10.18234/secuencia.v0i108.1766
Artículos
“Sin tener absolutamente un
rincón
de tierra”. La política indígena
ante la privatización de las Pampas
y Norpatagonia (1860-1890)*
“Without
Even a Patch of Land”. Indigenous
Policy in Response to the Privatization of the Pampas and North Patagonia
(1860-1890)
Luciano Literas1 **, 0000-0001-7156-9497
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas
1Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires, Argentina, lucianoliteras@gmail.com
Resumen:
El objetivo del siguiente artículo es analizar los rasgos
que tuvo la política indígena en el contexto de formación de un mercado de
tierras en las Pampas y Norpatagonia durante la
segunda mitad del siglo XIX. Para ello, se
reconstruyen y analizan diferentes experiencias protagonizadas por caciques de
tribus de “indios amigos”, en virtud de obtener la propiedad de la tierra,
poniendo el foco en los recursos empleados, qué tipo de acción colectiva
habilitaron y cuáles fueron sus resultados. Los principales resultados muestran
la relevancia que adquirieron en estas experiencias las redes y relaciones
sociopolíticas construidas por los caciques en los espacios de frontera e
identifican los tipos de capitales que intervinieron de manera decisiva.
Palabras clave: tierra; Estado; liderazgo; pueblos indígenas; “indios amigos”.
Abstract:
The purpose of the following
article is to analyze the features of indigenous policy during the creation of
a land market in the Pampas and North Patagonia in the second half of the 19th
century. To this end, various experiences led by the chiefs of tribes of
“friendly Indians” to secure land ownership are reconstructed and analyzed,
focusing on the resources used, the type of collective action they encouraged
and their outcomes. The main results show the importance acquired in these
experiences of socio-political networks and relations built by the caciques in
the border areas and identify the types of capital that played a key role in
the process.
Key words: land; State; leadership; indigenous villages;
“friendly Indians”.
Recibido: 9 de julio de 2019 Aceptado: 2 de octubre de
2019
Publicado: 21 de agosto de 2020
INTRODUCCIÓN
La frase que titula este trabajo pertenece al cacique
Pedro Melinao. La plasmó su hijo, Ramón Luis, en el sumario que instrumentó y
resolvió el litigio que sostuvieron entre 1859 y 1863 con el vecino,
propietario y juez de paz Juan Esteban Trejo, con respecto al paraje La
Barrancosa en Bragado, en el sector oeste de la frontera de la provincia de
Buenos Aires con los territorios indígenas de las Pampas y Norpatagonia.
La pertinencia de esta frase es que alude, simultáneamente, a dos hechos clave
del problema que trataremos a continuación: por un lado, nos habla de los
efectos de la formación de un mercado de tierras en las llanuras pampeanas –y
en contraparte, de la escasez de tierras–; por el otro, y de modo más
indirecto, sugiere la iniciativa que tuvo este cacique para intervenir en él,
en virtud de las demandas de sus seguidores.
Al menos tres factores caracterizaron la segunda mitad
del siglo XIX en las Pampas y Norpatagonia,
mutuamente relacionados y que difícilmente pueden explicarse por separado: la
organización y consolidación del Estado argentino, la desarticulación de las
fronteras y expropiación de los territorios indígenas, y la formación y el
despliegue de un mercado de tierras. Aquí, tal como introduce la frase de Melinao,
nos proponemos analizar las características que adquirió la política indígena
en ese novedoso contexto. Específicamente la de aquellas poblaciones nominadas
por el Estado como “indios amigos” y en lo que respecta al acceso a la
propiedad de la tierra. Con base en las investigaciones que se han venido
generado sobre este problema de estudio (Barbuto, 2014; De Jong, 2015; Fischman
y Hernández, 1990; Lanteri, Ratto, De Jong y Pedrotta,
2011; Lanteri y Pedrotta, 2018; Literas, 2015, 2016,
2018; Literas y Barbuto, 2015; Martinelli, 2017; Pérez Clavero, 2019a, 2019b),
nuestra hipótesis de trabajo es que las iniciativas vinculadas a la negociación
política por la tierra fueron parte de la agencia indígena en la segunda mitad
del siglo XIX y específicamente de las prácticas
asociadas a la resistencia, donde los caciques pusieron en juego capitales
sociales, culturales y políticos generados en la experiencia diplomática
fronteriza previa, en virtud de las demandas de sus seguidores.
Dicho de otro modo, la pregunta inicial de nuestra
aproximación alude a la formulada en un trabajo ya clásico sobre liderazgo
político en las Pampas y Norpatagonia: ¿cuáles fueron
las acciones elaboradas por grupos y líderes indígenas para garantizar su
reproducción biológica y social amenazada? (Villar y Jiménez, 2011), en este
caso en el contexto de organización estatal, formación del mercado de tierras y
desarticulación del espacio fronterizo. Más específicamente, el abordaje de las
diferentes experiencias de “indios amigos” asociadas a la propiedad de la
tierra prestará especial atención al papel que desempeñaron los líderes
políticos de estos grupos (caciques y capitanejos) en la negociación, obtención
y gestión de la tierra; qué recursos y capitales emplearon y pusieron en juego para
hacerlo; qué tipos de acción colectiva habilitaron, y, en definitiva, si puede
hablarse de una reformulación del liderazgo y la resistencia indígena ante la
construcción y el despliegue de un mercado de tierras en la provincia de Buenos
Aires. Se pretende así contribuir a las reflexiones y los debates en torno a
las representaciones y prácticas indígenas sobre la tierra y sobre cómo se
forjó y reprodujo el liderazgo indígena en el marco de los conflictos, las
relaciones de fuerza y los márgenes de actuación de la segunda mitad del siglo XIX.
Para analizar la formación y el funcionamiento del
mercado de tierras en las Pampas y Norpatagonia, y la
participación en él de las poblaciones de “indios amigos”, se emplearán los
conceptos de campo y capital (Bourdieu,
1990, 2007, 2017). Estos conceptos aluden a un sistema de relaciones de
concurrencia, competencia y conflicto –relaciones de fuerza– entre grupos
situados en posiciones diferentes en virtud de las distribuciones de recursos,
que luchan de modo más o menos desigual por el monopolio de algo que está en
juego; en nuestro caso los derechos de propiedad sobre la tierra. Eso que está
en el eje de la lucha en un campo es una especie particular de capital que es aquello que “vale” porque es el fundamento
del poder y de autoridad, que puede ser reconvertido en otras especies de
capital (Wacquant, 2012) y que por esta razón es
“objeto e instrumento de lucha” (Bourdieu, 2013, p. 369).1 A su vez, a la hora de
analizar la intervención de los caciques en este campo será clave identificar
qué capitales pusieron en juego, cómo y con qué resultados.
En cuanto al repertorio de acciones
(Tilly, 1987, 1989), inicialmente identificaremos las asociadas al reclamo de
la mejora de las condiciones de vida indígena –en demanda de cambiar o
conservar un determinado tipo de relación entre actores sociales– en el
contexto de la privatización de la tierra. En seguida, se pondrá el foco en las
interacciones colectivas y en el conjunto de personas conectadas por ellas a
partir de compartir un mismo interés. Es decir, los reclamos en tanto acción
colectiva se construyeron sobre lazos “informales” y redes sociopolíticas
preexistentes. Finalmente, se avanzará en la reconstrucción de las formas que
adquirieron estas interacciones –el repertorio de acciones a través de los
cuales se visibilizaron los reclamos– y en explorar cómo pudieron ser
aprendidas, negociadas y cambiadas entre las poblaciones de “indios amigos”.
