10.18234/secuencia.v0i108.1761
Artículos
¿Seremos los verdugos
de nuestros propios hijos?
La comisión de vacunación
en el Puerto de Veracruz, 1816-1817
Will We Be the Executioners
of our Own
Children?
The Vaccination Commission
in the Port of Veracruz,
1816-1817
José Luis Galván Hernández1 *, 0000-0002-6139-6569
1Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México jgalvan@institutomora.edu.mx
Resumen:
El objetivo de esta investigación es generar un primer
acercamiento al funcionamiento y recepción de las campañas de vacunación
establecidas en Nueva España a inicios del siglo XIX
tras la expedición del médico Balmis, quien dio a conocer la vacuna de la
viruela en los territorios de la monarquía católica. El mayor hallazgo de esta
investigación reside en evidenciar la buena recepción que las campañas de
vacunación tuvieron en el puerto de Veracruz durante el bienio 1816-1817, el
trabajo de las autoridades locales para administrar el nuevo método de
inmunización y su importancia en el contexto de la guerra de Independencia. En
este sentido, la investigación abre el camino para que futuros trabajos se concentren
en la organización y alcance territorial de estas campañas de vacunación
durante el periodo de la guerra que dio fin al virreinato e identificar si
tuvieron continuidad durante las primeras décadas del México independiente.
Palabras clave: viruela; vacuna; Nueva España; guerra de Independencia; medicina.
Abstract:
The purpose of this research
is to create an initial approach to the operation and reception of the
vaccination campaigns established in New Spain at the beginning of the 19th
century after the expedition by doctor Balmis, who
introduced the smallpox vaccine into the territories of the catholic monarchy.
The greatest finding of this research is the good reception vaccination
campaigns enjoyed in the port of Veracruz during the biennium 1816-1817, the
work of local authorities to administer the new immunization method and its
importance in the context of the War of Independence. In this respect, the
research paves the way for future studies to focus on the organization and
territorial scope of these vaccination campaigns during the period of war that
ended the viceroyalty and to determine whether they continued during the early
decades of independent Mexico.
Key words:
smallpox; vaccine; New Spain; war of Independence; medicine.
Recibido: 20 de junio de 2019 Aceptado: 06 de septiembre
de 2019
Publicado: 21 de julio de 2020
El 16 de abril de 1813, Francisco Hernández, subdelegado
del Tribunal Nacional del Protomedicato, recibió a un paciente en el Hospital
Nacional de Veracruz. El enfermo presentaba costras además de algunas
erupciones con pus que alertaron al facultativo, y al notar que el hombre no
era vecino de la ciudad le preguntó de dónde venía. El enfermo comentó que era
parte de la tripulación del barco Miño que días antes había llegado a Veracruz
con tropas del ejército realista destinadas a la región de Perote. De inmediato
el médico notificó a las autoridades de la Junta Superior de Sanidad de
Veracruz para que tomaran cartas en el asunto. Al día siguiente se presentó en
el hospital un segundo enfermo y fue el inicio de una gran preocupación entre
las autoridades del Ayuntamiento; una vieja conocida volvía a presentarse en el
territorio novohispano: la viruela.1
Aunque hay indicios de que la enfermedad existió desde la
antigüedad en partes de África y Asia (Kotar y Gressler, 2013, pp. 3-8),2
en Europa se tienen registros claros de casos de viruela desde el siglo vi (Valdés Aguilar, 2010, pp. 27-28). Centurias más
tarde las exploraciones europeas al continente americano cambiaron
drásticamente el ecosistema, se introdujeron plantas y animales que eran
desconocidos, las poblaciones se relacionaron de distintas maneras y las
enfermedades europeas causaron estragos en aquellas sociedades que nunca habían
tenido contacto con estos padecimientos (Crosby, 1991). Específicamente sobre
el territorio que dio lugar al virreinato de Nueva España, la referencia más
antigua sobre la viruela se encuentra en la crónica de Bernal Díaz del Castillo
(1929, p. 224), quien refiere que el primer enfermo fue un esclavo “que fue
causa de que se pegase e hinchase toda la tierra de ellas, de la cual hubo gran
mortandad, que según decían los indios, jamás tal enfermedad
tuvieron”.
Los trabajos historiográficos sobre el impacto de la
enfermedad, desde que se conoció en el territorio en el siglo XVI y hasta los años cincuenta del siglo XX –cuando se erradicó–, son muy variados y es posible clasificarlos
en dos grupos. En el primero se concentran aquellos trabajos que han estudiado
las epidemias producidas antes del descubrimiento de la vacuna,3 mientras que en
el segundo grupo se pueden agrupar estudios relativos a epidemias de viruela
acaecidas tras la introducción de la vacuna, así como a las distintas campañas
de vacunación que tuvieron por objetivo, durante gran parte del siglo XIX, contener el padecimiento y que tomaron una
verdadera conciencia de erradicación hacia los años cuarenta y cincuenta del
siglo XX.4
En este sentido, Cramaussel (2010) ofrece un trabajo
excepcional para el estudio de la viruela en México debido a que la obra, en
tres volúmenes, reúne una gran cantidad de estudios relativos a las epidemias
suscitadas antes y después de la introducción de la vacuna.
Los trabajos relativos a los siglos XVI y XVII son muy pocos
debido a la dificultad metodológica para identificar el impacto directo de la
enfermedad en el descenso poblacional de aquellos años. No obstante, existen
aportaciones clásicas respecto a los estragos causados por las primeras
epidemias de viruela experimentadas en el territorio (Fournier, 1982, pp. 249-257)
y estimaciones sobre el impacto demográfico de la enfermedad en los siglos
referidos (Bustamante, 1982, pp. 67-93). En contraste, el mayor número de
investigaciones en torno a la viruela en Nueva España se han concentrado en la
centuria borbónica.
El siglo XVIII novohispano
se ha estudiado con gran interés desde la perspectiva de un pujante crecimiento
económico, resultado de una serie de medidas implementadas a lo largo de todo
el siglo y que tradicionalmente se han conocido como Reformas Borbónicas.5 En ese sentido,
estudios relativos al impacto de las enfermedades en la composición demográfica
también han centrado su atención en dicho siglo, donde la presencia de viruela,
tifo, sarampión, sífilis y tuberculosis fueron determinantes en la
configuración poblacional por periodos y regiones específicas del virreinato.6 La razón de estas
investigaciones reside en que durante el siglo referido se sucedieron varias
epidemias de viruela que causaron grandes estragos entre la población,
identificadas en los periodos 1762-1764; 1768-1770; 1778-1782, y 1795-1799 (Cramaussel, 2010). En gran medida estos trabajos se valen
de la constancia documental relativa a los estragos producidos por estos
padecimientos, que han permitido reconstruir su impacto a nivel demográfico,
social y económico.
