10.18234/secuencia.v0i110.1796
Artículos
La construcción del ideal sobre
el amor materno en dos periódicos de Guadalajara y Torreón (1922-1950)*
The Construction of the Ideal of
Maternal Love in Two Newspapers in Guadalajara and Torreón (1922-1950)
Rogelio Jiménez Marce1**,
https://orcid.org/0000-0003-2103-0180
1Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, México, rojimarc@yahoo.com.mx
Resumen:
El objetivo de este trabajo es analizar cuál fue el
discurso periodístico que se construyó en torno a la maternidad en la primera
mitad del siglo xx y qué prácticas se llevaron a cabo
para afianzar su culto en las ciudades de Guadalajara y de Torreón. Para
conocer las representaciones sobre la madre y las festividades que se
realizaban en su honor, se examinó el discurso de dos periódicos locales (El Siglo de Torreón y El Informador).
El estudio muestra que los imaginarios de la madre se construían en torno a
tres aspectos: biológico (su condición innata para la procreación), religioso
(su vinculación con la virgen María) e ideológico (su utilización como bandera
de algunas causas políticas). Aunque los rotativos no apoyaban las ideas
“modernas” respecto a la maternidad, sí se pugnó por mejorar sus condiciones
como una manera de conducir al país por los ámbitos de la modernidad.
Palabras clave: maternidad; día de la madre; historia de la prensa; Guadalajara; Torreón.
Abstract:
The purpose of this paper is
to analyze the journalistic discourse that developed around motherhood during
the first half of the 20th century and the practices implemented to strengthen
its cult in the cities of Guadalajara and Torreón. To learn about the
representations of mothers and the festivities held in their honor, the author
analyzes the discourse of two local newspapers (El Siglo
de Torreón and El Informador). The paper
shows that imaginaries concerning the mother were based on three aspects:
biological (her innate capacity for procreation), religious (her connection
with the Virgin Mary) and ideological (her use as a banner for certain political
causes). Although the newspapers did not support “modern” ideas on motherhood,
they did seek to improve its condition as a means of leading the country into
the realm of modernity.
Keywords: motherhood; mother’s day; history of the press;
Guadalajara; Torreón.
Recibido: 17 de octubre de 2019 Aceptado: 6 de mayo de
2020
Publicado: 3 de mayo de 2021
Para Eva Berenice
La institución del día de las madres en México comenzó el
13 de abril de 1922, cuando Rafael Alducín, director del periódico Excélsior, propuso que el 10
de mayo se consagrara al enaltecimiento de las madres, con la finalidad de que
se comprendieran “ciertos conceptos de la vida de familia y atañederos al
hogar”. Advertía que el respeto a la madre debía convertirse en “una religión”,
en uno de los “deberes más gratos y fundamentales de la vida” y en un “homenaje
de amor y de ternura” por los “sacrificios” que realizaba. La iniciativa de
este diario, considerado de tendencia “conservadora moderada” y vinculado con
el gobierno (Burkholder, 2009, pp. 1370, 1398; Santillán, 2010, pp. 92, 98),
sería secundada por rotativos como El Demócrata y
por el Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, quien encargó a los
profesores que se convirtieran en los promotores de la celebración.1 De acuerdo con El Demócrata, la festividad tenía el objetivo de rechazar
un suceso “execrable”: la impresión de cartillas contra la natalidad en las que
se consideraba a la “familia como un estorbo para la realización de los
destinos individuales”. En este sentido, la celebración ayudaría a reafirmar
una maternidad lesionada a causa del “interés sombrío” de “algún funcionario” o
de un partido político.2 El 11 de mayo, el
periódico anunció, con gran emoción, que a lo largo del país se realizaron
homenajes de “amor y gratitud a las madres mexicanas”. El éxito de la
iniciativa se manifestaba en el hecho de que “no había una sola persona que no
llevara un ramo en las manos, o una flor en el ojal”. Aunque el festejo a la
madre no era una idea original de Alducín, 3
pues en Estados Unidos se celebraba desde 1914 merced a la iniciativa de Ann