LOS “INDIOS AMIGOS” Y EL LIDERAZGO POLÍTICO
La política –y más
específicamente la diplomacia– fue una dimensión clave de las relaciones
interétnicas en las fronteras de las Pampas y Norpatagonia
a lo largo del siglo XIX (De Jong, 2016; Levaggi, 2000). El Negocio Pacífico de Indios
fue producto de ella, en tanto trama de vínculos que enlazó a diferentes
líderes y segmentos indígenas con el gobierno de Buenos Aires mediante
heterogéneos acuerdos políticos (Bechis, 2008b). Su
origen data de la gobernación de Juan Manuel de Rosas (1829-1852) (Cutrera, 2014; Ratto, 2003) pero trascendió los cambios y
las coyunturas políticas posteriores, extendiéndose, aunque con otras
características, a la segunda mitad del siglo XIX
(De Jong, 2008), hasta las vísperas de las campañas de ocupación militar
denominadas Conquista del Desierto (1879-1885).
A pesar de reconocer antecedentes en el periodo colonial
(Nacuzzi, 2014), la categoría de “indio amigo” se
inscribió en esta trama de relaciones políticas y diplomáticas en alusión,
desde la perspectiva y nominación estatal, a las poblaciones indígenas con las
que se tenían acuerdos políticos y por esta razón se habían asentado en las
fronteras, en el entorno de fortines y poblados, prestando servicio de armas en
piquetes y cuerpos específicos a cambio de raciones y de sueldos. A partir de
la década de 1830 diversos segmentos indígenas de “tierra adentro” negociaron a
través de sus líderes con funcionarios y agentes del Estado la inserción en los
espacios de frontera. Este fue el caso, por ejemplo, de quienes siguieron a Caneullan y Guayquil en Cruz de
Guerra, a Llanquelén en Federación, a Catriel y Cachul en Azul y Tapalqué y a Coñuepan,
Collinao, Melinao y Raylef primero en Bahía Blanca,
después en Azul y finalmente en La Barrancosa. Desde fines de la década de 1850
–y especialmente a lo largo de la década siguiente– nuevos grupos se insertaron
de modo más o menos permanente en esta trama de vínculos diplomáticos a través
de Yanquetruz, Chingoleo, Sinchel y Chagallo Chico en Carmen de Patagones, Ancalao, Guayquil, Cañumil y Naupichú en
Bahía Blanca, o Coliqueo, Raninqueo y Tripailaf en Nueve de Julio y La Verde,
entre otros varios.
El espacio social y político indígena en el que operaron
estas dinámicas fue definido hace unas décadas por Martha Bechis
(2010b) por la sucesión de segmentos “con recursos para la guerra y para la
paz, así como para la fusión y fisión” (p. 117) y la inexistencia de una
organización estatal o cualquier otro tipo de institución política que
garantizara la cohesión y el control de la población a través de una relación
de poder (Bechis, 2010a). Es decir, estaba conformado
por la sucesión de unidades relativamente autónomas en términos políticos,
vinculadas entre sí por relaciones de competencia y de acuerdo que se apoyaban
esencialmente en la extensión y el mantenimiento de lazos de parentesco.
Posteriormente, Daniel Villar empleó el concepto “estructura rizomática horizontalizada” (Villar y Jiménez, 2011) precisamente para
dar cuenta de esta multipolaridad política, la disputa por una hegemonía
inalcanzable, la incapacidad de fraguar un único centro de poder troncal y la
simétrica inestabilidad de equilibrios de poder entre protagonistas
desprovistos de los medios necesarios para neutralizar a los restantes.
En virtud de estas características, el liderazgo político
se basó y requirió del consenso y del parlamento como modo de tomar decisiones,
mediante el valor de la oratoria, la negociación y la persuasión (Bechis, 2008a; De Jong, 2014). En otras palabras, el
consenso fue ineludible para conservar la cohesión de un espacio social y
político heterogéneo y escasamente diferenciado, donde el control del
comportamiento de los seguidores era escaso (Literas y Barbuto, 2018). El
Negocio Pacífico de Indios incidió en estas formas de
liderazgo. El asentamiento en las fronteras y la inserción en la administración
militar estatal hicieron que las relaciones que los caciques generasen y
gestionaran con funcionarios y vecinos fueran de significativa importancia para
los diferentes aspectos de la vida cotidiana de los “indios amigos” (Ratto,
2005), que incluían desde la negociación de salarios, raciones y condiciones de
servicio de armas, hasta la resolución de conflictos con respecto al parentesco
o la producción y apropiación de bienes de subsistencia, sin olvidar, claro
está, el acceso y uso de la tierra. A su vez, estos caciques continuaron siendo
eslabones de las redes de alianzas políticas y parentales del espacio pampeano
y norpatagónico que trascendieron ampliamente las
circunscripciones de “tierra adentro”, las fronteras y la campaña bonaerense
(De Jong, 2008). En consecuencia, estos caciques “amigos” tuvieron durante
décadas un papel político y diplomático más que relevante.
Sin embargo, la organización del Estado argentino, las
transformaciones operadas en los espacios de frontera, así como la paulatina
expropiación de los territorios indígenas en simultáneo a la formación y el
despliegue de un mercado de tierras pusieron en juego el liderazgo de los
caciques de “indios amigos” y es muy probable que tensionaran el vínculo entre
líderes y seguidores. De hecho, y tal como se verá a continuación, los
intereses y las negociaciones de un cacique con respecto a la tierra estuvieron
en directa relación con las demandas de sus seguidores, así como con los
intereses y las negociaciones del resto de caciques y grupos indígenas.
TIERRA Y MERCADO
Desde finales de la década de
1850 y a lo largo de las dos décadas siguientes, primero el estado de Buenos
Aires y después el de la república Argentina
estableció numerosos instrumentos jurídicos procurando garantizar la
apropiación privada de la tierra (Valencia, 2005). Las leyes de arrendamiento y
venta de 1857 y 18592 fueron el inicio de una
batería de regulaciones destinadas a transferir a manos privadas millones de
hectáreas –renovadas por las leyes de 1864 y 1867– no sólo en los territorios
ocupados por el Estado, sino en “tierra adentro”, al exterior de la frontera
–por ejemplo mediante las leyes de 1871 y 1878–. De este modo, el Estado se
arrogó el dominio y la soberanía sobre un espacio en disputa con poblaciones
indígenas que conservaban autonomía política y económica. Como resultado de
ello, para la década de 1870 ya habían pasado a manos particulares más de un
cuarto del territorio estatal, con altos índices de acaparamiento y
concentración (véase gráfica 1).
Gráfica 1. Apropiación privada de la tierra antes de la
Conquista del Desierto: número de hectáreas según la ley de tierras (1857-1878)
Fuente: elaboración propia con base en Valencia (2005) y Banzato (2013).
La Conquista del Desierto dirigida por Julio Argentino
Roca –quien poco después de las primeras campañas fue electo presidente de la
república en 1880– fue un punto de inflexión en términos de relaciones
interétnicas en el área pampeana y norpatagónica.
