Expectativas y experiencias de un cine marginal (1971-1976)
Expectations and Experiences of a Marginal
Cinema (1971-1976)
Alonso Getino Lima
Escuela Nacional de Antropología e Historia, México
Resumen: En septiembre
de 1971 surgió la Cooperativa de Cine Marginal. Durante el tiempo que estuvo
activa (1971-1976) experimentó un proceso de cambio: de ser una organización
enfocada al trabajo cinematográfico, se convirtió en un grupo de activistas
sindicales. El objetivo de la investigación fue comprender a la Cooperativa en
relación con las motivaciones de sus integrantes para constituirla y realizar
acciones a través de ella. Trabajando mediante la reconstrucción de sus
contextos y procesos personales se concluyó que quienes pertenecieron a la
organización transitaron caminos similares de politización. Asimismo, las
concepciones adquiridas a la luz de las experiencias de activismo cotidiano
fueron factor importante en cuanto a la transformación y fragmentación de la
agrupación. Con este estudio se abonó al entendimiento de la década de los
setenta en México; un periodo en el que distintos proyectos artísticos,
políticos y comunicativos compartieron el escenario social.
Palabras clave: cine; politización; izquierda; historia social; historia oral.
Abstract: The Marginal Film Cooperative emerged in September 1971. During the time it was active (1971-1976), it changed from an
organization focused on film work to a group of union activists. The objective
of the research was to understand the Cooperative in relation to the motivation
of its members to establish it and undertake actions through it. The
reconstruction of their contexts and personal processes made it possible to
conclude that those who belonged to the organization went through similar paths
of politicization. Likewise, the conceptions acquired in light of the
experiences of everyday activism were an important factor in terms of the
group’s transformation and fragmentation. This study contributed to the
understanding of the 1970s in Mexico, a period when various artistic, political
and communicative projects shared the social scene.
Key words: cinema; politicization; left;
social history; oral history.
Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2016 Fecha de aceptación: 14 de agosto de 2017
Introducción
La Cooperativa de Cine Marginal surgió al concluir el
segundo concurso de Cine Independiente Luis Buñuel, llevado a cabo en la ciudad
de México del 11 al 31 de agosto de 1971. Aquel certamen, organizado por el
Comité de Difusión Cultural de la Escuela Nacional de Economía de la unam y realizado en las
instalaciones del Club de Periodistas y del Instituto Francés de América Latina
fue la secuela del emprendido un año antes por el Centro de Arte Independiente
las Musas –integrado por Víctor Fosado, Óscar Menéndez, Rubén Gámez, Leopoldo
Ayala, Juan de la Cabada y Armando Zayas– (Vázquez, 2012, p. 42). La
Cooperativa en su origen estuvo constituida por asistentes, participantes y
organizadores del mencionado concurso: Ramón Vilar, Víctor Sanen, Enrique
Escalona, Gabriel Retes, Paco Ignacio Taibo II, Paco
Cantú, Carlos de Hoyos, Carlos Méndez, Jorge Belarmino, Jesús Dávila y Eduardo
Carrasco Zanini (Ayala, 1986, p. 381; Vázquez, 2012,
p. 197). Sin embargo, en las siguientes semanas y meses, invitados por los
fundadores o motivados por sus actividades, se sumaron diversos jóvenes al
grupo. Fueron los casos de Guadalupe Ferrer, Héctor Cervera, Paloma Saiz,
Servando Gajá, Jesús Brito, Juan Manuel Aurrecoechea,
Beatriz Novaro, Santiago I. Flores, Saúl Escobar,
Francisco Pérez Arce, David Arriaga Weiss, Luis
Hernández Navarro, Gisela Landazurri, Carmen Durán,
Horacio Gómez, Nena Cortez, Orlando Delgado, Miguel Lanz, Jorge Fernández
Souza, Jorge Robles y Mario Núñez Mariel.
La Cooperativa fue una
organización que se caracterizó por articular el cine con la política. Sus
miembros habían transitado previamente por caminos que abonaron a su
politización, en el sentido de que fueron desarrollando a lo largo de las
lecturas realizadas y las experiencias vividas una conciencia de su papel y el
de otros grupos en la historia. Los cooperativistas se concibieron como
acompañantes, asesores e intelectuales orgánicos de los sectores subalternos,
especialmente del sector obrero. Su labor, aunque transitó por distintos
momentos, estuvo siempre vinculada con estos, preocupándose en mayor medida por
construir y fortalecer lazos de solidaridad entre trabajadores de diferentes
latitudes del país para edificar un movimiento nacional en favor de la
democracia sindical y en general del mejoramiento de sus condiciones de vida.
El cine que realizaron fue construido en ese marco, de manera que se trató de
un cine documental de carácter informativo, que resultara útil para sus
receptores.
La Cooperativa no fue una organización
aislada, fue parte de una tendencia de acción para diversos jóvenes después del
movimiento estudiantil; así como algunos organizaron guerrillas urbanas, otros
se preocuparon por vincular manifestaciones artísticas con intenciones
políticas. En los primeros años de la década de los setenta surgieron grupos y
organizaciones como el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística,
Tepito Arte Acá, Taco de la Perra Brava, Grupo Cine Testimonio, Taller Arte
Ideología, Taller de Cine Octubre o Colectivo Cine Mujer, que en dirección
similar a la de la Cooperativa de Cine Marginal trabajaron muy de cerca con los
sectores subalternos del país, tratando de repercutir positivamente en sus
condiciones sociales mediante diversas prácticas artísticas que contribuyeran a
su concientización, en el sentido de propiciar su autodefinición dentro de un
proceso histórico en el que coexistían distintas clases sociales con intereses
encontrados, en concordancia con las lecturas realizadas por los jóvenes
activistas de la coyuntura vivida (Híjar, 2007;
Gaytán, 2013). En el caso de los cooperativistas, tales interpretaciones
impactaron en la transfiguración del perfil de la organización en su conjunto:
de ser un grupo de jóvenes enfocados en la labor cinematográfica se convirtió
en un colectivo de asesores y activistas sindicales.
Cabe mencionar que este texto
forma parte de una investigación más extensa sobre la Cooperativa que realicé
desde la óptica de la historia social, entendiéndola como la historia de la
sociedad en su conjunto. Es decir, centrando la atención en los sujetos que la
constituyeron, insertándolos en sus contextos y procesos particulares. Me basé
en los puntos importantes de metodología que para la historia social realizó
Eric Hobsbawm: 1) aborda el tiempo cronológico; 2) se
centra en el estudio de los grupos, sociedades, y 3) su elaboración requiere de
un orden en la investigación, identificando prioridades (Hobsbawm,
1983, p. 30). En esta investigación tuve como eje las consideraciones de E. P.
