10.18234/secuencia.v0i109.1734
Artículos
Las funciones académicas
en las universidades argentinas:
una mirada en perspectiva histórica
Academic Functions at Argentine
Universities: An Analysis from a Historical Perspective
Carlos A. Zavaro Pérez1, https://orcid.org/0000-0003-3298-7383
1Universidad Nacional de La Plata, Argentina, Facultad de Ciencias Naturales
y Museo, czavaro@fcnym.unlp.edu.ar
Resumen:
Se analizan algunas particularidades de la profesión
académica en las universidades argentinas bajo el supuesto de que la coyuntura
política, económica y social ha constituido el escenario en el que se
explicitan y diferencian las funciones universitarias y se han configurado las
tradiciones. En este sentido se intenta reconstruir una trazabilidad en
perspectiva histórica de los principales hitos que han impactado en la manera
en que estas prácticas se objetivan.
Palabras clave: práctica académica; universidad; investigación; extensión; transferencia.
Abstract:
Certain particularities of the
academic profession in Argentine universities are analyzed on the assumption
that the political, economic, and social situation has constituted a scenario
in which university functions are made explicit and differentiated, and
traditions have been shaped. In this respect, an attempt is made to reconstruct
a traceability from a historical perspective of major milestones that have
impacted the way these practices are objectified.
Keywords: academic practice; university; research; extension;
transfer.
Recibido: 29 de marzo de 2019 Aceptado: 4 de noviembre de
2019
Publicado: 17 de febrero de 2021
INTRODUCCIÓN
El estatuto de gran parte de las universidades argentinas
enuncia al menos tres objetivos vertebrales que sustentan la vida académica: la
docencia, la investigación y la extensión. Estas funciones, compartidas con
otras universidades de Latinoamérica y del mundo, parecieran impregnar el
imaginario de aquellos que integran cada uno de sus claustros, aun cuando no
siempre están claramente definidos los límites entre las mismas, ya sea por los
modos en que las tradiciones disciplinares han ido configurando históricamente
sus prácticas o por razones conceptuales e ideológicas respecto de la manera en
que estas se objetivan en los diversos modos de habitar la universidad, siendo
que tradiciones e imaginarios en torno a estas no son lo mismo. Como hipótesis
de base, las primeras se han ido constituyendo en el marco de un hábitus que es reproducido y
enseñado por quienes lo aprendieron de sus profesores a lo largo de su carrera,
pero que es modelado por el contexto económico y político, transformándose en
medio de un proceso en el que también se han ido transformando los imaginarios
construidos en torno a la manera en que estas prácticas se explicitan.
Reconstruir cronológicamente el modo en que se han ido
configurando las diversas funciones que conforman la profesión académica en las
universidades argentinas, en relación con el contexto histórico, constituye el
propósito de estas notas, atento a la posibilidad de recuperar una trazabilidad
que dé cuenta de un proceso en el que diversas expresiones y colectivos
entienden y explicitan su identidad, aun cuando esta constituya una categoría
de análisis en disputa.
LA UNIVERSIDAD COLONIAL
El origen de la universidad
argentina se remonta al siglo xvii
cuando en el año 1613 abre sus puertas el “Colegio Máximo” en una de las
misiones jesuíticas de la provincia de Córdoba, con el propósito de otorgar a
sus estudiantes (mayoritariamente religiosos de la orden y jóvenes laicos de
las familias más influyentes) una educación de excelencia en teología y
filosofía, aunque no es sino hasta 1621 que el papa Gregorio XV, en el uso de
su investidura, le confiere la facultad de otorgar grados académicos, una
decisión que fue ratificada por la corona española mediante cédula real
rubricada por Felipe IV el 2 de febrero de 1622. El colegio jesuita ha sido
considerado la piedra fundacional de la Universidad Nacional de Córdoba, única
en el país durante casi dos siglos, hasta que en 1821 se fundó la Universidad
de Buenos Aires y posteriormente la Universidad del Litoral (1889) y la
Universidad de La Plata (1897), consideradas entre las más antiguas (véase
cuadro 1) del país y del continente.
Cuadro 1. Reconstrucción histórica de la fundación de las
Universidades Argentinas.
Gobierno |
Presidencia |
Año |
Presidente |
Universidad |
Institución |
Fecha |
Ley/Decreto |
Provincia |
||||||||
§ |
C |
2015-2019 |
Macri,
Mauricio |
|||||||||||||
§ |
C |
2011-2015 |
Fdez.
de Kirchner, Cristina |
un |
Universidad
Nacional de San Antonio de Areco (unsada) |
3-Dic-2015 |
27.213 |
Areco,
Buenos Aires |
||||||||
un |
Universidad
Nacional Raúl Scalabrini Ortiz (unso) |
25-Nov-2015 |
27.212 |
San
Isidro, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional Almirante Guillermo Brown (unab) |
31-Oct-2015 |
27.193 |
Alte.
Brown, Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
Salesiana (unisal) |
31-Mar-2015 |
439/14 |
Bahía
Blanca, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional del Alto Uruguay (unau) |
10-Dic-2014 |
27.074 |
San
Vicente, Misiones |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Rafaela (unraf) |
3-Dic-2014 |
27.062 |
Rafaela,
Santa Fe |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Hurlingham (unahur) |
2-Dic-2014 |
27.016 |
Hurlingham,
Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
de la Defensa Nacional (undef) |
12-Nov-2014 |
27.015 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de los Comechingones (unlc) |
7-Nov-2014 |
26.998 |
Merlo,
San Luis |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de las Artes (una) |
22-Oct-2014 |
26.997 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
Católica de las Misiones (ucami) |
28-Mar-2014 |
1643/12 |
Posadas,
Misiones |
||||||||||||
up |
Universidad
Metropolitana de la Educación y el Trabajo (umet) |
1-May-2013 |
1641/12 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
de San Isidro (usi) |
11-Sept-2012 |
1642/12 |
San
Isidro, Buenos Aires |
||||||||||||
§ |
C |
2007-2011 |
Fdez.
de Kirchner, Cristina |
un |
Universidad
Nacional de Tierra del Fuego (untdf) |
28-Dic-2010 |
26.559 |
Ushuaia,
Tierra del Fuego |
||||||||
un |
Universidad
Nacional de José C. Paz (unpaz) |
29-Dic-2009 |
26.577 |
José
C. Paz, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional Arturo Jauretche (unaj) |
29-Dic-2009 |
26.576 |
Florencio
Varela, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Moreno (unmo) |
29-Dic-2009 |
26.575 |
Moreno,
Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Avellaneda (undav) |
7-Dic-2009 |
26.543 |
Avellaneda,
Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional del Oeste (uno) |
11-Nov-2009 |
26.544 |
Merlo,
Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Villa Mercedes (unvime) |
11-Nov-2009 |
26.542 |
Villa
Mercedes, San Luis |
||||||||||||
up |
Universidad
Gastón Dachary (ugd) |
25-Feb-2009 |
138/09 |
Posadas,
Misiones |
||||||||||||
up |
Universidad
del Este (ude) |
29-Sept-2008 |
1557/08 |
La
Plata, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Río Negro (unrn) |
19-Dic-2007 |
26.330 |
Viedma,
Río Negro |
||||||||||||
§ |
C |
2003-2007 |
Kirchner,
Néstor |
up |
Universidad
isalud (ui) |
7-Dic-2007 |
1914/07 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
up |
Universidad
Nacional del Chaco Austral (uncaus) |
4-Dic-2007 |
26.335 |
Sáenz
Peña, Chaco |
||||||||||||
up |
Universidad
de San Pablo (uspt) |
4-Julio-2007 |
859/07 |
San
Miguel, Tucumán |
||||||||||||
§ |
C |
2002-2003 |
Duhalde,
Eduardo |
un |
Universidad
Nacional del Noroeste de la Prov. Bs. As. (unnoba) |
19-Nov-2003 |
25.824 |
Junín,
Buenos Aires |
||||||||
un |
Universidad
Nacional de Chilecito (unchi) |
5-Nov-2003 |
25.813 |
Chilecito,
La Rioja |
||||||||||||
up |
Universidad
del Cine (fuc) |
11-Abr-2003 |
586/03 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
Adventista del Plata (uap) |
9-May-2002 |
795/02 |
San
Martín, Entre Ríos |
||||||||||||
§ |
C |
2001-2002 |
Caamaño,
Eduardo |
|||||||||||||
§ |
R |
2001-2001 |
Rodríguez
Saá, Adolfo |
|||||||||||||
§ |
C |
2001-2001 |
Puerta,
Ramón |
|||||||||||||
§ |
R |
1999-2001 |
De
la Rua, Fernando |
up |
Universidad
del Gran Rosario (ugr) |
22-Jun-2000 |
549/06 |
Rosario,
Santa Fe |
||||||||
§ |
C |
1995-1999 |
Menem,
Carlos Saúl |
up |
Universidad
Favaloro (uf) |
30-Ago-1998 |
1515/98 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
§ |
C |
1989-1995 |
Menem,
Carlos Saúl |
up |
Universidad
Abierta Interamericana (uai) |
15-Ago-1995 |
2330/93 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
un |
Universidad
Nacional de Lanús (unla) |
7-Jun-1995 |
24.496 |
Lanús,
Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Tres de Febrero (untref) |
7-Jun-1995 |
24.495 |
3
de Febrero, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Villa María (unvm) |
