10.18234/secuencia.v0i108.1733
Artículos
¿Pacificación o revancha?
Derechos humanos, oposición y dictadura en la revista peronista Línea (1980-1983)
Pacification or Retaliation? Human Rights, Opposition,
and Dictatorship in the Peronist Magazine Línea
(1980-1983)
Eduardo Raíces1*, 0000-0001-6299-0968
1Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina , e_raices@hotmail.com
Resumen:
Este artículo aborda el tratamiento de los derechos
humanos en la revista peronista opositora Línea,
surgida durante última dictadura argentina, mediante el análisis de las
ediciones publicadas en el periodo. Se trata de una aproximación no trabajada
anteriormente dentro de la literatura académica. Para tal efecto, revisamos
artículos, editoriales, humor gráfico y una entrevista al entonces flamante
Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Las conclusiones subrayan la influencia
en sus definiciones del sostenimiento de la legitimidad del gobierno
constitucional justicialista derrocado en 1976, incluida su faceta represiva y,
a la vez, de la crítica a las políticas económicas dictatoriales que habían
afectado fuertemente las bases sociales del peronismo. Asimismo, que Línea aborda las desapariciones forzadas de personas
entre la discusión sobre su “culpabilidad” o “inocencia” y las sospechas ante
un movimiento de derechos humanos con articulaciones internacionales en el
marco de la guerra fría.
Palabras clave: Argentina; prensa gráfica; peronismo; dictadura militar (1976-1983);
derechos humanos.
Abstract:
The article addresses the
handling of human rights in the peronist opposition
magazine Línea, which
emerged during the last Argentine dictatorship, by analyzing the issues
published during this period. This approach has not previously been explored in
the academic literature. To this end, we examine articles, editorials, graphic
humor, and an interview with the then recent Nobel Peace prize laureate Adolfo
Pérez Esquivel. The conclusions underline the influence in his definitions of
the support of the legitimacy of the justicialist
constitutional government overthrown in 1976, including its repressive facet
and, at the same time, of the criticism of dictatorial economic and social
policies that had strongly affected the social bases of peronism.
They also explore the fact that Línea
addressed forced disappearances amid the discussion about the “guilt” and
“innocence” of the victims and the suspicions towards a human rights movement
with international links within the cold war framework.
Keywords: Argentina; graphic press; peronism;
military dictatorship (1976-1983); human rights.
Recibido: 29 de marzo de 2019 Aceptado: 19 de agosto de
2019
Publicado: 28 de julio de 2020
INTRODUCCIÓN
La presente contribución analiza el abordaje de los
derechos humanos en la revista Línea durante la
última dictadura militar argentina, denominada “Proceso de Reorganización
Nacional” (1976-1983). Esta publicación de ideología peronista transitó la
“apertura política” del régimen generada por la crisis económica, su
conflictividad interna y la rearticulación política opositora, que llevaría a
los principales actores políticos a formar la Multipartidaria. Como
consecuencia de su repercusión y ventas, Línea
sufrió el secuestro de ediciones, la prohibición de su circulación en algunas
provincias y el procesamiento judicial de su director, promovidos por las
autoridades de facto.
En ese marco, Línea tematizó
de modo peculiar las violaciones a los derechos humanos. En adelante daremos
cuenta de cómo abordó este tema en distintas ediciones, analizando los
editoriales y determinados textos, escritos y visuales. El corpus subsiguiente abarca de los números 1 al 48,
marcando este último las elecciones presidenciales de 1983, que señalan el fin
de la dictadura. En particular, daremos relevancia a una entrevista al entonces
flamante premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, coordinador del
organismo de derechos humanos Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), por la
significación coyuntural del acontecimiento.
Esta selección nos permitirá, primero, establecer la
concepción de la revista sobre la desaparición forzada de personas y el
terrorismo de Estado como problemas sociales. En segundo lugar, observar su
posición respecto al movimiento de derechos humanos y, en especial, a la
premiación de Pérez Esquivel. Por último, relacionar las interpretaciones de la
revista con la coyuntura política.
Al respecto, las concepciones de Línea
se asociarán con los pronunciamientos públicos del Partido Justicialista (PJ) en la materia y con los de la Multipartidaria,
organización que el PJ integró durante el periodo
contemplado en este artículo.1
En suma, estudiaremos las nociones sobre los derechos
humanos y el terrorismo de Estado elaboradas durante la última dictadura desde
el discurso peronista, tal como fueron reflejadas en Línea.
Estas elaboraciones, relacionadas con uno de los actores fundamentales del
espectro político de la época, no han recibido una atención apreciable en la
literatura testimonial y académica posdictatorial, y
pretendemos en lo que sigue contribuir a subsanar esa ausencia.
LÍNEA: REARTICULACIÓN DEL JUSTICIALISMO Y OPOSICIÓN A LA DICTADURA
Línea lanzó su edición inicial en junio de 1980 y su existencia se extendió
hasta principios de la década siguiente. Se trataba de una publicación mensual
de actualidad política con distribución nacional destinada a un público amplio
de identificación peronista. Fue dirigida por el veterano intelectual José
María “Pepe” Rosa2 y contó con un nutrido staff, compuesto por
periodistas profesionales, escritores, intelectuales y humoristas gráficos, con
alto grado de rotación. Entre ellos, para la actualidad política, César Seoane
Cabral, Rodolfo Audi, Oscar Cardoso, Carlos Campolongo
y Ricardo Contesti (bajo anonimato) entre otros.
Osvaldo Granados y Claudio Bazán se encargaban del análisis económico; Luis
Alberto Murray y Diana Ferraro escribían con regularidad en las secciones de
Cultural y Juventud, mientras que Pascual Albanese lo
hacía sobre temas internacionales y Osvaldo Pepe sobre deportes. El historiador
Salvador Ferla y el periodista Mario Wainfeld eran colaboradores eventuales. El reconocido
historietista Caloi publicaba cartoons de crítica social en la página final de
la revista. Varios de los mencionados eran militantes justicialistas; Contesti, en particular, había sido diputado nacional hasta
el golpe de Estado.
La Junta militar, impuesta en marzo de 1976, procuró una
profunda reestructuración social por la vía autoritaria, mediante la apertura
externa, la aplicación de un programa económico liberal-monetarista y el
favorecimiento de la valorización financiera. Con ello apuntaba a clausurar el
modelo de bienestar en crisis de los gobiernos justicialistas, emergentes de
elecciones democráticas en 1973 y 1974, que se habían centrado en el mercado
interno, la recomposición de ingresos de los trabajadores y la concertación
entre los actores económicos, políticos y sindicales. Desde la muerte del
presidente Perón en ejercicio, en julio de 1974, el estancamiento económico, el
conflicto social y el aumento de la violencia política habían acentuado la
desarticulación de las fuerzas que habían acompañado la emergencia del nuevo
régimen y la sensación de desgobierno. Las organizaciones revolucionarias,
tanto las relacionadas con la izquierda peronista como las de tradición
marxista, habían aportado a la caída de la dictadura precedente, pero
permanecieron activas durante los gobiernos constitucionales de Cámpora y de
Perón, como parte de la disputa por el poder dentro del peronismo y, en el caso
del guevarista Ejército Revolucionario del Pueblo, mantuvieron el
enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. Ya con anterioridad a la muerte
del líder justicialista, y en especial desde su sucesión por Isabel Martínez de
Perón, la persistencia de la acción guerrillera alentó la implantación, desde
la esfera estatal, de medidas legales y paralegales que preanunciaron la
represión sistematizada posterior a 1976. Este panorama, sumado a la crisis económica,
fue erosionando la legitimidad gubernamental y sentó, en definitiva, las bases
para el golpe de Estado (Canelo, 2008; Franco, 2012; Novaro
y Palermo, 2003).3
Para fines de la década, la dictadura había consumado la
supresión de la mayor parte de la oposición política, armada y desarmada, y
sindical, a través del terrorismo de Estado. No obstante, enfrentaba un
descalabro económico y tampoco lograba consolidar un proyecto político que
heredara e institucionalizara su orden de facto, dada las diferencias al
interior de la alianza cívico-militar en el poder y las resistencias de los
partidos tradicionales, a la espera de ver restaurada la actividad política
suspendida desde 1976 (Canelo, 2008; Novaro y Palermo,
2003). El PJ se contó, para entonces, entre los
partidos que comenzaron un proceso cauteloso de posicionamiento crítico
respecto al régimen. Pasará de un tono moderado inicial a un paulatino
recrudecimiento discursivo, fundado en el agravamiento de las condiciones
socioeconómicas y las restricciones políticas y sindicales al inicio de la
década los ochenta.
