10.18234/secuencia.v0i104.1601
Dossier
Historia del sifilítico marido
de una feminista
History of the Syphilitic Husband of a Feminist
Ana Lidia García Peña,1 https://orcid.org/0000-0002-1022-9007
1Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de México, México,
analidiag@prodigy.net.mx
Resumen:
Historia de las etapas de subjetivación de Rafael Montes
de Oca (1863-ca. 1930) quien estuvo enfermo de sífilis
por más de 30 años y no obstante la marginación de ser condenado como
“sifilítico degenerado” por las políticas higienistas de la época, logró
aplicar las tecnologías del yo, según los planteamientos de Michel Foucault, y
vivió distintos procesos de subjetivación procesual al redefinir su identidad,
cuidar de sí mismo, casarse y convertirse en artista según el “Nuevo paradigma
estético” de Felix Gauttari.
En otro proceso de transformación, después de diez años de ser esposa-enfermera
del sifilítico, María Ríos Cárdenas se convirtió en una famosa feminista
durante su divorcio. Esta historia de subjetivación no sólo explica cómo un
individuo confrontó las políticas de salud pública del porfiriato
y la posrevolución, sino que también establece conexiones entre los cambios de
una vida personal y las transformaciones en la vida pública de México.
Palabras clave: subjetivación procesual; sífilis; higienismo;
divorcio; feminismo.
Abstract:
History of the stages of subjectivization of Rafael Montes de Oca (1863-ca. 1930) who suffered from syphilis
for over 30 years and despite the marginalization of being condemned as “degenerated syphilitic” by the hygienist
policies of the time, managed to apply the technologies of the self, according
to the approaches of Michel
Foucault, and experienced various
processes of procedural subjectivization
by redefining his identity, taking
care of himself, getting married and becoming an artist
according to Felix Gauttari’s “New aesthetic paradigm”. In another process of transformation, after ten years of being the nurse-wife of a syphilitic, María Ríos
Cárdenas became a famous feminist during her divorce. This
history of subjectivization
not only explains how an
individual confronted the public health policies
of the Porfiriato and the post revolution, but also establishes
connections between changes in a personal life and the transformations of public life in Mexico.
Key words: procedural subjectivization; syphilis; hygienism; divorce; feminism.
Fecha de recepción: 30 de marzo de 2018 Fecha de
aceptación: 14 de febrero de 2019
Esta es la historia de un enfermo de sífilis en la ciudad
de México cuya vida adulta la vivió en el tránsito de la moderada política
higienista del porfiriato a la más agresiva de la
posrevolución, cuando en los años veinte sucedieron las campañas antivenéreas
más radicales en la historia de la salud pública de México. Lo relevante del
caso no es sólo porque Rafael Montes de Oca (1863-ca.
1930), nuestro personaje central, estuvo enfermo de sífilis por casi 30 años,
sino porque además fue el marido de una de las feministas más connotadas de la
época: María Ríos Cárdenas, fundadora y directora de la revista Mujer. Periódico Independiente para la Elevación Moral e
Intelectual de la Mujer (publicado entre 1926 y 1929). Aunque no
conocemos apuntes ni diarios personales de Rafael que probablemente nos
permitirían constatar los interminables sufrimientos que padeció con una
enfermedad tan prolongada como devastadora moral y físicamente, sí tuvimos
acceso a su juicio de divorcio entre 1928 y 1930; sus distintos documentos
notariales y testamentarios de entre 1922 y 1928; la prensa de la época, y
múltiples publicaciones de María Ríos Cárdenas, y la ficha curricular de esta,
en los expedientes escolares de 1918 a 1956 de la la
Universidad Nacional.1 A través de todas estas
fuentes pudimos ir conociendo, parcialmente, cada una de las etapas de su
doloroso padecer y de cómo logró reconstruir su persona y, sobre todo, proponer
una subjetivación reivindicativa no solamente en oposición y confrontación al
agresivo discurso médico y político sino, incluso, ir más allá y tratar de
redefinir su identidad según la explicación del paradigma estético guattariano.
Esta historia del proceso de subjetivación de Rafael
Montes de Oca se analizará a partir de las teorías de las tecnologías del yo de
Michel Foucault y el paradigma estético de Felix
Guattari.2 Son varios círculos
explicativos que se irán ampliando, en el centro está el conocimiento médico de
finales del siglo xix y principios del xx cuyo nuevo paradigma bacteriológico cambió por
completo la concepción de una de las enfermedades venéreas más temidas a lo
largo de los siglos: la sífilis. El siguiente círculo se compondrá de las
agresivas campañas antivenéreas de principios del siglo xx,
desarrolladas en el contexto de la política de salud pública posrevolucionaria
llamada “dictadura sanitaria” –categoría utilizada por la prensa de la época–, y
que no sólo fueron invasivas de la vida privada de las personas, sino que
estigmatizaron a los sifilíticos como la peor decadencia de la civilización.3 El tercer y último círculo,
que abarca a los otros dos, se centrará en el cambiante proceso de
subjetivación de Rafael Montes de Oca quien, a partir del diagnóstico de
sífilis que contrajo a principios de siglo, desarrolló distintas tecnologías
del yo en las que buscó transformar la identidad de un “sifilítico degenerado”
que le impuso la política higienista en varios procesos del cuidado de sí mismo
y que concluyeron en su propio paradigma estético. Entonces los círculos
concéntricos coinciden: los complejos saberes de la medicina bacteriológica del
porfiriato; las sofisticadas estructuras de poder de
la dictadura sanitaria, las campañas antivenéreas de la posrevolución y la
compleja experiencia vital de Rafael. Se trata de contraponer las formas de gubernamentalidad higienistas de la época y las tecnologías
de dominación que objetivaron los cuerpos de los sifilíticos como causantes del
desorden social, la historia de la subjetivación reivindicativa de Rafael, cuyo
caso particular demuestra la poca eficacia de los mecanismos de control
antivenéreo de esos años.
Rafael contrajo sífilis en los primeros años del cambio
de siglo, cuando contaba con casi 40 años de edad y desde entonces se fue
planteando distintas disyuntivas de ¿qué hacer de sí mismo?, y ¿qué trabajo
llevar a cabo sobre sí mismo? Y en la búsqueda de respuestas se fue modificando
y construyendo nuevos mecanismos de autoafirmación. A pesar de la sífilis, o
bien gracias a la sífilis, Rafael pudo aplicar distintas tecnologías del yo y
entender reflexivamente su dolida alma, resignificando su identidad y su propio
cuidado (Foucault, 2008, p. 58). En este texto no buscamos explicar la historia
de la patología o la profilaxis de la sífilis sino la experiencia subjetiva,
personal y única de un sifilítico. Dado que nos adentraremos en la vida privada
e íntima de Rafael con información muy valiosa, pero con lagunas en algunos
aspectos, la historia será integrada con las “posibilidades históricas” en el
sentido propuesto por Carlo Ginzburg (2010, pp.
433-465), que se refieren a imaginaciones históricas sólidamente ancladas en
las voces del pasado, gracias a que se profundiza en la investigación y en su
contexto, entonces, se plantean posibilidades verosímiles.
El joven Rafael ignora
la discreta Campaña Antivenérea
La primera etapa del proceso de
subjetivación se desarrolla durante la juventud de Rafael Montes de Oca, quien
nació en Jalapa, Veracruz, en 1863, de cuyos padres probablemente heredó
propiedades, o bien, construyó su patrimonio mediante negocios exitosos,
acumulando riquezas; lo que si es un hecho, es que
decidió permanecer soltero durante muchas décadas, a pesar de haber procreado
un hijo natural.4 En algún momento de su vida
se trasladó a la ciudad de México y durante el cambio de siglo contrajo la
enfermedad de la sífilis.5
En 1914 el discurso del médico Diego Carbonell en la Escuela de Medicina
consideraba que los jóvenes infectados de sífilis habían tenido una vida
mundana y vigorosa, por lo que su contagio era producto de haber bebido en las
fuentes del amor impuro (Estrada, 2007, p. 46). Así que, según el contexto
cultural de la época, muy probablemente Rafael, después de entregarse a los
brazos de las meretrices y el comercio sexual, terminó por contagiarse con la
bacteria llamada Spirochaeta pallida, causante de la
sífilis.6
En esos años Rafael, posiblemente, se reconoció en sus
actos sexuales y placeres que vivió con meretrices quienes satisfacían sus
deseos, a pesar de todo el discurso moralista de la época. Era un empresario
con fortuna y propiedades, prestamista de compañías como el Palacio de Hierro y
el Banco de Francia en México, con bienes inmuebles en las colonias San Rafael,
San Ángel y la Roma y propietario de una industria de plumaje; así que sus
actividades económicas lo llevaron siempre a buscar el negocio provechoso y el
oneroso préstamo hipotecario con intereses anuales superiores al 18 por ciento.7
En su juicio de divorcio se señala que Rafael Montes de
Oca contrajo la sífilis entre 1900 y 19058
–es muy probable que la fecha exacta de su contagio ni él mismo la supiera, ya
que históricamente la sífilis ha sido considerada una enfermedad “insidiosa”
que sabe ocultarse y que en sus inicios con frecuencia pasa inadvertida–
(Turnes, 2007, p. 14).9 De cualquier manera, Rafael
se mantuvo soltero hasta los 55 años, no sabemos si por amor a la libertad o
porque ya estaba enfermo y no se atrevía a contraer matrimonio, sabiendo toda
la carga moral con la que se condenaba a los sifilíticos y se les impedía
contraer nupcias (Estrada, 2007, p. 45). En 1900, el doctor Porfirio Parra
definió a la sífilis como la enfermedad más destructora, repugnante y cruel que
afligía a la humanidad, por lo que se insistía en la “castidad higiénica”.10 La máxima que repetían los
galenos era: “A menor número de coitos, menores probabilidades de inoculación”
(Lavalle, 1911, p. 57).
