10.18234/secuencia.v0i105.1527
Artículos
La ciudad arde este verano:
Buenos Aires, enero de 1919.
Roles sexuales y demandas por derechos de una clase obrera generizada*
The City is Burning this Summer: Buenos Aires,
January 1919. Sexual Roles and Demands
for the Rights
of a Gendered Working Class
Verónica Norando1, https://orcid.org/0000-0003-4135-8204
1Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, CONICET-Universidad
de Buenos Aires, Argentina, norandoveronica@gmail.com
Resumen:
En este
artículo me propongo aportar al examen sobre la “Semana Trágica” de 1919 desde
la historia social y los estudios de género. Focalizo en el papel de las
relaciones comunitarias y de sociabilidad que fueron la base de esa resistencia
obrera y en los roles de género que surgieron durante el conflicto. De este
estudio concluyo que las causas fundamentales de la gran resistencia alcanzada
en dicha semana hay que buscarlas en la cultura de la
resistencia gestada con los años, sobre todo a partir del proceso
huelguístico de 1910, en donde las relaciones de género y la sociabilidad de
las mujeres cumplieron un papel fundamental. La originalidad de este trabajo
radica en que la “Semana Trágica” nunca se ha investigado desde esta
perspectiva, sobre todo desde la de género, lo que brinda nuevos hallazgos y,
sobre todo, visibiliza el papel de las mujeres en dicho acontecimiento
histórico.
Palabras clave: “Semana Trágica”; roles de género; sociabilidad; comunidad; resistencia.
Abstract:
I seek to contribute to the
examination on the “Tragic Week” of 1919 from social history and gender
studies. I focus on the role of community relations and sociability that were
the basis of that workers’ resistance movement and on the gender roles that
emerged during the conflict. Through the study, I conclude that the fundamental
causes of the great resistance reached that week must be
sought in the culture of resistance developed over the years, especially
from the strike process of 1910 onwards, in which gender relations and the
sociability of women played a fundamental role. The originality of this work is
that the “Tragic Week” has never been investigated
from this perspective, particularly from gender studies, and that it provides
new findings and above all makes the role of women in this historical event
visible.
Key words: “Tragic Week”;
gender roles; sociability; community; resistance.
Fecha de recepción: 24 de julio de 2017 Fecha de
aceptación: 6 de noviembre de 2017
Introducción
En enero de 1919 La Nación[1]
describía los hechos que sucedían en el barrio de Nueva Pompeya:[2] “Al
penetrar en el barrio obrero, los peones que iban en los carros del convoy,
eran a cada momento interpelados por los huelguistas. Hombres, mujeres y niños
los seguían a pocos metros de distancia, los incitaban a abandonar el trabajo y
les gritaban ‘carneros’.”[3] Hacía un
mes y unos días que los obreros(as) de los talleres Vasena
estaban en huelga. La negativa patronal a escuchar sus reclamos y los intentos
de quebrar la huelga por medio de violentos ataques a los huelguistas y a los
vecinos que los apoyaban, o contratando nuevos obreros como “crumiros”, le otorgaron un aspecto cada vez más violento al
conflicto. Este culminó luego de una semana sangrienta que ha pasado a la
historia del movimiento obrero argentino como la “Semana Trágica”.
Distintos historiadores han examinado los episodios de la
“Semana Trágica”, que analizaré aquí a la luz de una mirada que contemplará, a
partir de la historia social y los estudios de género, la participación de las
mujeres, las nociones de lo justo, y las demandas por derechos. Desde la década
de los setenta del siglo pasado surgieron producciones que profundizaron sobre
el tema; por ejemplo los trabajos de David Rock (1971;
2001), Julio Godio (1972; 1988) y Edgardo Bilsky (1984). Estos estudios han hecho hincapié en el
análisis de la participación de las organizaciones sindicales y las causas
inmediatas (Bilsky, 1984), como el carácter de la
participación popular, en qué medida respondió (o no) al papel de las
organizaciones obreras y el nivel de espontaneidad. El referente de este tipo
de análisis es Rock, quien afirma que “La huelga general fue producto
espontáneo de la refriega en las cercanías de Vasena”
(Rock, 2001). Al mismo tiempo, plantea que el hecho de que la huelga haya
terminado rápidamente obedece a que en el conflicto intervinieron grupos
desconectados entre sí, motivo por el cual habría fracasado (Rock, 2001).
En estas líneas me propongo aportar a los estudios sobre
esos acontecimientos bajo la lente de la historia social, cultural y los
estudios de género. Es decir, no me voy a detener en los hechos que ya han sido
abordados con profundidad, ni propongo hacer un balance sobre el triunfo o el
fracaso de la huelga, sino que analizo sobre el porqué de esos episodios en
clave sociocultural, en el papel de las relaciones comunitarias y de
sociabilidad que estuvieron en la base de esa resistencia obrera y popular, y
en los roles de género que surgieron durante el conflicto.
Así, me centro en las causas del estallido social desde
otro punto de vista. Mirarlas como las que yacen en la cultura de una clase,
esas nociones sobre la vida y sobre lo justo, situando tales nociones,
reivindicaciones y protestas en un entramado de relaciones que involucró tanto
el ámbito productivo como el de la vida comunitaria y del hogar. Asimismo,
examinaré cómo ciertos constructos de género incidieron en la experiencia de
esas mujeres y varones trabajadores(as), delineando solidaridades y reacciones
adversas en el marco del conflicto de clases. ¿Qué fue lo que llevó a esos
hombres y mujeres de la clase obrera porteña a sublevarse contra el Estado y
los patrones de esa manera? Intento responder la pregunta desde una mirada que
involucra las relaciones de género en el estudio de la cultura de la clase
obrera argentina de la segunda década del siglo XX,
explorando de qué manera ciertos trabajadores(as) de los barrios del sur de la
Capital Federal edificaron nociones de lo justo que los llevaron a enfrentarse
con el Estado de esa manera. Para ello examino, siguiendo a Andrea Andújar
(2015), las demandas por derechos expresadas en esos episodios de la “Semana
Trágica”.
Varios investigadores transitan esta mirada desde la
década de los noventa del siglo pasado. Me refiero a trabajos que, desde la historia
social, por un lado, y aunando la historia social con los estudios de género,
por el otro, están enfocando las experiencias de clase de los y las
trabajadoras. En el primer grupo –a nivel local– puedo incluir los trabajos de
Lucas Poy y Laura Caruso que
versan sobre las experiencias de la clase obrera hacia finales del siglo XIX y principios del XX.