El tránsito hacia el siglo XIX
no fue ajeno a los padecimientos que de manera recurrente azotaron a la
población novohispana. Sin embargo, el nuevo siglo introdujo un método que no
solamente prevenía el contagio de viruela, sino que también servía como
inmunizante permanente. A partir de ese momento las sociedades tuvieron una
forma de protegerse contra la viruela; no obstante, el proceso de aceptación de
la vacuna fue paulatino y la eventual erradicación de la enfermedad se produjo
hasta mediados del siglo XX.7 En este sentido,
los estudios relativos al comportamiento del padecimiento tras el uso extendido
de la vacuna, los brotes epidémicos que no pudieron anticiparse pese al nuevo
método de inmunización y el desarrollo de campañas que tuvieron por objetivo
erradicar la enfermedad pueden reunirse en un segundo grupo, muy distinto a los
trabajos referidos para los siglos XVI, XVII y XVIII.8
Empero, el tránsito de los viejos métodos para contener
la viruela a la propagación de la vacuna ha recibido poca atención en la
historiografía dedicada al estudio del padecimiento. Si bien existen abundantes
trabajos sobre la expedición filantrópica del médico Francisco Xavier de
Balmis, encargado por Carlos IV para llevar la vacuna al continente americano,9 carecemos de
estudios específicos sobre las primeras comisiones de vacunación establecidas
en el territorio. En gran medida la dificultad de estudiar el periodo que va de
la entrada de la vacuna al virreinato en 1804, hasta la independencia en 1821,
está acentuada por la dislocación que sufrió el territorio a causa de la guerra
civil novohispana.10 Así, considero
que para entender el grado de aceptación de la vacuna y la gestación de una
incipiente consciencia de prevención en la otrora sociedad novohispana, es
necesario reforzar nuestro conocimiento sobre dicho periodo.
En consecuencia, las preguntas que rigen esta
investigación son las siguientes: ¿de qué manera se aplicó la vacuna tras su
llegada al virreinato?, ¿cómo se convocaba a la población para que asistiera a
vacunarse?, ¿cuál fue el grado de efectividad de la vacuna?, ¿cómo se
resguardaba y transportaba? Para resolver estas interrogantes se ha seleccionado
un periodo concreto de aplicación de la vacuna en Veracruz (1816-1817). Si bien
el periodo referido se sitúa cuando la insurgencia ya no era considerada una
amenaza, permite vislumbrar las consecuencias de la guerra y da cuenta de la
manera en que las autoridades virreinales se organizaron para establecer una
comisión permanente de vacunación con miras a prevenir una epidemia como la
ocurrida en 1813.
La investigación se presenta en cuatro secciones: al
inicio una sucinta descripción sobre lo que fue la viruela, las formas de
contagio y los métodos de prevención que existían antes de la vacuna. La
segunda sección se concentra en el descubrimiento de la vacuna por el inglés
Edward Jenner, la introducción del nuevo método preventivo en Nueva España,
como resultado de la expedición del médico Francisco Xavier de Balmis, y los
reglamentos emitidos para establecer comisiones de aplicación en el territorio.
La tercera sección abunda en el estudio de caso: la
manera en que la comisión de vacunación operó en el puerto de Veracruz en los
años 1816 y 1817; para ello se analizan las actas de vacunación emitidas por
las autoridades de la comisión.11
A partir de estas actas se ha identificado la cantidad total de vacunados en el
periodo referido, la manera en que se aplicó la vacuna, los lugares donde se
vacunaba y los rangos de edad de los inmunizados. Para un tratamiento adecuado
de la información se han generado dos categorías para reunir a los vacunados:
de cero a doce meses y de doce meses en adelante. Esta división responde a que,
según Harrison (2002, p. 1310), antes de los doce meses se considera que el
sistema inmunológico no está del todo listo para adecuarse por completo a la
vacuna. Sin embargo, en el periodo estudiado los desarrollos médicos ignoraban
esta condición y la edad resultaba indiferente en la aplicación de la vacuna.
Como se verá, la mayor cantidad de vacunados se situó en la primera categoría
(de cero a doce meses) y esto es un reflejo de la percepción que se tenía sobre
la nueva medida preventiva. Además, para ejemplificar el impacto de la campaña,
esta sección también incluye un plano de la ciudad de Veracruz en el que se
resaltan los lugares en que se aplicaron las vacunas.
En la cuarta sección se exponen los resultados del
estudio de caso, algunas consideraciones sobre el tema presentado y se
mencionan vetas de exploración para futuras investigaciones que aporten más
detalles sobre la conformación de una conciencia preventiva a inicios del siglo
XIX, así como nuevos elementos para comprender el
proceso de profesionalización de la medicina en México desde sus primeros años
independientes.
La enfermedad y su prevención antes de la vacuna
La viruela que azotó a la
humanidad desde la antigüedad y hasta finales de los años setenta del siglo XX fue una enfermedad que únicamente afectaba a los
humanos (Valdés Aguilar, 2010, p. 28). Era causada por un virus llamado variola que
pertenece a la familia de los poxvirus del género orthopoxvirus. Esto quiere
decir que existen otros tipos de virus de viruela que afectan a ciertos
animales como el mono, el perro, el conejo y la vaca, pero que no infectan a
los humanos de la misma forma que la viruela del virus variola. Es importante
mencionar que el organismo que se infecta de viruela puede recuperarse y
desarrollar inmunidad permanente, mas no absoluta (Valdés Aguilar, 2010, p. 30).12
El epidemiólogo Rafael Valdés Aguilar (2010) menciona que
cuando una persona contrae el virus, la enfermedad se desarrolla en cuatro
periodos:
1) Periodo de incubación: de siete a 17 días en los
cuales la persona contagiada no presenta síntoma alguno y el virus no se ha
desarrollado por completo, situación que hace que en esta fase el portador no
sea contagioso para otros.