No obstante el discurso
moralista-higiénico, en las postrimerías del porfiriato
las campañas antivenéreas todavía eran parcialmente silenciosas y se centraban
en la reglamentación y la persecución de la prostitución y la educación del
público en general. En particular la existencia de hombres infectados de
sífilis se escondía en la difusa y polémica bruma del secreto médico, lo que
significó una escasa persecución del hombre sifilítico (Natividad, 2016, p.
96).
Por lo que en el contexto de la última época del higienismo moderado del porfiriato
Rafael vivió su primera etapa de sífilis: en su cuerpo seguramente sufrió lo
que la medicina de la época llamaba la “aparición del chancro después del coito
infectante” (González, 1906, p. 447). Sin embargo, para la población en general
era en realidad poca cosa: una llaguita que acompañaba alguna glándula cercana.
El médico Suárez (1917) decía que “en numerosos casos los enfermos lo
consideran como un simple grano, como una grieta, una escoriación
insignificante, que a veces pasa inadvertida” (p. 747).
Según la sintomatología de la enfermedad en la época,
después de tres meses de la primera manifestación, Rafael, al igual que todos
los contagiados que no se atendieron oportunamente, pasaron a la segunda etapa
de la sífilis o periodo secundario. Algunos de los síntomas que manifestaban
los infectados eran: erupciones cutáneas principalmente en boca y genitales,
dolores de cabeza y en articulaciones y huesos, además de algunas neuralgias y
perturbaciones nerviosas. De cualquier manera, no eran tan graves para los
enfermos de aquellos años pues todavía eran curables. Los galenos decían que lo
más importante de esa segunda etapa era el contagio al tercero (Suárez, 1917,
p. 742).
Durante todos esos primeros años de su enfermedad,
posiblemente Rafael abrigó las esperanzas de sanar y buscó incansablemente la
ayuda de galenos. Pero, ¿cómo experimentó toda esta etapa de su vida?, ¿acaso
manifestó una constante lamentación por desobedecer el mandato y haber
violentado la norma del “no” a los amores lascivos?, o tal vez ¿tuvo periodos
muy prologados de latencia de la enfermedad, permitiéndole llevar una vida
aparentemente normal e ignorar la esporádica sintomatología de su cuerpo? De
cualquier manera, la enfermedad siguió avanzando y Rafael tuvo que buscar
nuevas opciones.
Alifafes y Dolames le llamaron
al orden, y entonces acordó casarse11
Con el cambio de siglo, Rafael
fue testigo de las últimas etapas de la tradicional política higiénica y vivió
en carne propia los primeros pasos de la moderna y agresiva política de salud
pública. Uno de los más importantes modos de objetivación de este nuevo saber
médico y político fue el Instituto Bacteriológico Nacional creado en 1905 y que
permitió difundir ampliamente el nuevo paradigma médico de la bacteriología y
la “Teoría del germen” (Carrillo, 2002, pp. 17, 21; Vera Bolaños y Pimienta
Lastra, 2001).12
Los inicios de la bacteriología fueron muy importantes
para la historia de la sífilis, pues su detección en México se comenzó a
realizar de una manera mucho más precisa y, desde fechas muy tempranas como
1905 y 1906, se utilizaron los estudios de laboratorio médico de microbiología,
que emplearon el procedimiento del suero-reacción biológica de Wasserman para
detectar la bacteria específica de la sífilis. A partir de esos años, el
diagnóstico ya no sólo dependía del criterio subjetivo y clínico del médico,
sino también de los análisis de laboratorio (Otero, 1910, p. 163; Raso, 1919,
p. 19).
Al tiempo del cambio de paradigma con la bacteriología,
las campañas antisifilíticas como las de 1908 y la de 1918 fueron cada vez más
agresivas, al definir a la sífilis como una verdadera plaga social y peligro
colectivo. Se trató de imponer una vigilancia médica forzosa para todos los
sifilíticos y la práctica de que ningún paciente podía negarse a recibir
atención médica, pues de lo contrario sería denunciado ante las autoridades
sanitarias y las corporaciones de vigilancia del Consejo de Salubridad como la
Sociedad Mexicana Sanitaria y Moral de Profilaxis de las Enfermedades Venéreas
(Suárez, 1917, p. 747). También se implementaron nuevas estrategias como la de
reformar los códigos tanto civiles como sanitarios y publicar en la prensa
boletines de salud; establecer por primera vez la presentación de certificados
médicos de buena salud como requisito, no obligatorio, para contraer matrimonio
(Carrillo, 2010, pp. 65-68). Todas estas acciones terminaron con la vieja
tradición del secreto médico de mantener la secrecía para proteger la vida
privada de los varones infectados; y en las modernas clínicas o departamentos
antivenéreos de los nosocomios como el Hospital General o el Militar lo que
menos importó fue la discreción y el ocultamiento.
Durante esos años de las campañas antisifilíticas,
cambiamos la explicación según el círculo concéntrico y revisamos la
experiencia vital de Rafael, ¿cómo construyó alivio para su cuerpo enfermo y
logró enfrentar el rechazo social y cultural de las campañas?, ¿qué hizo consigo
mismo para seguir viviendo? Es un hecho que no se derrotó, sino que buscó
nuevos sentidos a su vida y cuidó de sí mismo a través de un matrimonio
concertado con una humilde enfermera.
Hacia mediados de la segunda década del siglo xx la sífilis de Rafael avanzó hacia la tercera etapa,
la más agresiva y dolorosa de todas. En ese momento, ya no funcionaban las
curaciones que se hacía en su domicilio particular, por lo que a partir de 1917
–según se refiere en el juicio de divorcio–, comenzó a acudir a las
instalaciones del Hospital Médico Militar de Instrucción, en particular a la
Clínica de Enfermedades Venero-Sifilítica creada en 1892 y que albergaba la
Escuela Médico Militar, especializada en la práctica quirúrgica y el
tratamiento de la sífilis (Moreno Guzmán, 2016, 2017). No deja de ser atípico
que un ricachón del nivel de Montes de Oca asistiera a la institución del
Hospital Militar, ya que en esos años las personas de cierto poder adquisitivo
no atendían sus enfermedades en los hospitales, normalmente se trataban en la
comodidad de sus domicilios particulares. Además, hay que considerar que en
dicho nosocomio se atendían a los militares infectados de sífilis que, según
las investigaciones de Carrillo (2010, p. 729) representaban una verdadera
crisis epidemiológica entre los miembros del cuerpo castrense hasta llegar a
representar la tercera parte de los efectivos.
Aunque desconocemos las razones por las cuales comenzó a
curarse en el Hospital Militar, es un hecho que en dicho nosocomio recibió los
servicios médicos del doctor Alfonso Jiménez O’Farril –según se refiere en el
juicio de divorcio–, facultativo que lo siguió tratando durante muchos años,
hasta 1928. La presencia del doctor O’Farril en la vida de Rafael fue muy
importante no sólo porque lo atendió con destreza, sino porque también tuvo
como enfermera asistente a María Ríos Cárdenas, así que dicho médico fungió
como una especie de Celestino que presentó al sifilítico con la enfermera.13
María Ríos Cárdenas era una provinciana que desde muy
joven llegó a la ciudad de México, y con muchos esfuerzos logró formarse como
enfermera en el Hospital General entre 1914 y 1918. Cuando por fin consiguió su
título de primer nivel en marzo de 1918 fue mandada en comisión a la Clínica de
Enfermedades Venero-Sifilítica del Hospital Militar. Para María fue una
verdadera oportunidad su traslado a dicho nosocomio pues duplicó su salario de
1.50 pesos diarios que ganaba en el Hospital General a tres pesos en el Militar.14 Vale la pena señalar que,
en la época, la profesión de las enfermeras era mal vista y se consideraba que
realizaban labores similares a las de sirvientas (Torres Barrea y
Zambrano-Lizárraga, 2010; Villeda García, Rodríguez-González y Córdova-Ávila,
2010), por lo que la vida para María no fue nada fácil. Pero Ríos Cárdenas sólo
duró en dicho puesto menos de tres meses, pues el 18 de junio del mismo año
presentó su renuncia y diez días después contrajo matrimonio civil con Rafael.
