10.18234/secuencia.v0i106.1632
Artículos
Pasado-presente de la pedagogía infantil en Colombia: 1870-1930.
Una mirada desde la memoria activa
del saber pedagógico*
Past-Present of Children’s Pedagogy
in Colombia: 1870-1930. A view from
the Active Memory of Pedagogical Knowledge
Miguel Ángel Martínez Velasco1, http://orcid.org/0000-0001-9872-547X
Olga Lucía Zuluaga Garcés2, http://orcid.org/0000-0003-0649-6679
1Instituto de Educación y Pedagogía, Universidad del Valle, Colombia, miguel.martinez.velasco@correounivalle.edu.co
2Universidad de Antioquia, Colombia, ozuluagagarces@yahoo.es
Resumen:
El artículo tiene como propósito volver sobre la memoria
activa del saber pedagógico para problematizar los discursos que hoy configuran
la educación inicial. Metodológicamente se recurrió al enfoque histórico de la
práctica pedagógica, empleando algunas herramientas arqueogenealógicas
y a la noción de saber escolar para analizar la emergencia de la pedagogía
infantil como una práctica discursiva que tomó por objeto la educación de la
tierna edad y de los párvulos en Colombia. Entre los hallazgos se pudo visibilizar
la producción de una naturaleza infantil para educar a los niños y las niñas
desde los dos hasta los siete años de edad, a partir de la apropiación e
institucionalización del pensamiento de Pestalozzi, Fröbel
y Montessori. Como conclusiones se propone discutir el estatuto epistemológico
de la pedagogía infantil en el presente a partir de la recuperación de su
historicidad como saber escolar.
Palabras clave: pedagogía infantil; saber escolar; memoria colectiva; campo de saber;
saber pedagógico.
Abstract:
This article seeks to return
to the active memory of pedagogical knowledge in order to problematize the
discourses shaping early education today. Methodologically, the historical
approach to pedagogical practice was used, using archeo-genealogical tools and the notion of “saber escolar”[1] to
analyze the emergence of child pedagogy as a discursive practice targeting the
education of pre-schoolers and toddlers in Colombia.
Among the findings, it was possible to visibilize the
production of a childish nature to educate children from the age of two to
seven, through the appropriation and institutionalization of the thinking of
Pestalozzi, Fröbel and Montessori. By way of a conclusion it is proposed to discuss the epistemological
status of Child Pedagogy in the present on the basis of the recovery of its
historicity as school knowledge.
Key words: child pedagogy; “saber escolar”; collective memory;
“campo de saber”;[2]
pedagogical knowledge.
Recibido: 16 de julio de 2018 Aceptado: 8 de abril de
2019
Publicado: 9 de diciembre de 2019
Introducción: la desnaturalización del presente
Este trabajo se propone problematizar algunas de las
verdades que hoy se han instalado desde las ciencias de la educación
(sociología y antropología de la educación), las disciplinas psi (psicología,
psiquiatría, psicoanálisis, psicopedagogía), las neurociencias
(neuropsicología, neurodesarrollo, neuropsicopedagogía), las ciencias de la salud (pediatría,
puericultura, nutrición y dietética), las ciencias sociales (sociología,
antropología, trabajo social), el campo de estudios en infancias, las artes
plásticas, al igual que desde los discursos provenientes de las políticas públicas
y de agenciamiento internacional (UNICEF, UNESCO, OEI, OMEP, IIN) para educar a la primera
infancia. Tiene como fin romper con el presentismo y
visibilizar la ausencia de una memoria de saber en torno al papel político,
epistémico y educativo de la pedagogía infantil como un saber escolar que
emerge en Colombia desde finales del siglo XIX
para educar a los párvulos y la tierna edad, a partir de la apropiación e
institucionalización de Pestalozzi, Fröbel y
Montessori.[3]
La pedagogía infantil como saber escolar emerge a partir
de las relaciones entre la escuela (elemental, primaria y normal), la familia,
el Estado, y la Iglesia como instituciones de saber;
la pedagogía, la psicología, la teología, la filosofía como saberes y la maestra elemental, la maestra-jardinera, las
madres, los maestros y los sacerdotes como sujetos de
saber. Su apropiación e institucionalización como saber escolar se
produjo a partir de la primera educación, la instrucción elemental y la educación
infantil como prácticas de saber (Zuluaga, 1999), permitiendo la
producción de una naturaleza infantil (Marín, 2012) para educar a los niños y
las niñas durante su primer septenio de vida, a partir de las relaciones entre
los conceptos de educación-cuidado-desarrollo-enseñanza.
Volver a nuestro pasado a partir de la problematización
de nuestro presente permitió, parafraseando a Zuluaga (1999), sentar las bases
para la “recuperación de la historicidad” (p. 12), de la pedagogía infantil
como un saber escolar que ha permitido a través del enfoque histórico de la
práctica pedagógica dar cuenta del “carácter positivo tanto de las fuentes como
de la discursividad acerca de la enseñanza” (p. 12),
al igual que del cuidado, el interés, la educación, el desarrollo, la crianza,
la disciplina y el crecimiento como red de conceptos que constituyen la
naturaleza infantil para educar a los párvulos y a la tierna edad. “Discursividad que no sólo registra objetos de saber sino
también nociones, conceptos y modelos que dan cuenta de la búsqueda de la
sistematicidad de la pedagogía [infantil]” (Zuluaga, 1999, p. 12). La
recuperación de la historicidad de la pedagogía infantil como saber escolar no
es un ejercicio de reivindicación o de nostalgia por un pasado que ya pasó, es
una práctica política, epistémica, de saber y de poder que nos permita
comprender los modos como nos hemos configurado como sujetos infantiles en la
modernidad.
Su desconocimiento puede analizarse desde tres
perspectivas: la primera del orden del poder se
produce como parte de las luchas y tensiones que se tejen entre sujetos
(maestros, psicólogos, sociólogos, artistas), saberes (pedagogía, psicología,
sociología, artes) e instituciones (escuela primaria, jardines infantiles,
preescolares, hogares comunitarios, centros de desarrollo infantil) para
legitimar la hegemonía y el lugar de enunciación de un conjunto de discursos y
prácticas para la configuración del campo discursivo de la(s) infancia(s) en el
que se excluye la historicidad del saber pedagógico como condición de
emergencia de la pedagogía infantil como saber escolar (Bourdieu, 1990).
Desde el orden histórico se
analiza cómo a partir de la crisis de la pedagogía moderna (Noguera y Parra,
2015) y de la sociedad disciplinar (Noguera, 2013) se ha deslegitimado el papel
de la escuela y del maestro como transmisores de la cultura para educar a la
infancia a partir del saber que han producido los adultos. La producción de un
régimen de verdad para educar a la primera infancia en la actualidad desde el
discurso de la posmodernidad reduce el horizonte conceptual de la pedagogía
(Zuluaga, 1999) como condición de posibilidad de la pedagogía infantil como
saber escolar a un discurso adultocéntrico,
propedéutico para llevar a cabo la alfabetización de la lengua materna y agente
de la desaparición de la infancia como experiencia.
Por último, desde el orden epistemológico
la tensión-escisión entre la teoría y la práctica (Saldarriaga, 2006), no ha
permitido constituir la pedagogía infantil como un discurso autónomo, con una
tradición conceptual de largo aliento, dado que el(la) maestro(a)/pedagogo(a)
infantil no requiere de conceptos, de nociones, de saberes y teorías para
llevar a cabo la educación de la(s) infancia(s); es decir, la práctica
pedagógica es una práctica ahistórica,[4] que
paradójicamente es enseñado en las escuelas normales y facultades de educación
y legitimada por el Estado a través de las políticas públicas para la educación
inicial.