2) Periodo prodrómico o sintomático inicial: de dos a
cuatro días en los que aparecen los primeros síntomas que consisten en
escalofríos, fiebre, dolores musculares, náuseas, vómito, diarrea y delirio.
Estos síntomas se acompañan de una erupción rosada, distinta a las póstulas que
surgen en la siguiente fase. Del tercero al cuarto día estos síntomas se
alivian y en esta fase es poco probable que el enfermo sea contagioso.
3) Periodo eruptivo o de contagio: en esta fase surgen
erupciones en la lengua y la boca como manchas rojas que se transforman en
póstulas que revientan y diseminan el virus en boca y garganta. A la par surgen
erupciones en la piel, primero en la cara, que se extienden por brazos,
piernas, pies y posteriormente en el resto del cuerpo. Al tercer día del
surgimiento las erupciones se convierten en abultamientos. Al cuarto día se
llenan de un líquido espeso (se convierten en póstulas) y presentan un hundimiento
en el centro. En este periodo regresa una fiebre elevada y eventualmente las
póstulas se secan para formar costras que causan molestias al enfermo.
4) Periodo de resolución: después de tres semanas de
iniciada la erupción las costras que se han secado se desprenden del cuerpo,
aunque se presenta un alivio general la persona sigue siendo contagiosa hasta
que se desprende la última costra.
Superado el último periodo la persona recuperada presenta
inmunidad durante el resto de su vida. Aunque la enfermedad variaba de persona
a persona, los más vulnerables y propensos a morir en el desarrollo fueron los
infantes y los ancianos. Además, Harrison (2002, p. 1316) señala que la media
estimada de mortalidad que presentó la enfermedad se colocó en 30%. Un aspecto
importante es que la enfermedad no tenía cura, únicamente había remedios para
atenuar las molestias del enfermo, esperar a que su cuerpo respondiera
favorablemente y se recuperara del virus. Sin embargo, hasta antes del
descubrimiento de la vacuna existía una forma de prevenir el desarrollo pleno
de la enfermedad y conseguir la inmunidad que protegiera de futuros contagios.
El remedio en cuestión se conoció y realizó de distintas maneras, pero la más
extendida de ellas se llamó inoculación.
La inoculación fue un método que consistía en diseminar
el virus debilitado entre personas sanas para que desarrollaran inmunidad y no
enfermaran ante el surgimiento de algún brote de viruela. El origen de esta
técnica es incierto y posiblemente se conoció en distintas partes del mundo
durante diversos momentos; sin embargo, se reconoce que la técnica llegó a la
medicina europea en 1717 a través de Lady Montagu (esposa de Wortley Montagu, embajador inglés en Constantinopla),
debido a que durante su estancia en el imperio Otomano decidió inocular a su
hijo y a su regreso a Inglaterra compartió el método con médicos de la Corte
(Williamson 2007, p. 5). Aunque en la época existían distintas explicaciones
para sustentar la efectividad del método, simplemente se trataba de un contagio
premeditado con un virus debilitado extraído de algún enfermo. La obtención del
virus se hacía por medio de las pústulas; se recolectaba el líquido que
contenía el virus y mediante incisiones en los brazos de personas sanas se les
diseminaba la enfermedad, que desarrollaban en días posteriores, aunque con
menor intensidad. De esta forma, la inoculación permitía contagiarse de viruela
con menor riesgo de muerte y desarrollar la inmunidad que protegiera de por
vida a la persona.13
La inoculación fue ampliamente recibida por la medicina
europea del siglo XVIII y se utilizó para contener
epidemias de viruela en determinados momentos (Espinoza Cortés y Miranda
Ocampo, 2010, pp. 71-92; Trejo Moreno, 2016). Es necesario aclarar que no se
trató de un método exclusivo ya que existían otros para lidiar con los
contagiados, desde el uso de “polvos” para atenuar los síntomas, sangrías para
nivelar los humores del cuerpo, inhalación y enjuagues con mercurio, hasta
cuarentena con el objetivo de evitar contagios masivos en los poblados (Gil,
1784, pp. 45-55). A estos métodos se sumaron instrucciones específicas para el
tratamiento de los enfermos, entre ellas destacan el uso de batas de lienzo,
evitar contacto con el paciente, así como con los utensilios con los que haya
tenido contacto, tener cuidado de limpiar las costras que fuera desprendiendo y
limpiar exhaustivamente los lugares en los que el enfermo hubiera estado, para
ello se utilizaba agua, vinagre y en algunos casos se quemaban ciertas
pertenencias (Gil, 1784, pp. 62-66). De esta forma, para finales del siglo XVIII se tenía certeza en la manera en que podía
transmitirse la enfermedad, los riesgos de no controlar un brote, así como un
método que permitía anticiparse al contagio; sin embargo, la inoculación
resultaba peligrosa porque podía ser el origen de una epidemia o, en algunos
casos, ciertos inoculados presentaban síntomas incluso más fuertes que el
enfermo original (Moreau de la Sarthe, 1803, pp. X-XI).
La vacuna. De Edward Jenner
a las comisiones en Nueva España
En 1798 el médico inglés Edward
Jenner publicó una serie de observaciones y experimentos en torno a una
enfermedad bovina (cowpox), sus efectos en humanos y correlación con la viruela.
En este trabajo Jenner (1798) explicaba que había una relación entre la
enfermedad que desarrollaban las vacas y las personas encargadas de ordeñarlas,
quienes presentaban algunas pústulas y ciertos malestares mínimos que con el
paso de unos días desaparecían. Lo más interesante de las observaciones de
Jenner es que las personas que desarrollaban esta enfermedad se volvían inmunes
a la viruela humana, por lo que el médico inglés buscó la manera de aprovechar
este descubrimiento y, tras varios intentos, logró establecer un procedimiento
para ello.