Fue una boda sencilla en la populosa colonia Guerrero, donde vivía María Ríos,
incluso los testigos fueron sus vecinos circunstanciales, pues según
información del acta de matrimonio, dos de ellos vivían en una calle aledaña y
pernoctaban en los dormitorios públicos del Estanco de Mujeres.15
Diez años después de este matrimonio, la fama pública de
María Ríos como una feminista destacada provocó que un periodista de La Prensa publicara una versión romántica de cómo sucedió
la boda, en el texto que subtituló “Dejó su profesión por el hogar y éste fue
un calvario”:
Allá, cuando las huestes constitucionalistas eran dueñas
y señoras de la metrópoli, se iniciaron los amores, por demás románticos, de
una enfermera del Hospital Militar y un acaudalado señor que rebozaba de
juventud y energías. Este se prendó locamente de aquella muchacha que salía
diariamente del hospital, ubicado en el Cacahuatal y
todas las compañeras de ella supieron de aquellos amores que hace 11 años
terminaron en el altar y en las oficinas del Juez del registro Civil, quien
sancionó el enlace en el domicilio de ella, 181 de las calles de la Mosqueta.
La señorita María Ríos Cárdenas y el señor Rafael Montes de Oca, eran esposos ante
la ley, a las siete de la noche del 29 de junio de 1918.16
Aunque el periódico La Prensa
quiso dibujar una relación romántica en la que la joven provinciana se dejó
deslumbrar por el ricachón capitalino, lo que muy probablemente sucedió fue un
arreglo material entre el acaudalado Montes de Oca y la enfermera María Ríos
Cárdenas. La revisión del juicio de divorcio y los archivos Histórico de
Notarías de la Ciudad de México y el Histórico de la unam nos corroboran la hipótesis de que el
matrimonio fue un acuerdo monetario en el que la enfermera especializada en
cuidados de sifilíticos se comprometía a cuidar al enfermo a cambio de
importantes beneficios como el traslado de dominio de ciertas propiedades; el
traspaso a su nombre de la propiedad de una industria de plumaje; y la
posibilidad de estudiar una carrera profesional en la Universidad de México.
Después de su matrimonio en junio de 1918, a los dos meses, en agosto, María
comenzó la carrera de Profesora de Lengua y Literatura Castellana en la Escuela
de Altos Estudios de la Universidad de México, misma que concluyó en 1920 y
luego realizó sus primeros ensayos como periodista.17
Cuando Rafael y María se casaron en 1918 él tenía 55 años
y ella 27, y lo celebraron bajo los lineamientos que establecían los artículos
1º y 17 de la moderna Ley sobre Relaciones Familiares decretada por Venustiano
Carranza en 1917, entre cuyos requisitos estaba el certificado médico de buena
salud, que más bien era facultativo y no obligatorio, pues sólo se fundamentaba
en la “protesta de decir verdad de que los pretendientes no tienen impedimento
para celebrar matrimonio” (Carranza, 1917, p. 9). Aunque en la campaña
antisifilítica de 1918 se señalaba que el Consejo Superior de Salubridad
revisaría que los jueces del registro civil respetaran el mandato de exigir a
los solicitantes de matrimonio “las pruebas fehacientes de estar indemnes de la
avería”.18
De cualquier manera, Rafael presentó un falso certificado
médico de buena salud emitido por el médico Pérez Amador, practicante del
Hospital Militar, quien por cierto también fue testigo de su boda y era vecino
de María. Ya fuese por el desorden que había dejado la fase más combativa de la
revolución mexicana, o porque apenas comenzaba a operar el Departamento de
Salubridad Pública, pero lo cierto es que los certificados médicos prenupciales
apenas si se usaban.19 Es importante resaltar que
sólo se presentó el certificado médico de Rafael Montes, pues al parecer el de
María Ríos no fue necesario. En la condena social contra la sífilis para el
ámbito familiar, la carga moral recaía básicamente sobre el varón, pues se
sobreentendía que una novia llegaba virgen al matrimonio por lo que era menos
probable que padeciera alguna enfermedad de transmisión sexual.
Más allá de considerar al certificado médico de buena
salud de Rafael como un documento falso o un acto de corrupción emitido por un
practicante médico y amigo personal de los novios, es pertinente considerarlo
como la abierta confrontación que realizó un sifilítico en contra de la
creciente y agresiva política antivenérea del gobierno, pues logró poner en
entredicho el supuesto valor objetivo del documento. Fue un verdadero acto de
autoafirmación en su subjetivación procesual. Además, el matrimonio del
sifilítico con la enfermera no fue para cumplir los objetivos que establecía el
Estado de difundir una procreación sana cuyos hijos fuertes y saludables
mejorarían la raza, sino para fines personales muy distintos.
En esta lógica, el acto de afirmación que realizó Rafael
fue casarse aun siendo sifilítico, construyéndose al mismo tiempo un futuro
para gobernarse por sí mismo. De alguna manera, realizó el acto simbólico de la
posesión de una mujer, pero no para tener sexo con ella o buscar la procreación,
sino que se buscó su propia enfermera especializada para que lo cuidara en
forma privada y ya no tener que ir a la sala de sifilíticos del Hospital
Militar de Instrucción y exponerse a las miradas inquisitivas de los demás.
Rafael logró construir un cuidado intermedio entre el brindado por los
especialistas hospitalarios, pero lejanos emocionalmente y el familiar, cercano
emocionalmente pero poco especializado. Con su esposa-enfermera logró conciliar
ambos cuidados, el emocional y el de una profesional especializada en cuidados
venéreos. El cuento “feminista” de la famosa escritora española Emilia Pardo,
de 1908, cuya cita incluimos en el título del subtema, nos demuestra que era
una práctica reconocida en la cultura hispanoamericana el que los hombres ricos
y enfermos buscaran una “esposa enfermerita” para que los cuidara (Pardo, 1909,
pp. 49-51).
A cambio de los esmerados y profesionales servicios de
enfermería que prestaba, María comenzó a vivir como una señora propietaria,
algo que su raquítico sueldo de enfermera nunca le hubiera permitido. Pero el
matrimonio no sólo fue en beneficio de María, sino que también Rafael comenzó a
cambiar sus ocupaciones y dedicó mucho más tiempo al cuidado de sí mismo. Si en
su acta de matrimonio de 1918 Rafael firmó como “industrial” porque en aquella
época él administraba su empresa de plumaje, después de 1920 en sus documentos
notariales comenzó a firmar solamente como “comerciante” y María pasó a ser la
propietaria de la empresa de plumaje.20
Así que un segundo acto de cuidado de sí que realizó Rafael fue dejar el
desgaste cotidiano de dirigir una empresa, y entre 1920 y 1926 se dedicó sólo a
actividades de prestamista que seguramente le dejaron más tiempo para redefinir
su identidad desde un mayor cuidado de sí mismo.
Durante los años de matrimonio, de 1918 a 1927, la
sífilis terciaria de Rafael entró a su peor etapa. Su médico de cabecera, el
doctor Alfonso Jiménez O’Farril –quien emitió un certificado médico durante su
juicio de divorcio en 1928–, describió con un lenguaje frío y descarnado la
precisa historia sifilítica de Rafael Montes de Oca,
El médico cirujano que suscribe, legalmente autorizado
para ejercer su profesión, certifica: que hace
varios años (unos seis) [1922] presté mis servicios profesionales al señor rafael
montes de oca en su domicilio de la Plaza de Santiago. En dicha época el
señor Montes de Oca, presentaba ya signos y síntomas característicos avanzados y inconfundibles de una infección luética en su tercer
periodo (Sífilis cerebro espinal) padecimiento cuyo principio databa por lo
menos de veinte años [1902], más o menos. (Reacción positiva de Wasserman.
Reacciones positivas en líquido cefalo raquideo, etc. Abolición de reflejos) Es decir, presentaban
el último periodo de su padecimiento. Fue sujetado a inyecciones
intrarraquídeas de suero mercurializado de caballo,
aplicaciones de Neo Salvarsan en dosis progresivas e
inyecciones de sales de bismuto (Quimby). Estas
últimas inyecciones fueron aplicadas por su esposa a quien recomendé lo hicera por haberla conocido como enfermera de la Sala de
Venero Sífilis del Hospital Militar de Instrucción, Practicante de dicho
Hospital. [Dr. Alfonso Jiménez O’Farril].21
De un plumazo, el doctor O’Farril le impuso a Rafael el
dictamen de estar viviendo el último periodo de su padecimiento y de su vida. Y
tal vez no era para menos, pues la etapa terciaria de la sífilis era descrita
con esta lastimera sintomatología en 1917:
La sífilis cerebro medular con ataxia locomotriz ataca
las funciones cerebrales y provoca: diversas parálisis, hemiplejia, paraplejia;
perturbaciones de los sentidos, perturbaciones intelectuales como delirio,
estupidez, enajenación, demencia, etc. Un sinfín de degeneraciones cuyo fin
último es la muerte. Si el paciente llega a sobrevivir queda con invalidaciones
permanentes y definitivas, parálisis y decadencia intelectual. (Suárez, 1917,
pp. 749-750).
