10.18234/secuencia.v0i105.1527

Artículos

La ciudad arde este verano:
Buenos Aires, enero de 1919.
Roles sexuales y demandas por derechos de una clase obrera generizada*

The City is Burning this Summer: Buenos Aires,
January 1919. Sexual Roles and Demands for the Rights of a Gendered Working Class

 

Verónica Norando1, https://orcid.org/0000-0003-4135-8204

 

1Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, CONICET-Universidad de Buenos Aires, Argentina, norandoveronica@gmail.com

 

Resumen:

 En este artículo me propongo aportar al examen sobre la “Semana Trágica” de 1919 desde la historia social y los estudios de género. Focalizo en el papel de las relaciones comunitarias y de sociabilidad que fueron la base de esa resistencia obrera y en los roles de género que surgieron durante el conflicto. De este estudio concluyo que las causas fundamentales de la gran resistencia alcanzada en dicha semana hay que buscarlas en la cultura de la resistencia gestada con los años, sobre todo a partir del proceso huelguístico de 1910, en donde las relaciones de género y la sociabilidad de las mujeres cumplieron un papel fundamental. La originalidad de este trabajo radica en que la “Semana Trágica” nunca se ha investigado desde esta perspectiva, sobre todo desde la de género, lo que brinda nuevos hallazgos y, sobre todo, visibiliza el papel de las mujeres en dicho acontecimiento histórico.

Palabras clave: “Semana Trágica”; roles de género; sociabilidad; comunidad; resistencia.

 

Abstract:

I seek to contribute to the examination on the “Tragic Week” of 1919 from social history and gender studies. I focus on the role of community relations and sociability that were the basis of that workers’ resistance movement and on the gender roles that emerged during the conflict. Through the study, I conclude that the fundamental causes of the great resistance reached that week must be sought in the culture of resistance developed over the years, especially from the strike process of 1910 onwards, in which gender relations and the sociability of women played a fundamental role. The originality of this work is that the “Tragic Week” has never been investigated from this perspective, particularly from gender studies, and that it provides new findings and above all makes the role of women in this historical event visible.

Key words: “Tragic Week”; gender roles; sociability; community; resistance.

Fecha de recepción: 24 de julio de 2017 Fecha de aceptación: 6 de noviembre de 2017

 

 

Introducción

En enero de 1919 La Nación[1] describía los hechos que sucedían en el barrio de Nueva Pompeya:[2] “Al penetrar en el barrio obrero, los peones que iban en los carros del convoy, eran a cada momento interpelados por los huelguistas. Hombres, mujeres y niños los seguían a pocos metros de distancia, los incitaban a abandonar el trabajo y les gritaban ‘carneros’.”[3] Hacía un mes y unos días que los obreros(as) de los talleres Vasena estaban en huelga. La negativa patronal a escuchar sus reclamos y los intentos de quebrar la huelga por medio de violentos ataques a los huelguistas y a los vecinos que los apoyaban, o contratando nuevos obreros como “crumiros”, le otorgaron un aspecto cada vez más violento al conflicto. Este culminó luego de una semana sangrienta que ha pasado a la historia del movimiento obrero argentino como la “Semana Trágica”.

Distintos historiadores han examinado los episodios de la “Semana Trágica”, que analizaré aquí a la luz de una mirada que contemplará, a partir de la historia social y los estudios de género, la participación de las mujeres, las nociones de lo justo, y las demandas por derechos. Desde la década de los setenta del siglo pasado surgieron producciones que profundizaron sobre el tema; por ejemplo los trabajos de David Rock (1971; 2001), Julio Godio (1972; 1988) y Edgardo Bilsky (1984). Estos estudios han hecho hincapié en el análisis de la participación de las organizaciones sindicales y las causas inmediatas (Bilsky, 1984), como el carácter de la participación popular, en qué medida respondió (o no) al papel de las organizaciones obreras y el nivel de espontaneidad. El referente de este tipo de análisis es Rock, quien afirma que “La huelga general fue producto espontáneo de la refriega en las cercanías de Vasena” (Rock, 2001). Al mismo tiempo, plantea que el hecho de que la huelga haya terminado rápidamente obedece a que en el conflicto intervinieron grupos desconectados entre sí, motivo por el cual habría fracasado (Rock, 2001).

En estas líneas me propongo aportar a los estudios sobre esos acontecimientos bajo la lente de la historia social, cultural y los estudios de género. Es decir, no me voy a detener en los hechos que ya han sido abordados con profundidad, ni propongo hacer un balance sobre el triunfo o el fracaso de la huelga, sino que analizo sobre el porqué de esos episodios en clave sociocultural, en el papel de las relaciones comunitarias y de sociabilidad que estuvieron en la base de esa resistencia obrera y popular, y en los roles de género que surgieron durante el conflicto.

Así, me centro en las causas del estallido social desde otro punto de vista. Mirarlas como las que yacen en la cultura de una clase, esas nociones sobre la vida y sobre lo justo, situando tales nociones, reivindicaciones y protestas en un entramado de relaciones que involucró tanto el ámbito productivo como el de la vida comunitaria y del hogar. Asimismo, examinaré cómo ciertos constructos de género incidieron en la experiencia de esas mujeres y varones trabajadores(as), delineando solidaridades y reacciones adversas en el marco del conflicto de clases. ¿Qué fue lo que llevó a esos hombres y mujeres de la clase obrera porteña a sublevarse contra el Estado y los patrones de esa manera? Intento responder la pregunta desde una mirada que involucra las relaciones de género en el estudio de la cultura de la clase obrera argentina de la segunda década del siglo XX, explorando de qué manera ciertos trabajadores(as) de los barrios del sur de la Capital Federal edificaron nociones de lo justo que los llevaron a enfrentarse con el Estado de esa manera. Para ello examino, siguiendo a Andrea Andújar (2015), las demandas por derechos expresadas en esos episodios de la “Semana Trágica”.

Varios investigadores transitan esta mirada desde la década de los noventa del siglo pasado. Me refiero a trabajos que, desde la historia social, por un lado, y aunando la historia social con los estudios de género, por el otro, están enfocando las experiencias de clase de los y las trabajadoras. En el primer grupo –a nivel local– puedo incluir los trabajos de Lucas Poy y Laura Caruso que versan sobre las experiencias de la clase obrera hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Estos ahondan sobre los momentos de conflicto y los enfocan como momentos clave en la constitución de la clase trabajadora argentina, al tiempo que registran como un elemento central las relaciones con las izquierdas. Al abordar cuestiones como la experiencia y la identidad, sin dejar de lado lo material y económico, son estudios de fundamental importancia como antecedentes de esta investigación (Caruso, 2016; Poy, 2015). En el segundo grupo –a nivel internacional– incluyo los exámenes de Doroty Thompson, Catherine Hall (y Tomas Klubock), que analizan las experiencias de la clase trabajadora inglesa y chilena, respectivamente, desde una perspectiva que se detiene en los constructos de género (Hall, 2013; Klubock, 1992; Thompson, 2013). También los textos de Temma Kaplan (1990), Mary Nash (1999), y Ann Farnsworth-Alvear (1996; 2000), que se centran en las experiencias femeninas dentro de la clase obrera, han ejercido una notable influencia en este trabajo.