Línea se inserta en
este último escenario. Si bien se trataba de un medio no orgánico partidario,
mostraba afinidad ideológica con la ortodoxia peronista (Besoky,
2013) y el sector “verticalista”, caracterizado por haberse manifestado en
defensa de la presidente Isabel Perón luego de su derrocamiento y cautiverio, y
por exigir su liberación y la reanudación de las actividades del Partido
Justicialista bajo su liderazgo (véase Raíces y Borrelli,
2016). Su adversario interno, en tal sentido, era otro sector, el “antiverticalista”, rebelde a la exmandataria y con
intenciones de generar cambios en la estructura directiva partidaria. Esta
escisión partidaria provenía de antes de 1976, en plena crisis gubernamental, y
se había mantenido tras el golpe. Por otra parte, cabe añadir que ambas
facciones compartían una concepción institucionalista republicana y habían
coincidido en su rechazo al activismo revolucionario.
En la medida en que los principales partidos opositores
comenzaban a articularse –incluido el justicialismo con los “verticalistas”– en
torno a lo que, desde 1981 se conocerá como la Multipartidaria, Línea convocaría durante 1980-1982 a diversos dirigentes
de otros partidos para que se pronunciaran en sus páginas en reclamo de la
recuperación de las instituciones democráticas y de la convocatoria a
elecciones.4 A su vez, esta ubicación en
el mapa político la mantenía enfrentada a dirigentes “antiverticalistas”
como Raúl Matera o Delia Parodi, dispuestos a negociar con el régimen de facto,
en el marco del “diálogo político”, un reinicio de la actividad partidaria en
las condiciones tuteladas que pretendían imponer las autoridades castrenses.5
De acuerdo con lo anterior, las referencias políticas
inspiradoras de Línea se centraban fundamentalmente
en el último gobierno de Perón y su continuación con Isabel Martínez. Nutrían
sus argumentaciones los preceptos del trunco “Proyecto Nacional” peroniano, la reivindicación de la doctrina de la “Tercera
posición” autonómica de los bloques de la guerra fría (bajo la célebre consigna
“ni yanquis ni marxistas”), y la fundamentación desde el acervo historiográfico
revisionista.6 Para la revista, los
gobiernos justicialistas de 1973-1976 habían sufrido una desestabilización que
motivó la intervención militar posterior. Frente a la representatividad
mayoritaria de aquellos, se habían alzado los “extremismos” como expresión
coaligada de intereses minoritarios: “queda evidenciado que la oligarquía se
manejará en un pinzado que, metodológicamente, usará por la izquierda al
guerrillerismo desplegando las banderías de una Argentina imposible e
indeseable, y por la derecha con la conspiración desplegando el Proyecto
Político de una Argentina indeseable pero posible”.7
Esta interpretación omitía toda referencia a la represión ilegal estatal
desplegada desde 1974. Por su parte, las fuerzas armadas en el poder eran
caracterizadas por su conversión facciosa en “partido militar” y su
desobediencia a las autoridades constitucionales (Raíces, 2012, pp. 86-89).
JUSTICIALISMO Y DERECHOS HUMANOS: APROXIMACIONES
CAUTELOSAS
Dentro de la progresión opositora
del justicialismo, la cuestión de las violaciones a los derechos humanos
aparentó por varios años ocupar un espacio secundario, pese a que el accionar
represivo había alcanzado ostensiblemente a víctimas de identificación peronista.
Hasta 1978 se producen algunas mesuradas declaraciones partidarias que
advertían sobre la necesidad de limitarlo y reactivar de común acuerdo el juego
político partidario.8 Al mismo tiempo, se registraban
participaciones a título individual de militantes justicialistas en organismos
de derechos humanos.9 Esta situación comienza a
diversificarse con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) en 1979, que recibe denuncias de familiares
de desaparecidos y de los organismos.10
Algunos dirigentes del PJ, como Deolindo Bittel y Herminio
Iglesias, y sindicales afines, como Lorenzo Miguel, rubrican una severa misiva
dirigida a la CIDH, donde se señalaba la
“desaparición de miles de ciudadanos” y se prevenía contra la posibilidad de
que a “la lucha contra una minoría terrorista, de la que también hemos sido
víctimas, se la quiera transformar en una excusa para implantar el terrorismo
de estado”.11 El documento difundido en
la prensa revelaba el endurecimiento circunstancial de la postura de algunos
sectores partidarios frente a las consecuencias represivas. En tal sentido, la
cuestión de los desaparecidos venía a sumarse a la persecución de sindicalistas
y a la proscripción política; ello revelaba la asunción de un discurso opositor
más atrevido. Posteriormente, la visita que la CIDH
realiza a Isabel Perón en su lugar de detención, permite que la dirigente
exprese conceptos similares.12
Estas declaraciones hacían eco de las denuncias pero también apuntaban a
establecer una diferencia entre la actuación represiva del gobierno
justicialista y la de la dictadura, para remarcar la ilegitimidad y
arbitrariedad de la última. Aunque no se asociaban a los reclamos de los
organismos –de hecho, las denuncias previas a 1976 de algunos como la Asamblea
Permanente de Derechos Humanos (APDH) no podía
concitar sus simpatías–, anticiparon otros pronunciamientos similares.13
Línea atiende
inicialmente la cuestión desde el tablero complejo de disputa geopolítica entre
las potencias y sus esferas de influencia. En su número 5, tras comentar la
intención de varias naciones sudamericanas bajo dictaduras de suscribir un
pacto de seguridad (como virtual versión pública del denominado “Plan Cóndor”),
deduce que la política estadunidense de atención a la situación continental de
derechos humanos supondría un medio de presión contra el expansionismo
soviético y, coyunturalmente, sobre las dictaduras regionales, para intentar
imponer sus intereses.14 Así, parecía que la
dictadura era adoptada de modo ambivalente por los “imperialismos”, que
resguardaban sus intereses geopolíticos –incluida la URSS como socio comercial
argentino, pese al anticomunismo declamado por el gobierno de facto– y no se
guiaban por una genuina voluntad de resguardar los derechos humanos.15
Por otro lado, la revista también apelaba a opiniones
eclesiásticas para legitimarse. En la entrevista del número 4 a monseñor
Vicente Zazpe, obispo de la provincia de Santa Fe,16 este afirma que “a algunos
sectores les molesta que la Iglesia reciba y escuche a los sectores obreros, a
los familiares de los desaparecidos y de los detenidos sin proceso o con
procesos eternizados, a los jubilados y a los pensionados. De alguna manera son
ciudadanos sin voz o al menos sin suficiente voz.” Haciéndose eco de un lema
cristiano, pronto tomado como eslogan por la revista (“la voz de los que no
tienen voz”), Zazpe alude a gestiones no compartidas
por la totalidad de la institución. El prelado integraba el sector obispal que Ghío (2017) denomina “democrático moderado”, caracterizado
por adherir los principios del Concilio Vaticano II, y se pronunciaba contra
los efectos de las políticas económicas y la restricción del derecho de
agremiarse, a partir de la discusión de la Ley Sindical de facto de fines de
1979.17 Indirectamente, el
reportaje reflejaba puntos de coincidencia entre parte de la jerarquía católica
y sectores opositores. De ahí la adhesión de la revista a los principios
socialcristianos originarios de la doctrina peronista. Resalta en las
declaraciones de Zazpe, asimismo, la incorporación de
la figura del detenido-desaparecido como víctima. Aunque su mención aislada la
deja inmersa en la sumatoria de afectados por el crítico cuadro de situación
social.
LA CONCESIÓN DEL NOBEL Y EL REPORTAJE DE LÍNEA A PÉREZ ESQUIVEL
Para 1980, la academia sueca
otorga el premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel, coordinador
latinoamericano del SERPAJ. Esta entidad había
sido creada en 1974 desde una orientación doctrinaria cristiana para la defensa
de los derechos humanos y la difusión de la no-violencia. Pérez Esquivel
participará en la gestación de otros organismos como la APDH,
el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH),
Madres de Plaza de Mayo, entre otros, durante la dictadura. En abril de 1977 es
arrestado y permanece detenido catorce meses a disposición del poder ejecutivo,
siendo liberado por presiones internacionales. Su distinción atrae un gran
interés internacional por la situación de derechos humanos en Argentina y
debilita el discurso oficial sobre la existencia de una “campaña antiargentina” orientada por los exiliados. En el plano
doméstico genera la apertura al tema con el apoyo de distintos referentes
políticos, sociales, sindicales, eclesiásticos y culturales, muchos de los
cuales habían evitado pronunciarse, hasta ahora que comenzaban a apoyar los
reclamos de los organismos (Canelo, 2008, pp. 149-150; Gorini,
2006, pp. 395-399). Por otra parte, la prensa recibió presiones del gobierno
para reducir la cobertura del acontecimiento, si bien su difusión en algunas
portadas y las críticas continuadas a la situación económica demostraban para
entonces su progresivo distanciamiento del régimen (Blaustein y Zulueta, 1998,
p. 250).