Según las descripciones médicas de la época, las
inyecciones intrarraquídeas de suero de mercurializado
de caballo y el arsenical de Neo Salvarsán que le aplicaban a Rafael eran muy
dolorosas,22 y los efectos de dichos
medicamentos eran incluso peores que los malestares de la enfermedad debido a
su gran toxicidad, provocando abscesos, encefalitis, neuritis, miopía, anemia, toxicodermias, estomatitis, alteraciones de riñones e
hígado, alteraciones en el sistema nervioso y los sentidos, anemia, fiebres y
trastornos en la nutrición, entre muchos otros efectos.23
Por lo que podemos imaginar los continuos dolores con los que vivió Montes de
Oca esos años de su vida.
Metafóricamente hablando, a diferencia de su juventud,
cuando, probablemente, Rafael se entregó al placer y se contagió de sífilis;
ahora en su madurez, con una sífilis terciaria y agresivos tratamientos médicos
que lo imposibilitaban por mucho tiempo, tuvo que renunciar al placer sexual,
pero fue una renuncia parcial al mundo y a él mismo, “una especie de muerte
diaria”, como la llama Foucault (2008, p. 166).
Así que, según el modelo de objetivación del régimen
médico bacteriológico, Rafael ya no tenía casi ninguna posibilidad de seguir
viviendo, pero en sentido contrario a la derrota del discurso científico, él no
se entregó a la desmoralización de “ya no hay nada que hacer, más que esperar
la muerte”, sino que cuando la sífilis atrofió cada vez más y más su cuerpo,
Rafael también acentuó el cuidado de sí mismo en los términos foucaultianos y logró reinventarse una vez más.
El clímax de la subjetivación: el artista
El año de 1926 fue de una
coyuntura fundamental no sólo en la vida de Rafael Montes de Oca sino también
en la política de la salud pública del Estado mexicano cuando se instauró
plenamente lo que la prensa de la época llamó “la dictadura sanitaria” y se
estableció una dura persecución en contra de los sifilíticos a través de las
campañas antivenéreas. Revisemos ambos procesos.
En el círculo explicativo del ámbito de la política de
salud pública, los años veinte significaron un cambio radical en las acciones
de los gobiernos posrevolucionarios porque se impuso “la dictadura sanitaria”,
entendida como una nueva forma de gubernamentalidad
higienista que supuestamente enfrentaría agresivamente los problemas
colectivos. La salud pública quedó bajo el dominio absoluto de la eugenesia
médica que dio facultades ilimitadas a la Dirección de Salubridad Pública en
actividades como las inspecciones médicas generalizadas, los servicios de
higiene escolar y las múltiples campañas antivenéreas (Carrillo, 2002, p. 24).
Las nuevas tecnologías de dominación trataron de
objetivar los cuerpos de los sifilíticos como los causantes de la decadencia y
la degeneración, por lo que se crearon discursos eugenésicos para alejarlos del
matrimonio, argumentando una relación directa entre raza y patria. El Estado
debía controlar en todas sus manifestaciones la vida reproductiva de las
personas y decidir si estaban o no aptos para contraer matrimonio, así que ya
no era posible dejar al azar las uniones amorosas, pues lo más importante era
propagar una cultura de individuos sanos (Natividad, 2016, p. 91). La norma por
excelencia de este cambio discursivo fue el nuevo “Código sanitario” de 1926
que en sus artículos 129 y 131 no sólo insistió en la importancia de tener
relaciones sexuales exclusivas en el matrimonio, sino que también impuso la
persecución del secreto médico y la obligatoriedad del certificado médico de
buena salud para contraer matrimonio.24
En lo que respecta al secreto médico se intentó imponer
un control estricto sobre los médicos para que notificara a las autoridades del
estado de salud de sus pacientes anotando nombre, apellido y domicilio, y si
algún paciente abandonaba su tratamiento se debería informar al Departamento
del Consejo Superior de Salubridad.25
La información sobre los peligros de la sífilis se difundió por todos los
medios a través de pláticas, conferencias, exhibición de películas y carteles,
así como llevada a todos los sectores de la sociedad como cárceles, regimientos
militares, escuelas, mercados, vía pública, centros populares, teatros y circos
(Inauguración, 1927, pp. 162-174). En los cientos de folletos que se
imprimieron se insistía en que ya el secreto médico resultaba “una moral
inverosímil” que pretendía sacrificar inocentes para proteger culpables, era un
prejuicio –decían los folletos– permitir entrar la sífilis al hogar
argumentando decencia (Gastelum, 1926, pp. 386-390).
Finalmente, el secreto médico perdió importancia en el diagnóstico y
tratamiento de los enfermos varones.
Por lo que respecta al certificado médico de buena salud
como requisito para el matrimonio se volvió absolutamente obligatorio, pues
como señala el doctor Gastelum (1926) “ya no deberían
existir matrimonios indeseables” (p. 27), así que tanto los jueces del registro
civil como los sacerdotes de los cultos estaban obligados a exigir dichos
certificados a los contrayentes, tanto hombres como
mujeres. Además el certificado ya no era un simple
juramento de decir la verdad por parte del médico o el contrayente, sino que
debían presentarse los estudios de laboratorio de la reacción Wassermann u otra equivalente; es decir, implicaba el
análisis de sangre serológico para corroborar que no se padeciera ninguna
enfermedad venérea.
Esta práctica era difundida bajo el eslogan “sanar es eugeniezar”, buscando crear hombres y mujeres aptos para las
nuevas necesidades de la sociedad y libres de enfermedades hereditarias o
venéreas, además de la promoción de una supuesta salud moral que con prácticas
higiénicas de abstinencia los varones lograrían impedir el contagio (Natividad,
2016, p. 93). Las críticas de la prensa a esta nueva dictadura sanitaria no se
hicieron esperar y en distintos editoriales de El
Universal se insistía que el gobierno sólo estaba promoviendo una
hipocresía social que aumentaría las inmoralidades pública y burocrática. Y en
son de burla decía que dicha obsesión controladora era como vivir el viejo
refrán: “Si quieres vivir sano, hazte viejo temprano.”26
En el círculo concéntrico de la experiencia vital de
Rafael, en ese mismo año de 1926, y en un proceso totalmente opuesto a la
dictadura sanitaria, vivió una fuerte crisis médica y sintió muy cercana la
muerte, por lo que realizó cambios muy significativos en su vida que reflejaron
un creciente cuidado de sí mismo. Cabe señalar que para esa fecha tenía 64
años, por lo que no cabe duda de que era un hombre muy resistente y que ni
siquiera la devastadora sífilis logró arrancarle años a su longeva vida. Su
edad estaba muy por encima de la esperanza de vida de la época que apenas si
llegaba a los 40 años (Alba-Hernández, 1976, p. 33).
Uno de los cambios que Rafael realizó fue reconocer en
marzo de 1926 a su único hijo natural, quien tenía más de 30 años y había
formado un matrimonio y procreado cuatro hijos. Un semestre después, cuando
continuó su crisis médica, cedió algunas de sus hipotecas a nombre de su
esposa. Pocos días después redactó su primer testamento, nombrando a María Ríos
como su única y universal heredera y albacea de sus bienes.27 Por razones inexplicables,
tal vez por culpa moral o porque María asumió un comportamiento cada vez más
interesado, un mes después modificó dicho testamento y decidió dividir su
fortuna en dos partes iguales, la mitad para María y la otra para su hijo natural.28
Pero el cambio más importante que acentuó la
subjetivación de Rafael fue que en 1926 dejó de firmar sus documentos
notariales como “industrial” o “comerciante”, por lo que podemos suponer que
decidió alejarse de la actividad política o pública de la industria o el
comercio y comenzó a usar la autodefinición de “artista”, como para señalar que
se estaba ocupando de sí mismo.29
Más allá de considerarlo como un simple añadido en sus firmas notariales,
podemos proponer la hipótesis de que Rafael le dio un nuevo sentido a su vida,
centrada ahora en su creación artística como escultor. Según el documento
pericial presentado por el doctor Jiménez O’Farril durante el juicio de
divorcio en el año de 1928, Rafael llevaba, por lo menos, seis años recibiendo
el agresivo tratamiento de mercurio y arsénico.30
Él estaba cansado y necesitaba un nuevo sentido para su vida, así que el arte y
los sentimientos que le provocaba pudieron llevarlo a crear una ruptura con sus
viejas formas de ser; ya no se trataba de conquistar afuera una mejor posición
económica, sino de comenzar a profundizar en su mundo interior. Así que Rafael
se enfrentó a la disyuntiva de desingularizarse de la
enfermedad y recomponer su corporeidad existencial en un ente creativo, en eso
que Guattari (1996) llamó un “Nuevo paradigma
estético” (pp. 121 y ss.). A través de dicho paradigma encauzó su creatividad
procesual y logró alejarse, por momentos, de su dolido cuerpo. Señala Guattari (1996) que el arte, como ninguna otra actividad
creativa, tiene la capacidad mutante de invención de coordenadas y de
engrandecimiento de cualidades (p. 130).