En el ámbito local, estas investigaciones influyeron sobre las producciones que indagaron en la participación de las mujeres en los conflictos (Bravo, 2007; D’Antonio y Acha, 2000; D’Antonio, 2000) y la formulación de las demandas proletarias (Palermo, 2007, 2013). También son importantes los estudios que se concentraron en la participación de las mujeres en conflictos gremiales (Andújar, 2014; D’Antonio, 2000; D’Antonio y Acha, 2000) y la relación entre la masculinidad y el movimiento obrero (Rodríguez, 2010). Asimismo, los análisis sobre la constitución de identidades obreras, la cotidianidad y la sociabilidad en el mundo del trabajo (D’Uva y Palermo, 2015) permiten advertir con mayor precisión la manera en que las preguntas sobre la construcción social de la diferencia sexual dan lugar a una comprensión más compleja de la experiencia de la clase trabajadora. Otro tanto puede decirse de aquella literatura que pone en juego la relación de la sexualidad en la constitución de identidades obreras y en el activismo político de los trabajadores desde una perspectiva que hace énfasis en las relaciones de sociabilidad y la utilización del tiempo libre (Andújar, 2015).

Las preguntas que guían este trabajo dan cuenta de las influencias de los estudios previos sobre este examen y que giran en torno a las demandas por derechos, y a las nociones de lo justo que se fueron gestando previo al conflicto, incluyendo en el análisis elementos de género y de clase: ¿Qué nociones de lo justo subyacían en la cultura obrera de la segunda década del siglo XX? ¿Cuáles fueron las demandas por derechos que llevaron a la clase obrera a sostener semejante conflicto con el Estado y los patrones? ¿Cuál fue el carácter de la cultura obrera que caracterizaba los barrios del sur de la Capital Federal en los momentos de la “Semana Trágica”? ¿Se puede rastrear esa cultura obrera hacia atrás en el tiempo? ¿Se puede afirmar que las demandas que constituyeron parte de la misma llevaron a la población de esos barrios a sublevarse de esa manera particular? Al mismo tiempo, ¿qué roles de género afloraron durante el conflicto? y ¿cuál fue el carácter de la participación femenina en el mismo? Mi principal argumento es que cualquier episodio de conflicto en la lucha de clases no se gesta en ese momento preciso, sino que tiene una historia en la que se van constituyendo las demandas al calor de una cultura obrera particular y que el género y las diferentes nociones de la diferencia sexual desempeñan un papel fundamental en esa constitución de demandas y de nociones de lo justo.

Para finalizar esta introducción me detendré un momento en las fuentes que sustentan este trabajo. Ellas son de índole proletaria, el periódico La Vanguardia –de tirada nacional–, los diarios La Prensa, La Nación y La Razón y, por último, literaria, la novela Pesadilla, de Pedro Wald.

Voy a decir unas palabras en torno a las fuentes. Los periódicos, tanto gremiales como políticos y sindicales, pero también los diarios de tirada nacional, se han constituido en nuestras fuentes principales por una serie de razones. Primero, como periódicos del movimiento obrero y de circulación masiva, nos pareció que su análisis cualitativo podía permitir una interpretación de las experiencias de las mujeres, considerando la cantidad y la variedad de elementos discursivos que reflejan tanto la vida cotidiana –nos referimos al trabajo doméstico– como la vida en el ámbito público y productivo, aunque haya que leer entre líneas. Estos constituyeron el núcleo documental sobre el cual apoyé la mayoría de mis interpretaciones.

En segundo lugar, nos proporcionan una serie de relatos construidos por militantes obreros varones y mujeres objeto de nuestro análisis, cubriendo el periodo de manera completa. En efecto, contamos con el 80% del periódico, es decir con 59 de los 69 números. Recuérdese que durante esos días, sin dejar de tener en cuenta las dificultades que se produjeron por el contexto represivo para el movimiento obrero, los periódicos obreros circularon como parte de un conjunto muy amplio de publicaciones gremiales y partidarias que continuaron apareciendo pese al clima represivo y de conservadurismo cultural de esa dicha época.

La lectura de estas publicaciones forma parte de las experiencias de la clase trabajadora y de la obrera en particular (Lobato, 2009), y ha contribuido a delinear las representaciones que los distintos sectores sociales, y los propios trabajadores y trabajadoras, tenían del trabajo y la feminidad. Los hemos analizado teniendo en cuenta que son “documentos culturales”, en términos de Fernanda Beigel, y que el análisis de estos periódicos constituye una estrategia destacada para reconstruir la historia cultural y social y, en nuestro caso, las experiencias comunitarias. Estas publicaciones ayudan a comprender y visibilizar las intenciones explícitas e implícitas de un grupo, permiten reconocer sus posicionamientos políticos frente a los diferentes gobiernos, observar cómo se despliegan estrategias de clausura y admisión, qué temas se priorizan, cuáles son las relaciones con otros intelectuales y organizaciones del país y del extranjero, y qué tipo de redes se van construyendo en un proceso siempre cambiante a lo largo del tiempo (Beigel, 2003). Se pueden reconstruir tanto las experiencias de los trabajadores como las representaciones de esas experiencias a través de estos “documentos culturales” que son los periódicos gremiales y las publicaciones partidarias.

 

Argentina, primeras décadas del siglo XX

Al evocar el recuerdo de la “Semana Trágica” se vuelven imágenes de una de las etapas más dramáticas de la historia argentina contemporánea. Además, están inmersas en un momento sobresaliente de la historia universal. Mientras repercuten los últimos estrépitos de la primera guerra mundial, la ola revolucionaria que conmueve a Europa alcanza definitivamente al Río de la Plata. Sin embargo, no se pueden reducir los episodios de enero de 1919 a la influencia de hechos externos, así fueran tan relevantes como la revolución rusa. “El corazón de la clase obrera argentina batía ya con fuerza propia” (Bilsky, 1984). En consecuencia, en este apartado me centraré en mostrar algunos elementos de la realidad argentina y de la clase obrera en particular que son esenciales para entender el contexto en el que está inmerso el desarrollo de los conflictos de la segunda mitad de los años 1910 y, en particular, de la “Semana Trágica”.

Hacia fines del siglo XIX nace la Argentina moderna (Bilsky, 1984), periodo en el cual fue adquiriendo sus características fundamentales. En este proceso se desarrolló la clase obrera y en su constitución operaron particulares constructos de género que evidenciaron el poder de las diferencias sexuales en la conformación de la cultura obrera. La misma surge al calor del desarrollo de una sociedad agroexportadora y se desenvuelve en los siguientes sectores fundamentales: un fuerte sector de servicios, en especial transportes; un segundo sector de obreros industriales, que comprende ciertas concentraciones obreras importantes junto con una multitud de pequeños talleres; un tercer sector artesanal y, finalmente, una masa de obreros y peones, muchos de ellos “golondrinas”, es decir trabajadores estacionales que trabajan en el campo.

Respecto a las mujeres que constituían la clase obrera, estas estaban insertas en un complejo mundo de actividades y representaban 13.88% de la mano de obra total.[4] En el ámbito de la industria, eran contratadas por las grandes fábricas. Este trabajo moderno, pues estaba caracterizado por altos niveles de mecanización y automatización, se desenvolvía fuera del ámbito doméstico y estaba sometido a una extensa jornada laboral.