Las historias que se han venido tejiendo en el contexto
colombiano no se han ocupado de una historia de la pedagogía infantil. Sin
embargo, sí se han venido produciendo una proliferación de investigaciones
desde la década de los ochenta del siglo XX
alrededor de la infancia escolarizada y primera infancia, ya sea desde la instrucción elemental (Zuluaga, 1984), la educación preescolar (Cárdenas, Contreras y Navarro,
2011; Cerda, 1996; Jiménez 2012), la educación inicial
(Martínez 2004; Martínez y Álvarez, 2013), la infancia escolarizada (Sáenz, Saldarriaga y Ospina
1997), la historia social (Muñoz y Pachón, 1991),
la arqueogenealogía (Fayad y Ortiz 2012); la historia
comparada (Rodríguez, 2003) y la historia cultural
(Cárdenas, 2012). Hasta el momento no hay una apuesta historiográfica en torno
a la recuperación de la historicidad de la pedagogía infantil.
En el contexto internacional la tendencia historiográfica
se sitúa en el marco de la historia de la educación
infantil (Colmenar, 1995; Kuhlmann, 1998; Sanchidrián et al., 2010); la educación
preescolar (Kramer, 1981; Viñao,
1983); la educación de párvulos (Caicedo, 2011;
Campos, 2013; Olaya, 1995; Orellana y Araya, 2016; Sanchidrián,
1991) y la educación inicial (Fernández, 2015;
Fernández, 2018; Ponce, 2006).
Esta ojeada panorámica alrededor de las tendencias y de
los objetos historiográficos en torno a la historia de la educación de la
infancia tanto local como internacional, excluyen como parte de sus objetos la
relación infancia-pedagogía (con excepción de
Fernández, 2018). La ausencia de un campo de saber que agrupe dicha relación
entre otras causas nos vuelve al debate clásico de la distinción entre educación y pedagogía (Runge y Muñoz, 2012; Zuluaga, Echeverri, Martínez, Restrepo
y Quiceno, 2003); diferenciación que debe producirse
a partir de la historia y extenderse a la epistemología no para buscar un
estatuto de cientificidad, sino para hacer de ella “no una teoría del
conocimiento, de un sistema totalizador” sino “un enfoque para descubrir, una
forma de problematizar, un nuevo mirar” (Martínez, Ruiz y Vargas, 2016, p. 13)
las prácticas y saberes que localizamos a través de la historicidad de la
pedagogía (Zuluaga, 1999).
En el contexto local es posible identificar una fuerte
presencia paidocentrista como
horizonte investigativo para hacer historia de la infancia. A diferencia del
contexto internacional en Colombia, la historia de la educación de la infancia
aún es un objeto por explorar. Antes de ser una coincidencia o un capricho por
parte de historiadores y pedagogos, ha de analizarse como resultado de las
políticas de agenciamiento, del discurso del
desarrollo humano y de expansión de la escolarización que se desplegaron a
partir de la segunda mitad del siglo XX para el
gobierno de la población infantil menor de seis años.
Una mirada biopolítica, antes
que disciplinar se empieza a instalar jurídicamente con la firma de la
Convención Internacional de los Derechos del Niño en el año de 1989 y la
expedición de la Ley 1098 de 2006-código de infancia y adolescencia, como forma
de poder para la producción de un saber que tomaría por objeto a la primera
infancia, empleando la educación inicial como práctica para el gobierno de los
niños y las niñas, ya no a través de la enseñanza sino por medio del desarrollo
infantil, empleando el juego, el arte, la literatura y la exploración del
medio.
La pedagogía como el saber fundante del maestro se
desplaza especialmente por el neurodesarrollo y las
artes plásticas; la función del maestro como artesano de la humanidad se diluye
en la de agente educativo. La enseñanza como objeto de saber (Zuluaga, 1999)
que ha tejido históricamente relaciones con el lenguaje, con el pensamiento,
con la ética y con la cultura desde el siglo XVII
para educar a la infancia, es reducida al interior de las políticas públicas a
una práctica instrumental para enseñar, es decir; en un canal para la
transferencia de un conjunto de saberes necesarios para el ingreso a la escuela
primaria. La gramática escolar que se ha venido produciendo en el marco del
horizonte conceptual de la pedagogía se excluye tanto en los escenarios
políticos y académicos como de la cotidianidad de las prácticas educativas.
Es por ello que la vuelta al pasado-presente se
constituye en un ejercicio de saber-poder para dotar al
maestro/pedagogo/educador infantil de un saber –la pedagogía infantil–, de un
acontecimiento histórico que requiere ser narrado desde su propia historicidad
y no bajo las lógicas presentistas y anacrónicas con
las que hoy se le lee, de allí la necesidad de volver al pasado-presente para
producir otras formas de existencia de la pedagogía infantil desde la
contemporaneidad, a partir de la reconceptualización
de su memoria de saber.
Materiales y métodos
como caja de herramientas
La construcción de la caja de
herramientas se asumió como “herramientas para pensar”, “se trata entonces de
instrumentos para provocar, tensionar, incitar el pensamiento; pensar de otro
modo” (Noguera, 2012, p. 29) la educación inicial. Para llevar a cabo la
recuperación de la historicidad de la pedagogía infantil como saber escolar se
empleó el enfoque histórico de la práctica pedagógica (Zuluaga, 1999, 2005).
Como método se retomaron las elaboraciones arqueogenealógicas
de Michel Foucault (1969, 2000) y se desarrolló a partir de cuatro etapas:
instrumentación de registros discursivos, prelectura de registros, tematización
y conceptualización. En la primera se localizaron las instituciones que
conservan, protegen y divulgan colecciones patrimoniales, con el fin de
identificar las fuentes primarias que configurarían el archivo. En la segunda
se hizo una lectura general de los documentos con el fin de seleccionar
aquellos que harían parte del análisis. En la tercera se rompe la supuesta
unidad del documento para luego ser reescrito a partir de la instancia
metodológica, instituciones, saberes y sujetos, empleando la tematización como
técnica de análisis relacional, y en la cuarta etapa se establecieron las
series que conformaron cada uno de los apartados.
Conceptualmente se reconstruyó el archivo empleando la
noción analítica y operativa del saber escolar para analizar la emergencia
(Foucault, 2000) de la pedagogía infantil como un discurso y una práctica que
se produce a partir de la serie escolarización-gobierno de
los niños-maternalización de la instrucción
pública al ser apropiado (Zuluaga, 1997) e institucionalizado (Zuluaga, 1999)
el pensamiento pedagógico de Pestalozzi, Fröbel y
Montessori al interior de la escuela (elemental, infantil, primaria y normal)
para educar a la tierna edad y a los párvulos, recurriendo a la primera
educación, la instrucción elemental y la educación infantil como prácticas de
saber. La recurrencia a la noción conceptual y metodológica de saber escolar
permitió analizar la dispersión de un conjunto de saberes, prácticas,
instituciones, posiciones de sujeto, estrategias y técnicas que se localizan al
interior del saber pedagógico, como forma epistemológica de la pedagogía en
occidente y que al ser apropiada e institucionalizada por la hibridación de los
dispositivos de escolarización-infantilización y maternalización
producen una positividad susceptible de reescribir, tanto para educar como para
instruir a los niños y niñas menores de siete años. En palabras de Álvarez
(2015), el saber escolar “sería aquello que se configura como decible y visible
en la escuela, en unos enunciados cuyos dominios de objeto, posiciones de
sujeto y conceptos, lo distinguen de otros que operan en el saber pedagógico
más amplio, dentro de una formación discursiva determinada” (p. 26); por lo
tanto, la pedagogía infantil como saber es el modo de existencia del saber
pedagógico en la escuela a partir de las relaciones que teje entre un conjunto
de discursos, sujetos, instituciones y estrategias de saber-poder-subjetividad.