19-Abr-1995 |
24.484 |
Villa
María, Córdoba |
||||||||||||
up |
Universidad
Empresarial Siglo XXI (ues21) |
19-Ene-1995 |
90/95
|
Ciudad
de Córdoba, Córdoba |
||||||||||||
up |
Universidad
de Congreso (uc) |
28-Dic-1994 |
2377/94 |
Mendoza |
||||||||||||
up |
Universidad
de Flores (uflo) |
28-Dic-1994 |
2361/94 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de la Patagonia Austral (unpa) |
23-Dic-1994 |
24.446 |
Caleta
Olivia, Santa Cruz |
||||||||||||
up |
Universidad
Atlántida Argentina (uaa) |
5-Abr-1994 |
491/94 |
Mar
de Ajó, Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
de la Cuenca del Plata (ucp) |
23-Nov-1993 |
563/93 |
Corrientes,
Formosa, Chaco |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de La Rioja (unlar) |
28-Sept-1993 |
24.299 |
La
Rioja |
||||||||||||
up |
Universidad
del Centro Educativo Latinoamericano (ucel) |
3-Dic-1992 |
3502/92 |
Rosario,
Santa Fe |
||||||||||||
up |
Universidad
del cema (ucema) |
26-Oct-1992 |
1655/97 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Gral. San Martín (unsam) |
10-Jun-1992 |
24.092 |
San
Martín, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Gral. Sarmiento (ungs) |
20-May-1992 |
24.082 |
Malvinas,
Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
Austral (ua) |
16-Oct-1991 |
300/02 |
Buenos
Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
de Ciencias Empresariales y Sociales (uces) |
4-Oct-1991 |
870/91 |
Buenos
Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
Torcuato Di Tella (utdt) |
24-Sept-1991 |
841/91 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
Champagnat (uch) |
4-Sept-1991 |
586/91 |
Mendoza |
||||||||||||
up |
Universidad
fasta (ufasta) |
16-Ago-1991 |
456/91 |
Mar
del Plata, Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
Blas Pascal (ubp) |
21-Dic-1990 |
2358/90 |
Córdoba |
||||||||||||
up |
Universidad
Maimónides |
21-Jun-1990 |
1097/90 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de La Matanza (unlam) |
29-Sept-1989 |
23.748 |
La
Matanza, Buenos Aires |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Quilmes (unqui) |
29-Sept-1989 |
23.749 |
Bernal
(Quilmes) Buenos Aires |
||||||||||||
§ |
R |
1983-1989 |
Alfonsin, Raúl Ricardo |
un |
Universidad
Nacional de Formosa (unf) |
24-Sept-1988 |
23.631 |
Formosa |
||||||||
up |
Universidad
de San Andrés (udesa) |
1-Sept-1988 |
1543/90 |
San
Fernando, Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
de Palermo (up) |
12-Nov-1986 |
2357/90 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
¶ |
N |
1982-1983 |
Bignone,
Reynaldo B. |
|||||||||||||
¶ |
R |
1981-1982 |
Galtieri,
Leopoldo F. |
|||||||||||||
¶ |
D |
1981-1981 |
Viola,
Roberto E. |
|||||||||||||
¶ |
C |
1976-1981 |
Videla,
Jorge Rafael |
un |
Universidad
Nacional de Patagonia San Juan Bosco (unpsjb) |
25-Feb-1980 |
22.713 |
Comodoro
Rivadavia, Chubut |
||||||||
§ |
D |
1974-1976 |
Martínez
de Perón, M. E. |
un |
Universidad
Nacional de Mar del Plata (unmdp) |
27-Oct-1975 |
21.139
|
Mar
del Plata, Buenos Aires |
||||||||
un |
Universidad
Nacional del Centro (unicen) |
9-Oct-1974 |
20.753 |
Tandil,
Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
de la Marina Mercante (udemm) |
18-Sept-1974 |
1870/94 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
§ |
F |
1973-1974 |
Perón,
Juan Domingo |
un |
Universidad
Nacional de Jujuy (unju) |
13-Nov-1973 |
20.579 |
San
Salvador, Jujuy |
||||||||
un |
Universidad
Nacional de Santiago del Estero (unse) |
16-May-1973 |
20.364 |
Santiago
del Estero |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de San Juan (unsj) |
10-May-1973 |
20.367 |
San
Juan, San Juan |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Entre Ríos (uner) |
10-May-1973 |
20.366 |
Entre
Ríos |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de San Luis (unsl) |
10-May-1973 |
20.365 |
San
Luis, San Luis |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Misiones (unm) |
16-Abr-1973 |
20.286 |
Posadas,
Misiones |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de La Pampa (unlpam) |
12-Abr-1973 |
20.275 |
Santa
Rosa, La Pampa |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Luján (unlu) |
20-Dic-1972 |
20.031 |
Luján,
Buenos Aires |
||||||||||||
§ |
N |
1973-1973 |
Lastiri,
Raúl Alberto |
|||||||||||||
§ |
R |
1973-1973 |
Campora, Héctor José |
|||||||||||||
¶ |
N |
1971-1973 |
Lanusse,
Alejandro |
un |
Universidad
Nacional de Lomas de Zamora (unlz) |
13-Oct-1972 |
19.888 |
Lomas
de Zamora, Bs. As. |
||||||||
un |
Universidad
Nacional de Catamarca (unca) |
12-Sept-1972 |
19.831 |
San
Fernando del Valle de Catamarca, Catamarca |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Salta (unsa) |
11-May-1972 |
19.633 |
Ciudad
de Salta, Salta |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional del Comahue (uncoma) |
15-Jul-1971 |
19.117 |
Chubut,
Neuquén, Río Negro |
||||||||||||
un |
Universidad
de Concepción del Uruguay (ucu) |
20-May-1971 |
1305/71 |
Concepción,
Entre Ríos |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional de Río Cuarto (unrc) |
1-May-1971 |
19.020 |
Río
Cuarto, Córdoba |
||||||||||||
¶ |
1970-1971 |
Levingston,
Roberto |
||||||||||||||
¶ |
R |
1966-1970 |
Ongania, Juan Carlos |
un |
Universidad
Nacional de Rosario (unr) |
29-Nov-1968 |
17.987 |
Rosario,
Santa Fe |
||||||||
up |
Universidad
caece (caece) |
20-Sept-1967 |
2435/68 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
§ |
D |
1963-1966 |
Illia,
Arturo Humberto |
up |
Universidad
del Norte Santo Tomás de Aquino (unsta) |
6-Ago-1965 |
6257/65 |
San
Miguel de Tucumán |
||||||||
up |
Universidad
del Aconcagua (uda) |
17-May-1965 |
2227/73 |
Mendoza |
||||||||||||
up |
Universidad
Argentina John F. Kennedy (uk) |
4-Abr-1964 |
2227/68 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
Católica de La Plata (ucalp) |
7-Mar-1964 |
2949/71 |
La
Plata, Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
de Belgrano (ub) |
11-Sept-1964 |
/70 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
§ |
N |
1962-1963 |
Guido,
José María |
up |
Universidad
Católica de Salta (ucasal) |
19-Mar-1963 |
4290/64 |
Ciudad
de Salta, Salta |
||||||||
§ |
D |
1958-1962 |
Frondizi,
Arturo |
up |
Universidad
Notarial Argentina (una) |
8-May-1962 |
2227/68 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
up |
Universidad
Católica de Santiago del Estero (ucse) |
21-Jun-1960 |
1960/61 |
Santiago
del Estero |
||||||||||||
up |
Universidad
de Morón (unimoron) |
18-May-1960 |
2227/68 |
Morón,
Buenos Aires |
||||||||||||
up |
Universidad
Juan Agustín Maza (umaza) |
4-May-1960 |
2152/63 |
Mendoza |
||||||||||||
up |
Universidad
de Mendoza (um) |
13-Mar-1960 |
14179/62 |
Mendoza |
||||||||||||
up |
Instituto
Tecnológico de Buenos Aires (itba) |
20-Nov-1959 |
710/60 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
¶ |
N |
1955-1958 |
Aramburu,
Pedro E. |
up |
Universidad
Católica Argentina (uca) |
7-Mar-1958 |
11911/59 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
up |
Universidad
Católica de Santa Fe (ucsf) |
9-Jun-1957 |
11647/58 |
Rosario,
Santa Fe |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional del Nordeste (unne) |
14-Dic-1956 |
22.299 |
Corrientes |
||||||||||||
up |
Universidad
Argentina de la Empresa (uade) |
5-Dic-1956 |
3825/72 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
del Museo Social Argentino (umsa) |
5-Nov-1956 |
6403/55 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
up |
Universidad
Católica de Córdoba (ucc) |
8-Jun-1956 |
4851/59 |
Córdoba |
||||||||||||
up |
Universidad
del Salvador (usal) |
2-May-1956 |
16365/59 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||||||
un |
Universidad
Nacional del Sur (uns) |
5-Ene-1956 |
154/56 |
Bahía
Blanca, Buenos Aires |
||||||||||||
¶ |
D |
1955-1955 |
Lonardi,
Eduardo |
|||||||||||||
§ |
D |
1951-1955 |
Perón,
Juan Domingo |
up |
Universidad
Católica de Cuyo (uccuyo) |
12-Jul-1963 |
14557/63 |
San
Juan, San Luis, Mendoza |
||||||||
§ |
C |
1946-1951 |
Perón,
Juan Domingo |
un |
Universidad
Tecnológica Nacional (utn) |
19-Ago-1948 |
13.229 |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
||||||||
¶ |
N |
1944-1946 |
Farrell,
Edelmiro |
|||||||||||||
¶ |
D |
1943-1944 |
Ramírez,
Pedro Pablo |
|||||||||||||
§ |
D |
1942-1943 |
Castillo,
Ramón S. |
|||||||||||||
§ |
R |
1938-1942 |
Ortiz,
Roberto M. |
un |
Universidad
Nacional de Cuyo (uncuyo) |
21-Mar-1939 |
26.971 |
Mendoza |
||||||||
§ |
C |
1932-1938 |
Justo,
Agustín P. |
|||||||||||||
¶ |
N |
1930-1932 |
Uriburu,
José Félix |
|||||||||||||
§ |
D |
1928-1930 |
Yrigoyen,
Hipólito |
|||||||||||||
§ |
C |
1922-1928 |
de
Alvear, Marcelo T. |
|||||||||||||
§ |
C |
1916-1922 |
Yrigoyen,
Hipólito |
|||||||||||||
§ |
C |
1914-1916 |
de
la Plaza, Victorino |
|||||||||||||
§ |
F |
1910-1914 |
Saenz Peña, Roque |
un |
Universidad
Nacional de Tucumán (unt) |
25-May-1914 |
11.027 |
S.