Yuxtapuestos a las grandes fábricas existían los pequeños talleres que también empleaban mujeres, en donde la mano de obra era menor, predominaba la producción manual, pero las jornadas también eran extensas (Queirolo, 2004). En primer lugar, las mujeres predominaban en el sector textil, alimentario, en las fábricas de cigarrillos, de fósforos, etc. En segundo lugar, ellas también se desempeñaban en el sector terciario de la economía como empleadas de casas comerciales (vendedoras y empleadas administrativas), telefonistas y maestras. Las enfermeras también integraban este grupo, aunque era un sector que requería en general de una mayor calificación. En tercer lugar, también el servicio doméstico generaba empleo femenino, y era una actividad que no requería ningún tipo de calificación formal. Por último, las mujeres también se empleaban en tareas desarrolladas en el propio hogar por encargo de una fábrica, un taller o una casa comercial. Esta actividad, para obtener ingresos significativos, implicaba la dedicación exclusiva de largas jornadas de trabajo. El trabajo a destajo no era compatible con las tareas domésticas y el cuidado de los hijos (Queirolo, 2004).

La Argentina conoce un desarrollo desenfrenado desde 1880. La población se multiplicó. La fisonomía del país cambió en forma extraordinaria: entre 1872 y 1915 la superficie cultivada pasó de 580 000 a 24 000 000 de ha; entre 1880 y 1910 el valor de las exportaciones se multiplicó por más de seis (Bilski, 1984, p. 10). Sin embargo, el periodo también estuvo marcado por graves desequilibrios. Según Bilsky, manifestaciones de este desequilibrio son el retraso en el desarrollo del sector manufacturero, el estancamiento de las regiones del interior del país, la estructura dominante en el campo argentino caracterizada por la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, y la dependencia frente al capital extranjero, en especial, el británico (Bilski, 1984, p. 11).

En términos políticos, este desarrollo se traduce en el estrecho control ejercido por una oligarquía que basaba su poder en el monopolio de la tierra y del gobierno del país. Estos elementos intervinieron en el retraso del desarrollo industrial en la Argentina “dando en consecuencia una conformación particular al proletariado argentino” (Bilski, 1984, p. 11) ya que la oligarquía argentina no se comprometió profundamente en un verdadero desarrollo industrial (Cortés Conde, 1965). Además, este desarrollo se produce como una extensión del sector agropecuario. Otro factor del atraso es que la mayoría de las concentraciones industriales se encontraban en la zona del litoral cerca de los puertos atlánticos. Finalmente, la inmigración fue otro factor que contribuyó a la consolidación de la concentración en la zona del litoral y a los desequilibrios antes señalados.

Los inmigrantes llegados al país se encuentran con la dificultad de no poder acceder a la propiedad de la tierra. Por lo tanto, no tardaron en dirigirse a las ciudades, incrementando las filas de la mano de obra disponible y ejerciendo una invariable presión sobre el precio de la fuerza de trabajo. Se debe recordar la importancia de la masa de inmigrantes. Por lo tanto, el desarrollo demográfico, el crecimiento urbano, junto a la integración del país en el mercado mundial –lo cual le permite disponer de un importante flujo de capitales– son varios de los elementos que conformaron el conjunto de factores que intervinieron en el acrecentamiento de la clase obrera argentina (Poy, 2015).

 

La “Semana Trágica”:
Roles de género y nociones de lo justo de una cultura obrera generizada

Antes de comenzar el análisis particular de este apartado es importante destacar que la tarea de encontrar el rastro de las mujeres durante la “Semana Trágica” ha sido muy difícil. Ellas han sido totalmente invisibilizadas por la prensa nacional y por la prensa obrera. Así es que he tenido que hacer un trabajo puntilloso de lectura entre líneas para hallar sus actividades y faenas durante el conflicto, porque yo tenía conocimiento de que ahí estaban. Hay algunas citas sueltas, como la que está a continuación, donde se las nombra directamente, pero en la mayoría de los casos las mujeres quedaron oscurecidas y las plumas de los reporteros no escribieron sobre ellas directamente.

Comenzamos a reflexionar a partir de la siguiente cita:

Al penetrar en el barrio obrero, los peones, […] eran a cada momento interpelados por los huelguistas. Hombres, mujeres y niños […], los incitaban a abandonar el trabajo y les gritaban “carneros”. Los huelguistas siguieron así hasta que los carros pasaron frente al destacamento de policía, pero a medida que estos se iban alejando del destacamento y aproximándose a los talleres, arrecía la indignación de los obreros. Según la versión policial, cuando el último carro del convoy estaba como a 30 metros del destacamento, los huelguistas arrojaron numerosas piedras. Intervino, en estas circunstancias la fuerza de caballería para alejar los grupos de huelguistas. Sonó en ese momento un tiro, que no se sabe de donde partió y acto continuo se inició el tiroteo general.[5]

Esta cita invita a analizar sobre la gran participación femenina en los acontecimientos de la “Semana Trágica” y también el porqué de esos episodios en clave sociocultural, el papel de las relaciones comunitarias y de sociabilidad que estuvieron en la base de esa resistencia obrera y popular, y los roles de género que surgieron. Invita también a investigar las causas del estallido social. ¿Qué llevó a esos hombres y mujeres de la clase obrera porteña a sublevarse contra el Estado y los patrones de esa forma en particular? Invita a reflexionar, desde un lugar que involucre las relaciones de género en el estudio de la cultura de la clase obrera, de qué manera ciertos trabajadores y trabajadoras de los barrios del sur de la capital federal edificaron nociones de lo justo que los llevaron a enfrentarse con el Estado de esa manera.

La Nación presenta a las mujeres como miembros de la clase obrera junto con los varones y los niños, ellas estuvieron ahí, formaron parte del conflicto. Además, al nombrarlas especialmente pareciera no ser un hecho común que las mujeres adopten la actitud de enfrentarse a los “carneros” para defender la huelga, aunque tengo referencias por estudios anteriores que por lo menos en la industria textil las mujeres han participado al igual y muchas veces más que los varones en los conflictos (Norando, 2017b; Norando y Scheinkman, 2011). ¿La prensa burguesa negaba un accionar común de las mujeres trabajadoras porque no era su rol de género establecido? ¿Las mujeres obreras subvertían su rol de género al defender sus intereses de clase? Lo analizaré más adelante. Asimismo, en La Nación no había asombro o sorpresa por la actitud adoptada por las mujeres, lo que denota que participar en manifestaciones de este tipo, para las mujeres trabajadoras no era algo excepcional. Además, la cita invita a repensar las motivaciones y las causas de estos hechos desde una perspectiva que incluya en el análisis la dimensión de género en conjunto con la de clase, es decir que generice la clase. ¿Qué roles de género atravesaron el accionar de la clase obrera generizada durante los acontecimientos de la semana trágica?

Hacia fines de 1918 se produjo un ascenso huelguístico de importancia que fue fuertemente reprimido por las fuerzas del Estado. En la refinería de Buenos Aires también hubo un conflicto con los obreros petroleros de Comodoro Rivadavia, al tiempo que la policía reprimió una huelga textil en la ciudad de Buenos Aires, en Saladero Liebig’s de Entre Ríos y una huelga de albañiles en Buenos Aires. El 1 de enero de 1919 la policía asesinó al obrero pintor anarquista Alfredo Castro (Godio, 1988). Todos estos episodios son parte de la historia de la “Semana Trágica” y conforman una serie de conflictos que van aumentando en donde la violencia del Estado hacia la clase obrera es la característica sobresaliente. Porque, como he planteado anteriormente, los conflictos no surgen en el momento preciso en el que se presentan, sino que tienen una historia, y la historia de violencia contra la población, en particular la población de los barrios del sur de la Capital Federal, es larga y se remonta a fines del siglo XIX con los comienzos mismos de la organización obrera.

