10.18234/secuencia.v0i107.1697
Artículos
La otra internacional. Prácticas globales y anclajes nacionales de la
liberación homosexual en Argentina y México (1967-1984)*
The Other Internationale. Global Practices
and National Anchors of Homosexual Liberation in Argentina and Mexico
(1967-1984)
Patricio Simonetto1**, https://orcid.org/0000-0001-5906-7072
1University College of London-Institute of the Americas, patriciosimonetto@gmail.com
Resumen:
El objetivo de este artículo es estudiar las prácticas,
las redes locales y transnacionales, los traductores sociales y las tensiones
de los movimientos de liberación homosexual de Argentina y México. Para
cumplimentar este objetivo se estudia un valioso material de archivo que
incluye publicaciones de Europa, América y Oceanía. Argumentamos que estos
vínculos propusieron una temprana internacionalización de una identidad
homosexual intERPretada como radical que entró en tensión con la consolidación
de la identidad gay, frente a la que terminó pereciendo. Además, destacamos
cómo las vinculaciones con agrupamientos gays, trotskistas y feministas
desempeñaron un papel central en la politización homosexual, y finalmente, cómo
los efectos desiguales de los años setenta a lo largo del globo crearon
tensiones por la definición de una identidad política.
Palabras clave: homosexualidad; historia global; sexualidad; México; Argentina.
Abstract:
The purpose of this article is
to study the practices, local and transnational networks, social translators
and tensions surrounding the homosexual liberation movements of Argentina and
Mexico. In order to achieve this objective, the author studies valuable archive
material including publications from Europe, America and Oceania. We argue that
this links proposed an early internationalization of the homosexual identity
defined as radical that contrasted with the consolidation of the gay identity
and that the first one tended to disappear. We also highlight the way links
with gay, Trotskyist and feminist groups played a central role in homosexual
politicization. Finally, we show how the unequal effects of the 70s throughout
the world created tensions over the definition of a political identity.
Keywords: homosexuality; global history; sexuality; México;
Argentina.
Recibido: 7 de enero de 2019 Aceptado: 9 de abril de 2019
Publicado: 12 de junio de 2020
En 1975, el activista del Frente de Liberación Homosexual
Argentino (FLHA), Fuad Zahra, envió una carta al
Gay Liberation Front de Australia para denunciar las amenazas de exterminio de
la extrema derecha peronista. Su misiva, publicada en la revista canadiense gay
Body Politics, decía: “Cada movimiento de
liberación homosexual está conectado con su propio país
–nunca olvidamos el nuestro– pero sabemos que de alguna forma todos tenemos una
tierra propia en abstracto, desde que se nos niega el derecho a amar y vivir en
libertad necesitamos agarrarnos a algo místico para seguir viviendo […] No
pretendemos formar una internacional homosexual pero debemos permanecer en
contacto.”1
Esta carta es elocuente respecto a la consolidación de
los movimientos de disidencia sexual radical. En América Latina emergieron
grupos en Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela entre 1967 y
1989 (Romero y Simonetto, 2019). Argentinos y mexicanos circularon cartas,
libros y comunicados en búsqueda de solidaridad. También expresa una cultura
política híbrida; como homosexual de izquierda, Fuad sufría sanciones estatales
y sociales, por lo que debía desplegar un lenguaje que apelara a movimientos de
otras latitudes y a la izquierda local que tenía un fuerte arraigo nacional y
antiimperialista. La patria que pretendían liberar
las izquierdas era un imaginario masculino en el que no cabían los muchachitos
afeminados y pelilargos. La afirmación de Fuad es también la referencia de un
sentir común por quienes formaban parte de una diáspora homosexual argentina,
como afirmó el escritor Copi (2010): “¿La bandera de Canadá? Ni siquiera
llevamos la bandera de la Tierra. Pertenecemos a todas las nacionalidades”; en
su fundación de una utopía cosmopolita (Garrido, 2017).
El objetivo de este artículo es estudiar las prácticas,
las redes locales y transnacionales, sus traductores sociales y las tensiones
de los movimientos de liberación homosexual de Argentina (el FLHA), y de México (el Frente de Liberación Homosexual
Mexicano [FLHM], Grupo Lambda; Frente Homosexual
de Acción Revolucionaria [FHAR] y OIKABETH). A
pesar del escaso contacto entre estos movimientos por su desfase temporal, en
ambos países buscaron la solidaridad internacional yuxtaponiendo contactos con
trotskistas, feministas, organismos de derechos humanos y gays como una
renovación del imaginario político del internacionalismo. Comprensible en un
periodo de transición en el que la emergencia del discurso planetario de los
derechos humanos, en particular los aportes del activismo en América Latina
para rechazar las violentas represiones ejercidas por las dictaduras, definió
un ideario ligado a la “solidaridad” como una práctica que incluyó la denuncia
y circulación de información (Moyn, 2012). La pregunta sobre cómo los
activistas sin un contacto aparente desplegaron prácticas similares (Davis y
Luna, 2013), permite identificar experiencias comunes: la coerción estatal y
social, los complejos diálogos con las izquierdas y la mutación de sus
identidades al calor de la globalización del modelo de vida gay (Altman, 2002).
Nuestra perspectiva acompaña a quienes cuestionaron la
búsqueda de generalizaciones comparativas ajustadas a los Estados-nación modernos
(Prado, 2013), una perspectiva que, anclada en la comparación y las conexiones,
forma parte de una apuesta por entrever procesos que trascienden a las
fronteras políticas (Drayton y Motadel, 2018). Así, el estudio de movimientos
arraigados en ciudades con amplia influencia política, económica y cultural
sobre Latinoamérica en el siglo XX y, en
particular, en el activismo internacional, es una contribución central para el
estudio de la politización de las identidades sexuales y sus vínculos con
culturas políticas más amplias como la de las izquierdas.
Durante los años setenta del siglo XX,
las interconexiones previas entre disidentes sexuales plantearon una temprana
internacionalización de una intERPretación radical de la homosexualidad que
entró en tensión con la globalización de la identidad gay (Altman, 2002;
Laguarda, 2010). A pesar de ello, los intentos de estos grupos minoritarios no
prosperaron y terminaron por ser marginados con la relativa integración con el
cambio del siglo. Entiendo por gay una forma de sociabilidad y organización de
las prácticas homoeróticas marcada por la flexibilización de las restricciones
de los usos del espacio público, un sentimiento de pertenencia y la
identificación mediante un consumo cosmopolita (Altman, 1996). La apropiación
local de la identidad estuvo mediada por la conquista de libertades
democráticas, el proceso de la crisis del sida y la visibilidad de una cultura
emergente (Laguarda, 2010). En contraste, comprendo la homosexualidad como una
identificación cambiante ligada a una experiencia histórica marcada por mayores
restricciones estatales, familiares y comunitarias a su expresión pública y de
la cual con posterioridad se diferenciaron diversas identidades sexuales.