Los usos de la noción de memoria activa del saber
pedagógico (Zuluaga, 2016; Zuluaga y Herrera, 2006; Zuluaga y Marín, 2006)
posibilitó la reconstrucción de la historicidad de la pedagogía infantil como
un saber escolar susceptible de ser problematizado en el presente como una de
las condiciones que a futuro permitan constituir un campo de saber, es una
herramienta histórica y conceptual “que permite comparar el pasado con el
presente […] con el fin de identificar en el pasado aquello que tiene vigencia
en el hoy; vigencia que se define a partir de preguntas en el presente”
(Zuluaga y Herrera, 2006, p. 96). Recuperar algunos de los saberes,
instituciones y sujetos para educar a los párvulos y a la tierna edad entre
finales del siglo XIX hasta la tercera década del XX se constituye en un aporte para enfrentar el presentismo que vivimos, sus usos permiten un acercamiento
histórico entre el pasado y el presente en un intento de poner a dialogar la
tradición pedagógica que albergan las prácticas de escolarización infantil con
el discurso de la atención integral a la primera infancia.
Apuntes para la recuperación
de la historicidad de la pedagogía infantil como saber escolar
Instrucción elemental, salas de asilo y tierna edad:
se cuida y enseña a través de las lecciones de cosas
Durante la reforma instruccionista de 1870 se apropió principalmente el
pensamiento pedagógico de Pestalozzi para llevar a cabo la instrucción
elemental de los niños de tierna edad de dos a seis años al interior de las
salas de asilo. Allí es posible ver cómo la enseñanza
y el cuidado convergen como objetos de saber que se
relacionan para educar bajo la concepción triádica
del sujeto infantil: educar moral, física e intelectualmente. Siguiendo la
hipótesis de Carmen Sanchidrián (2010), la apropiación
criolla de la experiencia educativa francesa de las salle dʼasile
es un efecto del discurso del socialismo utópico inglés y francés de principios
del siglo XIX, cuyo propósito fue brindar
educación y cuidado a los niños cuyos padres trabajaban y no podían ocuparse de
ellos (p. 77). En esta misma línea, el historiador Gilberto Loaiza (2007)
señala la creación de las salas de asilo como resultado de “la traducción
literal que hicieron los reformadores liberales colombianos de la experiencia
francesa de las salles dʼasile, cuya pionera fue
Marie Pape-Carpentier, conocedora de los jardines infantiles implantados en
Alemania por Friedrich Fröebel” (p. 78). Una lectura
detallada del Decreto Orgánico de Instrucción Pública (DOIP)
permite dar cuenta que el soporte discursivo no fue el pensamiento de Fröbel sino el de Pestalozzi a partir de la apropiación de
las lecciones de cosas y de la enseñanza objetiva. Allí no se visibiliza la
apropiación[5] de
enunciados referidos a los dones, la educación de los niños a través del kindergarten, el papel del juego, mucho menos la
concepción deísta para explicar la relación del niño con la naturaleza.
El interés que suscitó la individualización de la franja
etaria de dos a los seis años durante el periodo de la reforma instruccionista puede entenderse, según Alberto Martínez
(2005), como parte de los procesos de objetivación que desde el siglo XVIII en occidente permitió la emergencia de un conjunto
de saberes (como la pedagogía, la psicología y puericultura) para hacer de los
niños objeto de utilidad pública. En otras palabras, su visibilización
fue parte de la objetivación de la economía, quien hizo de la tierna edad y de
los párvulos una necesidad práctica para el gobierno del hombre.
Las salas de asilo se configuraron discursivamente en el
olimpo radical como parte de las estrategias que los liberales instalaron como
coordenadas del naciente sistema de instrucción pública, en un intento por
desplazar la moral católica como eje de la educación que se venía consolidando
desde la colonia, por una moral política a través de la instrucción, a partir
de la desconfianza que las prácticas domésticas producían para llevar a cabo
los fines de la reforma instruccionista. Se propuso
entonces en el artículo 158 del DOIP “Correjir los vicios de la educación doméstica, formar el
carácter de los niños i prepararlos para su entrada a las escuelas primarias,
[en el que] se harán constantes ejercicios para infundir en los alumnos hábitos
de orden, silencia, disciplina i sumision voluntaria.”[6]
Pestalozzi se insertó en las salas de asilo mediante un
plan de enseñanza con tres tipos de ejercicios: corporales que incluían “juegos
variados i proporcionados a la edad de los niños”;[7] los
morales proponían “reflexiones
i buenas palabras mezcladas con narraciones e historias que fijen la atencion de los niños”,[8] e
intelectuales. Si bien estos últimos tenían como objeto preparar a la tierna
edad para su ingreso a la escuela primaria, reconocen la naturaleza infantil
(Marín, 2012) de dicho periodo, es decir, no hace de la sala de asilo una
escuela primaria a escala para los más pequeños, sino que hace de ella una
institución que va a configurar la primera enseñanza como el discurso que va a
permitir la transmisión de los saberes escolares como el “silabeo, trazos de
escritura, conocimiento de las cifras i modo de hacerlas; contar, sumar i restar de memoria; conocimiento de los colores i sus
combinaciones; líneas i
formas jeométricas i sus trazos”,[9] y a su
vez el cuidado a través del discurso de la higiene. Cada vez que llegaran los
niños de tierna edad les corresponde a las directoras dar “inmediatamente que
se requiera, todos los cuidados de aseo e higiene necesarios a la salud de los
niños”,[10] además
deben garantizar que ningún niño de tierna edad represente un problema de
higiene pública exigiendo a las familias y/o cuidadores “un certificado médico
que acredite que no padece enfermedad contagiosa”.[11] Las
prácticas pedagógicas que allí se producen tienen por objeto regular la mente a
través de la enseñanza y a su vez intervenir el cuerpo como vía para la
disminución de la mortalidad infantil: se enseña y se cuida a la vez.
Sin embargo, a nivel social una mirada biopolítica antes que disciplinar se instaló como premisa
para que la preparación de los más pequeños para el ingreso a la escuela
primaria haya tenido fuerza durante el olimpo radical: antes que instruirlos
hay que cuidarlos. La moral biológica (Sáenz, Saldarriaga y Ospina, 1997)
empieza a configurar las salas de asilo para el encierro de aquellos niños que
deambulaban por las calles, que por su pobreza no cuentan con la dirección de
sus padres para ser conducidos. Así lo relata el alumno-maestro Gustavo Lleras
(1874) en su examen final como parte de los procedimientos que presentó para
obtener el título de maestro de escuela elemental: “Pero hai
ademas otros [niños] cuyos padres carecen
completamente de recursos i no pueden concurrir a las escuelas por falta de
vestidos, o lo que es mas lamentable, porque no
tienen como mantenerse i se ven precisados a buscar necesariamente lo necesario
para la vida” (p. 570).[12]
Lo expresado por el joven maestro da cuenta de las
condiciones precarias y de pobreza, limitando el ideario instruccionista
de brindar los saberes elementales para que los párvulos y la tierna edad
ingresen a la escuela primaria. Antes que conducir para disciplinar el cuerpo a
través de la instrucción (desarrollar intelectualmente), se debe gobernar para
conservar la vida por medio de la educación (desarrollar moralmente),
suministrando un techo para vivir y un oficio para que los padres solventen las
necesidades de alimentación, abrigo y vivienda.