Miguel Tucumán, Tucumán |
||||||||
§ |
C |
1906-1910 |
Figueroa
Alcorta, José |
|||||||||||||
§ |
F |
1904-1906 |
Quintana,
Manuel |
|||||||||||||
§ |
C |
1898-1904 |
Roca,
Julio Argentino |
|||||||||||||
§ |
C |
1895-1898 |
Uriburu,
José E. |
un |
Universidad
Nacional de La Plata (unlp) |
18-Abr-1897 |
4.699 |
La
Plata, Bs. As. |
||||||||
§ |
R |
1892-1895 |
Saenz Peña, Luis |
|||||||||||||
§ |
C |
1890-1892 |
Pellegrini,
Carlos |
|||||||||||||
§ |
R |
1886-1890 |
Juárez
Celman, Miguel |
un |
Universidad
Nacional del Litoral (unl) |
16-Oct-1889 |
10.861 |
Sta.
Fe, Santa Fe |
||||||||
§ |
C |
1880-1886 |
Roca,
Julio Argentino |
|||||||||||||
§ |
C |
1874-1880 |
Avellaneda,
Nicolás |
|||||||||||||
§ |
C |
1868-1874 |
Sarmeinto, Domingo F. |
|||||||||||||
§ |
C |
1862-1868 |
Mitre,
Bartolomé |
|||||||||||||
§ |
C |
1861-1862 |
Pedernera,
Juan Esteban |
|||||||||||||
§ |
R |
1860-1861 |
Derqui,
Santiago |
|||||||||||||
§ |
C |
1854-1860 |
de
Urquiza, Justo José |
|||||||||||||
§ |
C |
1852-1854 |
de
Urquiza, Justo José |
|||||||||||||
§ |
C |
1852-1852 |
López
y Planes, Vicente |
|||||||||||||
§ |
C |
1835-1852 |
de
Rosas, Juan Manuel |
|||||||||||||
§ |
C |
1834-1835 |
Maza,
Manuel Vicente |
|||||||||||||
§ |
C |
1833-1834 |
Viamonte,
Juan José |
|||||||||||||
§ |
C |
1832-1833 |
Glez Balcarce, J.
Ramón |
|||||||||||||
§ |
C |
1929-1932 |
de
Rosas, Juan Manuel |
|||||||||||||
§ |
C |
1929-1929 |
Viamonte,
Juan José |
|||||||||||||
§ |
C |
1828-1829 |
Lavalle,
Juan Galo |
|||||||||||||
§ |
C |
1827-1828 |
Dorrego,
Manuel |
|||||||||||||
§ |
C |
1827-1827 |
López
y Planes, Vicente |
|||||||||||||
§ |
R |
1826-1827 |
Rivadavia,
Bernardino |
|||||||||||||
C |
1820-1826 |
Autonomías
Provinciales |
un |
Universidad
de Buenos Aires (uba) |
12-Ago-1821 |
edicto |
Ciudad
Autónoma de Bs. As. |
|||||||||
C |
1815-1820 |
Directorio
(Asamblea año xiii) |
||||||||||||||
C |
1815-1815 |
Tercer
Triunvirato |
||||||||||||||
C |
1812-1814 |
Segundo
Triunvirato |
||||||||||||||
C |
1811-1811 |
Primer
Triunvirato |
||||||||||||||
C |
1811-1811 |
Matheu,
Domingo |
||||||||||||||
C |
1810-1811 |
Saavedra,
Cornelio |
||||||||||||||
C |
1776-1810 |
Virreinato
del Río de La Plata |
||||||||||||||
1599-1776 |
Misiones
Jesuíticas |
un |
Universidad
Nacional de Córdoba (unc) |
19-Jun-1613 |
Ciudad
de Córdoba, Córdoba |
C Presidente culmina mandato
R Presidente renuncia
D Presidente depuesto
F Presidente fallece
N Presidente normalizador
§ Gobierno
democrático
¶ Gobierno
de facto
un Universidad
Nacional (pública)
up Universidad
Privada
Nota: algunas de las fechas de
fundación se remontan a los primeros momentos en la historia de cada una de las
instituciones y no a la fecha de promulgación de la ley (en las universidades
nacionales) o del decreto/resolución ministerial (en el caso de las
universidades privadas).
Usualmente la fecha fundacional
no coincide con el año de promulgación de la Ley del Poder Legislativo o
Decreto del Poder Ejecutivo debido a la complejidad del proceso de regulación.
Las ciudades/provincias que
figuran responden en la mayoría de los casos a la ciudad donde radica la sede
central.
No es casual que en medio de una coyuntura regida por la
corona española, la universidad argentina desde su origen hubiese estado
enfrascada en consolidar un proyecto colonialista encaminado a garantizar la
formación profesional y cultural de una clase hegemónica elitista y liberal
que, tal como sostiene Lander (1998), fue concebida bajo el imaginario de
sujetos blancos, masculinos, urbanos y cosmopolitas, destinados a ocupar los
cargos decisorios en el país y a custodiar los intereses de la clase dominante
como garante de los intereses económicos y políticos de la metrópolis.
Tanto la Universidad de Córdoba como la de Buenos Aires
fueron nacionalizadas en 1856 y 1881 respectivamente, lo que condujo a la
reforma de sus estatutos y a la apertura de nuevas carreras durante las
presidencias de Domingo Faustino Sarmiento y de Nicolás Avellaneda, quien fuera
posteriormente rector de la Universidad de Buenos Aires (uba); asimismo, impulsó la ley homónima,
sancionada a mediados de 1885, durante el gobierno de Julio Argentino Roca. La
ley fue reconocida como la primera ley universitaria y contribuyó a
institucionalizar el perfil de las universidades nacionales de entonces (Córdoba
y Buenos Aires) estableciendo la designación de autoridades por una asamblea
universitaria de profesores, el nombramiento de profesores por parte del poder
ejecutivo ad referéndum de una terna propuesta por
la institución y la creación de un fondo universitario que le confería cierta
autarquía.
En este contexto, el proyecto de país de la clase
dominante se espejó en el proyecto institucional de las universidades y, en
consecuencia, gran parte de sus egresados provenían de la carrera de abogacía,
aunque paulatinamente fueron incorporándose perfiles relacionados con las
ciencias económicas y humanísticas. Este modelo de universidad que, a pesar de
las guerras independentistas continuaba colonizado por mandatos instalados
desde el exterior, promovió el auge en años posteriores de otras carreras como
agronomía, ingeniería forestal o veterinaria, probablemente en respuesta al
modelo económico agroexportador (Mollis, 2009) de desarrollo que se consolidó y
caracterizó a la economía argentina de fines del siglo xix y principios del xx.
Durante ese periodo conviven en el país diversos modelos
de universidad que a su vez reproducen algunos de los imperantes en las
diversas instituciones europeas y norteamericanas, cuyas tradiciones y valores
fueron amalgamándose con los formatos preexistentes como parte de un proceso de
sincretismo en el que comienzan a urdirse tradiciones y formas de expresión de
muy diversas profesiones, tanto en su estructura organizacional como en lo
referente a aquellas actividades que han sido constitutivas de la identidad de
las diversas subculturas o tribus académicas (Becher, 2001). Como resultado de
este proceso se impuso una matriz humboldtiana
–elitista por naturaleza– que está centrada en el prestigio que otorga a las
instituciones la investigación y bajo la cual se promueve el desarrollo de
algunos temas por sobre otros que son elegidos por catedráticos que “dominan”
ciertas fracciones del conocimiento, aun cuando no necesariamente estos saberes
sean considerados de interés para la sociedad (Villa Pacheco, 2005).
LA REFORMA EN CONTEXTO
El contexto sociopolítico que
caracterizó la primera veintena del siglo xix y en especial la primera presidencia de
Yrigoyen y la coyuntura internacional, alentó la consolidación de un movimiento
reformista que, en reclamo de la democratización de las aulas –a las que
definían como infecundas–, impulsó uno de los hechos más trascendentales
relacionados con la vida académica, aunque con un impacto regional.