Asimismo, en Argentina y México la política de liberación homosexual fue producto de la hibridación
dialéctica entre las culturas locales, los activismos esparcidos con foco en
Estados Unidos y Europa, junto con otras redes yuxtapuestas, como las
desplegadas por el trotskismo y el movimiento de derechos humanos. Lejos de
señalar estos vínculos como armoniosos, destaco que existieron tres tensiones
clave: 1) la disputa de un imaginario de izquierda que ponderó una
representación masculina y heterosexual; 2) la paradoja de los intentos los
movimientos de liberación entre el deseo de pertenecer a la nación y el deseo
de rechazar el discurso nacionalista (androcéntrico), y 3) la tensión entre el
uso del vocablo “gay” y “homosexual” como expresión de modelos de sociabilidad
y activismo político.
En las últimas dos décadas, los estudios sobre la
politización homosexual en América Latina durante las décadas de los sesenta y
setenta se ampliaron notoriamente (Ben e Insausti, 2017; Dehesa, 2010; Diez,
2011; Green, 2012; Laguarda, 2008; Mogrovejo, 2000; Romero y Simonetto, 2019;
Simonetto, 2017; Vespucci, 2011), como también el estudio de la sociabilidad
urbana (Green, 2001; Laguarda, 2007; Rodriguez Sanchéz, 2018; Simonetto, 2018).
Se analizaron los vínculos transnacionales previos con el movimiento homófilo
estadunidense (Gleibman, 2017; Macías-González, 2015; Rupp, 2011) y los
proyectos de cosmopolitismos disidentes (Garrido, 2017; Loss, 2005). En México
y en Argentina los años sesenta fueron estudiados como periodos de
transformación de la cultura sexual urbana y se estudió a la nueva izquierda
desde la perspectiva de género (Cosse, 2014; Felitti, 2018).
El llamado a abordar los años sesenta y setenta desde una
perspectiva global promovió la indagación de los contextos y circuitos
concretos de circulación, apropiación y producción de ideas y acciones
(Marchesi, 2017; Pensado y Ochoa, 2018; Scheuzger, 2018). En este sentido,
nuestra periodización responde a múltiples procesos. Por un lado, a las
dinámicas propias de estos movimientos: en Argentina comenzó en 1967, se
disolvió en 1976 frente a la dictadura militar y fue continuada su actividad
por sus miembros exiliados; en México, los grupos se formaron inicialmente
entre 1971 y 1978, luego tuvieron una actividad intensa hasta su disolución y
transformación en 1984. A su vez, responde a los ecos de los años sesenta y
setenta, los procesos de autoritarismo y democratización relativa que marcaron
los ritmos de contracción o ampliación de la esfera política en ambos países.
Este artículo se organiza en tres apartados. Primero,
presentamos una breve cronología de los movimientos políticos. Segundo,
describimos las redes locales, transnacionales y los traductores sociales y
políticos que desempeñaron un papel clave en esta trama, y, por último,
analizamos las tensiones en los usos, apropiaciones y circulaciones del
activismo homosexual radicalizado.
La radicalización de la homosexualidad en Argentina y México
En 1974, la dramaturga Nancy
Cárdenas presentó la adaptación de la película Los chicos
de la banda (Boys in the band) de Mart Crowley en el Teatro Insurgentes. El periódico Gay Sunshine: A Journal of Gay Liberation, referente de
los movimientos en Estados Unidos, reprodujo una entrevista censurada por un
editorialista mexicano. Ante la pregunta, “¿por qué eligió presentar este
trabajo en México?”, respondió: “Porque encuentro saludable y encantador
mostrar que los jóvenes homosexuales son muy diferentes, sobre todo desde 1968,
año en que comenzó la liberación homosexual.”2
Su referencia a 1968 trascendió al movimiento estudiantil
y a la masacre de Tlatelolco, en la que ella ya no participó como estudiante
sino en su calidad de intelectual.3
Refería a un cúmulo de vivencias de una generación porosa en la que
convergieron las transformaciones sociales y culturales de los largos años
sesenta (Vaughan, 2014). En la década de 1950 se politizó en la juventud
comunista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
y participó de la protesta estudiantil de 1957 y 1958 y en el comunismo. Un
viaje de estudios a Yale la puso en contacto con las premisas de la liberación
gay estadunidenses. En 1971 promovió la creación del Frente de Liberación
Homosexual Mexicano (FLHM) que, aunque funcionó
clandestinamente y se disolvió en 1973, consolidó la incipiente politización
radical de la identidad homosexual y lésbica (Monsiváis, 1994).
El FLHA fue un colectivo con
el objetivo de aunar el ideario de la revolución sexual con la social. En 1967,
Héctor Anabitarte, un afiliado del gremio del correo, fue sancionado, enviado
al psiquiatra y, finalmente, expulsado del Partido Comunista por proponer un
debate sobre la homosexualidad. Fundó el Grupo Nuestro Mundo (GNM) junto con un militante del sindicato de empleados
estatales, un vendedor de máquinas de escribir y un joven vendedor de seguros,
entre otros. En 1971, el GNM confluyó con el grupo
Profesionales, fundado en 1970 en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires (UBA), en el que
militaba el escritor Néstor Perlongher, exmilitante de un grupo trotskista,
dando origen al FLHA. Al poco tiempo, este
aglutinó a diez subgrupos que incluyeron a intelectuales y trabajadores
marxistas, filoperonistas, cristianos con principios anticapitalistas,
antipatriarcales y antiimperialistas. Aunque liderado por varones, algunas
lesbianas conformaron el grupo SAFO, mientras
otras se definirían sólo como mujeres al participar en la Unión Feminista
Argentina (UFA). Luego de años de intensa
actividad política, frente a la presión de grupos para estatales de la extrema
derecha y frente el inminente golpe de Estado, el grupo se disolvió en 1976 y
muchos de sus miembros se exiliaron.