Primera educación, feminización del magisterio y amor
maternal: entre educar e instruir a los más pequeños
La primera educación como
práctica de saber emerge en el marco del dispositivo de feminización como el
discurso y la práctica que permitió a la mujer-madre el ejercicio de su
maternidad tanto en el hogar como en la escuela. Según León (2012), la
configuración de la subjetividad femenina en la modernidad se materializa a
partir de funciones sociales: “la responsabilidad social impuesta a la madre,
[…] la culpabilización a las madres […] y la alianza
entre el médico y madre” (pp. 9-10). En Colombia desde finales del siglo XIX es posible identificar una cuarta función que hace
posible el funcionamiento del dispositivo de feminización de forma singular: el
papel de la madre como salvadora del alma infantil, cuya función se extendería
a la escuela en el ejercicio del magisterio femenino. El despliegue de dicha
función se produce como parte de las estrategias que desplegó la pedagogía
católica para enfrentar la descristianización del pueblo colombiano a raíz de
la apropiación de discursos y prácticas de origen protestante por parte de los
liberales radicales durante la reforma instruccionista
de 1870.
La primera educación corresponde a la práctica de saber
que se llevó a cabo en el hogar para educar moralmente a la tierna edad y a los
párvulos antes de su ingreso a la escuela primaria, empleando como discurso la
teología romana y el pensamiento de Pestalozzi reformado, cuya apropiación se
hizo a través de la rejilla de la moral católica (Sáenz, Saldarriaga y Ospina,
1997), bajo la dirección de la mujer-madre, quien inspirada en Dios actúa como
la primera educadora: “la educación moral, obra infundida por Dios en nuestras
almas, debe enseñarse al niño, que empiece al balbucir el nombre de madre! […]. Las madres son llamadas a grabar en el
corazón de sus hijos las impresiones más necesarias a la práctica de la virtud”.[13] A ellas
les corresponde crear “la atmósfera moral en que ellos viven, y que les nutre
el espíritu y el corazón, como les nutre el cuerpo la atmósfera física que
respiran”.[14]
Luego de la crisis moral que se desató al interior de la
Iglesia católica, la apropiación e institucionalización de discursos de procedencia
protestante durante la reforma instruccionista de
1870, fue necesario blindar epistemológicamente la educación de la infancia,
extendiendo las funciones maternas a la maestra de escuela elemental como
mecanismo que garantizara el gobierno de la tierna edad y de los párvulos,
tanto en la escuela como en el hogar. La estrategia empleada fue la formación
de la mujer como maestra al interior de las escuelas normales.
Para llevar a cabo la primera educación, se requiere que
las madres, según la señorita Raquelina Hernández
(1921), alumna-maestra de la Escuela Normal de Institutoras de Barranquilla,
estén muy atentas a la manera como se conduce y se dirige a los niños, pues
“siendo la niñez más bella, pero al mismo tiempo la más llena de peligros
puesto que las primeras influencias que se ejercen sobre el niño se graban de
una manera indeleble en su corazón”,[15] su
condición amoral, es decir la ausencia de la razón para determinar el alcance
moral de sus prácticas durante el primer septenio de vida,[16]
configuró el desarrollo moral a través de la educación como el objeto de la
primera educación. Mientras tanto le corresponde a la madre conducir a sus hijos
para que aprendan a gobernarse bajo los principios teológicos de la Iglesia
católica, de manera que la interpretación de lo bueno y de lo malo se haga bajo
la sospecha y no desde la confianza de sí mismo: “que el niño no tenga por
maestro sino su propia conciencia”.[17]
En Colombia, desde finales del siglo XIX hasta la tercera década del XX,
educar a los más pequeños se convirtió en un campo de disputa entre la Iglesia
y el Estado, ya sea para desarrollar las facultades morales-educar
o intelectuales-instruir. Uno de los puntos más
álgidos y que más ampollas levantó entre los católicos fue la relación que
tejieron los instruccionistas entre instrucción y
educación, quienes amparados en los principios de instrucción pública, laica,
gratuita y obligatoria del DOIP, configuraron una
subjetividad infantil que se produce a partir del desarrollo armónico de las
facultades morales, intelectuales y físicas. La inclusión del desarrollo
intelectual por parte de los liberales radicales hace parte del interés de
aproximar a los más pequeños a la cultura científica que proporcionarían los
maestros y no las madres, pues a través de ella se accedería a los
conocimientos que se requieren para insertar al naciente Estado-nación en los
horizontes del progreso:
Pero la inferioridad de la educación privada para la
cultura intelectual no es más evidente en la enseñanza científica que hace
parte definitivamente, en diversos grados, de la educación de todo hombre
civilizado. Las ciencias físicas i naturales tienen
el bello privilejio de reunir a los hombres por la
demostración de sus leyes i la aplicación de sus fuerzas. […]. Esta enseñanza
es reciente entre nosotros, i ya ninguna familia podría soportarla en el
aislamiento. […] Esta aproximación de los niños, necesaria para una parte importante
de su cultura intelectual, lleva a la educación de la intelijencia
tomada en conjunto, un poderoso auxilio al cual renuncia voluntariamente la
educación privada.[18]
Si los liberales radicales pusieron en tela de juicio la
procedencia católica que soportaba la primera educación y los roles que fueron
asignados a la madre como educadora de la tierna edad y de los párvulos,
durante la regeneración (1880-1900) y la hegemonía de la pedagogía católica
(1900-1930), se reinstaló el lugar de saber de la maternidad al interior de la
primera educación y desde allí se reconfiguró el papel de la mujer-madre bajo
la rejilla de la moral católica. Por medio de las madres, los niños tiernos y
párvulos se objetivizan y se vuelven susceptibles de
ser gobernados a través del amor maternal: “Vosotras sois las llamadas á dar inmediatamente la dirección á
estos tiernos arbolitos que se levantan y crecen á
vuestra sombra. Vosotras sois las destinadas a educar á
vuestros queridos parvulitos, colocándoles con diestra y amorosa mano en aquel
camino recto y seguro por el que siempre hayan de marchar.”[19]
Mientras que los instruccionistas
de finales del siglo XIX depositaron su
desconfianza en la primera educación, encontramos en el discurso de la Iglesia
católica una reivindicación de las madres como sus primeras educadoras a través
del amor maternal. En palabras del médico escocés Samuel Smiles,
que escribió en su libro El Carácter, citando a Cowley, este se asemeja a las “letras grabadas en la
corteza de un árbol nuevo”.[20] La
madre en analogía con una planta produce “las nociones que se inculcan en el
espíritu como semillas sembradas en la tierra: duran allí algún tiempo y allí
germinan, y más tarde producen hechos, pensamientos y hábitos”.[21] Los
niños por imitación aprenden de sus madres lo necesario para que cuando lleguen
a convertirse en hombres “una vez lanzados al mundo; para que cada uno lleve
parte de trabajos, de sinsabores y de pruebas que le corresponde” hagan uso de
esas primeras impresiones grabadas por sus madres y “continúen dando fruto aún
después de muerta ella; y, cuando ya de ella sólo quede la memoria, sus hijos
la honran y la bendicen”.[22]
En este apartado se pudo evidenciar la maternalización de las prácticas educativas de la infancia
como una estrategia de saber-poder que desplegó la Iglesia católica para el
gobierno del hombre desde su más tierna edad, empleando la educación moral como
prioridad antes de los siete años, momento en que se redime la condición
pecaminosa a través del sacramento de la comunión cuando se institucionaliza
dicho ritual como el momento en que se redime la condición amoral de los
párvulos y la tierna edad a través del decreto De aetate puerorum ad priman eucharisticam communionem admittendrom expedido por el papa Pío X en 1910[23]
definiendo la edad de los siete años como edad de la discreción. La tensión
entre la instrucción (desarrollo intelectual) y la educación (desarrollo moral)
antes que ser un problema orgánico es del orden religioso; la prioridad de
educar antes que instruir determinó el momento de escolarización infantil a
través de pedagogos como Fröbel y Montessori
señalados como ateos por sus filiaciones panteístas y científicas,
respectivamente.
