10.18234/secuencia.v0i105.1626
Artículos
Porfirio Díaz se va de gira.
Propaganda, producción y circulación fotográfica en el ocaso del régimen:
Guanajuato en 1903
Porfirio Díaz Goes on Tour. Photographic Propaganda, Production and Circulation
at the End of the Regime: Guanajuato in 1903
Gerardo Martínez Delgado1, https://orcid.org/0000-0002-2916-4813
Manuel Almazán2, https://orcid.org/0000-0002-2557-3011
1Universidad de Guanajuato, México, gerardo.mexcol@gmail.com
1Universidad de Guanajuato, México, salvadore95@hotmail.com
Resumen:
En octubre de 1903 el presidente Porfirio Díaz visitó la
ciudad de Guanajuato e inauguró algunos monumentos y obras públicas. No fue un
evento más. Muchos fotógrafos estuvieron presentes para cubrir sus pasos,
algunos eran simples aficionados y otros eran profesionales técnicamente
equipados y altamente capacitados. En primera instancia, este artículo rescata
y cruza los testimonios fotográficos para abonar al entendimiento de procesos
importantes en la historia de la fotografía en México, en particular el de su
reproducción en la prensa con largos tirajes, alcance y profesionalización. Más
allá, a través de un análisis en el que la imagen es protagonista, las
fotografías de prensa ayudan a develar las estrategias de promoción política
puestas en juego en el ocaso del régimen de Díaz.
Palabras clave: periodismo ilustrado; profesionalización de la fotografía de prensa;
giras de Porfirio Díaz; agencias fotográficas; Guanajuato.
Abstract:
In October 1903, President Porfirio Díaz visited the city of Guanajuato and inaugurated a number of monuments and public works. It was
not just any event. Numerous
photographers were present to cover his actions. Some
were merely amateurs whereas others were technically equipped and highly trained professionals. First, this article
recovers and intersects the photographic testimonials to contribute to an understanding of significant processes in the history of photography in Mexico, particularly its reproduction in the press with broad
circulation, scope and professionalization. Subsequently,
through an analysis in which the image takes
center stage, press photographs help reveal the political
promotion strategies at stake at the end
of Díaz’s regime.
Key words: illustrated
journalism; professionalization
of press photography;
Porfirio Díaz’s tours; photographic
agencies; Guanajuato.
Fecha de recepción: 25 de junio de 2018 Fecha de
aceptación: 7 de enero de 2019
Más que un evento
En octubre de 1903 Guanajuato vivió un acontecimiento
festivo de gran impacto social y mediático: dos jornadas de “suntuosas fiestas”
que congregaron multitudes en las calles para recibir al presidente Porfirio
Díaz. Esos días se inauguraron el Palacio Legislativo, el Monumento de la Paz,
la estatua a Miguel Hidalgo, una planta eléctrica y el teatro Juárez, un
conjunto de obras emblemáticas para el sello urbano que trataba de dar el
régimen a la ciudad.
Pese a su importancia, la historiografía de Guanajuato ha
otorgado poco interés a este episodio y mucho menos a evaluar en conjunto los
proyectos urbanos y las obras materiales desarrolladas en esos años.[1] Por su
parte, y a pesar de su abundancia, la historiografía del porfiriato
no ha reparado del todo en el valor político, estratégico y mediático que dio
Díaz a sus giras por el país. Es bien conocido el cuidado que puso don Porfirio
para convertirse en el centro de las conmemoraciones del centenario de la
independencia mexicana, en 1910, el año que él mismo celebraba ocho décadas de
vida.[2] ¿Hubo
previamente una estrategia de promoción de su figura a través del acercamiento
y contacto directo con la población a su paso por las ciudades?, ¿cómo fueron
cubiertos sus viajes por la prensa?, ¿qué impacto tuvieron entre las clases
populares?, ¿quiénes y cómo registraron y difundieron fotográficamente estos
eventos?
El trabajo se sostiene sobre un corpus
amplio de fotografías. En primer lugar, un conjunto principal de 49 fotos
publicadas en El Mundo Ilustrado (34
correspondientes a 1903 y quince relacionadas con un evento festivo de 1908 que
debía analizarse para establecer referencias). En segundo lugar, varias series
de apoyo: 42 imágenes reproducidas en el Semanario
Literario Ilustrado con motivo de la citada gira de Porfirio Díaz;[3] un
conjunto de 127 estereoscópicas con aparente unidad temática y técnica,
registradas por uno o varios fotógrafos locales, aficionados, entre las cuales,
tras un cuidadoso análisis, se logró identificar que sólo algunas correspondían
a los eventos de 1903, mientras otras a 1905, 1910 y principalmente 1908;[4] y
algunas otras tomadas por diferentes fotógrafos, como el estadunidense Winfield Scott.
La amplia cobertura fotográfica otorgada a un mismo
evento –la visita de Díaz a Guanajuato– permite profundizar en asuntos de mayor
relevancia explicativa: 1) de la producción fotográfica de México a principios
del siglo xx; 2) del papel de los fotógrafos
locales y aficionados; 3) de la prensa ilustrada, su alcance, funcionamiento y,
aún más, 4) del ejercicio de propaganda de su imagen que desarrolló Porfirio
Díaz al final de su régimen.
Profesionalización
del reporter-fotógrafo
y circulación masiva de imágenes en autotipia
El Mundo Ilustrado y el Semanario Literario Ilustrado fueron los hebdomadarios
que reprodujeron con mayor profusión imágenes fotográficas de la gira
presidencial por Guanajuato. Una historia general de estas publicaciones está
por hacerse y sólo hay por lo pronto acercamientos parciales a El Mundo Ilustrado que reconocen plenamente su importancia
en varios niveles, ya por su circulación, su equipo técnico, sus diseños,
imágenes y colaboradores (Alfaro, 2014). En el cambio de siglo era sin duda el
semanario de mayor alcance por su tiraje y recursos técnicos que había en
México, pero la historiografía sobre la fotografía mexicana, que ha producido
importantes investigaciones sobre los fotógrafos de prensa que se desempeñaron
a partir de la década de 1930, y en menor medida a los anteriores, como los de
la década revolucionaria, ha ignorado casi por completo la profesionalización
de la fotografía de prensa en los primeros años del siglo xx.[5] La misma
historiografía ha puesto el acento en los fotógrafos extranjeros que
recorrieron y retrataron tipos y escenas callejeras, pero hace falta mayor
reconocimiento al trabajo de los fotógrafos locales.[6]
El Mundo
Ilustrado fue parte de un proyecto periodístico en mancuerna con El Imparcial, ambos fundados por Rafael Reyes Espíndola.
Con el paso del tiempo la propiedad y administración de El
Mundo Ilustrado cambió varias veces de manos, pero este y El Imparcial eran un buen reflejo de la sociedad que los
producía, paulatinamente despolitizada y modernizada tecnológicamente. Había
por supuesto un interés y una línea política, pero si las publicaciones
periódicas de mediados del siglo xix constituían
un ring de disputas ideológicas, durante la última
década de ese siglo las notas sociales y culturales ocuparon cada vez mayor
espacio y surgieron nuevas publicaciones que privilegiaban las imágenes entre
sus páginas (grabados y fotografías). Al respecto Judith de la Torre (1998)
escribió: “La década de los noventa marcó el viraje de una prensa de combate
que había caracterizado a la mayor parte de las publicaciones periódicas del
siglo xix, a una prensa industrial regida por el
espíritu de competencia por el mercado” (p. 351).
El término “ilustrado” hacía referencia no sólo a la
presencia de imágenes sino también a la intención de “civilizar” y “elevar el
nivel moral de las masas”. La misma autora considera que la periocidad
de la publicación influyó en su contenido, centrado en el entretenimiento y la
descripción de la vida social:
Durante los primeros diez años de vida de El Tiempo Ilustrado y El Mundo
Ilustrado se incluyeron, entre otras, noticias nacionales e
internacionales, crónicas de acontecimientos políticos [como las giras
presidenciales de Porfirio Díaz], sociales y culturales, poemas y obras
literarias en general. En especial, El Tiempo Ilustrado,
por su carácter de órgano de difusión católico presentó de manera sistemática
artículos y notas relacionados con el Vaticano o con sucesos o personajes del
ámbito religioso mexicano (Torre, 1998, p. 355).