Aunque alejados, los disidentes sexuales de Buenos Aires
y de la Ciudad de México politizaron su identidad en un contexto de
efervescencia política y represión. Ser homosexual en los setenta implicó
coacciones sociales y policiales en ambas ciudades. En Argentina, desde la
década de 1930, los códigos provinciales dotaron a oficiales de la policía de
mecanismos para restringir la sociabilidad urbana de prostitutas, homosexuales,
travestis, jóvenes y pobres (Simonetto, 2016). Igualmente, aunque no existió
una ley de penalización específica, los mexicanos tuvieron que lidiar con la
violencia policial (Laguarda, 2010; Rodríguez Sánchez, 2018). Por ejemplo, en
1978 un grupo de varones de Oaxaca denunció que en una fiesta privada en la que
practicaban el transformismo fueron detenidos por policías, golpeados y fotografiados
para luego publicar las fotos en la prensa.4
En ambos países reaccionaron contra estas políticas: en
Argentina repartieron cartillas de seguridad5
y organizaron colectas para los detenidos;6
en México organizaron mítines frente a la delegación policial con apoyo de
trotskistas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y, en 1979, los sindicatos de los trabajadores de
la UNAM y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)7
organizaron la Marcha por la dignidad homosexual,
el primer antecedente de la marcha del orgullo en homenaje a Stonewall.8 Por el contrario, en
Argentina, se organizó la primera Marcha del orgullo
en 1992 sin homenaje al levantamiento, y a partir de 1996 se convocó en
noviembre en homenaje al grupo Nuestro Mundo.9
Tanto Cárdenas como Anabitarte –ambos comunistas–
expresaron la ansiedad de capas minoritarias de la izquierda por encontrar
nuevas agendas que desbordaran la referencia univoca al proletariado como
sujeto político. Aunque el gobierno bolchevique de 1917 había eliminado del
código penal la punición del sexo entre varones y permitió el trámite de
convivencia, después el Estado soviético burocratizado de Stalin reinsertó las
penas y afirmó a los partidos de la Tercera Internacional que la homosexualidad
era la “máxima expresión de la decadencia burguesa contra natura” (Healey,
2002). En consecuencia, los comunistas de la región se distanciaron de
identidades no heterosexuales y se resistieron a incluirlo en la agenda
política, aunque para 1979 el Partido Comunista Mexicano (PCM) sí apoyó la demanda de alto a la represión policial.10
En México, la crisis del régimen posrevolucionario abrió
un escenario en el que una nueva generación enfrentó el mandato patriarcal
apelando al cosmopolitismo como contrasentido frente al nacionalismo (Zolov,
1999). La influencia de la revolución cUBAna y décadas de formación de un
activismo estudiantil colaboraron en la formación de una nueva izquierda
social. La masacre de 1968 profundizó la violencia autoritaria que abriría un
escenario de violencia que comenzaría a morigerarse relativamente con las
reformas de 1977 (Keller, 2015).11
En Argentina, se dio el “Cordobazo” en 1969, conjunto de movilizaciones que
agruparon a trabajadores, estudiantes y sectores populares que socavó la
legitimidad del régimen castrense que ejerció el poder desde 1966, visibilizó
un nuevo escenario de conflictividad social y política: la extensión de una izquierda
social formada con los procesos de resistencia a la proscripción peronista
iniciados en 1955 (Scheider, 2006). Marcados por las resistencias a los
autoritarismos y en contexto de la guerra fría, los grupos de disidentes
sexuales apelaron y renovaron un lenguaje de izquierda con el que interpretaron
su identidad generando tensiones.
En Argentina, finalizado el golpe en 1973, ante la
reinserción del peronismo, el FLHA creció e
intentó sumarse a las movilizaciones populares junto a las fracciones de izquierda
del movimiento populista, pero su intento fue frustrado. En 1973 sus
representantes se hicieron presentes en las manifestaciones de Ezeiza y en la
de Plaza de Mayo para festejar el retorno al gobierno, valiéndose de consignas
nombradas en la marcha peronista como “para que en el pueblo reine el amor y la
igualdad”. Pero un sector de la derecha peronista empapeló la ciudad con la
frase: “El ERP, los homosexuales y drogadictos”,
por lo que la izquierda rechazaría a los homosexuales con el cántico: “No somos
putos, tampoco faloperos, somos soldados de Evita y Montoneros”.
En 1974 se formó el grupo SEXPOL,
un espacio de contención afectiva, acción política y producción teórica que
promovía los cruces entre el marxismo y el psicoanálisis. Ese mismo año, la UNAM recibió a Kate Millet y
a Susan Sontag, dos relevantes figuras del movimiento de liberación feminista
en Estados Unidos que colaboraron a reformar estos discursos en México.12 En Argentina, el FLHA, algunas feministas y trotskistas conformaron el
Grupo de Política Sexual. Al igual que los mexicanos, estudiaron y produjeron
documentos en los que fundamentaron las necesidades de una revolución sexual.
La coincidencia de nombres remitía a la inscripción de
estos movimientos en las teorías de la liberación del deseo, un pensamiento
híbrido entre el psicoanálisis freudiano y el marxismo que suponía que la
revolución no sólo debía liberar al proletario de la venta forzosa de su fuerza
de trabajo, sino también de la sujeción de su deseo y su cuerpo sexuado. La
familia se tornó blanco de críticas al señalársela como máquina de producción
de sujetos para su inserción en el mercado capitalista (Vespucci, 2011). Con
foco en la circulación de ideas, además de escribir panfletos, manifiestos y
declaraciones, los activistas produjeron publicaciones que constituyeron la
primera saga de revistas abiertamente homosexuales de la región. El FLHA publicó Somos entre
1973 y 1976, mientras que los grupos mexicanos publicaron los Cuadernos de Política Sexual, Nuestro Cuerpo y Nuestro Ambiente.
En 1975, Luis González de Alba –testigo de la masacre de
Tlatelolco– publicó, junto con Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Nancy
Cárdenas, y otra decena de intelectuales, una declaración en la revista Siempre! cuestionando la represión policial a
homosexuales.13 En 1978, en la
conmemoración del movimiento de 1968, distintos grupos se manifestaron por
primera vez como grupos homosexuales,14
y recibieron un recibimiento menos hostil de la izquierda partidaria que sus
pares argentinos (Dehesa, 2010). En ese año se formó el Frente Homosexual de
Acción Revolucionaria (FHAR) liderado
principalmente por varones, el grupo Lambda de Liberación Homosexual
–con mayor participación lesbiana– y el grupo OIKBETH,15
una derivación del temprano grupo Lesbos, que aunque coordinaron con el FHAR definieron un camino autónomo.
Por su carácter abierto y por la habilitación a la doble
militancia, las feministas argentinas y mexicanas fueron un nexo con el
trotskismo local, el Partido Socialista de los Trabajadores (Argentina) y el
Partido Revolucionario de los Trabajadores (México). Los trotskistas de ambos
países celebraron que la cuarta internacional con sede en Francia (secretariado
unificado), incluiyera la liberación homosexual en su programa,16 Sin embargo, estos
movimientos siguieron contemplando la “opresión sexual” como un elemento
subordinado a las relaciones capitalistas de clase (Tresbisacce y Mangiantini,
2015).
Mientras el FHAR priorizó la
confluencia con trotskistas, Lambda anunció entre sus objetivos la confluencia
con el feminismo por una “liberación sexual general”,17
lo que expresó la unión en la noción misma de liberación
como una metáfora entre la politización del cuerpo y los procesos de
descolonización, una lucha por la búsqueda de una autonomía y libertad plena
(Barba, 2017). El feminismo mexicano resurgió en los años sesenta inspiradas en
la “segunda ola”, compartió con los movimientos de liberación homosexual una
fuerte crítica al sistema social y a las desigualdades de género. En este
sentido, tuvo estrechos puntos de contacto con las disidencias sexuales. Entre
ellos se destaca la organización de un contracongreso en 1975 como respuesta al
Congreso Mundial por los Derechos de las Mujeres de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), así como también, en 1979,
la construcción del Frente Nacional de Liberación y los Derechos de la Mujer,
en el que convergieron el FHAR, sindicatos, el
trotskismo y el feminismo (Cano, 1996).