Estos ahondan sobre los momentos de conflicto y los enfocan como momentos clave
en la constitución de la clase trabajadora argentina, al tiempo que registran
como un elemento central las relaciones con las izquierdas. Al abordar
cuestiones como la experiencia y la identidad, sin dejar de lado lo material y
económico, son estudios de fundamental importancia como antecedentes de esta
investigación (Caruso, 2016; Poy,
2015). En el segundo grupo –a nivel internacional– incluyo los exámenes de Doroty Thompson, Catherine Hall (y Tomas Klubock), que analizan las experiencias de la clase
trabajadora inglesa y chilena, respectivamente, desde una perspectiva que se detiene
en los constructos de género (Hall, 2013; Klubock,
1992; Thompson, 2013). También los textos de Temma
Kaplan (1990), Mary Nash (1999), y Ann Farnsworth-Alvear
(1996; 2000), que se centran en las experiencias femeninas dentro de la clase
obrera, han ejercido una notable influencia en este trabajo.
En el ámbito local, estas investigaciones influyeron
sobre las producciones que indagaron en la participación de las mujeres en los
conflictos (Bravo, 2007; D’Antonio y Acha, 2000; D’Antonio, 2000) y la
formulación de las demandas proletarias (Palermo, 2007, 2013). También son
importantes los estudios que se concentraron en la participación de las mujeres
en conflictos gremiales (Andújar, 2014; D’Antonio,
2000; D’Antonio y Acha,
2000) y la relación entre la masculinidad y el movimiento obrero (Rodríguez,
2010). Asimismo, los análisis sobre la constitución de identidades obreras, la
cotidianidad y la sociabilidad en el mundo del trabajo (D’Uva
y Palermo, 2015) permiten advertir con mayor precisión la manera en que las
preguntas sobre la construcción social de la diferencia sexual dan lugar a una
comprensión más compleja de la experiencia de la clase trabajadora. Otro tanto
puede decirse de aquella literatura que pone en juego la relación de la
sexualidad en la constitución de identidades obreras y en el activismo político
de los trabajadores desde una perspectiva que hace énfasis en las relaciones de
sociabilidad y la utilización del tiempo libre (Andújar, 2015).
Las preguntas que guían este trabajo dan cuenta de las
influencias de los estudios previos sobre este examen y que giran en torno a
las demandas por derechos, y a las nociones de lo justo que se fueron gestando
previo al conflicto, incluyendo en el análisis elementos de género y de clase:
¿Qué nociones de lo justo subyacían en la cultura obrera de la segunda década
del siglo XX? ¿Cuáles fueron las demandas por
derechos que llevaron a la clase obrera a sostener semejante conflicto con el
Estado y los patrones? ¿Cuál fue el carácter de la cultura obrera que caracterizaba
los barrios del sur de la Capital Federal en los momentos de la “Semana
Trágica”? ¿Se puede rastrear esa cultura obrera hacia atrás en el tiempo? ¿Se
puede afirmar que las demandas que constituyeron parte de la misma llevaron a
la población de esos barrios a sublevarse de esa manera particular? Al mismo
tiempo, ¿qué roles de género afloraron durante el conflicto? y ¿cuál fue el
carácter de la participación femenina en el mismo? Mi principal argumento es
que cualquier episodio de conflicto en la lucha de clases no se gesta en ese
momento preciso, sino que tiene una historia en la que se van constituyendo las
demandas al calor de una cultura obrera particular y que el género y las
diferentes nociones de la diferencia sexual desempeñan un papel fundamental en
esa constitución de demandas y de nociones de lo justo.
Para finalizar esta introducción me detendré un momento
en las fuentes que sustentan este trabajo. Ellas son de índole proletaria, el
periódico La Vanguardia –de tirada nacional–, los
diarios La Prensa, La Nación
y La Razón y, por último, literaria, la novela Pesadilla, de Pedro Wald.
Voy a decir unas palabras en torno a las fuentes. Los
periódicos, tanto gremiales como políticos y sindicales, pero también los
diarios de tirada nacional, se han constituido en nuestras fuentes principales
por una serie de razones. Primero, como periódicos del movimiento obrero y de
circulación masiva, nos pareció que su análisis cualitativo podía permitir una
interpretación de las experiencias de las mujeres, considerando la cantidad y
la variedad de elementos discursivos que reflejan tanto la vida cotidiana –nos
referimos al trabajo doméstico– como la vida en el ámbito público y productivo,
aunque haya que leer entre líneas. Estos constituyeron el núcleo documental
sobre el cual apoyé la mayoría de mis interpretaciones.
En segundo lugar, nos proporcionan una serie de relatos
construidos por militantes obreros varones y mujeres objeto de nuestro
análisis, cubriendo el periodo de manera completa. En efecto, contamos con el
80% del periódico, es decir con 59 de los 69 números. Recuérdese que durante esos días, sin dejar de tener en cuenta las
dificultades que se produjeron por el contexto represivo para el movimiento
obrero, los periódicos obreros circularon como parte de un conjunto muy amplio
de publicaciones gremiales y partidarias que continuaron apareciendo pese al
clima represivo y de conservadurismo cultural de esa dicha época.
La lectura de estas publicaciones forma parte de las
experiencias de la clase trabajadora y de la obrera en particular (Lobato,
2009), y ha contribuido a delinear las representaciones que los distintos
sectores sociales, y los propios trabajadores y trabajadoras, tenían del
trabajo y la feminidad. Los hemos analizado teniendo en cuenta que son
“documentos culturales”, en términos de Fernanda Beigel,
y que el análisis de estos periódicos constituye una estrategia destacada para
reconstruir la historia cultural y social y, en nuestro caso, las experiencias
comunitarias. Estas publicaciones ayudan a comprender y visibilizar las
intenciones explícitas e implícitas de un grupo, permiten reconocer sus
posicionamientos políticos frente a los diferentes gobiernos, observar cómo se
despliegan estrategias de clausura y admisión, qué temas se priorizan, cuáles
son las relaciones con otros intelectuales y organizaciones del país y del
extranjero, y qué tipo de redes se van construyendo en un proceso siempre
cambiante a lo largo del tiempo (Beigel, 2003). Se
pueden reconstruir tanto las experiencias de los trabajadores como las
representaciones de esas experiencias a través de estos “documentos culturales”
que son los periódicos gremiales y las publicaciones partidarias.
Argentina, primeras décadas del siglo XX
Al evocar el recuerdo de la
“Semana Trágica” se vuelven imágenes de una de las etapas más dramáticas de la
historia argentina contemporánea. Además, están inmersas en un momento
sobresaliente de la historia universal. Mientras repercuten los últimos
estrépitos de la primera guerra mundial, la ola revolucionaria que conmueve a
Europa alcanza definitivamente al Río de la Plata. Sin embargo, no se pueden
reducir los episodios de enero de 1919 a la influencia de hechos externos, así
fueran tan relevantes como la revolución rusa. “El corazón de la clase obrera
argentina batía ya con fuerza propia” (Bilsky, 1984).