La reforma constituyó un hito revolucionario y profundamente
latinoamericanista y social, aunque ideológicamente heterogéneo con una
amalgama de matices que sumó tanto las ideas de Ortega y Gasset como las
influencias del incipiente movimiento obrero conformado por inmigrantes y
anarquistas alentados por el reciente triunfo de la revolución rusa de 1917
(Acevedo Tarazona, 2011). A pesar de las diferencias conceptuales e
ideológicas, la reforma universitaria tuvo un denominador común: una férrea
postura anticlerical, antimperialista (Tünnermann, 1998) y emancipadora que se
replicó en toda la región, con posiciones cuasi insurrectas bajo el
protagonismo de un alumnado que, apoyado por el partido socialista argentino,
se constituyó en artífice de un cambio estructural que pretendía terminar con
una autoridad universitaria fundada en el autoritarismo y no en la legitimidad
y que estaba conformada por profesores dogmáticos que se oponían a la
modificación de los planes de estudio y del reglamento por temor a perder el
empleo.
La reforma universitaria inauguró un proceso de
diagnóstico crítico hacia el interior de las universidades argentinas que
convirtió al Manifiesto Liminar1
en un documento de referencia profundamente democrático que contribuyó a sentar
las bases del cogobierno (Acevedo Tarazona, 2011) como modelo de gestión
político-académica y de la autonomía universitaria, en virtud de la cual
comienzan a diferenciarse las particularidades que distinguen el espíritu, la
esencia y las tradiciones de gran parte de las instituciones del país.
Entre las conquistas esgrimidas por las tradiciones
reformistas, se incluye la modificación de los planes de estudio, la autonomía
universitaria y la inclusión en la agenda política del debate en torno al rol
social de las universidades, que ha sido entendido como fundamento y génesis de
la extensión universitaria (Fresán Orozco, 2004), aun
cuando el propio manifiesto –que encarna el espíritu de la Reforma– no sea
explícito al respecto, centrando su proclama en la crítica de un sistema que es
descrito como “refugio de los mediocres” y al que rotulan como decadente, anacrónico y fundado en
el “derecho divino del profesorado universitario”.
El manifiesto además propone centrar el objeto de la enseñanza en la formación
de sujetos críticos que no se sometan a los textos ni a las imposiciones de sus
profesores.
EL POSREFORMISMO ENTRE GOLPES
El golpe militar de 1930, que
derroca el segundo mandato de Yrigoyen, intervino las universidades reprimiendo
a los referentes reformistas y constituyó una bisagra en la vida universitaria
con consecuencias directas en sus objetivos explícitos. Se inauguraba un
periodo de la historia argentina signado por oscilaciones pendulares entre
gobiernos democráticos y de facto que impactaron, con avances y retrocesos, en
muy diversas maneras de delinear las políticas en relación con las funciones
constitutivas de las universidades y, en consecuencia, en diversos modos de
instituirlas, corporizarlas e incluso resistirlas. Si bien gran parte de las
conquistas de la Reforma fueron vulneradas durante la llamada década infame,
según sostiene Suasnábar (2009), en los años subsiguientes
se respetaron aquellas relacionadas con los mecanismos de contratación de los
profesores.
Tras una década de gobiernos de corte democrático
reunidos bajo “la Concordancia” –alianza labrada entre el Partido Demócrata
Nacional, el Partido Socialista Independiente y la Unión Cívica Radical
Antipersonalista–, pero signados por sospechas de fraude con posterioridad al
gobierno del general Uriburu, un nuevo golpe termina desplazando de sus cargos,
en 1943, a muchos profesores que encarnaron una posición ideológica opositora
(Hurtado de Mendoza y Busala, 2006) por haber firmado
un petitorio en demanda de la restauración democrática, lo que a su vez generó
una marcada resistencia en la comunidad académica, caracterizada por la
discontinuidad en las clases y las protestas estudiantiles. Esto a su vez
impulsó nuevas oleadas de cesantías en un contexto de fuertes represiones y de
intervención de las universidades.
LA UNIVERSIDAD EN ÉPOCA DE PERÓN…
El nuevo periodo de facto que se
impone tras la década infame y que se prolonga hasta 1946, culmina con el
acceso al gobierno tras elecciones democráticas del general Juan Domingo Perón,
quien ocupara con anterioridad la Secretaría de Trabajo, el Ministerio de
Guerra y finalmente la vicepresidencia de la nación, cargo del que es
destituido durante su detención en la isla Martín García por la desconfianza
que sus nexos con el sindicalismo y la popularidad que cosechaba en la
población trabajadora (protagonista del 17 de octubre que restituye su libertad
y debilita definitivamente al gobierno) despertara en el mando del ejército.
El gobierno peronista promovió un proceso de
normalización de las universidades nacionales que fue sumamente complejo por la
influencia de un sector del ejército en el establecimiento de prioridades
académicas, lo que representó para una parte de la comunidad universitaria y en
especial para el estudiantado, que encarnaba la tradición reformista y se
constituyó en sinónimo de antiperonismo (Pis Diez,
2012), una flagrante vulneración de la autonomía (Suasnábar,
2009).
Durante el gobierno de Perón, a partir de 1946 y,
conjuntamente con la regularización de las universidades públicas, se promovió
la creación de varios institutos de investigación y se contrataron profesores
extranjeros de prestigio que, lejos de incentivar el desarrollo de temas
prioritarios para los países centrales de Europa y de Norteamérica, lideraron
un proceso de formación de equipos de trabajo que fueran capaces de desarrollar
líneas de investigación estratégicas (Hurtado de Mendoza y Busala,
2006) en áreas de importancia como la física, química, hidrología, ingeniería,
fitotecnia, genética vegetal, etc., con alto impacto en el desarrollo de la
política científica nacional en consonancia con el proceso de desarrollo e
industrialización previsto en el marco del Primer Plan Quinquenal.
Este escenario desató un fuerte debate en torno a la
reformulación de las funciones vertebrales de las universidades públicas acerca
de la pertinencia de la currícula y de su relevancia
en la formación de los futuros egresados, así como respecto del diseño de las
políticas estatales de desarrollo científico y tecnológico, que supuso un
énfasis en la investigación por sobre otras funciones y que tuvo una impronta
significativa en el auge de las ciencias aplicadas y especialmente en su
transferencia tecnológica, lo que, si bien resulta consecuente con la misión
social de estas instituciones, se interpretó como una intromisión respecto de
la elección de los temas de investigación.
En este contexto se consolidaron grupos de profesores
que, al margen de las líneas prioritarias de investigación propuestas por el
Estado, comienzan a desarrollar –nucleados por el doctor Bernardo Houssay,
notable médico fisiólogo y acreedor del nobel en ciencias– un modelo de ciencia
independiente que es financiado con el aporte de laboratorios y de
universidades extranjeras e incluso de la Fundación Rockefeller (Hurtado de
Mendoza y Busala, 2006). El liderazgo de Houssey en este enfrentamiento con el modelo de ciencia
impulsado por el peronismo alimentó una polémica respecto del rol de la ciencia
y la política, que si bien excede el propósito de
estas reflexiones, pueden rastrearse en algunas contribuciones entre las que se
destaca la semblanza de época escrita por Cereijido
(2014) y complementada desde otro punto de vista por Varsavsky (1969) en su
crítica al cientificismo y a aquello que llama la restauración anacrónica.
Bajo estas tensiones subyace una grieta en el seno de la
academia que abarcó a todos sus estamentos y que se explicita en el antagonismo
(aún vigente) entre dos concepciones de universidad en torno a la relevancia
del conocimiento: la de una ciencia integrada a la planificación estratégica
del país como parte de un proyecto de desarrollo nacional (Matus, en Huertas,
2006) y la de un modelo de ciencia liberal que ha consolidado a una
aristocracia meritocrática que, enarbolando la bandera de la autonomía, se
siente al margen del interés del Estado y de las prioridades de la sociedad,
pero cuyos resultados han impactado de manera notoria en la historia de la
ciencia nacional. Esta afirmación no pretende desmerecer el valor del trabajo
de investigadores de la talla de Houssay, de Luis Leloir y de otros tantos,
pero sí visibilizar el trasfondo político que subyace en las decisiones tomadas
por muchas academias en relación con la consideración acerca de cuáles temas
deben premiarse como relevantes, y que lejos de promover un debate crítico
respecto del rol social del conocimiento han contribuido a fomentar un sentido común
en relación con la excelencia como categoría, que premia a un modelo de ciencia
respecto de otro modelo antagónico al que incluso se ha calificado como
mediocre por los mismos sectores hegemónicos desde donde se ejerce el poder.
No obstante, y en contraposición al imaginario de
mediocridad académica que se ha pretendido instalar, durante la segunda
presidencia de Perón –a partir de la década de los años cincuenta– se inaugura
el Instituto Nacional de Investigaciones de las Ciencias Naturales, del Museo Argentino
de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”; se crea la base experimental de
la Antártida como una manera de fomentar la investigación, de proteger los
recursos naturales de la región y de garantizar la soberanía en esa porción del
continente antártico, conjuntamente con las islas del Atlántico Sur; se firma
el decreto que dio origen a la Comisión Nacional de Energía Atómica (cnea), y se crea el Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con el propósito de nuclear
de manera descentralizada, tanto en institutos como en universidades, a
científicos y diversas líneas de investigación que se desarrollaban en el país.
La iniciativa constituyó uno de los ejes centrales de la política estatal para
el sector que derivó en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Conicet) tal como actualmente se le
conoce.
La creación del Conicet,
no obstante, también constituyó un espacio de disputa tanto real como simbólica
que hoy persiste en el imaginario académico. El anteproyecto fue presentado por
la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales e inspirado en
las ideas de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (Galati, 2016) y los aportes del doctor Houssey,
quien se convirtiera en su primer presidente (Charreau,
2008) luego que el decreto de Ley 1291/58 promulgado durante la dictadura de
Aramburu en 1958, derogara al decreto 9695/51 que, firmado el 17 de mayo de
1951, diera origen al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (conicyt).
