidió con la aparición generacional de los que habrían de ser
algunos de los mayores escritores de la literatura nacional, como Jorge Luis
Borges, Leopoldo Marechal, entre otros, quienes
durante poco más de tres años encontraron cobijo en sus páginas (Salas, 1994,
p. ix).
Para Beatriz Sarlo,
la insistencia del nombre de la revista alude a la cuestión de la nacionalidad
cultural. En ese sentido, el manifiesto de la publicación afirma que:
Frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro
nacionalismo intelectual, hinchado de valores falsos que al primer pinchazo se
desinflan como chanchitos…Martín Fierro siente la necesidad imprescindible de
definirse y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en
presencia de una nueva sensibilidad y de una nueva comprensión, que, al
ponernos de acuerdo con nosotros mismos, nos descubre panoramas insospechados y
nuevos medios y formas de expresión (Manifiesto, 1994, p. 16).
La posibilidad de ascenso social,
en tanto elemento estructural de la sociedad argentina, tendrá su correlato en
la conformación del incipiente campo intelectual de aquella época. Los
pensadores e intelectuales surgidos de las capas medias urbanas de origen
inmigratorio, alfabetizados y escolarizados en las escuelas y universidades del
país, prontamente se enfrentaron a las clases altas tradicionales y al dominio
que ejercían sobre el campo intelectual y, por ende, en la construcción de la
nacionalidad.
Para Martín
Fierro, entonces, la nacionalidad se encontrará vinculada a esta
necesidad de renovación estética que impulsa desde sus páginas (Sarlo, 1997, p. 235). Esta renovación no será sin un
manifiesto que defina las líneas centrales de acción del grupo. En el mismo se
encuentran algunas directrices del momento juvenil que se posiciona “frente a
la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica todo cuanto toca”. Otro elemento a tener en cuenta, y que se
desarrolla directamente con este trabajo, consiste en el tratamiento que le
dará la publicación a los temas y personajes vinculados con la realidad
latinoamericana. Frente a ello:
Martín Fierro cree en la importancia del aporte intelectual de América, previo
tijeretazo a todo cordón umbilical. Acentuar y generalizar, a las demás manifestaciones
intelectuales, el movimiento de independencia iniciado por el idioma, por Rubén
Darío, no significa empero, que habremos de renunciar, ni mucho menos, finjamos
desconocer que todas las mañanas nos servimos de un dentífrico sueco, de unas
toallas [sic] de Francia, o de un jabón inglés
(Manifiesto, 1994, p. 16).
Con el “tijeretazo” se refiere a
la relación de dependencia a Europa, para lo cual Martín
Fierro acuerda con la perspectiva de Pedro Henríquez Ureña en cuanto al
reconocimiento de la herencia europea y la necesidad de independizarse de la
misma, a la que la publicación tratará de contribuir.
Otro elemento interesante es la
conformación de la editorial Martín Fierro-Proa, a la par de la revista.
Proyecto nacido a sólo tres meses de la aparición del periódico, cuyos
fundadores son Evar Méndez, Ricardo Güiraldes y
Oliverio Girondo. Organismo autónomo, independiente
del periódico, nace como una lógica prolongación de la vida literaria impulsada
por la publicación.9 Como
elemento a destacar, se estableció el pago de derechos de autor, jerarquizando
la labor literaria del hombre de letras dentro del quehacer cultural nacional.
Con el arribo del flamante
embajador mexicano a Buenos Aires, la publicación también ofreció el 17 de
septiembre un banquete de bienvenida a modo de agasajo. En el mismo, participan
varias publicaciones amigas de los martinfierristas,
como Inicial, Valoraciones
y la Revista de América. En la reunión “se encontró
la intelectualidad, la literatura y el arte nuevos de Buenos Aires y La Plata”.10
Nuevamente, se manifiesta la
fraternidad del grupo martinfierrista con la
transformación en el México posrevolucionario (de la mano de Álvaro Obregón y
José Vasconcelos), del cual Alfonso Reyes se convierte en embajador de la
cultura. En su discurso, Pablo Rojas Paz afirma que: “Ha venido Usted a un país
en donde toda inquietud tiene su asiento y desde acá advertimos con mirada
fraternal la intensa transformación que Méjico [sic]
está soportando para hacerlo digno de realizar una parte del porvenir del
mundo. Martín Fierro, junto a su pampa de
horizontes tardíos, se quita el sombrero y lo saluda.”11
Sin duda, Reyes es recibido como
embajador cultural de aquel universo de cambios que constituyó el México
posrevolucionario. La intelectualidad de Martín Fierro
logra ver en el mexicano una continuidad del proceso democratizador que había
dado forma a la Argentina de los años veinte y el camino hacia donde había que
dirigirse.