Además de una imponderable cantidad de muertes a manos de las fuerzas militares
del Estado argentino, así como del aprisionamiento, confinamiento y traslado
forzoso de miles de habitantes,3
la Conquista supuso una nueva etapa en la
apropiación de territorios indígenas y su incorporación al mercado de tierras
en formación. De hecho, estas campañas se financiaron a través de un empréstito
de guerra internacional, garantizando su pago a través de las tierras “que se
conquisten”.4 En simultáneo a las
incursiones militares, el gobierno promocionó la colonización oficial, la venta
de tierras mediante leyes de premios militares5
y la ratificación de derechos de los ocupantes antiguos (Ruffini, 2003a). Sólo
en los primeros años de la Conquista unas 20 000
000 de hectáreas fueron puestas a la venta y adquiridas en unidades superiores
a las 100 000 e incluso 200 000 hectáreas (Hora, 2005).
Como muestra claramente el caso argentino, la formación
del mercado de tierra fue simultánea a la construcción estatal. Desde la
perspectiva de la teoría de campo, que en última
instancia garantiza el “valor” de lo que está en juego, es el Estado el
productor de la clasificación oficial mediante nominaciones desvinculadas de la
relatividad inherente de la concurrencia de los diferentes puntos de vista
(Bourdieu, 2000b). En nuestro caso, es la clasificación que considera como
tierra “pública” al territorio “tierra adentro” y, seguido, la producción y
distribución de los títulos de propiedad sobre ella: el Estado nomina y consagra quién es “propietario”. Considerar el
mercado como un campo es un recurso heurístico para poner el foco precisamente
en los mecanismos que intervinieron en esta apropiación privada. Que exista un
mercado de tierras significa que estas son objeto de competencia regulada a
través del “derecho” de propiedad. En el interior de este campo se produce y
ejerce una autoridad que consiste en ser “propietario”, un modo de violencia
simbólica cuyo monopolio pertenece a un Estado que puede ejercer la fuerza
física para hacerlo efectivo (Bourdieu 2000a).6
El Estado zanja así con un veredicto solemne y desde una autoridad socialmente
reconocida, el conflicto entre particulares mediante el ejercicio del monopolio
del poder simbólico.7 Nos referimos a cómo las
controversias entre intereses se transforman en intercambios reglados de
argumentos jurídicos de sujetos “iguales ante la ley”, a través de un personal
especializado –ministros, jueces de paz, topógrafos, agrimensores, apoderados,
escribanos, etc.– e “independiente”, que se resuelven mediante formas
codificadas “imparciales” apoyadas en reglas formales y lógicamente coherentes
de una doctrina jurídica (Bourdieu, 2000a). La sucesión de ficciones que operan
en este proceso es una prueba clara de que este campo, tal como se verá, no es
posible pensarlo desvinculado del conjunto de relaciones de poder.
LAS DONACIONES A “INDIOS AMIGOS”
Muchas de las iniciativas
indígenas vinculadas al acceso a la propiedad en el marco de la formación del
mercado de tierras en Buenos Aires tuvieron su origen en leyes de donaciones
del gobierno (véase mapa 1). Esto no significa que hayan tenido similares
orígenes, tampoco que hayan intervenido iguales factores y procesos ni menos
aún derivado en los mismos resultados (Barbuto, 2014; Lanteri, Ratto, De Jong y
Pedrotta, 2011; Literas y Barbuto, 2015). Del mismo
modo, las investigaciones que se han venido haciendo al respecto muestran que
la población indígena no fue sujeto pasivo de un derecho sobre el que no
tuvieron margen de incidencia (Fischman y Hernández 1990; Literas, 2015, 2016,
2018; Martinelli, 2017; Pérez Clavero, 2019a). Muy al contrario, si existe algo
en común en estas experiencias fue la decisiva exigencia indígena de obtener
tierras en el contexto de creación de un mercado de tierras y que las leyes de donación
fueron resultado de las demandas y negociaciones de la política indígena. Apoya
esta afirmación el hecho de que representaron una cierta singularidad en
comparación con otras experiencias indígenas contemporáneas en otros puntos del
Estado argentino.
Mapa 1. Iniciativas indígenas de acceso a la propiedad de
la tierra en las fronteras de las Pampas y Norpatagonia
antes de la Conquista
Fuente: Literas y Barbuto (2015).
Las donaciones fueron colectivas, encapsuladas en la
fórmula de “al cacique y su tribu” (De Jong, 2015), omitiéndose precisiones en
torno a su distribución, escrituración y tributación –aunque prohibiendo su
enajenación antes de los diez años–. La razón que motivó y fundamentó estas
iniciativas fue la contraprestación por el servicio de armas de estos grupos (Hux, 2007), en un contexto donde el Estado enfrentaba
numerosos y diferentes conflictos. A efectos de mostrar esta heterogeneidad de
algo que a priori podría considerarse dotado de las
mismas características, presentaremos en términos comparativos las donaciones
de tierra a las tribus de Melinao (1863) y de Rondeau (1867).
La donación a la tribu de Melinao en el paraje La
Barrancosa (partido de Bragado) fue la primera del ámbito rural8 y, como veremos, sentó
precedente en varios rasgos de esta política. En función de las redes de
relaciones que atravesaban a los diferentes grupos de “indios amigos” es muy
probable que al igual que en otros aspectos, el repertorio de acciones aquí
desplegadas circulara y fuera aprendido por otros. El origen de esta donación
alude a la disputa de derechos de propiedad con el juez de paz local, Juan
Esteban Trejo, que generó un extenso sumario que permite reconstruir los
actores, recursos y mecanismos que intervinieron en dicha experiencia.9
La Barrancosa era habitada por la tribu de Melinao desde
la década de 1840, pero como parte de la amplia área de los Campos de Pacheco
había sido expropiada, fraccionada y dada en arrendamiento a quienes
demostraran ocupación efectiva o que estuvieran baldías, en el marco de las
leyes de arrendamiento y venta de fines de la década de 1850. En ese contexto –más
específicamente en el año 1859–, con el argumento de ser “poblador antiguo”,
Trejo solicitó la adjudicación de una fracción de dos leguas cuadradas,
incluyendo La Barrancosa, a través de la polémica mensura de un reconocido
agrimensor de las fronteras.
El cacique Melinao protestó contra el pedido de Trejo –y
la mensura que avaló su solicitud– ante las más altas esferas del gobierno
provincial, dando puntapié al litigio por La Barrancosa. Para ello recurrió a
su hijo Ramón Luis. Hijo del cacique y de Victoria Coñequir,
había servido en el piquete de la tribu como alférez (1858), después en calidad
de teniente (1858-1863) y finalmente fue quien sucedió a su padre al mando de
la tribu tras la muerte de este, con el rango de ayudante mayor de Línea
(1863-1866). Al igual que otros hijos de caciques “amigos”, Ramón Luis Melinao
fue incorporado a las jerarquías del Ejército de Línea e incluso a la Plana
Mayor y asistió a su padre como escribiente, secretario y lenguaraz, gracias a
la apropiación y ejercicio de capitales y recursos asociados al mundo criollo.
A través de su pluma y la gestión de un apoderado judicial no indígena, Melinao
se presentó en calidad de “cacique mayor de la tribu Araucana”10 en representación de “la
tribu de mi mando”,11 en un pleito donde
intervinieron el presidente de la república, los ministros de Gobierno y de
Guerra, el gobernador y el fiscal de Buenos Aires, así como el comandante de la
frontera. Tanto el cacique como el juez de paz apelaron a elementos que desde el
marco jurídico vigente conllevaban derechos sobre la tierra: población efectiva
y explotación agrícola-ganadera. Esto lo hicieron, en ambos casos, de la mano
de otro elemento de significativo valor simbólico y político en la frontera:
las prestaciones militares en órbita estatal.