Significativamente, la edición contemporánea de Línea con el reportaje ostenta como tema de portada la
ópera rock Evita, de Andrew Lloyd-Weber, lanzada en
1978 y a punto de estrenarse en España.18
La revista comenta la versión inglesa original para efectuar una reivindicación
de la significación sociopolítica de la dirigente, sugerida en el titular de
portada: “¿Ópera o historia?” Le permite, igualmente, colocar en los kioscos su
efigie en la portada, contrariando la autocensura imperante en la prensa sobre
la iconografía peronista (véase imagen 1).
Imagen 1. Portada. Línea,
núm. 6, noviembre de 1980.
Ahora bien, ¿por qué Línea entrevista
al coordinador del SERPAJ, dada su escaso y
cauteloso tratamiento de las cuestiones de derechos humanos? El discurso
defensor de la institucionalidad democrática de Pérez Esquivel marca una
afinidad preliminar con la revista. Asimismo, la adscripción católica del SERPAJ
marca otro terreno común; de hecho, el obispo Zazpe
había hecho pública su adhesión al galardonado (Homenaje,
1980, p. 7). Por último, considerada la repercusión del acontecimiento, la
revista podía aspirar, mediante su figura, a atraer adicionales lectores
críticos del panorama imperante.
El editorial reseña de modo irónico una declaración
oficial sobre la premiación, caracterizada por la sorpresa ante el
reconocimiento a un exponente de organismos que eran acusados de defender
“subversivos”.19 Línea,
por su parte, destaca la relevancia internacional de Pérez Esquivel y concede
que “hoy se sabe en todas partes –y se comenta– que el premiado fue torturado y
estuvo preso por el delito de cumplir ‘humanitariaʼ
tarea”.20 El editorial culmina
desacreditando las imputaciones respecto a que el discurso pacifista del
galardonado habría favorecido al terrorismo y justificaría sus padecimientos
personales.21 Cuando la declaración
oficial lo liga con el inicio del “accionar subversivo” en 1969 –año del
Cordobazo–, Línea atribuye el inicio de la
“subversión” al golpe de Estado de 1955 contra el segundo gobierno
justicialista.22 Este desvío de la
“subversión” izquierdista al golpismo cívico-militar le permite asemejar a este
último con el terrorismo y comparar la denominada “Revolución Libertadora” con
las intenciones fundacionales de la dictadura en curso. Y ubicar al peronismo
como una fuerza política democrática, víctima injusta de las interrupciones
institucionales. La conclusión del editorial resultaba lapidaria:
Aceptemos que los comunicados del gobierno tengan por
infradotados a los argentinos. Son cosas de entre casa que entendemos y
disculpamos. Pero que un documento relacionado con el Premio Nobel quiera
explicar a una audiencia que debe suponerse amplia, ágil y (¿acaso no lo sabe?)
mal dispuesta hacia los gobiernos militares, la necesidad de castigar a
pacifistas y abogados en defensa de “los valores caros a Occidente”, y del Estado
de Derecho pasa del límite que Maquiavelo puso entre crimen y tontería.23
Línea encontraba en
la destemplada reacción oficial una muestra de su descrédito discursivo
generalizado y señalaba la existencia de un amplio conglomerado de descontentos
al que su discurso no interpelaba (y a los que la revista pretendía atraer).
Así, el caso de Pérez Esquivel le permitía, en esta oportunidad, desacreditar
al régimen. Mas las violaciones a los derechos humanos como fundamentación del
Nobel concedido no aparecían tematizadas, como muestra de su relativa
importancia en el contexto del discurso político de la revista.24
El reportaje
La entrevista, titulada
“¿Pacificación o revancha?”,25
anticipaba desde el título definido por la revista la contradicción entre un
valor socialmente ponderable –la pacificación– y otro condenable –la revancha–,
que la revista deseaba posar sobre la figura del premiado. A su defensa de
Pérez Esquivel en el editorial frente a la dictadura, adicionaba la que,
situándolo al interior del campo opositor compartido, lo tomaría con
suspicacia.
Es revelador, en el mismo sentido, el copete
introductorio, ya que su mediación indica cómo debieran a tenor de la revista
comprenderse las declaraciones de Pérez Esquivel.26
Su primer párrafo atribuye a los “sectores medios” la expectativa preferente
por el premiado y califica sus reacciones de “revancha”, estipulando de este
modo la raigambre social presunta del movimiento de derechos humanos.27 Así, es introducido como
representante de sectores diferenciados de la base popular y plebeya peronista
que la revista reivindica para un asunto, por añadidura, poco familiar al
repertorio reivindicativo de tal tradición política. Los derechos humanos eran
tomados, desde esta perspectiva, como representativos de quienes la revista
reconocía como parte sustancial de sus lectores.28
En paralelo, Línea destaca la prudencia en la
declaraciones demostrada por la mayoría de los partidos políticos frente al
acontecimiento, hecho que le permite establecer sus propias precauciones sobre
una figura que habría sido objeto de manipulación. Por cuanto
la “polarización” entre las voces reaccionarias que
repudiaron [el premio a Pérez Esquivel] y los aplausos de los agentes
internacionales (Timmerman [sic], Firmenich, etc.)
intenta[n] dejar escaso margen para una posición verdaderamente nacional.
[...]
No nos seducen los aparentes enfrentamientos entre la izquierda y la derecha
[...]. Observamos como falsa polarización en la que se pretende embretar a
nuestro Pueblo: o con las organizaciones internacionales (disfrazadas de
humanistas para ocultar sus objetivos neocolonialistas) o con este gobierno
cuya cabeza real es parte de ese poder mundial capitalista que lleva cinco años
de destrucción nacional.29
El trasfondo del Nobel, como vuelve a ponerse de
manifiesto, encubriría la pugna entre los bandos foráneos y sus personeros y la
“posición nacional”. El bando detractor de Pérez Esquivel respondería al autoritarismo
gobernante y sus políticas neoliberales. Y el favorable, a los “agentes
internacionales” Timerman y Firmenich, sindicados de
izquierdistas, y a organizaciones con finalidades igualmente “neocoloniales”.30 Otro texto posterior
condena la participación, a principios de 1981, en el Coloquio sobre la
Política de Desaparición Forzada de Personas de París, de los dirigentes
justicialistas Vicente Saadi y Esteban Righi y del
sindicalista combativo Raimundo Ongaro –los dos
últimos exiliados–,31 junto a Pérez Esquivel, Timerman e Hipólito Solari Irigoyen –ex senador de la UCR, secuestrado durante la dictadura y exiliado–.
Reprocha la falta de invitación formal al PJ, que
contaría con una “clara posición fundada en sólidos principios doctrinarios” en
la materia, y descalifica a los asistentes como una “conjunción de ‘agentesʼ” bautizada como “nueva Unión Democrática”.32 En suma, tanto la
presentación de la entrevista como notas posteriores, mientras mostraban una
defensa política del premiado ante la dictadura, paralelamente recelaban
posibles motivaciones ocultas del movimiento de derechos humanos y de sus
vinculaciones.
Estas premisas conflictivas tiñen las preguntas
inaugurales de la entrevista. Las dos primeras le requieren a Pérez Esquivel
posicionarse entre la “derecha” y la “izquierda” ideológicas, además de
inquirirlo sobre una posible parcialidad del SERPAJ en la atención a las
víctimas. Su respuesta abre la estrategia argumentativa que emplazará en lo
sucesivo: justificar la defensa de los derechos humanos apelando a valores
universales de justicia, respeto al disenso y convivencia democráticas con base
en la doctrina cristiana, y recusar la adscripción de tales principios a polos
ideológicos. Con esa base, declara su compromiso con los sectores sociales
postergados y connota los derechos humanos como finalidad social
y no (directamente) política, evitando ubicarse en los extremos marcados por Línea.
La revista insiste por la misma vía sucesivamente,
reafirmando el tono tribunalicio (Arfuch, 1995) del
diálogo, y obtiene una contestación acorde: “Nosotros lo que llevamos es el
mensaje del Evangelio a todos los hombres. Pero tenemos opción y un compromiso
con los más pobres [...]. Nosotros durante mucho tiempo hemos condenado el
terrorismo por lo inhumano, por lo antievangélico y porque atenta contra Dios y
contra la humanidad.” La alusión a la “opción preferencial por los pobres”,
posición teológica surgida de los Concilios de Medellín y de Puebla de 1968 y
1979, reafirma el carácter ecuménico de su labor y desmiente cualquier
intención apologética de la insurgencia.