Los grupos mexicanos tuvieron un alcancé territorial
mayor que los argentinos. El FLHA se concentró en
la ciudad de Buenos Aires y mantuvo contacto con círculos de Tucumán, Mendoza y
Mar del Plata (Acevedo, 1985, p. 250). El FHAR
organizó delegaciones en Oaxaca, Aguascalientes, Veracruz y Puebla.18 A pesar de que el FHAR fue liderado por varones, en contraste con los
argentinos, también promovieron la visibilidad de identidades como las
vestidas, travestis y lesbianas.
En 1975, El Caudillo, expresión pública de la Alianza
Anticomunista Argentina (aaa) incitó a acabar con
los homosexuales. Proponía “crear brigadas callejeras que salgan a recorrer los
barrios para que den caza a estos sujetos vestidos como mujeres, hablando como
mujeres, pensando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y
dejarlos atados en los árboles con leyendas didácticas.” El FLH respondió públicamente con un volante titulado El fascismo nos amenaza (1975). Anunció a sus “hermanos y
hermanas que la hora de unión total y sin claudicaciones ha llegado: los
homosexuales argentinos debemos unirnos sin vacilaciones para defender nuestro
derecho a la libertad y a la vida, y enfrentar a nuestro enemigo común: el
fascismo […] si deponemos nuestros miedos personales en beneficio de todos,
podremos vencer y conquistar la dignidad humana que se nos niega”.19 La violencia política
en ascenso y el golpe militar que tomo el poder en 1976 marcaron el final de su
organización.
En 1981, el FHAR decidió
disolverse por diferencias internas y al evaluar que no había formado cuadros
suficientes.20 Un dibujo perdido entre
sus papeles expresa en parte el caos administrativo del movimiento, los
múltiples límites que dificultaron su acción: la presión familiar, el escaso
financiamiento, los intereses personales, las desconexiones entre sus miembros
y la interconexión entre el lenguaje de su “dirección”. Los personajes bailando
en el gueto señalan las dificultades de vinculación entre los núcleos políticos
y los que esperaban fueran su base política (véase imagen 1). Algo similar fue
destacado por Néstor Perlongher (2014) cuando una vez exiliado en Brasil
definió la experiencia del FLHA como un “fracaso”.
La asistencia a un bar de homosexuales bonaerense y sus intentos de aclamar
demandas políticas por el micrófono era desoído para quienes lejos de buscar la
revolución esperaban una integración civil que les permitiera disfrutar su
vida, lo cual llegaría décadas más tarde (Simonetto, 2017). En México algunos
activistas se integraron al Movimiento de Liberación Homosexual, lo que marcó
un cambio progresivo de la lógica de las movilizaciones que tendería a
integrarse a la acción por la reivindicación de los derechos civiles. El sismo
año de 1985 marcaría un punto clave, el viraje definitivo hacia la emergencia
de la identidad gay y las políticas de acción civil (Laguarda, 2010).
CONTEXTOS GLOBALES, REDES TRANSNACIONALES, ESPACIOS Y TRADUCTORES
En 1973, el FLHA recibió una epístola del National Gay Task Force
que hacía explicita su intención de “trabajar con todas las organizaciones
posibles por la liberación homosexual nacional e internacional”.21 El FLHA utilizó los contactos con el agrupamiento
estadunidense, ofreció su casilla postal para recibir el correo para evitar
exponerse a ataques.22 En ese mismo año fueron
presentados en Europa por el Fronte Unitario Omosessuale Rivoluzionario
Italiano (FUORI)
ligado al Partido Radical (Barilli, 1999). El periódico italiano reprodujo una
reseña de la actividad del FLHA y una entrevista a
sus referentes de la revista sensacionalista Así.23
Los movimientos buscaron la solidaridad internacional
construyendo redes que superaran las fronteras nacionales. A los argentinos les
permitió difundir la represión y las amenazas de las que eran objeto, como
también continuar campañas contra la dictadura una vez exiliados. Los mexicanos
organizaron mítines para protestar en las embajadas de Argelia, Brasil y Canadá
contra la represión a los homosexuales,24
hicieron circular comunicados y buscaron espacios comunes de intercambio
político.
La formación social, política y cultural de estos grupos
estuvo marcada por diversas dimensiones transnacionales: contextos, redes,
espacios y traductores. En contraste con Argentina en donde la censura
impulsada por los gobiernos militares restringió el acceso a textos, en la
ciudad de México, desde la década de 1950, se ofrecieron algunas de las
principales revistas homófilas (Macías-González, 2015). Mientras Nancy Cárdenas
y Carlos Monsiváis celebraron la influencia de la revuelta de Stonewall o los
grupos británicos (Monsiváis, 1994), los argentinos no hicieron referencia
alguna a este acto en sus materiales. El grupo Nuestro Mundo fue
particularmente influido por el texto de Huey Newton’s: “A Letter from Huey to
the Revolutionary Brothers and Sisters about the Women’s Liberation and Gay
Liberation Movements”, publicado por los Black Panthers en 1970. El texto
influyó en la intERPretación sobre la opresión social a lesbianas y
homosexuales, asimismo, la crítica sobre el racismo resonó en las crecientes
demandas de liberación nacional que identificaron a Estados Unidos como un
obstáculo para un cambio social profundo (Ben e Insausti, 2017, p. 32).
Las ideas de la liberación homosexual circularon en
libros, cartas y documentos. Tanto los argentinos como los mexicanos leyeron
con atención Eros y civilización, de Herbert
Marcuse (1972), y Sexual politics de Kate Millett
(1972). A mediados de la década de 1970 la consolidación de las culturas
feministas y de liberación homosexual en México trajo aparejado una prolífica
edición de libros que por medio de viajes y correspondencias llegaron a la
biblioteca de los miembros del FHAR.25 Juan Jacobo Fernández
se sintió particularmente marcado por el libro Elementos
de una crítica homosexual, de Mario Mieli
(1979), fundador del movimiento homosexual en Italia, introducido al mundo
hispano por traductores españoles, y Homosexualidad y
sociedad represiva de Guy Hocquenghem (1974), líder de los homosexuales
radicalizados en Francia, traducido en Buenos Aires.