El procedimiento utilizado fue la extracción del líquido
de las pústulas de las vacas y hacer una inoculación en humanos para que
desarrollaran inmunidad a la viruela. Los primeros experimentos de este método
resultaron favorables, incluso se descubrió que era posible inocular a más
personas a partir de un primer inoculado. La manera en que Jenner (1799) probó
los resultados de este procedimiento fue a través de posteriores inoculaciones
del virus humano a quienes previamente habían sido inoculados con el virus
vacuno, en todos los casos pudo corroborar la inmunidad. El nombre que dio a su
procedimiento fue Variolæ Vaccinæ
(Vacuna de la Viruela) y a lo largo de sus trabajos publicados explicó la
manera de obtener la vacuna, aplicarla y mantenerla de persona a persona para
no tener que recurrir nuevamente al virus bovino. De manera prácticamente
inmediata los trabajos de Jenner fueron consultados y traducidos por el médico
francés Jacques-Louis Moreau de la Sarthe, esto provocó que la vacuna se
utilizara en algunas partes de Francia y las publicaciones se dispersaran por
el resto del continente. Como resultado, en la monarquía católica el médico
Francisco Xavier de Balmis consultó la traducción francesa y notó el potencial del
descubrimiento, por lo que solicitó permiso para realizar una traducción al
español y posteriormente pidió apoyo para poner en marcha la extracción y
aplicación de la vacuna. La propuesta de establecer una expedición que llevara
la vacuna a todo el reino fue iniciativa del propio Balmis, quien recibió apoyo
de Carlos IV (Ramírez Martín, 2002). El objetivo de la expedición era frenar
una epidemia que había surgido en Nueva Granada, diseminar la vacuna en América
y llevarla hasta Filipinas. Para cumplir esta misión se reclutaron varios niños
para que conservaran el fluido vacuno mediante la vacunación de uno en uno,
esto con el objetivo de mantener viva la vacuna debido a lo difícil que podía
resultar conseguirla sin las condiciones apropiadas.
Como resultado de la expedición de Balmis, la vacuna
llegó a Nueva España en 1804 y de inmediato se habilitaron casas como centros
de vacunación, se enseñó a los médicos locales la manera de obtener, conservar
y transmitir la vacuna, así como su aplicación, especialmente recomendada entre
los niños debido a los riesgos que implicaba que contrajeran viruela (Pardo
Hernández, 2013, p. 456). Años más tarde el rey emitió distintos reglamentos
para seguir fomentando la aplicación de la vacuna en Nueva España, en estos
reglamentos se especificaban algunas de las disposiciones que la primera
expedición había dejado, pero también reglamentaban a las autoridades
encargadas de la aplicación, los procedimientos para hacerlo y algunas
exigencias para constatar el total de personas vacunadas.
Además, las autoridades se preocuparon por fomentar que
los habitantes de las ciudades llevaran a sus hijos a vacunar; para ello
utilizaron “avisos” que se publicaban y leían en las calles con la intención de
que los habitantes, especialmente las mujeres, se enteraran de los beneficios
de la vacuna. Algunos de estos bandos enfatizaban los beneficios del
descubrimiento, la necesidad de vacunar a los niños (aunque también invitaban
al grueso de la población) y en gran medida apelaban a que en caso de no
atender las recomendaciones se ponía en riesgo la vida de los infantes. Lo más
destacado de estos avisos es que aportan información sobre la vacuna: la
aplicación era gratuita; los gastos eran absorbidos, en su totalidad, por el
Ayuntamiento; los médicos de la localidad eran los encargados de su aplicación
y los días de vacunación se daban a conocer oportunamente.14
¿La introducción de la vacuna generó que el viejo método
de inoculación dejara de emplearse para prevenir contagios? Lo más probable es
que no, más bien, es altamente probable que ambos métodos convivieran aunque el
discurso expuesto en los documentos emitidos tras la Expedición Filantrópica
permite suponer que se optó por priorizar la administración de vacunas sobre la
inoculación.15 Resulta de suma
importancia entender la lógica de la enfermedad en el territorio ya que, de
hecho, el virreinato recurrentemente padeció de epidemias de viruela:
1768-1770; 1778-1782; 1795-1799; 1813-1816 (Cramaussel,
2010; Méndez Main, 2010). Además, estas epidemias no
llegaban solas y es que se combinaban con otros padecimientos como el tifo y el
sarampión (Torres Franco y Cramaussel, 2017), lo que
causaba estragos en la población.
LA COMISIÓN DE VACUNACIÓN EN VERACRUZ, 1816-1817
Tras la captura del líder
insurgente, José María Morelos, a finales de 1815, las autoridades virreinales
fragmentaron al movimiento y se concentraron en resistir los embates de algunas
guerrillas dispersas por el territorio. Esta situación propició el
restablecimiento de las vías de comunicación en el virreinato, la
reconstrucción de algunas ciudades capturadas por los insurgentes y una
paulatina recuperación económica (Sánchez Santiró,
2016, p. 267). Como resultado, regiones que por años tuvieron que valerse por
sí mismas para obtener recursos y aprobar providencias extraordinarias para
mantenerse fieles al régimen reestablecieron el contacto con la sede del
gobierno virreinal en la ciudad de México (Galván Hernández, 2017, pp. 70-80).
Entre los asuntos que llegaron a las autoridades de la Audiencia de México se
encontraban las actas de vacunación de algunas de las comisiones establecidas
en ciertas intendencias.
Las actas referidas fueron solicitadas desde inicios de
1815 por el fiscal de Real Hacienda, encargado de la fiscalía de lo civil de la
Audiencia de México, como parte de las reglamentaciones que se tenían en torno
a las comisiones de vacunación instaladas en el reino. Estas actas dan cuenta
de la cantidad de vacunados en algunas ciudades del reino: Puebla, Mérida,
Acayucan, Campeche, Antequera, Veracruz y en las Provincias de Oriente.16 Sin embargo, la
comisión de vacunación de Veracruz fue la que envió la mayor cantidad de
información, por lo que se ha podido reconstruir con detalle el funcionamiento
de esta comisión, algo que resulta fundamental para entender su impacto y
aceptación entre la población de la capital de aquella intendencia.
El reglamento para el establecimiento de comisiones de
vacunación en Nueva España determinaba que los intendentes de cada provincia
quedaban encargados de estimular el funcionamiento de las comisiones, convocar
a la población para que se vacunara y llevar un registro específico de los
vacunados, efectividad y casos en los que no surtiera efecto.17 Además, se
establecía que la vacuna debía conservarse en recipientes de vidrio, lejos de
la luz solar y transmitirse, preferentemente, de individuo a individuo para
evitar que se perdiera. Otro aspecto fundamental es que el reglamento
contemplaba la diseminación de la vacuna a través de la convocatoria de
curanderos de los poblados alejados de las capitales de las intendencias, para
ello los curanderos debían llegar con uno o más niños para que fueran
inoculados y pudieran portar la vacuna hasta su poblado de origen. Además,
estos curanderos eran instruidos en los métodos de aplicación y formas de
detectar la viruela bovina para una posible obtención de la vacuna de manera
natural.18
La comisión de vacunación que se estudia a continuación
se planificó como respuesta a un contexto sumamente adverso en el virreinato.