Si la intención de Línea
apuntaba a obtener el repudio de Pérez Esquivel del accionar guerrillero, las
siguientes interrogantes indagan lo que para la revista sería su opuesto
discursivo (y moral): la legalidad republicana democrática. Al consultarlo
sobre la relación entre la defensa de los derechos humanos y la de los derechos
políticos, concede que la soberanía popular expresada en las urnas es la base
de la defensa de los derechos fundamentales y atribuye la “violencia
institucionalizada” estatal a la injusticia económica y la miseria. Al
fundamentarse en la cita de autoridad del obispo brasilero Hélder
Cámara, un exponente fundamental de la Teología de la Liberación, puede en tal
sentido relacionar la situación argentina con la de otros gobiernos
dictatoriales latinoamericanos. Por similar camino discurre Pérez Esquivel al
instarlo a que dirima entre “la ley y el llamado terrorismo de Estado” para la
resolución del “embate subversivo” bajo un gobierno constitucional.33 Esta disyuntiva tomaba
partido implícito, por lo que para Línea habría
sido la legítima represión gubernamental justicialista, en contraste con la
indiscriminada e ilegal de la dictadura posterior. Para esta, reservaba el
concepto “Terrorismo de Estado”, familiar al movimiento de derechos humanos y cuyas
primeras menciones discursivas justicialistas se remontaban –como se ha visto–
a la carta a la CIDH. Esta legitimación se observa
en su pregunta posterior, donde le propone explicar las razones por las que la
guerrilla “atacó al Gobierno del Gral. Perón, elegido democráticamente y
portador de un proyecto legítimo, de sociedad justa y pluralista, de amplia
participación popular”. Estos planteamientos permitían que Línea se reivindicara desde un espacio democrático de
exclusión de los represores y de los insurgentes guerrilleros; al asemejarlos,
anticipaba la imagen de los extremismos enfrentados al margen del Estado de
derecho y la sociedad, o “teoría de dos demonios”.34
En su contestación, el galardonado calificaba a la
guerrilla de “inhumana” y situaba su inicio en los gobiernos militares de los
primeros 70 años, con lo que retomaba su razonamiento sobre los Estados de
opresión social que la ocasionaban y quitaba el foco de las organizaciones
revolucionarias en la desestabilización institucional. Acto seguido, al
preguntársele sobre “cierta insolidaridad internacional” hacia el peronismo en
las persecuciones y cautiverio de su líder Isabel Perón, que buscaba mostrarlas
como una violación de derechos humanos, evita pronunciarse sobre el caso
particular y muestra su denodada resistencia a que se redujera la labor de los
organismos en parámetros político-partidarios. Reconoce, en cambio, sus
contactos con los sindicatos peronistas del Grupo de los 25,35 pero con cierta distancia,
al admitir vínculos con otros sectores gremiales.
Por el contrario, la observación de que algunos analistas
políticos le habían atribuido la intención de “tenderle una mano al gobierno”,
a propósito de un comunicado del SERPAJ donde demandaba información oficial
sobre los desaparecidos y apelaba a la “reconciliación y la fraternidad”, a
partir de un mensaje papal, demostraba que Línea
parecía decidida a intentar encuadrarlo de un modo u otro. A ello, responde
que: “Nosotros estamos con las manos abiertas para dialogar con todos los
sectores políticos, culturales, religiosos y tenemos que encontrar de qué
manera podemos ir aportando elementos que permitan aportar a un reencuentro de
los argentinos, pero pienso que para que eso sea posible debe restablecerse la
justicia en la verdad.”36 Su cautelosa respuesta
recuperaba el mencionado término “reconciliación”, presente ya en su discurso
de aceptación del Nobel,37 y relacionado con las
tentativas eclesiásticas de promover el acercamiento entre la oposición y el
gobierno de facto a partir de su posición ambivalente frente a este último
–entre el apoyo y algunos conatos críticos, como los de Zazpe–.
Y también ante las iniciativas oficiales de atraer a las dirigencias
partidarias a través de la convocatoria a rondas de “diálogo político”.38 La “reconciliación
nacional” será, finalmente, el lema adoptado por el Episcopado en el influyente
documento “Iglesia y comunidad nacional”, donde se la relaciona, como lo hace
Pérez Esquivel, con la “verdad” y la “justicia”. El término igualmente
integrará las declaraciones de la Multipartidaria como signo de su moderantismo
y de su intención de concitar el respaldo eclesiástico.39
No obstante, la relación establecida por el Nobel entre
la “reconciliación” y los reclamos de “verdad y justicia” en torno a las
desapariciones forzadas y la determinación de las responsabilidades estatales
respectivas, colisionaba la negación oficial. El “diálogo” que sugería el Nobel
en deliberada reminiscencia con el cívico-militar, tendía en consecuencia a
excluir a las autoridades, al no creer en su voluntad sincera de encarar estas
cuestiones.40
Luego de recordar su extenso cautiverio, un gráfico
silencio de su parte, traducido en el texto en puntos suspensivos, sigue a la
última pregunta de Línea sobre su opción electoral
en caso de producirse elecciones. Señal última de la desconfianza mutua que
había guiado la entrevista y había supuesto recomendar a los lectores una
interpretación entrelíneas de cada dicho y silencio de Pérez Esquivel.41 Por otra parte, al
centrarse en las implicancias políticas del galardón, tanto el editorial como
la entrevista dejaban en un ostensible segundo plano las referencias a los
mecanismos represivos del Estado, a sus víctimas y a la campaña de denuncias de
los organismos, motivo central de la premiación.
LOS DESAPARECIDOS, UNA REFERENCIA OBLICUA
De acuerdo con lo anterior, en
los primeros números, Línea no problematiza
directamente la cuestión de las desapariciones forzadas de personas. Sin
embargo, su instalación en la agenda mediática mantiene eco en ella, al
integrar a los afectados por las políticas del régimen, como se desprendía de
las declaraciones de monseñor Zazpe. Replican esta
consideración dos menciones en las contraportadas, aplicadas a la sátira
política similarmente a la de otras revistas como Humor.
La primera apuntaba a cuestionar el realizado Censo Nacional de Población y
Vivienda de 1980 y su publicidad (véase imagen 2).42
Imagen 2. Contraportada. Línea,
núm. 6, noviembre de 1980.
Una parodia del sello recibido como comprobante por los
encuestados encabeza la composición, reemplazando la leyenda original “Yo
respondí” por un “Los que no pudieron responder”. A esa viñeta le seguía una
lista que mencionaba a los, para la revista, numerosos ausentes de la consulta
y víctimas de sus políticas, entre ellos los desaparecidos. Casi un año después
volvería a emplear el recurso, al mostrar la representación de un ficticio
juego de mesa, inspirado en la declaración de una autoridad militar que
descartaba la convocatoria a elecciones en el breve plazo.43 El entretenimiento
contemplaba opciones (y constricciones) para los principales partidos
participantes del “juego” político, personificados en fichas de jugador. Uno de
los casilleros de penalidad en el trayecto planteado establecía: “Casillero de
los desaparecidos. Debe desaparecer inmediatamente del juego.”44 Esta alternativa figuraba
a un sujeto político presente por ausencia y recordaba que los militantes
seguían bajo amenaza de la represión estatal. Pero, una vez más, esta forma de
figurar la desaparición redundaba entre otras penalidades de un juego en cuya
entidad metafórica se advertía el discreto nivel de relevancia concedida al
tema y el énfasis dado a “reclamar la urna” como recuperación del sistema
político republicano democrático (véase imagen 3).
Imagen 3. Contraportada. Línea,
núm. 13, agosto de 1981.
Será un colaborador, el historiador revisionista Salvador
Ferla, quien avance con un pronunciamiento más
explícito. Un artículo suyo señalaba que los perjuicios de las políticas
económicas promoverían futuros desbordes “subversivos” y proponía al
justicialismo como fuerza resolutoria de la “tragedia argentina” del
enfrentamiento entre extremismos. Haciendo referencia indirecta al documento
“Iglesia y comunidad nacional”, postula que:
La Iglesia exhortó al gobierno que en el marco de la
indispensable reconciliación le dé alguna satisfacción a los familiares de los
desaparecidos. Creemos que hace falta más aún; hace falta demostrar que las
desapariciones obedecieron pura y simplemente al propósito de apagar las llamas
de violencia y no al de restaurar un régimen de oprobios. La jerarquía militar
le debe una satisfacción a la memoria de sus soldados muertos, a quienes
monseñor Bonamín prometió el Cielo por su lucha
contra los extremistas ateos, pero no a cambio del Infierno para sus deudos.
Sería un agravio que el sacrificio de la juventud fuera exclusivamente en
beneficio de la una oligarquía imbécil que pretende suicidarse junto con el
país, y de la tilinguería soberbia, feliz porque el
“proceso” le permitió viajar a Miami y especular con los dólares.45
Esta construcción discursiva abre una vía para convalidar
la represión estatal ilegal sobre la base de su eventual utilidad para la paz
social. Los soldados caídos en tales faenas son homologados con los
desaparecidos por una común pertenencia generacional juvenil y su condición
equivalente de víctimas sacrificiales de los intereses del régimen. Serían
beneficiarios del holocausto de unos y otros la “oligarquía” y los “tilingos”,
figuraciones jauretcheanas de la clase dominante y de
las clases medias que les son funcionales.46
De tal modo que este cuadro nuevamente reducía la suerte de los desaparecidos a
una cuestión de seguridad interna manipulada por el régimen, pero sin
problematizarse ni cuestionarse la metodología ilícita empleada.