En consecuencia, en este apartado me centraré en mostrar algunos elementos de
la realidad argentina y de la clase obrera en particular que son esenciales
para entender el contexto en el que está inmerso el desarrollo de los
conflictos de la segunda mitad de los años 1910 y, en particular, de la “Semana
Trágica”.
Hacia fines del siglo XIX nace
la Argentina moderna (Bilsky, 1984), periodo en el
cual fue adquiriendo sus características fundamentales. En este proceso se
desarrolló la clase obrera y en su constitución operaron particulares
constructos de género que evidenciaron el poder de las diferencias sexuales en
la conformación de la cultura obrera. La misma surge al calor del desarrollo de
una sociedad agroexportadora y se desenvuelve en los siguientes sectores
fundamentales: un fuerte sector de servicios, en especial transportes; un segundo
sector de obreros industriales, que comprende ciertas concentraciones obreras
importantes junto con una multitud de pequeños talleres; un tercer sector
artesanal y, finalmente, una masa de obreros y peones, muchos de ellos
“golondrinas”, es decir trabajadores estacionales que trabajan en el campo.
Respecto a las mujeres que constituían la clase obrera,
estas estaban insertas en un complejo mundo de actividades y representaban
13.88% de la mano de obra total.[4] En el
ámbito de la industria, eran contratadas por las grandes fábricas. Este trabajo
moderno, pues estaba caracterizado por altos niveles de mecanización y
automatización, se desenvolvía fuera del ámbito doméstico y estaba sometido a
una extensa jornada laboral.
Yuxtapuestos a las grandes fábricas existían los pequeños
talleres que también empleaban mujeres, en donde la mano de obra era menor,
predominaba la producción manual, pero las jornadas también eran extensas (Queirolo, 2004). En primer lugar, las mujeres predominaban
en el sector textil, alimentario, en las fábricas de cigarrillos, de fósforos,
etc. En segundo lugar, ellas también se desempeñaban en el sector terciario de
la economía como empleadas de casas comerciales (vendedoras y empleadas administrativas),
telefonistas y maestras. Las enfermeras también integraban este grupo, aunque
era un sector que requería en general de una mayor calificación. En tercer
lugar, también el servicio doméstico generaba empleo femenino, y era una
actividad que no requería ningún tipo de calificación formal. Por último, las
mujeres también se empleaban en tareas desarrolladas en el propio hogar por
encargo de una fábrica, un taller o una casa comercial. Esta actividad, para
obtener ingresos significativos, implicaba la dedicación exclusiva de largas
jornadas de trabajo. El trabajo a destajo no era compatible con las tareas
domésticas y el cuidado de los hijos (Queirolo,
2004).
La Argentina conoce un desarrollo desenfrenado desde
1880. La población se multiplicó. La fisonomía del país cambió en forma
extraordinaria: entre 1872 y 1915 la superficie cultivada pasó de 580 000
a 24 000 000 de ha; entre 1880 y 1910 el valor de las exportaciones
se multiplicó por más de seis (Bilski, 1984, p. 10).
Sin embargo, el periodo también estuvo marcado por graves desequilibrios. Según
Bilsky, manifestaciones de este desequilibrio son el
retraso en el desarrollo del sector manufacturero, el estancamiento de las
regiones del interior del país, la estructura dominante en el campo argentino
caracterizada por la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos,
y la dependencia frente al capital extranjero, en especial, el británico (Bilski, 1984, p. 11).
En términos políticos, este desarrollo se traduce en el
estrecho control ejercido por una oligarquía que basaba su poder en el
monopolio de la tierra y del gobierno del país. Estos elementos intervinieron
en el retraso del desarrollo industrial en la Argentina “dando en consecuencia
una conformación particular al proletariado argentino” (Bilski,
1984, p. 11) ya que la oligarquía argentina no se comprometió profundamente en
un verdadero desarrollo industrial (Cortés Conde, 1965). Además, este
desarrollo se produce como una extensión del sector agropecuario. Otro factor
del atraso es que la mayoría de las concentraciones industriales se encontraban
en la zona del litoral cerca de los puertos atlánticos. Finalmente, la
inmigración fue otro factor que contribuyó a la consolidación de la
concentración en la zona del litoral y a los desequilibrios antes señalados.
Los inmigrantes llegados al país se encuentran con la
dificultad de no poder acceder a la propiedad de la tierra. Por lo tanto, no
tardaron en dirigirse a las ciudades, incrementando las filas de la mano de
obra disponible y ejerciendo una invariable presión sobre el precio de la
fuerza de trabajo. Se debe recordar la importancia de la masa de inmigrantes.
Por lo tanto, el desarrollo demográfico, el crecimiento urbano, junto a la
integración del país en el mercado mundial –lo cual le permite disponer de un
importante flujo de capitales– son varios de los elementos que conformaron el
conjunto de factores que intervinieron en el acrecentamiento de la clase obrera
argentina (Poy, 2015).
La “Semana Trágica”:
Roles de género y nociones de lo justo de una cultura obrera generizada
Antes de comenzar el análisis
particular de este apartado es importante destacar que la tarea de encontrar el
rastro de las mujeres durante la “Semana Trágica” ha sido muy difícil. Ellas
han sido totalmente invisibilizadas por la prensa
nacional y por la prensa obrera. Así es que he tenido que hacer un trabajo
puntilloso de lectura entre líneas para hallar sus actividades y faenas durante
el conflicto, porque yo tenía conocimiento de que ahí estaban. Hay algunas
citas sueltas, como la que está a continuación, donde se las nombra
directamente, pero en la mayoría de los casos las mujeres quedaron oscurecidas
y las plumas de los reporteros no escribieron sobre ellas directamente.
Comenzamos a reflexionar a partir de la siguiente cita:
Al penetrar en el barrio obrero, los peones, […] eran a
cada momento interpelados por los huelguistas. Hombres, mujeres y niños […],
los incitaban a abandonar el trabajo y les gritaban “carneros”. Los huelguistas
siguieron así hasta que los carros pasaron frente al destacamento de policía,
pero a medida que estos se iban alejando del destacamento y aproximándose a los
talleres, arrecía la indignación de los obreros. Según la versión policial,
cuando el último carro del convoy estaba como a 30 metros del destacamento, los
huelguistas arrojaron numerosas piedras. Intervino, en estas circunstancias la
fuerza de caballería para alejar los grupos de huelguistas. Sonó en ese momento
un tiro, que no se sabe de donde partió y acto continuo se inició el tiroteo
general.[5]
Esta cita invita a analizar sobre la gran participación
femenina en los acontecimientos de la “Semana Trágica” y también el porqué de
esos episodios en clave sociocultural, el papel de las relaciones comunitarias
y de sociabilidad que estuvieron en la base de esa resistencia obrera y
popular, y los roles de género que surgieron. Invita también a investigar las
causas del estallido social. ¿Qué llevó a esos hombres y mujeres de la clase obrera
porteña a sublevarse contra el Estado y los patrones de esa forma en
particular? Invita a reflexionar, desde un lugar que involucre las relaciones
de género en el estudio de la cultura de la clase obrera, de qué manera ciertos
trabajadores y trabajadoras de los barrios del sur de la capital federal
edificaron nociones de lo justo que los llevaron a enfrentarse con el Estado de
esa manera.