Por otra parte, la mayor presencia de fotografías en las
publicaciones era acompañada de un discurso positivista según el cual este tipo
de imágenes reflejaban objetivamente la realidad, de manera que el progreso y
la estabilidad retratados no podían ser puestos en tela de juicio. La fe en los
beneficios de la ciencia quedaba patente en un instrumento y sus técnicas
derivadas que modificaron la concepción de la imagen, rozando los pliegues de
lo sagrado y trastocando las convenciones artísticas. En otras palabras, la
fotografía fue hija de ese auge industrial y positivista; su exacta
representación de la realidad sólo era posible gracias a la ciencia y destinada
a la ciencia.
En el primer decenio del siglo xx
las cámaras se estaban volviendo compactas y portátiles, perfeccionando su
mecanismo y logrando un manejo tan cómodo como rápido. Había muchos modelos,
por ejemplo la Voigtländer-Bergheil
de 1905, la Goerz-Anschütz de 1907, las cuales,
gracias a las dimensiones de sus placas, podían prescindir de un trípode para
su manipulación. Por su parte, las cámaras Rochester sustituyeron la chapa de
cristal por el rollo de papel, proporcionando una reserva de seis, ocho, diez y
hasta doce exposiciones antes de cambiar el carrete.[7]
En México, la prensa proliferó desde las últimas décadas
del siglo xix: había 202 periódicos, revistas y
publicaciones periódicas culturales en 1884, pero 1 547 en 1907 (Knight, 1990, p. 41). La dupla El
Imparcial y El Mundo Ilustrado tenía
ventajas, pues gozaban de importantes subvenciones del gobierno. Si El Tiempo y El Tiempo Ilustrado,[8] sus más
cercanos competidores, tuvieron un tiraje de 2 000 ejemplares, El Mundo Ilustrado llegó a alcanzar los 200 000 (Torre,
1998, pp. 347 y 348). Mientras su tiraje era alto su precio no tanto, y aunque
su consumo difícilmente podía alcanzar a los sectores más bajos de la
población, tenía gran impacto sobre un grupo que abarcaba parte de la clase
media y la clase alta. Los retratos de estos últimos aparecían continuamente
entre sus páginas y constituían, en cierto sentido, la autorrepresentación
de una elite en consonancia con los intereses políticos del régimen porfirista.
El soporte económico de la empresa de El Mundo Ilustrado le daba otras ventajas: una alta
capacidad para movilizar reporteros, notas y negativos desde lugares lejanos
donde se cubrían eventos hasta las oficinas en la ciudad de México, lo mismo
que grandes recursos técnicos para reproducir las imágenes y para poner en
circulación el impreso con una margen que para entonces era pequeño. Así por
ejemplo, las imágenes tomadas el miércoles 28 de octubre de 1903 en Guanajuato
estaban impresas y circulando en todo el país el domingo 1 de noviembre.[9]
Lo publicado por El Mundo Ilustrado
en 1903 sobre Guanajuato es sólo una muestra de la notable profesionalización
que entonces había alcanzado la fotografía de prensa en este y unos pocos
medios más. Una clave para que ello fuera posible era la autotipia,
la técnica perfeccionada del fotograbado que, inventada en 1882, facilitó la
reproducción fotomecánica de imágenes en la prensa.[10]
La cobertura de la visita de Díaz a Guanajuato reprodujo
un total de 34 imágenes que aparecieron en tres ediciones: una previa, el 25 de
octubre (dos imágenes), el 1 de noviembre (27 imágenes) y en una nota
posterior, el 8 de noviembre (cinco). En estas puede identificarse una parte
del trabajo de edición que se acostumbraba: con frecuencia se recurría a
imágenes almacenadas, ya producidas por los repórters-fotógrafos[11]
o tomadas de libros, folletos, grabados o postales que se tenían a la mano y
que seguramente integraban un buen archivo; también se podían insertar
fotografías tomadas para ilustrar un evento aunque no fuera en el momento en que
ocurría (así se tomaron varias fotografías del teatro Juárez, por ejemplo,
antes de que estuviera en él el presidente); pero no era extraño que se
hicieran registros detallados durante el evento, como la visita de Díaz, que
como recién se anota eran publicados con un margen limitado de tiempo.
Tres recursos técnicos convienen resaltar de esta
cobertura. En primer lugar, la toma de fotografías nocturnas, como una muy bien
lograda que muestra la parroquia, en la plaza de la Paz, para la cual el
fotógrafo debió de abrir el diafragma al máximo y calcular un tiempo de
exposición lo suficientemente prolongado para que se distinguieran las fachadas
de los edificios (véase imagen 1). En segundo, las fotografías con un equipo de
alta velocidad de obturación, como la registrada en el momento en que el
presidente apareció en el balcón del palacio legislativo y algunos de los
integrantes de su comitiva se alzan el sombrero en señal de saludo; para
lograrla, el fotógrafo debió subir al edificio de enfrente y posteriormente se
recurrió a una ampliadora para distinguir al invitado de honor (véase imagen
2). En tercer lugar, la variedad de formatos utilizados y el trabajo de edición
hecho sobre la mesa: unas fotografías parecen haber sido tomadas con placas muy
grandes, otras posiblemente con una cámara panorámica de lente oscilante, capaz
de tomar ángulos de 90 a 110 grados (véanse imágenes 3 y 4), y otras con
cámaras convencionales, todo lo cual habla de uno o varios fotógrafos que
conocían y utilizaban sus equipos de manera consciente y solvente.
Imágenes 1 y 2. Recursos técnicos y composición
artística: un registro en la noche y otro a la distancia y en movimiento.
“Guanajuato. La parroquia iluminada” y “Guanajuato. El Sr. Gral. Díaz en los
balcones del Palacio Legislativo”, El Mundo Ilustrado,
domingo 1 de noviembre de 1903.
Imagen 3. ¿Se trata de una fotografía posada? Imagen
apaisada, seguramente capturada con una cámara de lente oscilante. “Una calle”,
El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
Imagen 4. ¿Se trata de una fotografía en movimiento, sin
pose?, ¿constituye un ejemplo del paradigma fotográfico del periodismo moderno?
“De regreso del Palacio Legislativo. Otra instantánea”, El
Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
Junto a ello, habría que subrayar que muchas de esas
fotografías corresponden a lo que Daniel Escorza ha identificado en algunas
imágenes de la prensa de esos años: “el cambio del paradigma pictórico al
modelo de periodismo”, “el lugar natural de estas fotos era la calle y parecía
estar marcado por el movimiento, la ausencia de pose y el acercamiento al
sujeto” (Escorza, 2014, p. 47). La imagen 4 puede leerse como una de ellas,
como un esfuerzo de registrar las acciones, de transmitir actividad.
Las giras del presidente:
régimen a la baja, promoción pública a la alza
Durante una semana, el poder de
Porfirio Díaz concentró todas sus expresiones en la ciudad de Guanajuato: los
trenes condujeron hasta ahí a siete gobernadores, cinco ministros de su
gabinete,[12] ocho
representantes diplomáticos (Francia, Italia, Inglaterra, Rusia, Bélgica,
Alemania, Japón y Guatemala), a todos los jefes políticos del estado, a
invitados especiales y “capitalistas” de toda la república, a nueve cocineros,
catorce “maitres d’hôtel” y
120 mozos. Por ferrocarril llegaron también “trajes enviados de Europa y de
Estados Unidos para las damas principales de la ciudad”, y se condujeron
diariamente desde Veracruz y la capital de la república “los víveres
necesarios”.[13] Entre
los invitados figuraban Tomás y Oscar Braniff,
Ignacio de la Torre, Pablo Escandón, Antonio Rivas Mercado, Roberto Gayol, Eduardo Liceaga, José Porrúa, Amado Nervo, entre
muchos otros.[14] No se
reparó en gastos para construir arcos del triunfo, iluminar calles, edificios y
cerros, para las tribunas especiales en la Presa de la Olla, los honores
militares ni los banquetes.