El gran cariño que Rafael tuvo por su arte escultórico lo
llevó a nombrar delicadamente las obras de arte que heredaba a su
esposa-enfermera, con quien compartió sus experiencias de subjetivación en la
enfermedad y también en la práctica de su expresión artística. El tránsito de los
negocios al arte puede presumirse como una nueva manera de enfrentar 30 años de
sífilis y reconstituir lo real con “afectos mutantes” de nuevas formas y
modalidades, además de posibilitar la emergencia de una obra de arte. En cada
una de las esculturas que realizó –de las que lamentablemente no pudimos
conseguir ningún registro–también estuvo dando forma a nuevas modalidades de
subjetivación procesual (Guattari, 1996, pp. 22,
124).
El fin de la historia: ruptura
en el divorcio y emerge la feminista
La parte final de la historia de
las subjetivaciones de Rafael Montes de Oca está marcada por el retroceso de
muchos de los logros que había conseguido hasta 1926, ya que entre 1927 y 1930
su nueva vida de artista se hundió en la decadencia; era un anciano de 68 años
y su sífilis terciaria ya había afectado su sistema nervioso central
provocándole una aguda ataxia, además de una creciente psicosis medular.31 Así que vivió tres
experiencias simultáneas: la vejez, el deterioro de su cuerpo debido a una
devastadora enfermedad y una prolongada muerte.
Aunque no podemos probarlo plenamente, suponemos que la
ruptura de la relación entre Rafael y María inició en el segundo semestre de
1926, según el contenido de los documentos notariales; el rompimiento total
sucedió cuando María promovió la demanda del juicio de divorcio necesario en
marzo de 1928.32 Con la información que
poseemos la reconstrucción del proceso es la siguiente: en la biografía de
María Ríos reconocemos que ella nunca estuvo enferma de sífilis, así que
podemos suponer que no tuvo vida íntima con su esposo-paciente y sólo fue su
esposa-enfermera, por lo que el matrimonio fue sólo una relación de camaradería
y de beneficios mutuos, pero no de intimidad sexual. Pero esa relación de
amistad comenzó a romperse cuando en 1926 Rafael redactó su testamento: en la
versión de septiembre nombró a María su heredera universal,33 pero un mes después cambió
de parecer y en la nueva redacción dividió en partes iguales sus bienes para
María y su hijo natural.34 Dicho testamento de
octubre incluyó una cláusula muy importante: Rafael señaló que todo su dinero
en efectivo lo tenía depositado en un banco de Montreal a nombre suyo y de su
esposa, por lo que podemos proponer la hipótesis de que María hizo uso de dicho
capital y tan sólo dos meses después, en diciembre de 1926, pudo capitalizarse
e iniciar el proyecto más ambicioso de su vida, la fundación de una importante
revista que le permitió asumirse públicamente como una feminista de vanguardia
y comprometida con las luchas más preclaras del feminismo mexicano, la revista Mujer. Periódico Independiente para la Elevación Moral e
Intelectual de la Mujer, que se publicó del 12 de diciembre de 1926 al
12 de diciembre de 1929.
Ahora bien, las razones de la ruptura pueden ser las
siguientes: la primera, para María no fue justo que después de diez años de
cuidarlo pacientemente, Rafael hubiese incluido a un hijo natural en la
repartición de sus bienes en la segunda versión del testamento. La segunda
razón, después de conocer el segundo testamento y de usar el capital familiar
en su beneficio, María actuó por su propio interés, así que se concentró en su
revista y comenzó a descuidar a su esposo enfermo. Para Rafael no fue justo que
María utilizara el capital familiar en un proyecto feminista, por lo que su
reacción desde el primer momento fue de desagrado y la tensión entre la pareja
comenzó a crecer más y más.
Durante ese tiempo María se volvió más famosa y más
“pública” en el sentido de desenvolverse en la esfera de las relaciones
públicas, y la convivencia con su esposo sifilítico se fue deteriorando. Podemos
tratar de entender el malestar de Rafael, pues a su ya de por sí dañada imagen
pública de ser un sifilítico en fase terminal se sumó la de ser esposo de una
feminista. La tercera razón de la crisis marital pudo haber sido la avanzada
enfermedad de Rafael que lo fue sumiendo en una progresiva psicosis medular e
hizo imposible sostener la convivencia marital. Alguna de las tres anteriores,
o todas juntas, fueron las probables razones de la ruptura marital entre Rafael
Montes de Oca y María Ríos Cárdenas.
En los siguientes tres años (1927 a 1929) la revista de
María Ríos se convirtió en una de las más famosas de la época, era una
publicación de vanguardia en todos los sentidos, así que María pasó de ser
enfermera cuidadora de un sifilítico a una de las plumas feministas más
reconocidas; se relacionó con múltiples grupos de mujeres en México, Estados
Unidos y Argentina; desarrolló proyectos muy importantes como entrevistar a las
mujeres más brillantes de México, lanzar y patrocinar un concurso que buscaba a
las mujeres más relevantes de la vida pública de México intitulado “La mujer
más inteligente de México”, así como escribir múltiple artículos sobre familia,
salud, higiene, matrimonio, divorcio y trabajo femenino. También se dejó
seducir por el teatro y escribió crónicas llenas de una enorme pasión y se
vinculó con figuras de la política nacional, lo que le permitió ser
representante del sector femenil en el Partido Nacional Revolucionario, imagen
pública que a la vuelta de algunos años le permitió convocar a los congresos
feministas Nacional de Obreras y Campesinas de 1931 y 1932 y escribir en 1942
su obra más importante, La mujer mexicana es ciudadana,
texto fundacional del movimiento feminista mexicano y que la convirtió en una
de las más fieles luchadores del voto femenino. No cabe duda que María Ríos
Cárdenas (1942) desarrolló nuevas cualidades en su faceta de feminista, en las
que contó con profesionalismo, audacia, inquietud, diplomacia y negociaciones
con las esferas del poder y una fuerza de individualidad muy marcada. Fue una
mujer de poder que supo luchar por los derechos de las mujeres y, en muchas
circunstancias, como en el mundo laboral, demandó derechos iguales a los de los
varones. Dichas cualidades la han convertido en una de las feministas más
biografiadas por la historiografía, pero hasta ahora se desconocía su pasado de
esposa-enfermera de un sifilítico.35
A través de su revista, María se sumó a las campañas
antisifilíticas de la dictadura sanitaria del gobierno y constantemente publicó
artículos de la “Sección de Propaganda y Educación Higiénica del Departamento
de Salubridad Pública de México”. Pero también de su propia pluma escribió el
texto “Peligrosa sífilis contagiosa”, en el que daba infinidad de consejos a
las jovencitas para no casarse con hombres sifilíticos y les indicaba cómo
prepararse para su importante papel de esposas y madres. No deja de ser
escalofriante pensar en las imágenes que pasaron por la mente de María cuando
escribió el siguiente párrafo,
[…] la sífilis es eminentemente contagiosa, la persona
que la sufre puede transmitirla con la mayor facilidad, en un beso, cuando se
utilizan objetos infectados por los enfermos, como vasos, tohallas,
cepillos, etc. y cuando un enfermo se descuida y llega la sífilis a cierto
grado, los estragos en el individuo son terribles, porque ataca absolutamente a
todo el cuerpo y es causa de grandes sufrimientos, entre otros: la parálisis y
la locura… Todo esto puede evitarse, cuando tanto el hombre como la mujer,
conscientes de sus altos deberes en relación con la maternidad, procuren elegir
por cónyuge a una persona sana.36
¿Qué estaba pensando en realidad al redactar este
párrafo?, ¿cada vez era mayor su desprecio hacia Rafael? De cualquier manera,
ya se había transformado en algo muy distinto de lo que Rafael necesitaba en
esos últimos años de su vida. Lo que sí es un hecho es que a mediados de 1927
la pareja elaboró conjuntamente un convenio de divorcio por mutuo
consentimiento –según lo señala la propia María en su demanda de divorcio–, lo
que significa que platicaron pacíficamente la disolución del matrimonio y
llegaron a ciertos acuerdos, pero por razones desconocidas las negociaciones se
rompieron y llegó la batalla final.
La ruptura del matrimonio se puede constatar desde
principios de 1927 cuando dejaron de habitar el acogedor domicilio conyugal del
jardín y plazuela de Santiago en Tlatelolco, en donde Rafael había vivido por
20 años, y se trasladaron a un incómodo y pequeño departamento en la calle de
Allende que María pagó con las ganancias de la empresa de plumaje de la que se
vanagloriaba de ser propietaria.
Unos días antes de que María presentara la demanda de
divorcio necesario, Rafael firmó distintos documentos notariales en los que se
fue deshaciendo de toda su fortuna, en enero de 1928 firmó el reconocimiento de
una deuda en un documento de Protesto de un pagaré por el exorbitante monto de
15 000 pesos oro.37 Desconocemos las razones
de tales acciones, bien pudo haber sido para evitar que en el divorcio María le
quitase la mitad de los gananciales, o también pudo haber sucedido que Rafael
entró en una etapa crónica de psicosis medular.