La Nación presenta a las mujeres como miembros de la clase obrera junto con los
varones y los niños, ellas estuvieron ahí, formaron parte del conflicto.
Además, al nombrarlas especialmente pareciera no ser un hecho común que las
mujeres adopten la actitud de enfrentarse a los “carneros” para defender la
huelga, aunque tengo referencias por estudios anteriores que por lo menos en la
industria textil las mujeres han participado al igual y muchas veces más que
los varones en los conflictos (Norando, 2017b; Norando y Scheinkman, 2011). ¿La
prensa burguesa negaba un accionar común de las mujeres trabajadoras porque no
era su rol de género establecido? ¿Las mujeres obreras subvertían su rol de
género al defender sus intereses de clase? Lo analizaré más adelante. Asimismo,
en La Nación no había asombro o sorpresa por la
actitud adoptada por las mujeres, lo que denota que participar en
manifestaciones de este tipo, para las mujeres trabajadoras no era algo
excepcional. Además, la cita invita a repensar las motivaciones y las causas de
estos hechos desde una perspectiva que incluya en el análisis la dimensión de
género en conjunto con la de clase, es decir que generice
la clase. ¿Qué roles de género atravesaron el accionar de la clase obrera generizada durante los acontecimientos de la semana
trágica?
Hacia fines de 1918 se produjo un ascenso huelguístico de
importancia que fue fuertemente reprimido por las fuerzas del Estado. En la
refinería de Buenos Aires también hubo un conflicto con los obreros petroleros
de Comodoro Rivadavia, al tiempo que la policía reprimió una huelga textil en
la ciudad de Buenos Aires, en Saladero Liebig’s de
Entre Ríos y una huelga de albañiles en Buenos Aires. El 1 de enero de 1919 la
policía asesinó al obrero pintor anarquista Alfredo Castro (Godio,
1988). Todos estos episodios son parte de la historia de la “Semana Trágica” y
conforman una serie de conflictos que van aumentando en donde la violencia del
Estado hacia la clase obrera es la característica sobresaliente. Porque, como
he planteado anteriormente, los conflictos no surgen en el momento preciso en
el que se presentan, sino que tienen una historia, y la historia de violencia
contra la población, en particular la población de los barrios del sur de la
Capital Federal, es larga y se remonta a fines del siglo XIX
con los comienzos mismos de la organización obrera.
Estos fueron años en los que la lucha social se
radicalizaba, al punto de que la burguesía se organizó en una propia asociación
gremial para “defenderse” o, en otras palabras, para “atacar” en conjunto a la
clase obrera. En mayo de 1918 el periódico socialista La
Vanguardia daba a conocer la formación de la Asociación Nacional del
Trabajo (ant). Allí
resaltaba que se trataba de una organización de “defensa patronal contra las
huelgas”, destinada a fomentar “el cruminaje, activo
o pasivo”.[6] En un
contexto signado por la creciente organización obrera, no era extraño que los
patrones decidieran formar su propio gremio para combatirla (Rapalo, 2012).
Retomando el argumento, el conflicto más importante se
estaba engendrando en la fábrica metalúrgica de los hermanos Vasena. Los establecimientos Vasena
eran conocidos por sus duras condiciones de trabajo e intransigencia patronal.[7] Sus
trabajadores(as) estaban organizados en el sindicato Metalúrgicos Unidos,
afiliado a la FORA V, y estaban en huelga desde el
2 de diciembre de 1918.[8] Los
motivos del conflicto eran cuestiones relativas al orden de la producción y la
reproducción de la vida, así como de la organización y la cultura obrera.
En torno a ello estaban entrelazadas las nociones de lo
justo que eran la base de las demandas por derechos esgrimidas en el conflicto.
Particularmente, estas se unificaban alrededor de dos cuestiones: el aumento de
salarios, cuestión vinculada a la reproducción de la vida, y el derecho a la
organización política y sindical, ya que estaban en huelga por las siguientes
reivindicaciones: “Jornada de 8 horas de trabajo, aumento de los salarios del
20% cuando exceda de 5 pesos, aumento del 30% en los inferiores de 5 pesos; 60%
de prima en las horas extras y 100% en los domingos, readmisión de los
despedidos [por cuestiones gremiales], supresión del trabajo a destajo y que no
se tomen represalias.”[9] Estas
demandas involucraban a los obreros en su cotidianidad porque en Vasena trabajaban muchas mujeres y porque estaban
relacionadas con el mantenimiento del hogar proletario. Por esto mismo recalco
que las demandas son, al igual que la clase, generizadas.
Voy a dar algunos detalles sobre los salarios y el costo
de vida para tener una real perspectiva de las causas materiales y las nociones
de lo justo que sustentaron las demandas por derechos que subyacieron en los
orígenes del conflicto, en este caso, el derecho a un salario digno. Los
obreros y obreras de la casa Vasena percibían por
jornadas de diez y doce horas salarios que, en la mayoría de los casos, no
sobrepasaban los cinco pesos en el caso de los varones y los 2.50 en el caso de
las mujeres.[10] Es
decir que los varones contaban con 100 pesos por mes y las mujeres con 50. A
las malas condiciones de trabajo reinantes en la industria argentina se le
suman la subalimentación, la miseria y la enfermedad, ya que a lo largo del
periodo y hasta 1917 son los gastos de alimentación y vestido los principales
responsables del aumento de la “canasta familiar”. Como se ve en el cuadro 1 el
costo de vida era muy superior a los salarios promedio de los trabajadores.
Cuadro 1. Costo de la vida, 1910-1917
Años |
Alimentos |
Alquiler |
Vestidos y otros gastos |
Costo en conjunto |
||||
1910 |
100 |
100 |
100 |
100 |
||||
1911 |
96 |
107 |
103 |
101 |
||||
1912 |
100 |
114 |
108 |
105 |
||||
1913 |
108 |
107 |
110 |
108 |
||||
1914 |
110 |
101 |
111 |
108 |
||||
1915 |
120 |
94 |
127 |
117 |
||||
1916 |
118 |
88 |
161 |
125 |
||||
1917 |
138 |
90 |
198 |
145 |
Fuente: elaboración propia con base en la Revista de Economía Argentina, año 1, t. 2, núms. 8 y 9, Buenos Aires, febrero y marzo de 1919, p. 71,
Movimiento económico de la república.