Estos fueron años en los que la lucha social se radicalizaba, al punto de que la burguesía se organizó en una propia asociación gremial para “defenderse” o, en otras palabras, para “atacar” en conjunto a la clase obrera. En mayo de 1918 el periódico socialista La Vanguardia daba a conocer la formación de la Asociación Nacional del Trabajo (ant). Allí resaltaba que se trataba de una organización de “defensa patronal contra las huelgas”, destinada a fomentar “el cruminaje, activo o pasivo”.[6] En un contexto signado por la creciente organización obrera, no era extraño que los patrones decidieran formar su propio gremio para combatirla (Rapalo, 2012).

Retomando el argumento, el conflicto más importante se estaba engendrando en la fábrica metalúrgica de los hermanos Vasena. Los establecimientos Vasena eran conocidos por sus duras condiciones de trabajo e intransigencia patronal.[7] Sus trabajadores(as) estaban organizados en el sindicato Metalúrgicos Unidos, afiliado a la FORA V, y estaban en huelga desde el 2 de diciembre de 1918.[8] Los motivos del conflicto eran cuestiones relativas al orden de la producción y la reproducción de la vida, así como de la organización y la cultura obrera.

En torno a ello estaban entrelazadas las nociones de lo justo que eran la base de las demandas por derechos esgrimidas en el conflicto. Particularmente, estas se unificaban alrededor de dos cuestiones: el aumento de salarios, cuestión vinculada a la reproducción de la vida, y el derecho a la organización política y sindical, ya que estaban en huelga por las siguientes reivindicaciones: “Jornada de 8 horas de trabajo, aumento de los salarios del 20% cuando exceda de 5 pesos, aumento del 30% en los inferiores de 5 pesos; 60% de prima en las horas extras y 100% en los domingos, readmisión de los despedidos [por cuestiones gremiales], supresión del trabajo a destajo y que no se tomen represalias.”[9] Estas demandas involucraban a los obreros en su cotidianidad porque en Vasena trabajaban muchas mujeres y porque estaban relacionadas con el mantenimiento del hogar proletario. Por esto mismo recalco que las demandas son, al igual que la clase, generizadas.

Voy a dar algunos detalles sobre los salarios y el costo de vida para tener una real perspectiva de las causas materiales y las nociones de lo justo que sustentaron las demandas por derechos que subyacieron en los orígenes del conflicto, en este caso, el derecho a un salario digno. Los obreros y obreras de la casa Vasena percibían por jornadas de diez y doce horas salarios que, en la mayoría de los casos, no sobrepasaban los cinco pesos en el caso de los varones y los 2.50 en el caso de las mujeres.[10] Es decir que los varones contaban con 100 pesos por mes y las mujeres con 50. A las malas condiciones de trabajo reinantes en la industria argentina se le suman la subalimentación, la miseria y la enfermedad, ya que a lo largo del periodo y hasta 1917 son los gastos de alimentación y vestido los principales responsables del aumento de la “canasta familiar”. Como se ve en el cuadro 1 el costo de vida era muy superior a los salarios promedio de los trabajadores.

 

Cuadro 1. Costo de la vida, 1910-1917

Años

Alimentos

Alquiler

Vestidos y otros gastos

Costo en conjunto

1910

100

100

100

100

1911

96

107

103

101

1912

100

114

108

105

1913

108

107

110

108

1914

110

101

111

108

1915

120

94

127

117

1916

118

88

161

125

1917

138

90

198

145

Fuente: elaboración propia con base en la Revista de Economía Argentina, año 1, t. 2, núms. 8 y 9, Buenos Aires, febrero y marzo de 1919, p. 71, Movimiento económico de la república.

 

A todo esto hay que sumar las condiciones de vida de las y los trabajadores, que hasta llamaban la atención de la prensa adicta a los gobiernos conservadores como La Prensa y La Nación. Así describía La Nación al barrio obrero de Nueva Pompeya: “Es un barrio obrero, de escasa edificación, y extensos terrenos baldíos, con grandes fábricas en los alrededores. Barrio triste y esquivo, hasta él convergen todos los miasmas pestilentes de los frigoríficos próximos, y cuyo ambiente pegajoso se halla permanentemente saturado con la densa humareda de la quema de basuras.”[11]

Otra cuestión que denunciaban los y las obreras de la casa Vasena era el abuso de los patrones hacia las trabajadoras: “Vasena […] Ayer, llamó a las obreras en huelga para que cobraran sus haberes. Una vez en el escritorio Vasena acompañado de alguno de sus esbirros […] con una de ellas la intentó atropellar con los medios más repudiables. Este atentado llega al colmo de la indignación de los obreros en huelga.”[12]

A la situación descrita hay que agregar la precariedad de las viviendas, la falta de higiene, que también se refleja en la cita anterior, y la falta de comunicaciones (“El bombero que pidió refuerzos al cuartel central y transmitió el primer aviso de lo que sucedía tuvo que recorrer tres cuadras hasta llegar a una casa donde hay teléfono”).[13] Tales circunstancias hacían muy difícil la vida y también motivaron los conflictos de esos años. Pero, al mismo tiempo, los barrios obreros constituían un elemento central de la cultura obrera –el cómo y el dónde vivían– donde se desarrollaba esa sociabilidad.

Lo anterior invita a analizar la cultura como una cultura obrera generizada y cargada de nociones de lo justo y demandas por derechos. Como daré cuenta, los y las obreras que resistieron la “Semana Trágica” lo hicieron porque sostenían determinadas demandas por derechos incumplidos hacía largo tiempo. Por ejemplo, el derecho a un salario que permitiera vivir dignamente era una demanda histórica del movimiento obrero argentino que se agravó con la crisis que sobrevino con la primera guerra mundial.

Hacia fines de diciembre, en Vasena la disputa no hacía más que aumentar. A los 2 500 huelguistas se suman los capataces. En respuesta, la empresa, con la ayuda de la ANT, recluta rompehuelgas. Durante la “Semana Trágica”, la burguesía de ultraderecha se reagrupa en guardias civiles también llamadas guardias blancas. Las diferentes iniciativas se nuclean alrededor del Centro Naval. Según Bilsky (1984, p. 130), el grueso del material humano es proporcionado por el Centro Nacional de la Juventud. Así, se constituye una fuerza paramilitar el fin de semana del 11 y 12 de enero de 1919. Esta fuerza toma carácter permanente y el día 15 se denomina a sí misma “Guardia Cívica”, aunque es más conocido bajo el apelativo de Liga Patriótica Argentina, que es el nombre finalmente acogido en el acto de fundación el 19 de enero de 1919 (McGee Deutsch, 2003).