Resulta llamativa la manera en que se ha intentado despolitizar la historia de
una institución que, aun manteniendo un mismo nombre y propósito, fue
renombrada siete años después bajo una nueva sigla. Ello en respuesta a las
presiones de un grupo de académicos que encarnaron la disputa histórica en
torno al sentido de la ciencia bajo la antinomia liberalismo vs injerencismo estatal,
incluso cuando bajo esta concepción liberal, limitar el papel del Estado no
limita el financiamiento sino únicamente el establecimiento de las prioridades
respecto de la integración de las políticas científicas para la planificación
de un proyecto de país que, en ese entonces, encarnaba el Segundo Plan
Quinquenal.
A pesar de estas disputas de sentido, la excelencia en la
producción científica ha sido un rasgo inmanente del sistema universitario
argentino. Aun así, las universidades, lejos de constituirse en el refugio de
una elite ilustrada, promovieron el acceso de la población a la educación
superior –concebida como un derecho social–, a tal punto que la matrícula se
incrementó de 50 000 alumnos en 1945, a alrededor de 140 000 en 1955 (Ortiz,
2014). En 1949, después de que el decreto 29.337 proclamara el acceso gratuito
e irrestricto a la enseñanza universitaria, se produjo una avalancha de
ingresantes, en particular de jóvenes de las clases trabajadoras y de los
sectores populares. También la fundación en 1948 de la Universidad Obrera
–actualmente Universidad Tecnológica Nacional (utn)– da cuenta de esta concepción de la enseñanza
superior que fue interpretada en ese entonces como una afrenta directa a la
academia y al empresariado (Sánchez Román, 2008).
Este escenario en el plano educativo no sólo contribuyó a
fomentar una política de movilidad social ascendente bajo la bandera de la
justicia social, sino que además perteneció a una estrategia orientada a la
formación de profesionales capaces de hacer frente al proyecto de desarrollo
nacional. En este nuevo contexto la ciencia es entendida como un capital
cultural (Bourdieu, 1987) y como un bien en disputa que fomentó la politización
y polarización de la actividad científica y de la vida académica, generando un
quiebre definitivo en el modo de pensar la investigación y la docencia y que
abrevó en una falsa dicotomía entre excelencia y relevancia. También se
convirtió en un punto de inflexión para la extensión que, apostando a un modelo
difusionista (Tommasino y Cano, 2016), se concentra
en la divulgación como una manera de garantizar el acceso de la sociedad al
conocimiento que es producido en la academia bajo la premisa de que la
masificación de estos saberes impacta sinérgicamente en el desarrollo cultural.
GOLPE A GOLPE...
El gobierno peronista culmina
abruptamente con el golpe de Estado del 55 (véase cuadro 1) conocido con el
nombre de “Revolución Libertadora”, que encabezada en primera instancia el
general Eduardo Lonardi y, posteriormente, el general Pedro Aramburu, instala
una dictadura militar que es sucedida por los gobiernos radicales
–constitucionales– de Arturo Frondizi, José María Guido y Arturo Illia, entre
los años 1958 y 1966, este último derrocado por la llamada “Revolución
Argentina” bajo la conducción del general Onganía, quien repite la dinámica
pendular que reiteradamente truncó los diversos proyectos de restauración
democrática en el país. Se inicia así, en 1966, una reforma del Estado bajo un
gobierno de facto, cuyo principal objetivo fue disminuir el gasto público en
medio de una crisis económica fenomenal y que alcanzó a todos los niveles
educativos incluyendo el universitario e inaugurando, en 1955, un periodo
signado por la creación de numerosas universidades privadas (véase cuadro 1)
que también atravesó a los gobiernos radicales de Frondizi, Guido e Illia, y
que tal como pretendía el gobierno de facto de Aramburu, constituyó una forma
de delegar la educación superior y de disminuir el gasto público a través del
arancelamiento, consolidando un modelo que concentra el conocimiento en
aquellas fracciones de la sociedad que pudieran comprarlo.
La noche del 29 de julio de 1966, a tan sólo un mes del
derrocamiento del gobierno de Illia, los militares irrumpen violentamente en la
Universidad de Buenos Aires, en lo que se conoce como la noche de los bastones
largos. Se intervinieron formalmente las universidades, pisoteando la autonomía
a través del decreto de Ley 16.912, que limitaba la injerencia de decanos y
rectores a meras acciones administrativas, se prohibieron los centros de
estudiantes e incluso se interrumpieron las clases durante periodos prolongados
en aquellas instituciones que se resistieron al decreto. Un año más tarde se
sancionó la llamada ley orgánica de las universidades (Ley 17.245) que fijaba
como fin institucional la “formación de universitarios capaces de actuar con
responsabilidad y patriotismo al servicio de la nación”, sesgando el verdadero
espíritu de estas instituciones (De Luca y Álvarez Prieto, 2013). No obstante,
la ley –como otras posteriores– no fue resultado de la improvisación, sino de
un diagnóstico exhaustivo de organismos locales e internacionales. Bajo el
modelo de una utilización eficiente de los recursos económicos sobre
estadísticas respecto de los índices de egresados, se pretendía reducir la
matrícula expulsando a aquellos estudiantes con bajos índices de rendimiento,
retrocediendo en derechos adquiridos y contribuyendo a la despolitización de
las universidades, a pesar de que –paradójicamente– durante este periodo se
crean siete universidades nacionales (véase cuadro 1).
Una vez restablecido el orden constitucional y luego de
las elecciones promovidas por el doctor Héctor Cámpora (quien asumiera
brevemente la presidencia de la nación en lo que se conoció como la primavera camporista) se inicia, en 1973, un nuevo gobierno peronista
que promueve la sanción de la llamada Ley Taiana (Ley 20.654), elevada al
Congreso de la Nación por el entonces Ministro de Educación Jorge Alberto
Taiana. La ley propone un nuevo ordenamiento de la vida universitaria y de las
funciones que la rigen, entre las que figuran:
promover, organizar y desarrollar la investigación y la
enseñanza científica y técnica, pura y aplicada, asumiendo los problemas reales
nacionales y regionales, procurando superar la distinción entre trabajo manual
e intelectual. La orientación será nacional y tendente a establecer la
independencia tecnológica y económica y elaborar, desarrollar y difundir el
conocimiento y toda forma de cultura en particular la de carácter autóctono,
nacional y popular.
La nueva ley –que sustituyó a la 17.245– pretendía
restablecer y ampliar las conquistas posreformistas
alcanzadas durante los breves periodos democráticos que fueron interrumpidas y
mutiladas por los gobiernos militares y fue acompañada de una gestión del
ministro Taiana que, en opinión de Pérez Lindo (1985), estuvo orientada a
vincular la universidad con las necesidades de la sociedad a través de
convenios con empresas y organismos del Estado.
En ese periodo se creó un centro de producción de
medicamentos en la uba
en articulación con el Ministerio de Salud de la nación, se intentó reincorporar
a aquellos profesores que fueron anteriormente cesanteados y se avanzó en la
vinculación curricular con otros ciclos de enseñanza en universidades como la
de Luján, Lomas de Zamora y Río Cuarto. Durante su gestión también se crearon
institutos destinados a estudiar los problemas de América Latina y del Tercer
Mundo e incluso se promovió la creación de equipos de trabajo que pudieran
involucrarse en proyectos de interés para las clases populares entre los que se
destacó la propuesta de reorganización de las villas de emergencias y la
participaron de las universidades en la campaña nacional de reactivación
educativa de adultos para la reconstrucción (crear)
como parte del proyecto nacional de descolonización cultural y socialización de
la educación (De la Fare y Villela Pereira, 2011).
Además, se fomentó la regularización de las instituciones a través de la
elección de autoridades y la conformación de las Asambleas Universitarias.
Rodríguez (2015) señala que este periodo estuvo
caracterizado por la conflictividad resultante de la toma de numerosas
facultades y de las movilizaciones estudiantiles, tanto en rechazo como en
apoyo a la designación de autoridades, lo que contribuyó a una polarización de
las opiniones en consonancia con las expectativas de transformación de las
universidades públicas.
Asimismo, se suspendieron temporalmente los trámites
requeridos para la creación de nuevas universidades, probablemente –agrego–
supeditados a la definición de un perfil acorde al proceso de transformación
político que comenzaba a acontecer en el país pero que, tal como apunta
Rodríguez (2015), comienza a permearse a partir de 1973 con excepciones que
autorizan la creación de las universidades de Entre Ríos, Jujuy y Santiago del
Estero (véase cuadro 1), entre otras.
En 1976 un nuevo golpe militar autodenominado “Proceso de
Reorganización Nacional”, que se prolonga hasta 1983, irrumpe como la más feroz
dictadura del continente, decapitando la universidad pública, controlando la
vida académica e incluso prohibiendo la circulación de libros (Godoy, 2017) y,
por lo tanto, de ideas y contenidos, restringiendo el ingreso de estudiantes
por mecanismos burocráticos como la instalación de cupos, la obligatoriedad de
los exámenes eliminatorios y el arancelamiento de trámites (Rodríguez y
Soprano, 2009) e incluso se cerraron carreras y se expulsó a profesores por su
orientación ideológica, persiguiéndolos junto a miles de estudiantes que hoy se
cuentan entre las víctimas detenidas-desaparecidas del genocidio de Estado.