El expediente fue acompañado de un único plano donde se
relevaron los campos de Pacheco y un minucioso
informe que registró poblaciones, fortines, caminos, lagunas, ríos y médanos,
así como los intereses de labranza y pastoreo de los vecinos, mientras se medía
y amojonaba el área.12 Lo llamativo, empero, fue
que el agrimensor nunca hizo referencia a Melinao ni a la tribu y la ubicó en
los márgenes del terreno en disputa –prueba decisiva para apoyar la solicitud
de Trejo–. Como era de esperar, el cacique protestó contra esta mensura, y tras
un largo litigio, en 1863 el gobernador dio la razón a Melinao y donó a él “y
su tribu” La Barrancosa, afirmando que eran sus legítimos pobladores.
Esta fue la primera de las donaciones que el gobierno
otorgó a las tribus de “indios amigos” en las fronteras de Buenos Aires y tal
como se adelantó permite identificar capitales sociales, políticos y simbólicos
–los instrumentos y recursos que hicieron a la agencia de los líderes indígenas
en jurisdicción estatal– que se replicarán en las experiencias posteriores. En
este caso, cabe mencionar la importancia que adquirieron las conexiones
políticas de los caciques con los funcionarios estatales y específicamente con
los relativos a la frontera, el valor simbólico de las prestaciones militares y
la ocupación de la tierra, así como el conocimiento y el uso de los
instrumentos jurídicos que regulaban el acceso a la propiedad y la resolución
de conflictos en torno a ella.
Pocos años después, a escasos kilómetros de La
Barrancosa, el gobierno donó tierras a otro grupo indígena asentado en las
fronteras: la tribu de Rondeau. No obstante, más allá de la cercanía temporal y
espacial, de aludir también a un grupo de “indios amigos”, de ponerse en juego
similares capitales y recursos e incluso de hacerse mediante la misma modalidad
(la donación “al cacique y su tribu”), su origen fue muy diferente.
El punto de partida de la donación fue la concesión que
el gobierno de Buenos Aires había hecho a José Valdebenito, militar que ejerció
de Encargado de los Indios en Veinticinco de Mayo. Al morir Valdebenito en 1859
–mismo año en que en el marco de las recientes leyes de arrendamiento Trejo
había intentado adjudicarse La Barrancosa– le siguió la mensura, subdivisión y
arrendamiento de una lonja pública de 34 leguas –unas 80 000 ha– denominada
Campos de Ford y Baudrix –en el mismo contexto que
sucedió la parcelación y adjudicación de los Campos de Pacheco–. Esta fracción
se extendía desde el pueblo de Veinticinco de Mayo al suroeste, incluyendo el
paraje donde la tribu se había asentado hacia la década de 1830: Cruz de Guerra.13 Entre
los beneficiarios de la operación fueron incluidos “los descendientes” o
“herederos” de Valdebenito14
y se hizo de acuerdo con la posición de sus ocupaciones –como también había
sucedido en Bragado–. Estos beneficiarios eran los caciques Martín, Francisco y
Manuel Rondeau, emparentados con Valdebenito a través del matrimonio de este
con una hermana de nombre Felipa Rondeau. Fue en virtud de este vínculo que los
Rondeau exigieron rápidamente la concesión.
Sin embargo, del mismo modo que sucedió con Melinao y su gente,
la mensura había exceptuado a los sucesores de Valdebenito, y en 1860 el
gobierno porteño había otorgado esa fracción a un vecino de nombre Manuel Ghiraldo. Ante la insistencia de los caciques de hacer
efectiva la adjudicación, la concesión se reubicó en un paraje aledaño, ocupado
por el propio Martín Rondeau, con una extensión de tres leguas –unas 7 000 ha–,
la más extensa de los Campos de Ford y Baudrix. Al
igual que lo acontecido poco antes en la tribu de Melinao, el reclamo indígena
tuvo eco en las cámaras parlamentarias provinciales que avalaron al gobierno
para que hiciera efectiva.15
Siguiendo el modelo de adjudicación previo a la tribu de Melinao y tabmién a la de Ignacio Coliqueo (1866), por ley otorgaron
a Francisco, Martín y Manuel “y su tribu” el territorio “que solicitan en el
lugar que están poblados”.16
En este caso, y a diferencia de la experiencia de
Melinao, la donación muestra cómo los hermanos Rondeau emplearon
alternativamente, y en función de las controversias y recursos legales,
diferentes medios jurídicos para acceder a la propiedad de la tierra en el
contexto de formación de mercado de tierras en el oeste de la frontera
bonaerense: inicialmente en calidad de parientes de Valdebenito y en
arrendamiento –primer paso que establecía la ley para comprar la propiedad– y
posteriormente como donación a tribu “amiga”.
Una experiencia posterior que confirma esta capacidad
política indígena para movilizar demandas en el mercado de tierras, fue la
segunda donación obtenida por la tribu de Rondeau en el vecino partido de
Bolívar (1881). El apoderado legal de la tribu solicitó ante el escribano mayor
del gobierno completar la extensión originalmente donada y que no había podido
hacerse efectiva por falta de tierras en Veinticinco de Mayo. Más de una década
después “reclamaban que les entregase un terreno en la forma que se aproximase
más al cuadrado, porque de otro modo no se conformarían y elevarían su reclamo
ante quien correspondiese”.17
La solicitud fue aprobada por el gobierno, la tierra fue mensurada con el visto
bueno del juzgado de paz y del Departamento de Ingenieros y concedida en
propiedad a la tribu.
Las donaciones a las tribus de Melinao y Rondeau sugieren
varias observaciones. La primera alude a cómo los caciques “amigos” volcaron en
las disputas en torno a la propiedad de la tierra los capitales generados en su
experiencia y trayectoria política y diplomática en la frontera. El habitus es
el conocimiento de las leyes del juego y de lo que está en juego en un campo
determinado, una suerte de “oficio” o conocimiento práctico a través de
disposiciones e intereses adquiridos por la experiencia, las condiciones de
existencia y los condicionamientos sociales propios de una trayectoria
individual y/o colectiva (Bourdieu 1990, 2000b). En cuanto al mercado de
tierras, los casos de Rondeau y Melinao muestran una clara apropiación y
ejercicio de recursos que habilitaron para jugar en su favor el cuerpo
jerarquizado de normas que ponía en práctica procedimientos codificados de
resolución de conflictos en torno a la propiedad, el acceso y el uso de la
tierra.