El Imparcial calculó que los gastos ejercidos ascendieron a cerca de 500 000 pesos.[15] ¿Qué
tanto dinero era? Ese año el gobierno de Guanajuato dedicó 138 000 pesos a las
obras públicas de todo el estado, y para entonces el presupuesto anual de todo
el estado de Aguascalientes era inferior al destinado para el festejo
presidencial.[16] El Mundo Ilustrado se deleitó: “diremos que pocas veces
–si no es que ninguna– se habrá hecho en el país un derroche que supere al de
galantería y esplendidez hecho en esta ocasión por Guanajuato”.[17]
El semanario tenía razón, es difícil encontrar algún
antecedente de “derroche” y una visita presidencial a un estado del país tan
vistosa como la que entonces ocurrió en Guanajuato. No contamos aún con una
relación exhaustiva de las giras y/o viajes de Porfirio Díaz por el país, pero
al final del siglo xix había hecho al menos cuatro
importantes. La primera fue en enero de 1896, para inspeccionar trabajos del
ferrocarril de Tehuantepec. En diciembre del mismo año se reunió en Guadalajara
con la elite regional (los eventos no fueron cubiertos por El Mundo Ilustrado). En 1898 emprendió un viaje ambicioso
para visitar Tampico y San Luis Potosí, y en otra ocasión estuvo en Monterrey.
Como siempre, aprovechó para ser saludado y celebrado por miles de personas en
las estaciones por las que pasó. De ambas giras hubo algunas fotografías en El Mundo Ilustrado, pero ninguna en que apareciera el
presidente en actividad, lo que revela la menor disponibilidad económica y las
mayores dificultades técnicas que existían para el traslado de reporteros,
equipo, negativos y para la reproducción de imágenes.[18]
El antecedente más directo de las jornadas pasadas por
Díaz en Guanajuato fue el de su visita a Puebla en 1901.[19] De ella
aparecieron en El Mundo Ilustrado sólo tres
fotografías del presidente, a diferencia de la cobertura de Guanajuato en 1903,
cuando aparecieron seis fotografías del presidente para un total de quince de
sus actividades, aunque no fuera él el protagonista del encuadre. Así, la de
Guanajuato fue importante porque representa la coincidencia de dos procesos
cruzados: una tendencia a la alza en materia de
posibilidades e inversión de recursos técnicos en publicaciones como el citado
semanario, que permitieron dar cobertura amplia y ágil a eventos que ocurrían
fuera de la capital del país, y una tendencia a la baja del régimen porfirista,
que debió recurrir a estrategias de promoción para paliar el desgaste.
No por casualidad desde entonces se hizo más evidente la
presencia de Porfirio Díaz en el país y más abundante su cobertura mediática.
Aunque no se ha prestado mucha atención a las giras presidenciales, autores
como Javier Garciadiego, Paul Garner
y Enrique Krauze coinciden en marcar el año de 1900
como el punto de inflexión para el régimen: decadencia y caída según el primero,
desmoronamiento de acuerdo con el segundo, derrumbe para el tercero (Garciadiego, 2010; Garner, 2004; Krauze y Zerón, 1993, tt. iv y v). El contraste entre la decadencia del sistema
político y económico con la imagen que se quería proyectar es evidente. En 1900
resurgió el Partido Liberal con Camilo Arriaga, Juan Sarabia y Antonio Díaz,
quienes reclamaban a Díaz el cumplimiento de la Constitución de 1857. En 1904
Porfirio escogió para su fórmula a Ramón Corral como vicepresidente, relegando
a Bernardo Reyes, cuyos seguidores se convertirían pronto en opositores del
régimen. Aún más, en 1906 y 1907 estallaron las huelgas en Cananea (Sonora) y
Río Blanco (Veracruz) reprimidas violentamente por un presidente incapaz de
negociar.[20]
Por ello parece pertinente plantear que –aunque no se
conozca o no haya existido un proyecto explícito– las giras y la promoción de
la figura de Díaz asociada a los atributos de paz y progreso se implementaron o
consolidaron en ese contexto de desgaste y demandas políticas y sociales en
aumento. No fueron sistemáticas, en parte por el envejecimiento de Díaz, pero
el paralelo con el derrumbe del régimen es tan claro como la meta que se
perseguía. En enero de 1898, cuando el presidente emprendió su viaje a Tampico,
en El Mundo Ilustrado se escribió: “Muchos
mexicanos hay en aquellas regiones tan apartadas del centro, que no conocen al
viejo jefe, y que hoy lo verán, viril, y joven todavía de espíritu y de
cerebro.”[21]
A partir de la visita a Puebla en 1901 puede comprobarse
la continuidad, repetición y perfeccionamiento del modelo: en cada gira, por
ejemplo, los programas incluían numerosas paradas en las estaciones de tren
intermedias, para que fuera aclamado por las multitudes, y artificiosas
recepciones en la estación de Buenavista en sus regresos a la ciudad de México.
Tras la de Guanajuato en 1903 siguieron, al menos, Tehuantepec en 1905, Yucatán
en 1906 (la primera vez que un presidente mexicano pisó la península), 1909 en
Ciudad Juárez a propósito de la entrevista con el presidente estadunidense
William Taft y 1910 en Chilpancingo (Serrano, 2012).
El culmen del proyecto de promoción se alcanzó en las celebraciones del
centenario, protagonizadas por él en la capital y reproducidas y difundidas en
todos los rincones del país, cuando a las crisis previas se habían sumado una
nueva, como el trance económico internacional que estalló en 1907.
Con razón se podría referir a estas giras y a la
cobertura de prensa hecha sobre ellas como actos de propaganda, diseñadas para propagar una imagen favorable en medio de un ambiente
adverso.[22]
Miradas al “derroche
de galantería y esplendidez”
La visita a Guanajuato se preparó
con anticipación. En principio se había programado para el día 25 de
septiembre, pero en agosto la prensa local anunció el cambio de planes y dijo
que el programa se estaba ampliando, pues si originalmente el presidente
estaría un solo día y una noche, “se sabe de buena fuente que el primer
Magistrado de la Nación, ha resuelto permanecer en esta capital tres noches y
dos días”.[23] Díaz
salió de la estación de Buenavista con su comitiva el lunes 26 de octubre por
la mañana y fue recibido esa tarde en la estación de Marfil, distante unos ocho
kilómetros del centro de la ciudad. La inauguración de las obras y el resto de
los eventos fueron celebrados el martes y el miércoles, y el jueves en la
madrugada regresó el presidente a la capital del país.
En la ciudad todo estaba arreglado: se repartieron
invitaciones para las funciones especiales, se levantaron al menos cuatro arcos
del triunfo en diversos lugares, se armaron tribunas para los espectadores, y
se adornaron los cerros; en el de San Miguel, por ejemplo, a la vista desde las
calles céntricas ubicadas en el fondo de la cañada, se formó “una gran águila
con el monograma P. D. y una inscripción que dice ‘Bien venido’, cubierto todo
ello con focos incandescentes”.[24] Una
profusa iluminación fue preparada para casas, comercios y edificios públicos;
la fachada de la parroquia se adornó con 3 000 focos, 500 en el jardín del
Cantador, y otros más en el teatro Juárez.