Maestra-jardinera, párvulos y kindergarten:
la institucionalización de la educación infantil
La educación infantil como
práctica de saber se produce a partir de la hibridación de la instrucción
elemental y la primera educación para llevar a cabo el desarrollo del periodo
de la percepción intelectual, que comprende de los tres a los siete años[24] a
partir de la apropiación del pensamiento de Pestalozzi, Fröbel
y Montessori, al interior de las escuelas infantiles, también llamadas
kindergarten, escuelas montessorianas, jardines de
infancia e institutos infantiles.
A nivel nacional sobresale la experiencia pedagógica
llevada a cabo en el Colegio María Auxiliadora de Medellín, bajo el liderazgo
de la hermana y pedagoga italiana sor Honorina Lanfranco, quien, a su llegada a la capital de la montaña
en el año de 1915, inspirada en los principios educativos de Don Bosco apropia
el pensamiento de Pestalozzi, Fröbel y Montessori
para educar a los párvulos al interior del instituto infantil salesiano que
funcionó como anexo al colegio. Su legado pedagógico fue materializado en un
reglamento que construyó para el funcionamiento del kinder
salesiano hacia el año de 1918 y quien fuera apropiado en los departamentos de
Antioquia, Caldas y Valle con una doble finalidad: educar tanto a las
maestras-jardineras como a los párvulos.
Lo ocurrido en el periodo de 1915 a 1930 representó un
verdadero acontecimiento (Zuluaga, 1999, p. 138) al interior de la práctica
pedagógica de principios del siglo XX. En primer
lugar, se produce una ruptura con el discurso hegemónico: la pedagogía católica,
al apropiar e institucionalizar pedagogos como Pestalozzi, Fröbel
y Montessori calificados como ateos, panteístas, racionalistas, positivistas y
humanistas[25] para
educar a los niños y las niñas de entre tres y siete años de edad. Sor Lanfranco los incorpora recortando sus filiaciones
protestantes, la principal rejilla de apropiación (Sáenz, Saldarriaga y Ospina,
1997) empleada fue el método preventivo de Don Bosco. Vivió en carne propia la
censura moral de parte de la propia Iglesia al haber publicado en su programa
para el funcionamiento del kindergarten pedagogos
que van en contra del dogma católico, al “dar cabida a ideas modernas en sus
teorías y métodos educativos” (Londoño, 2004, p. 236).
Al interior del instituto infantil salesiano se fue
configurando la enseñanza infantil[26]
como el nivel específico para educar a los párvulos, empleando la educación
física, moral, intelectual y estética. Asimismo se
produce la emergencia del oficio de la maestra-jardinera como un sujeto que se
constituye a partir de la hibridación de las posiciones de sujeto de la madre
como la primera educadora y la maestra de escuela elemental: allí se educa y se
enseña a la vez, bajo los principios epistemológicos de la rejilla de la moral
católica. La producción de este saber se materializa con la
institucionalización de la cátedra de pedagogía infantil[27]
para formar maestras-jardineras y educar a los párvulos al interior de las
escuelas normales femeninas.
Apartarlos del peligro, entretenerlos, que se diviertan,
educarlos para estar en la presencia de Dios[28] es el
principal propósito de la maestra-jardinera. Tiene por funciones: “cultivar
esas flores preciosas con amor desinteresado, paciente, incansable, inspirado
siempre por los inmutables principios de la fe y la esperanza”.[29] Los
saberes que sustentan su oficio provienen de la “psicología infantil”, la
“enseñanza” y la religión a través de la “prudencia, conciencia profesional,
virtud y piedad”.[30]
La educación religiosa es la columna vertebral que
sostiene la educación de los párvulos. Si bien no desconoce el papel de la
educación física, intelectual y estética es la religión “fundamento y corona de
la educación […], no sólo ayuda y facilita sino que es el factor esencial sin
el cual no se logra educar a la infancia”.[31] La
relación entre la inteligencia y la moral infantil son claves al momento de
educar al párvulo. “De nada sirve tener un amplio conocimiento sobre la vida
cuando no se sabe usar de él.”[32] La
hermana salesiana relativiza la condición amoral de la infancia para argumentar
no sólo el desarrollo moral sino también intelectual de los párvulos.
Para llevar a cabo la educación moral de los párvulos se
apropian los principios de la fe católica y la enseñanza objetiva de
Pestalozzi. Se recomiendan como medios intelectuales para desarrollar la
naturaleza espiritual “cuadros, imágenes, pinturas, estatuas, inscripciones
[que permitan a la maestra] hacer entrar por los ojos las verdades eternas”.[33] Se
enseña primero con los objetos, después con las palabras; se educa por medio de
las representaciones mentales que se producen por medio de los sentidos. Según
el tipo de impresiones que se les enseñe a los párvulos dependerá la
dirección-conducción de la inteligencia infantil:
Los sentidos predican más elocuentemente que los
discursos, y graban profundas impresiones, las cuales han de ser capaces de
educar el alma, de hacer feliz y darle las cosas santas. Estas impresiones
ejercen durante toda la vida, influjo en la dirección de la inteligencia y tal
dirección será buena o mala, religiosa, impía, según hubiesen sido las
impresiones recibidas en los primeros años.[34]
La maestra-jardinera para educar intelectual y
estéticamente a los párvulos no debe perder de vista cómo se produce la experiencia
pestalozziana en el marco de la episteme racional:
“concebida como observación, proceso por el cual las sensaciones y percepciones
se ascendía a las abstracciones” (Saldarriaga, 2006, p. 5). Ha de tener en
cuenta que la “educación intelectual del niño se principia por el hacer, para
pasar al sentir y asociar consecuentemente la representación mental con la
palabra”.[35] Es
posible ver funcionando en este enunciado una concepción del conocimiento
infantil de origen pestalozziano que reconoce la
relación entre el hacer y el decir como sustento epistemológico.
El concepto de interés de procedencia biológica también
se evidencia en el discurso de Lanfranco al momento
de pensar la enseñanza infantil: “la norma efectiva de su programa debe
encontrarla en los mismos niños y variarla, por lo siguiente año por año, en
cada sección, adaptándose a las mentecitas incipientes de los pequeños sin
perder de vista el fin de la educación”,[36] es
decir salvar el alma infantil.
La organización del espacio debe hacerse recreando las
condiciones del hogar en el jardín infantil: “ir a la cocina, limpiar, preparar
las legumbres para sopa, arreglas los platos y los cubiertos en la mesa, etc.”.[37] En caso
de contar con el mobiliario y los espacios necesarios se organizarán según las
casas dei bambini de Montessori. A falta
de material será reemplazado por imágenes y se enseñarán a través de las
lecciones objetivas. Se elaborarán trabajos con “papel, tiras, greda, paja,
arena, palitos, tablitas y con los dones de Fröbel en
general”.[38]
Recomienda sor Honorina que la
selección de las imágenes y los objetos que van a ambientar los espacios se
debe tener presente que las mismas representen la realidad, por lo tanto,
“cualquier imagen, juguete desproporcionado, cualquier imagen mal trazada,
inexacta no puede servir para la enseñanza, porque despierta ideas inadecuadas
y confusas”.[39]
La relación educación estética-ambiente-higiene se
configura como una unidad indisoluble para llevar a cabo la máxima realización de
esta: la fantasía y el buen gusto. Es por esto que el jardín infantil debe
estar “lleno de aire y luz, aseado, ordenado con plantas y flores, con las
paredes adornadas de hermosos cuadros y fotografías”.[40]
La apropiación e institucionalización de Pestalozzi, Fröbel y Montessori vía rejilla de la moral católica al
interior del Colegio María Auxiliadora de Medellín representó un modo de
existencia para que la educación infantil se constituyera en una práctica de
saber para el gobierno de los niños, empleando la pedagogía moderna y la
teología romana y a su vez sentó las bases para la clasificación escolar de los
párvulos y la tierna edad al interior del sistema de instrucción pública.