La segunda observación refiere a los recursos empleados
en la negociación. Ninguna de Ambas experiencias hubiese sido posible si los
caciques no hubieran dispuesto de capital social,
entendido como el conjunto de recursos ligados a la posesión de una red durable
de relaciones y obligaciones de mutua familiaridad y reconocimiento que pueden
movilizarse en virtud de procurar beneficios materiales y simbólicos (Bourdieu,
2007; Bourdieu y Wacquant, 2012).18 Un agente, en efecto,
tiene mayor volumen de capital social en la medida que pueda extender su red de
vínculos. Aquí hay que mencionar en primer lugar los recursos basados en la
pertenencia a un grupo. La “tribu amiga”, desde esta perspectiva, puede
pensarse como una modalidad institucionalizada de capital social que el cacique
representó y puso en juego. Es decir, él ejerció el poder acumulado en nombre
del grupo aunque el mecanismo y el propósito de esta
delegación, como sabemos, debía ser consensuada entre los capitanejos. En
segundo lugar, hay que indicar que la pertenencia a una “tribu amiga” no agotó
el capital social de los líderes. Las dinámicas y relaciones interétnicas de
los espacios fronterizos y especialmente la diplomacia generaron vínculos entre
los caciques y un amplio conjunto de funcionarios y vecinos de la sociedad
criolla con sus respectivos capitales políticos, sociales y culturales:
ministros de Guerra y de Gobierno, comandantes de frontera, oficiales de
diferente rango del Ejército de Línea y la Guardia Nacional, hacendados,
comerciantes y proveedores de bienes de uso y consumo, jueces de paz, alcaldes
de cuartel y tenientes de alcalde, entre otros.19
En el transcurso de las negociaciones, de manera más o menos voluntaria, estos
agentes en muchas ocasiones bregaron en favor de los intereses indígenas. En el
caso de Melinao, altos funcionarios del gobierno provincial y el comandante de
la frontera lo hicieron decididamente para que el litigio se revolviera en
favor de la tribu en virtud de los intereses políticos y militares del Estado
en las fronteras. En el caso de Rondeau, el mismo origen de la donación radicó
en el estrecho vínculo entre los caciques y el antiguo Encargado de Indios. La
consideración de estas redes de relaciones sugiere que la posición de los
grupos en el mercado de tierras dependió en gran medida de sus vínculos
sociales y políticos.
La tercera observación refiere a otro tipo de capital
relevante a la hora de examinar el liderazgo asociado a la tierra: el capital cultural, consistente en las competencias
incorporadas mediante un periodo de enseñanza y aprendizaje y que, en
consecuencia, requieren la inversión de tiempo (Bourdieu, 2000a).20 En las fronteras saber
leer o escribir en un contexto de altas tasas de analfabetismo, por ejemplo,
fue sin dudas una fuente de beneficios. Más aún conocer y poner en juego los
códigos de comunicación diplomática y de ahí la función clave de los
intermediarios político-culturales (Barbuto, 2016). Aquí debemos mencionar a
los lenguaraces y escribientes que intervinieron en las negociaciones y que, en
ambos casos, pertenecieron originalmente al universo indígena: Ramón Luis
Melinao y Mariano Rondeau, por ejemplo. Ambos fueron hijos de caciques,
incorporados a la administración militar fronteriza y alfabetizados en la
sociedad criolla, un rasgo común a otras “tribus amigas” como la de Coliqueo,
Ramón Tripailaf o Francisco Ancalao, por ejemplo.
Otro elemento importante del capital cultural fue el
conocimiento de los recursos jurídicos y los procedimientos burocráticos en
todo lo relativo al acceso y uso de la tierra encarnado en las solicitudes de
donación, arrendamiento o compra de tierras, la escrituración y mensura de la
propiedad, la gestión de instrumentos legales para la cría y comercialización
legal del ganado (boletos de señales de marca de ganado y guías de campaña),
etc. En este caso es preciso tener en cuenta el conocimiento que los propios
caciques, y también capitanejos y hombres de lanza, adquirieron con respecto a
todos los procedimientos y recursos legales concernientes a la tierra como
muestra clara de la apropiación de un capital de la sociedad criolla en virtud
de los intereses y las estrategias indígenas (véase imagen 1). De hecho, cuando
no fue posible esta apropiación, ambas “tribus amigas” apelaron a contactos con
miembros especializados de la sociedad criolla como, por ejemplo, los
apoderados judiciales.
Imagen 1. Señales de marca para la cría y
comercialización de ganado gestionadas por miembros de la tribu de Melinao.
Fuente: elaboración propia con base en los registros del Archivo Municipal de
Bragado, Argentina.
ARRENDAMIENTO Y COMPRA
La solicitud y negociación de
fracciones de tierra en carácter de donación colectiva “al cacique y su tribu”
no agotó el repertorio de acciones indígenas en el marco de la formación del
mercado de tierras. Las donaciones fueron una de las estrategias –muy
probablemente la primera– que conformaron este repertorio y su principal virtud
es poder identificarlas con cierta facilidad dada su especificidad jurídica.
Sin embargo, existieron iniciativas de otro tipo, no encapsuladas en términos
étnicos ni en la organización tribal, más emparentadas al resto de los vecinos
y, probablemente por esta razón, más elusivas en las fuentes documentales.
Al compás de los instrumentos jurídicos creados por la
provincia de Buenos Aires para la enajenación privada del territorio, miembros
de los grupos de “indios amigos” emplearon estrategias de acceso a la propiedad
vinculadas al arrendamiento y la compra. Uno de los ejemplos más claros fue el
de los caciques Rondeau que apelando a diferentes recursos legales adquirieron
fracciones a título particular que no fueron de su uso exclusivo, sino más bien
extensivo a otros miembros de la tribu (véase mapa 2). Prueba de ello son los
registros de vecindad y de empadronamiento de la población rural, así como la
documentación generada en torno a la cría y comercialización de ganado.
Mapa 2. Iniciativas de los caciques Rondeau con respecto
a la tierra, 1867-1881
Fuente: elaboración propia.
Al año siguiente de obtener la donación de tierras en
Cruz de Guerra, los Rondeau pidieron con éxito al gobierno provincial el
arrendamiento de doce leguas de “tierra pública” al exterior de la línea
militar de fronteras, en el recientemente creado partido de Nueve de Julio.21 Los hermanos tramitaron
conjuntamente la solicitud, aunque exigieron adjudicaciones individuales,
divididas equitativamente y con el propósito explícito de explotarlas por
separado. A su vez, Francisco Rondeau adquirió otras dos fracciones en
Veinticinco de Mayo. La primera, un octavo de legua –unas 300 ha– al oeste del
ejido urbano, que subarrendaba a Gregorio Olmos para el pastoreo lanar y que
compró en 1867.22 La segunda, media legua
colindante con las tierras de la tribu, en 1877.23
Más allá de la forma que asumió la negociación y obtención del acceso a la
tierra –mediante arrendamiento o compra a título particular–, sabemos por
diferentes fuentes asociadas a la cría y comercialización de ganado, a
inspecciones de tierras, así como al empadronamiento de la población, que esas
tierras no fueron de uso exclusivo de Francisco Rondeau.
En el primer caso, la información proviene de varias
inspecciones del juez de paz a fines de resolver un litigio entre Francisco
Rondeau y el arrendador. Este tenía derechos sobre el terreno desde 1860,
aunque tomó posesión efectiva recién en 1865, cuando se hizo la mensura. Por
entonces Rondeau poblaba un punto de dicha fracción y, en efecto, quedó
registrado en la mensura. Ante la amenaza de ser desalojado, Rondeau dijo ser
“pobre” y pidió a Olmos que le permitiese “subsistir en el campo”.24 Poco después el cacique
solicitó la compra de media legua del terreno que el gobierno no autorizó,
sosteniendo –en apoyo de las versiones y reclamos de Olmos– que no era habitada
por él.25 Para evaluar la posesión
y la tierra que podía adquirir Rondeau, el juez de paz de Veinticinco de Mayo
hizo varias inspecciones en las que advirtió que existían dos poblaciones de
varios ranchos en las fracciones reclamadas por el cacique, así como un amplio
sector de labranza que excedía el consumo doméstico y hacienda vacuna y lanar
dispersa en diferentes puntos. Es decir, las inspecciones sugirieron que la
tierra que Rondeau solicitaba arrendar a título particular no era de su uso
exclusivo sino de más personas diferenciadas en unidades de convivencia. En
efecto, el gobierno autorizó la operación por una cantidad de tierra muy menor
a las exigida por el cacique, tras un juicio verbal entre este y Olmos.