En el caso de Henríquez Ureña,
pudo verse una escasa participación en las páginas de la publicación, más allá
de la supuesta consideración del dominicano como maestro y mentor de los
jóvenes martinfierristas. ¿A qué pudo deberse esto?
En términos generales, la publicación continúa en la línea de sostenerse como
baluarte de la nacionalidad. Para ello, tomará algunas referencias que le
permitan reforzar esta idea de identidad a partir de un nacionalismo literario,
construido a partir del rescate de invenciones culturales como el campo y el
gaucho, sujeto social ya desaparecido por aquellos años, sustituido por el peón
de estancia.
En cuanto a los artículos
publicados, solamente aparece un artículo de Pedro Henríquez Ureña (1925),
considerado uno de los referentes americanos del grupo,12 mientras
que el foco de atención está en la figura de Alfonso Reyes, que publica en Martín Fierro una sección dedicada a todos los nuevos
poetas mexicanos que, posteriormente, serán conocidos como Los Contemporáneos.13 Bajo
el nombre “Seis poetas nuevos de México”, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia, además
de las exposiciones de Manuel Rodríguez Lozano y Julio Castellanos, acompañados
por el dibujante Adolfo Best, fueron los artistas y
poetas mexicanos que aparecieron en este apartado de homenaje a México (Seis,
1927).
La publicación destina también un
espacio para la promoción de Pero
Galín, de Genaro Estrada, que gracias a las
gestiones de Reyes se hace conocida entre los escritores locales. No cabe duda que durante esos años, Estrada desempeñó un papel
significativo en el desarrollo de la cultura mexicana como escritor, editor,
erudito y promotor de diversas empresas. Tenía un amplio conocimiento de las
letras patrias y extranjeras (especialmente de las francesas); por lo visto
Estrada era la persona ideal para ayudar a Reyes en su afán de llegar a un
mayor acercamiento y comprensión entre México y Argentina (Reyes y Estrada,
1993, p. 13).14
El surgimiento de la publicación
mexicana Contemporáneos, para 1928, le demandó a
Estrada la petición al embajador Reyes de colaboraciones argentinas para la
revista, las cuales tardaron en llegar. Los Cuadernos del
Plata alfonsinos fueron reseñados por Bernardo
Ortiz de Montellano para 1929, mientras que la única
colaboración argentina de renombre consistió en el poema “Recoleta” de Jorge
Luis Borges.15
Resquemores, envidias y recelos separaron a los representantes de las
vanguardias argentina y mexicana de un camino propuesto por Reyes, Estrada y
Henríquez Ureña:
En el mundo de la nueva literatura hay una actitud
defensiva contra México. A la vez que en lo político,
aplauden a México, a la vez que se dan cuenta de que en nuestro país hay un
gran movimiento de opinión general hacia la Argentina, tienen muchos cargos
contra la nueva literatura mexicana. Están muy resentidos. […] están muy
celosos, pero justo es decir que a solas, reconocen la
superioridad. […] cargos concretos: la conferencia de Torres Bodet sobre la
literatura argentina no se la perdonan todavía. Cuando la disputa sobre el
meridiano literario, Ulises dijo cosas contra la Argentina.16
Finalmente, Reyes admitió que no
ha podido obtener contribuciones porteñas para Contemporáneos
debido a cierta actitud inherente en los argentinos para quienes, según don
Alfonso, “no existe más que la Argentina o lo que halaga a la Argentina, es
decir, Europa” (García Gutiérrez, 1996, p. 16).