Reflexiones para seguir pensando el pasado-presente de la pedagogía
infantil como un campo de saber
El análisis histórico-pedagógico
permitió dar cuenta de la pedagogía infantil como un saber escolar que tiene
por objeto el desarrollo armónico de las facultades físicas, morales,
intelectuales y estéticas de los párvulos y la tierna edad, recurriendo a los
conceptos de educación, desarrollo, cuidado, interés, disciplina, instrucción,
enseñanza y libertad. Tuvo como propósito dos fines: la salvación del alma
infantil y el desarrollo. Recurre a la primera enseñanza para la transmisión de
los saberes elementales necesarios para el ingreso a la instrucción primaria y
a la enseñanza infantil como el nivel específico del sistema de instrucción que
se ocupa del desarrollo de la etapa intelectual. La educación sensorial o de
los sentidos corresponde al discurso que permitió educar a la tierna edad desde
su nacimiento hasta los tres años al interior de la primera educación,
utilizando como método el amor maternal.
Volver sobre nuestro pasado-presente a través de la
noción de memoria activa del saber pedagógico (Zuluaga, 2016; Zuluaga y
Herrera, 2006) requiere problematizar la historicidad de la pedagogía infantil
como un saber escolar susceptible de ser usado en la contemporaneidad para
llevar a cabo la educación de las infancias y los procesos de formación de los
maestros(as)/pedagogos(gas) infantiles a partir de su reconceptualización
como un campo de saber (Zuluaga, 2001, p. 281) que acoge las problemáticas
históricas que han configurado la educación inicial, preescolar, infantil y parvularia.
La noción de memoria activa del saber pedagógico en la
contemporaneidad permite localizar en nuestra memoria objetos de saber,
nociones, conceptos, prácticas y estrategias relacionadas con la educación de
los párvulos y la tierna edad a través de prácticas de saber: la instrucción
elemental, la primera educación y la educación infantil apropiadas e
institucionalizadas en Colombia desde finales del siglo XIX
hasta finales del XX. Si bien fueron producidas al
interior de las tradiciones pedagógicas germana, francófona y anglosajona, no
por ello se descarta o se desecha dicho saber en tanto durante la apropiación e
institucionalización en la escuela se produce un nuevo saber –el escolar–
susceptible de ser reconceptualizado en la
contemporaneidad. La recuperación de la historicidad de dichas prácticas de
saber bajo el enunciado pedagogía infantil se constituye en una condición de
existencia para configurar en el presente de un campo de
saber que reconceptualiza la serie pedagogía-escuela-maestro-cultura, recurriendo a la
historia del saber pedagógico (Zuluaga, 1999).
Volvemos a nuestro pasado-presente porque algunos
conceptos, métodos, prácticas y estrategias de poder que fueron
conceptualizados siglos atrás pueden seguir teniendo vigencia en la actualidad
y por ello hacen parte de la memoria activa; esta es la condición para hacer
parte de la memoria y contribuir a la reconceptualización
(Zuluaga y Echeverri, 2003, p. 100), permitiendo la producción de un saber que
vuelve sobre el mismo a través de su propia historicidad. Las relaciones saber pedagógico-infancia-escuela se constituyen en un
haz de relaciones que configura la tríada saber-sujeto-instituciones para
incorporar al presente el horizonte conceptual de la pedagogía indispensable
para afrontar el presentismo y la ausencia de una
tradición y una memoria de saber para educar a las infancias.
La conceptualización como dominio corresponde a una
región del saber pedagógico donde se sitúa el saber que ha producido para
educar a la infancia –la pedagogía infantil– a partir de las múltiples
relaciones entre la enseñanza, el cuidado, el aprendizaje y el desarrollo,
entre otros conceptos que actúan como articulares para comunicarse con otras
nociones relacionadas tales como formación, libertad, actividad, interés,
disciplina, crecimiento, aprestamiento, experiencia, crianza, infancia,
párvulo, tierna edad, primera infancia, maestro, pedagogo, educador,
institutor, entre otros. El saber de la pedagogía infantil se consolidaría y
avanzaría a luz de asimilar cambios, de reformular objetos de saber y de
incorporar en sus dominios nuevos métodos, conceptos y otros modos de ser
sujeto. Esta misión corresponde a los maestros y a los pedagogos que se ocupan
de la pedagogía infantil. También para reconceptualizar
es necesario reconocer los lazos que la unen a la pedagogía infantil con los
campos conceptuales (sin olvidar que un saber puede estar cruzado por
diferentes campos conceptuales) que le brindan apoyo para consolidarse como
campo de saber.
Parte de las tareas que se requieren para la construcción
de un campo de saber para la pedagogía infantil exige volver a los pedagogos
(tanto extranjeros como criollos) entendidos como “fundadores de discursividad” (Foucault, 2010, p. 34), dado que sus
planteamientos aún están presentes en conceptos, prácticas y búsquedas en la
contemporaneidad, pero enunciados desde otros discursos diferentes a la
pedagogía como, por ejemplo, los conceptos de interés, libertad y desarrollo
para llevar a cabo la atención integral a la primera infancia.
La pedagogía infantil como campo de saber es una región del
saber pedagógico susceptible de reconstruir históricamente a partir de la
relación infancia-educación-enseñanza-desarrollo-aprendizaje-cuidado
con otros conceptos del saber pedagógico en busca de su historicidad, apoyando
de este modo la construcción de la memoria activa. La pedagogía infantil como
campo de saber tiene la potencia y la capacidad de historiar aquello que aún
persiste, apropiar y transformar los aportes de disciplinas y saberes afines y
así generar nuevos conocimientos y nuevas problematizaciones que permitan
hacerle frente a la crisis de la educación de las infancias y la escuela, del
oficio del maestro/pedagogo infantil, de la profesión docente y la emergencia
de las culturas infantiles.
Este artículo se constituye en un primer paso para la
constitución de un campo de saber para la pedagogía infantil. Volver sobre
nuestra memoria para problematizar el presente a través de las fuentes
primarias que constituyen el archivo histórico de la práctica pedagógica
colombiana, es la primera tarea a emprender para cumplir con dicho cometido.
Proponemos un primer acercamiento a la memoria activa del saber pedagógico a
partir de las siguientes relaciones conceptuales:
Relaciones entre la enseñanza-desarrollo-cuidado-aprendizaje infantil
Hoy cuando las políticas públicas
de primera infancia en Colombia excluyen a la enseñanza como
uno de los conceptos articuladores de la educación inicial, al asumirlo como
una práctica de transmisión y de alfabetización prematura y no como objeto de
saber relacional (Zuluaga, 1999) que se vincula a través de la política, la
cultura, la estética, el lenguaje y el pensamiento, se está restringiendo la
posibilidad de que los niños y las niñas se constituyan como sujetos a través
de la cultura que se apropia y se produce en la escuela como saberes
elementales (Hébrard, 1989) y escolares (Ríos, 2015;
Álvarez, 2015).