La Liga reúne los sectores más aristocráticos de la ciudad de Buenos Aires. Su presidente es Domecq García y su vicepresidente P. Cristophersen y participan en ella representantes de la ant, de la banca, de la bolsa de comercio, de la industria y del transporte, oficiales del Ejército y de la Marina. Además, personalidades de grupos políticos conservadores y políticos radicales (Arturo Goyeneche, Delfor Del Valle, Leopoldo Melo). La Liga demuestra los estrechos lazos existentes entre la ANT, los intereses extranjeros, los partidos conservadores, y toda una rama del radicalismo. Los representantes de estos intereses son los que se constituirán en la dirección de la Liga Patriótica (Bilsky, 1984; McGee Deutsch, 2003). En su discurso de fundación el vicealmirante, Domecq García, establece sus propósitos:

Esta reunión tuvo por objeto concretar la forma en que se constituirá la Guardia Cívica, determinar sus propósitos y buscar los fondos con que ha de sostenerse. Se resolvió hacer saber que la institución no tiene finalidades políticas y que persigue solamente las aspiraciones concretadas en la siguiente fórmula: estimular, sobre todo, el sentimiento de la argentinidad tendiendo a vigorizar la libre personalidad de la nación; cooperar con las autoridades en el mantenimiento del orden público y la defensa de los habitantes, garantizando la tranquilidad de los hogares, únicamente cuando movimientos de carácter anárquico perturben la paz de la república.[14]

La Liga se caracteriza por una ideología fuertemente nacionalista, antiobrera, antisemita y xenófoba, como ilustran los relatos de Pedro Wald (1998),[15] judío socialista perseguido y encarcelado durante la “Semana Trágica”:

Más salvajes aún resultaron ser las manifestaciones de los “niños bien” traídos por la tormenta. Bajo los gritos de “¡Muerte a los judíos!” “¡Muerte a los extranjeros maximalistas!” celebraban orgías y actuaban de manera refinada, sádica, torturando a los transeúntes. He aquí que detenían a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca mana sangre en abundancia. En esta situación, le ordenen cantar el Himno Nacional, no puede hacerlo y lo matan en el mismo lugar (pp. 22-23).

La Liga Patriótica, al mismo tiempo, está fuertemente comprometida por los intereses que arraiga con el modelo agroexportador. “Es una verdadera fuerza de choque del gran capital” (Bilsky, 1984, p. 131). Esta se transforma en los años siguientes, junto con la ANT, en el enemigo principal de las organizaciones obreras, formando grupos de rompehuelgas.

Como he dicho, la misma se constituyó durante los sucesos de la “Semana Trágica”. Durante todo el mes de diciembre las fuerzas del Estado reprimieron a los huelguistas que habían resistido la huelga gracias a la ayuda del vecindario y las redes de sociabilidad que habían construido desde el proceso huelguístico de 1910, que en el barrio de Nueva Pompeya tuvo un gran arraigo y desarrolló amplias redes de solidaridad que perduraron con el tiempo (Norando, 2017b). El protagonismo de las mujeres en estas redes de sociabilidad es innegable, y me voy a detener un momento a analizar esta cuestión. “Las vidas de las mujeres de las clases bajas giran en torno a su trabajo como recolectoras y distribuidoras de los recursos sociales de la comunidad, trabajen o no como asalariadas fuera de sus casas y un sentido de comunidad que surge de las rutinas compartidas une a unas mujeres con otras dentro de su clase y de su vecindario” (Kaplan, 1990). Como diría Temma Kapplan, este sentido de comunidad muestra su fuerza en los momentos de acción colectiva.

Se dejan traslucir en las fuentes que he utilizado para este trabajo algunas acciones de las mujeres que dan cuenta de estos procesos. Por ejemplo, en La Protesta se relata cómo un grupo de mujeres –en general esposas y familiares de los huelguistas de Vasena y de otras fábricas– se organizaron para sacarlos de la cárcel y han hecho tal alboroto que lo lograron:

Las detenciones fueron presenciadas por un grupo de mujeres y niños que reclamaron a gritos la libertad de los presos y trataron de ejercer actos de violencia. Los vigilantes consiguieron conducir a los presos al local de la comisaría y frente a esta se estacionaron muchas personas entre las que se destacaban las mujeres y los niños. Estos volvieron a producir un gran desorden con el propósito de rescatar a los presos […] estos fueron puestos en libertad.[16]

Este tipo de situaciones invita a analizar el papel de las mujeres dentro de la clase obrera. Ellas transgreden su función designada por la cultura burguesa, y se podría afirmar que, de tal modo, que sorprenden a la policía y esta libera a los detenidos.

También hay muestras de la participación de las mujeres obreras en las manifestaciones de la semana del 7 al 14 de enero. Por ejemplo, se enfrentaron con la policía en los sucesos del día 9, cuando son parcialmente incendiados los talleres de la fábrica Vasena, así como también varias de sus chatas cerca del Riachuelo. Ese día la ciudad se llena de piquetes de huelguistas que tenían el objetivo de asegurar la huelga general. La manifestación por el entierro de las víctimas del 7 de enero comienza hacia el mediodía. Los relatos de la prensa destacan la presencia de numerosas delegaciones de los gremios y de multitud de mujeres y niños.[17] Los testimonios hacen énfasis en la importancia del gentío presente en el trayecto de la movilización. Al respecto, La Razón comentaba:

Todo el perímetro comprendido entre las calles Boedo, Cochabamba, Entre Ríos y Rivadavia estaba ya, horas antes del pasaje del cortejo, invadido por la muchedumbre. Los grupos se formaban sobre las veredas, los balcones, las terrazas, puertas y ventanas. Un estado de sobreexcitación nunca antes había habido. No circulaba ni un solo tranvía, carro o vehículo […] Barrios obreros por excelencia, muchos trabajadores de los dos sexos esperaban en las esquinas, con flores en la mano para arrojarlas al pasaje del cortejo fúnebre.[18]

También es irrefutable el protagonismo de las mujeres en la manifestación llevada adelante en Plaza Congreso el 10 de enero de 1919. La Protesta relata: “Otro grave incidente se produjo en la plaza del Congreso, […]. Hubo […] un nutrido tiroteo entre la policía y el público del cual resultaron muertos y heridos. […] Desde las 9 de la noche se hallaba ocupada la plaza por numeroso público compuesto en general de hombres, mujeres y niños, de todas clases.”[19] Aquí se ve nuevamente cómo las mujeres transgredían su papel tradicional de ser las encargadas del hogar para salir a las calles con el objetivo de manifestarse.

Lo que se puede analizar a partir de esto es que las mujeres de la clase obrera subvierten su función de género y su razón es la necesidad de luchar por sus intereses de clase. Por ello no puede escindirse el análisis de clase del de género, sino que hay que ponerlo en términos de una clase obrera generizada donde los dos aspectos están absolutamente imbricados y entrelazados. También hay muestras de que se han organizado para conseguir comida, víveres de todo tipo, enseres, etc. Con la contienda de la semana, el paro general de los transportes, los trabajadores de los frigoríficos, etc., había una carestía total de alimentos y los que se conseguían estaban a precios muy elevados, las mujeres recorrían todos los mercados para conseguir alimentos baratos: “Llegaban las mujeres modestas, madres de familia, madrugadoras, que van en busca de la patata barata, el repollo […], la gallina, del cuarto de carne de vaca o novillo y el hueso necesario para el caldo.”[20] Más allá de que las mujeres adoptaran otros papeles además de los “suyos propios”, estos no eran desplazados del todo, pues si no quién se encargaría de conseguir la comida, tanto para mantener los hogares como la huelga. Eran ellas las que seguían manteniendo la vida de las familias proletarias.

Las mujeres también han sido protagonistas del conflicto desde el ámbito doméstico reclamando su derecho a proteger y curar a sus familiares y enterrar a sus muertos. Este fue el caso de la madre de Juan Fiorini, asesinado el 7 de enero de 1919: “Juan Fiorini, argentino, 18 años, soltero, fue muerto mientras estaba tomando mate en su domicilio Elías 1155, de un balazo en la región pectoral. […] Los cadáveres a excepción del de Fiorini que la familia se negó a entregar fueron remitidos a la morgue.”[21] Este derecho a enterrar a sus muertos era sustentado por una noción de lo justo que yacía en la cultura obrera: no entregar los hijos a la burguesía ni a la policía. Una noción forjada por años de lucha y resentimiento. Una noción que formaba parte de la cultura obrera.