Thompson entorno a la experiencia. Este historiador puso en la mesa de la
discusión nuevos asuntos, invisibles para la historiografía tradicional
marxista de mediados del siglo xx, la cual se
caracterizaba por acoplar los datos empíricos a los modelos teóricos de base y
superestructura, así como para la historiografía positivista, que abogaba por
dejar hablar a los documentos mediante la neutralidad del historiador. Con el
trabajo de Thompson se esclareció que la concientización de los hombres no
ocurre a partir de moldes establecidos y que es necesario poner el acento en
los elementos sociales y culturales propios al interior de los distintos
grupos, enfrentados con el mundo mediante la experiencia de cada sujeto y
codificados como conciencia (Thompson, 1981, p. 263). En este sentido es
significativa la consideración: “El ser social determina la conciencia social”,
con la que concuerda este autor. Así, la experiencia resulta un fenómeno
unificador, para los grupos sociales, en el sentido de que se establece un
vínculo entre sus integrantes, o en otros términos una “identidad común de
clase”, en permanente configuración. De tal manera, partir del análisis de las
experiencias posibilita pensar la relación entre ideas y prácticas o
motivaciones y acciones en los sujetos. En torno a este asunto radicaron mis
intereses de investigación sobre la Cooperativa de Cine Marginal, conformada
por una diversidad de jóvenes movilizados ante una situación coyuntural
específica.
La investigación se centró en
comprender las motivaciones y expectativas que llevaron a los miembros de la
organización a integrarse y emprender acciones mediante ella, así como las
transformaciones que estas tuvieron a lo largo de los años y que repercutieron
en el perfil de la Cooperativa en su conjunto. Aquí presento algunos apuntes al
respecto, tratando de sintetizar y subrayar lo que considero más significativo,
y dar pauta para seguir con nuevas rutas en el análisis.
Para este trabajo realicé
entrevistas a siete integrantes de la Cooperativa, los cuales ingresaron a la
organización en distintos momentos: un miembro fundador –Eduardo Carrasco Zanini–, tres que se sumaron pocas semanas después de su
constitución –Guadalupe Ferrer, Héctor Cervera y Juan Manuel Aurrecoechea– y
tres que ingresaron en un periodo posterior
–Santiago I. Flores, David Arriaga y Francisco Pérez Arce–. Cabe señalar que
uno de los criterios selectivos de los entrevistados fue el de captar la
heterogeneidad, en cuanto a posturas, al interior de la Cooperativa;
encontrando tres tendencias principales: quienes estaban mayormente preocupados
por la exhibición y realización de películas –Héctor Cervera, Eduardo Carrasco Zanini–, quienes privilegiaban marcadamente el activismo
político sobre el cine –Francisco Pérez Arce, Santiago I. Flores–, y quienes a
pesar de haberse abocado mayormente a actividades de organización y activismo
con grupos de trabajadores no descartaron la posibilidad de emplear el medio
audiovisual para hacer política –Guadalupe Ferrer, David Arriaga, Juan Manuel
Aurrecoechea.
Con fines expositivos en el
presente ensayo recorreré cuatro momentos: 1) los procesos de politización de
los integrantes entrevistados de la Cooperativa, que repercutieron en su
decisión de ser parte de la organización; 2) las expectativas que se tenían al
interior de la organización en torno al tipo de cine que realizaban; 3) sus
discusiones con otras propuestas fílmicas, y 4) los trayectos que recorrió la
Cooperativa a lo largo de los años y que fueron marcándola en cuanto a la
transformación de sus intereses con respecto a la articulación del cine con la
política.
Procesos de politización
Las escuelas fueron los espacios
más importantes en cuanto a los procesos de politización de los
cooperativistas. En ellas tuvieron contacto con ideas y prácticas que los
transformaron, ya sea mediante su adscripción a determinados seminarios,
influencia de ciertos profesores, pertenencia a grupos políticos o asistencia
regular a los cineclubes organizados en distintos espacios universitarios. En
estos lugares, los cooperativistas fueron adquiriendo una visión estructurada
de la realidad, una determinada idea de las posibilidades del cine en la
sociedad, así como cierta información que fomentaba su sensibilidad en cuanto a
los problemas de otros grupos sociales.
Con respecto a este asunto, los
testimonios de algunos de los miembros de la organización son significativos.
Tal es el caso del de Guadalupe Ferrer –quien fue integrante de la Cooperativa
de Cine Marginal desde momentos cercanos a su fundación hasta su fragmentación
en 1976–. En cuanto a la importancia de los cineclubes en su etapa de
estudiante universitaria, Guadalupe recuerda:
[…] el cineclub de Filosofía y Letras fue fundamental
para que pudiéramos ver una cantidad de cosas enormes. Pero desde Chaplin, que
no creas que lo podías ver fácilmente. Desde Tiempos
modernos, y además verlo en pantalla grande era padrísimo. Todo el cine
cubano. La revolución cubana estaba muy presente. Además, tenía una producción
cinematográfica en ese momento fantástica. Memorias del
subdesarrollo, Lucía. […] El cineclub, como
tal sí fue un elemento formativo de nuestra educación sentimental, muy
importante. […] El carácter del cineclub asumía un compromiso que era: te voy a
presentar una propuesta de películas, o sea, ciclos, en donde lo ideal es que
platiquemos qué te pareció.1
En torno al mismo asunto Héctor
Cervera, estudiante de Veterinaria a inicios de los setenta y también
integrante de la Cooperativa en sus primeros meses de existencia, apunta:
Yo no iba a clases de Veterinaria, no me gustaba la
veterinaria y me iba o a Políticas, a los seminarios, a las clases que daba el
profesor González Pedrero, cualquiera de ellos. Y después me iba al cineclub, a
todos los cineclubs. […] Una de las maneras de aprender a hacer cine fue o
haciéndolo o viéndolo. […] Bergman, Antonioni, Fellini,
Godard. […] Todas las películas que hizo Gillo Pontecorvo: Z [sic] y La Batalla de Argel.2
Las escuelas, como se entrevé en
el testimonio de Héctor Cervera, constituyeron espacios de formación y
activación política para diversos cooperativistas también en cuanto a la
influencia de profesores y formación de grupos de estudio. A este respecto el
caso de David Arriaga es particularmente significativo:
Veníamos a la Facultad de Economía a los seminarios de El
Capital, que daban unos excelentes maestros: Jorge Juanes, Bolívar Echeverría.