Los primeros en llegar fueron los invitados de los estados,
los empresarios y los diplomáticos. A falta de hoteles, se prepararon 500
alojamientos en los edificios públicos y en las casas particulares. Joaquín
Chico recibió en su casa a los ministros de Gobernación y de Comunicaciones,
Ramón Corral y Leandro Fernández. El encargado de Negocios de Alemania se alojó
en el consulado de esa nación, y en la casa del gobernador se dispuso una
habitación para Porfirio Díaz.[25]
En toda la ruta del ferrocarril se previno a la población
para que saludara a su presidente: así lo hicieron en Tlalnepantla, Cuautitlán,
El Salto, Tula y San Juan del Río. La recepción oficial del gobernador fue en
Celaya, donde se echaron las campanas al vuelo y se tocó el himno nacional. El
tren con la comitiva especial siguió hacia Salamanca, Silao y arribó a la
estación de Marfil a las 6 de la tarde (véase imagen 5). “Una inmensa oleada de
gente invadía la estación”, vigilada por la policía secreta, con elementos
“convenientemente” distribuidos; “el pueblo” no dejaba de lanzar “vivas”, “los
hombres –celebraba zalameramente el redactor– agitaban en alto sus sombreros
saludando al recién llegado, y las mujeres regalaban flores y serpentinas a su
paso”.[26]
Imagen 5. “La estación de Marfil antes de la llegada del
Sr. Presidente”, El Mundo Ilustrado, domingo 1 de
noviembre de 1903.
Desde que Guanajuato fue unido a la línea del Ferrocarril
Central Mexicano, en 1882, se había conformado con que la conexión llegara
hasta Marfil, desde donde un tranvía de tracción animal continuaba el trayecto,
con la menor capacidad de carga e incomodidades que ello generaba, hasta la
estación del Cantador, un paseo ubicado en los contornos de la ciudad minera.
Hay muy pocas referencias del traslado hecho por el
presidente entre la estación de Marfil y el Cantador. Algunos de los mejores
detalles se conocen por el periódico capitalino El Tiempo,
que describió “la calzada que conduce de Guanajuato a Marfil […] engalanada con
multitud de postes colocados a uno y otro lado, sosteniendo banderas y escudos
nacionales” y los arcos del triunfo, uno en la estación, donde se leía “Viva el
Héroe de la Paz”, y otro frente a la hacienda de beneficio de La Purísima,
“inmenso”, “coronado por un gorro frigio”.[27]
Aunque con parquedad El Mundo
Ilustrado consignó una escala importante, en la referida hacienda de La
Purísima, donde “más de cinco mil mineros le tributaron una entusiasta ovación”,[28] lo que
apunta a sostener que en la recepción presidencial se logró reunir a buena
parte de la fuerza laboral de este sector por entonces dominante en la economía
de Guanajuato. Como se sabe, la irregularidad de la actividad minera generaba
un número de empleos constantemente cambiantes, pero un parámetro lo dan los 6
400 trabajadores en la minería extractiva (apenas unos cientos más que los
reunidos esa tarde) que se registraron en 1904, a los que se podrían sumar unos
pocos más en las haciendas de beneficio (Sánchez, 2012).[29]
Una parada tan significativa no fue fotografiada o sus
imágenes no fueron publicadas en un medio como El Mundo
Ilustrado, donde se tenía un esmerado cuidado por colocar la figura del
presidente y sus obras en el primer plano de la palabra y de la imagen. Todo
indica que esta notable ausencia se debió al retraso del tren en el que viajaba
el grueso de los periodistas, por lo que este medio tampoco registró la
multitud que se congregó a lo largo del camino que recorrió Díaz entre la
estación de ferrocarril y la ciudad.
¿Cómo tener referencias detalladas de la visita y
establecer qué actividades y lugares fueron fotografiados o difundidos en
imágenes? A través de las múltiples fuentes consultadas, el cuadro 1 sintetiza
y permite profundizar en los diferentes tipos de registros hechos de la visita,
primero en relatos o “imágenes narradas” (un diario: El
Imparcial, un semanario: El Mundo Ilustrado,
y una crónica histórica: las Efemérides de Crispín
Espinosa), y en imágenes fotográficas (las publicadas en El
Mundo Ilustrado y las capturadas en formato estereoscópico por uno o
varios fotógrafos anónimos, de Guanajuato). Siguiendo los momentos y escalas
fundamentales de las jornadas, una primera lectura muestra el cuidadoso trabajo
descriptivo y adulador de El Mundo Ilustrado, que
perdió pocos detalles. En cuanto al material gráfico también destaca el papel
del semanario, aunque el acceso a los fotógrafos fue más restringido, o no hubo
espacio suficiente en las páginas de la publicación, o en la mesa editorial no
se consideró necesario incluir todos los detalles. Los registros de la cámara
estereoscópica (conservados en un archivo local),[30] en
cambio, no corresponden a una serie como sus primeras lecturas sugirieron; por
lo que se conserva no parece que su autor pretendiera o pudiera seguir paso a
paso al invitado, más bien logró llegar o sólo quiso participar y guardar
recuerdos de tres momentos: en la inauguración del monumento a Miguel Hidalgo,
en la visita al templo de San Cayetano –en Valenciana– y muy posiblemente en
las regatas de la presa de la Olla.
Cuadro 1. Los registros narrativos y visuales de la
visita
Lunes 26 de octubre |
|||||
Actividades, personajes y situaciones |
Descripciones incluidas |
Fotografías (número) |
|||
El Mundo Ilustrado |
El Imparcial |
Efemérides, de C. Espinosa |
El Mundo Ilustrado |
Estereoscópicas |
|
Salida
del presidente de la ciudad de México |
Sí |
Sí |
Sí |
0 |
0 |
Escalas
en diversas estaciones de ferrocarril |
Sí
|
Sí |
Sí |
0 |
0 |
Estación
de Marfil |
Sí |
1 |
0 |
||
Hacienda
de La Purísima |
Sí
|
0 |
0 |
||
Trayecto
de la estación de Marfil a El Cantador |
Sí |
0 |
No
determinado |
||
Alojamiento
en casa del señor gobernador |
Sí |
Sí |
1 |
0 |
|
Saludo
por el balcón |
Sí |
0 |
0 |
||
Paseo
por el jardín Hidalgo |
Sí
|
0 |
0 |
||
Martes 27 de octubre |
|||||
Actividades, personajes y situaciones |
Descripción |
Fotografías |
|||
El Mundo Ilustrado |
El Imparcial |
Efemérides, de C. Espinosa |
El Mundo Ilustrado |
Estereoscópicas |
|
Inauguración
en el palacio legislativo |
Sí
|
Sí |
Sí |
5 |
0 |
Inauguración
del monumento de la Paz |
Sí
|
Sí |
Sí |
1 |
0 |
Banquete
en casa del gobernador |
Sí |
0 |
0 |
||
Regatas
en la presa de la Olla |
Sí
|
Sí |
4 |
No
determinado |
|
Inauguración
de la estatua de Hidalgo |
Sí
|
Sí |
Sí |
1 |
1 |
Inauguración
de la planta eléctrica |
Sí
|
Sí |
Sí |
0 |
0 |
Lunch
champagne en la planta de luz |
Sí |
0 |
0 |
||
Inauguración
del teatro Juárez |
Sí
|
Sí |
Sí |
2 |
0 |
Miércoles 28 de octubre |
|||||
Actividades, personajes y situaciones |
Descripción |
Fotografías |
|||
El Mundo Ilustrado |
El Imparcial |
Efemérides, de C. Espinosa |
El Mundo Ilustrado |
Estereoscópicas |
|
Excursión
a la presa “Esperanza”, saliendo de El Cantador |
Sí
|
Sí |
Sí |
3 |
0 |
Almuerzo
en Cañada de La Labor |
Sí
|
Sí |
Sí |
1 |
0 |
Visita
al templo de la Valenciana |
Sí
|
ND |
0 |
1 |
|
El
presidente plantó un árbol en el jardín La Unión |
Sí
|
Sí |
Sí |
0 |
0 |
Baile
en el teatro Juárez |
Sí |
Sí |
2 |
0 |
Fuente: El Mundo Ilustrado,
25 de octubre, 1 y 8 de noviembre de 1903; El Imparcial,
24 de octubre al 4 de noviembre de 1903, y Espinosa (1919, pp. 36-51).