La década de 1970 marcó una expansión de los circuitos
globales de comunicación entre disidentes sexuales (Hilderbrand, 2013) que
trascendió a los grupos políticos, por ejemplo, la guía de viaje gay Spartacus ofrecía desde 1970 información actualizada que
recibía de sus corresponsales en español, francés e inglés y alertaba sobre las
políticas restrictivas, organizaciones políticas, bares y zonas de ligue.26
La estética de las manifestaciones públicas se nutrió de
la circulación de estéticas políticas. En una de las fotografías que el FLHA decidió publicar para presentarla al público se
cubrieron el rostro con el término “PODER HOMOSEXUAL”
en una referencia múltiple al Black Power de las
panteras negras, Gay Power de los movimientos
estadunidense y de las guerrillas locales.27
Aunque algunos de ellos dieron sus nombres en entrevistas, aparecer frente a
cámara podría tener un costo. Era una metáfora potente en la que, por un lado,
se marcaba el carácter discreto que cercenaba su acción política y sus vidas,
pero también revelaba que incluso en esa condición, mostrarse asociados a la
homosexualidad como una posición de poder, era una forma de agenciar
positivamente su identidad en los mismos medios que los fustigaban. Para los
integrantes del FLHA, “aparecer” en público
conllevaba la pérdida del lazo familiar, el trabajo o la violencia física. Otro
activista, Sergio Pérez Álvarez, sostuvo que cuando eran fotografiados en una
manifestación debía ocultarse por miedo a que la imagen le costase su trabajo
como director de un jardín de niños.28
Los que pudieron mostrarse en público como homosexuales apelaron a la misma
imagen desafiante que los jóvenes de izquierda, y en las manifestaciones
retomaron consignas de la marcha peronista29
(véase imagen 2).
Las fotografías de la Marcha por la
dignidad homosexual muestran mayor porosidad entre las clásicas figuras
de la movilización pública que caracterizó a la izquierda y las consignas del
Gay Pride que ese mismo año tomaba las principales ciudades de Estados Unidos.
En este sentido, la confección de pancartas en las que convivía el término
local homosexual y con el anglicismo gay expresan mayor fluidez con los
movimientos del norte, pero también la incipiente extensión del modelo de
identidad irradiado por las capitales occidentales (véase imagen 3).
La visibilidad restringida en Argentina y notoria en
México de homosexuales politizados generó reacciones locales. La extrema
derecha argentina ligada al Estado atacó al FLHA
por considerarlos afeminados y remarcó sus demandas como importaciones foráneas
contrarias a la identidad nacional. La organización de ultraderecha católica
Tacuara afirmaba que la “homosexualidad y la coca cola” eran inventos del
imperio,30 mientras que otros
agrupamientos los acusaron de ser agentes de la CIA
contrarios al gobierno de Perón.31
En México, la Unión Nacional de Padres de Familia solicitó al gobierno que se
interrumpiera las actividades de grupos homosexuales en la Universidad Autónoma
Benito Juárez de Oaxaca.32 Algunos periodistas afirmaron
que el activismo homosexual formaba parte de un plan de importación de
“problemas del extranjero” y eran intentos de “los maricas y las lesbianas de
armar un partido”.33
Desde sus países de origen o en el exilio, los activistas
intervinieron en redes transnacionales. La referencia de Fuad a una
“Internacional homosexual”,34
es elocuente de los mecanismos y lenguajes yuxtapuestos en un diálogo tenso con
movimientos de liberación homosexual con una izquierda trotskista aferrada a la
idea de reconstruir una internacional de partidos obreros y los movimientos por
derechos humanos. No había un objetivo común global antisistémico, sino una
renovación del ideario de la solidaridad como un factor elemental de la acción
política.
La circulación de comunicados, noticias, entrevistas y
cartas se expresaron en universos extensos de revistas de Europa, Oceanía y
América entre los que se incluyó la prensa feminista, trotskista, de disidencia
sexual o de interés general. Pero a pesar de la profusa actividad en otros
países, por la asíncronía temporal, el vínculo entre agrupamientos de México y
Argentina fue escaso e indirecto. Los mexicanos consiguieron el manifiesto Sexo y Revolución del FLHA
por medio de los trotskistas de San Francisco y buscaron una traducción al
medio local a través de sus publicaciones.35
Ambos intentaron liderar un proyecto de articulación latinoamericano por medio
de la Coalición Homosexual Latinoamericana con sede en Nueva York. En 1975, el FLHA anunció que le propuso a la Comunidad de Orgullo
Gay de Puerto Rico y al Frente de Liberación Homosexual de México (en aquel
momento ya disuelto) establecer una coordinadora homosexual latinoamericana.36 En 1978, Juan Jacobo
Hernández se contactó con los mismos grupos que el FLHA.
Sin embargo, su esperanza de establecer una coordinación con los activistas de
Puerto Rico y Costa Rica fracasó, ya que las agrupaciones de estos países se
habían disuelto.37
Desde Buenos Aires, el FLHA
envió comunicados a quince publicaciones gays,38
dos feministas39 y como exiliados a
otras 17.40 Inscritos en un periodo
de mayor proliferación de movimientos y publicaciones, a finales de la década
de 1970 y comienzos de la de 1980, miembros del FHAR,
Lambda y OIKABETH intervinieron en cuatro publicaciones trotskistas,41 en 17 periódicos
feministas,42 y en 23 periódicos gays.43 Formaban parte de un
universo de publicaciones baratas que emergieron en las ciudades occidentales
como constructor de una sociabilidad homosexual (D’Emilio, 2014, p. 86).
Periódicos de Australia, Brasil, Colombia, Canadá, Escocia, Italia, Francia,
Estados Unidos, Venezuela y Nueva Zelanda resultaron espacios de circulación
común. Tanto el FLHA y el FHAR
reprodujeron comunicados de grupos de chicanos en Estados Unidos, en particular
los argentinos lo hicieron como parte de su rechazo al imperialismo, como expresó
la portada del quinto número de su revista Somos en
la que una pequeña mariposa se enfrentaba a un águila de la cia.44
En 1979, los grupos mexicanos participaron de un bloque de gays latinos en una
manifestación en Washington.45
Como exiliados, los argentinos solicitaron a activistas de todo el mundo que
enviaran cartas a los directores de las cárceles argentinas para rogar por su
liberación.46
Los diálogos se establecieron en torno a temáticas como
los mítines argentinos contra la represión del dictador Pinochet contra las
disidencias sexuales en Chile, la primera marcha por la “dignidad homosexual”
en México en 1979, las amenazas de la extrema derecha al FLHA,
y las denuncias contra el golpe militar de 1976. El FHAR
y el FLHA participaron de congresos
internacionales en los que se promulgaban estrategias por la lucha de los
derechos homosexuales, por ejemplo, el FLHA leyó
un documento en el congreso del Partido Radical Italiano en 1975 y en el Gay
Congress Rights celebrado en Edimburgo.47 Los mexicanos tuvieron
también instancias importantes como la Conferencia Internacional de la Mujer
celebrada en la capital mexicana en 1975, en la que Nancy Cárdenas coordinó una
acción común con lesbianas estadunidenses. Además, activistas latinoamericanos,
embarcados en una perspectiva con un anclaje más institucional de Brasil,
México, Jamaica, Venezuela y Puerto Rico, participaron en la formación de la
International Gay Association (IGA) (Dehesa,
2010).