Gente muy, muy buena. Y entonces nos metíamos de oyentes y participábamos en
clase. […] Pero sí, participábamos. Se establecían relaciones con los maestros
que fueron más allá de las horas de clase y para profundizar aún más. Ávidos de
tragarse el mundo a través de la academia.3
David Arriaga estudió la
preparatoria en la Escuela Moderna Americana, lugar en el que según refiere, se
le introdujo el “virus del comunismo y del socialismo y de la lucha
revolucionaria” debido a la influencia de un par de maestros que impartían en
aquella institución las clases de Lógica y Física. Fue a partir de entonces que
decidió participar en un grupo de estudio de marxismo con jóvenes provenientes
de distintas escuelas:
Yo estaba en un pequeño grupo de estudio de compañeros de
diferentes escuelas privadas que en ese setenta y, no sé..., creo que fue el 72
[…] teníamos inquietudes alrededor del marxismo y había un grupo de compañeros
que estaban estudiando marxismo, gente del Instituto Vives, […] gente del
Colegio Madrid, gente de la Academia Hispano Mexicana y otros. En fin, de
varias escuelas, y pues las amistades que teníamos en esos momentos con unos
buenos amigos que estaban en este Instituto Vives, conocían a otros y en fin,
se organizó este grupo de estudios y, aparte, teníamos también pues inquietudes
de participar en el movimiento social, que en ese tiempo había estado muy
restringido, había estado muy reprimido, fue en la época que estaba en pleno la
guerra sucia contra las organizaciones militares y bueno nosotros pensábamos
que la vía era, por la vía no armada.4
Estas reflexiones serían las que
llevarían en 1973 a David Arriaga a sumarse a la Cooperativa de Cine Marginal.
Sin embargo, había realizado actividades de activismo político desde un año
antes, motivadas por las discusiones sostenidas dentro del círculo de estudio
referido. En aquel momento recuerda David que había una disyuntiva entre los
jóvenes en cuanto a continuar dentro de los ámbitos académicos o emprender
acciones fuera de las universidades en apoyo a los sectores subalternos. David
decidió en aquel momento seguir el segundo camino. De tal manera, con sus
compañeros se acercó a los abogados laboralistas Armando Castillejos y Adela
Salazar para hacer trabajo de activismo político. Así refiere sus intenciones con
respecto a su actividad con los trabajadores en esos momentos:
Un enfoque de beneficio hacia los trabajadores. […] En
fin, hacerlos conscientes de los derechos acerca de la explotación que sufrían
a manos de los patrones y de los charros sindicales…, y apoyarlos en convocar a
reuniones con gente que estuviera interesada y hacer un pequeño núcleo que poco
a poco fuera trabajando en el interior de la fábrica, etcétera. Y, por otro
lado, nos sugirieron [Armando Castillejos y Adela Salazar] apoyar, por ejemplo,
la realización de sábados culturales en el local del sindicato independiente
[se refiere al de Ánfora].5
Francisco Pérez Arce, quien al
igual que David fue integrante de la Cooperativa de Cine Marginal en una etapa
tardía, también empezó a realizar actividades políticas a partir de su ingreso
a la preparatoria a mediados de la década de los sesenta. En aquel momento
formó parte de la Liga Comunista Espartaco, lo cual le posibilitó la
consolidación de relaciones sociales estrechas con otros militantes debido al
trabajo cotidiano dentro del grupo que se consolidarían aún más a partir del
movimiento estudiantil de 1968.
Nosotros éramos militantes desde la prepa [se refiere a
él y a Paco Ignacio Taibo II]. Yo estudié en la Prepa
Uno y Paco Ignacio y yo éramos compañeros desde primero de prepa. Y cuando
entramos a la universidad él, yo y muchos otros compañeros; él entró a la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, yo entré a Economía, mantuvimos una relación
muy cercana y amistosa y digamos más de una militancia política pero sobre todo
muy amistosa […]6
Aunado al factor de la ebullición
de ideas progresistas, el ambiente cultural y las prácticas de organización
dentro de los colegios a finales de los sesenta e inicios de los setenta, otro
factor importante a considerar en cuanto a la politización de los
cooperativistas fue el movimiento estudiantil de 1968, con repunte en junio de
1971. La mayoría de los integrantes de la organización entrevistados
participaron en él y sus experiencias entorno al mismo resultaron un elemento
trascendental en sus vidas. Concibieron entonces la necesidad de llevar esa
experiencia a otros ámbitos, mediante el apoyo y asesoramiento de grupos de
colonos, obreros y campesinos. En tal sentido, resulta pertinente la afirmación
de Armando Bartra de que a partir del movimiento estudiantil en México se
evidenció una nueva izquierda, constituida por jóvenes estudiantes que en contraposición
a la existente en aquel momento, representada sobre todo por el Partido
Comunista Mexicano, tuvo mayor participación y sensibilidad ante los problemas
de los grupos mencionados, siendo uno de sus aspectos más importantes la
intención de establecer relaciones horizontales con los trabajadores (Bartra,
2009, p.72). La Cooperativa de Cine Marginal formó parte de este nuevo sector
que como refiere Quiroz Trejo se caracterizó por el propósito de continuar el
movimiento estudiantil a través del activismo cotidiano; se trató de una
postura que, en contraposición a las prácticas de la vieja izquierda, pretendía
ser “heterodoxa, autónoma, antiautoritaria, hedonista, libertaria y plural”
(Quiroz, 2010, p. 74). En los relatos de los cooperativistas es posible
visualizar el impacto que en dicho sentido el movimiento estudiantil tuvo en
sus vidas, repercutiendo en su decisión de convertirse en realizadores
comprometidos con lo político y activistas sociales. Guadalupe Ferrer, en torno
a esto menciona:
El 68 fue muy importante porque no sólo fue una
concientización de los jóvenes que nos involucramos en esto, para entender un
poco de qué iba la cosa en el mundo. […]De pronto, a esa edad podías ya
empezarte a hacer dueño de tu vida. Estaba toda la influencia del rock, que era
importante. Había un gran movimiento cinematográfico. Estaba la nueva ola, pero
muchas otras cosas también. […]Pero, aquí el mundo se ampliaba enormemente, a
los libros y a la música, pero sobre todo, a través
del cine, de las propuestas cinematográficas que estaban irrumpiendo. Todo eso,
pues era un mundo muy atractivo. De pronto sí te sentías muy protagonista. Y el
68 hizo que uno se sintiera protagonista, […] la historia en la facultad dentro
de la huelga pues es importantísima. Ahí sí, círculos de estudio, o sea…,
contactos, aprender a ir a hablar a los mercados, a los camiones. O sea, a
hablarle a la gente.7
Una lectura similar del
movimiento estudiantil como un parteaguas en la vida, es realizada por
Francisco Pérez Arce:
Cuando estalló el 68. Nosotros entramos a la Universidad,
a CU, en el 68. Entonces estábamos en esa, digamos vida universitaria más o
menos tranquila, con una militancia de izquierda, en una organización que era
la Liga Comunista Espartaco. Es la organización del espartaquismo.