Como parece que las actividades de la tarde y noche del
lunes 26 no pudieron ser registradas por la ausencia señalada de fotógrafos, El Mundo Ilustrado sólo incluyó dos imágenes alusivas,
una de la estación de Marfil, tomada desde lo alto de un cerro, quizá por un
fotógrafo instalado previamente, mostrando en una visión paisajística el
escenario (imagen 5), y otra, que pudo ser tomada antes o después, del interior
de la habitación en la que durmió el presidente. Las crónicas periodísticas e
históricas apuntan que esa noche Díaz se instaló en la casa del gobernador
González, en el Jardín de la Unión, salió al balcón de la recámara para saludar
al pueblo, y más tarde bajó a dar un pequeño paseo alrededor del jardín.[31]
La agitada jornada del gobernante de 73 años inició la
mañana del martes 27 con la inauguración del palacio legislativo y un monumento
a la Paz. Vino luego un banquete en casa de Obregón González, una exhibición de
regatas en la presa de la Olla, la inauguración de una estatua de Hidalgo en el
jardín de las Acacias, la inauguración de una planta eléctrica en el barrio de
Pastita, un lunch champagne en el mismo sitio, y
por la noche la inauguración del teatro Juárez, con la presentación de la ópera
Aída. El Mundo Ilustrado publicó fotografías representativas de
las principales escalas de aquella jornada, exceptuando del banquete en casa
del gobernador y de la inauguración de la planta eléctrica.
La presa de la Olla era en 1903 la culminación de un
paseo al que se llegaba desde el centro de la ciudad, en cuyos márgenes se
habían levantado desde la década de 1860 las casas de algunos de los miembros
de la elite (Alcocer, 2002, pp. 75 aa., y ss.). Ese día, alrededor de la presa
se construyeron tribunas de madera “cómodas y elegantes”, “destinadas al señor
presidente y su comitiva, al cuerpo diplomático, a los representantes de la
prensa y a las familias de los convidados”.[32] En su
estilo y con lujo de detalles El Imparcial
describió la salida hacia la presa: “Cuando el señor general Díaz se presentó a
los ojos de aquella gran muchedumbre, la aclamación que estalló de todas las
bocas fue indescriptible”; el trayecto estaba “espléndidamente adornado” y
sobre el carro presidencial lanzaron “confeti, serpentinas y rosas”. Ya en la
presa hubo honores militares al presidente, que se instaló en su tribuna
especial desde donde tenía a la vista las lomas vecinas, con “un sello muy
pintoresco”, rebosando de gente “que ocupaba millares de tiendas de campaña”
(véanse imágenes 6 a 8).[33]
Imagen 6. “Atalaya de la presa de la Olla”, El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
Imagen 7. Fotografía estereoscópica que puede
corresponder a una toma realizada durante las regatas de la presa efectuadas
con motivo de la visita presidencial de 1903. Museo Regional Alhóndiga de
Granaditas, Fototeca Romualdo García, Guanajuato, núm. 9445.
Imagen 8. Puede notarse la cuidada composición y la
estética de la imagen. “Regata en tinas”, El Mundo
Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
El escenario estaba cuidadosamente dispuesto para el
lucimiento de la figura presidencial y todos los ojos estaban sobre él. Entre
todas las cámaras que había ahí en la presa, estaba por ejemplo la de uno de
los fotógrafos de más renombre en la época, Winfield
Scott, quien cubrió al menos algunas de las actividades de la gira, aunque
hasta ahora sólo se han identificado tres imágenes, entre ellas una muy bien
lograda de Porfirio Díaz caminando entre la multitud por la Plaza de la Paz.[34]
Terminadas las regatas una multitud se congregó en las
inmediaciones de la presa, sobre el jardín de las Acacias, para develar un
monumento a Hidalgo: sólo de la comitiva presidencial había más de 400
personas, además de 1 500 niños y niñas de escuelas públicas que cantaron el
himno nacional, sin contar a los espectadores apostados en las laderas de los
cerros vecinos;[35] con
exageración, el Diario del Hogar dijo que hubo en
el acto “no menos de quince mil personas” (véase imagen 9).[36]
Imagen 9. Museo Regional Alhóndiga de Granaditas,
Fototeca Romualdo García, Guanajuato, núm. 9452.
Tanto o más importante que los otros edificios fue la
planta eléctrica que se inauguró en el barrio de Pastita –que
aunque pobre “estaba iluminado”– y de cuyo acto no hay fotografías que se
conozcan (Espinosa, 1919, pp. 43-44). Como centro minero, Guanajuato requería
de un buen fluido de energía eléctrica para hacer costeable su producción. La
planta que oficialmente se puso a funcionar ese día tenía detrás una historia
que la ubica entre las más relevantes en un contexto de expansión de grandes
empresas de servicios públicos. Formaba parte del proyecto mayor de la
Guanajuato Power and Electric Company, establecida un
año atrás (1902) en Colorado, otro centro minero, por el banquero estadunidense
William P. Bonbright.[37]
Esa tarde el presidente conoció la fachada del edificio,
recorrió sus instalaciones, observó la maquinaria y fue obsequiado con un
exclusivo lunch champagne en el que al parecer sólo
se dispusieron cuatro mesas. El evento no careció de detalles: primero el
presidente fue invitado para que, oprimiendo un botón, echara a andar el
movimiento y se encendieran 3 000 focos; más tarde se apagaron todos “y se hizo
pasar por los alambres la enorme fuerza de cuarenta mil volts, que produjo una
gran descarga eléctrica. Sobre la placa negra de los reguladores apareció el
nombre del señor general Díaz, formado con luces azules”.[38]
Como dijo en su discurso el apoderado de la empresa, el
licenciado Carlos Robles, “el regocijo que en aquellos momentos reinaba en
aquel lugar, también se dejaba sentir en los Estados Unidos, donde residían los
principales accionistas de la compañía”.[39] De
regreso al centro de la ciudad el pueblo volvió a aparecer, rodeando a la
comitiva “una gran procesión de mineros que portaban grandes antorchas, con las
que se iluminaba todo el camino”.[40]
Por la noche tuvo lugar el acto social culminante del
día: la inauguración del teatro Juárez, “el mejor y más elegante entre todos
los de su género que existen en el país”, dijo El Mundo
Ilustrado. Más de 30 años duró la construcción del edificio e
intervinieron en sus trabajos José Noriega y Antonio Rivas Mercado,
sucesivamente. De marcado estilo neoclásico, no se escatimó en los materiales
ni en las distancias que hubo que salvar para llevarlos. “El teatro es
hermosísimo: el pórtico consta de una soberbia escalinata”, a cuyos lados “se
ven dos candelabros de hierro” y un león vaciado en bronce. En lo alto, ocho
estatuas de tres y medio metros de altura de las musas principales del Parnaso.
Entre todo destacaba el “foyer”, “que protege una airosa cúpula de hierro y
cristales” (véanse imágenes 10 y 11).[41]
Imagen 10. La placa fue tomada antes
de la llegada de Porfirio Díaz a Guanajuato. “Guanajuato. El Teatro Juárez”, El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
Imagen 11. Fotografía tomada durante las actividades,
publicada en varios medios. “El baile en el Teatro Juárez. El Sr. Presidente de
la República y su esposa, y un grupo de concurrentes”, El
Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
El presidente se retiró un poco antes de que terminara la
función, pues la mañana del miércoles reanudó las actividades con una excursión
a la presa de La Esperanza, a la que se trasladaron en 40 carruajes. La presa
era una obra hidráulica de mucha importancia para la ciudad, pues sus aguas
aportaban un elemento fundamental para el beneficio de los metales y desde ahí
se extendía también una línea para la distribución urbana. Examinada la obra el
grupo se trasladó a una finca inmediata, la Cañada de La Labor, donde hubo un
almuerzo bajo una tienda de campaña, con “cinco exquisitos platillos y
magníficos vinos” para 1 500 personas (véanse imágenes 12 y 13).[42]
Imagen 12. Como en otras fotografías, el pueblo aparece
en los márgenes, espectadores de escenas en las que el protagonista es Díaz.
“El Sr. Presidente visitando la presa “Esperanza”, El
Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
Imagen 13. A la izquierda, la carpa de lona donde se
celebró el banquete en honor al presidente con la asistencia de 1 500 personas.