Marie Jarvis, lo que nos interesa en este trabajo es entender la manera en cómo
se construyó el ideal del amor materno desde el discurso periodístico, cuáles
fueron las características que se le atribuyeron y, sobre todo, cuál fue el
impacto de esta idea en dos ciudades (Guadalajara y Torreón) del interior del
país, a fin de determinar qué ideas se compartían y cuáles fueron las
particularidades de las festividades que se realizaron en su honor. Aunque
existen idealizaciones que se pueden compartir, las prácticas sociales son
diferenciadas en función de las características que cada población le imprime.4
Para tal fin, se ocuparon dos periódicos estatales: uno
de Coahuila, El Siglo de Torreón, y uno de Jalisco,
El Informador, para comprender sus opiniones sobre
las ideas que se tenían sobre la madre y las festividades que se efectuaban en
su honor. La utilización de la prensa se sustenta en el hecho de que esta
constituye un medio indispensable para socializar noticias y son espacios de expresión
de ideas, opiniones, debates y críticas. La prensa no sólo influye en la
opinión pública, sino que forma conciencia política entre sus lectores (Cruz,
2013, pp. 11, 296). La elección de los periódicos se realizó con base en los
siguientes aspectos: eran referentes de la opinión pública en sus respectivas
ciudades, dedicaron amplios reportajes a las actividades del 10 de mayo y
tienen una trayectoria de larga duración pues se fundaron en las dos primeras
décadas del siglo xx. El trabajo se ubica entre los años
de 1922 a 1950, mismos que se caracterizaron por los procesos de urbanización e
industrialización, el desarrollo de los medios de comunicación y de los hábitos
de consumo, y por el afianzamiento de un estado nacionalista que buscó regir
los destinos de sus habitantes por medio de la instrumentación de proyectos
educativos y culturales (Rocha, 1996, pp. 120, 128). En el caso específico de
Guadalajara, la ciudad experimentó un notable aumento demográfico, de 131 000
en la década de 1920 pasó a 235 000 en los años cuarenta, se diversificó la
base industrial cuya prioridad era la producción de bienes de consumo, aumentó
el número de comercios y de instituciones crediticias, y se observó un
crecimiento urbano como consecuencia de una amplia demanda de vivienda (Muriá,
1988, pp. 522-525), situación similar a la experimentada por Torreón que al
inicio de la década de 1920 contaba con 50 902 habitantes y al finalizar tenía
64 724, población que superaba la de las demás capitales de los estados
norteños, con excepción de Monterrey. El rápido crecimiento de Torreón se
explicaba por la alta productividad de sus tierras cuyo sistema de irrigación
representaba 11% del total de la nación, lo cual les permitía producir más de
la mitad del algodón y la séptima parte del trigo que se cosechaba en México.
Esta prosperidad decaería después de 1936, año en el que el presidente Lázaro
Cárdenas decidió repartir las tierras de La Laguna (Vargas, 1999, pp. 11,
89-90, 144-202).
El objetivo de esta investigación es analizar cómo a
través de la prensa, entendida como un medio de expresión y generación de
opinión, se construyó un discurso en torno a la maternidad, como la principal
condición de la mujer, en la primera mitad del siglo xx
y qué prácticas se llevaron a cabo para afianzar el culto a la madre. En este
sentido, el amor materno5 se entiende como un
fenómeno sociocultural y una construcción simbólica en el que intervienen una
serie de discursos y de prácticas que buscan darle un sentido específico, y que
adquieren nuevas connotaciones de acuerdo con los cambios sociales, económicos,
culturales y políticos en un determinado momento de la historia (Arvelo, 2004,
pp. 93-94, 96; Badinter, 1981, pp. 117-118, 166-168; García, 2015, pp. 38, 40;
González, 2008, pp. 93, 95; Palomar, 2005, pp. 36, 41, 43; Rocha, 1996, p. 119;
Sánchez, 2016, p. 257). El proceso de definición de la maternidad, en el México
de las décadas de 1920 y 1930, estuvo marcado por influencia de las teorías médicas,
en específico las eugenésicas, y de los grupos políticos que buscaban la
transformación de la nación después de la revolución (Castilla, 2005, pp.