Si retomamos las relaciones de saber que la enseñanza ha
establecido con conceptos como, por ejemplo, el de aprender de procedencia comeniana (Zuluaga et al., 2003) para llevar a cabo la reconceptualización (Zuluaga y Echeverri, 2003) del
aprendizaje conductual, dotaríamos al maestro/pedagogo infantil de un discurso
y una práctica ya no para producir el desarrollo de habilidades y destrezas,
sino de procesos que tomen por objeto el entendimiento y el pensamiento
infantil para educar a las infancias tanto en escenarios escolares como no
escolares, de la mano de los conceptos de interés tanto biológico como cultural
como fuentes de conocimiento y soportado en el concepto de desarrollo infantil
encargado de velar por el reconocimiento permanente de la naturaleza infantil
(Marín, 2012).
La relación entre la enseñanza y el aprendizaje en el
marco de la apropiación de las ciencias de la educación que se llevó a cabo en
nuestro país hacia el año de 1970 (Zuluaga et al., 2003), desplazaron, negaron
e invisibilizaron la tradición que el saber
pedagógico en nuestro país se ha producido para llevar a cabo la educación de
los más pequeños a través de la enseñanza infantil. En su lugar se instaló el
aprendizaje y el desarrollo infantil como objetos de la educación de los niños
y niñas menores de siete años. Hoy la crisis de la pedagogía sistemática nos
reta a problematizar la educación de las infancias más allá de las fronteras disciplinares
y situarnos desde los campos de saber. Configurar la pedagogía infantil como un
campo de saber nos reta a pensar desde una perspectiva plural y abierta que
parte de las tensiones constitutivas entre la pedagogía, las ciencias,
disciplinas, saberes y las prácticas sociales que se han ocupado de la infancia
y desde allí plantear otras relaciones de saber-poder-subjetivación entre los
distintos conceptos que han constituido la naturaleza infantil (Marín, 2012),
tanto moderna como contemporánea. En él la serie enseñanza-cuidado-aprendizaje-desarrollo
infantil se constituirá en el eje que permitiría la intersección de
saberes y prácticas que se producen en el marco de la cultura.
Conclusiones: algunas tensiones y relaciones para seguir problematizando la
historia de la pedagogía infantil en el presente
Este apretado recorrido
histórico-pedagógico en búsqueda de la historicidad de la pedagogía infantil
como un saber escolar permite recuperar algunas de las prácticas y discursos
para llevar a cabo la educación de la primera infancia en la contemporaneidad a
través de la memoria activa del saber pedagógico.
La pareja enseñanza-cuidado,
si bien hoy es objeto de tensiones entre la educación preescolar, la educación
infantil y la educación inicial, vale la pena problematizarla a la luz de los
aportes de Pestalozzi y reconceptualizarla para ser
usada en el presente a través del discurso que ha producido por la instrucción
elemental: enseñando los saberes elementales a partir de la apropiación que
hace la escuela de la cultura y a su vez promoviendo la conservación de la vida
a través del cuidado infantil.
Hoy cuando hemos naturalizado la feminización del
magisterio como un discurso inherente a la formación y al ejercicio profesional
de las maestras/pedagogas/educadoras infantiles que ejercen en la educación
inicial, infantil, preescolar y primaria, se hace necesario reconceptualizar
la relación/tensión el amor maternal-educación
infantil-feminización, con el propósito de construir otros dispositivos
de formación en el marco de los estudios de género y por ahí de paso producir
otro tipo de subjetividades infantiles en respuesta a las prácticas de
infantilización por exceso de protección de la maestra-madre.
La experiencia educativa que se institucionalizó a
principios del siglo XX en el Colegio María
Auxiliadora de Medellín se vuelve susceptible de reconceptualizar
para ser usada en el presente, pues allí se fue configurando el oficio de la
maestra-jardinera a partir de la relación enseñanza
infantil-desarrollo como conceptos que permitieron la objetivación de la
educación de los párvulos. En el marco de los procesos de formación de
maestras, educadoras y pedagogas infantiles como en las modalidades de
educación inicial se les apropian como objetos en tensión por parte de la
psicología, las artes plásticas, las ciencias cognitivas y las neurociencias
especialmente. Recuperar los procesos que hicieron posible su emergencia
permite reconocer que nuestro presente está hecho de una serie de luchas de
saber-poder que hacen del lenguaje un instrumento para producir verdades,
realidades, prácticas, sujetos, instituciones, estrategias y a su vez plantear otros
usos más allá de las violencias epistémicas que hoy atraviesan la educación de
las infancias y que en la actualidad hay llevado a sustentar los procesos
educativos desde una mirada biológica, excluyendo el papel del maestro como
artesano de la humanidad a partir de las relaciones que históricamente ha
tejido la enseñanza como objeto relacional con la cultura, el aprender, el
interés y por supuesto el desarrollo infantil.
La concepción del desarrollo armónico de las facultades
físicas, morales, intelectuales y estéticas que se produce a partir de los
métodos de Pestalozzi, Fröbel y Montessori para
llevar a cabo la educación de los párvulos y la tierna edad es de gran valor
para enfrentar las discusiones contemporáneas del desarrollo infantil, en tanto
permiten conceptualizar la naturaleza infantil desde la memoria activa del
saber pedagógico, rompiendo con los universalismos de la psicología del
desarrollo, en tanto el desarrollo armónico de las facultades infantiles se
produce en un diálogo entre la cultura infantil y el oficio del maestro.
La tensión instrucción-educación expuesta en el artículo
permite comprender algunas de las luchas de saber-poder-subjetivación que
posibilitaron la emergencia de la pedagogía infantil como saber escolar. Volver
a ellas en el presente es clave para analizar las exclusiones e invisibilizaciones de nuestra memoria cultural, y a su vez
es un instrumento político que permite la historicidad para enfrentar la crisis
de las sociedades contemporáneas en donde la tradición se convierte en sinónimo
de tradicional, lo que impide constituir un círculo académico entre maestros y
pedagogos tal y como lo planteó Herbart para la
tradición pedagógica germana. La recuperación de la historicidad de la
pedagogía infantil como saber escolar es un primer paso para realizar una
historia de conceptos que permita ser usada en la contemporaneidad como campo
de saber.
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de la Práctica Pedagógica.
Zuluaga, O. (2016). Saberes, paradigmas y campos
conceptuales. En A. Martínez, A. Ruiz, A. y G. Vargas (comps.),
Epistemología de la pedagogía. Cátedra doctoral
(pp. 69-102). Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.
Zuluaga, O. y Echeverri, A. (2003). El florecimiento de
las investigaciones pedagógicas. Una lectura de las múltiples imágenes en el
espejo. En O. Zuluaga (comp.), Pedagogía
y epistemología (pp. 73-109). Bogotá: Magisterio/Grupo Historia de la
Práctica Pedagógica en Colombia.
Zuluaga, O. y Herrera, S. (2006). Relaciones entre saber
pedagógico, práctica pedagógica y memoria activa del saber pedagógico. En H. Quiceno (comp.). Territorios pedagógicos: espacios, saberes y sujetos,
volumen i, (pp. 91-102). Bogotá: Universidad
Pedagógica Nacional/Instituto Nacional Superior de Pedagogía.
Zuluaga, O., Echeverri, A., Martínez, A., Restrepo, S. y Quiceno, H. (2003). Educación y pedagogía una diferencia
necesaria. En O. Zuluaga (comp.), Pedagogía y epistemología (pp. 21-40). Bogotá:
Magisterio/Grupo Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia.
Zuluaga, O., y Marín, D. (2006). Memoria colectiva.
Memoria activa del saber pedagógico. Educación y Ciudad,
10, 60-87.