A la derecha, los no convidados, expectantes. “La Cañada de ‘La Labor’”, El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
El modelo de la gira justificaba con suficiencia su
realización: permitía una gran exposición pública del presidente, cuya
cobertura en la prensa era limitada pero importante. Lo que se conseguía era
ser esperado, visto y saludado por miles en cada estación o en cada reunión,
como la de los mineros en Guanajuato. Además, había con seguridad otros
resortes que las movían. Unos pocos integrantes de la elite reunida con él en
el teatro Juárez, en las excursiones, inauguraciones y comidas podían tratar
temas con él, y esta es una de las vetas que mejor valdría la pena explorar
desde la historiografía local. Su seguimiento, además, pone el foco sobre
algunos significativos vacíos que se descubren, por ejemplo, la ausencia de un
representante diplomático de Estados Unidos, en un contexto particularmente
clave para los intereses de sus capitalistas involucrados en la minería y la
generación de electricidad, como bien lo revela la planta eléctrica inaugurada
(Meyer, 1998).
Al final de la segunda jornada, ya de regreso a la
ciudad, un grupo de estudiantes hizo a don Porfirio la “espontánea” invitación
para plantar un árbol en el Jardín de la Unión, rememorando, según se anotó, la
plantación que tiempo atrás hizo Benito Juárez en el mismo lugar. El acto final
fue el baile de gala en el teatro Juárez.[43]
Todos los ojos de la prensa,
¿y de una agencia fotográfica?
El paso del presidente por la
ciudad de Guanajuato no fue, hay que subrayarlo, un hecho que “sólo tuvo
repercusión local”, como ha sugerido Beatriz Malagón (2012, p. 21). Todo lo
contrario, muchos ojos y muchas cámaras fotográficas estuvieron sobre él: la
visita formaba parte de una estrategia articulada de promoción política del
presidente, de propaganda, era una fiesta para él y para su figura, un montaje
para ser saludado y reconocido por el pueblo, y había que aprovechar todos los
recursos al alcance para que esas imágenes fueran reproducidas y conocidas en
todo el país.
Casi todos los periódicos de la capital y muchos en los
estados de la república dieron al menos alguna noticia de los eventos ocurridos
esos días en Guanajuato.[44] Detrás
de la gira presidencial había un aparato armado para que los medios principales
trasladaran expresamente para la ocasión a reporteros y su equipo necesario
para no perder detalles. En la organización se tuvo el cuidado de darles trato
preferente, por ejemplo, disponer “una tribuna especial para la prensa en la
Presa de la Olla”.[45]
Si el tren en el que hicieron el viaje desde la ciudad de
México “muchos representantes de la prensa” se retrasó y arribó a la estación
de Marfil unas cinco horas después que el tren presidencial, en otro carro sí
llegaron a tiempo al menos cuatro directores de periódicos: Filomeno Mata, de Diario del Hogar, Victoriano Agüeros, del Semanario Literario Ilustrado, Ireneo Paz, de La Patria y Trinidad Sánchez Santos, de El País.[46] También
estuvieron los directores de la prensa extranjera: Luis Symeuds
de The Mexican Herald,
Henri Papillaud, de L’Echo Français, y Francisco Trentina, de la Gazetta Coloniale.[47]
Entre todos los diarios y semanarios fueron El Mundo Ilustrado y el Semanario
Literario Ilustrado los que lograron una mayor cobertura fotográfica.
Por lo que respecta a la ubicación de los reportajes y las fotografías es muy
claro el mensaje editorial: El Mundo Ilustrado colocó
en la portada de su edición del 1 de noviembre dos imágenes que, salvando el
lugar común, podrían transmitir respectivamente dos ideas: paz y progreso. Al
pie de las imágenes una frase sencilla: “Guanajuato. El Monumento de la Paz y
el Teatro Juárez, inaugurados por el Sr. Presidente de la República”. Siguiendo
su estructura cotidiana, el hebdomadario dedicó nueve páginas en interiores
para dar detalles y colocar las fotografías, en el espacio dedicado al evento
central de la semana, que con mucha frecuencia protagonizaba el presidente. En
cuanto a la crónica, en estos mismos semanarios se redactaron descripciones
vívidas y atentas, como también lo hicieron diarios como El
País o El Imparcial.
La revisión de estos medios en un episodio específico permite
explorar la forma en que se registraban y circulaban las fotografías de prensa
en esta primera etapa de su profesionalización. Por regla general, los diarios
tenían poca oportunidad y capacidad técnica para publicar fotografías. El Imparcial sólo publicó un grabado (a partir de una
fotografía que apareció más tarde en El Mundo Ilustrado)
del teatro Juárez el 27 de octubre, lo mismo que El País
un día después. Los semanarios, en cambio, atendiendo a su vocación, ilustraron
profusamente las notas respectivas, pero de su comparación resulta que aunque cada uno pareciera haber dependido de su o sus
fotógrafos, todo apunta en el sentido de que existía entonces una agencia
fotográfica que vendía derechos de reproducción a los diferentes medios.
Lo anterior se colige al descubrir nueve imágenes
idénticas reproducidas en los dos semanarios, variando solamente los recortes
que de ellas hacían, y cinco fotografías también iguales aparecidas en la Revista Moderna de México, en su edición del 1 de
noviembre de 1903. Los artífices de la empresa no han sido develados hasta
ahora. Daniel Escorza, un estudioso de Agustín Víctor Casasola, ha apuntado al
funcionamiento de varias compañías con estas características, pero todas
surgidas unos años después: la de Heliodoro J. Gutiérrez desde 1909, la
Compañía Periodística Nacional, de Ezequiel Álvarez Tostado, y la del propio
Casasola, a partir de 1912 (Escorza, 2014, pp. 69, 70-74 y 81).
Aunque parece clara la existencia y el trabajo de alguna
compañía de este tipo en los festejos de octubre de 1903 en Guanajuato, es
evidente también que todos los periódicos, y en especial los semanarios
enviaron y aprovecharon a sus propios reporters-fotógrafos. Ello hace necesario ampliar las
investigaciones al respecto, teniendo en cuenta que determinar con mayor
precisión la circulación de las imágenes en la prensa pasa también por estudiar
la circulación de los textos. Muchos periódicos se valían del telegrama,
algunos firmaban a “el enviado especial” pero todos aludían a la originalidad de
su información. Un caso, sin embargo, es el de El
Imparcial y El Tiempo, dos diarios con
propiedad y dirección distinta en los que se reprodujeron párrafos completos
idénticos: ¿era una agencia también la que vendía textos que los periódicos
intercalaban con sus propios reportes? Queda abierta la pregunta
pero varias respuestas nuevas asoman de esta cobertura.
Un instante en Valenciana:
tres fotógrafos y varias rutas de circulación de imágenes
Es evidente que en este y otros
acontecimientos había fotógrafos de agencia que comercializaban las imágenes a
los periódicos, ahorrándoles los gastos que implicaba trasladar a sus propios
fotógrafos, cuidar y procesar los negativos. Pero debe subrayarse, además, que
varios medios, señaladamente El Mundo Ilustrado y
el Semanario Literario Ilustrado, no sólo pagaban a
la agencia, sino que complementariamente costeaban a sus reporters-fotógrafos.
Uno de los últimos actos del presidente en Guanajuato
tuvo lugar en el templo de San Cayetano, que encontró de camino en su excursión
a la presa de La Esperanza. Era este una de las joyas arquitectónicas heredadas
por la riqueza minera de la zona y había sido construido en el siglo xviii por el conde de Valenciana.