“INOCENTES” Y “CULPABLES”: LA CUESTIÓN DE LOS NIÑOS
DESAPARECIDOS Y APROPIADOS
Con la caída de la Junta,
presidida por el general Viola a fines de 1981, y su reemplazo de la facción
castrense “dura”, encabezada por Galtieri, que abandonó la actitud de
negociación con las fuerzas políticas (Canelo, 2008, pp. 177-178), se abre un
nuevo lapso de aumento de las manifestaciones disidentes y opositoras. Para
entonces, la organización Abuelas de Plaza de Mayo, existente desde 1977, convoca
a la creación de una nueva entidad, el Movimiento por la Recuperación de los
Niños Desaparecidos, como espacio transversal de visibilización
de la problemática del secuestro, desaparición y apropiación de niños. Es
presidida por Ernesto Sabato e integrada por el
obispo católico Jaime de Nevares, el teólogo José Míguez Bonino, el obispo
anglicano Ricardo Cutts, el rabino Marshall Meyer
–activo en el Movimiento Judío por los Derechos Humanos–, el presidente de la
Academia Argentina de Letras, Bernardo Canal Feijoó,
la cantautora y poeta María Elena Walsh y Pérez Esquivel. Línea
anuncia en portada las declaraciones de prensa respectivas de Sabato y Pérez Esquivel, titulándolas “Los niños siempre
son inocentes”.47 Al respecto, las
alegaciones sobre la inocencia de los desaparecidos, como estrategia para
legitimar las demandas de aparición con vida, integraban el discurso de
familiares y organismos y se extendían a los niños apropiados. Crenzel (2010, p. 70) señala que, en un escenario
signado por el terror, enarbolar la condición de “víctimas inocentes” de los
desaparecidos procuraba convalidar el reclamo ante las autoridades y los
organismos humanitarios receptores de denuncias y evitar el aislamiento del
propio círculo de parientes y allegados.
Pero el empleo del término “siempre” en el titular
introducía una sombra de duda contrastante sobre los desaparecidos adultos. Por
cuanto tiene el efecto semántico de sugerir que –no muy lejos de lo que
insinuaba Ferla–, algunos o todos ellos resultarían
“culpables” y podrían merecer el destino sufrido a manos de las fuerzas de
seguridad. La revista sugiere, así, un deslinde entre afectados donde el
interés reivindicativo aparece puesto en los menores. Esta actitud se apoya en
las afirmaciones de Sabato, que extreman la
estrategia de organismos y familiares de proclamar a los niños “inocentes
absolutos” en tanto, según el novelista, “los grandes somos siempre culpables
del algo”. Las afirmaciones de Pérez Esquivel contrastan con la anterior al
expresar la convicción de que la gran mayoría de los niños apropiados se
encontraban con vida y desestimar las acusaciones oficiales de corrupción y
subversión atribuidas a los desaparecidos adultos.48
Su mirada totalizadora elude abordar la cuestión de cualquier culpabilidad
presunta de las víctimas y denuncia la responsabilidad criminal e informativa
estatal. Por su parte, la revista anticipa estas declaraciones, como hiciera
con la entrevista al Nobel, mediante una suerte de “advertencia preliminar” que
reitera su intención de separar su interés por los derechos humanos de
cualquier conexión con una insurgencia revolucionaria que condena: “Es conocida
la posición de Línea respecto del terrorismo
sustentada en los mejores principios del pensamiento nacional y en la
consideración de que el terrorismo constituyó el instrumento de provocación
contrarrevolucionaria más eficaz contra el poder popular expresado por el
gobierno de la Unidad Nacional vertebrado por el Justicialismo.”49
La dinámica semántica entre título, subtítulo y las
declaraciones sintetiza el modo en que Línea
determina el estatus político –y moral– de las distintas figuras y condiciones del
desaparecido. Las cadenas significantes inocencia/víctima/niñez y
culpabilidad/terrorismo/adultez, reforzadas por los dichos de Sabato, sugieren la identificación de los desaparecidos
(adultos) con los “terroristas”, determinan que la revista los señale como
desestabilizadores democráticos y, por ello, sea menos terminante en la condena
a su supresión ilegal. Conforme parece alentar la postura particular de Sabato, la aparición con vida de los desaparecidos
infantiles debe componer el reclamo fundamental. De alguna manera, estos niños
aparecerían representando –seguimos a Franco (2015, p. 66)– a toda la sociedad,
atrapados en el fuego cruzado de la “matriz binaria” de los extremismos.50
Por otra parte, estas modalidades referenciales del
“terrorismo”, la represión y las “víctimas inocentes” también integraban el
discurso sobre los derechos humanos de las fuerzas políticas de la
Multipartidaria, entre ellas la de un justicialismo atravesado por su pasado
reciente y renuente a su revisión crítica.51
Con el fin del conflicto por las islas Malvinas, en junio
de 1982, sobrevendría el colapso de la dictadura. El año y medio posterior
avizora el crecimiento de la movilización política opositora y su presión para
condicionar los términos de su retirada del poder (Canelo, 2008, pp. 194-204; Novaro y Palermo, 2003, pp. 461 y ss.). La reactivación
partidaria tiene como efecto indirecto la desarticulación de la Multipartidaria
y el retorno de la competencia política a partir de la expectativa de una
inminente convocatoria a comicios presidenciales, concretados en octubre de
1983. Por su parte, Línea vuelca su apoyo al PJ y su fórmula de Ítalo Luder
y Deolindo Bittel. En tal
sentido, si bien los derechos humanos estaban ocupando un lugar importante en
el discurso del candidato de la UCR, Raúl Alfonsín
(Aboy Carlés, 2001; Gorini,
2006, pp. 598-604), mientras crecía la movilización de los organismos, el de
las Madres de Plaza de Mayo en especial, no ocurría lo mismo en el caso del
justicialismo. Inmersa en la campaña, Línea llega a
afirmar que el realce público-mediático del tema respondía a una iniciativa del
poder dominante en retirada, para distraer a la sociedad de las realidades
socioeconómicas impuestas. Pasando, por ende, de las insinuaciones de su
instrumentalización por “agentes” internacionales ligados al terrorismo a una
conspirativa “cortina de humo” del establishment,
que ofrecía a las fuerzas armadas de chivo expiatorio de la represión para
asegurar sus intereses.52 Luder,
indagado en un reportaje de la revista sobre la “lucha entre la subversión y la
represión”, contestaba que debía encauzarse por el Estado de Derecho,
evitándose los “mecanismos de excepción” y brindando “seguridad jurídica” a la
población, sin pronunciarse sobre los reclamos de información y justicia de los
organismos de derechos humanos y de los familiares de las víctimas, en
ostensible diferencia con Alfonsín.53
Las vagas definiciones partidarias delineaban consiguientemente cierta
indulgencia con los perpetradores y una tenue promesa de justicia para las
víctimas. Subyacía, por lo demás, y como se afirmara, una relativa desatención
a los derechos humanos dentro de la programática de campaña. Acaso por
desalentar cualquier revisión eventual de la actuación represiva previa a 1976,
sistematizada a partir del decreto de “aniquilación del accionar subversivo”
rubricado por Luder como presidente provisional en
1975, aún bajo gobierno constitucional, y que incluso era esgrimido por las
fuerzas armadas para justificar su faena desde entonces (al respecto, véase
Franco, 2012; 2018). Podían incidir del mismo modo las promesas de
enjuiciamiento e investigaciones de Alfonsín –miembro, a la sazón, de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH)–, que
incluían acusaciones de colusión del peronismo y del sindicalismo con las
autoridades de facto (que bautizaría como un “pacto-militar sindical”) (Aboy Carlés, 2001, p. 174).
Asimismo, el humor gráfico que publica regularmente la
revista en los meses finales de la dictadura muestra la tematización ocasional
de las desapariciones forzadas. Un chiste de Beas satiriza las versiones sobre
la difusión oficial de listas de desaparecidos, exigida reiteradamente por el
movimiento de derechos humanos. Su trama asemeja la condición de las víctimas a
la truculencia de los rumores sobre la existencia de tales listados y la
consiguiente posibilidad de su difusión oficial (véase imagen 4). Otro chiste
posterior retoma el tópico de las listas, esta vez en torno a la presunción de
su extensa cuantía (véase imagen 5). Ambos chistes, por lo demás, cobran
relieve en función de la presencia de la cuestión de las listas en la agenda
mediática, en tanto las notas con las que comparten espacio no la mencionan en
absoluto.
Imagen 4. Chiste de Beas. Línea,
núm. 36, marzo de 1983, p. 13.
Imagen 5. Anónimo. Línea,
núm. 41, junio de 1983, p. 30.