A todo esto hay que sumar las
condiciones de vida de las y los trabajadores, que hasta llamaban la atención
de la prensa adicta a los gobiernos conservadores como La
Prensa y La Nación. Así describía La Nación al barrio obrero de Nueva Pompeya: “Es un
barrio obrero, de escasa edificación, y extensos terrenos baldíos, con grandes
fábricas en los alrededores. Barrio triste y esquivo, hasta él convergen todos
los miasmas pestilentes de los frigoríficos próximos, y cuyo ambiente pegajoso
se halla permanentemente saturado con la densa humareda de la quema de basuras.”[11]
Otra cuestión que denunciaban los y las obreras de la
casa Vasena era el abuso de los patrones hacia las
trabajadoras: “Vasena […] Ayer, llamó a las obreras
en huelga para que cobraran sus haberes. Una vez en el escritorio Vasena acompañado de alguno de sus esbirros […] con una de
ellas la intentó atropellar con los medios más repudiables. Este atentado llega
al colmo de la indignación de los obreros en huelga.”[12]
A la situación descrita hay que agregar la precariedad de
las viviendas, la falta de higiene, que también se refleja en la cita anterior,
y la falta de comunicaciones (“El bombero que pidió refuerzos al cuartel
central y transmitió el primer aviso de lo que sucedía tuvo que recorrer tres
cuadras hasta llegar a una casa donde hay teléfono”).[13] Tales
circunstancias hacían muy difícil la vida y también motivaron los conflictos de
esos años. Pero, al mismo tiempo, los barrios obreros constituían un elemento
central de la cultura obrera –el cómo y el dónde vivían– donde se desarrollaba
esa sociabilidad.
Lo anterior invita a analizar la cultura como una cultura
obrera generizada y cargada de nociones de lo justo y
demandas por derechos. Como daré cuenta, los y las obreras que resistieron la
“Semana Trágica” lo hicieron porque sostenían determinadas demandas por
derechos incumplidos hacía largo tiempo. Por ejemplo, el derecho a un salario
que permitiera vivir dignamente era una demanda histórica del movimiento obrero
argentino que se agravó con la crisis que sobrevino con la primera guerra
mundial.
Hacia fines de diciembre, en Vasena
la disputa no hacía más que aumentar. A los 2 500 huelguistas se suman los capataces.
En respuesta, la empresa, con la ayuda de la ANT,
recluta rompehuelgas. Durante la “Semana Trágica”, la burguesía de ultraderecha
se reagrupa en guardias civiles también llamadas guardias blancas. Las
diferentes iniciativas se nuclean alrededor del Centro Naval. Según Bilsky (1984, p. 130), el grueso del material humano es
proporcionado por el Centro Nacional de la Juventud. Así, se constituye una
fuerza paramilitar el fin de semana del 11 y 12 de enero de 1919. Esta fuerza
toma carácter permanente y el día 15 se denomina a sí misma “Guardia Cívica”,
aunque es más conocido bajo el apelativo de Liga Patriótica Argentina, que es
el nombre finalmente acogido en el acto de fundación el 19 de enero de 1919
(McGee Deutsch, 2003).
La Liga reúne los sectores más aristocráticos de la
ciudad de Buenos Aires. Su presidente es Domecq
García y su vicepresidente P. Cristophersen y
participan en ella representantes de la ant, de la banca, de la bolsa de comercio, de la
industria y del transporte, oficiales del Ejército y de la Marina. Además,
personalidades de grupos políticos conservadores y políticos radicales (Arturo
Goyeneche, Delfor Del Valle, Leopoldo Melo). La Liga
demuestra los estrechos lazos existentes entre la ANT,
los intereses extranjeros, los partidos conservadores, y toda una rama del
radicalismo. Los representantes de estos intereses son los que se constituirán
en la dirección de la Liga Patriótica (Bilsky, 1984;
McGee Deutsch, 2003). En su discurso de fundación el
vicealmirante, Domecq García, establece sus
propósitos:
Esta reunión tuvo por objeto concretar la forma en que se
constituirá la Guardia Cívica, determinar sus propósitos y buscar los fondos
con que ha de sostenerse. Se resolvió hacer saber que la institución no tiene
finalidades políticas y que persigue solamente las aspiraciones concretadas en
la siguiente fórmula: estimular, sobre todo, el sentimiento de la argentinidad
tendiendo a vigorizar la libre personalidad de la nación; cooperar con las
autoridades en el mantenimiento del orden público y la defensa de los
habitantes, garantizando la tranquilidad de los hogares, únicamente cuando
movimientos de carácter anárquico perturben la paz de la república.[14]
La Liga se caracteriza por una ideología fuertemente
nacionalista, antiobrera, antisemita y xenófoba, como
ilustran los relatos de Pedro Wald (1998),[15] judío
socialista perseguido y encarcelado durante la “Semana Trágica”:
Más salvajes aún resultaron ser las manifestaciones de
los “niños bien” traídos por la tormenta. Bajo los gritos de “¡Muerte a los
judíos!” “¡Muerte a los extranjeros maximalistas!” celebraban orgías y actuaban
de manera refinada, sádica, torturando a los transeúntes. He aquí que detenían
a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca mana sangre en
abundancia. En esta situación, le ordenen cantar el Himno Nacional, no puede
hacerlo y lo matan en el mismo lugar (pp. 22-23).
La Liga Patriótica, al mismo tiempo, está fuertemente
comprometida por los intereses que arraiga con el modelo agroexportador. “Es
una verdadera fuerza de choque del gran capital” (Bilsky,
1984, p. 131). Esta se transforma en los años siguientes, junto con la ANT, en el enemigo principal de las organizaciones
obreras, formando grupos de rompehuelgas.
Como he dicho, la misma se constituyó durante los sucesos
de la “Semana Trágica”. Durante todo el mes de diciembre las fuerzas del Estado
reprimieron a los huelguistas que habían resistido la huelga gracias a la ayuda
del vecindario y las redes de sociabilidad que habían construido desde el
proceso huelguístico de 1910, que en el barrio de Nueva Pompeya tuvo un gran
arraigo y desarrolló amplias redes de solidaridad que perduraron con el tiempo
(Norando, 2017b). El protagonismo de las mujeres en
estas redes de sociabilidad es innegable, y me voy a detener un momento a
analizar esta cuestión. “Las vidas de las mujeres de las clases bajas giran en
torno a su trabajo como recolectoras y distribuidoras de los recursos sociales
de la comunidad, trabajen o no como asalariadas fuera de sus casas y un sentido
de comunidad que surge de las rutinas compartidas une a unas mujeres con otras
dentro de su clase y de su vecindario” (Kaplan, 1990). Como diría Temma Kapplan, este sentido de
comunidad muestra su fuerza en los momentos de acción colectiva.
Se dejan traslucir en las fuentes que he utilizado para
este trabajo algunas acciones de las mujeres que dan cuenta de estos procesos.