De la escena han sobrevivido al menos tres fotografías
diferentes, dos de ellas capturadas por fotógrafos profesionales y la otra por
un aficionado. Se trata de una secuencia en la que puede adivinarse la
colocación de tres fotógrafos distintos, uno junto a otro –seguramente cuidados
por la guardia presidencial– con tres equipos y tres habilidades para captar el
instante. Esta vez el fotógrafo aficionado logró la mejor placa: en formato
estereoscópico quedó grabado el momento en que Díaz cruza la puerta y se dirige
a las escaleras entre las miradas de respeto de gente humilde y el ojo
vigilante de los gendarmes de caballería (véase imagen 14). Dos pasos abajo
otro fotógrafo accionó su cámara, pero el presidente apareció en una pose poco
favorable, con la cabeza baja, poniendo cuidado en los escalones (véase imagen
15). Sobre el mismo escalón, pero una fracción de segundo después, un tercer
fotógrafo apareció, casi al frente del protagonista; era “nuestro reporter-fotógrafo Sr. A [gustín].
V [íctor]. Casasola”, del Semanario
Literario Ilustrado, quien captó una instantánea aún menos lograda, un
presidente que no detiene su paso y con displicencia saluda a un hombre
sencillo que se quita el sombrero ante él (véase imagen 16). La dirección del
semanario decidió recortarla (para dar una impresión de cercanía entre el
fotógrafo y el protagonista) e incluirla en portada con el pie: “El General
Díaz da la mano a un barretero al salir de la iglesia ‘La Valenciana’”. A pesar
de que la imagen proyecta autoridad, el gesto del líder no era el que solía y
convenía mostrar.
Imagen 14. Recorte del par estereoscópico logrado por un
anónimo fotógrafo aficionado de Guanajuato, al momento en que Díaz sale del
templo de San Cayetano, en La Valenciana. Fototeca Romualdo García, Museo
Regional Alhóndiga de Granaditas, Guanajuato, núm. 9405.
Imagen 15. El presidente saluda con displicencia a un
minero. La imagen ha sido ajustada horizontalmente para corregir la inversión
provocada por la nota manuscrita sobre el negativo. Serie-Porfirio Díaz visita
los estados de la república, Secretaría de Cultura.-inah.-Méx.
núm. 5305. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e
Historia.
Imagen 16. ¿Una imagen incómoda? “El General Díaz da la
mano a un barretero al salir de la iglesia ‘La Valenciana’ en Guanajuato
(Fotografía tomada por nuestro reporter-fotógrafo Sr.
A. V. Casasola)”, Semanario Literario Ilustrado,
lunes 9 de noviembre de 1903, p. 1.
Una clave parece residir en la segunda foto, cuyo
negativo se resguarda hoy en el fondo Casasola de la Fototeca Nacional.
Incluyendo esta, en toda la Fototeca se han localizado sólo tres fotografías de
la visita de Porfirio Díaz a Guanajuato, dos aparecieron en El Mundo Ilustrado y en el Semanario
Literario Ilustrado, pero no esta. Si Agustín
Víctor estaba casi de frente al presidente tuvo que ser otro el fotógrafo de
esta segunda foto, seguramente un anónimo representante de la agencia que
cubría el evento, una parte de cuyas placas terminaron integradas en los
archivos de Casasola.
Obras de orgullo y utilidad
para la ciudad, promoción para la figura presidencial. A manera de conclusión
Cuando el presidente Porfirio
Díaz estuvo de regreso en la estación Buenavista de la ciudad de México fue
recibido con otra preparada, lucida y calculada manifestación de afecto.
Después de la fiesta, ¿cuál fue el saldo de la visita para la ciudad de
Guanajuato? Los dos monumentos (a la Paz y a Hidalgo) eran parte del programa
del régimen para hacer visible a la población la idea de historia que se tenía:
una donde se acentuaba el orgullo por la “cuna de la independencia” y donde la
paz y el progreso constituían el momento evolutivo que se vivía. El teatro
Juárez, un icono urbano desde entonces representaba uno de los más caros
anhelos de cualquier elite local, tanto como el palacio legislativo. Mayor impacto social tuvieron la presa de La Esperanza (que
ya estaba en funciones previamente) y la planta de electricidad, dos obras que
pese a su utilidad para la población habían sido concebidas en buena medida
para su aprovechamiento en la explotación minera.
El balance urbano sin duda debe ampliarse al conjunto de
obras que se hicieron antes y después, y en particular con las que se inauguraron
en 1908 y 1910: un túnel de gran mérito económico e ingenieril, una nueva y más
funcional estación de ferrocarril –“dentro” de la ciudad–, y un mercado
monumental. Los hospitales, las escuelas y los trabajos de introducción de
drenaje y pavimentación, obras que por todas las ciudades se trataban de
impulsar, parecen haber recibido menos atención.
Importa aludir y ahondar en este balance porque para la
ciudad fue un momento clave que debe entenderse más allá de lo anecdótico.
Importa también subrayar que la visita no fue sólo un acontecimiento local,
sino uno que debe entenderse en el conjunto de una serie de acciones
presidenciales para promover su imagen.
Las fiestas de 1903 fueron retratadas desde muchos y
variados ángulos. El autor de una serie de fotografías estereoscópicas que aquí
se estudian era sin duda un fotógrafo local, con cierta capacidad económica
para acceder a equipos, con alguna intuición o formación en el arte
fotográfico, pero en todo caso aprendiz curioso y orgulloso por lo que ocurría en
su ciudad. Para un fotógrafo extranjero avecindado en la región, como Winfield Scott, pudo ser un momento más de su práctica
cotidiana. Los fotógrafos de la prensa nacional o, más bien, los editores de
los medios, privilegiaban en general los ángulos favorables al presidente, cuya
figura y obras se ponen al centro, a veces con magníficas composiciones en las
que se acentúan las jerarquías sociales (véase, por ejemplo, imagen 17).
Imagen 17. “De regreso del Palacio Legislativo.-
El Sr. Presidente, el Sr. Secretario de Gobernación y el Sr. Gobernador del
Estado”, El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre
de 1903.
Las imágenes publicadas por El Mundo
Ilustrado, el Semanario Literario Ilustrado y
otros para acompañar la crónica de los eventos de 1903 tienen un sello
particular: se trata de imágenes artísticas, de un fotógrafo o fotógrafos
dueños de su oficio, con acceso al presidente, a quien se retrata para difundir
su imagen con las ventajas de la reproducción masiva de la prensa, en un
momento en que la estrella del régimen estaba en franco descenso.
En El Mundo Ilustrado no hubo
lugar para registrar en imágenes la presencia de los gobernadores, los
representantes diplomáticos, los ministros, los encargados de negocios ni demás
invitados especiales. Lo hubo en alguna medida en el Semanario
Literario Ilustrado. En ambos cupo un espacio a ciertas imágenes
locales, un recurso siempre usado por los semanarios para “ubicar” al lector,
para situarlo en el lugar en el que sucedía el hecho noticioso, pero se
evitaron algunos trayectos, algunos detalles. En todas, el pueblo aparece
siempre en los márgenes, a veces escenográfica y estéticamente dispuestos.
¿Dónde quedaron los cinco mil mineros que reunieron para saludar al presidente?
A juzgar por los numerosos titulares, notas e imágenes difundidas de estos
eventos en la prensa se logró el cometido de publicitar la figura de Díaz y
hacerlo visible directamente a muchos habitantes de Guanajuato y de las
poblaciones por las que pasó. En el cruce de imágenes, ni al aparato
periodístico y político nacional ni a los orgullosos representantes locales
pareció importarles retratar a los protagonistas de la ciudad.
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Otras fuentes
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The Mexican Herald, Ciudad de México, 1903.
[1] Este episodio se conoce primordialmente desde el punto de
vista anecdótico, gracias a las Efemérides publicadas por Crispín Espinosa (1919, t. ii, pp. 36-51). La Breve historia de Guanajuato, por ejemplo, dedica únicamente diez páginas al porfiriato
y prácticamente ninguna referencia a la ciudad y ninguna a la visita de Díaz y
sus implicaciones (Blanco, Parra, y Ruiz, 2011, pp. 133-143). Salvador
Covarrubias Alcocer (2003) publicó un libro con algunas fotografías
interesantes de esos días pero con pocas herramientas
de historiador y en un tono francamente festivo.
[2] Un texto de divulgación sobre el tema es Tovar (2012).