Otras fuentes
Archivos
AHCMA Archivo Histórico Colegio María
Auxiliadora, Medellín.
BCUDEA Biblioteca Central Universidad
de Antioquia, Medellín.
BNC Biblioteca Nacional de Colombia,
Bogotá.
CEDED Centro de Documentación
Facultad de Educación, Universidad de Antioquia, Medellín.
Hemerografía
Periódico El Álbum de los Niños.
Periódico El Maestro de Escuela.
Periódico La Escuela Normal.
Revista de Instrucción Pública del Departamento del
Atlántico.
Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
* Algunos elementos del artículo fueron presentados como ponencia en el XIII
Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamericana,
Montevideo, 2018. Artículo de investigación derivado de la tesis de maestría en
educación titulada De las escuelas primarias a las
escuelas infantiles: la configuración de un saber escolar para educar a los
párvulos y a la tierna edad en Colombia, 1870-1930, Universidad de
Antioquia, Colombia.
[1] Se conserva el enunciado “saber escolar” dado los problemas de traducción
del español al inglés, pues el término school knowledge no corresponde a la
noción que se plantea en el artículo.
[2] Se conserva el enunciado “campo de saber” en español dado los problemas de
traducirlo al inglés, dado que knowledge field no corresponde a la
noción que se propone en el texto.
[3] Se hace alusión a estos tres pedagogos en tanto fueron los que con mayor
fuerza fueron apropiados en el periodo de estudio.
[4] Es preciso diferenciar la práctica pedagógica como una práctica discursiva
(Zuluaga, 1999) y otra muy distinta como parte de un proceso “que hace alusión
a lo que se hace en el aula, a lo que sucede en la escuela o fuera de ella
cuando se enseña o cuando se realiza una actividad educativa, esto es con
intención formativa” (Álvarez, 2015, p. 22).
[5] Si bien la apropiación del pensamiento pedagógico de Fröbel
no es objeto de este apartado, es importante aclarar que el discurso
legislativo no fue una de las superficies por medio de las cuales se incorporó
para llevar a cabo la educación de población infantil menor de siete años. La
revisión del corpus documental permite afirmar que fue la prensa instruccionista, especialmente el periódico semanario de la
Escuela Normal y las tesis de los maestros normalistas una de las principales
superficies de saber.
[6] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria. Miscelánea. 1 de
noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura FM/234, p. 35.
Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia (en adelante BCUDEA) Medellín.
[7] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria. Miscelánea. 1 de
noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura FM/234, p. 36. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[8] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria. Miscelánea. 1 de
noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura FM/234, p. 36. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[9] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria. Miscelánea. 1 de
noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura FM/234, p. 36. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[10] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria. Miscelánea. 1 de
noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura FM/234, p. 104. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[11] Salgar. Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria.
Miscelánea. 1 de noviembre de 1870. Colección Patrimonio Documental. Asignatura
FM/234, p. 35. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[12] “Organización de las salas de asilo. Necesidad de plantear una en la
capital de la república”, El Maestro de Escuela, 28
de abril de 1874. Prensa, asignatura FP-0835, pp. 569-570. Biblioteca Nacional
de Colombia (en adelante BNC), Bogotá, Colombia.
[13] Bolívar. Conceptos generales de los tres aspectos de
la educación. (Tesis para optar al título de maestro de escuela
superior). Revista Departamental de Instrucción Pública
del Departamento del Atlántico, año V, núms. 77, 78, 79 y 80, diciembre de 1918, p. 107. Colección
Patrimonio Documental. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[14] Smiles. Presentación. En El Carácter, 1895. Colección Patrimonio Documental. Asignatura
150.2/S641c, p. 4. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[15] Hernández. Importancia de la educación moral.
(Tesis para optar por el grado de maestra superior). Revista
Departamental de Instrucción Pública del Departamento del Atlántico, año
V, núms. 77, 78, 79 y
80, diciembre de 1918, p. 13. Colección Patrimonio Documental. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[16] Restrepo y Restrepo. Estado del hombre. En Elementos
de pedagogía, 1905. Colección Patrimonio Documental. Asignatura
373.238/R436. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[17] Pikín. Importancia de la educación moral. (Tesis para optar por
el grado de maestra superior). Revista Departamental de
Instrucción Pública del Departamento del Atlántico, año V, núms. 77, 78, 79 y 80,
diciembre de 1918, p. 92. Colección Patrimonio Documental. BCUDEA, Medellín, Colombia.
[18] Prevost, “Del papel que desempeña la familia en la educación. Cap. II. De la educación privada”, La
Escuela Normal, 18 de marzo de 1871, p. 162. Centro de Documentación de
la Facultad de Educación (en adelante CEDED) de la
Universidad de Antioquia. Signatura 1681. Archivo Pedagógico del siglo XIX, Medellín.
[19] Sa, “La educación de
los hijos. A las madres de familia de Colombia. Conferencia primera.
Importancia de la educación de los hijos”, El Álbum de los
niños, 15 de julio de 1876. Serie II, año I, núm. 10, p. 66. Rollo 1055. Periódicos microfilmados.
BCUDEA, Medellín.
[20] Smiles. El Carácter. 1895. Colección Patrimonio Documental.
Asignatura 150.2/S641c, f. 6. BCUDEA,
Medellín.
[21] El Carácter. 1895. Colección
Patrimonio Documental. Asignatura 150.2/S641c, f. 6. BCUDEA,
Medellín.
[22] El
Carácter. 1895. Colección Patrimonio Documental. Asignatura
150.2/S641c, f. 6. BCUDEA, Medellín.
[23] Decreto
Quam singulari (1910). Recuperado de
http://www.diostellama.com/archivos/enciclicaspatristicaapologetica/enciclicaspagina/1910piox_QuamSingulari.pdf
[24] Restrepo y Restrepo. Estado del hombre en Elementos de
Pedagogía. 1905. Colección Patrimonio Documental. Asignatura
373.238/R436, p. 51. BCUDEA, Medellín.
[25] Gobierno Eclesiástico de Medellín. La educación
naturalista. Sus padres y fautores. 1913. Prensa. Asignatura MP2 392, p.
17. BNC, Bogotá.
[26] Colegio María Auxiliadora. Concurso de maestras. 5 de agosto de 1919.
Secretaría general. Crónicas, f. 4, párrafo 2.
Archivo Histórico Colegio María Auxiliadora (en adelante AHCMA),
Medellín.
[27] Colegio María Auxiliadora. Visita del Director de Instrucción Pública.
Febrero de 1919. Secretaría General. Crónicas, f.
10, párrafo 4. AHCMA, Medellín.
[28] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
171. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[29] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
172. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[30] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
172. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[31] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
172. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[32] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
173. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[33] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), p.
174. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[34] Lanfranco.
Instrucciones generales sobre los jardines infantiles (kindergarten). Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918a. I(6), pp.
174-175. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[35] Lanfranco. Jardines
infantiles III. Educación intelectual y estética. Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918c. I(8), p.
226. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[36] Lanfranco. Jardines
infantiles III. Educación intelectual y estética. Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918c. I(8), p.
226. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[37] Lanfranco. Jardines
infantiles II. Educación del carácter. Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918b. I(7), p.
227. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[38] Jardines infantiles. II. Educación del
carácter. Revista Departamental de Instrucción Pública de
Antioquia. 1918b. I(7),
p. 227. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[39] Lanfranco. Jardines
infantiles II. Educación del carácter. Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918b. I(7), p.
228. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín.
[40] Lanfranco. Jardines
infantiles II. Educación del carácter. Revista Departamental de Instrucción Pública de Antioquia.
1918b. I(7), p.
231. Colección Antioquia. BCUDEA. Medellín