Alfonso Reyes, embajador
de las letras mexicanas
Para julio de 1927 Alfonso Reyes,
designado embajador de México en Argentina, llega al Río de la Plata y es
recibido por la intelectualidad local. La prensa argentina no dejará de cubrir
el acontecimiento, ya que revelaba dos aristas: por un lado, una de índole
institucional manifestada en la consumación, luego de varios años de espera por
parte del gobierno mexicano, de ascender las representaciones diplomáticas
argentina y mexicana al rango de embajadas; por otro –el que más nos interesa
en este trabajo–, es el tibio recibimiento de Reyes, debido al conocimiento
dentro de los círculos argentinos de la preferencia del mexicano por su vida en
París, la cual debe abandonar por motivos relacionados con la gestión
diplomática.
Los responsables de la revista Nosotros ofrecieron un banquete de bienvenida al
representante mexicano, reseñado en el artículo “‘Nosotros’: Nuestra
demostración a Alfonso Reyes”. En esa ocasión
tomaron la palabra Ricardo Rojas, rector de la Universidad de Buenos Aires; por
Nosotros, Emilio Suárez Calimano;
por Valoraciones, el joven estudiante Aníbal
Sánchez Reulet; y el poeta Baldomero Fernández Moreno
recitó una salutación a Alfonso Reyes. Asistieron, entre otros, Alfredo Bianchi
y Roberto Giusti, directores de Nosotros.
Pedro Henríquez Ureña, Alfonsina Storni, el pintor Emilio Petorutti
y Jorge Luis Borges.
Ricardo Rojas da la bienvenida
por parte de los escritores argentinos al representante de la embajada y, a la
vez, voz espiritual de su país:
Hasta hace pocos años, México era para nosotros una
comarca de leyenda, […] más he aquí que a toda esa visión de leyenda se ha
sucedido otra más actual y más humana, pues hoy sabemos que México es la
avanzada de nuestra América Latina, y un campo de experimentos que interesan a
todas las naciones de nuestra raza. Esto es lo que en los últimos años vinieron
a hacernos comprender los escritores que México envió a sus legaciones del
Plata, y lo que Alfonso Reyes continuará enseñándonos con eficacia magistral
(Nuestra, 1927, p. 109).
De esta manera, Reyes fue
simbólicamente incorporado a la “república de las letras” argentina, bajo el
beneplácito de los exponentes más importantes del panorama intelectual
rioplatense del momento. Sin embargo, Rojas reconoce el escaso conocimiento que
tenían los argentinos sobre la realidad del México contemporáneo. La
experiencia traumática de la revolución había sido recibida desde la prensa y,
gracias a la delegación estudiantil que visitó México por 1921, pudo tener más
certezas sobre la nueva apertura posrevolucionaria. Rojas convoca a los presentes
y, por medio de ellos, a ambos pueblos, a entenderse a pesar de las distancias,
puesto que hablamos la misma lengua y compartimos los mismos ideales, cifrados
aquí por el sol de nuestro escudo y allá por el ave caudal que estrangula a una
serpiente (Nuestra, 1927, p. 110).
Sugerente y polémico por demás,
resultó el ensayo de Alfonso Reyes publicado por Nosotros,
el cual se denominó “Palabras sobre la nación argentina”.
Este fue resultado de una radiocomunicación por Radio Buenos Aires realizada
bajo los auspicios del círculo universitario Intemerandus
el 29 de agosto de 1929 (véase Reyes, 2010, p. 150). Algunos elementos
sobresalientes en el análisis constituyen su condición de extranjería, la
inmigración y lo que devino en llamar las “apariencias porteñas”, o los modos
de ser del habitante de Buenos Aires.