Hasta aquí puedo indicar que las demandas de las mujeres obreras durante el conflicto y las nociones de lo justo que las sustentaban eran el derecho a mantener a sus maridos y familiares libres, al aumento de salarios, el derecho a reproducir la vida, el derecho a organizarse sindical y políticamente, y el derecho a proteger y enterrar a sus familiares y a sus muertos, nociones todas estas que formaban parte de una cultura obrera más amplia.

Esta fuerza que adquiere la comunidad femenina contribuye al poder de la clase obrera generizada, forma parte de su cultura, tiene sus raíces en la proximidad vivida en la frecuencia con que las mujeres de la clase obrera se encuentran en plazas, lavanderías, mercados, entradas de iglesias, etc. (Kaplan, 1990); situaciones que contribuyen al poder de la comunidad femenina de las clases bajas. Al contrario de lo que sucede con las mujeres de las clases medias o de la burguesía, que delegan el trabajo doméstico en empleadas, algo que sí se evidencia claramente en las fuentes analizadas.

Por ejemplo, las mujeres telefonistas, con distinto estatus social que las obreras pues adquirían sueldos más elevados, pese a ser trabajadoras tuvieron un comportamiento opuesto frente a los acontecimientos de la semana trágica, como relataba La Nación:

Durante estos días de intranquilidad, y en algunos barrios de peligro, hemos visto que las señoritas empleadas en las grandes tiendas, escritorios, etc., acudían puntualmente a su obligación; las hemos visto en las aceras a pie firme. […] Después de caminar cuadras y cuadras hemos admirado en su bella juventud la persistencia de la sonrisa. Ya se ha dicho por todas partes que la dedicación de las señoritas telefonistas ha sido admirable, pues bien no ha sido menor la de otras señoritas empleadas. Estas señoritas se han trasladado a pie a su trabajo desde los puntos más distantes del centro. Se jugaban el atropello, el tumulto, quizá la vida, pero no han vacilado. Convengamos que aun para el más adverso, estas señoritas con su voluntad, con su disciplina, con su concepto del deber, han hecho por el feminismo, mucho más que todas las cómodas predicaciones de las doctoras ociosas.[22]

Estas mujeres seguían trabajando y cumpliendo su función asignada por el capitalismo patriarcal mientras las obreras se manifestaban en las calles, liberaban a sus maridos y compañeros, hacían grandes esfuerzos para mantener las medidas de lucha y eran reprimidas, encarceladas y asesinadas por las fuerzas represivas defendiendo sus intereses de clase. Las empleadas de las grandes tiendas, las telefonistas, etc., identificadas con la cultura burguesa, no poseían una conciencia obrera femenina (Norando, 2017a) y seguían trabajando, aunque sus propios intereses como trabajadoras se vieran afectados.

Las acciones de las mujeres de la clase obrera generizada, las redes de sociabilidad encarnadas en los barrios de Nueva Pompeya, Soldati, Parque Patricios, etc., hicieron que, al momento del conflicto saliera a la luz una amplia solidaridad, una solidaridad que había sido construida con los años, con las experiencias de resistencia, una cultura de la resistencia que, ante la violencia del Estado y de la patronal, de hecho se hiciera más fuerte. Fue contra esta solidaridad que los empresarios reaccionaron militarizando los barrios y cometiendo crímenes, hasta que sucedió un hecho que la población de Nueva Pompeya no perdonó, el día 7 de enero:

A las 3:30 de la tarde los huelguistas se hallaban repartidos en las calles. En esos momentos los conductores que pasaron por donde estaban los huelguistas comenzaron a hacer fuego contra estos, sin que pudieran defenderse, pues no previeron semejante actitud. El tiroteo fue secundado nutridamente por las fuerzas de policía en una fábrica de tejidos, sembrando el terror, entre los huelguistas y los transeúntes que corrían despavoridos.[23]

El episodio duró tres horas y el saldo fue de cuatro muertos y 40 heridos, todos de las filas obreras. Se puede afirmar que fue un ataque planificado por las fuerzas del Estado y la patronal, comenta La Vanguardia: “Aunque el principio de las sucesivas descargas fue ocasionado por un choque entre huelguistas y crumiros, lo que ocurrió a continuación autoriza a pensar que la policía obraba de acuerdo a un plan preparado para hacer escarmiento a la población por las simpatías que demuestra hacia los obreros y someterla al terror.”[24]

Estas palabras pueden abrir la reflexión sobre la solidaridad de la población del barrio de Nueva Pompeya con los huelguistas, que obedece a relaciones construidas con el tiempo y a una cultura compartida donde la sociabilidad de las mujeres y los constructos de género tienen una importancia fundamental.

Otro punto importante de enfrentamientos fue Almagro, y distintos disturbios también se producen al final del recorrido del trayecto hasta la Chacarita, donde se iba a dar sepultura a los muertos del día 7, siendo el más importante el tiroteo alrededor de la comisaría 21 (Bilsky, 1984). A las 19:00 horas el cortejo entra en el cementerio. “Solamente uno o dos representantes obreros habían hecho uso de la palabra, cuando sin razón aparente, la tropa que rodeaba el cementerio comienza a descargar sus armas sobre el gentío allí reunido provocando una nueva matanza. Los féretros quedarán sobre sus tumbas, sin recibir sepultura” (Bilsky, 1984, p. 72). Como consecuencia el saldo fue de 20 muertos y varias decenas de heridos. Luego de estos episodios la escalada represiva fue en ascenso, al igual que el poder de resistencia del pueblo, que se venía gestando en su propia cultura, como he planteado. A partir de aquí, una semana de violencia inusitada hacia la clase obrera que además se combinó con un pogrom hacia la población judeo-eslava.

Durante el recorrido del cortejo se sucedió la represión hacia los manifestantes. Al pasar por los establecimientos Vasena, desde los talleres se abre fuego contra los manifestantes, lo que provocó varios heridos:

El oficial y los agentes desnudaron sus revólveres e hicieron fuego sobre los obreros, quienes pudieron repeler la agresión […] los vecinos de los alrededores fueron sorprendidos por un intenso tiroteo que duró más de quince minutos. Testigos presenciales a los que recurrimos aseguran que partieron los disparos desde los altos y desde las ventanas de los talleres Vasena. La prueba está en el número de heridos en los muslos, piernas y pies.[25]

La resistencia del pueblo obrero de la ciudad de Buenos Aires da cuenta de la cercanía construida en lugares de esparcimiento como bares, plazas, clubes, y en comercios frecuentados especialmente por mujeres como almacenes, comercios al por menor, etc., adonde se van construyendo relaciones estrechas entre los trabajadores y los vecinos de los barrios en general. “Fue casi total el cierre de las casas de comercio. […] El radio presentaba ayer características sólo comparables a los periodos revolucionarios pues todas las casas mayoristas y comercios en general permanecieron clausurados y sin movimiento en el interior.”[26] Estos lazos salen a la luz a la hora de los conflictos.