EXCURSUS: EL NUNCA MÁS ANTES DEL NUNCA MÁS
No es este el sitio para reseñar
la historia de la CONADEP, creada en 1984 por disposición del nuevo gobierno
constitucional para investigar las violaciones a los derechos humanos y
abordada en destacados trabajos recientes (Crenzel,
2008; Franco, 2015). El producto más conocido de su labor sería el informe Nunca Más, condensado y publicado en la forma de libro,
cuyo título se convertiría en consigna asociada a la lucha por los derechos
humanos en Argentina. Su etimología ha sido relacionada con dos personalidades
componentes de la Comisión, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y el rabino
Marshall Meyer, y fue fechada hacia el inicio de sus actividades (Crenzel, 2008, p. 81; para la atribución a Meyer, Rosemberg, 2010, p. 160).
Sin embargo, Línea suministra
un claro antecedente alternativo de uso público del lema en una portada con
similar connotación emblemática; es decir, con intención de condensar y
estabilizar una significación sobre el pasado (Feld,
2009, p. 100), pero inscrita en el discurso político coyuntural. En ella se
sintetizan componentes estereotipados del atuendo militar, combinados con los
atribuidos al exministro Martínez de Hoz, símbolo de las políticas neoliberales
de la dictadura. La bota de caña alta –ya empleada en otra portada para
simbolizar la opresión castrense– y la gorra de uniforme aparecen unidas a las
grandes orejas omnipresentes en toda caricatura del funcionario –estandarizada
a partir de su representación en otras publicaciones contemporáneas, como la
célebre Humor–.54
El anclaje imagético lo constituye el titular en
tipografía catástrofe “Nunca más”, con intenciones admonitorias evidentes.
Imagen 6. Portada. Línea,
núm. 25, julio de 1982.
Inmersa en la posguerra de las Malvinas, la edición
convoca mediante esta figuración peyorativa del poder dictatorial a su
finalización inmediata. La nota que le daba motivo advertía sobre un posible
tránsito a un régimen democrático condicionado e instaba a la unificación del
peronismo como eje político opositor, de cara al proceso electoral.55 La labor de la CONADEP y
su producto editorial posterior harán perdurar el sentido a ellos asociado de
la consigna. Corresponde, empero, destacar esta precursora aparición de posible
influencia en su decurso semántico posterior.
CONCLUSIONES
Como expresión mediática, Línea surge en 1980 para contender un escenario signado
por los coletazos finales de la represión estatal, de la desestructuración
social y, a la vez, de la crisis del régimen cívico-militar que las había
llevado adelante como objetivos programáticos centrales. Se volvería, con el
tiempo, una de las publicaciones más caracterizadas –entre una oferta escasa–
del campo opositor en resguardo de la herencia política, social y cultural
peronista. Tal encuadre ideológico, como hemos visto, la volvió cautelosa
frente al movimiento de defensa de derechos humanos, de creciente protagonismo
disidente para la fecha de su surgimiento. Dicha desconfianza reflejaba la
sospecha por la aparente asistencia de los organismos al actor “subversivo”, en
espejo de similares aprehensiones partidarias. Si bien el peronismo había
registrado una notoria cantidad de víctimas por la represión, la filiación
progresista e izquierdista mayoritaria asociada a estas, ajena a la postura de Línea, y los antecedentes represivos de los gobiernos
justicialistas entre 1974 y 1976 que defendía, condicionaban su percepción, por
fuera de declaraciones episódicas –una de ellas, sin embargo, muy
significativa– e intervenciones individuales.
Tal tensión es encauzada en el marco de la polarización
global de la guerra fría que atraviesa a los actores políticos –incluida la
dictadura–, en torno del desarrollo ideológico peronista y de su doctrina de la
Tercera Posición. Línea aparece interesada, empero,
en las demandas del movimiento por su potencial crítico del régimen imperante.
Su construcción ideológica en medio de bloques, le sirve como criterio para
cuestionar a los golpistas y denunciar al activismo armado izquierdista como un
extremismo, en pos de la defensa de la
institucionalidad republicano-democrática, y de erigir al movimiento peronista
como custodio natural de los derechos fundamentales de las masas. La dictadura
resultaría, entonces, de la perversión funcional de unas fuerzas armadas
convertidas en “partido militar”, comprometido con intereses foráneos. A su
vez, el carácter criminal de la “subversión” habría coadyuvado a dicha
irrupción castrense.
Por otra parte, los nexos con sectores eclesiásticos de
la revista aproximan su discurso crítico al de algunos prelados en torno a las
violaciones de los derechos humanos; este encuadre, sumado a las repercusiones
internacionales de la distinción a un dirigente cristiano como Pérez Esquivel,
fundamentan su entrevista al Nobel. El diálogo entre partes desde la revista
mantendría, sin embargo, los prejuicios de su inscripción y experiencia
política, con el “resultado” de la actitud defensiva del reporteado y de las insinuaciones
de Línea a los derechos humanos como práctica
teñida de parcialidad política. Su fondo argumentativo recurrirá, también en
esta instancia, a condenar la represión de la dictadura, a legitimar la
ejercida por el gobierno constitucional justicialista derrocado y a censurar la
“subversión” desestabilizadora del último, para desmarcar su postura opositora
–y su atención circunstancial a los derechos humanos– de vinculaciones que
dieran motivos a su persecución por las autoridades. En suma, para Línea, la “pacificación” con base en la justicia
promovida por el Nobel podía esconder, como para el resto de los organismos,
una voluntad de “revancha” de los insurgentes derrotados, con apoyo extranjero.
Una visión del movimiento, por lo demás y desde este sesgo conspirativo,
bastante cercana a la de la “campaña antiargentina”
de la Junta gobernante (Jensen, 2012).
La aparición del Movimiento Nacional por los Niños
Desaparecidos motiva, con el precedente de las opiniones del historiador Ferla, que la revista vuelva sobre la culpabilidad y la
inocencia de los desaparecidos. Para ello se apoya en los argumentos de un
ubicuo intelectual integrante de la flamante entidad, Ernesto Sabato, para constituir la figura del niño desaparecido en
prototipo de una “inocencia” absoluta. Esta presentación discursiva coyuntural
de los organismos de derechos humanos sobre las responsabilidades de los
desaparecidos, extremada para los casos infantiles, hizo subrayar a la revista
que las de los adultos en particular podían llevar a contemplar su condición de
víctimas en un segundo plano. Estas definiciones guardaban vasos comunicantes
con la concepción de los “dos demonios” posdictatoriales,
plasmada posteriormente por Sabato en el prólogo del Nunca más. Queda como nota de época, además, la
anticipación en Línea de este último eslogan,
inadvertida hasta hoy en las memorias de la lucha por los derechos humanos del
periodo.
La manera en que Línea
tematizaba la cuestión reflejaba, en definitiva, sus prevenciones ante una
modalidad de reclamo y organización ajena a su tradición política generada ante
la virulencia de la represión ilegal sistematizada de Estado, y potenciada con
la erosión paulatina del esquema de poder de la dictadura. Con el caso testigo,
de una heterogeneidad inédita pero ignorada por la revista, de unas madres
desplegadas en el ámbito público en reclamo del paradero de sus hijos –mientras
que el activismo cristiano de Pérez Esquivel, legitimado por el premio Nobel,
le resultaba más comprensible–.56
Ello también se vería reflejado frente a la campaña presidencial de 1983, que
prometía la restauración del orden republicano democrático. Inmersa en la
compulsa, Línea daría testimonio de la minimización
del tema en las declaraciones del PJ, acorde con
su posicionamiento moderado ante las fuerzas armadas, a las suspicacias
descritas sobre los organismos y a su cautela ante las posibilidades de
revisión de un pasado reciente que incluía sus propias gestiones de gobierno.
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1 La Multipartidaria se conformó a mediados de 1981 para ejercer una
oposición moderada al gobierno militar y negociar condiciones de retorno al
régimen democrático. Se disolvió con las elecciones presidenciales de 1983.
Estuvo integrada, además del PJ, por la Unión
Cívica Radical, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Demócrata
Cristiano, y otros. Véase Novaro y Palermo (2003, pp.
372-384).
2 Como historiador, Rosa (1906-1991) integró la corriente revisionista,
crítica de la interpretación denominada “liberal” de la historia argentina y
que tendría −luego del golpe de Estado de 1955− gran predicamento y sería
adoptada por el peronismo como parte de sus componentes doctrinarios. Se
desempeñó como embajador en Paraguay y en Grecia de los gobiernos
justicialistas entre 1973 y 1976. Véase Manson (2008), Devoto y Pagano (2009,
pp. 254-260).
3 Sobre los efectos sociales de la represión, véase Calveiro,
2004, y CONADEP, 1985. Respecto a la identificación global de izquierdistas y
peronistas bajo el rótulo “subversivo” durante la dictadura, véase Canelo,
2008, pp. 37-40.