Reyes se posiciona con una mirada
exógena al fenómeno argentino, mirada que, según su parecer, le permite
establecer algunas impresiones valiosas sobre su entorno: “He pensado que las
impresiones de un extranjero (que no lo es tanto) sobre ciertos rasgos
fundamentales de la nación argentina podrían ofrecer cuando menos, alguna
curiosidad” (Reyes, 1930, p. 306). En este sentido,
para Reyes (2010), una de las deudas que debe saldar el pueblo argentino es la
de su naturaleza, constituida por un alto contenido inmigrante: “Creo
honradamente, que todavía a orillas del Plata tiene que liquidarse la cuenta
histórica que ya conocemos por el ejemplo de la Roma clásica: el duelo entre
los patricios y el pueblo de procedencia extranjera, que acaso acabe por dar
otro carácter inesperado a las nacionalidades del sur” (Reyes, 1930, p. 308).
Este elemento, considerado fundamental para Reyes, le permite afirmar entre
otras cosas, que: “La Argentina es una nación de creación
voluntaria. La hizo la conciencia de los hombres, de los individuos. Es
casi, el fruto de un deseo. El colono encontró aquí tribus nómadas sin
yacimientos de civilización y tuvo que importarlo todo consigo –¡hasta los
parásitos!” (Reyes, 1930, p. 311).
Una nación generada por propia
voluntad, que debe hacerse desde los cimientos para construir un “nosotros”
nacional, una patria:
Esta inmensa voluntad colectiva, que flota sobre el país
como una divinidad tutelar, se apodera sin remisión del hijo de extranjeros. Y niños de todos los apellidos y llegados de todos los puntos de
la tierra entonan en las escuelas públicas el mismo himno y se sienten,
igualmente deudores a los mismos padres de la patria. Esto argentinos, es una
patria y no una casualidad geográfica. Esto argentinos, es una nación fundada
en una idea, libremente escogida por un genio de libertad, sabiamente
inspirada por un estímulo de disciplina, sin compromisos con el azar y apenas
con un leve peso del pasado. Con el retruécano gramatical conocido, diremos que
esta Patria es filia: hija de todos los ciudadanos, que día por día la están
queriendo y engendrándola según la desean (Reyes, 1930, p. 306, cursivas mías).
La mirada de un extranjero
reconocido por el ambiente cultural argentino es por demás crítica. Para 1930,
Reyes incluirá un Apéndice17 al
texto, en el que señala los malos entendidos sobre las clases privilegiadas y
las masas inmigrantes llegadas al país. Las primeras proyectan el modo de ser
argentino, que los extranjeros según Reyes (1996) intentan reproducir:
Y en la Argentina, [las clases privilegiadas] producen
una verdadera fascinación sobre la periferia, a través precisamente de ese
conjunto de ideales, hábitos, maneras de ser y de obrar, trajes y ademanes que
se llaman la mundanidad. Hasta el trabajo
intelectual y artístico, una vez aceptado como uno de los caminos de acceso a
la mundanidad, se ha visto, por eso, desarrollado en términos de verdadera
superproducción, de oferta mayor que la demanda, como lo saben bien todos los
editores, libreros y críticos argentinos (p. 38).
Resulta interesante ver cómo
Reyes reflexiona también sobre los mecanismos de consagración de la nueva
intelectualidad en el Río de la Plata, como un camino de acceso a la mundanidad, o dicho de otro
modo, de pertenencia a las clases altas del país.