191-193). Esta visión se modificaría en las décadas siguientes cuando
adquirieron preponderancia asuntos como la etnicidad y el crecimiento
demográfico.6 El texto se conforma de
tres apartados: en el primero se presentan las ideas que justificaban
socialmente el festejo del día de la madre; en el segundo se explora la
concepción de la maternidad y las cualidades que caracterizaban al amor
materno; y en el tercero se muestran las celebraciones en las ciudades de
Torreón y Guadalajara, con el fin de comprender qué actividades se realizaban y
su impacto en la población.
UNA “FELIZ IDEA”:
EL INICIO DE LA CELEBRACIÓN A LA MADRE
La iniciativa de Excélsior sería alabada por El Siglo,
periódico cuyo primer número se publicó el 2 de enero de 1922 en la ciudad de
Torreón, Coahuila,7 en su editorial del 10
de mayo de ese año, pues era loable la propuesta de celebrar a la madre por
considerarla un “homenaje de admiración, de respeto y de amor”.8 Este asunto se volvió a
mencionar hasta 1927,9 y en los siguientes años
se insistió en la necesidad de honrarla porque la nobleza del amor materno
ayudaba a “mejorar en algún sentido al género humano o cuidar que no se vuelva
uno más malo”.10 El discurso sobre el
día de la madre adquirió ciertos matices que eran producto de las
circunstancias sociales y políticas del momento, tal como sucedió en 1928
cuando se realizó una asociación entre la madre y la patria, pues se decía que
las dos formaban “un solo amor y un solo deber”. Así, el amor a la madre
constituía un “homenaje a la patria”.11
En 1943, y con motivo de la entrada de México a la segunda guerra mundial, se
volvió a asociar a la madre con la patria, pues la primera guardaba en su
corazón la “sustancia más pura de la patria” y estaba dispuesta a entregar a
sus hijos para “la defensa de nuestra patria y de nuestra nacionalidad”.12 Este discurso sería
utilizado unos años después por el Movimiento Económico Nacional, al afirmar
que la patria era la “madre común de todos los mexicanos, una madre sublime en
cuyo regazo crecimos”, la cual no sólo proporcionaba cobijo sino que buscaba un
“mañana mejor” para sus hijos, motivo por el cual se incentivaba a comprar
artículos nacionales como una manera de demostrar el amor a la madre-patria.13
La celebración del día de la madre también sirvió como
pretexto para promover ideologías políticas, tal como lo hizo Benigno V.
Jiménez quien declaraba que este festejo, arraigado en la “conciencia
nacional”, impulsaba la introducción de los principios revolucionarios en las
familias y, con ello, ayudaría a acabar con las “fuerzas devastantes del
fanatismo y de la ignorancia”.14
Por su parte, el Partido Acción Nacional (pan),
en 1940, publicó un desplegado en el que mencionaba que el hogar, creado por la
madre, era la base de la civilización y de su seno emergían formas sociales,
como la familia, y elementos políticos como la ciudad, el gobierno y el Estado.
Como la nación se asimilaba con la familia, la madre se convertía en la
principal promotora del progreso, pues ella inculcaba los fundamentos
religiosos y difundía los principios de la economía moderna y de la salubridad.
Al ser la madre la “influencia decisiva de la evolución de los pueblos”, debía
ayudar en la transformación de los “aspectos materiales y espirituales de la
sociedad”, tarea que podía realizar en su faceta de educadora de sus hijos, los
“ciudadanos del mañana”, y de su esposo, “el ciudadano de hoy”, a quienes debía
convencer para que ingresaran a las filas de ese partido político y de esa manera,
contribuir al cambio en México.15
Aunque este anuncio no se volvió a publicar, daba cuenta del papel que la madre
debía desempeñar en la conformación de la realidad política. El pan no buscaba incluirla en los procesos políticos,
pero sí se le pedía que influyera en aquellos que podían hacerlo.16 Algunos escritores
utilizaron el 10 de mayo para reflexionar sobre la condición de la madre en la
sociedad. Por ejemplo, Roberto Quiroz indicaba que en México no se comprendía
el “deber filial”, pues los hijos no cuidaban a sus madres, situación que
evitaba que se contara con “madres vigorosas, prolíficas y longevas” que
ayudarían a construir un “país fuerte”.