Por ejemplo, en La Protesta se relata cómo un grupo
de mujeres –en general esposas y familiares de los huelguistas de Vasena y de otras fábricas– se organizaron para sacarlos de
la cárcel y han hecho tal alboroto que lo lograron:
Las detenciones fueron presenciadas por un grupo de mujeres
y niños que reclamaron a gritos la libertad de los presos y trataron de ejercer
actos de violencia. Los vigilantes consiguieron conducir a los presos al local
de la comisaría y frente a esta se estacionaron muchas personas entre las que
se destacaban las mujeres y los niños. Estos volvieron a producir un gran
desorden con el propósito de rescatar a los presos […] estos fueron puestos en
libertad.[16]
Este tipo de situaciones invita a analizar el papel de las
mujeres dentro de la clase obrera. Ellas transgreden su función designada por
la cultura burguesa, y se podría afirmar que, de tal modo, que sorprenden a la
policía y esta libera a los detenidos.
También hay muestras de la participación de las mujeres
obreras en las manifestaciones de la semana del 7 al 14 de enero. Por ejemplo,
se enfrentaron con la policía en los sucesos del día 9, cuando son parcialmente
incendiados los talleres de la fábrica Vasena, así
como también varias de sus chatas cerca del Riachuelo. Ese día la ciudad se
llena de piquetes de huelguistas que tenían el objetivo de asegurar la huelga
general. La manifestación por el entierro de las víctimas del 7 de enero
comienza hacia el mediodía. Los relatos de la prensa destacan la presencia de
numerosas delegaciones de los gremios y de multitud de mujeres y niños.[17] Los
testimonios hacen énfasis en la importancia del gentío
presente en el trayecto de la movilización. Al respecto, La
Razón comentaba:
Todo el perímetro comprendido entre las calles Boedo, Cochabamba, Entre Ríos y Rivadavia estaba ya, horas
antes del pasaje del cortejo, invadido por la muchedumbre. Los grupos se
formaban sobre las veredas, los balcones, las terrazas, puertas y ventanas. Un
estado de sobreexcitación nunca antes había habido. No circulaba ni un solo
tranvía, carro o vehículo […] Barrios obreros por excelencia, muchos
trabajadores de los dos sexos esperaban en las esquinas, con flores en la mano
para arrojarlas al pasaje del cortejo fúnebre.[18]
También es irrefutable el protagonismo de las mujeres en
la manifestación llevada adelante en Plaza Congreso el 10 de enero de 1919. La Protesta relata: “Otro grave incidente se produjo en
la plaza del Congreso, […]. Hubo […] un nutrido tiroteo entre la policía y el
público del cual resultaron muertos y heridos. […] Desde las 9 de la noche se
hallaba ocupada la plaza por numeroso público compuesto en general de hombres,
mujeres y niños, de todas clases.”[19] Aquí se
ve nuevamente cómo las mujeres transgredían su papel tradicional de ser las
encargadas del hogar para salir a las calles con el objetivo de manifestarse.
Lo que se puede analizar a partir de esto es que las
mujeres de la clase obrera subvierten su función de género y su razón es la
necesidad de luchar por sus intereses de clase. Por ello no puede escindirse el
análisis de clase del de género, sino que hay que ponerlo en términos de una
clase obrera generizada donde los dos aspectos están
absolutamente imbricados y entrelazados. También hay muestras de que se han
organizado para conseguir comida, víveres de todo tipo, enseres, etc. Con la
contienda de la semana, el paro general de los transportes, los trabajadores de
los frigoríficos, etc., había una carestía total de alimentos y los que se
conseguían estaban a precios muy elevados, las mujeres recorrían todos los
mercados para conseguir alimentos baratos: “Llegaban las mujeres modestas, madres
de familia, madrugadoras, que van en busca de la patata barata, el repollo […],
la gallina, del cuarto de carne de vaca o novillo y el hueso necesario para el
caldo.”[20] Más
allá de que las mujeres adoptaran otros papeles además de los “suyos propios”,
estos no eran desplazados del todo, pues si no quién se encargaría de conseguir
la comida, tanto para mantener los hogares como la huelga. Eran ellas las que
seguían manteniendo la vida de las familias proletarias.
Las mujeres también han sido protagonistas del conflicto
desde el ámbito doméstico reclamando su derecho a proteger y curar a sus
familiares y enterrar a sus muertos. Este fue el caso de la madre de Juan Fiorini, asesinado el 7 de enero de 1919: “Juan Fiorini, argentino, 18 años, soltero, fue muerto mientras
estaba tomando mate en su domicilio Elías 1155, de un balazo en la región
pectoral. […] Los cadáveres a excepción del de Fiorini
que la familia se negó a entregar fueron remitidos a la morgue.”[21] Este
derecho a enterrar a sus muertos era sustentado por una noción de lo justo que
yacía en la cultura obrera: no entregar los hijos a la burguesía ni a la
policía. Una noción forjada por años de lucha y resentimiento. Una noción que
formaba parte de la cultura obrera.
Hasta aquí puedo indicar que las demandas de las mujeres
obreras durante el conflicto y las nociones de lo justo que las sustentaban
eran el derecho a mantener a sus maridos y familiares libres, al aumento de
salarios, el derecho a reproducir la vida, el derecho a organizarse sindical y
políticamente, y el derecho a proteger y enterrar a sus familiares y a sus
muertos, nociones todas estas que formaban parte de una cultura obrera más
amplia.
Esta fuerza que adquiere la comunidad femenina contribuye
al poder de la clase obrera generizada, forma parte
de su cultura, tiene sus raíces en la proximidad vivida en la frecuencia con
que las mujeres de la clase obrera se encuentran en plazas, lavanderías,
mercados, entradas de iglesias, etc. (Kaplan, 1990); situaciones que
contribuyen al poder de la comunidad femenina de las clases bajas. Al contrario
de lo que sucede con las mujeres de las clases medias o de la burguesía, que
delegan el trabajo doméstico en empleadas, algo que sí se evidencia claramente
en las fuentes analizadas.