En 1813 se afrontaba el periodo más duro de la guerra civil novohispana, pero
ante los avances en el frente ibérico las autoridades metropolitanas lograron
enviar tropas realistas para apoyar la lucha del gobierno virreinal contra los
insurgentes comandados por Morelos (Ortiz, 2017, pp. 148-162). En la
introducción de esta investigación se refiere que dichos soldados realistas
introdujeron, nuevamente, una epidemia de viruela en el territorio cuyo mayor
punto de contagio se produjo en 1814, y durante dos años se propagó por gran
parte del territorio (Méndez Main, 2010, pp. 83-85).
Una de las consecuencias directas de esta nueva epidemia fue reactivar las
comisiones de vacunación que se habían diseñado desde la Expedición Filantrópica
de Balmis y cuya reglamentación se emitió en 1810.19
En el caso concreto de la comisión de Veracruz, la
convocatoria de vacunación se hacía por medio de bandos colocados en las calles
en las que se establecerían los lugares de vacunación. El fluido se obtenía de
algún vacunado previo que para el día de la vacunación ya hubiera presentado la
reacción característica del procedimiento; con dicho fluido se vacunaba a
quienes llegaban al lugar asignado para tal fin. Posteriormente, con el
objetivo de atraer a nuevas personas, se seleccionaba otra ubicación para la
casa o tienda de vacunación, se esperaban algunos días para que los nuevos
vacunados, al igual que sus predecesores, presentaran la reacción
característica de la vacuna y de ahí se seleccionaba alguno como fuente del
nuevo fluido.20
Este procedimiento se siguió de manera puntual durante el
bienio 1816-1817, vacunando, en promedio, cada seis días en distintas partes de
la ciudad. Como resultado, desde que se estableció la comisión permanente en
1816 y hasta 1817 se realizaron 350 vacunaciones en 69 partes de la ciudad, lo
que indica que algunas locaciones se repitieron en más de una ocasión.21 A continuación,
se presenta el mapa 1 de Veracruz del año 1800 en el que se contempla un plan
de crecimiento de ampliación de dicho año. Para efectos prácticos, el mapa
ejemplifica lo que debió ser el Puerto de Veracruz en los años que se estudian,
además, se han señalado los lugares que a partir de la documentación se sabe
que sirvieron como punto de vacunación durante el periodo de estudio. El mapa
permite observar que la mayor parte de las vacunaciones se realizaron en el
centro y sur de la ciudad, muy pocas en la zona extramuros y el resto en la
parte norte. La razón de esta distribución posiblemente tiene que ver con las
particularidades de la vida urbana ya que, si se observa la simbología del
plano, las zonas de afluencia: comercios, tribunales, aduana, parroquias y
plazas se encuentran en donde hubo una mayor concentración de puntos de
vacunación.
Mapa 1. Comisiones de vacunación
en Nueva Veracruz, 1816-1817
Fuente: elaboración propia a partir de fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 520, exp. 4;
fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN,
México.
En el bienio 1816-1817 se vacunaron 983 individuos, por
lo que para tener un manejo adecuado de la información se han generado dos
categorías. La primera engloba a los individuos de cero a doce meses de vida,
mientras que la segunda reúne a aquellos de doce meses en adelante. La razón de
esta división se fundamenta en que los avisos que invitaban a vacunar a la
población hacían especial énfasis en presentar a los recién nacidos.22 En 1816 se
vacunó a un total de 550 individuos, de los cuales 369 fueron menores de doce
meses y los 181 restantes mayores a un año (véase
gráfica 1).
Grafica 1. Vacunados en 1816, agrupados por rango de edad
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
Si la cantidad de vacunados en 1816 se desglosa por mes
se obtiene que en promedio se vacunaron 45.83 individuos. De esta forma, es
posible estimar que las campañas presentaron una buena recepción entre la
población de la ciudad (véase gráfica 2). En gran medida esta suposición se
puede hacer porque las autoridades encargadas de organizar las campañas tenían registros
de los nacimientos mensuales, esto permitía que dieran seguimiento y vacunación
oportuna a los neonatos.23 Sin embargo, la
documentación no precisa de qué manera se garantizaba que los nacidos
registrados fueran vacunados, por lo que es posible suponer que el
convencimiento de los padres era fundamental para concretar el proceso. Lo más
destacado de la observación por mes es que es posible identificar los meses de
mayo, junio y julio como los de mayor cantidad de vacunados, situación que se
explica desde las convocatorias de vacunación, porque en la época se
relacionaban los meses de calor como los más propicios para el surgimiento de
viruela natural.24
Gráfica 2. Vacunados por mes en 1816
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones coloniales-historia.
Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a epidemias, 1815-1818. Fondo
Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN,
México.
Por otra parte, sobre el total de vacunados en 1816 la
falla de inmunización25 se situó en 10%
(véase gráfica 3), lo que quiere decir que, de los 550 individuos vacunados, 60
tuvieron que vacunarse más de una vez porque no desarrollaron la reacción
esperada. Este dato es destacado debido a que los factores que pudieron incidir
en la falla de inmunización van desde una mala aplicación del fluido vacuno
hasta que los individuos ya hubieran presentado viruela (de manera leve para no
haberlo notado) o alguna variante de viruela bovina que los hubiera inmunizado
anteriormente.
Gráfica 3. Falla de inmunización sobre el total de
vacunados en 1816
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
En contraste, 1817 presentó una disminución en la
totalidad de individuos vacunados, no obstante, es necesario aclarar que para
este año se cuenta con registros hasta el mes de octubre, por lo que es posible
que con la información faltante se pudiera obtener un total de vacunaciones
similar al de 1816.26 Así, el total
para 1817 se situó en 433 individuos vacunados, de los cuales 329 fueron
menores a doce meses y 104 mayores a un año (véase gráfica 4). El promedio de
vacunados por mes fue de 43.3 individuos, aunque la distribución mensual de
vacunados presenta rasgos distintos a la evidenciada en 1816, coinciden al
presentar los meses más calurosos como los de mayor afluencia (véase gráfica
5). Sin embargo, al comparar ambas gráficas de vacunados por mes, octubre
destaca por arrojar un repunte en la afluencia, lo que genera una incógnita que
no es posible resolver a partir del resto de los documentos que acompañan los
registros de vacunación.