Respecto a los constructos de género, se puede contemplar que las mujeres de la clase obrera adoptan un papel activo en lo que respecta a la defensa de sus intereses, más allá de los mandatos de género burgueses y patriarcales: se enfrentan a los carneros. O no se encuentran en sus hogares reproduciendo la vida, o el trabajo doméstico se encuentra al servicio de la militancia sistemática contra los patrones y el Estado. Esto forma parte de una cultura de la resistencia de la clase obrera generizada en la cual las mujeres se apropian de sus funciones tradicionales, pero invierten sus fines. Así, en vez de permanecer en la vida privada en su función de producir y reproducir mano de obra –el capital humano, base del sistema capitalista– salen a la calle, liberan a los presos políticos, y en este apropiarse de lo público también le dan otro significado al trabajo doméstico del cuidado: curan a un militante anarquista, consiguen víveres para sostener las medidas de fuerza, esconden a heridos y muertos para que no se los identifique, y al mismo tiempo se hacen cargo de curarlos y enterrarlos, entre otras tareas. Entonces, además de salir a las calles a desafiar los mandatos establecidos, le dan a sus papeles tradicionales una nueva finalidad.

 

A modo de cierre

He llevado adelante una pesquisa sobre un acontecimiento fundamental para la clase obrera argentina que ha sido estudiado en diversas investigaciones. Lo que me propuse fue una mirada sobre la “Semana Trágica” desde la historia social y los estudios de género, camino que no había sido transitado. Pretendí mostrar cómo estos acontecimientos fueron fruto de una historia, de una cultura, de una experiencia donde no se puede separar la clase del género. Por lo tanto, los he analizado utilizando la categoría de clase social generizada. La misma permite comprender el papel de las mujeres en esa cultura obrera que he definido como cultura de la resistencia y que está compuesta por una serie de nociones de lo justo, demandas por derechos y de acciones que tienen como base la lucha contra el capital, pero también redes de sociabilidad y de solidaridad establecidas a nivel territorial, barrial, no sólo entre trabajadores propiamente dichos, sino también entre pequeños comerciantes, profesionales, etcétera.

La conciencia obrera femenina (noción que he definido y analizado en otros trabajos) es fundamental a la hora de constituir esa cultura de la resistencia; las mujeres de la clase obrera entablan lazos a nivel barrial que son fundamentales para establecer la solidaridad a la hora de los conflictos. Una conclusión fundamental de este trabajo es que, en los conflictos contra el capital, se invierten los roles de género de las mujeres obreras: ellas salen a las calles a pelear por su interés de clase generizada y sus tareas domésticas quedan en segundo plano o sirven a la lucha. Se manifiestan en las plazas, se organizan para liberar a sus familiares y compañeros de la cárcel, para curar a los heridos, para conseguir enseres y alimentos. Si bien algunas de estas tareas se relacionan con sus funciones “naturales”, están revertidas porque el objetivo no es reproducir la vida privada de la familia, sino que es un objetivo político.

Quedan muchos interrogantes por resolver. Luego de semejante manifestación de resistencia, sobre todo en los barrios de Nueva Pompeya, Parque Patricios y Soldati, luego de tan estrecha solidaridad, ¿cómo fue el camino recorrido en la década de los veinte por esta población obrera? Por las fuentes consultadas sé que las trabajadoras de las fábricas textiles de la zona han tenido un gran protagonismo en los acontecimientos de la “Semana Trágica”, ¿qué camino ha recorrido su participación en los conflictos de la década siguiente? Se sabe por estudios anteriores que la década de los veinte es un periodo de descenso de los conflictos obreros, en este contexto, ¿la cultura obrera de la resistencia se profundiza o se debilita?

Son todos interrogantes que quedan abiertos para una investigación mucho más amplia y que también involucre a la participación de las corrientes de izquierda en estos procesos, siempre teniendo en cuenta que la perspectiva debe complejizar la mirada al incluir las relaciones de género en la historia de los trabajadores o, más bien, la historia del movimiento obrero ya no debe estudiarse más tal como se ha hecho, sino que debe estudiarse una historia del movimiento obrero generizado.

 

Lista de referencias

Andújar, A. (2014). En demanda de lo justo: conflictos por derechos en la Patagonia petrolera. Comodoro Rivadavia, 1932. Páginas, 6(12). Recuperado de http://rephip.unr.edu.ar/handle/2133/4661

Andújar, A. (2015). Comunidad obrera, género y políticas asistenciales: Comodoro Rivadavia, 1922-1932. Archivos, IV(7), 59-78. Recuperado de https://www.archivosrevista.com.ar.ca1.toservers.com/contenido/numeros/numero-7/

Beigel, F. (2003). Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana. Utopía y Praxis Latinoamericana, 8(20), 105-115. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/279/27902007.pdf

Bilsky, E. (1984). La Semana Trágica. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Bravo, M. C. (2007). Entre la resistencia y el conflicto social. Imágenes de la mujer trabajadora en el área azucarera de Tucumán, 1888-1904. En M. C. Bravo, F. Gil Lozano y V. Pita, Historias de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX. San Miguel de Tucumán: Editorial de la Universidad de Tucumán.

Cortés Conde, R. (1965). Problemas del crecimiento industrial (1870-1914). En T. Di Tella et al., Argentina, sociedad de masas. Buenos Aires: Eudeba.

D’Antonio, D. (2000). Representaciones de género en la huelga de la construcción, Buenos Aires, 1935-1936. En F. Gil Lozano, V. Pita y G. Ini, Historia de las mujeres en la Argentina. Buenos Aires: Taurus.

D’Antonio, D. y Acha, O. (2000). La clase obrera “invisible”: imágenes y participación sindical de las obreras a mediados de la década de 1930 en Argentina. En P. Halperin y O. Acha (coords.), Cuerpos, géneros e identidades. Buenos Aires: Signo.

D’Uva, F. y Palermo, S. (2015). Vida sindical y sociabilidades masculinas: los trabajadores ferroviarios en la Argentina de principios del siglo XX. Archivos, IV(7), 37-58. Buenos Aires. Recuperado de https://www.archivosrevista.com.ar.ca1.toservers.com/contenido/numeros/numero-7/

Caruso, L. (2016). Embarcados. Los trabajadores marítimos y la vida a bordo: sindicatos, empresas y Estado en el puerto de Buenos Aires, 1889-1921. Buenos Aires: Imago Mundi.

Farnsworth-Alvear, A. (2000). Dulcinea en la fábrica: mitos, moral, hombres y mujeres en el experimento industrial de Colombia, 1905-1960. Durham: Duke University Press.

Farnsworth-Alvear, A. (1996). El misterioso caso de los hombres desaparecidos: género y clase en el Medellín de comienzos de la era industrial. Recuperado de http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/article/view/20246/21314

Godio, J. (1972). La Semana Trágica de enero de 1919. Buenos Aires: Hyspamérica.

Godio, J. (1988). El movimiento obrero argentino (1910-1930). Socialismo, sindicalismo y comunismo. Buenos Aires: Legasa.

Hall, C. (2013). La historia de Samuel y Jemima: Género y cultura de la clase trabajadora en la Inglaterra del siglo XIX. Mora, 19(2). doi: http://dx.doi.org/10.34096%2Fmora.n19.458

Kaplan, T. (1990). Conciencia femenina y acción colectiva. El caso de Barcelona, 1910-1918. En J. S. Amelang y M. Nash (comps.), Historia y género. Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea. Valencia: Alfons El Magnánim.

Klubock, T. (1992). Sexualidad y proletarización en la mina El Teniente. Proposiciones, 21.

Lobato, M. Z. (2009). La prensa obrera. Buenos Aires: Edhasa.

McGee Deutsch, S. (2003). Contrarrevolución en Argentina, 1900-1932. La Liga Patriótica Argentina. Buenos Aires: Editorial Universidad Nacional de Quilmes.