Los procesos de circulación e interconexión de la
política homosexual radical se constituyeron gracias a los traductores
sociales, políticos y culturales que establecieron puntos comunes,
transportaron materiales, relataron experiencias y reelaboraron sus propias
prácticas al calor de la movilidad (Rojas, 2016). Néstor Perlonguer
(1949-1992), poeta, sociólogo y líder del FLHA, se
exilió en Campiñas (San Pablo, Brasil) tras el golpe de Estado en Argentina en
1976 para hacer una maestría en Antropología Social durante la cual escribió su
libro sobre la prostitución masculina (Perlongher, 1999). Estando ahí se
consideró un “exiliado sexual” y entró en contacto con los miembros de los
grupos brasileños Somos y Limpao Esquina, los
cuales asumieron ese mote en homenaje al grupo argentino. También en el exilio
transformó sus nociones plenamente ligadas al marxismo, como su recepción de
los textos de Gilles Deleuze y Félix Guatari (Garrido, 2017; Paniagua García,
2017; Palmeiro, 2011). La circulación de sus textos y libros, alojados en la
biblioteca del FHAR mexicano, funcionaron también
como vehículos de traducción.48
Néstor Latrónico era un joven dactilógrafo que en 1970
huyó de las represiones moralistas de la dictadura de Juan Carlos Onganía y se
mudó a Nueva York. Allí se involucró con los grupos de concientización del Gay
Liberation Front y grupos latinos, en 1973 regresó a Argentina para colaborar
con el FLHA. Estableció vínculos, participó en las
reuniones del Grupo de Política Sexual, colaboró en la traducción de textos
feministas censurados en Argentina e importados por la cineasta María Luisa
Bemberg, y con cartas y documentos con agrupamientos anglosajones.49 Como fundador del Third
World Gay Revolution, un grupo de latinos, publicó poemas y difundió los
problemas que aquejaban a los homosexuales en América Latina.50
Héctor Anabitarte, fundador del Grupo Nuestro Mundo en
1967, se exilió en España en donde colaboró con las múltiples publicaciones que
promulgaron los derechos de la comunidad gay. Respecto a su actividad en Buenos
Aires, fue responsable de mezclar su herencia como militante comunista con las
ideas de los Black Panters (Ben e Insausti, 2017).
Otros personajes como el periodista Fuad Zahra
(1942-2015), del FLHA, colaboró también como
vínculo con los miembros de la UFA, con la
reproducción de sus documentos, y la organización de actividades conjuntas con
la Coordinadora contra la Prohibición de Ventas de Anticonceptivos, con la que
se opusieron a la propuesta puritana de Isabelita de Perón de vetar tales
tecnologías.51 Escribió cartas a
grupos en Nueva Zelanda, Canadá y Australia para difundir las actividades
locales y denunciar la violencia del Estado argentino.52
Manuel Puig (1932-1990), reconocido escritor y
colaborador del FLHA, fue un prodigioso divulgador
de las ideas de la liberación homosexual. Su libro El beso
de la mujer araña condensó en su figura el diálogo entre un militante de
izquierda y un homosexual despolitizado en la cárcel y se hizo eco así de una
figura alegórica de la época. Su libro fue prohibido en Argentina (así como el
conjunto de su obra desde 1974) pero se publicó en 1976 en Barcelona, aunque lo
terminó de escribir en México. Su obra circuló de forma clandestina en Buenos
Aires y en México tuvo un gran éxito, además fue traducido a numerosos idiomas.
En las notas a pie difundió algunas de las ideas elaboradas por el FLHA sobre la liberación homosexual. El libro tuvo un
impacto enorme en las publicaciones homosexuales de Brasil, México, Alemania,
Canadá, Holanda, Suiza, Suecia, Francia, República Checa, Italia, Dinamarca,
Austria, España y Nueva Zelanda.53
Nancy Cárdenas (1934-1994) fue una figura clave en el
proceso de traducción entre México y Estados Unidos. Su visita a la Universidad
de Yale la puso en diálogo con las ideas de la liberación gay. Una vez formado
el FLHM, le informó de sus actividades a Carlos
Monsiváis quien estaba en Londres, y fue él quien le retribuyó sus opiniones
sobre el movimiento británico (Monsiváis, 1994). Como dramaturga desplegó la
temática homosexual, una polémica constante con aquellos representantes de los
medios que estigmatizaban la vida sexual disidente en la Ciudad de México.54 En 1973 anunció su
homosexualidad públicamente en el programa 24 Horas, con Jacobo Zabludovsky. En
1975 formó parte del grupo de lesbianas que, en coordinación con las feministas
estadunidenses que llegaron a la Conferencia Internacional de la Mujer,
hicieron un contraencuentro. Definida por sus pares del norte como una
One-Women-Movement, fue presentada como una heroína por sus elocuentes
presentaciones y rechazada por un grupo de mujeres católicas que la
consideraban representante, a quienes acusó de estar pagadas por el jefe de la
policía local. Aunque con tensiones, la obra y la figura de Cárdenas cruzaron
las fronteras y se transformó en un nodo clave de la interconexión entre los
mundos del feminismo y el movimiento homosexual local y global.55
Respecto a los traductores nos referimos a personajes
nómadas, políglotas e inquietos que construyeron circuitos. Juan Jacobo
Hernández, principal líder del FHAR, licenciado en
Letras y profesor universitario, se forjó al calor de los movimientos sociales
de las décadas de 1950 y 1960. Su poder adquisitivo le permitió viajar en
numerosas ocasiones a Nueva York y San Francisco en los que pudo seguir de
cerca el desarrollo de los movimientos de liberación gay.56 Colaboró con el FLHM, viajó a Estados Unidos y Centroamérica en busca de
aliados, en 1979 organizó un taller con el Bloque Homosexual Latinoamericano,
el Comité Homosexual Latinoamericano (Nueva York), el Movimiento de Liberación
Homosexual (Costa Rica) y el grupo Gay Cactus.57
Asimismo, desempeñó un papel clave en los vínculos locales con grupos
trotskistas, sindicatos y feministas.
Eran traductores de experiencias que se escurrían entre
lo íntimo y lo público. Luis González de Alba (1944-2016), quien después de
1968 se exilió en Chile, Argentina y Brasil, desempeñó un papel clave en la
publicación de la proclama “Contra la práctica del ciudadano como botín
policiaco” para cuestionar la represión a homosexuales. Se involucró en los
grupos de liberación homosexual y como tal funcionó como el nexo directo entre
las experiencias álgidas de 1968 y los nuevos agrupamientos homosexuales.
Los extranjeros, como Allen Young, un influyente
traductor y exportador de las ideas de liberación homosexual estadunidense,
periodista y fundador de numerosos periódicos, se ocupó en particular de
investigar los crímenes contra homosexuales perpetuados por la revolución cubana.
El FLHA tradujo algunos de sus artículos y también
los del grupo Black Panthers, en los que se demandaba una perspectiva socialista
sin opresión sexual.58 En 1981 publicó un
libro en el condensó las críticas de los homosexuales a la opresión desplegada
por la revolución cubana (Young, 1981).