En el segundo caso se observa una lógica similar. Aquí,
en cambio, la información proviene de los registros de vecindad. Este documento
era confeccionado en los diferentes cuarteles de los partidos de la campaña
donde se identificaban a los habitantes, designando –además de datos
personales– en qué vivienda, chacra o campo vivían y quién era el propietario.
Allí fue donde poco después de su compra, fueron relevadas numerosas unidades
de convivencia en el “campo de Mariano Rondeau”,26
hijo y heredero de su padre Francisco Rondeau. En él vivía un conjunto muy
amplio de personas en calidad de criadores, puesteros y jornaleros, algunos de
ellos con lazos con la tribu y otros de claro origen criollo.
Este tipo de iniciativas asociadas a la compra y
arrendamiento de propiedades no se circunscribieron al ámbito rural de los
partidos de la campaña y las fronteras. También se han identificado otras
asociadas a los solares del ejido urbano y a chacras y quintas de su entorno al
menos en las poblaciones indígenas de Azul y Veinticinco de Mayo (Barbuto,
2014; Literas, 2015), del cacique Ancalao y otros hombres de lanza en Bahía
Blanca (Martinelli, 2017), así como de capitanejos de la tribu de Melinao en
Bragado (Literas, 2016).
A TRAVÉS DE LA CONQUISTA:
UNA APROXIMACIÓN A LOS DERECHOS DE POSESIÓN Y PREMIOS MILITARES
La Ley de Inmigración y
Colonización de 1876 estableció la exploración, organización y selección de
territorios más allá de la frontera en virtud de su colonización y enajenación
a manos privadas.27 Para ello creó la Oficina
de Tierras y Colonias y poco después unidades político-administrativas, los
Territorios Nacionales,28 dependientes del gobierno
nacional con respecto a la organización política y los recursos económicos, y
con escaso margen para el ejercicio de derechos políticos de sus habitantes (Bandieri, 2011). Esto significó un cambio relevante: a
partir de entonces la entrega de “tierra pública” fue una atribución exclusiva
del gobierno nacional (Ruffini, 2003b). Simultáneamente este conservó secciones
para “la reducción de indios” y el pastoreo de ganado en pequeñas fracciones y
estimuló la creación de misiones. En términos generales las decisiones
estatales en estos territorios promovieron la enajenación de la “tierra
pública” para garantizar el poblamiento, la producción y asegurar recursos para
las necesidades fiscales del Estado. A la par, el gobierno fomentó y financió
la inmigración y el asentamiento de población de origen europeo.
Las poblaciones indígenas también intervinieron en este
contexto tan diferente a las décadas previas a la Conquista. La drástica transformación con respecto a las
relaciones de fuerza interétnicas, los márgenes de actuación de las poblaciones
indígenas y del horizonte de sus expectativas políticas, así como el de
políticos y funcionarios del Estado contribuyeron a que, a pesar de persistir,
cambiaran también los rasgos de las donaciones colectivas. Al respecto, es
preciso mencionar el peso que adquirieron en este contexto las modalidades de
reclusión de la población indígena en campos de concentración, las
deportaciones, los desmembramientos de grupos, las separaciones de familias y
la apropiación de niños (Delrio, Escobar, Lenton y Malvestitti, 2018).29
A diferencia de las experiencias previas a la Conquista,
en estas donaciones la alusión a la “tribu” fue sustituida frecuentemente por
“las familias”.30 Consideramos a modo de
hipótesis que este cambio en la nominación constata una erosión del capital
social y político de los caciques que el gobierno (en sintonía con reiterados
aunque no sistemáticos intentos ensayados en décadas previas) intentó
profundizar. Muy probablemente a causa de ello, el gobierno determinó su
ubicación de modo unilateral y en tierras agronómicamente pobres –fue el caso
de la donación a los caciques Mariano Pichihuincá,
Ramón Tripailaf, Ramón y Linconao Cabral en la Pampa
Central, entre otros (Salomón Tarquini 2010, 2011; Abbona 2013)– y que se contemplara alguna forma de
distribución individualizada de la tierra –así sucedió en la de Valentín
Sayhueque en Chubut–.31 No obstante, aquí nos
detendremos en dos modalidades que, en comparación a las iniciativas previas a
la Conquista, introdujeron ciertas novedades con
respecto a las negociaciones por el acceso a la propiedad de la tierra en el
contexto de formación de un mercado de tierras.
La primera fue el reclamo de derechos de posesión sobre
tierras fiscales en función de los dos criterios establecidos según la ley: una
población previa a la Conquista y un capital significativo
en hacienda.32 Así lo hizo Santiago Cañue Meligner cuando en 1883 se
presentó ante la gobernación de Río Negro por sus posesiones en el Rincón de la
Gama Blanca, un paraje sobre la vera del río, entre colonia Conesa y el paso
Chocorí.33 Desconocemos de qué modo
lo hizo ya que las fuentes no ofrecen información, pero sabemos que Cañue Meligner demostró ante la
Oficina de Tierras y Colonias que era poblador al menos desde 1876, con un
capital suficiente al requerido en las leyes de tierras. El presidente de la
república decretó, en consecuencia, el derecho a adquirir 7 500 ha. Sin
embargo, en virtud de los registros catastrales es probable que esta
adjudicación no se hiciera efectiva.
Poco después acudió al mismo recurso jurídico Marcelo
Linares, pariente del comandante a cargo de la “tribu amiga” de Patagones,
Miguel Linares, y capitán de esta a fines de la década de 1870 (Pérez Clavero y
Literas, 2020).34 El solicitante señaló que
poblaba este punto desde finales de la década de 1860 y el presidente le otorgó
el derecho para adquirir 7 500 ha, de las cuales 2 500 se harían en carácter de
donación, entre el paso Chocorí y la laguna Negro Muerto, algunos kilómetros al
norte de la reclamada por Cañue Meligner.
Aquí sí podemos confirmar que la solicitud fue exitosa y, es más, otros Linares
constaron en los registros catastrales como adjudicatarios de fracciones
similares a lo largo del Río Negro. Uno de ellos fue Idelfonso Linares, quien
pudo demostrar que poblaba desde 1877 y había introducido cría de hacienda. El
presidente lo habilitó a adquirir en propiedad 4 375 ha, inmediatamente al sur
de las obtenidas por Marcelo Linares.35
Aún falta mucho por avanzar en el estudio de este tipo de
acción indígena con respecto a la tierra. No obstante, a modo de hipótesis
planteamos que, en continuidad con iniciativas previas a la Conquista, las
solicitudes se hicieron a lo largo del Río Negro en función de parajes que eran
de uso previo por parte de las poblaciones indígenas, que su principal motivo
fue morigerar el impacto de la privatización de la tierra y que su titularidad
individual no invalidó usos colectivos (véase mapa 3).