Gráfica 4. Vacunados en 1817, agrupados por rango de edad
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
Gráfica 5. Vacunados por mes en 1817
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
Por otra parte, el porcentaje de falla de inmunización
presentado en 1817 se situó en 12% (véase gráfica 6), lo que señala un aumento
en comparación con el suscitado el año anterior, situación que defiende la
hipótesis de que el margen de error se debió a factores humanos y posibles
inmunizaciones previas. En este sentido, es posible suponer que estos
porcentajes en la falla de inmunización se deban a que el método era reciente y
los desarrollos médicos estaban muy lejos de la sofisticación que presentaron
las campañas masivas de vacunación propias del siglo XX.
Gráfica 6. Falla de inmunización sobre el total de
vacunados en 1817
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
En síntesis, los resultados de la comisión de vacunación
del bienio 1816-1817 se pueden agrupar en dos cuadros que reflejan el total de
vacunados por año (cuadro 1), así como los vacunados que presentaron falla de
inmunización sobre el total de vacunados por año (cuadro 2). Esto permite
dimensionar de mejor manera el impacto que tuvo la aplicación de la vacuna en
un periodo relativamente corto.
Cuadro 1. Total de vacunados
en el Puerto de Veracruz durante el bienio 1816-1817
Año |
Vacunados
hasta doce meses de edad |
Vacunados
mayores a doce meses de edad |
Total de vacunados |
|||
1816 |
369 |
181 |
550 |
|||
1817 |
329 |
104 |
433 |
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
Cuadro 2. Total de vacunados y
falla de inmunización en el Puerto de Veracruz durante el bienio 1816-1817
Año |
Total de vacunados |
Falla
de inmunización total |
||
1816 |
550 |
60 |
||
1817 |
433 |
58 |
Fuente: elaboración propia a partir de Compilación de
documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo Instituciones
coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos relativos a
epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
Para entender el impacto que tuvieron estas comisiones de
vacunación es necesario contextualizar la información presentada.
Lamentablemente no existen registros precisos sobre la cantidad de habitantes
en Veracruz durante el bienio que examina esta investigación; sin embargo, se
cuenta con datos del año 1820, en el que se estima que en la ciudad de Veracruz
había 11 000 habitantes (INEGI, 1994, p. 38). Esta
cifra puede servir como referente aproximado de la población en el bienio
1816-1817, por lo que, para efectos comparativos, se asumirá que en dichos años
se contaba con los mismos 11 000 habitantes que los estimados en 1820.27 Por lo tanto, en
1816 se vacunó a 5% de la población total de la ciudad, mientras que en 1817 a
3.9%. A simple vista estas cifras pueden resultar mínimas, sin embargo, hay que
considerar un aspecto fundamental. Desde finales del siglo XVIII la zona había sido azotada por epidemias de
viruela de manera recurrente, y tan sólo tres años antes del bienio aquí
estudiado la región experimentó una epidemia que había entrado por el puerto.28 Por lo tanto, se
puede suponer que los habitantes que sobrevivieron a la epidemia de 1813 no
consideraban necesario vacunarse debido a que se sabía que aquel que se
recuperaba de la enfermedad se volvía inmune de por vida.
Otro aspecto que pudo influir en que la campaña únicamente
alcanzara a este porcentaje de la población, que en su mayoría se componía de
menores de doce meses, es la manera en que se estructuraba el discurso de la
convocatoria. A partir de la documentación de la comisión de vacunación es
posible inferir que su principal objetivo era llegar a los nacidos por mes.
Esta afirmación se fundamenta en que las autoridades de la campaña solicitaban
los registros mensuales de bautizo a las parroquias de la ciudad, los anotaban
en partidas específicas y se rescataban datos de los neonatos: nombre del
infante, nombre de los padres (en caso de que tuviera ambos, si no únicamente
se anotaba el nombre de la madre) y vivienda (calle y número). Posteriormente,
en las actas de la campaña se anotaban los mismos datos de los individuos
vacunados; de esta forma, al establecer un contraste entre ambos tipos de
registros, es posible identificar que las autoridades situaron gran parte de
las zonas de vacunación en calles donde hubiera un mayor número de nacidos.29 Además, los
nombres de los niños en los registros de nacimiento también se encuentran en
los registros de vacunados.
No obstante, la campaña no solamente estaba orientada a
los neonatos de los que se tenía registro, también trató de llegar a
prácticamente toda la población, pero específicamente a los infantes.30 Como se ha
mencionado, la campaña de vacunación se movió por toda la ciudad, ya fuera
estableciéndose en casas o tiendas destinadas a vacunar por uno o dos días. La
manera en que se exhortaba a la población a que se vacunara era mediante bandos
colocados en las calles. Estos bandos apelaban a que los padres llevaran a sus
hijos a las casas de vacunación, defendían las bondades del nuevo
descubrimiento, enfatizaban que no había riesgos en su aplicación, que era
gratuita debido a que el Ayuntamiento absorbía los costos, destacaban la
brevedad del procedimiento y abonaban a la necesidad de la vacunación preguntando
a los padres: “¿seremos nosotros los verdugos de nuestros propios hijos?”31 Es precisamente
la naturaleza de estos bandos, así como la estructura de la propia comisión, lo
que arroja indicios sobre el inicio de una consciencia de prevención. En gran
medida, esta investigación sostiene que la campaña estudiada es un claro
ejemplo del desarrollo de una consciencia de prevención, en tanto que el propio
diseño y desarrollo de las empresas de vacunación permiten identificar una
planificación cuyo objetivo concreto era inmunizar al grupo de mayor riesgo
ante una epidemia.
A reserva de lo que se ha presentado hasta este momento,
el bienio 1816-1817 también ofrece algunas incógnitas respecto a estas primeras
comisiones de vacunación. Es necesario enfatizar que la información utilizada
en esta investigación refiere que existieron otras campañas esporádicas desde
el año 1815, también se encontraron registros incompletos de vacunación para
algunos meses del bienio, aunque de otras partes de la Intendencia de Veracruz.