[…] Y cuando surgió el movimiento del 68 de pronto nos vimos inmersos en un
movimiento de masas que nunca hubiéramos soñado ni imaginado ni sabíamos que
era eso. Entonces el movimiento del 68 es muy formativo, para toda la
generación por supuesto, no sólo para nosotros. Pero los que éramos ya
militantes políticos de la izquierda, pues fue una sacudida y una escuela
nueva. Conocimos el país de otra manera […] Y eso abrió, digamos, muchas relaciones
entre los pocos estudiantes que después se van a consolidar como relaciones muy
entrañables muy cercanas.8
El caso de Juan Manuel
Aurrecoechea, otro joven que se integró a la organización semanas después de su
constitución y que en ella participó en la elaboración de los periódicos que
distribuían –La Causa del Pueblo y Trabajadores en Lucha–, es significativo en cuanto a la
percepción del ambiente que se generó a partir de los sucesos represivos que
acallaron al movimiento estudiantil y que en su caso lo llevarían a integrarse
a la Cooperativa, considerándola una opción de acción en contraposición al
estilo de vida estudiantil convencional:
Yo entonces estaba estudiando filosofía en la unam, y pues estábamos en la
depresión del movimiento estudiantil después de la matanza del 10 de junio.
Tomó una serie de perspectivas todo el sueño del 68 y del 71. Después de la
represión como que se había vuelto todo muy depresivo y como que uno se
preguntaba, qué sentido tiene estudiar filosofía, para qué, que chiste tiene.
Parecía todo como hacer una carrera, como muy convencional, muy integrada al
sistema, aunque fuera una escuela que era bastante crítica, como era la Escuela
de Filosofía en esos años. Ya había, pues corrientes. Digo, había un auge del
marxismo e incluso de otras filosofías. Pero de todas maneras a mí me parecía
como que la escuela, la universidad, se había vuelto una cosa muy cerrada, como
muy volcada hacia sí misma, con muy pocas perspectivas. Pues había también como
las ganas de conocer el mundo y conocer otras experiencias. Y toda una
corriente crítica de izquierda que decía: es que el movimiento estudiantil
tiene que volcarse y fusionarse con los movimientos populares, con el
movimiento obrero, con el movimiento campesino. Para que lo que hacemos sirva
de algo y salirse un poco de la universidad.9
La importancia del movimiento
estudiantil en la vida de los cooperativistas no se limitó al hecho de que
varios de ellos tuvieron participación activa en él, adquiriendo experiencia
como brigadistas y activistas estudiantiles, sino también porque tras los
sucesos represivos del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, se
produjo un ambiente de incertidumbre, que a muchos de ellos los llevó, como a
Aurrecoechea, a cuestionar sus propias perspectivas como estudiantes y a
decidir incorporarse a la lucha social. Se trató de un periodo de ebullición
política en el que diversos grupos compartieron el escenario social,
convergiendo y divergiendo en postulados ideológicos y proyectos de futuro.
Fueron años caracterizados por la proliferación de organizaciones de influencia
trotskista, anarquista, guevarista y maoísta que cuestionaban el régimen de Luis
Echeverría, marcado por la represión, el populismo y la cooptación. En el caso
de la Cooperativa, los postulados maoístas de “ir al pueblo”, inaugurados en
México en 1968 con la aparición de “Hacia una política popular” de Adolfo Orive
y Alberto Anaya, a su vez influenciados por la recepción de grupos franceses,
en los que participaban Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir
y Jean-Luc Godard tuvieron
la mayor resonancia (Puma, 2014, p. 22). La posterior transformación de la
Cooperativa se explica en parte por estas concepciones, a la par del contexto
convulso en el que se desarrolló; caracterizado por un auge de movilizaciones
campesinas, urbano populares y laborales. A este asunto se pasará más adelante,
por el momento toca hablar sobre las posturas cinematográficas de la
organización.
Hacia un cine “verdaderamente político”
Cabe mencionar que
en lo general, las posturas teóricas internacionales fueron factor importante
en cuanto a las vías de acción elegidas por los jóvenes que decidieron
articular la política con el arte. Dentro del teatro sobresalieron los
planteamientos de Bertolt Brecht entorno al teatro
épico, de Augusto Boal con respecto al teatro del
oprimido y de Peter Weiss, representante del teatro
documental. En el terreno cinematográfico las influencias se encontraban en el
neorrealismo italiano, la nueva ola francesa, el cinema verité y el nuevo cine latinoamericano. Este último
conformado por realizadores como Glauber Rocha,
Fernando Solanas, Octavio Getino, Jorge Sanjinés,
Julio García Espinosa y Ruy Guerra, repercutió especialmente en los primeros
cooperativistas en cuanto sus concepciones del medio cinematográfico dentro de
la sociedad.
Octavio Getino
y Susana Vellegia explican la emergencia de este cine
de manera continental, como resultado del contexto social y cultural del
periodo en la región –iniciado con la revolución cubana y la filmación de Historias de la revolución por Tomás Gutiérrez Alea–, así
como por la influencia ejercida por ciertos movimientos cinematográficos en los
distintos realizadores latinoamericanos: documentalismo inglés, expresionismo
alemán, cine soviético, cine de autor francés, cine japonés, neorrealismo
italiano, realismo del cine estadunidense y latinoamericano, la emergencia del
cine independiente y, en general, de los nuevos cines –free
cinema, la nueva ola (Getino y Velleggia, 2002, p. 12). El movimiento del nuevo cine
latinoamericano nunca despegó por completo en México; sin embargo, influyó a
distintos cineastas y grupos como la Cooperativa de Cine Marginal y el Taller
de Cine Octubre, quienes en particular se propusieron difundir y desarrollar
este movimiento fílmico en el país.