Por ejemplo, las mujeres telefonistas, con distinto
estatus social que las obreras pues adquirían sueldos más elevados, pese a ser
trabajadoras tuvieron un comportamiento opuesto frente a los acontecimientos de
la semana trágica, como relataba La Nación:
Durante estos días de intranquilidad, y en algunos
barrios de peligro, hemos visto que las señoritas empleadas en las grandes
tiendas, escritorios, etc., acudían puntualmente a su obligación; las hemos
visto en las aceras a pie firme. […] Después de caminar cuadras y cuadras hemos
admirado en su bella juventud la persistencia de la sonrisa. Ya se ha dicho por
todas partes que la dedicación de las señoritas telefonistas ha sido admirable,
pues bien no ha sido menor la de otras señoritas
empleadas. Estas señoritas se han trasladado a pie a su trabajo desde los
puntos más distantes del centro. Se jugaban el atropello, el tumulto, quizá la
vida, pero no han vacilado. Convengamos que aun para el más adverso, estas
señoritas con su voluntad, con su disciplina, con su concepto del deber, han
hecho por el feminismo, mucho más que todas las cómodas predicaciones de las
doctoras ociosas.[22]
Estas mujeres seguían trabajando y cumpliendo su función
asignada por el capitalismo patriarcal mientras las obreras se manifestaban en
las calles, liberaban a sus maridos y compañeros, hacían grandes esfuerzos para
mantener las medidas de lucha y eran reprimidas, encarceladas y asesinadas por
las fuerzas represivas defendiendo sus intereses de clase. Las empleadas de las
grandes tiendas, las telefonistas, etc., identificadas con la cultura burguesa,
no poseían una conciencia obrera femenina (Norando,
2017a) y seguían trabajando, aunque sus propios intereses como trabajadoras se
vieran afectados.
Las acciones de las mujeres de la clase obrera generizada, las redes de sociabilidad encarnadas en los
barrios de Nueva Pompeya, Soldati, Parque Patricios,
etc., hicieron que, al momento del conflicto saliera a la luz una amplia
solidaridad, una solidaridad que había sido construida con los años, con las
experiencias de resistencia, una cultura de la resistencia que, ante la
violencia del Estado y de la patronal, de hecho se
hiciera más fuerte. Fue contra esta solidaridad que los empresarios
reaccionaron militarizando los barrios y cometiendo crímenes, hasta que sucedió
un hecho que la población de Nueva Pompeya no perdonó, el día 7 de enero:
A las 3:30 de la tarde los huelguistas se hallaban
repartidos en las calles. En esos momentos los conductores que pasaron por
donde estaban los huelguistas comenzaron a hacer fuego contra estos, sin que
pudieran defenderse, pues no previeron semejante actitud. El tiroteo fue
secundado nutridamente por las fuerzas de policía en una fábrica de tejidos,
sembrando el terror, entre los huelguistas y los transeúntes que corrían
despavoridos.[23]
El episodio duró tres horas y el saldo fue de cuatro
muertos y 40 heridos, todos de las filas obreras. Se puede afirmar que fue un
ataque planificado por las fuerzas del Estado y la patronal, comenta La Vanguardia: “Aunque el principio de las sucesivas
descargas fue ocasionado por un choque entre huelguistas y crumiros,
lo que ocurrió a continuación autoriza a pensar que la policía obraba de
acuerdo a un plan preparado para hacer escarmiento a la población por las
simpatías que demuestra hacia los obreros y someterla al terror.”[24]
Estas palabras pueden abrir la reflexión sobre la
solidaridad de la población del barrio de Nueva Pompeya con los huelguistas,
que obedece a relaciones construidas con el tiempo y a una cultura compartida
donde la sociabilidad de las mujeres y los constructos de género tienen una
importancia fundamental.
Otro punto importante de enfrentamientos fue Almagro, y
distintos disturbios también se producen al final del recorrido del trayecto
hasta la Chacarita, donde se iba a dar sepultura a
los muertos del día 7, siendo el más importante el tiroteo alrededor de la
comisaría 21 (Bilsky, 1984). A las 19:00 horas el
cortejo entra en el cementerio. “Solamente uno o dos representantes obreros
habían hecho uso de la palabra, cuando sin razón aparente, la tropa que rodeaba
el cementerio comienza a descargar sus armas sobre el gentío allí reunido
provocando una nueva matanza. Los féretros quedarán sobre sus tumbas, sin
recibir sepultura” (Bilsky, 1984, p. 72). Como consecuencia
el saldo fue de 20 muertos y varias decenas de heridos. Luego de estos
episodios la escalada represiva fue en ascenso, al igual que el poder de
resistencia del pueblo, que se venía gestando en su propia cultura, como he
planteado. A partir de aquí, una semana de violencia inusitada hacia la clase
obrera que además se combinó con un pogrom
hacia la población judeo-eslava.
Durante el recorrido del cortejo se sucedió la represión
hacia los manifestantes. Al pasar por los establecimientos Vasena,
desde los talleres se abre fuego contra los manifestantes, lo que provocó
varios heridos:
El oficial y los agentes desnudaron sus revólveres e
hicieron fuego sobre los obreros, quienes pudieron repeler la agresión […] los
vecinos de los alrededores fueron sorprendidos por un intenso tiroteo que duró
más de quince minutos. Testigos presenciales a los que recurrimos aseguran que
partieron los disparos desde los altos y desde las ventanas de los talleres Vasena. La prueba está en el número de heridos en los muslos,
piernas y pies.[25]
La resistencia del pueblo obrero de la ciudad de Buenos
Aires da cuenta de la cercanía construida en lugares de esparcimiento como
bares, plazas, clubes, y en comercios frecuentados especialmente por mujeres
como almacenes, comercios al por menor, etc., adonde se van construyendo
relaciones estrechas entre los trabajadores y los vecinos de los barrios en
general. “Fue casi total el cierre de las casas de comercio. […] El radio
presentaba ayer características sólo comparables a los periodos revolucionarios
pues todas las casas mayoristas y comercios en general permanecieron
clausurados y sin movimiento en el interior.”[26] Estos
lazos salen a la luz a la hora de los conflictos.
Respecto a los constructos de género, se puede contemplar
que las mujeres de la clase obrera adoptan un papel activo en lo que respecta a
la defensa de sus intereses, más allá de los mandatos de género burgueses y
patriarcales: se enfrentan a los carneros. O no se encuentran en sus hogares
reproduciendo la vida, o el trabajo doméstico se encuentra al servicio de la
militancia sistemática contra los patrones y el Estado. Esto forma parte de una
cultura de la resistencia de la clase obrera generizada
en la cual las mujeres se apropian de sus funciones tradicionales, pero
invierten sus fines. Así, en vez de permanecer en la vida privada en su función
de producir y reproducir mano de obra –el capital humano, base del sistema
capitalista– salen a la calle, liberan a los presos políticos, y en este
apropiarse de lo público también le dan otro significado al trabajo doméstico
del cuidado: curan a un militante anarquista, consiguen víveres para sostener
las medidas de fuerza, esconden a heridos y muertos para que no se los
identifique, y al mismo tiempo se hacen cargo de curarlos y enterrarlos, entre
otras tareas. Entonces, además de salir a las calles a desafiar los mandatos
establecidos, le dan a sus papeles tradicionales una
nueva finalidad.
A modo de cierre
He llevado adelante una pesquisa
sobre un acontecimiento fundamental para la clase obrera argentina que ha sido
estudiado en diversas investigaciones. Lo que me propuse fue una mirada sobre
la “Semana Trágica” desde la historia social y los estudios de género, camino
que no había sido transitado. Pretendí mostrar cómo estos acontecimientos
fueron fruto de una historia, de una cultura, de una experiencia donde no se
puede separar la clase del género. Por lo tanto, los he analizado utilizando la
categoría de clase social generizada.