Sin embargo, una de las incógnitas más importantes es que también se
encontraron registros incompletos procedentes de otras ciudades del virreinato,
los cuales pueden ser indicadores de campañas existentes en distintas partes
del territorio, pero que será necesario rastrear e investigar con mayor
profundidad en trabajos posteriores. Sin embargo, es necesario aclarar que la
lógica de la época no era la erradicación de la enfermedad, sino que se apeló a
este nuevo método como una forma de anticipación a las epidemias. De esta forma
podría explicarse la razón por la cual estas comisiones se establecían de
manera esporádica y por qué el ímpetu mostrado por la población veracruzana de
estos años no se mantuvo de manera constante durante el resto del siglo XIX (Cramaussel, 2008, pp.
101-132; Robichaux, 2010, pp. 21-40).
CONSIDERACIONES FINALES
Esta investigación ha presentado
las particularidades de una comisión de vacunación en el puerto de Veracruz
durante el bienio 1816-1817. De manera general, se logró evidenciar que el
diseño y aplicación de la campaña es reflejo de una consciencia de prevención
primigenia debido a que buscó proteger a un grupo poblacional tradicionalmente
propenso a morir ante brotes de viruela. Además, la organización, ejecución y
seguimiento de la campaña estuvieron enteramente coordinados por las
autoridades del gobierno virreinal.
Otro aspecto que se ha destacado en esta investigación es
que la población veracruzana recibió con entusiasmo la vacuna, un método
totalmente nuevo para la época pero que rápidamente se adoptó como necesario
para proteger a los infantes. En este sentido, la investigación también arrojó
detalles importantes respecto a la dinámica de convocatoria, difusión y
administración de las vacunas, donde resaltan los bandos que hacían pública la
información para que las personas se acercaran a los diferentes puntos en los
que se administraba el fluido vacuno. No obstante, también se destacó que en el
bienio estudiado se presentó una alta tasa en la falla de inmunización,
situación que sugiere que los facultativos encargados de administrar las dosis
estaban en un proceso formativo que se reflejaba en aplicaciones
insatisfactorias. Además, es necesario tener en cuenta que para la época los
estándares de higiene eran distintos a los experimentados en la actualidad, por
lo que es posible que el fluido vacuno se contaminara, que las agujas no fueran
estériles o que simplemente no se dominara la técnica de aplicación.
Por último, está investigación se concentró en estudiar
la viruela desde una perspectiva a la que la historiografía había prestado poca
atención: desde la consciencia de prevención de las propias autoridades
virreinales. De esta forma, el caso de las campañas de vacunación en un periodo
tan complicado como el de la insurgencia novohispana da cuenta de que la propia
guerra desató una serie de enfermedades que, además de las propias muertes por
consecuencia de la guerra, diezmaron a la población. También da cuenta de la
manera en que los nuevos descubrimientos médicos eran bien recibidos entre la
sociedad novohispana, los intentos por establecer comisiones permanentes cuyo
objetivo era prevenir epidemias de viruela y la manera en que la población
atendió a estas convocatorias.
Así, esta investigación es apenas un aporte concreto de
lo que considero se puede entender como el origen de una consciencia de prevención
en la medicina del otrora virreinato de Nueva España sobre el que se erigió la
nación mexicana. Sin embargo, es necesario contextualizar estos avances con los
trabajos citados a lo largo de la investigación y entender que la lógica de la
época apelaba al uso de la vacuna como una medida de anticipación a las
epidemias, cuyo uso era más bien esporádico y que estaba lejos de acercarse a
la consciencia de erradicación que se evidenció desde los años cuarenta del
siglo XX. Así, es necesario tener presente que el
bienio aquí estudiado es un momento extraordinario en la lógica de aplicación
de la vacuna que distintos autores han señalado respecto al siglo XIX mexicano.
En consecuencia, futuros trabajos tendrán que orientarse
a estudiar con más detalle el establecimiento, impacto y seguimiento de estas
comisiones de vacunación, la manera en que funcionaron durante la insurgencia,
la coordinación que ejercieron las autoridades virreinales, cómo se adaptaron
tras la proclamación de la independencia y hasta qué punto se pueden establecer
rupturas y continuidades con los proyectos de vacunación que surgieron a lo
largo del siglo XIX. Todo ello con el objetivo de
ampliar nuestro conocimiento sobre las primeras etapas de la profesionalización
de la medicina mexicana que, indudablemente, tuvo sus orígenes en el periodo
virreinal.
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las autoridades veracruzanas consideraron que la epidemia de viruela que
experimentó Xalapa en 1813 (y se extendió por gran parte del virreinato hasta
1816) se originó con el ingreso al territorio de esta tripulación infectada.
2 Existen menciones de algo parecido a la viruela en el antiguo Egipto, así
como en algunas dinastías chinas alrededor del siglo IV
antes de nuestra era.
3 Descubierta y utilizada a finales del siglo XVIII
por Edward Jenner en Inglaterra e introducida en Nueva España en 1804. Más
adelante se abunda en cuestiones específicas de la enfermedad, lo que es la
vacuna, cómo se descubrió y de qué manera llegó al virreinato.
4 Sobre estos estudios, el que reúne la mayor cantidad de trabajos relativos
a la viruela desde una perspectiva de larga duración es Cramaussel
(2010).
5 Aunque este no es el espacio para debatir las implicaciones del término,
coincido con los autores que han identificado distintos proyectos a lo largo de
todo el siglo XVIII, que derivaron en la
reconfiguración de ciertos aspectos en el gobierno económico-fiscal que
impulsaron un paulatino crecimiento económico en el virreinato de Nueva España.
Solamente como algunos ejemplos de estas investigaciones, véase Sánchez Santiró (2013); Kuethe y Andrien (2014); Torres Sánchez (2018, pp. 43-63); Pietschmann (2018, pp. 65-88).
6 Sobre el tifo, el sarampión, la sífilis y la tuberculosis pueden
consultarse distintos trabajos que estudian a estas enfermedades en
perspectiva, destacando que la población novohispana las enfrentó, a veces, de
manera simultánea y que esto incidió tanto en el comportamiento demográfico
como en el diseño de estrategias para su control y prevención. Véase Florescano
y Malvido (1982); Molina del Villar, Márquez Morfín y Pardo Hernández (2013);
Torres Franco y Cramaussel (2017).
7 En este sentido, el trabajo de Agostoni (2016)
presenta una investigación detallada respecto a los cambios en la lógica de las
campañas de vacunación, cuyo principal aporte es entender que se pasó de una
dinámica de contención de la enfermedad a mediados del siglo XIX a una de erradicación mediante esquemas de
colaboración internacional hacia mediados del siglo XX.