Entre la gama de propuestas, las
que mejor empataron con las posiciones y expectativas de los cooperativistas
fueron las del realizador y teórico de cine cubano Julio García Espinosa sobre
el cine imperfecto. García Espinosa propuso en 1969 en su ensayo “Por un cine
imperfecto” la construcción de una nueva poética que lograra hacer del cine una
actividad desinteresada, evitando la híperespecialización
de quienes lo realizaban, que en esa lógica significaba caminar hacia la
socialización del cine. La cuestión fundamental era lograr que el cine fuera
elaborado por cualquier persona y no por autores en un sentido elitista,
desvinculados de otras actividades sociales. Además, se trataba de una
interpretación insertada en una lectura teleológica de la historia, que
identificaba como ideal el advenimiento del socialismo. García Espinosa abogaba
por un cine revolucionario en un amplio sentido. Es decir, no sólo en términos
estéticos, sino también en cuanto a su papel dentro de la sociedad como agente
de cambio. De manera que el objetivo último de los postulados teóricos del
cineasta y de su práctica fílmica, estaban dirigidos a la construcción de una
cultura nueva, ante lo cual el cine tendría que tener un carácter acorde.
El adjetivo “imperfecto” que le
atribuye al cine, no tiene que ver de ninguna manera con un cine mal hecho o
austero, en cuestión estética o técnica, sino con la concepción que el autor
posee de la sociedad y del papel del arte en ella. Es decir, del deber ser del cine dentro de un mundo que camina hacia el
socialismo. La noción que García Espinosa expresa sobre el arte en general, y
el cine en particular, tiene en el centro el ideal de constituirse en
“actividad desinteresada” –en el sentido de que no se busque con ella una
realización personal del artista–. De manera que lograr esto significaría
arribar a una “perfección” –en el arte y en el cine; el artista se concebiría a
sí mismo como un hombre que “entre otras cosas” hace arte y no como un
especialista, desvinculado de otros quehaceres–. En esta lógica, mientras no se
llegue al estado descrito la situación del cine seguiría siendo “imperfecta”.
La propuesta de García Espinosa
apunta hacia la apertura del arte y del cine. Propiciando las condiciones para
que los espectadores se conviertan en autores y el arte sea así una
manifestación de todos los hombres por igual. El cine imperfecto que propone
fungiría como enlace entre el cine espectáculo, de influencia estadunidense, en
el que se concibe a los hombres como espectadores, y un futuro cine perfecto,
totalmente democrático. Con respecto a las características de este apunta:
El cine imperfecto entendemos que exige, sobre todo,
mostrar el proceso de los problemas. […] Mostrar un proceso no es precisamente
analizarlo. Analizar, en el sentido tradicional de la palabra, implica siempre
un juicio previo, cerrado. Analizar un problema es mostrar el problema (no su
proceso) impregnado de juicios que genera a priori
el propio análisis. Analizar es bloquear de antemano las posibilidades de
análisis del interlocutor. Mostrar el proceso de un problema es someterlo a
juicio sin emitir el fallo. Hay un tipo de periodismo que consiste en dar el
comentario más que la noticia. Hay otro tipo de periodismo que consiste en dar
las noticias, pero valorizándolas mediante el montaje o compaginación del
periódico. Mostrar el proceso de un problema es como mostrar el desarrollo
propio de la noticia, sin el comentario, es como mostrar el desarrollo
pluralista –sin valorizarlo– de una información. Lo subjetivo es la selección
del problema condicionada por el interés del destinatario, que es el sujeto. Lo
objetivo sería mostrar el proceso, que es el objeto (García, 1975, p. 50).
El núcleo de la propuesta de
Espinosa estaba en la integración de los trabajadores, en su calidad de
receptores, para completar los filmes mediante la discusión al final de cada
película exhibida, posibilitando a su vez su preparación y figuración como
realizadores de auténticas obras fílmicas. Tal postura era compartida por
intelectuales como Chris Marker, Jean-Luc Godard y Susan
Sontag. Esta última, en un encuentro que mantuvo en
1972 con algunos cooperativistas –Eduardo Carrasco Zanini,
Paco Ignacio Taibo, Enrique Escalona, José Carlos
Méndez, Carlos de Hoyos, Víctor Sanen–, después de presenciar algunos filmes de
la organización –Víctor Ibarra Cruz, de Carrasco Zanini; El año de la rata, de
Enrique Escalona; Ardiendo en el sueño, de Paco
Ignacio Taibo y el Comunicado 2–,
exhibió sus reflexiones sobre las posibilidades de un cine político en términos
similares a los de Espinosa; identificando las limitantes de la producción del
grupo y aseverando que la única forma de edificarlo sería logrando que los
trabajadores construyeran sus propios discursos narrativos sin tener como
intermediarios los criterios de los especialistas del cine.10 Los integrantes
de la Cooperativa de Cine Marginal se mostraron receptivos en torno a las
críticas de Sontag, haciéndolo evidente con su
trabajo Panaderos –también referido como Con la venda en los ojos (Ayala, 1986, p. 380)–, en el
que los trabajadores de una panadería de la ciudad de México realizaron el
guion, manejaron las cámaras e interpretaron a todos los personajes. Se trató
de la película de la Cooperativa con mayor propuesta narrativa, según Guadalupe
Ferrer:
Había una película muy hermosa que se llamaba Panaderos que era una película muy bien contada, que es
la historia de una huelga en una panadería chiquita y ahí además la experiencia
fue muy buena porque los trabajadores hicieron el guion, escogieron la música
pues eran los actores ya que era su lucha, su película y esta película
realmente hubiera sido maravilloso poderla conservar junto con otras pero desapareció. […]Panaderos
era ficción. Aunque…, era ficción porque tenía características…, o sea, estaba
construida en un lapso de tiempo, tenía una historia, metida que era, cómo eran
los panaderos, cómo vivían. Pero, al final del día, ellos eran los panaderos de
verdad. Estaban hablando de su propia historia y estaba armada como una ficción.11
Sin embargo, esa fue una
experiencia aislada. La mayor parte de la producción fílmica de la Cooperativa
fue constituida por los Comunicados de Insurgencia Obrera; producciones de
corta duración realizadas con el objetivo de difundir las luchas que los trabajadores
emprendían en distintas latitudes del país. Se buscaba con ello producir nuevos
movimientos y alimentar moralmente los existentes en otros estados del país.