De cualquier manera, el mismo año en que se aprobó el
nuevo Código civil de 1928 que incorporaba las
nuevas disposiciones de la dictadura sanitaria, María presentó la demanda de
divorcio necesario el 21 de marzo de 1928 acusando a su marido de haberse
infectado de sífilis debido a su vida disipada y con toda la mala intención
mintió al decir que al momento de contraer matrimonio ella desconocía que su
marido estuviese enfermo de sífilis. La guerra ya fue de confrontación y sin
cuartel, así que, a los dos días siguientes, el 23 de marzo, Rafael elaboró su
tercer y último testamento en el que le quitó todo a María y dejó toda su
fortuna a su hijo natural, y si este llegase a fallecer la herencia pasaría a
su nuera y cuatro nietos.38
El hecho de quedarse sin el sustento económico de la
fortuna de su marido tuvo que haber sido un duro golpe para María, pues a pesar
de sus múltiples esfuerzos, y de haber subido el precio de su revista
suplicando la ayuda de sus amables lectoras,39
sólo pudo mantener su querida revista un año y medio después de su ruptura
“sentimental” con Rafael y en diciembre de 1929 –cuando todavía no se emitía la
sentencia final de su divorcio– se despidió de sus lectoras con estas tristes
pero combativas palabras,
Hace tres años, el día 12 de diciembre de 1926, apareció
por primera vez la Revista mujer, dirigida y
administrada por un grupo de muchachas. Con escasos recursos, pero con un
programa nuevo y con mucha fe en el triunfo, me lancé a luchar por sostener un
periódico de ideas avanzadas, como son las del feminismo… A últimas fechas y
para llevar a cabo un balance general de los ingresos y egresos habidos durante
tres años que lleva de vida activa la Revista: con objeto de precisar las
fuerzas con que cuento; así como las bases sólidas sobre las que deberá
descansar en lo futuro el periódico; y en mi justo deseo de que la Revista mujer tenga oficinas y a ser posible talleres propios,
hago un alto en el camino, interrumpiendo la publicación de esta Revista, para
reanudarla cuando estime necesario por haberse realizado para entonces los
proyectos que menciono… Expresadas las razones anteriores por las que voy a
suspender, temporalmente, la publicación de “mujer”
y los proyectos que hay en cartera para beneficio del periódico, sólo me resta
manifestar nuevamente mi agradecimiento por las finezas y atenciones de que he
sido objeto por parte de los anunciantes, subscriptores y público en general y
me despido con un hasta después.40
En lo que respecta a Rafael, resulta muy penoso seguir
sus actuaciones a lo largo de las más de 200 hojas del expediente del pleito
judicial, pues sus acciones fueron erráticas y estuvo pésimamente asesorado por
sus abogados. Durante todo el litigio una y otra vez cometió múltiples errores,
siempre contestó de forma tardía y extemporánea los distintos autos, presentó
fuera de tiempo sus pruebas y omitió muchas formalidades jurídicas que lo
fueron dejando en desventaja en relación con su hábil y astuta consorte.
Pareciera que Rafael ya presentía su derrota en el divorcio y por eso se
deshizo de todos sus bienes.41
Un asunto relevante del juicio y que coincide con la
invasiva política de la dictadura sanitaria fue que todas las personas
vinculadas al juzgado y al juicio –magistrados, jueces, abogados, ministerio
público, testigos, oficiales, médicos, etc.– estuvieron enterados de que Rafael
Montes de Oca padecía una sífilis medular en tercera etapa. El propio Rafael
nunca se preocupó por defender su honor ni negar su enfermedad, más bien a lo
largo de todo el proceso se empeñó en convencer al juzgado de que padecía dicha
enfermedad desde inicios del siglo, por lo que se infectó antes de contraer
matrimonio. Lo cual era cierto, pero no deja de ser insólita la transparencia
con la que Rafael se presentaba ante el juzgado. ¿Qué tan humillante pudo haber
sido para un hombre como él insistir que había estado enfermo de sífilis
durante muchos años y que su esposa se casó con él sabiendo la enfermedad que
padecía? Si en esa época la gente insistía en ocultar un mal tan vergonzoso,
Rafael no tuvo empacho en abrirlo públicamente. Este extraordinario comportamiento
de Rafael fue condenado por María con estas palabras: “con desvengonzante
cinismo confiesa estar enfermo de sífilis medular desde antes del matrimonio”.42
El juicio de divorcio fue muy prolongado, duró de marzo
de 1928 a enero de 1930, incluyó tres distintos procedimientos, un juicio de
recusación, una apelación y una revisión en segunda instancia. Finalmente, el
último fallo de la Primera Sala del Tribunal Superior de Justicia fue conceder
el divorcio a favor de María, mandar la repartición de bienes gananciales y la
obligación de Rafael Montes de Oca de dar una pensión alimenticia a su
exesposa. Desconocemos qué pasó después del juicio, o si se ejecutó la
sentencia o aplicó el descuento de la pensión. Ni siquiera sabemos cuánto
tiempo más sobrevivió Rafael a este último y lastimoso proceso de su vida.
Tal vez para Rafael lo más doloroso de esta etapa de
decadencia no fue perder a su esposa-enfermera, ni deshacerse de su fortuna, ni
siquiera perder su juicio de divorcio; lo más doloroso para Rafael Montes de
Oca fue perder la dominación sobre sí mismo, su salud se deterioró a tal grado
que ya no pudo producirse a sí mismo con nuevas tecnologías del yo, su cuerpo
estaba derrotado, la muerte lo acechaba, ya no pudo volver a fijar su identidad
en función del conocimiento de sí mismo ni lograr reconstruirse sin María. Por
lo que al tiempo que se emitió la sentencia del divorcio también perdió el
poder de su propia subjetivación. Toda su larga experiencia de vida y su
incansable lucha en contra de una enfermedad devastadora no le sirvieron de
mucho. La muerte lo fue aislando de todo, pues como dice Norbert
Elias (1989), “los que están aquejados de dolores se
van quedando solos” (p. 8).
Cada vez que Rafael asistía al juzgado para la
realización de algunas de las audiencias del divorcio causaba gran impacto
entre el personal del tribunal, pues no sólo veían a un hombre extremadamente
longevo sino también a un cuerpo lento, cansado, torpe y enfermo, su fragilidad
y dependencia eran crecientes; como dice Foucault, entre mayor es la anomalía
mayor es el rechazo social. Entonces, surgieron crecientes rumores sobre la
historia del divorcio de la feminista y su marido sifilítico, y en el diario La Prensa del 10 de mayo de 1929 se publicó la siguiente
nota: “Nos sorprendió grandemente […] la enfermedad del señor Montes de Oca,
porque hemos tenido oportunidad de verlo y es un hombre que a leguas revela la
ataxia locomotriz. Su andar es difícil y si se miran sus firmas en el expediente
del juzgado, se ve que casi es inteligible su letra.”43
Poco a poco, Rafael ya no fue capaz de decidirse a sí
mismo y la más clara manifestación de ello fue cuando alguien más tuvo que
firmar a nombre de él, bajo la forma judicial de “A ruego y encargo de…”. Ya no
podía presentarse a sí mismo, ni hablar por sí mismo, ni siquiera firmar por sí
mismo. Su firma es precisamente el mejor testigo de esa decadencia entre marzo
y octubre de 1928, como se observa en las imágenes 1-4 donde comparamos las
firmas de Rafael durante un semestre y finalmente a partir de octubre ya no
pudo firmar.
Como epílogo podemos señalar que diez años después de la
sentencia de 1930 se comenzó a usar la penicilina de manera eficiente en el
combate contra la sífilis. Desde entonces, dejó de ser la temida y mortal
enfermedad que durante siglos mantuvo a raya las prácticas sexuales de muchas
personas de todos los grupos sociales.
Consideraciones finales
¿Cómo podemos considerar los más
de 68 años de vida de Rafael Montes de Oca? Aunque fue una vida muy longeva, la
mitad de su existencia la vivió enfermo de sífilis. Durante tantos años pudo
sentir en carne propia el cambio entre dos momentos históricos de la salud
pública en México: de la moderada política de salud pública del porfiriato que todavía respetaba los valores del secreto
médico, hacia la dictadura sanitaria de la posrevolución que persiguió a los
cuerpos sifilíticos.
¿Qué sentido tuvo haberse enfermado de sífilis? No cabe
duda de que dicha enfermedad fue un parteaguas para Rafael, las metas, los
objetivos y los logros que se pudo haber creado antes de la enfermedad tuvieron
que transformarse radicalmente. Como lo pudimos ver a lo largo de su historia,
gracias a la sífilis Rafael realizó una constante resignificación
de su propia subjetivación. Vivió una vida de sifilítico en revisión permanente
y cuidó de sí mismo durante más de 20 años. Si en 1918 se autodefinía como
industrial y cuatro años después se autonombraba como comerciante, nueve años
más tarde, en 1926, realizó la mayor de las transformaciones al convertirse en
artista. Así que vivió constantes procesos de desidentificación y nuevas
subjetivaciones en los que también fueron cambiando los objetivos y logros de
su vida. Gracias al arte pudo alejarse por momentos de su lastimera sífilis
terciaria, y dedicar sus debilitadas capacidades en el gozo de la creación
escultórica. Durante esos momentos, como señala Foucault (2010), le dio a su
existencia una forma totalmente distinta, “una forma que es la verdadera vida”
(p. 200).