En síntesis, en este apartado demarcamos las redes,
prácticas y traductores globales en la formación de una política de liberación
homosexual en Argentina y México.
TENSIONES TRANSNACIONALES:
CULTURAS LOCALES, HOMONACIONALISMOS Y ANTIIMPERIALISMOS
La demanda por la liberación
homosexual no formó un todo homogéneo. Las ideas, lenguajes y vínculos que
unieron las acciones de activistas en todo el mundo estuvieron mediadas por
múltiples tensiones en la definición de un horizonte político. Aunque cuando
Zahra Fuad proclamó a Sydney que los homosexuales no tenían patria, las
sociabilidades sexuales disidentes, sus incursiones en el mundo público y las
mediaciones culturales con las que constituyeron su identidad fueron muy
distintas.
El primer punto de tensión se acumuló en torno a la
globalización de la identidad gay. Las críticas políticas a las formas de interpretar
la identidad fue elemento decisivo de los activistas nómadas argentinos que
escaparon de la dictadura. A pesar de su importante influencia en Brasil,
Néstor Perlongher cuestionó su acercamiento al término gay con el que creía
ingresaban a un universo snob de las capas medias
(Perlongher, 2014). Héctor Anabitarte vio en la identidad de consumo de los
gays españoles un signo de la pérdida de radicalidad en desmedro de la
transgresión homosexual frente a la que llamaba a resistirse para “no renunciar
a la utopía”.59 En una postura
romántica afirmó que el consumismo se expresaría en la búsqueda constante de
encuentros sexuales efímeros y el rechazo a construir un vínculo de pareja.60
La crítica de los argentinos a las interpretaciones
“reformistas” de la homosexualidad fue constante. Cuestionaron algunas de las
apreciaciones de sus pares en Holanda cuando después de una visita notaron la
aparente integración de su sociabilidad como una sexualidad más y señalaron que
eso se lograba a costa de transformar las formas de vida de sus periferias
coloniales en despreciables.61
En una carta que enviaron a FUORI! en 1973, también
destacaron que los grupos nórdicos parecían adaptarse a los principios de las
religiones nacionales.62
Este rechazo no era sólo una propiedad de los argentinos,
la radicalidad depositada en la homosexualidad como identidad antagónica al
capitalismo proliferó también entre sus pares del norte. El grupo británico Gay
Left interpretó al activismo mexicano desde una posición pendular entre el
romanticismo y la asimetría. Los definieron como la expresión de los
“movimientos que nacieron en los países capitalistas avanzados” y “una
esperanza”, puesto que por “el sistema de género más rígido” tenían una
perspectiva revolucionaria y socialista que se distanciaba de “la dirección
reformista del movimiento gay internacional con base en EE.UU”.63 La progresiva
transformación de la capacidad de asimilación de las capitales occidentales a
la sociabilidad gay marcó un giro en las agendas
políticas que tendieron a poner el foco en los derechos civiles, así el grupo
británico encontró en el “atraso mexicano” la esperanza a sus intentos de
mantener una identidad homosexual radicalizada.64
Las referencias en las narrativas anglosajonas sobre sus
aportes a la liberación homosexual en Latinoamérica se definieron desde el
principio de la desigualdad en el avance en materia de derechos. En torno a la
Conferencia Internacional de la Mujer de 1975, las lecturas de este tipo
proliferaron destacando que fue gracias a su aporte que las lesbianas pudieron
pronunciarse públicamente,65
aunque dos años antes Nancy Cárdenas ya se había presentado como lesbiana en la
televisión y en los periódicos.
Este tipo de intERPretaciones giraron sobre las
capacidades de imaginar su identidad no sólo en relación con una comunidad
global, sino con un fuerte arraigo local. A pesar de que se ha destacado el
carácter cosmopolita de la identidad gay (Garrido, 2017), las perspectivas
desde las metrópolis centrales del capitalismo occidental desplegaron también
intERPretaciones homonacionalistas. La integración progresiva mediante la
ampliación de derechos civiles y la consolidación de la identidad gay como un
vector del marcado neoliberal construyó un vínculo específico con la
construcción moderna del Estado-nación que se instaló parcial y progresivamente
en discursos liberacionistas (Puar, 2017).
El juego de solidaridades no siempre fue armónico. Frente
a la guerra por las Malvinas declarada por el régimen castrense argentino,
grupos británicos indicaron que “Los gays sufrirán una represión severa si los
argentinos toman las Falklands.” De esta forma reprodujeron un comunicado del FLHA para señalar la represión del sistema legal
argentino, como fundamento, para apoyar a sus tropas.66
Gay News denostaba la soberanía argentina y se
preguntaba quién querría vivir bajo su sexualidad;67
a su vez se declaraban orgullosamente británicos.68
Una posición contraria a la que asumió Néstor Perlongher desde el exilio, quien
entendió al Estado-nación como la apoteosis de la comunidad patriarcal nacional
en ensayos como “Todo el poder a Lady Di” o “El deseo de unas islas”, en los
que se pronuncia como antibelicista y anti-nacionalista (Garrido, 2017).
Por las dificultades de integración como ciudadanos, los
activistas argentinos y mexicanos construyeron discursos ambivalentes con los
que disputaron los imaginarios nacionales. La construcción de los Estados
modernos en Latinoamérica asumió al varón de elite (generalmente blanco o
mestizo) como figura del ciudadano modelo, mediante el contraste de múltiples
representaciones entre los que los homosexuales y lo femenino ocuparon un lugar
relevante (Bao, 1993; Irwin, 2000). La emergencia de los movimientos de
liberación homosexual implicó una disputa por el sentido del componente
masculino de la nación. Por ejemplo, el discurso del FLHA
amalgamó un intento de inserción en el ideario de una liberación más amplia
frente en la que el campo de la izquierda se definía frente a otro (el
imperialismo/oligarquía local), es decir, un intento de que sujetos feminizados
ingresaran a un “pueblo” representado como masculino. A su vez, el rechazo a la
represión estatal como las críticas a las referencias de Perón como “padre” del
pueblo implicó un distanciamiento de la liturgia nacional androcéntrica
(Simonetto, 2017) (véase imagen 4).
Reinventar la identidad homosexual suponía desafiar el
relato nacional, el FHAR se presentó asimismo como
valiente al asumirse públicamente como homosexuales en un país “en el que todos
tienen que ser muy machos”.69
La manifestación de la dignidad homosexual en 1979 expresó la reapropiación de
términos estigmatizados como el de “lilo”, “homosexual” y la apelación a lo
“gay” como un signo del cosmopolitismo. A su vez, la demanda de “no hay
libertad política sin libertad sexual” implicaba un intento de disputa del
incipiente proceso de democratización política. Así, por ejemplo, la apelación
a imágenes clásicas de la cultura estética del régimen posrevolucionario, como
la estampa popular, eran utilizadas para señalar aquellos vocablos que, por un
lado, los “oprimían”, pero de los cuales también pretendían apropiarse. El
primer punto de su declaración de principios reclamaba sus derechos
democráticos y constitucionales como “ciudadanos mexicanos que somos”,70 e iba acompañada
también por arte mural mexicano, una de las iniciativas pictóricas más fuertes
impulsadas por el Estado con la que se reescribió la historia de México
redefiniendo las representaciones del pueblo y la nación (Monsiváis, 2010)
(véase imagen 5).