Entre diciembre de 1971 y marzo de 1972 la Cooperativa realizó diez
comunicados, llegando a 20 para mediados de aquel año.12
En este periodo, según Carlos Méndez se llevaron a cabo un promedio de catorce
“proyecciones debate por semana” en la ciudad de México. Un suceso importante
en la historia de la organización a este respecto fue la movilización del
Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (sterm)
en diciembre de 1971, en el cual participaron y al que dedicaron varios de sus
trabajos. Se trató del periodo de mayor actividad fílmica de la Cooperativa, el
cual acabaría a inicios de 1973. Desafortunadamente, el mismo uso que se les
dio a los comunicados hizo que se deterioraran al grado que la mayoría
desapareciera, quedando menos de una decena completos, muchos sin sonido, y
algunos fragmentos sueltos al resguardo de la Filmoteca de la unam. No obstante, hoy puede
tenerse una idea del contenido de la mayoría de los comunicados gracias al
estudio que Ayala Blanco realizó sobre la producción fílmica de la Cooperativa
en los setenta (Ayala, 1986, p. 384).
Discusiones dentro del mundo del cine
La Cooperativa de Cine Marginal
desde su constitución discutió con otras posiciones estéticas. Su mismo
nacimiento derivó de una crítica a la concepción convencional de hacer cine
experimental en México, evidenciada de manera explícita en 1961 en el
comunicado del Grupo Nuevo Cine, constituido ese mismo año por José de la
Colina, Salvador Elizondo, Rafael Corkidi, J. M.
García Ascot, Emilio García Riera, Carlos Monsiváis,
J. L. González de León, Gabriel Ramírez, José María Sbert,
Luis Vicens, Julio Pliego, Paul Leduc
y Alberto Isaac, entre otros intelectuales. En aquel documento se hacía un
llamado a la constitución de una cultura cinematográfica en México que tuviera
en el centro el “culto al autor”: “el cineasta creador tiene tanto derecho como
el literato, el pintor o el músico a expresarse con libertad. No lucharemos
porque se realice un tipo determinado de cine, sino para que en él se produzca
el libre juego de la creación, con la diversidad de posiciones estéticas
morales y políticas que ello implica” (Manifiesto, 1988, p. 33).
Es importante mencionar que a su
vez el Grupo Nuevo Cine había surgido como una impugnación a la crisis por la
que atravesaba el cine mexicano a inicios de la década de los sesenta. En torno
a este hecho Alma Rossback y Leticia Canel realizaron un preciso balance:
[…] los productores se retraían quejándose del gran
número de películas enlatadas; los artistas, técnicos y manuales se hallaban
desocupados; con frecuencia se oía hablar de una posible nacionalización del
cine; se habían perdido los mercados cubano y venezolano y había dificultades
con el chileno y el argentino. “El dinero que produce el cine no vuelve al
cine”, anotaba José de la Colina en un artículo. “Pero
además, el cine mexicano ya no produce tanto dinero… Salen perdiendo,
naturalmente los trabajadores y artistas del cine mexicano… El sindicato se
convierte en un organismo cerrado que de hecho impide el ejercicio de la
creación cinematográfica a quien esté fuera de sus filas y… [Mediante ciertos
contratos] estipula la no exhibición de películas por gente fuera de esos
sindicatos… Por ellos el cine se estanca… [Pero lo más importante] el cine
mexicano ha venido bajando artísticamente… [Tal vez porque] el cine se hace por
las mismas personas de hace 10, 20 años […] (Rossback
y Canel, 1988, p. 48).
Un enfoque similar al que los
integrantes del Grupo Nuevo Cine tenían del medio audiovisual, resaltando la
importancia del director en las obras, fue compartido años después por un grupo
de jóvenes realizadores que en el primer concurso de cine Luis Buñuel (1970) se
habían aglutinado en el Taller de Cine en 8 mm y que en el segundo evento
entraron en confrontación con los integrantes de la Cooperativa de Cine
Marginal debido a la cuestión del papel del público en el concurso –Alfredo
Gurrola, Sergio García y David Celestinos–. Aquellos enfoques resultaron dos
maneras encontradas de hacer cine.
Fueron evidentes en estas
discusiones las reverberaciones de los fundadores del grupo argentino Cine
Liberación, Octavio Getino y Fernando Solanas, en
cuanto su taxonomía sobre los diferentes tipos de cine. Dicha postura estética
y política estaba en el ambiente en México y algunos autores de la prensa del
momento hicieron lecturas del conflicto acontecido en el segundo concurso de
cine independiente en los términos de los intelectuales argentinos; viendo con
el nacimiento de la Cooperativa de Cine Marginal el ansiado arribo del tercer cine al país: un cine enfocado en mostrar las
causas de los problemas de los mismos espectadores, logrando con esto su
participación en los debates y posterior “concientización”. Un cine que a
diferencia de un primer cine, enfocado en el ámbito
comercial de las películas y un segundo cine;
intelectual que fomentaba el culto al autor, aspirara a mostrar la “realidad
sin eufemismos”, luchando contra la despolitización y enajenación que las
películas hollywoodenses y los medios de comunicación masiva del momento
propiciaban.13
Por otra parte, los
cooperativistas se concentraron en un cine que diluía la figura de autoría
individual y en su utilización como herramienta informativa en un sentido más
práctico, utilizándolo, a partir de su vinculación con el sterm en diciembre de 1971, como elemento de
enlace mediante los aludidos “Comunicados de Insurgencia Obrera”. En tal
sentido sus expectativas con el cine como poética se vieron disminuidas y
agotadas en muy poco tiempo. Este hecho provocó la salida de sus miembros con
mayor interés en el medio audiovisual –Enrique Escalona, Eduardo Carrasco Zanini, Héctor Cervera–, sumándose a Gabriel Retes, quien
abandonó la organización pocas semanas después de su constitución. Retes, en
una entrevista que le realizó Arlene Lintz de Nava en 1975, sintetizó dicha postura:
Al principio estuve en el grupo que formó la Cooperativa
de Cine Marginal. Salí de allí por diferencias de tipo ideológico. Yo pensaba,
y sigo pensando, que el cine tiene que estar basado en una serie de principios
técnicos, y en un regidor, un coordinador, un director, como lo quieras llamar,
para que no sea tan anárquico. O, a lo mejor, porque yo no era tan anárquico
como ellos. Ellos no pensaban en el cine de autor. No creían en el cine
argumental. Es el cine en el que yo creo. Ellos pensaban en el cine documental.
Hubo diferencias de todo orden (Lintz, 1975, p. 55).