Durante este periodo muchos de los rectores
“interventores” en representación del gobierno militar e incluso aquellos
civiles nombrados posteriormente y provenientes de la derecha más radicalizada,
impusieron nuevas restricciones a la autonomía (Rodríguez, 2014), impulsando
líneas de investigación “autorizadas” que fueron consistentes con los intereses
de la derecha conservadora y con la agenda científica estadunidense concentrada
en las ciencias básicas, lo que relegó, desalentó y desfinanció a las ciencias
aplicadas en un interés por consolidar un modelo económico agroexportador y,
sobre todo, prohibiendo la mayoría de temas provenientes de campos como la
sociología, la filosofía y la antropología social, entre otras disciplinas.
La docencia, además, se caracterizó por un formato transferencista cuyo propósito era la transmisión y
reproducción de contenidos que abrevan en un modelo de “neutralidad” incapaz de
promover –incluso– la discusión sobre aspectos disciplinares, con tal
verticalidad en las ideas, que se impedía expresamente cualquier manifestación
que pudiesen vincular los temas académicos con la política. En este escenario,
el conductismo (Skinner, 1979) se constituyó en el fundamento pedagógico de la
práctica docente, atravesado por una fuerte impronta homogeneizadora,
desarraigada e indiferente respecto del contexto social y de sus problemáticas:
una situación que posiciona a las universidades de principios de los años
ochenta como una institución de intramuros, acrítica y en la que no existe
lugar legitimado para la extensión en ninguna de sus expresiones. A pesar de
esto, muchos estudiantes y docentes desarrollaron en esta época una activa
militancia barrial de resistencia compatible con el rol social del conocimiento
académico que Fernández Varela, Piga y Tünnermann
(1981) describen como la misión teleológica de las universidades respecto de la
extensión, al vincularlas de forma indirecta con el proceso de transformación
social que venía gestándose en la región y que ha sido parte de la génesis de
la identidad latinoamericanista.
[BUENOS] AIRES DE DEMOCRACIA...
La vuelta a la democracia y el
inicio de la presidencia de Raúl Alfonsín, en 1983, se caracterizó por la
existencia de un clima social atravesado tanto por las tensiones resultantes de
las contradicciones y las condicionantes heredados de la dictadura militar,
como por las expectativas generadas por el restablecimiento del orden
constitucional. No es casual que las políticas implementadas por el gobierno
alfonsinista se debatieran entonces entre la necesidad de dar respuesta a la
multiplicidad de demandas acumuladas en el sector y las limitaciones para
introducir cambios en la universidad, como respuesta a la necesidad de no
alimentar la imagen de desconfianza que persistía en la academia tras los años
de intervención signados por la represión política, el oscurantismo ideológico,
las restricciones financieras y la situación de vaciamiento científico y
académico (Suasnábar, 2011).
Comienza entonces un proceso de restauración de las
funciones universitarias (Martinetto, 2008),
reabriendo aquellas carreras que habían sido suprimidas, eliminando las
restricciones al ingreso, ampliando los derechos estudiantiles, restituyendo la
legitimidad de los claustros, fomentando la discusión política y la reforma de
algunos planes de estudio, reincorporando a los profesores cesanteados,
sustanciando nuevos concursos docentes y restableciendo la autonomía tanto en
lo que respecta a la libertad de cátedra, como a la elección de los temas de
investigación. También se comenzó a impulsar la extensión y la recuperación
paulatina del rol de la política en la gestión.
Lejos de haber sido un periodo signado por innovaciones
de tipo legislativas, constituyó una etapa transicional que permitió restaurar
las condiciones preexistentes, incrementándose –según Langer (2010)– tanto el
número de establecimientos de educación superior no universitaria como la
matrícula universitaria –aunque de manera segmentada– en algunas carreras como
psicología, ciencias económicas, medicina y abogacía respecto de años
anteriores.
A su vez, la crisis heredada y agravada por el contexto
socioeconómico que atravesaba el país limitó considerablemente la contribución
financiera del Estado a las universidades públicas y, en consecuencia, el
aporte de estas al diseño de un proyecto de desarrollo científico y tecnológico
nacional. En este contexto muchos de los profesores reincorporados impulsaron
propuestas y debates conducentes a lograr una suerte de modernización y
reformas de la institución sobre la base de patrones internacionales en el
marco del desembolso de fondos provenientes de organismos externos asociados al
Programa de Reforma de la Educación Superior (Suasnábar,
2005), lo que significó una avanzada en relación con la cesión de autonomía
respecto de los estándares que vertebran el concepto de universidad global y
que tal como sugiere Tünnermann (2006) no sólo se acota a la economía sino
también a las finanzas, la cultura, la ciencia, la comunicación y la educación.
LA UNIVERSIDAD GLOBAL
El escenario de globalización que
se instaló poco tiempo después durante la presidencia de Carlos Menem, impulsó
nuevos debates en el seno de las universidades que, en el marco del llamado
consenso de Washington y del desembarco del neoliberalismo que comienza a
consolidarse en toda la región en la década de los años noventa, condujo a la
sanción de la polémica Ley de Educación Superior (les)
(Ley 24.521), una herramienta central en la reconfiguración de las
particularidades y tensiones que hoy definen al sistema universitario
argentino. Durante estos años, tal como se observa en el cuadro 1, se
incrementa el número de las universidades privadas en el país (Balbo, 2003),
con la necesaria adecuación de su oferta de formación académica a las demandas
del mercado y con la consecuente articulación entre estas y las públicas, en
una suerte de homeostasis que contribuyó a redefinir el modo en que se fueron
objetivando la diversidad de funciones que las definen, demarcando modos de
habitar la universidad como institución y maneras de contribuir a la
construcción y al sostenimiento de sus tradiciones.
En este marco, se pretendió que las universidades se
adecuaran a un modelo eficientista que fue respaldado
por la figura de un “Estado evaluador” donde la acreditación de carreras como
práctica de legitimación de la oferta académica y de certificación de la
calidad educativa, constituyó –y aún constituye– un instrumento de ajuste de
las funciones universitarias a las políticas estatales. En este sentido, la
masividad del ingreso, la calidad de la educación (estimada con base en la
relación existente entre los recursos económicos respecto del número de alumnos
y docentes) y la eficiencia en el egreso, constituyen algunos de los
indicadores que reverberan un debate en el que la revisión y la definición de
planes de estudios operan como elemento distractor de una tendencia hacia la
estandarización de los objetivos institucionales, que según Vargas Porras
(2002) impactan en una homogeneización de la currícula
de carreras y planes de estudio entre las diferentes instituciones y, por lo
tanto –agrego–, del perfil de los futuros egresados en relación con las
demandas del mercado, instalándose un tipo de conocimiento hegemónico que no
sólo responde a ciertos grupos de poder capaces de consolidar una única visión
del mundo, sino que contribuye a desvalorizar las singularidades con un fuerte
impacto en la renuncia a la crítica como hábitus y a la naturalización de ciertas posturas
en el sentido común de los futuros profesionales y, por lo tanto, de la
sociedad.
La les ha contribuido a lo largo de estos
años a fomentar en la comunidad académica el imaginario acerca de la violación
de la autonomía (Tiscornia, 2009), ubicando en el
centro de la resistencia y de las transformaciones institucionales a los
claustros en ejercicio del cogobierno, a pesar de que este proceso de
acreditación y autoevaluación enmascara una profundización del control del
Estado sobre la academia. Según Araujo (2014), se habilitó la creación de un
mercado de servicios de evaluación bajo la figura de agencias privadas con
funciones similares a las de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación
Universitaria (Coneau) que,
finalmente, se constituyó en Argentina como el único organismo con injerencia
en la acreditación y que no sólo es un ente descentralizado con participación
democrática en su constitución, sino que delega este ejercicio en los propios
académicos que de esta manera se convierten en evaluadores de sus propios
pares, un ejercicio que se ha ido naturalizando como parte de las tradiciones
de un sistema que es meritocrático por excelencia (Vessuri
et al, 2014).
Paradójicamente, y a pesar del resistido rechazo de una
parte de la comunidad universitaria a las políticas de evaluación, muchos de
estos procesos promovieron cambios positivos respecto de algunas prácticas como
la investigación, la docencia o la extensión –que explícitamente aparece como
función relevante en la letra de la ley–, al fomentar programas de incentivos a
la investigación e instancias de capacitación y formación docente.
La les también avaló y fomentó otras
prácticas que en poco tiempo se incorporaron a la rutina de la vida académica
como la transferencia de conocimientos al sector productivo (Juarros, 2005) y
los servicios a terceros, la autogestión financiera a través de contratos con
empresas privadas (Juarros y Naidorf, 2007) y la
modificación periódica de los planes de estudio, aunque una de las visiones más
críticas al respecto, sostiene que la reformulación de planes de estudio ha
estado orientada a fomentar un paulatino vaciamiento de contenidos en la
formación de grado en beneficio de un posgrado arancelado con énfasis en la
adecuación del perfil profesional a las demandas coyunturales del mercado
laboral y regulando, de manera indirecta, el mercado de ofertas formativas
existente entre las universidades estatales y las privadas.
Suasnábar (2005) asegura que estas reformas impuestas durante el menemismo responden
a una agenda regida por el Banco Mundial –y en última instancia por las
políticas regionales del Fondo Monetario Internacional (fmi)– que han constituido una pieza central de
un proceso de deslegitimación de la universidad pública orientado a construir
un sentido común en torno a la intención de permitir y de avalar el
arancelamiento de las universidades bajo la figura de la equidad (que es
incluida en la letra de la les) y no de la
gratuidad, en consonancia con el clima de época neoliberal que pone énfasis en
los proyectos individuales, en detrimento de los colectivos.