Mapa 3. Localización de las solicitudes de títulos de
propiedad por derechos de posesión de Santiago Cañue Meligner, Marcelo Linares e Idelfonso Linares
Fuente: elaboración propia con base en el Plano Catastral
de la Nación Argentina, de Carlos de Chapeaurouge. Instituto Geográfico Nacional, Argentina.
Además de las donaciones colectivas y las solicitudes por
derechos de posesión, la Ley de Premios Militares, establecida en función de
las prestaciones en diferentes cuerpos y piquetes durante la Conquista,
canalizó otra forma de entrega de tierras en los Territorios Nacionales del
sur. En este caso a jefes, oficiales e individuos de tropa, entre ellos a
algunos antiguos “indios amigos”. A estos efectos se confeccionó una lista de
premiados, y es precisamente por esta que conocemos la nómina de beneficiarios.36 Con respecto a la
población indígena, la ley incluyó a un amplio conjunto de piquetes de “indios
amigos”, muchos de larga trayectoria en los diferentes sectores de las
fronteras e importante participación política. Entre ellos, debemos mencionar a
los grupos de los caciques Coliqueo, Ramón Cabral, Manuel Pichihuincá,
Ramón Tripailaf, Manuel Grande, Juan Maldonado, Ramón Chico y Pichillan Bengolea, Cayupan,
Simón Rosas, Miguel Linares, Peralta, Celestino Calfuquir,
Cheuquelén, Raimundo Coylá,
Valentín Sayhueque, Juan Nancucheo y Millaman.
Sin embargo, una vez más, lo establecido en la ley no se
tradujo a la práctica y los “premios militares” –al menos para el caso de la
población indígena– no implicaron que la propiedad se hiciera efectiva. Así le
sucedió a Rosario Huayquifil, quien aún en 1901
solicitaba sin éxito el premio en tierras de su esposo Pichihuincá,
cacique de dilatada trayectoria en las fronteras.37
Nunca lo conseguiría ya que por entonces los plazos para hacer efectivos los
“premios militares” habían expirado. De hecho, la implementación de estos
premios estuvo atravesada por múltiples problemas que fueron desde las
dificultades para la identificación y acreditación de los sujetos
beneficiarios, hasta el destino final de los premios –que eran objeto de
compraventa y de especulación–, sin olvidar la dilación de los trámites
burocráticos –excediendo los plazos de la ley y enmendados con prórrogas cuya difusión
puede imaginarse al menos escasa– así como la ubicación catastral efectiva de
las adjudicaciones. Con respecto a esto último, por ejemplo, en 1893 el
gobierno nacional estableció que debían hacerse en la provincia de Chubut, más
al sur, en virtud de la falta de “tierra pública no ocupada”38 en los Territorios
Nacionales de La Pampa, Río Negro y Neuquén. Por entonces, la consolidación del
mercado de tierras en las Pampas y Norpatagonia era
un hecho.
CONCLUSIONES
La expropiación, parcelación y
apropiación privada de los territorios indígenas de las Pampas y Norpatagonia, al compás del despliegue del Estado
argentino, es un proceso histórico pertinente para identificar las condiciones
que posibilitaron la generación y el ejercicio del liderazgo indígena, los
motivos y las formas de la acción política cacical, las relaciones entre
líderes y seguidores, así como las posiciones y recursos que permitieron
ejercer poder y que, en consecuencia, fueron motivo de lucha y orientaron las
estrategias y prácticas de los actores. En consonancia con estudios previos
sobre la política indígena, la primera y principal observación es que la
política de los caciques con respecto a la tierra fue la puesta en acto de sus
posiciones en las redes y relaciones que constituyeron a los espacios
fronterizos, mediante la incorporación y el ejercicio de determinados capitales
relevantes.
Esto está vinculado a la segunda observación, que alude
al capital social y cultural que los caciques pusieron en juego en virtud de
participar del mercado de tierras. Al respecto, las trayectorias en la frontera
de los caciques y su participación durante décadas en la política y la
diplomacia interétnica, es una variable ineludible para explicar el origen y el
volumen de estos capitales. Del mismo modo, ayuda a entender los disímiles
resultados que tuvieron las iniciativas llevadas adelante por los diferentes
líderes. En apoyo a aproximaciones previas, la evaluación de los procesos de
negociación indígena no puede disociarse del marco más general de conflictos
políticos y el papel que desempeñaron en ellos los diferentes grupos de “indios
amigos”.
La tercera y última observación alude a los seguidores de
estos líderes políticos. El tipo y la duración de los vínculos y las relaciones
entre unos y otros probablemente sustentaron expectativas sobre la capacidad de
los líderes para mejorar las condiciones colectivas de vida (Literas y Barbuto,
2018). El cercenamiento y el parcelamiento del
territorio que implicó la formación de un mercado de tierras y,
simultáneamente, de un mercado de trabajo
–mientras el avance estatal desarticulaba los espacios de frontera– fue no sólo
un hecho absolutamente novedoso sino una puesta a prueba del liderazgos de los
“indios amigos” porque deslizó el foco a su capacidad para resolver los
conflictos y las demandas de los seguidores, en este caso con respecto a un
problema tan central como la relación con el espacio. Prueba de ello es que la
reconstrucción del uso y de la ocupación posterior de estas tierras confirma en
muchos casos que a pesar de conflictos intraétnicos,
fragmentación de titularidad y enajenación criolla, la garantía de una relación
más o menos estable con el espacio pudo detener en alguna medida la
proletarización indígena y/o la migración a centros urbanos al menos hasta las
primeras décadas del siglo XX, un fenómeno sobre
el que es necesario seguir avanzado en términos de investigación.
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Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
OTRAS FUENTES
Archivos
AANCEPBA Archivo de Actuaciones Notariales del Colegio
de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
AGDGPBA Archivo General de la Dirección
de Geodesia de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
AGN Archivo General de la
Nación, Argentina.
AHPBA Archivo
Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
AMB Archivo Municipal de
Bragado, Argentina.
AVM Archivo Veinticinco de
Mayo, Argentina.
IGN Instituto Geográfico
Nacional, Argentina.
SHE Servicio Histórico
del Ejército, Argentina.
1 La estructura de un campo, en consecuencia, está definida por la relación
de fuerzas entre los protagonistas de la lucha –que se enfrentan en estrategias
destinadas a preservar o cambiar esa relación de fuerzas–; es decir, por cómo
está distribuido el capital específico de ese campo.
2 Estas primeras leyes de arrendamiento supusieron una bisagra con respecto
al régimen de enfiteusis hasta entonces predominante (Infesta, 2006). En 1826
el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata prohibió enajenar
tierras públicas al hipotecarlas al pago del capital e intereses de deuda. La
enfiteusis conllevaba el derecho de uso a cambio de un canon, sin derecho de
propiedad plena.
3 Recientemente una obra colectiva dio cuenta de las características y el
funcionamiento de redes destinadas al aprisionamiento, traslado, confinamiento
e incluso explotación económica de población indígena de las Pampas y Norpatagonia en las últimas décadas del siglo XIX (Delrio, Escolar, Lenton y Malvestitti, 2018).
4 Ley 947 del 5 de octubre de 1878. Además, se estableció la mensura de las
tierras incorporadas a la órbita estatal a medida que se avanzara la frontera y
su inclusión en un registro gráfico a partir del cual los suscriptores podrían
solicitar su adjudicación. Para un tratamiento a profundidad de esta cuestión,
véase Barba et al. (1974).