En tal sentido, la Cooperativa
para nada fue un grupo homogéneo, sino por el contrario quienes la nutrían
tenían diferentes concepciones, motivaciones y expectativas en cuanto a sus
acciones con la organización. En un primer momento estas, en lo general, tenían
relación con el cine. Se proyectaba en esos iniciales meses construir un
circuito de exhibición y una red de distribución de las obras de los
integrantes que habían participado en el concurso que le dio origen –Enrique Escalona,
Eduardo Carrasco Zanini, Paco Ignacio Taibo, Gabriel Retes, Brigada Venceremos y El grupo–. Al
respecto, Carrasco Zanini, autor de Víctor Ibarra Cruz, película premiada en aquel concurso y
miembro fundador de la Cooperativa, recuerda:
hubo una tendencia o una influencia muy grande valorando
la exhibición. O sea, nosotros teníamos esas cuatro películas originales [se
refiere a Víctor Ibarra Cruz, de su autoría; El paletero, de Gabriel Retes; Sabrán
de mí, de Enrique Escalona, y El día del asalto,
de Paco Ignacio Taibo II], entonces, sí, pero hay que
exhibirlas, que la gente las vea. Y entonces […] nos organizamos, y eso fue muy
padre, también para salir a exhibir. Es decir, como que una idea de ser de la
Cooperativa era el proyector, no sólo la cámara, […] es decir, no solamente es
realizarlas, sino preocuparse por exhibirlas.14
Sin embargo, como se mencionó, la
función social de las obras era concebida desde un inicio como una prioridad
dentro de la organización. La opción de los cooperativistas por el medio
cinematográfico versaba también en el hecho de que este era proyectado como una
herramienta de politización con más efectividad que otras expresiones
artísticas. Algunos integrantes del grupo, como el mismo Eduardo Carrasco Zanini, tenían la idea de que con él se abría la
posibilidad de llegar a más gente que con otras prácticas como la música o el
teatro.15
Tales reflexiones fueron las que
lo motivaron a integrarse a la Cooperativa. El cine además era visto como una
vía capaz de hacer cierto contrapeso a los medios de comunicación masiva del
momento, concebidos por los cooperativistas como tendenciosos y poco apegados a
la realidad de lo que estaba ocurriendo en el país. En tal sentido se entiende
la intención de los integrantes de la organización en cuanto a la producción de
notas informativas y su transmisión en distintos estados del país, mediante los
“Comunicados de Insurgencia Obrera”.
De cine marginal
a la marginalidad del cine
No obstante, las expectativas que
mostró con respecto al cine Paco Ignacio Taibo II en
un texto referente a la Cooperativa de Cine
Marginal que escribió a principios de 1973, el trabajo de la Cooperativa fue tornándose
más organizativo y menos apegado a la realización cinematográfica al
transcurrir los meses (Taibo, 1973, p. 15). De manera
que después de un periodo en el que la organización disminuyó la producción de
películas, avocándose únicamente a su exhibición, el cine fue abandonado por
completo a finales de 1973 por la Cooperativa. Sus miembros para entonces ya
habían estrechado vínculos con otras organizaciones como el Frente Auténtico
del Trabajo (fat), el sterm y algunos abogados
laboralistas como Armando Castillejos, Adela Salazar y Arturo Alcalde; lo cual
les sirvió para vincularse con un mayor número de grupos de trabajadores y
realizar otro tipo de acciones. En ese momento las expectativas de la
Cooperativa de Cine Marginal se habían transformado, virando hacia la solución
de problemas inmediatos en las distintas fábricas que visitaban y el
asesoramiento de los trabajadores para exigir lo que merecían de acuerdo a sus
posibilidades legales. Ya no se planeaba aquí transformar el mundo del cine ni
siquiera ocuparlo como herramienta fundamental para la construcción de una
nueva sociedad, acorde a las propuestas del Nuevo Cine Latinoamericano. La
postura de los miembros de la organización en aquel momento subrayaba que lo
fundamental para una transformación a largo plazo era la lucha en la
cotidianidad, ocupándose de los problemas inmediatos de los trabajadores.
En este viraje, la renovación de
sus integrantes, así como las experiencias durante los meses de trabajo de
quienes permanecieron en la Cooperativa, tuvieron un papel fundamental. El
contacto habitual con los trabajadores hizo que los cooperativistas hicieran a
un lado las excesivas meditaciones sobre cuestiones teóricas y fueran
adquiriendo mayor sensibilidad a los problemas reales de los obreros.
Así, la Cooperativa de Cine
Marginal en los años que estuvo activa transitó este proceso de transformación.
De ser una organización preocupada por la creación, distribución y exhibición
de cine, pasó a ser una organización de activistas y asesores sindicales. Para
entender con mayor profundidad este hecho resulta también importante la
concepción que los cooperativistas tenían sobre el tipo de trabajo que hacían y
que contraponían al de otros grupos de izquierda. El asunto principal era el
dogmatismo y la ideologización. Al respecto, en distintas ocasiones los
integrantes de la Cooperativa se pronunciaron en contra de fungir como
intelectuales paternalistas, con respecto a los trabajadores. Siendo ellos
quienes dictaran los lineamientos a seguir y las lecturas positivas del lugar
de la clase obrera en la sociedad. Por el contrario, el interés de la
organización era dar la palabra a los trabajadores. A esto se debió que en los
periódicos que distribuían y en la mayoría de los Comunicados de Insurgencia
Obrera tuvieran la intención de reducir al máximo su propia voz. Asumían los
cooperativistas que su papel en las luchas era secundario, siendo su objetivo
el estar al servicio de los obreros conectándolos entre sí y asesorándolos. Tal
forma de trabajar, según integrantes de la organización –Santiago Flores,
Francisco Pérez Arce– fue heredada de la Liga Comunista Espartaco, la cual
después del movimiento estudiantil de 1968 había adoptado el postulado maoísta
de trabajar mediante “línea de masas”. Esto significaba entender que el pueblo
era el protagonista de la historia y que la relación con los trabajadores
tendría que ser horizontal. Algunos miembros de la misma Cooperativa habían
sido miembros de la Liga. Tales fueron los casos de Paco Ignacio Taibo II, Santiago I. Flores y Francisco Pérez Arce.