Aunque la ciencia médica y la política de salud pública
de la época que vivió Rafael le impusieron una degradante identidad a su cuerpo
sifilítico y lo objetivaron como decadente y degenerado condenándolo a vivir
marginado de la sociedad, él confrontó a los poderes públicos cuando, a pesar
de las estrictas prohibiciones, pudo casarse y resignificar la institución
matrimonial de una forma muy distinta al discurso eugenésico en boga. Así que,
en plenas campañas antisifilíticas, Rafael no se entregó a la renunciación de
la vida, ni obedeció la norma de separar a los enfermos de los sanos, y más que
esconderse y ocultarse, construyó su propio proceso de autogobierno y de
prácticas del yo al cuidar constantemente de sí mismo en una subjetivación
procesual.
No cabe duda de que la convivencia por diez años entre
Rafael Montes de Oca y María Ríos Cárdenas fue un parteaguas fundamental para
la vida de ambos. Gracias a su esposa-enfermera, Rafael pudo resignificar su
vida. La convivencia con ella, fincada, probablemente, en un cierto afecto de
camaradería y una significativa resonancia sentimental entre los dos fue de
crucial importancia, le ayudó a redefinir sus cambios identitarios.
Pero en la etapa final de su vida, la esposa-enfermera dejó de ser suya para
convertirse en una exitosa debutante del feminismo mexicano. Como dice el
cuento de Emilia Pardo que hemos parafraseado, “la enfermerita dejó las enaguas
y se puso los pantalones de su marido” (Pardo, 1909, pp. 49-51).
Claro que nos quedan diversas interrogantes: ¿ella sólo
fue su enfermera?, ¿en las épocas de recuperación de Rafael tuvieron algún tipo
de convivencia sexual?, ¿ella quedó contagiada? Se supone que una sífilis
avanzada es muy difícil que se contagie; además, como ya se señaló líneas
arriba, se supone que ella no se infectó de sífilis. Pero entonces, ¿Rafael y
María renunciaron a su vida sexual activa y dirigieron su fuerza libidinal al
movimiento feminista y a la creación artística, respectivamente?, o lo que es
peor, ¿Rafael siguió acudiendo al servicio de meretrices aun después de haber
sido diagnosticado con sífilis y María tuvo amores escondidos? Lamentablemente,
no podemos responder dichas interrogantes.
De cualquier manera, la biografía de María Ríos Cárdenas,
tan profusamente trabajada por la historiografía feminista, todavía tiene un
capítulo por escribirse que considere su etapa previa al momento de convertirse
en feminista activa. Fue una mujer de combate, que supo luchar por un espacio
en el mundo profesional de la enfermería, y que también aprovechó la ocasión de
un matrimonio de interés que le permitió acceder a un mejor estatus económico.
¿Cómo podemos ir construyendo su propio proceso de subjetivación?, ¿interesada,
pragmática, idealista, solidaria, comprometida con las causas de las mujeres,
inteligente, hábil estratega política? Falta mucho por escribir sobre María
Ríos Cárdenas.
Finalmente, sólo nos queda reflexionar sobre la muerte de
Rafael Montes de Oca. Aunque desconocemos la fecha de su deceso suponemos que
fue muy cercano al fallo final de su divorcio en 1930. De cualquier manera,
sería pertinente preguntarnos sobre si existió acaso alguna relación entre su
forma de vivir y su forma de morir. No deja de ser lastimoso reflexionar que el
enorme cuidado que puso en su subjetivación procesual por casi 20 años se haya
visto perturbado por la descarnada lucha que comenzó contra María después de
1927 y, sobre todo, que haya pasado cuando la vejez y la enfermedad lo estaban
matando. No sabemos cómo murió, pero como dice Norbert
Elias (1989), aunque es imposible compartir con nadie
el proceso de morir (p. 75), podemos expresar la idea de que con su muerte se
cerró el pequeño mundo de su propia y longeva vida, de su subjetivación
procesual, de sus sentimientos, experiencias y sueños de artista que sólo él
conocía. Y todo esto desapareció para siempre junto con el cuerpo sifilítico de
Rafael Montes de Oca.
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1 Agradezco la ayuda de Roberto Beristáin Rocha,
Lucila López de la Vega y Karen Durán en la búsqueda de la información.
2 Las tecnologías del yo en la teoría de Foucault (2008, p. 48) significan
una amplia gama de acciones que tienen que ver con la reflexión acerca de los
modos de vida, las elecciones de existencia, el modo de regular la conducta y
fijarse fines y medios. Lo que permite a los individuos efectuar por cuenta
propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y
su alma, pensamientos, conductas, o cualquier forma del ser, obteniendo así una
transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad,
pureza, sabiduría o inmortalidad. Lo que Guattari
(1996) define como “Nuevo paradigma estético” es el “caosmosis”,
es decir, una fuerza ético-estética que articula la potencialidad creativa con
una finitud sensible y que puede ser aplicado al proceso creativo de nuevas
formas y modalidades (p. 112).
3 “en nombre de la salud pública [el Departamento de Salubridad] se juzga
autorizado para intervenir en lo más íntimo de la vida privada”. En “El
matrimonio y la salud. La peligrosa dictadura sanitaria”, sección Editorial, El Universal. El Gran Diario de México, domingo 6 de
junio de 1926, pp. 1 y 6.
4 En la época era frecuente que varones de los grupos acomodados optaran por
permanecer solteros hasta edades muy avanzadas y mayores a los 40 años (García
Peña, 2016). Según las fuentes notariales, en marzo de 1926 Rafael reconoció a
su hijo natural y en octubre del mismo año lo integró a su testamento. Notario
40. Ramón Cosío González. Vol. 59, 20 de octubre de 1926, f. 154. Escritura
2615. Testamento Rafael Montes de Oca. Archivo Histórico de Notarías Ciudad de
México (en adelante ahncm),
México.
5 Información del juicio de divorcio de Rafael Montes de Oca. Fondo Tribunal
Superior de Justicia del Distrito Federal. Sección Siglo xx.
Juicios Civiles. Juzgado 9 de lo Civil. Núm. de Registro 362. Actor, Ríos
Cárdenas de Montes de Oca, María. Demandado Rafael Montes de Oca. Ordinario
Civil. Divorcio Necesario. Juez Lic. Roberto Olagaray.
Inició 23 de abril de 1928 finalizó 15 de enero de 1930. Exp.
399734, 113 fojas, caja 2193 (4 cuadernillos). Archivo General de la Nación (En
adelante tsjdf.
Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn), México.
6 En un primer momento cuando la espiroqueta de la bacteria de la sífilis fue
descubierta por los médicos Hoffmann y Schaudinn en 1905 se le llamó spirochaeta pallida, posteriormente se le denominó Treponema pallidum (Turnes,
2007, p. 15).
7 Se encontraron quince documentos en el Archivo Histórico de Notarías de la
Ciudad de México realizados por Rafael Montes de Oca entre 1920 y 1928. Los
documentos específicos a intereses hipotecarios son los siguientes: Notario 56.
Antonio Ferriz. Vol. 26, 21 de agosto de 1922, fojas
118-119. Escritura 2682. Cancelación parcial. El Señor Rafael Montes de Oca al
Señor José F. Moreno; Vol. 25, 13 de abril de 1923, fojas 282. Escritura 2819.
Cancelación parcial. El Señor Rafael Montes de Oca al Señor Manuel Martínez;
Vol. 28, 21 de mayo de 1923, fojas 6-8. Escritura 2840. Poder especial amplio.
El Señor Rafael Montes de Oca al Señor Hipólito Signoret.
8 tsjdf. Cárdenas.
1928. Exp. 399734. agn, México.
9 En su primera etapa la sífilis se contagia por el contacto con la membrana
mucosa durante el sexo oral, vaginal o anal, pero también se puede contagiar
por exposición a lesiones de los famosos bubones o chancros de la etapa
secundaria (Leitner, Körte,
Edo y Braga, 2007, pp. 6 y ss.)
10 Conferencia sobre profilaxis de la sífilis en Bruselas y se nombran como
representantes de México al doctor Porfirio Parra y al licenciado Jesús Zenil. Instrucción Pública y Bellas Artes. Caja 272. Exp. 4, fs. 34. agn,
México.
11 Cita del cuento “Feminista” de Emilia Pardo Bazán (1909), Díptico. Cuentos. El relato narra la historia de un
hombre desahuciado, quien debido a los achaques y malestares de su enfermedad
decide casarse para tener una “enfermerita” que lo cuide (pp. 49-51).