En busca del Reyes íntimo, el que
escribe en su diario, este ve a la sociedad argentina como una serie de
sectores sociales sin relación entre sí. En cartas confidenciales a Genaro
Estrada, Alfonso Reyes realiza una somera descripción de la sociedad local de
aquel entonces caracterizándola entre los de abajo, los de en medio y la
aristocracia, pero sobre todo, utilizando en clave
algunos elementos que permiten desentrañar la real Buenos Aires conocida por el
mexicano:
“Los de abajo”, los compadritos amargos que muelen tangos
en los organillos a la luz del farol apache, probablemente son muy pintorescos
e interesantes, pero confieso que aún no bajo hasta esos fondos húmedos de la
ciudad, a pesar de mi amistad con los “martinfierristas”
[…] “Los de en medio”: Gente triste, producto de la inmigración. Todo
inmigrante es un náufrago. […] Todo inmigrante, además de náufrago, es un Eneas
que se ha dejado a la espalda una ruina, una ciudad quemada, una familia
perdida, una historia de presidio o de fracaso […] La aristocracia se forma de
hijos y descendientes de los hombres que hace sesenta, o a lo sumo cien años,
se enriquecieron en las estancias, o tomaron parte en la vida pública.18
El mundo de la prostitución y los
bajos fondos son retratados por Reyes como los “de abajo”, los cuales todavía
no se aventuraba a conocer hasta el momento. Reyes pretende describir una
realidad local cada vez más lejana y paulatinamente agresiva, y de la cual
decide poner distancia, la cual manifiesta en su Diario,
con fecha de 8 de enero de 1930:
Peores cada vez mis impresiones del ambiente literario
argentino, donde a nadie le importa la literatura, sino la politiquilla
literaria de los grupos o patotas, y donde los individuos de los grupos se
traicionan entre sí constantemente. A la realidad sustituye un fantasma de
murmuraciones. Muy raro todo. Quédense solos y arréglense solos. Yo para mi
coleto, he decidido alejarme prácticamente y vivir con la mente en otra parte.
Y no es queja contra “personas”: sería ingrato.19
Esta confesión reveladora permite
anudar algunas de las problemáticas propias del campo literario argentino para
aquel momento. Las tensiones y discusiones propuestas por la vanguardia
representada en Martín Fierro, enfrentadas a
personajes controvertidos como Leopoldo Lugones, sumada a la languidez de Nosotros y el debate sobre la nacionalidad en la
literatura, posicionan a Reyes en un terreno marginal. El sorpresivo suicidio
de Lugones en 1938 fue material para un homenaje que realizó Reyes para Nosotros:20
Nacido en el modernismo americano […] en los últimos años
lo encontramos en plena evolución, en vida constante, inclinado amorosamente
sobre los asuntos populares y escribiendo sencillos poemas del tipo de nuestros
corridos mexicanos, poemas impregnados de un intenso aroma folklórico que saben
a yerba sanjuanera y a recién ordeñada leche. […] Hombre de la provincia, trae
desde su terruño cierto empuje de conquistador de capitales, reacio y díscolo
por veces. E impregnado de historia patria, su conversación era un archivo
abierto para recorrer los pasos de la vida argentina (Reyes, 1938, pp.
344-345).
Reyes, deleitado por la
personalidad del argentino, quien modificó radicalmente su postura ideológica
para aquellos años, escribe en su homenaje una estampa literaria, que retrata
de cuerpo entero la figura del escritor sureño:
De cuerpo regular, más bien alto. Sólo bigote.
Espejuelos. Acento argentino. Contento, orgulloso de su patria como problema
étnico, en él he aprendido el orgullo de no tener problemas de raza. Todo mexicano suficientemente desinteresado sacará
provecho de hablar con un argentino; es la perspectiva opuesta. No es político,
pero interviene en todo. Es pedagogo. Es hombre de todos los instantes, tiene
cien mil aspectos, todos robustos y grandes. Me parece que todo americano tiene
la obligación de imitar su energía y fecundidad. A Europa no le podemos hacer
ningún bien; pero a nuestras pobres tierras americanas, sí. Y para eso, hay que
saber, como él, ser poeta y pedagogo, historiador y periodista, erudito e
imaginativo.21
Henríquez Ureña lo considera como
una de las influencias de la generación del Ateneo de la Juventud y le ofrece unos
años antes, para 1914, por medio de Reyes, ya que ambos se encontraban en
París, realizar las diligencias necesarias para dar a conocer su obra en
México, en la librería de Gamoneda (Reyes y
Henríquez, 1986, p. 254). Por último, en el marco de su trabajo sobre Rubén
Darío, en su obra Horas de Estudio, el dominicano
lanza la siguiente sentencia: “Si a alguien pudiera darse el título de Góngora
Americano, a Leopoldo Lugones le correspondería en todo caso: él es quien ha
popularizado entre nosotros un estilo imaginativo singular, cuyo más notable
recurso es la transmutación de lo objetivo en subjetivo y viceversa (Henríquez,
2001, p. 78).