4 Por ejemplo, en Línea, núm. 4, septiembre de
1980, pp. 36-40, Jorge Abelardo Ramos, del Frente de Izquierda Popular, el
nacionalista Alberto Asseff, el Socialista Popular
Simón Lázara y el líder renovador de la UCR, Raúl Alfonsín –futuro vencedor de las
presidenciales de 1983–, se pronuncian sobre la inminente designación del
general Viola como cabeza de la nueva Junta militar.
5 Calificó a los “antiverticalistas” de
oportunistas y “desertores”. Véase “El papel de los dirigentes”, Línea, núm. 7, diciembre de 1980, pp. 39-41. Sobre el
“diálogo político” oficial y las diferencias internas del justicialismo ante
dicha instancia, véase el notable trabajo de González Bombal (1991, en especial
pp. 52-57).
6 Sobre el “Proyecto Nacional” en la revista, véase J. D. Perón, “Fortalecer
el ser nacional y desarrollar un profundo nacionalismo cultural”, Línea, núm. 2, julio de 1980, pp. 31-34. Sobre la
“tercera posición” en el marco de la política exterior de los gobiernos
justicialistas, véanse Paradiso (2002, pp. 523-572), y Franco (2012, pp.
226-227).
7 C. Seoane Cabral, “Perón o la oligarquía”, Línea,
núm. 7, diciembre de 1980, pp. 24-28. Sobre el papel de las fuerzas armadas en
la represión durante los gobiernos constitucionales previos a 1976 y la
construcción de la figura del “subversivo”, consúltese Franco (2012).
8 “Al gobierno de las Fuerzas Armadas y al pueblo argentino”, declaración
firmada por el PJ, el Movimiento de Integración y
Desarrollo (MID) y otros partidos menores, 28 de
agosto de 1978, citado en Yanuzzi (1996, p. 188).
Según la autora, para estos partidos, “si había sido necesario recurrir a
formas ilegales de represión –formas plenamente justificadas, según el texto,
por lo extraordinario de la situación–, continuar haciéndolo por más tiempo
significaría una pérdida mayor de consenso. Ahora se necesitaba la mediación de
los grupos civiles, como legitimantes del ‘Proceso’” (p. 188).
9 Abogados de filiación partidaria como Alicia Oliveira intervenían en la
presentación de habeas corpus por
detenidos-desaparecidos, desde el Centro de Estudios Legales y Sociales
(Vicente, 2006, pp. 60-61).
10 Sobre la visita de la CIDH, véanse Gorini (2006, pp. 321-342); Novaro
y Palermo (2003, pp. 278-318). Su eco entre los exiliados en Jensen (2012).
11 Reproducida en Iribarne (2006, pp. 29-31), entrecomillados textuales. El
término “terrorismo de Estado” comienza a difundirse en trabajos como el
informe de denuncia de la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) y
publicado en Madrid en marzo de 1977, reedición argentina, CADHU (2014).
12 Véase “Conceptos de la ex presidente sobre derechos humanos”, Clarín, 12 de septiembre de 1979, pp. 2-3.
13 Jensen (2012). Declaraciones posteriores al informe de las Primeras
Jornadas Jurídico-Institucionales del PJ,
“Democracia y Estado de Derecho”, de agosto de 1981, y sucesivas declaraciones
de la Multipartidaria. Véase, Iribarne (2006, pp. 131-150) y, para las
declaraciones (desde mediados de 1981), La propuesta de la
Multipartidaria (1982).
14 “Santa alianza con el diablo”, Línea, núm. 5,
octubre de 1980, p. 10. Sobre el “Plan Cóndor”, véase Armony
(1999).
15 Su balance de la gestión de Carter concluía: “derechos humanos sí, por
cierto, pero –en lo que respecta a la Argentina– presiones para impedir un
completo desarrollo nuclear, aplicación de la ‘Enmienda Humphrey-Keneddy’, misiones de ‘buena voluntad’ y toda una serie de
sutiles maniobras que proyectaban la ominosa sombra de esa república imperial
sobre una Argentina incapaz de generar un proyecto político, económicamente
débil, con su soberanía puesta en tela de juicio”. “La frustración del ‘Carterismoʼ”, Línea, núm. 9,
abril de 1981, pp. 20-21. La portada mostraba al nuevo presidente, Ronald
Reagan, como un cowboy –el western
había sido el género cinematográfico que lo popularizó en su carrera como
actor– a caballo, con un garrote en una mano y la bandera estadunidense en la
otra, bajo la leyenda “El regreso del garrote”. “La frustración del ‘Carterismoʼ”, Línea, núm. 9,
abril de 1981.
16 “Denunciar al Mal y anunciar la renovación”, Línea,
núm. 4, septiembre de 1980, pp. 8-10. Otra autoridad católica reporteada es el
padre Néstor Noriega, director de una revista catequística, que responde sobre
los desaparecidos similarmente a Zazpe. “R. P.
Noriega: contra el golpe”, Línea, núm. 28,
septiembre de 1982, pp. 18.
17 Zazpe era conceptuado por
el SERPAJ como un progresista afín a las
directrices del “Documento de Puebla” del Consejo Episcopal Latinoamericano,
aprobado en 1979 en su III Conferencia (en la que había participado). Gorini (2006, p. 383). Sobre las diferencias internas en la
Iglesia en cuanto al acompañamiento de la dictadura y la cuestión de los
desaparecidos, véase Ghío (2007).
18 El estreno se produjo el 23 de diciembre de 1980 en el Teatro Monumental de
Madrid.
19 “Comunicado de la Secretaría de Información Pública”, La
Nación, 15 de octubre de 1981, pp. 2 y 19.
20 Rosa, J. M., “El gobierno y el premio Nobel”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, p. 1.
21 Rosa, J. M., “El gobierno y el premio Nobel”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, p. 1.
22 El 16 de septiembre de 1955 se inició el golpe de Estado, denominado
“Revolución Libertadora”, que derrocó al régimen constitucional de Juan Domingo
Perón. El movimiento conocido como Cordobazo se desencadenó en las calles de la
ciudad de Córdoba a partir del 29 de mayo de 1969, encabezado por obreros,
empleados y estudiantes, y marcó el final del gobierno dictatorial del general
Juan Carlos Onganía.
23 José María Rosa, “El gobierno y el premio Nobel”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13.
24 Pese a que el director de Línea había firmado,
a pocos meses de su lanzamiento, una solicitud de reclamo por las listas de
desaparecidos, junto a otras personalidades intelectuales, eclesiásticas y
políticas. Clarín, 12 de agosto de 1980. Ella
“marcó el comienzo de un pasaje de numerosos intelectuales y dirigentes
políticos y sociales hacia la participación activa en la lucha de derechos
humanos” (Gorini, 2006, p. 396). Su adhesión a título
personal tampoco eximió a Línea, según se advierte,
de diferenciarse de las reclamaciones de los organismos.
25 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13.
26 Véase Leñero y Marín (1986, p. 45).
27 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13, entrecomillados textuales. Tanto las
organizaciones preexistentes al golpe de 1976 como en las posteriores como
Madres de la Plaza de Mayo, Abuelas y Familiares, se ubican en conjunto en
torno a las clases medias urbanas, sean los estratos superiores del empleo
fabril, de servicios o en las profesiones liberales. Ello surge también del
relevamiento de la ocupación de los desaparecidos registrados, véase CONADEP
(1985).
28 Una nota sobre la exitosa novela de Jorge Asís, Flores
robadas en los jardines de Quilmes, señala que “El tema que desarrolla
‘prendió’ mucho en la generación intermedia intelectual argentina, que en buena
parte son nuestros lectores; de ahí la casi obligación de emitir una opinión de
este libro”. “Flores robadas de [sic] los jardines de Quilmes”, Línea, núm. 8, marzo de 1981, pp. 44-45. Esta “casi
obligación” subraya la autoconciencia de Línea
sobre su público lector.
29 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13.
30 Sindicados de izquierdistas y organizaciones con finalidades igualmente
“neocoloniales”. Timerman, exdirector del diario La Opinión, había apoyado el golpe de Estado, pero
posteriormente sería secuestrado y torturado en 1977. Liberado en 1980 por
presión internacional, desde su exilio en Estados Unidos promovió la denuncia
de las violaciones a los derechos humanos. Véase Blaustein y Zulueta (1998).
Por su parte, Mario Firmenich, líder de la organización armada Montoneros, se
había exiliado en 1976 en Italia.
31 Saadi, exgobernador de la
provincia de Catamarca, se había ido acercando, tras el golpe de Estado, a
posiciones críticas de la dictadura. Righi fue ministro del Interior del breve
gobierno de Héctor Cámpora (1973). Ongaro, dirigente
del gremio gráfico, se había exiliado tras permanecer detenido y ser asesinado
uno de sus hijos por la Alianza Anticomunista Argentina (aaa), en 1975.