En este contexto se promovió el fortalecimiento del
vínculo con empresas privadas, a través de la transferencia de conocimientos en
tecnología y servicios, entendida como una suerte de extensión del conocimiento,
aunque esto no representó otra cosa que la mercantilización de ese conocimiento
bajo la falacia de que el bienestar social está directamente asociado al de las
empresas (Langer, 2010), y por lo tanto al desarrollo de sectores concentrados
que terminarían “derramando” ese estado de bienestar en la población.
La naturalización de esta posición respecto de la misión
social de la universidad, además, fomentó un total desconocimiento del
propósito setentista de la extensión universitaria
basado en una lógica teleológica (Serna Alcántara, 2007) enfrascada en incidir
directamente en el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad en
consonancia con las luchas de los movimientos sociales.
El posicionamiento mercantilista en relación con la universidad,
entendida esta como “empresa de servicio”, terminó por desvincular
simbólicamente a muchas instituciones de su función social transformador,
reduciendo la extensión a tareas de asesoramiento bajo la figura de la
responsabilidad social (Vallaeys, 2008) e imponiendo
en la práctica una suerte de cesión de autonomía debido a que las decisiones
respecto de muchas actividades académicas terminan siendo condicionadas por
decisiones del directorio de aquellas empresas que las financiaban (Kicillof,
2006) y no por sus consejos académicos o directivos.
EMBATES DE LA OTRA CRISIS
El fin del menemismo desembocó en
un deterioro económico y social que se agudizó notablemente durante el gobierno
de la Alianza bajo la presidencia de Fernando de la Rúa, como resultado de la
profundización de las políticas neoliberales; el saldo: una crisis sin
precedentes con la detonación de la economía, el embargo por parte de los
bancos del dinero de sus ahorristas, una inusitada sucesión de presidentes que
asumen y se remplazan de manera consecutiva en una misma semana, el aumento
desproporcionado de indicadores como el “riesgo país” ante la declaración del default realizada por el presidente Rodríguez Saá –quien renuncia pocas horas después– respecto del pago
de una deuda inconmensurable, resultante del sostenimiento artificial de la
paridad monetaria heredada del menemismo y, finalmente, de una crisis
institucional imparable que condenó a la pobreza al 57.5% de la población y a
la indigencia a un 27.5 por ciento.2
Esta coyuntura afectó severamente a las universidades
públicas debido al enorme recorte presupuestario realizado por parte del
Estado, lo que promovió la resistencia de gran parte de la comunidad académica
y un profundo debate respecto de la relevancia de las universidades en la
sociedad con un aumento de la conflictividad social.
La situación sumió a las universidades nacionales en un impasse que postergó definitivamente algunos intentos
sutiles de reforma, con base en propuestas tales como el acortamiento de las
carreras, el desdoblamiento del grado en un ciclo básico y uno especializado
sustentado en un sistema de créditos y la imposición de un modelo que
favoreciera la movilidad estudiantil entre diferentes instituciones (Suasnábar, 2005).
Esta realidad impactó sustancialmente en algunas de sus
funciones centrales, siendo una de las más afectadas la investigación
científica, resquebrajada por la falta de presupuesto y la docencia de grado y
posgrado, debido a que se sacrificaron gran parte de los contenidos prescritos
en los programas y planes de estudio en favor de clases públicas centradas en
el debate de la situación coyuntural en defensa de la educación pública y
gratuita, un hecho que en cierta medida contribuyó a recuperar algunas de las
tradiciones de las universidades respecto de su función social y política.
En este contexto, la extensión ocupó un papel central,
convirtiéndose en una herramienta de trabajo solidario, de acompañamiento a los
sectores más castigados por la crisis y en una forma de vincularse
objetivamente –desde la academia– con las necesidades de la comunidad local en
la que se insertan, aportando estrategias innovadoras de abordaje en torno a
algunos de los problemas concretos existentes en el territorio. Esto contribuyó
a fortalecer un modelo de extensión que comienza a despegarse del modelo
difusionista y que contribuyó a replantear un debate hacia el interior de las
unidades académicas, que derivó en una profunda discusión en torno a los modos
de objetivar sus prácticas. Con ello se definieron propósitos y expectativas
muy diversas tanto por parte de las universidades como de la comunidad que –por
primera vez– comienza a ser tomada en cuenta respecto de la definición de las
estrategias institucionales.
UN NUEVO CONTRATO...
Tras un breve periodo de
transición acontecido entre los años 2002-2003 bajo la presidencia del doctor
Eduardo Duhalde, y durante el cual las universidades lograron sostenerse en
medio del proceso devaluatorio de la moneda, la falta de financiamiento y la
administración de la crisis social, llega a la presidencia de la nación lo que
autores como García (2016) han dado en llamar una disrupción histórica,
encarnada por un proceso nacionalista y popular que irrumpe en medio de la crisis
socioeconómica con la figura casi desconocida del entonces gobernador de la
provincia de Santa Cruz, el doctor Néstor Kirchner.
Durante el kirchnerismo, periodo que incluye tanto la
presidencia del doctor Néstor Kirchner (2003-2007) como los dos mandatos
consecutivos (2007-2015) de la doctora Cristina Fernández de Kirchner, el
sistema universitario comenzó a fortalecerse paulatinamente en consonancia con
la recuperación económica del país tras la renegociación y cancelación de gran
parte de la deuda externa. En este periodo se incrementó notablemente la
matrícula en respuesta a la creación de ocho universidades privadas y 17
universidades públicas nacionales (véase cuadro 1) situadas en el interior del
país y en el conurbano bonaerense.
Al respecto, Marquina y Chiroleu
(2015) discuten el mapa universitario en relación con la ubicación de las
nuevas instituciones y aseguran, al referirse a la concentración existente en
el conurbano bonaerense, que son pocas las que adscriben a una estrategia de
localización geográfica, sugiriendo que responden a las demandas de los
caudillos políticos o referentes territoriales, aunque no es menor el dato
–como insumo para el análisis– que es precisamente el conurbano una de las
localidades de la geografía nacional con mayor densidad poblacional, por lo
cual la cercanía a este tipo de instituciones ha posibilitado el acceso de
jóvenes provenientes de las clases trabajadoras a la educación superior y a la
acumulación de capital simbólico, siendo que muchas veces la oferta formativa
contribuye a jerarquizar profesiones de gran demanda y con salida laboral
inmediata por su relevancia coyuntural.
También, durante este periodo, muchos jóvenes pudieron
acceder a financiamiento del programa prog.r.es.ar,
o de programas como podes (destinado a estudiantes con
discapacidad o de extracción indígena) o a matricularse en carreras de interés
para el desarrollo nacional a través de las becas del Bicentenario (pnbb), lo que representó un
mayor acceso a los estudios superiores de quienes constituyen la primera
generación de universitarios en su entorno familiar.
Durante este periodo se promovió el giro de fondos a
diversas universidades del país, a través de mecanismos de asignación –por
concurso– de pequeños presupuestos que si bien representó una gran dispersión
de recursos (García de Fanelli, 2008) contribuyó al
sostenimiento y al desarrollo de numerosos proyectos y programas de
investigación y de extensión en muy diversas unidades académicas y equipos de
trabajo. Esta política de acceso a financiamiento descentralizado, definida
como una estrategia de “ventanillas múltiples” (Chiroleu,
2018), contribuyó a fomentar en los últimos años la promoción de las diversas
funciones que configuran la vida académica y en consecuencia una mayor
diferenciación de las instituciones en relación con sus prácticas.
Si bien la mayoría de las unidades académicas se abocaron
como función constitutiva a la docencia, desplegando múltiples estrategias para
garantizar el ingreso, la equidad en la nivelación de los trayectos formativos
y la permanencia en la matrícula (Gorostiaga et al., 2017), debido a los altos
índices de abandono en los primeros años como resultado del impacto de la
desigualdad social (Arias et al., 2015), muchas de ellas también han
desarrollado estrategias eficaces de inserción territorial bajo figuras como el
Consejo Social, en respuesta a demandas concretas de la comunidad a través de
un contacto directo y sostenido con los gobiernos locales (García de Fanelli, 1997), que lejos de representar una cesión de
autonomía constituyó una consustanciación progresiva con las problemáticas
locales que fomentó el desarrollo de nuevas líneas de investigación y,
fundamentalmente, de proyectos de extensión universitaria in
situ como estrategias de intervención territorial y de aprendizaje
situado.
A pesar de estas innovaciones, que también incluyeron un
incremento del financiamiento destinado a obras con una considerable expansión
del patrimonio edilicio de las universidades públicas materializado en reformas
y nuevos edificios de aulas, laboratorios de investigación y campus
universitarios, la crítica más importante al gobierno nacional –desde el
sector– estuvo relacionada con un reproche casi generalizado por no impulsar
una modificación a la les, tanto en relación con las
exigencias de la evaluación externa y la acreditación de carreras, como por
aquellos artículos que entienden a la educación como un servicio y no como un
derecho, enarbolando la equitatividad en el acceso a la educación en lugar de
su gratuidad.