La misma permite comprender el papel de las mujeres en esa cultura
obrera que he definido como cultura de la resistencia
y que está compuesta por una serie de nociones de lo justo, demandas por
derechos y de acciones que tienen como base la lucha contra el capital, pero
también redes de sociabilidad y de solidaridad establecidas a nivel
territorial, barrial, no sólo entre trabajadores propiamente dichos, sino
también entre pequeños comerciantes, profesionales, etcétera.
La conciencia obrera femenina
(noción que he definido y analizado en otros trabajos) es fundamental a la hora
de constituir esa cultura de la resistencia; las mujeres de la clase obrera
entablan lazos a nivel barrial que son fundamentales para establecer la
solidaridad a la hora de los conflictos. Una conclusión fundamental de este
trabajo es que, en los conflictos contra el capital, se invierten los roles de
género de las mujeres obreras: ellas salen a las calles a pelear por su interés
de clase generizada y sus tareas domésticas quedan en
segundo plano o sirven a la lucha. Se manifiestan en las plazas, se organizan
para liberar a sus familiares y compañeros de la cárcel, para curar a los
heridos, para conseguir enseres y alimentos. Si bien algunas de estas tareas se
relacionan con sus funciones “naturales”, están revertidas porque el objetivo
no es reproducir la vida privada de la familia, sino que es un objetivo
político.
Quedan muchos interrogantes por resolver. Luego de
semejante manifestación de resistencia, sobre todo en los barrios de Nueva
Pompeya, Parque Patricios y Soldati, luego de tan
estrecha solidaridad, ¿cómo fue el camino recorrido en la década de los veinte
por esta población obrera? Por las fuentes consultadas sé que las trabajadoras
de las fábricas textiles de la zona han tenido un gran protagonismo en los
acontecimientos de la “Semana Trágica”, ¿qué camino ha recorrido su
participación en los conflictos de la década siguiente? Se sabe por estudios
anteriores que la década de los veinte es un periodo de descenso de los
conflictos obreros, en este contexto, ¿la cultura obrera de la resistencia se
profundiza o se debilita?
Son todos interrogantes que quedan abiertos para una
investigación mucho más amplia y que también involucre a la participación de
las corrientes de izquierda en estos procesos, siempre teniendo en cuenta que
la perspectiva debe complejizar la mirada al incluir las relaciones de género
en la historia de los trabajadores o, más bien, la historia del movimiento obrero
ya no debe estudiarse más tal como se ha hecho, sino que debe estudiarse una
historia del movimiento obrero generizado.
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* “Generizada” o “Generizado”,
son neologismos, es un adjetivo que utilizo para marcar que algo contiene a
hombres y mujeres y/o también nociones específicas de género. Por lo tanto, se
incorpora el análisis de las diferencias entre varones y mujeres y las nociones
de género que subyacen para poder llegar a conclusiones más fidedignas. Por ejemplo ideé el concepto de “clase social generizada” (Norando, 2019)
porque las clases sociales contienen a hombres y mujeres y si se analiza un
episodio utilizando el concepto “clase social” a secas, se lo está utilizando
en el sentido masculino, porque el análisis de clase marxista tradicional es un
análisis masculinizado, no se considera el trabajo doméstico como un trabajo
que hacen las mujeres y que forma parte de su explotación específica por el
capitalismo patriarcal. Utilizando el concepto “clase social generizada” estoy incorporando las diferencias entre la
explotación de los varones y la explotación de las mujeres, esta última es muy
distinta y rinde más plusvalor al capital (Norando, 2019) Esto no quiere decir que me distancie del
Materialismo Dialéctico, lo que quiere decir es que mi método es el
Materialismo Dialéctico Feminista (Norando, 2019).
[1] Diario argentino de circulación nacional. Líder en el pensamiento
liberal-conservador, fundado por el expresidente Bartolomé Mitre. Su primer
número salió el 4 de enero de 1870 y sigue publicándose hasta la actualidad.
[2] Nueva Pompeya era un barrio obrero ubicado al sur de la Capital Federal.
[3] “Agitación obrera”, La Nación, 8 de enero de
1919, p. 8.
[4] Tercer Censo Nacional (1917, t. VII, p. 14).
[5] “Agitación obrera”, La Nación, 8 de enero de
1919.
[6] “Gremialismo patronal”, La Vanguardia,
18 de mayo de 1918
[7] “Huelga en la casa Vasena”, La
Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.
[8] “Huelga en los establecimientos Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.
[9] “Huelga en los establecimientos Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.
[10] “Huelga en los establecimientos de Vasena”, La Vanguardia, 3 de diciembre de 1918.
[11] “Agitación obrera. La huelga de los metalúrgicos. El choque sangriento de
ayer”, La Nación, 8 de enero de 1919.
[12] “Huelga de la casa Vasena”, La Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.
[13] “Huelga de la casa Vasena”, La
Vanguardia, 5 de diciembre de 1918.
[14] “En defensa del orden. La Guardia Cívica”, La Nación,
16 de enero de 1919.
[15] Pedro Wald, cuya novela Pesadilla
es una de mis fuentes principales, fue víctima del pogrom que se llevó a cabo durante la Semana
Trágica. Pero no sólo eso, sino que además fue acusado de pertenecer a una
organización ruso-uruguaya-argentina, que estaría planeando la toma del poder
en la Argentina y la implantación de una República Soviética en la región, y de
ser el presidente de dicha república. Se lo detuvo junto a su novia, Rosa Waintein, y a otros dos judíos a quienes acusaban de ser el
jefe de policía y el ministro del Interior de la República Soviética de la Argentina.
[16] “Por la libertad de un preso”, La Protesta, 10
de enero de 1919.
[17] “Día de intranquilidad. Agitación obrera”, La Prensa,
10 de enero de 1919.
[18] “El sepelio de las víctimas”, La Razón, 9 de
enero de 1919.
[19] “Los incidentes de anoche en Plaza Congreso”, La
Protesta, 11 de enero de 1919.
[20] “Aspecto de la ciudad”, La Nación, 14 de enero
de 1919,
[21] “Los muertos”, La Nación, 8 de enero de 1919.
[22] La Nación, 13 de enero
de 1919, pp. 6, 7.
[23] “Noticias de policía. La huelga en la casa Vasena”,
La Prensa, 8 de enero de 1919.
[24] “La huelga en la casa Vasena. Choque sangriento
entre los obreros y la policía”, La Vanguardia, 8
de enero de 1919.
[25] “Unánime protesta del pueblo de la capital. Los tiroteos”, La Vanguardia, 10 de enero de 1919.
[26] “Cierre general del comercio”, La
Prensa, 11 de enero de 1919