32 “Derechos humanos. Una noble causa mal representada”, Línea,
núm. 8, abril de 1981, p. 26. Entrecomillados textuales. La Unión Democrática
fue conformada por los partidos Unión Cívica Radical, Socialista, Demócrata
Progresista y Comunista para las elecciones presidenciales de 1946 y enfrentó a
la fórmula del Partido Laborista, la UCR-Junta
Renovadora y Partido Independiente, encabezada por el coronel Perón, vencedor
en los comicios (luego los tres partidos serían unificados en el Partido Único
de la Revolución Nacional y, poco tiempo después, el PJ).
Otros destacados ponentes argentinos del Coloquio fueron Emilio Mignone, presidente del CELS,
el escritor Julio Cortázar y el expresidente Arturo Illia. Novaro
y Palermo (2003, p. 494).
33 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13. Entrecomillados textuales.
34 Tal interpretación, existente antes del golpe de Estado –en especial, en
los ámbitos oficiales–, era compartida por gran parte del espectro político de
la época, y tuvo síntesis argumentativa en el informe de la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas, publicado en 1984, con el prólogo del
escritor Ernesto Sabato, denominado Nunca más. Sería puesta en cuestión especialmente por el
movimiento de derechos humanos, procurando que se contemplara a las víctimas de
la represión como tales antes que como “subversivos” por su militancia, frente
al tratamiento judicial. Véase Franco (2015, 2018).
35 Se lo consulta sobre su postura respecto a la restauración de los derechos
gremiales que este gobierno habría “inculcado” [sic]. “Pérez Esquivel.
¿Pacificación o revancha?”, Línea, núm. 6,
noviembre de 1980, pp. 10-13. El término correcto sería “conculcado”, dado que
“inculcar” supone la acción formativa.
36 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13. En su misiva al III Congreso Mariano
Nacional, fechada el 11 de octubre de 1980, el papa había exhortado a los
fieles locales: “amad a vuestros hermanos, particularmente a los que en la
actualidad sufren y lloran, de modo que la sociedad argentina, consolidada
sobre los pilares del amor fraterno y de la reconciliación, pueda exclamar de
verdad: ‘Ved cuán bueno y deleitoso es convivir juntos los hermanos’”.
Recuperado de https://w2.vatican.va/content/john-paul-II/es/messages/pont_messages/1980/documents/hf_jp-
37 En su discurso expresa: “Y para construir esa nueva sociedad debemos estar
con las manos abiertas, fraternas, sin odios, sin rencores, para alcanzar la
reconciliación y la Paz, pero con mucha firmeza, sin claudicaciones en defensa
de la Verdad y la Justicia.” Recuperado de http://www.adolfoperezesquivel.org/
38 Sobre el “diálogo político”, véase González Bombal (1991); su valoración
por Línea en Raíces y Borrelli
(2016).
39 El documento fue emitido en mayo de 1981. Véase Conferencia Episcopal
Argentina, “Iglesia y Comunidad nacional”. Recuperado de http://www.cea.org.ar/07-prensa/iglesia_y_comunidad_nacional_1.htm
En ella, se justifica la lucha “antisubversiva”, aunque se cuestionan los
métodos empleados a tal fin. Un análisis de Línea
de la declaración en Martín Raúl Alberca, “Iglesia y Comunidad”, en Línea, núm. 13, agosto de 1981. Para la recuperación
político-partidaria del término, véase La propuesta de la
Multipartidaria (1982).
40 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13.
41 “Pérez Esquivel. ¿Pacificación o revancha?”, Línea,
núm. 6, noviembre de 1980, pp. 10-13.
42 Véase Línea, núm. 6, noviembre de 1980,
contraportada. La apelación al humor y diseño gráficos para tematizar la
actualidad política en las portadas y, sobre todo, en las contraportadas, se
debe al grupo Equipos de Difusión, compuesto por publicistas y vinculado al PJ. Véase Borrelli y Raíces
(2018).
43 “Las urnas están bien guardadas, y van a seguir bien guardadas”, fue la
declaración en marzo de 1980 del flamante comandante en jefe del ejército,
general Leopoldo Fortunato Galtieri. Véase Canelo (2008, p. 160).
44 Línea, núm. 13, agosto de 1981, contraportada. Un análisis previo en Borrelli y Raíces (2018).
45 S. Ferla, “La falacia básica del Proceso”, Línea, núm. 13, abril de 1981, pp. 16-17. Todos los
entrecomillados previos son textuales. Victorio Bonamín
fue provicario castrense entre 1975 y 1983.
46 Sobre las categorías “oligarquía” y “tilingo”, véase Jauretche (1973);
respecto a Arturo Jauretche como intelectual, véase Neiburg
(1998, pp. 53-63); otro artículo previo de Línea
señala que la “consciencia nacional” que el peronismo promueve, combate la
alienación juvenil que la lleva al “extremismo”. “La despolitización por la idiotización”, Línea, núm. 1,
junio de 1981, pp. 43-44. De acuerdo con las estadísticas publicadas en Nunca Más, en efecto la mayoría de los desaparecidos eran
de condición juvenil. Véase CONADEP (1985).
47 “Los niños siempre son inocentes”, Línea, núm.
18, enero de 1982, pp. 10-11. Información del Movimiento, “Un movimiento por
los niños desaparecidos”, La Prensa, 12 de
diciembre de 1981, p. 7; CELS (1982, p. 6); Crenzel (2010, p. 78).
48 Ambas en “Los niños siempre son inocentes”, Línea,
núm. 18, enero de 1982. Las definiciones de Sabato
son equivalentes, por otra parte, a las del folleto precitado del CELS (1982, p. 20), que ejemplifica, en general, la
alegación de inocencia para los desaparecidos de los organismos, señalada por Crenzel. Sobre Sabato y los
derechos humanos en el periodo dictatorial, véase Gorini
(2006, p. 395-399).
49 “Los niños siempre son inocentes”, Línea, núm.
18, enero de 1982, pp. 10-11.
50 “Por eso, junto a nuestro repudio a la acción del terrorismo, queremos
contribuir a que aparezcan y sean devueltos los niños que −sean o no los hijos
de delincuentes− son sin duda niños argentinos e inocentes de toda culpa.” Sabato en Gorini (2006, pp.
395-399).
51 Véase declaración “Antes que sea tarde”, del 10 de diciembre de 1981. En La propuesta de la Multipartidaria (1982, pp. 161-184); Crenzel (2010, p. 79); Franco (2015, p. 59).
52 “La ‘democracia’ que viene…”, Línea, núm. 25,
julio de 1982, pp. 16-17.
53 Entrecomillados textuales en “La juventud dialoga con Luder”,
Línea, núm. 45, agosto de 1983, pp. 15-16 y 22-23.
El candidato se pronunció inicialmente por convalidar la ley de facto de
autoamnistía, promulgada en septiembre de 1983, que aseguraba impunidad a las
fuerzas armadas en lo tocante a la represión. Esta aseveración, tan recordada
en la bibliografía posterior, no implicó que más adelante se mostrara contrario
a dicha norma. Véase Franco (2014, pp. 4-5). Respecto a su rechazo en la propia
revista, véase “Luder responde”, Línea, núm. 46, septiembre de 1983, p. 2. Un artículo
previo de Línea culpaba a la cúpula castrense por
un diseño represivo que ponía al margen de la ley a los mandos medios y bajos y
los responsabilizaba por órdenes emanadas de la superioridad. Este argumento,
que orientaba las culpabilidades en sentido ascendente en procura de no
condenar en bloque a la institución militar, aparece similarmente en las
declaraciones de campaña de Alfonsín sobre el enjuiciamiento de los represores
y conformaría el nudo sustancial de la Ley de Obediencia Debida, aprobada en
1987, durante el régimen democrático y bajo presión castrense. Véase “La crisis
militar”, Línea, núm. 38, abril de 1983, pp.16-18;
sobre la postura de Alfonsín, véase Aboy Carlés
(2001, pp. 175-178).
54 Por la representación de Martínez de Hoz, cotéjense las tapas de Humor, núm. 1, junio de 1978; núm. 15, julio de 1979;
núm. 46, octubre de 1980; núm. 74, enero de 1982, entre otras, e incontables
chistes gráficos en la misma publicación y periodo, más la representación, de
estilo realista, en la tapa de Línea, núm. 3,
agosto de 1980. Asimismo, en la tapa de un número posterior, una bota castrense
ilustra la leyenda en grandes titulares “Argentina ocupada”, Línea, núm. 16, noviembre de 1981.
55 “La ‘democracia’ que viene…”, Línea, núm. 25,
julio de 1982, pp. 16-17.
56 Sobre el origen y trayectoria de Madres de Plaza de Mayo en la dictadura,
véase en particular Gorini (2006).
* Investigador
de apoyo del proyecto PICT 201-0063 “Las revistas políticas argentinas en la
encrucijada nacional: del peronismo al golpe (1973-1976)”, dirigido por el
doctor Marcelo Borrelli. Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, programación 2018-2021. Agradezco los
comentarios de los evaluadores anónimos del presente artículo.