Algunos de estos aspectos han sido recientemente
corregidos por la llamada ley Puiggrós (Ley 25.573) que, promulgada en 2015,
representó una manera de saldar “cuentas pendientes”. La Ley enfatiza en la
concepción de la educación universitaria como un derecho irrestricto y destaca
la importancia de su pluralidad, resaltando como una prioridad la formación de
profesionales responsables con espíritu crítico, reflexivo, ético y con
sensibilidad social. También sostiene la autonomía académica e institucional en
lo concerniente a la formulación de los planes de estudio, los proyectos de
investigación científica y de extensión, así como los servicios a la comunidad,
incluyendo la enseñanza de la ética profesional y la formación y capacitación
sobre la problemática de la discapacidad. Uno de los aspectos a destacar
respecto de la modificación de la les es que el
proyecto de ley expresa el espíritu de las demandas de la academia y es
resultado de los consensos alcanzados a través de las diversas asambleas interclaustros realizadas en la mayoría de las
universidades nacionales del país.
CAMBIO DE RUMBO...
Si bien el triunfo electoral del
macrismo como proyecto político de restauración neoliberal ha mantenido algunos
compromisos asumidos durante el kirchnerismo con las universidades públicas,
los últimos años se han caracterizado por un notable deterioro en el desarrollo
de los programas de investigación y de extensión que es resultado, por una
parte, del impacto que el programa económico ha generado en la sociedad y, por
otra, del poco compromiso que el gobierno ha demostrado con la educación
pública. Estos se traslucen de las declaraciones que tanto el presidente de la
nación, el ingeniero Mauricio Macri, como la gobernadora de la Provincia de
Buenos Aires, licenciada María Eugenia Vidal, han realizado en diferentes
intervenciones respecto de las universidades públicas y que vienen acompañadas
de una reducción en las asignaciones presupuestarias que son parte del ajuste
implementado como respuesta a las exigencias devenidas de la toma de créditos
por parte del gobierno con el Fondo Monetario Internacional.
Algunos discursos que han intentado perfundir en la
sociedad apuntan a reinstalar la discusión respecto del gasto público destinado
a las universidades en función de la eficiencia en el egreso, como si las
universidades fuesen una “fábrica de producir” profesionales que deben
graduarse en el menor tiempo posible para satisfacer un mercado que,
paradójicamente no demanda –como resultado de las propias políticas de
gobierno– mano de obra calificada.
La polémica intenta redirigir nuevamente la discusión
hacia la construcción de un sentido común en torno a una universidad elitista
con una matrícula más acotada, que demanda un menor presupuesto y que con base
en este, se ve requerida a reajustar temas de investigación, obligando –en
consecuencia– a sus investigadores a reconfigurar líneas de trabajo en busca de
subsidios provenientes del exterior que los “obliga” a trabajar en temas que
muchas veces son ajenos a la realidad nacional y que, indirectamente, terminan
por retraer el tímido proceso de descolonización, que pudo haberse iniciado
años atrás y que tal como sostiene Castro Gómez (2007), no sólo debería incluir
a la episteme o las tradiciones ancladas a la
historia de las disciplinas, sino también a la estructura “arbórea” que la
conforma y en la que anida su andamiaje administrativo jerárquico.
LÍMITES EN LA PRÁCTICA ACADÉMICA...
De las líneas anteriores podría
extraerse la idea de que la historia de las universidades argentinas ha sido
también la historia del modo en que se han ido objetivando las funciones académicas
y se han ido consolidando como objetivos constitutivos de sus estatutos como
parte de un proceso de diferenciación que ha ido aconteciendo en cada una de
las instituciones en el marco del ejercicio de la autonomía, un concepto que
representa los más altos ideales académicos y que aglutina a las diferentes
fracciones que constituyen cada uno de sus claustros, aun en medio de la
polémica acerca de la función social de estas instituciones y de las tensiones
que puedan existir entre las diferentes tribus (Becher, 1993) que en ella
coexisten, del hábitus
propio de las disciplinas nativas de los académicos (Bourdieu, 2008) y del
contexto en que estas prácticas se explicitan.
Estas tradiciones han contribuido a instituir diversos
modos de entender la práctica y de reproducirla; en este sentido, la
metodología ha sido uno de los elementos definitorios en la distinción entre
docencia, investigación, extensión o transferencia.
El objeto de conocimiento, y en especial la hegemonía de
ciertas prácticas procedimentales hacia el interior del campo de la
investigación, también han contribuido a instalar ciertos prejuicios respecto
de la legitimidad del conocimiento, en relación con su naturaleza e incluso en
la delimitación entre las llamadas ciencias formales y fácticas; y, dentro de
estas, entre las ciencias naturales, exactas y las sociales o entre las básicas
y aplicadas, con el prestigio diferencial que –al menos en el país– han logrado
acumular unas y con la demonización que otras han experimentado, en particular
durante las etapas más oscuras de la historia argentina y sudamericana.
Pareciera entonces que la investigación ha constituido
una práctica de excelencia que otorga prestigio a quienes la desarrollan y, por
supuesto, a aquellas universidades que la financian, aunque claramente esta
posibilidad de financiamiento y de distribución diferencial del mismo hacia el
interior de las instituciones depende de diferentes factores coyunturales entre
los que se imponen las políticas estatales para el sector, en relación con la
distribución del presupuesto, es decir, con la gravitación que este tiene
especialmente en las universidades públicas.
Uno de los aspectos que ha operado como descriptor y
límite entre las prácticas académicas ha sido la producción de conocimientos.
La investigación se ha arrogado este atributo, relegando a la extensión y a la
docencia a habitar un imaginario donde sólo es posible la transferencia de un
conocimiento legitimado académicamente, que es traducido a formatos
comprensibles ya sea para un estudiantado en formación o para la generalidad de
la sociedad. No obstante, ni la docencia es transferencia pasiva de saberes
disciplinares, ni la extensión puede reducirse a la divulgación científica, en
tanto que la transferencia como concepto tampoco se restringe a los procesos de
transposición de saberes, sino que constituye otra de las funciones de las
universidades (Langer, 2010) que, por otra parte, ha adquirido en los últimos
años mayor relevancia –probablemente– por su impacto en el desarrollo tecnológico.
Los límites que en algún momento fueron imponiéndose y
caracterizando cada una de estas prácticas, hoy comienzan a solaparse, ya sea
por la diversificación de las funciones mismas en el modo en que se objetivan o
porque los docentes, además de impartir clases, investigan en un tema en
particular, relacionado con la materia que enseñan y en muchos casos se
involucran en proyectos de extensión que se desarrollan en el territorio, en
actividades de divulgación o en procesos de transferencia tecnológicas y
asesoramiento al sector productivo.
No es objeto del presente trabajo establecer una
exhaustiva taxonomía de las prácticas académicas, aunque en el análisis de los
casos puntuales existen aspectos que permiten definirlas indubitablemente y
otros en los que las fronteras entre investigación y extensión –por citar un
ejemplo– no son tan claras ya sea porque los problemas del territorio
configuran preguntas a resolver con metodologías diversas o porque los
resultados de las investigaciones son trasladados a otros contextos de
aplicación o constituyen un punto de partida para el trabajo territorial, la
divulgación científica o la actualización de contenidos en el aula.
Esta idea de que algunos límites puedan desdibujarse o
que al menos las fronteras entre las funciones –tal como han sido impuestas por
las tradiciones– puedan ser permeables y dúctiles, es un proceso emergente de
la propia complejidad de la práctica académica y de la perspectiva
constructivista que comienza a incorporarse, tanto desde el concepto de
conocimiento pluriuniversitario que introduce Sousa
Santos (2007), como en la génesis de lo que se ha dado en llamar las prácticas
integrales (Kaplún, 2016), siendo que la integración
de saberes de diversa naturaleza y de metodologías de trabajo, no sólo abarca
un enfoque multidisciplinar en la lectura de la realidad, sino también una
legitimación del rol de la (inter)subjetividad en la construcción de un
conocimiento que es y ha sido multidimensional por naturaleza, aun cuando fuera
fragmentado en los albores del racionalismo como estrategia asociada a la
comprensión de los problemas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Tal como hemos visto, podría
afirmarse entonces que la historia de las universidades argentinas y de los
modos de habitarla, no puede desvincularse de la historia nacional, ni de los
avatares de la economía ni de las decisiones políticas de las diferentes
administraciones bajo las cuales subyacen concepciones ideológicas que dan
cuenta de un determinado modelo de país.
La profesión académica y en consecuencia su identidad –o
las diversas identidades que la constituyen– no ha sido ajena a esta dinámica,
de modo que los límites entre cada una de las funciones explícitas de las
universidades –y entre cada una de las instituciones– se han ido configurando
dialécticamente como resultado de estos contextos y de los modos en que las
tradiciones han logrado instituirse, diferenciarse, perpetuarse y/o
transformarse, como parte de un proceso de construcción de sentido que en la
actualidad propende a diluirlos en favor de la integralidad de una práctica que
no puede escindirse del escenario en el que se encuentra inmersa.
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1 El Manifiesto Liminar constituyó el documento oficial que resume las
demandas de la llamada “Reforma Universitaria” acontecida en la Universidad
Nacional de Córdoba (Argentina) el 21 de junio de 1918. Su influencia en las
universidades latinoamericanas es notable, constituyendo la base de todos los
movimientos reformistas posteriores.
2 indec (2002). Incidencia de la Pobreza y de la Indigencia en los aglomerados
urbanos. Informe de prensa. Los datos son medidos a través de la Encuesta
Permanente de Hogares (eph),
realizada en octubre de 2002 en 31 aglomerados urbanos del país, que cubre el
total de los aglomerados con más de 100 000 habitantes en todas las capitales
de provincias.