Años más tarde de formulada dicha
sentencia, Reyes le confesará por carta a Henríquez Ureña haberle transmitido a
Lugones esta frase, durante uno de los múltiples encuentros en París, frente a
la cual este último dijo sentirse muy honrado.22
Desde muchos años antes de la
llegada de Henríquez Ureña y Reyes (1908), el espacio de Nosotros
constituyó para Pedro Henríquez Ureña y para su discípulo, Alfonso Reyes, la
apertura literaria hacia Argentina. Para dicho momento, las ideas fundamentales
referían a la construcción de una nación en términos literarios para el Río de
la Plata. Para la década del veinte, y luego de varios torbellinos
democratizadores, como la apertura democrática radical y la reforma
universitaria; Nosotros comenzó a tambalear dentro
del espacio literario. El campo literario, hegemonizado por esta publicación,
entró en crisis para reacomodarse en una nueva generación con una clara mirada
hacia el “ser nacional”: la vanguardia.
Conclusiones
La llegada de Pedro Henríquez
Ureña a Argentina en 1924 y posteriormente la de Alfonso Reyes en 1927,
inauguraron un espacio de nuevas relaciones entre intelectuales y exponentes de
la cultura mexicanos en Argentina. De una forma más precisa, y al recordar que
Henríquez Ureña era dominicano de nacimiento (ascendencia presente a lo largo
de su obra), la presencia de los ideales del Ateneo de la Juventud en Buenos
Aires, sumada a los insuflos posteriores a la Reforma
Universitaria de 1918, generaron una extensa red de pensadores que, gracias a
las publicaciones literarias y periódicas, fue expandiéndose a lo largo del
continente. A lo largo de estas páginas, analizamos su presencia en el medio
intelectual rioplatense, tomando como punto de partida la revista Nosotros, espacio legitimador de las corrientes
literarias del momento, gracias a la presencia de la pluma de Leopoldo Lugones,
por ejemplo.
Por su parte, la emergencia de la
juventud como sujeto político, llevó al surgimiento de muchas publicaciones
destinadas a dicha tribuna. Valoraciones fue uno de
los casos, y en su plataforma tuvieron gran protagonismo las filias generadas
en el Congreso Internacional de Estudiantes de 1921. Artículos de Pedro
Henríquez Ureña así como de Daniel Cosío Villegas,
novedades editoriales de Alfonso Reyes y José Vasconcelos demostraban una
profunda cercanía entre el estudiantado latinoamericano en pos de la
conformación de una nueva conciencia continental gracias al magisterio de José
Ingenieros, Alfredo Palacios y el propio Henríquez Ureña.
Por último, la emergencia de la
vanguardia literaria en el Río de la Plata estuvo íntimamente relacionada con
la emergencia de publicaciones como Proa e Inicial, pero fue la tercera Martín
Fierro la que logró aglutinar los temas y a los protagonistas,
destacándose la presencia de Jorge Luis Borges, Evar
Méndez, Francisco Luis Bernárdez, Xul Solar, Emilio Pettorutti entre muchos otros. En este espacio, y dentro de
los postulados vanguardistas de la época, fue Alfonso Reyes quien acompañó de
forma más próxima, impulsando la promoción de la vanguardia mexicana, a Los
Contemporáneos, dentro de las páginas de la revista. Se generó así un ríspido e
intenso debate entre grupos vanguardistas cuyas consecuencias tuvieron estricta
relación con temas nacionalistas, en los albores de los años treinta del siglo xx.
En otras palabras, la presencia
de México en la Argentina de los años veinte y comienzos de los treinta fue
vital a la hora de pensar en los puentes elaborados por los intelectuales que
generaron empresas posteriores de una envergadura tal como los exilios de los
setenta, en el marco del crecimiento del autoritarismo y el terrorismo de
Estado en el Cono Sur de América Latina. Enarbolar el espíritu de la Reforma,
sumado a los planteos del Ateneo de la Juventud que se materializaron en las
publicaciones literarias rioplatenses de los años veinte es pensar en
alternativas de común unión entre pensadores en América Latina, superando las
cómodas categorías nacionales y en pos de la gestación de redes y espacios de
creación comunes a todo el continente.