Nash, M. (1999). El mundo de las trabajadoras: identidades, cultura de género y espacios de actuación. En J. A. Piqueras Arenas y F. J. V. Sanz (coords.), Cultura social y política en el mundo del trabajo (pp. 47-68). Valencia: Fundación Instituto Historia Social.

Norando, V. (2017a). Rojas: clase, género y militancia comunista, 1936-1946. Buenos Aires: Imago Mundi.

Norando, V. (2017b). El Centenario y la participación de las mujeres textiles en la protesta obrera. Una perspectiva generizada de la Gran Huelga General de 1910 en Buenos Aires. (en evaluación en la revista Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Granada, España).

Norando V. (2019). Theoretical explorations on the specificity of working-class women’s exploitation. La Ventana. Revista de Estudios de Género, 6(49), 317-349. Recuperado de http://revistalaventana.cucsh.udg.mx/index.php/LV/issue/view/685

Norando, V. y Scheinkman, L. (2011). “La Huelga de los Conventillos”, Nueva Pompeya, 1936. Un aporte a los estudios sobre género y clase. A Contracorriente, 9(1), 1-37. Universidad Estatal de Carolina del Norte. Recuperado de https://acontracorriente.chass.ncsu.edu/index.php/acontracorriente/article/view/174

Palermo, S. (2007). ¿Trabajo masculino protesta femenina? La participación de la mujer en la gran huelga ferroviaria de 1917. En M. C. Bravo, F. Gil Lozano y P. Valeria, Historias de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX. San Miguel de Tucumán: Editorial de la Universidad de Tucumán.

Palermo, S. (2013). En nombre del hogar proletario: Engendering the 1917 Great Railroad Strike in Argentina. Hispanic American Historical Review, 93(4), 585-620. doi: https://doi.org/10.1215/00182168-2351647

Poy, L. (2015). Los orígenes de la clase obrera argentina. Huelgas, sociedades de resistencia y militancia política en Buenos Aires, 1888-1896. Buenos Aires: Imago Mundi.

Queirolo, G. (2004). El trabajo femenino en la ciudad de Buenos Aires: una revisión historiográfica. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, 8. Santiago de Chile.

Rapalo, M. E. (2012). Patrones y obreros. La ofensiva de la clase propietaria, 1918-1930. Buenos Aires: Siglo XXI.

Rodríguez, F. (2010). ¿Masculinidad clasista? Aportes a un debate abierto en el campo de la historia latinoamericana contemporánea. Fazendo Genero 9. Diasporas, Diversidades e Deslocamentos, Florianópolis, ufsc. Recuperado de http://www.fazendogenero.ufsc.br/9/resources/anais/1278295153_ARQUIVO_Frodriguez_masculinidad_clasista_fazendogener.pdf

Rock, D. (1971). Lucha civil en la Argentina. La Semana Trágica de enero de 1919. Desarrollo Económico, 11(42/44). Buenos Aires.

Rock, D. (2001). El radicalismo argentino, 1890-1930. Buenos Aires: Amorrortu.

Scheinkman, L. (2015), “¿Dónde están los machos?” Sindicalización anarquista, masculina y femenina en la industria del dulce (Buenos Aires, 1920-1929). Archivos, IV(7), 15-35. Recuperado de https://www.archivosrevista.com.ar.ca1.toservers.com/contenido/numeros/numero-7/

Tercer Censo Nacional (1917). Buenos Aires: Censo de la Industria.

Thompson, D. (2013). Las mujeres y la radicalidad política en el siglo XIX: una dimensión ignorada. Mora, 19(2).

Wald, P. (1998). Pesadilla. Buenos Aires: Ameghino.



* Generizada” o “Generizado”, son neologismos, es un adjetivo que utilizo para marcar que algo contiene a hombres y mujeres y/o también nociones específicas de género. Por lo tanto, se incorpora el análisis de las diferencias entre varones y mujeres y las nociones de género que subyacen para poder llegar a conclusiones más fidedignas. Por ejemplo ideé el concepto de “clase social generizada” (Norando, 2019) porque las clases sociales contienen a hombres y mujeres y si se analiza un episodio utilizando el concepto “clase social” a secas, se lo está utilizando en el sentido masculino, porque el análisis de clase marxista tradicional es un análisis masculinizado, no se considera el trabajo doméstico como un trabajo que hacen las mujeres y que forma parte de su explotación específica por el capitalismo patriarcal. Utilizando el concepto “clase social generizada” estoy incorporando las diferencias entre la explotación de los varones y la explotación de las mujeres, esta última es muy distinta y rinde más plusvalor al capital (Norando, 2019) Esto no quiere decir que me distancie del Materialismo Dialéctico, lo que quiere decir es que mi método es el Materialismo Dialéctico Feminista (Norando, 2019).

 

[1] Diario argentino de circulación nacional. Líder en el pensamiento liberal-conservador, fundado por el expresidente Bartolomé Mitre. Su primer número salió el 4 de enero de 1870 y sigue publicándose hasta la actualidad.

[2] Nueva Pompeya era un barrio obrero ubicado al sur de la Capital Federal.

[3] “Agitación obrera”, La Nación, 8 de enero de 1919, p. 8.

[4] Tercer Censo Nacional (1917, t. VII, p. 14).

[5] “Agitación obrera”, La Nación, 8 de enero de 1919.

[6] “Gremialismo patronal”, La Vanguardia, 18 de mayo de 1918

[7] “Huelga en la casa Vasena”, La Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.

[8] “Huelga en los establecimientos Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.

[9] “Huelga en los establecimientos Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.

[10] “Huelga en los establecimientos de Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.

[11] “Agitación obrera. La huelga de los metalúrgicos. El choque sangriento de ayer”, La Nación, 8 de enero de 1919.

[12] “Huelga de la casa Vasena”, La Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.

[13] “Huelga de la casa Vasena”, La Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.

[14] “En defensa del orden. La Guardia Cívica”, La Nación, 16 de enero de 1919.

[15] Pedro Wald, cuya novela Pesadilla es una de mis fuentes principales, fue víctima del pogrom que se llevó a cabo durante la Semana Trágica. Pero no sólo eso, sino que además fue acusado de pertenecer a una organización ruso-uruguaya-argentina, que estaría planeando la toma del poder en la Argentina y la implantación de una República Soviética en la región, y de ser el presidente de dicha república. Se lo detuvo junto a su novia, Rosa Waintein, y a otros dos judíos a quienes acusaban de ser el jefe de policía y el ministro del Interior de la República Soviética de la Argentina.

[16] “Por la libertad de un preso”, La Protesta, 10 de enero de 1919.

[17] “Día de intranquilidad. Agitación obrera”, La Prensa, 10 de enero de 1919.

[18] “El sepelio de las víctimas”, La Razón, 9 de enero de 1919.

[19] “Los incidentes de anoche en Plaza Congreso”, La Protesta, 11 de enero de 1919.

[20] “Aspecto de la ciudad”, La Nación, 14 de enero de 1919,

[21] “Los muertos”, La Nación, 8 de enero de 1919.

[22] La Nación, 13 de enero de 1919, pp. 6, 7.

[23] “Noticias de policía. La huelga en la casa Vasena”, La Prensa, 8 de enero de 1919.

[24] “La huelga en la casa Vasena. Choque sangriento entre los obreros y la policía”, La Vanguardia, 8 de enero de 1919.

[25] “Unánime protesta del pueblo de la capital. Los tiroteos”, La Vanguardia, 10 de enero de 1919.

[26] “Cierre general del comercio”, La Prensa, 11 de enero de 1919