12 Para profundizar en el paradigma de la bacteriología y la historia de la
etiología de las enfermedades bacterianas con los postulados de Robert Koch,
véase Turnes (2007, pp. 20 y ss.).
13 Durante el juicio de divorcio el médico Jiménez O’Farril presentó un
peritaje el 3 de julio de 1928 en el que señaló que conoció a María Ríos como
enfermera en la Sala de Venero Sífilis del Hospital Militar y que después, ya
como esposa de Rafael Montes de Oca, le mandó aplicar las inyecciones de
Neosalvarsán. tsjdf.
Cárdenas. 1928. Exp. 399734, fs. 1734. agn, México.
14 Osornio, Enrique. General de Brigada. Médico Cirujano, Jefe del
Departamento del Cuerpo Médico Militar de la Secretaría de Guerra y Marina.
Relación de los servicios prestados en el cuerpo de Médico Militar por la
enfermera titulada María Ríos Cárdenas. 23 de junio de 1918. Secretaría de
Guerra y Marina. tsjdf.
Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn, México.
15 tsjdf. Cárdenas.
1928. Exp. 399734, fs. 1-2. agn, México. Para profundizar en el tema de los
dormitorios públicos en la Ciudad de México a principios del siglo xx, véase Barbosa (2003).
16 “Una nueva tragedia del matrimonio”, La Prensa. Diario
Ilustrado de la Mañana, t. 1, núm. 253, viernes 10 de mayo de 1929.
17 Los documentos notariales en los que Rafael transfiere propiedades a María,
a través de terceros, ya que el derecho civil prohibía ese tipo de
transacciones entre esposos, son los siguientes: Notario 39. Nicolás Tortolero y Vallejo. Vol. 174, 25 de septiembre de 1924, fs.
56-63. Escritura 10780. Compraventa. Emilia Águila viuda de Huerta, Rafael
Montes de Oca y María Ríos Cárdenas de Montes de Oca; Notaría 40. Ramón Cosío
González. Vol. 56, 9 de septiembre de 1926, fs. 124-126. Escritura 2557. Cesión
Rafael Montes de Oca e Ygnacio Ocampo y Amezcua; Vol.
57, 9 de septiembre de 1926, fs. 117-120. Escritura 2558. Cesión Ygnacio Ocampo y Amezcua a María Ríos Cárdenas de Montes de
Oca. ahncm, México. Los
datos sobre la formación profesional de María en: 1908-1956. Ríos Cárdenas,
María. Fondo Historia Escolar. Ramo Instituto de Investigaciones sobre la
Universidad y la Educación. Exp. 19/221. Archivo
Histórico de la unam (en
adelante ahunam),
México.
18 Campaña contra la propagación de la sífilis. Archivo Histórico de la
Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante ahsre). Disposiciones generales para evitar la
propagación de la avería. Se lleva por acuerdo presidencial al Consejo de
Ministerios. 1918. Clasf. 18-1-131, fs. 6-8. agn, México.
19 Casi diez años después de la creación del Departamento de Salubridad, en
1926 el periodista Pablo de Góngora señalaba la poca práctica del certificado
médico con esta frase punzante: “No hay que criticar la intención, sino la
inocencia de su práctica posible” en “Los matrimonios salubres”, El Universal. El Gran Diario de México, domingo 6 de
junio de 1926.
20 Notario 39. Nicolás Tortolero y Vallejo. Vol.
174, 25 de septiembre de 1924, fs. 56-63. Escritura 10780. Compraventa. Emilia
Águila viuda de Huerta, Rafael Montes de Oca y María Ríos Cárdenas de Montes de
Oca. ahncm, México.
21 tsjdf. Cárdenas.
1928. Exp. 399734. agn, México.
22 tsjdf. Cárdenas.
1928. Exp. 399734. agn, México.
23 Para profundizar sobre los efectos nocivos de los tratamientos
antisifilíticos en el pasado, véase Leitner, Körte, Edo y Braga (2007).
24 “Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos”, en Diario Oficial. Órgano del Gobierno Constitucional de los
Estados Unidos Mexicanos, martes 8 de junio de 1926, t. xxxvi, núm. 31, pp. 367-456.
25 Campaña contra la propagación de la sífilis. ahsre. Disposiciones generales para evitar la
propagación de la avería. Se lleva por acuerdo presidencial al Consejo de Ministerios.
1918. Clasf. 18-1-131. agn, México.
26 “El matrimonio y la salud. La peligrosa dictadura sanitaria. Los
matrimonios y la ley sanitaria”, El Universal. El Gran
Diario de México, domingo 6 de junio de 1926, pp. 1 y 6.
27 Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 158, 10 de septiembre de 1926, fs.
115-116. Escritura 2559. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
28 Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 159, 20 de octubre de 1926, f. 154.
Escritura 2615. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
29 Rafael firmó como “artista” en los siguientes documentos: Notario 40. Ramón
Cosío González. Vol. 56, 9 de septiembre de 1926, fs. 124-126. Escritura 2557.
Cesión. Rafael Montes de Oca e Ygnacio Ocampo y
Amezcua; Vol. 57, 9 de septiembre de 1926, fs. 117-120. Escritura 2558. Cesión Ygnacio Ocampo y Amezcua, María Ríos Cárdenas de Montes de
Oca; Vol. 158, 10 de septiembre de 1926, fs. 115-116. Escritura 2559.
Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca; Vol. 59, 20 de octubre de
1926, f. 154. Escritura 2615. Testamento. Rafael Montes de Oca; Vol. 74, 9 de
septiembre de 1926, fs. 81-82. Escritura 3644. Protesto. Juan Suárez Ramírez a
Rafael Montes de Oca; Notario 40. Licenciado Álvaro Ysla
adscrito encargado. Vol. 73, 9 de septiembre de 1926, fs. 136-138, Escritura
3698. Testamento y revocación Rafael Montes de Oca; Vol. 75, 28 de abril de
1928, fs. 115-118. Escritura 3710. Compraventa. Rafael Montes de Oca e Ygnacio Ocampo y Amezcua. ahncm, México.
30 tsjdf. Cárdenas,
1928. Exp. 399734, fs. 1734, agn, México.
31 La ataxia es la progresiva pérdida del control muscular y de los
movimientos voluntarios, que se desarrolla en la etapa terciaria de la sífilis,
cuando la enfermedad invade el sistema nervioso central, provocando una neurosífilis y una creciente parálisis, además de una
evolución demencial progresiva, combinando la excitación intelectual y accesos
maniacos con estados depresivos. Véase Turnes (2007).
32 tsjdf. Cárdenas,
1928. Exp. 399734, f. 1734. agn, México.
33 Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 158, 10 de septiembre de 1926, fs.
115-116. Escritura 2559. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
34 Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 159, 20 de octubre de 1926, f. 154.
Escritura 2615. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
35 Las historiadoras que han trabajado a María Ríos Cárdenas son: Ramos
Escandón (1998); Tuñón (2002); Salguero Báez (2000, s. a. y 2007).
36 “Higiene y Salud”, Mujer. Periódico Independiente para
la Elevación Moral e Intelectual de la Mujer. Revista Mensual Ilustrada,
año 2, núm. 3, 1 de marzo de 1927, p. 11.
37 Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 74, 17 de marzo de 1928, fs. 81-82.
Escritura 3644. Protesto. Juan Suárez Ramírez a Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
38 Notario 40. Licenciado Álvaro Ysla encargado.
Vol. 73, 23 de abril de 1928, fs. 136-138. Escritura 3698. Testamento y
revocación Rafael Montes de Oca. ahncm,
México; tsjdf. Cárdenas,
1928. Exp. 399734. agn, México.
39 María Ríos Cárdenas, “A los suscriptores y al público en general”,
Redacción. Mujer. Periódico Independiente para la
Elevación Moral e Intelectual de la Mujer. Revista
Mensual Ilustrada, año 1, núm. 11, 1 de noviembre de 1927, p. 3.
40 María Ríos Cárdenas, “Nuestro 3er Aniversario”, Mujer.
Periódico Independiente para la Elevación Moral e Intelectual de la Mujer.
Revista Mensual Ilustrada, año 3, núm. 3, 1 de
diciembre de 1929, p. 2.
41 Notario 40. Vol. 75, 28 de abril de 1928, fs. 115-118. Escritura 3710.
Compraventa Rafael Montes de Oca e Ygnacio Ocampo y
Amezcua. ahncm, México.
42 tsjdf. Cárdenas,
1928. Exp. 399734. agn, México.
43 “Una nueva tragedia del matrimonio”, La Prensa. Diario
Ilustrado de la Mañana, t. 1, núm. 253, viernes 10 de mayo de 1929.
Imagen 1. Firma del 2 de abril de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol.
Juicio de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs.
Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja 2193, f. 11v.
Imagen 2. Firma del 3 de julio de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol.
Juicio de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs.
Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja 2193, f. 23.
Imagen 3. Firma del 15 de agosto de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol.
Juicio de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs.
Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja 2193, f. 7.
Imagen 4. Firma del 3 de octubre de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol.
Juicio de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs.
Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja 2193, f. 14.