5 La Ley de Premios Militares, de septiembre de 1885, fue la última del
arsenal jurídico establecido durante la Conquista, otorgando fracciones
desiguales según jerarquía a los altos mandos, oficiales y soldados, además de
pagar deudas con proveedores del ejército.
6 La distribución de derechos de propiedad sobre la tierra no puede ejercer
eficacia si no es reconocido como legítimo y es respetada su contracara más
frecuente: el uso de la fuerza.
7 A la competencia de un campo le subyace el consenso sobre aquello, por lo
que vale la pena jugar y su valor, el conjunto de presupuestos que los actores
admiten más allá de toda discusión y que es constitutiva del funcionamiento del
campo: los intereses comunes que están en la base de los conflictos de
intereses (Bourdieu, 2017). Es decir, la imposición de un conjunto de normas
–en este caso las asociadas a la apropiación privada de la tierra– aparece en
mayor o menor medida como independiente de las relaciones de fuerza que
sanciona y consagra (Bourdieu, 2000a).
8 En el caso del ámbito urbano el primer antecedente fue la donación a la
gente de Maycá en Villa Fidelidad, Azul (Lanteri y Pedrotta, 2018).
9 El Cacique Pedro Melinao protestando contra la mensura practicada en un
terreno situado en el Bragado concedido en arrendamiento á Don Juan E. Trejo. Escribanía Mayor de Gobierno,
leg. 45, exp. 3270, f. 1. Archivo
Histórico de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AHPBA),
Argentina.
10 El Cacique Pedro Melinao protestando contra la mensura practicada en un
terreno situado en el Bragado concedido en arrendamiento á Don Juan E. Trejo. Escribanía Mayor de Gobierno,
leg. 45, exp. 3270, f. 2. AHPBA, Argentina.
11 El Cacique Pedro Melinao protestando contra la mensura practicada en un
terreno situado en el Bragado concedido en arrendamiento á Don Juan E. Trejo. Escribanía Mayor de Gobierno,
leg. 45, exp. 3270, f. 10. AHPBA, Argentina.
12 Escribanía Mayor de Gobierno. Leg. 63, exp. 4763/0, f. s/n. AHPBA, Argentina.
13 Mensuras. Veinticinco de Mayo. Leg.
55. Casas, Borales, Atucha y otros, 1866. Archivo General de la Dirección de
Geodesia de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AGDGPBA),
Argentina.
14 Mensuras. Veinticinco de mayo. Leg. 55. Casas,
Borales, Atucha y otros, 1866. AGDGPBA, Argentina.
15 Buenos Aires, Ley 512, 1 de octubre de 1867. Concesión de tierras a los
capitanejos Martín, Francisco y Manuel Rondeau y su tribu.
16 Buenos Aires, Ley 512, 1 de octubre de 1867. Concesión de tierras a los
capitanejos Martín, Francisco y Manuel Rondeau y su tribu.
En 1869 Martín Rondeau se personó en nombre de la tribu pidiendo sin
éxito escriturar el terreno. La solicitud fue reiterada en 1876 y 1878, hasta
que en 1879 se otorgó la escritura F. 828, 16 de septiembre de 1879. Donación
de terreno en el partido Veinte y Cinco de Mayo a la Tribu del Cacique Rondeau. Archivo de Actuaciones Notariales del Colegio de
Escribanos de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AANCEPBA),
Argentina.
17 Mensuras. Bolívar. Leg. 39, f. 1. Campo de
propiedad de la Tribu India del Cacique Rondeau, 1881. AGDGPBA,
Argentina.
18 El concepto de capital social es tributario de la antropología clásica.
Marshall (1979) por ejemplo, sostuvo que las relaciones de parentesco son clave
para la cohesión social y para gestionar redes sociales y enlazar la figura del
pariente con expectativas, creencias y conductas.
19 La correspondencia epistolar entre caciques y reconocidos miembros de la
elite política criolla a lo largo de décadas es la prueba más clara al
respecto.
20 Por esa razón, este tipo de capital no puede delegarse ni transmitirse
instantánea ni voluntariamente.
21 Escribanía Mayor de Gobierno. Leg. 132, exp. 10791/0. Francisco Rondeau y hermanos, 1868. AHPBA, Argentina.
22 Mensuras. Veinticinco de Mayo. Leg.
148. Francisco Rondeau, 1868. AGDGPBA, Argentina;
Escribanía Mayor de Gobierno. Leg. 204, exp. 14403/0. Francisco Rondeau, 1867. AHPBA, Argentina.
23 Mensuras. Veinticinco de Mayo. Leg.
125. Francisco Rondeau, 1878. AGDGPBA, Argentina.
24 Mensuras. Veinticinco de Mayo. Leg.
148. Francisco Rondeau, 1868. AGDGPBA, Argentina;
Escribanía Mayor de Gobierno. Leg. 204, exp. 14403/0. Francisco Rondeau, 1867. AHPBA, Argentina.
25 El arrendador, Olmos, insistió en esta cuestión y para demostrarlo a ojos
del gobierno provincial aludió al escaso subarriendo que pagaba el cacique y la
poca hacienda que tenía en dichas tierras.
26 Población y elecciones. Exp. Registro Vecinal,
1884. Archivo Veinticinco de Mayo (en adelante AVM), Argentina.
27 Con respecto a esta ley y otras posteriores, véase un tratamiento en
profundidad en Briones y Delrio (2002).
28 En 1884, cuando las campañas más significativas habían finalizado, se
crearon los Territorios Nacionales de La Pampa, Patagonia, Neuquén, Río Negro,
Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
29 Al respecto se ha afirmado que estas experiencias tuvieron como rasgo común
la reproducción de una condición diferencial, en espacios “interiores” y
“marginales” del territorio “nacional”, bajo la condición de reservas, colonias
o misiones y en función de su condición de “tribus” o “comunidades” (Delrio, 2005).
30 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 2, exp. 1629. Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Argentina.
31 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 4, exp. 2935. AGN, Argentina.
32 Pérez Clavero (2019a, 2019b) ha avanzado en una primera reconstrucción de
estas iniciativas y otras, de características diferentes, que tuvieron a la
población indígena de Carmen de Patagones y de Río Negro como protagonista.
33 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 1, exp. 1087. AGN, Argentina.
Para un abordaje específico sobre colonia Conesa, véase Pérez (2014).
34 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 1, exp. 1171. AGN, Argentina.
35 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 1, exp. 1546. AGN, Argentina.
36 Exps. Expedición al Río
Negro (1879), Premios en Tierras (1886), Expedición a los Andes (1881), Lista
de acreedores a Premios (1885-1886). Servicio Histórico del Ejército (en
adelante SHE), Argentina.
37 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 4, exp. 1635. AGN, Argentina.
38 Archivo Intermedio. Tierras, colonias e inmigración. Caja 2, exp. s/n, f. 4. AGN,
Argentina.
* Una
versión previa de este manuscrito fue presentada y discutida en el III Congreso
Internacional de los Pueblos Indígenas de América Latina, celebrado en la
Universidad de Brasilia en julio de 2019.
** Financiación:
Proyecto Procesos de Expansión del Estado Argentino y Articulaciones Políticas Indígeno-Criollas: Perspectivas Comparativas en la Frontera
Sur (1850-1885), Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, PICT 2014-2209.
Proyecto Las Articulaciones Políticas Indígeno-Criollas
en la Frontera de Buenos Aires durante la Organización Nacional (1850-1885), UBACYT-Grupos Consolidados-20020150100240BA.