8 Sobre este tipo de estudios, véanse Fernández del Castillo (1982, pp.
539-545); Dimas (2010, pp. 51-60); Carrillo (2010, p. 91) y Agostoni
(2016).
9 Como un ejemplo de la gran cantidad de trabajos relativos a Balmis, véanse
Fernández del Castillo (1982, pp. 329-337); Veiga de Cabo, Fuente Díez y Martín
Rodero (2007, pp. 71-84); Tuells (2012, pp. 372-375);
Pardo Hernández (2013, pp. 451-462).
10 Investigaciones sobre la guerra civil novohispana coinciden con la idea de
dislocación territorial producto de la ruptura de comunicaciones y el
enfrentamiento directo entre la insurgencia y el ejército virreinal. Véanse
Jáuregui Frías (1999); Van Young (2006); Ortiz
Escamilla (2014); Sánchez Santiró (2016). Respecto a
estudios de enfermedades durante el periodo de la guerra destaca el trabajo de
Sánchez Uriarte (2013), quien estudió la epidemia de fiebres misteriosas –tifo–
en 1813, sus implicaciones entre los bandos beligerantes, así como la difusión
de la epidemia como resultado del desplazamiento poblacional como resultado del
conflicto.
11 Dichas actas permiten estudiar los años referidos, sin embargo, aportan
indicios de que la campaña inició desde el año 1815 aunque, lamentablemente, no
se ha conseguido la totalidad de dichos registros. Las actas referidas pueden
consultarse en los volúmenes siguientes: Documentos relativos a epidemias de la
viruela. 1810-1816. Fondo Instituciones coloniales-historia. Vol. 530; y
Documentos relativos a epidemias de la viruela. 1816-1817. Fondo Real
Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN, México.
12 Inmunidad permanente significa que la persona que haya sobrevivido a la
enfermedad no puede contagiarse nuevamente. Sin embargo, en casos raros se
presentaron pacientes con un segundo contagio, de ahí que se considere que no
es una inmunidad absoluta, caso similar al de los pacientes que han padecido
varicela en algún momento de su vida y que ante un mal funcionamiento del sistema
inmunológico pueden presentar un segundo contagio.
13 Si bien el método generó aceptación y rechazo es incuestionable que, en
tratados médicos de la época, así como en posteriores, se hace referencia a la
influencia de Lady Montagu en la introducción del método de inoculación entre
las prácticas médicas europeas.
14 Bando sobre la aplicación de la vacuna, 12 de diciembre 1810. Fondo
instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 4,
f. 12. AGN, México.
15 A propósito, es necesario mencionar que incluso Balmis llegó a usar y
defender el uso de ambos métodos, pese a que prefería conservar el fluido
vacuno. Además, el médico español estaba convencido que aplicar la vacuna era
más seguro que la inoculación y aportaba mayores beneficios. Véanse los
trabajos que han profundizado en la expedición: Fernández del Castillo (1982);
Ramírez Martín (2002); Veiga de Cabo, Fuente Díez y M. Rodero (2007); Pardo
Hernández (2013). Además, algunas de las indicaciones que Balmis dejó en los
ayuntamientos novohispanos: Compilación de documentos relativos a la viruela,
1815-1817. Fondo Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 1, fs. 1-7v. AGN, México.
16 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 1. AGN, México.
17 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 1,
f. 1. AGN, México.
18 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 1,
f. 3. AGN, México.
19 Bando sobre la aplicación de la vacuna, 12 de diciembre de 1810. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 4,
f. 12. AGN, México.
20 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exps. 5,
6, 7, 8, 9 y 10; Compilación de documentos relativos a epidemias, 1815-1818.
Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos en AGN,
México.
21 Para efectos de este análisis me refiero a comisión permanente a partir de
lo registrado en la documentación. Sin embargo, estos mismos documentos
mencionan que en años previos hubo comisiones de vacunación que funcionaron de
manera esporádica.
22 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 4,
f. 12. AGN, México.
23 A partir de los registros encontrados en la documentación de las campañas
de vacunación, se ha estimado que el promedio de nacimientos por mes era de 20
individuos. Tomando con reserva estos datos, la información presentada en las
vacunaciones mensuales (junto con la distribución por rango de edad) sobrepasa
el promedio referido, por lo que es posible suponer que estas campañas no se
limitaron a vacunar neonatos, sino que también alcanzaron a otros individuos.
Los registros referidos se encuentran en expedientes dispersos reunidos en los
siguientes volúmenes: Compilación de documentos relativos a la viruela,
1815-1817. Fondo Instituciones coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de
documentos relativos a epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias.
Vol. 14, ambos en agn,
México.
24 Por viruela natural se entendía aquella que se presentaba de manera espontánea
y no por medio de inoculaciones.
25 También conocido como fallo vacunal primario, se refiere a la falta de
seroconversión inicial de la vacuna. Es decir, que no se presenten los anticuerpos
esperados tras la aplicación.
26 A través de un método de extrapolación mediante un modelo de regresión
lineal simple, podrían obtenerse aproximados de los meses faltantes, sin
embargo, para mantener intacta la información se trabaja únicamente con los
datos presentes en la documentación.
27 La razón de tomar la población de 1820 para el bienio que estudia esta
investigación se fundamenta en que en el periodo 1810-1846 se estima que la
tasa de crecimiento medio anual de población fue de 0.373%, por lo que, para
efectos prácticos, la variación poblacional entre 1816-1817 y 1820 habría sido
mínima (INEGI, 1994, p. 14).
28 Véase el inicio de este trabajo, en el que se presenta el caso de la
tripulación del navío Miño que desembarcó en el puerto en 1813 con el objetivo
de introducir efectivos militares al territorio.
29 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530; y Compilación de documentos
relativos a epidemias, 1815-1818. Fondo Real Hacienda-epidemias. Vol. 14, ambos
en AGN, México.
30 Aunque para la época resulta complicado determinar la edad en la que se
concebía el cambio entre infancia y adultez, las campañas apelaban a que los
padres llevaran a sus hijos, situación que indica que se trataba de menores que
no se consideraban facultados para tomar decisiones independientes.
31 Compilación de documentos relativos a la viruela, 1815-1817. Fondo
Instituciones coloniales-historia. Vol. 530, exp. 4,
f. 12. AGN, México.
* Estudiante
de la maestría en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México.