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http://dx.doi.org/10.1590/S0103-20702005000100002
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1 En este sentido, la investigadora Diana Quattrocchi-Woisson
afirma que a lo largo del siglo xx pudieron
haberse publicado en territorio argentino más de 2 000 títulos de revistas
culturales. Para más datos véase Quattrocchi-Woisson
(1997). Por su parte, Francine Masiello
(1986) realiza una caracterización de las publicaciones de la época,
distinguiendo entre revistas cosmopolitas de contenido moderno modeladas sobre
revistas europeas experimentales; las revistas anarcosindicalistas que
defendieron los intereses del proletariado y las publicaciones más modernas
dedicadas al estudio de lo moderno en cuanto experiencia generacional.
2 La serie Cuadernos del Plata quedó conformada de la siguiente manera: Seis relatos, de Ricardo Guiraldes, Cuaderno
San Martín, de Jorge Luis Borges, Papeles de reciénvenido, de Macedonio Fernández, El pez y la manzana, de Ricardo Molinari,
Línea, de Gilberto Owen. Concretamente, la ansiada cofraternidad argentino-mexicana no fue fructífera.
Envidias, recelos, negativa de los argentinos a colaborar con la recientemente
aparecida Contemporáneos (de lo cual Alfonso Reyes
escribe a Genaro Estrada en sus cartas), llevan al embajador a reflexionar
sobre el momento literario argentino como cerrado y negativo. Culto a Mallarmé y Testimonio de Juan Peña también fueron plaquettes impresas en
Argentina en la localidad de San Antonio de Areco,
por el impresor de Ricardo Güiraldes (Reyes y Ocampo, 1983).
3 Otro tanto ha sucedido con el paso de la vieja historia de las ideas a la
nueva historia intelectual que, “gracias a su atención al contexto”, considera
el surgimiento, desarrollo y declive de ciertos corpus de ideas atendiendo a
las circunstancias históricas en el momento de su aparición (Weinberg, 2013).
4 Editada en Buenos Aires por la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco,
ante la dificultad declarada de mantener una revista exclusivamente literaria
por aquellos tiempos y luego de fracasar dos veces. Para 1910 la revista tuvo
que interrumpir un año su publicación. En julio de 1912, ante crecientes
dificultades económicas, se organizó la sociedad cooperativa Nosotros,
presidida por Rafael Obligado, que cambió el formato de la publicación, aumentó
su número de páginas y vio acrecentar el número de colaboradores.
5 La Universidad Popular Mexicana fue creada por el núcleo del Ateneo de la
Juventud en 1912 y logra sobrevivir hasta 1920. Su objetivo era el de ampliar
el mundo del conocimiento trasladándolo fuera de los espacios universitarios.
Además de Henríquez Ureña, sus principales ideólogos fueron el español Pedro
González Blanco y Alfonso Pruneda. La cultura debía
llegar a las clases más numerosas, tendrían que acercarse al pueblo dentro de
la mística que entrañaba el cambio político y social. Trabajadores y obreros
serían los invitados a participar. No sería un programa gubernamental, sino que
dependería de apoyos privados. Su lema: “La ciencia protege a la patria”
(Melgar, 2010).
6 Dato rastreado en Notas a seis ensayos en busca de nuestra expresión
(Henríquez, 2001, p. 327).
7 Guillermo Evaristo González Méndez (1885-1955). Fundador de la revista Martín Fierro. Miembro de una ilustre familia
conservadora, su interés por el arte moderno abrió puertas a artistas como
Emilio Pettoruti, Xul Solar
y Norah Borges. La labor de Méndez al frente de proyectos editoriales fue
pionera en el país. Para más datos, véase:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/garcia_carlos/evar_mendez.htm
[Consulta: 20 de octubre de 2013.]
8 De origen judío, solía utilizar el seudónimo de Enrique Espinoza para sus
trabajos. Fue uno de los promotores editoriales más importantes de la época.