Las tensiones en la definición de lo político excedieron
los vínculos con movimientos gay europeos o estadunidenses. El novedoso apoyo
que recibieron las organizaciones mexicanas por parte de la izquierda,
especialmente la trotskista, implicó cuestionamientos. La elección del FHAR de la demanda “Por un socialismo sin sexismo”, era
parte de una crítica a las políticas de restricción a los homosexuales
aplicados en los países bajo la órbita del socialismo real. Imaginar una
revolución era también pensar los sujetos posibles de aquella transformación,
la referencia al proletariado industrial varón o la figura viril del
guerrillero como eje del cambio revolucionario tenía como contraparte las
restricciones a otras estéticas y prácticas políticas.
En el primer congreso convocado por el FHAR en 1981 llegaron adhesiones de aliados internacionales
del PRT. El periódico The
Torch (Nueva York) celebró la organización y la perspectiva de los
colectivos mexicanos, pero fue crítico con lo que consideraba “graves errores”
en su orientación. Primero cuestionó la resistencia de algunos de sus miembros
a votar una “teoría marxista” general y una demanda de socialismo por
considerarlo “demasiado ideológico”. Además, demandaron al grupo una ampliación
de su composición de clase, pidieron que hubiese “más personas trabajadoras, en
especial mujeres” y sostuvieron que un grupo “compuesto por hombres de clase
media no podrá unir su análisis a una revolución de clase”.71
Los bloqueos y límites del FLHA
para integrarse al peronismo y al campo de la izquierda también estuvieron
marcados por las imaginaciones políticas de los sujetos de la revolución. No
sólo se hicieron eco de las críticas a la represión a homosexuales promovidas
en CUBA y la URSS, sino que cuestionaron la forma misma en la que la liberación
era representada. En “El prejuicio contra el afeminamiento: una concepción
machista”, el FLHA sostenía que “REVOLUCION es una palabra bastante manoseada y
desvirtuada por significados que están cada vez más lejanos de su sentido
original” y la definía como “una transformación permanente de estructuras e
individuos, proceso cuyo eje central pasa por el cuestionamiento crítico.
Cuestionar todo lo existente, incluidos nosotros mismos ya que el cambio
individual es el mejor comienzo para una revolución total”.72 La reivindicación
narrativa del afeminamiento en ilustraciones y la burla hacia la imagen idílica
del varón viril promovido por la guerrilla funcionaban así como una crítica
punzante hacia el corazón mismo de los horizontes de sentidos desplegados por
la izquierda nacional.
Por último, entre los grupos mexicanos también existieron
tensiones políticas. Aunque construyeron la Coordinadora de Grupos
Homosexuales, junto a Lambda y OIKABETH, existieron constantes cuestionamientos
al liderazgo masculino dentro del FHAR. Las pocas
lesbianas del grupo intentaron hacerse visibles y cuestionar las críticas de
sus adversarias,73 mientras que las
activistas de Lambda –que contaban con el apoyo de Nancy Cárdenas– buscaron
construir dentro de la unidad un liderazgo alternativo. Así, por ejemplo, en
torno a la organización de la Segunda marcha de la
dignidad homosexual, el grupo Lambda señala que tras la conferencia de
prensa el FHAR intentó adueñarse de todo el
crédito político de la actividad.74
CONCLUSIONES
Este texto analiza desde una
perspectiva comparativa e interconectada las prácticas globales y los anclajes
nacionales de la política de liberación homosexual en México y Argentina. El
mismo ofrece algunas conclusiones valiosas para el estudio de las trayectorias
políticas de la disidencia sexual. Primero, los activistas desplegaron
múltiples prácticas para internacionalizar su política: mítines, circulación de
libros, manifiestos, noticias y cartas. En este sentido, a pesar de tener una
escasa vinculación en común, los puntos de contacto expresaron experiencias
comunes: la represión social y estatal, la disposición de lenguajes y lecturas
comunes, la dificultad por ingresar al universo de las izquierdas tradicionales
–más marcado en Argentina–, la proximidad a grupos feministas y/o trotskistas,
y las transformaciones promovidas por la globalización de la identidad gay.
Segundo, considero que la reconstrucción de traductores,
contextos y redes señala el carácter poroso del micromundo del activismo
homosexual. Desde los intentos de dialogar con las masas peronistas a las
amistades con los trotskistas de México, la circulación de mensajes expresa los
intentos por inscribir su acción política en una noción de solidaridad que
trasvasaba las prácticas del “internacionalismo”. Pero a pesar de sus
capacidades para flexibilizarlo estas alianzas no derivaron en una integración
plena en el universo político de las izquierdas y, por último, las tensiones en
la definición de un sujeto político de la transformación social radical
esperadas por estos grupos, las acusaciones cruzadas o las expectativas
desbordantes forman parte de un periodo de profuso debate en las izquierdas. La
observación en estas culturas nos permite entrever las dificultades por la
definición de identidades homogéneas. La globalización de la forma de vida gay
se encontró así con sujetos reticentes que abrazaron el discurso de la
homosexualidad como la contracara del consumo y la integración, pero el gesto
de resistencia minoritario no logró impregnar en amplias franjas sociales de
disidentes sexuales que reinventaron sus identidades al calor de un nuevo
fenómeno cultural que marcó las décadas posteriores.
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74 “La segunda marcha del orgullo gay”, Lambda,
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* Esta
investigación fue financiada por la fundación Teixidor y el Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Una
versión preliminar fue presentada en el seminario Identidades. Miradas desde la
Antropología e Historia, del Instituto de Investigaciones Dr. José Luis Mora
que dirige Rodrigo Laguarda y en el que recibí notables contribuciones.
** Agradezco las
sugerencias de Gabriela Cano, María Dolores Lorenzo Ríos, Patricia Vega, Jorge
Luis Peralta, Denisse Cejudo, Ernesto Seman y Juan Jacobo Henández; también la
generosidad del archivo CAMENA de la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México.
Imagen 1. Archivo FHAR, s.
f., en CAMENA-UACM.
Imagen 2. Así, núm. 891,
julio de 1973, Buenos Aires.
Imagen 3. Marcha por la dignidad homosexual, México, 1979,
en CAMENA-UACM.
Imagen 4. Somos, núm. 5,
1974, Buenos Aires.
Imagen 5. Nuestro Cuerpo,
núms. 2-3, 1980, en CAMENA-UACM.