La Cooperativa de Cine Marginal
en su última etapa se centró en el acompañamiento de las huelgas acontecidas en
la ciudad de México y en su periferia. Se organizó en grupos de trabajo por
zonas de la ciudad y del Estado de México. David Arriaga al respecto recuerda:
Nunca me he puesto a hacer la cuenta
pero había como cuatro grupos o cinco grupos. Por ejemplo, yo estaba en el
grupo Xalostoc. Que ese, éramos, como diez, ocho o
diez, que nos concentrábamos en trabajar en la zona industrial de Xalostoc, en Ecatepec. Y luego estaban los del grupo
Iztapalapa, que trabajaban en esa zona, que también eran como cinco, seis,
ocho; luego estaba gente que trabajaba con el fat, Frente Auténtico del Trabajo, que también
tuvo un vigor y presencia muy fuerte en esos años. Otros estaban en el grupo
Azcapotzalco, que trabajaban con compañeros de las fábricas de hierro,
alineadoras, que producían botes. Gente del rastro de por ahí, de toda esa
zona, donde ahora se encuentra la uam.16
Finalmente, la Cooperativa se fue
diluyendo, y desapareció en 1976. Se trató de una desfragmentación paulatina.
Los cuestionamientos a los alcances de su trabajo en aquellos últimos meses de
actividad eran constantes entre sus integrantes y en ocasiones se revalorizaron
las posibilidades que hubiera tenido el haber seguido la vía cinematográfica
para hacer política.17 Este camino sería
retomado por otros grupos como Cine Canario Rojo, Colectivo Cine Mujer o Taller
de Cine Octubre, quienes tuvieron como referente a la Cooperativa, y el trabajo
que la organización en sus inicios había realizado.
Conclusión
Considero que la reconstrucción
de la historia de la Cooperativa de Cine Marginal no sólo es útil para al
entendimiento de la historia del cine en México. Sino también para una mejor
comprensión del México contemporáneo. Los sujetos que constituyeron la
Cooperativa fueron producto de sus circunstancias históricas. El contexto en el
que se desenvolvieron, marcado por lo que Ilán Semo denominó “el ocaso del mito” posrevolucionario y lo
que Carlos Monsiváis refiere como el internacionalismo en la cultura, fue
fundamental para su formación como actores sociales (Monsiváis, 1976, p. 193; Semo, 1989, p. 37). Sin embargo, resulta preciso
analizarlos desde la historia social, partiendo del estudio de sus propias
experiencias, para comprender sus procesos personales y evitar generalizaciones
que los homogenice en demasía con otros proyectos políticos y, por el
contrario, entender sus particulares expectativas en torno al papel del cine en
la sociedad. Considero que se debe actuar de la misma manera para explicar la
transformación de sus perspectivas y valorizaciones; que marcaron la
transformación de la cualidad de su trabajo al grado de abandonar el medio
audiovisual por completo. A mi parecer esto se debió a una jerarquización de
las urgencias concebida al calor del trabajo cotidiano, a la recepción de las
propuestas maoístas y a la renovación de los integrantes de la organización.
La Cooperativa de Cine Marginal
desde su constitución hasta su fragmentación transitó por un proceso de
transformación. De ser una organización enfocada en el mundo del cine;
compuesta por jóvenes interesados en producir, exhibir y distribuir sus
realizaciones, se convirtió en un grupo de activistas sindicales. Dicha
transición ocurrió paulatinamente, hasta que la Cooperativa abandonó por
completo el medio cinematográfico. En este trayecto, un evento trascendental en
la historia de la organización fue la marcha convocada por el sterm, liderado por Rafael
Galván, el 14 de diciembre de 1971 con el propósito de exigir la democracia
sindical del sector. Fue en ese momento cuando la Cooperativa inició la
realización de los “Comunicados de Insurgencia Obrera”, con el propósito de
informar, enlazar y provocar la movilización de los obreros y campesinos de
distintas latitudes del país. Los cooperativistas fueron renunciando a sus
proyecciones ideológicas a largo plazo y priorizando en el emprendimiento de
acciones de apoyo inmediato a los trabajadores. El núcleo de estas era el
asesoramiento en cuanto a estrategias de organización, la transmisión de
experiencias en otros movimientos, y el apoyo legal.
Cabe mencionar que resulta
difícil rastrear el momento conclusivo de la Cooperativa. Se trató de una
fragmentación que tuvo relación con el final de la insurgencia obrera y la
transformación de las circunstancias político-sociales del país a mediados de
la década de los setenta. En aquel momento, mientras algunos miembros
cuestionaron los alcances de sus acciones con la organización y decidieron
emprender nuevos caminos; viendo agotadas las posibilidades del trabajo de la
organización en su conjunto, otros continuaron realizando labores de activismo
político durante muchos años más.
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Otras fuentes
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4 Arriaga Weiss, D. (20 de abril de 2015).
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5 Arriaga Weiss, D. (20 de abril de 2015).
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6 Pérez Arce, F. (2 de marzo de 2016). Entrevista a Francisco Pérez
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7 Ferrer, G. (27 de enero de 2016). Entrevista a Guadalupe Ferrer/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México.
8 Pérez Arce, F. (2 de marzo de 2016). Entrevista a Francisco Pérez
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9 Aurrecoechea, J. M. (12 de octubre de 2016). Entrevista a Juan Manuel
Aurrecoechea/Entrevistador: Alonso Getino Lima,
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10 L. Terán, Susan Sontag
dice que “Es muy difícil utilizar el cine como arma política”, Excélsior, 18 de febrero de 1972.
11 Ferrer, G. (27 de enero de 2016). Entrevista a Guadalupe Ferrer/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México.
12 Méndez, J. C. Hacia un cine político: la Cooperativa de Cine Marginal. La Cultura en México. Suplemento de Siempre!, 19 de julio de 1972.
13 A. Garmendia, “El concurso de películas de 8 milímetros. ¿El camino hacia
un ‘tercer cine?’...”, Esto, 18 de agosto de 1971.
14 Carrasco Zanini, E. (7 de enero de 2016).
Entrevista a Eduardo Carrasco Zanini/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México.
15 Carrasco Zanini, E. (7 de enero de 2016).
Entrevista a Eduardo Carrasco Zanini/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México.
16 Arriaga Weiss, D. (20 de abril de 2015).
Entrevista a David Arriaga Weiss/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México.
17 Arriaga Weiss, D. (20 de abril de 2015).
Entrevista a David Arriaga Weiss/Entrevistador:
Alonso Getino Lima, Ciudad de México; Aurrecoechea,
J. M. (12 de octubre de 2016). Entrevista a Juan Manuel
Aurrecoechea/Entrevistador: Alonso Getino Lima,
Ciudad de México; Ferrer, G. (27 de enero de 2016). Entrevista a Guadalupe
Ferrer/Entrevistador: Alonso Getino Lima, Ciudad de México.