Radicado en Chile, funda su editorial Babel, gracias a la cual son publicados
trabajos de Guiraldes, Borges, Henríquez Ureña, Mariátegui, entre otros
escritores latinoamericanos. El saldo de dicha empresa editorial fue la
creación de una plataforma continental de producción intelectual.
9 Editoriales Proa y Martín Fierro. Martín Fierro,
año iii, núm. 34, 6 de octubre de 1926, s/p. En Martín Fierro (1994). Dicha editorial publicará los
Cuadernos del Plata, iniciativa de Alfonso Reyes en Argentina.
10 Pablo Rojas Paz. Homenaje a Alfonso Reyes. Martín
Fierro, año iv, núms.
44-45, agosto-noviembre de 1927. En Martín Fierro (1994,
s/p.).
11 Pablo Rojas Paz. Homenaje a Alfonso Reyes. Martín
Fierro, año iv, núms.
44-45, agosto-noviembre de 1927. En Martín Fierro
(1994, s/p).
12 Es Ricardo Molinari quien, en un artículo sobre
Alfonso Reyes, relata uno de sus múltiples viajes a la casa de Pedro Henríquez
Ureña a La Plata, en compañía de Jorge Luis Borges y otros jóvenes, para
conocer las novedades del escritor regiomontano a la vez que el dominicano les
recitaba sus versos. Véase Ricardo Molinari. Alfonso
Reyes. En Martín Fierro (1994, p. 331).
13 Verso y prosa de Alfonso Reyes y páginas dedicadas a México por estadía de
Alfonso Reyes. Martín Fierro, año iv, núm. 42, 10 de junio de 1927. En Martín Fierro (1994).
14 Genaro Estrada era escritor y secretario de Relaciones Exteriores de
México.
15 Jorge Luis Borges. Recoleta. Contemporáneos, núms. 40-41, septiembre-octubre de 1931, p. 135. En Durán
(1973).
16 Carta de Alfonso Reyes a Genaro Estrada, 21 de enero de 1929. En Reyes y
Estrada (1993, pp. 184-185). Particularmente, Reyes se refiere a la polémica
surgida frente a la publicación de La Gaceta de Madrid, considerar a esta como el meridiano
continental de las letras y de las artes. A esto, los miembros de Martín Fierro responden planteando el mencionado
“tijeretazo” o rompimiento de lazos con la tradición española, en busca del
derecho de crear una tradición propia, americana. Lo que ocurre con Contemporáneos es una clara reivindicación de un
hermanamiento con el hispanismo promulgado por La Gaceta,
en desmedro de la postura argentina de considerar como meridiano de las letras
y las artes no ya a Madrid, sino a Buenos Aires. Para más datos, véase García
Gutiérrez (1996).
17 Tomamos el mismo de Reyes (1996, pp. 36-41).
18 Carta confidencial de Alfonso Reyes a Genaro Estrada, 15 de diciembre de
1927. En Reyes y Estrada (1993, pp. 76-77).
19 París, 19 de marzo de 1927, en Reyes (2010, p. 164).
20 Escritor argentino con el que Reyes ya había tenido contacto durante su
estadía en Europa en 1914. El suicidio de este último, considerado árbitro de
las letras argentinas de aquel entonces, provoca la adhesión al masivo pésame
de las letras argentinas.
21 El escritor argentino Leopoldo Lugones era perfectamente conocido por
Henríquez Ureña y Reyes inclusive antes de que llegaran a Argentina y tomaran
contacto con la intelectualidad local. En el caso de Reyes, este había conocido
a Lugones durante su estadía en el país galo producto del exilio forzado en
1913, país al que se dirige con un empleo en la legación mexicana. Era la
segunda vez que Lugones visitaba Francia, pero esta vez tenía en sus manos el
proyecto de publicar una revista sobre temas americanos en francés, la Revue Sudaméricaine. Dicha publicación se verá
interrumpida por el comienzo de la primera guerra mundial, siendo su último
número el de julio de 1914 (Reyes y Henríquez, 1986, p. 232).
22 Carta de Alfonso Reyes a Pedro Henríquez Ureña, 14 de julio de 1914. En
Reyes y Henríquez (1986, p. 400).