Desde la historia de la fotografía, un acercamiento inicial a la cobertura de
este evento es Castañeda (2010).
[3] El Mundo Ilustrado, 25 de octubre, 1 y 8 de noviembre de 1903 y 4 de
octubre de 1908; Semanario Literario Ilustrado, 26 de octubre, 2 y 9 de noviembre de 1903; Revista Moderna de México, 1 de noviembre de 1903, y otras que se citan en el
texto.
[4] Fototeca Romualdo García, Museo Regional Alhóndiga de Granaditas (en
adelante frg-mrag), Guanajuato, México.
[5] Algunas excepciones son Alfaro (2014), Castañeda (2010) o Escorza (2014). Aunque este último utiliza términos como
“protohistoria del fotoperiodismo”, que parece poco adecuado para referirse a
una práctica plenamente profesional ejercida en México en la primera década del
siglo xx, abona a una mejor comprensión de los reporteros
fotógrafos de estos años y en particular subraya el trabajo desarrollado por
Agustín Víctor Casasola. También puede verse el libro coordinado por Rosa
Casanova (2012). Un balance muy parcial pero útil sobre la historiografía de la
fotografía en México se encuentra en Monroy (2015).
[6] Sobre estos últimos un buen trabajo acerca de José María Lupercio y sus fotografías en Guadalajara, en Camacho
(2010).
[7] A pesar de las constantes innovaciones tecnológicas alrededor
de la fotografía, estas sólo lograron desbancar los antiguos modelos y técnicas
hasta bien entrado el siglo xx (Souguez, 2001, pp. 184-186; Tausk,
1978, p. 12-14).
[8] El Tiempo Ilustrado tuvo varios nombres: fue primero El Tiempo Literario Ilustrado, luego Semanario Ilustrado, “del diario El Tiempo”, y después Semanario Literario Ilustrado.
[9] El Mundo Ilustrado, 1 de noviembre de 1903.
[10] El fotograbado surgió en la primera mitad del siglo xix pero tenía el inconveniente que no se podía incluir la
tipografía en la misma plancha lo que imposibilitaba combinar fotografía y
texto en las revistas ilustradas, además de que la impresión sólo admitía la
presencia (negro) o ausencia (blanco) de tinta. En 1872 se utilizó el “medio
tono”, que como su nombre indica permitía diferentes tonos entre el blanco y el
negro. “No fue sino hasta 1882 que el señor Meisenbach,
entre otros, inventó la placa de autotipia o cliché
mediante la cual las fotografías se podían imprimir sobre papel al mismo tiempo
que el resto de la página con texto (Montellano,
1994, p. 15).
[11] Aunque la calidad de estas fotografías justificaría
llamar a sus autores “fotorreporteros”, sería un anacronismo, pues como ha
notado Daniel Escorza (2014) las empresas periodísticas los identificaban como
“reporter-fotógrafo”, pues se trataba de un reportero
que redactaba notas y que tomaba fotografías.
[12] Según El Mundo Ilustrado, estuvieron Ramón Corral, ministro de Gobernación, Manuel González Cosío,
de Fomento, y Leandro Fernández, de Comunicaciones. Crispín Espinoza dice que
asistió también el de Guerra (Francisco Z. Mena), y el de Justicia, que de
acuerdo con el periódico El Tiempo era Justino Fernández Mondoño. El Mundo Ilustrado, 1 de noviembre de 1903; Espinosa (1919, p. 39); El Tiempo, 29 de octubre de 1903.
[13] El Imparcial, sábado 24 de octubre de 1903, pp. 1-2.
[14] Diario del Hogar, 27 de octubre de 1903; El Tiempo, 29 de octubre de 1903.
[15] El Imparcial, sábado 24 de octubre de 1903, pp. 1-2.
[16] La Opinión Libre, 15 de enero de 1905, p. 1. Ese año las rentas del municipio de
Aguascalientes sumaron 159 332.98 pesos y las del estado 186 463.47. Fondo
Secretaría de Gobierno, 11B/18. Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes
(en adelante ahea), México.
[17] El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
[18] El Mundo Ilustrado, 1896-1910; Valerio (2015).
[19] El Mundo Ilustrado, 13 de enero de 1901, pp. 7-13.
[20] Si bien Porfirio Díaz y su grupo político mantenían el
control del país, durante la primera década del siglo xx aparecerían diferentes actores que amenazarían al régimen; así por ejemplo
los hermanos Flores Magón fundarían el periódico Regeneración (1901) donde atacaban el rumbo que tomaba el país. El periódico sería
desmantelado por el gobierno y los Flores Magón se exiliarían en Estados Unidos
desde donde continuarían con la publicación de dicho periódico.
[21] El Mundo Ilustrado, 16 de enero de 1898, p. 2.
[22] Al estudiar las imágenes de los gobernantes, Peter Burke (2001) sostuvo: “A partir de 1789 ya no tiene nada de
anacrónico hablar de ‘propaganda’” (pp. 83-92 y 99).
[23] El Hijo del Pueblo, 23 de agosto de 1903.
[24] El Imparcial, sábado 24 de octubre de 1903, pp. 1-2.
[25] El Imparcial, martes 27 de octubre de 1903, pp. 1-2.
[26] El Mundo Ilustrado, 1 de noviembre de 1903; El País, martes 27 de octubre de 1903.
[27] El Tiempo, 28 de octubre de 1903.
[28] El Mundo Ilustrado, 1 de noviembre de 1903.
[29] Gráfica 3.4. Agradecemos al autor el dato y la
información intercambiada vía correo electrónico, en abril de 2018. Otra
referencia apuntala la magnitud: algunos años atrás el inmenso conjunto de
minas propiedad de Miguel Rul tenían a su servicio a
unos 3 600 trabajadores en las más de doce explotaciones situadas en los
minerales de La Luz, Valenciana, Cata y Mellado (Sánchez, 2012, p. 109).
[30] frg-mrag.
[31] El Tiempo, 2 de octubre de 1903; El Mundo Ilustrado, 1 de noviembre de 1903.
[32] El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
[33] El Imparcial, miércoles 28 de octubre de 1903.
[34] Dos de las fotografías se resguardan en la Fototeca
Romualdo García. Una de ellas, la de Díaz en la Plaza de la Paz, fue incluida
por Malagón (2012, p. 22), quien incorrectamente afirma que fue tomada en el
jardín de El Cantador. La otra es un positivo sobre cartón con la firma Winfield Scott, California Views,
que puede corresponder a la visita de Porfirio Díaz, y se localiza en la
Fototeca Ponciano Aguilar, s/c. Archivo Histórico de la Universidad de
Guanajuato (en adelante ahug), México.
[35] El Imparcial, miércoles 28 de octubre de 1903.
[36] Diario del Hogar, viernes 30 de octubre de 1903.
[37] Con el paso del tiempo esta compañía dominó los sistemas
de electricidad en los estados de Michoacán y Guanajuato y con éxitos
desiguales trató de abrazar los territorios vecinos de San Luis Potosí,
Aguascalientes y Zacatecas (Liehr y Torres, 2010, p.
29); El Hijo del Pueblo, 3 de mayo de 1903.
[38] El Imparcial, miércoles 28 de octubre de 1903.
[39] El Imparcial, miércoles 28 de octubre de 1903.
[40] El Tiempo, jueves 29 de octubre de 1903.
[41] El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
[42] El Imparcial, jueves 29 de octubre de 1903; Diario del Hogar, 31 de octubre de 1903.
[43] El Mundo Ilustrado, domingo 1 de noviembre de 1903.
[44] Algunos de los titulares fueron: “President
Diaz is Guanajuato’s
guest. Grand ovation
extended to Chief Magistrate”,
The Mexican Herald, tuesday, October
27, 1903; “Las grandes fiestas en Guanajuato. Manifestaciones de simpatía al
Sr. Presidente”, El País, 27 de octubre de 1903.
[45] El Imparcial, 24 de octubre de 1903.
[46] Diario del Hogar, 27 y 28 de octubre de 1903.
[47] El País, 27 de octubre de 1903, p. 1.