Ante esta situación, pedía la promulgación de un código
familiar que garantizara su protección. El escritor advertía que cuando el
culto a la madre se volviera “consciente” y “espontáneo”, se daría un paso de
“alta significación social” en virtud de que el amor a la madre era el mismo
que se le tenía a la patria y a la humanidad. En este mismo sentido se
expresaba Samuel Silva, quien indicaba que rendir homenaje a la madre
constituía una “expresión elocuente del sentimiento más depurado” y evidenciaba
el “progreso moral” alcanzado por un pueblo.17
Por su parte, Roberto Morelos consideraba lamentable que el 10 de mayo no
tuviera ningún significado en “el campo y lugares apartados”. Los campesinos
desconocían ese “verdadero amor” y concebían la maternidad como un “acto
biológico” e “instintivo”, motivo por el cual mostraban un alejamiento de la
“madre campesina”. Lo anterior podría modificarse, a decir del escritor,
gracias a la conmemoración del 10 de mayo y no por la educación que resultaba
“deficiente” en el medio rural. Como los campesinos preservaban sus costumbres
e ideologías, Morelos creía que la festividad coadyuvaría a que se aceptara la
maternidad como un bien para la patria. En este sentido, el gobierno no sólo
debía impulsar esta celebración entre las mujeres del campo, sino otorgarles
apoyos en materia de salubridad y asistencia. En un anuncio publicado en 1950
por la Unión Central de Sociedades Ejidales de la Confederación Nacional
Campesina, se mencionaba que ella era la “base del hogar”, la “abnegada y fiel
compañera del trabajador del campo” y su acompañante en las “luchas por el
mejoramiento social y económico del campesinado regional”.18 Por la consonancia
social que alcanzó el 10 de mayo, David Quevedo, en 1950, la consideraba “una
de las máximas solemnidades en nuestra patria”, comparable a celebraciones
cívicas como la independencia y la revolución.19
En el caso de El Informador,
rotativo editado en la ciudad de Guadalajara y cuyo primer número se imprimió
el 5 de octubre de 1917, la primera noticia sobre el día de las madres apareció
en 1925, es decir tres años después de la propuesta de Alducín, y sólo
informaba sobre los festivales que se realizarían en algunas escuelas primarias.20 Esta situación cambió
seis años después cuando se publicó una nota en la que se manifestaba que la
celebración se esperaba con “gran impaciencia”, al ser una “devoción aceptada
por todas las clases sociales” y en la que los hijos buscaban “ofrendar a las
autoras de sus días el más rendido homenaje de admiración y de cariño”. En los
artículos se evidenciaba que la celebración debía trascender el ámbito público,
los actos sociales realizados en escuelas y teatros, para convertirse en un
asunto privado, pues los hogares debían convertirse en “centros de alegría” en
donde los vástagos les ofrendaran “grandes honores” y “especiales distinciones”
a sus madres.21 Sin embargo, se
advertía que el culto a la madre no debía circunscribirse a un día, sino que se
le debía honrar diariamente.22
El “sincero homenaje familiar” no sólo se volvía la “máxima expresión” del amor
del hijo por la madre, sino que también representaba un “símbolo expresivo de
la comunión del corazón de las madres con sus hijos”, sentimiento que se debía
reafirmar en un contexto enmarcado por la “destrucción de las íntimas
fruiciones familiares” como el respeto y la veneración de los padres. Como el
10 de mayo era el “día de fiesta de los hogares mexicanos”, las ceremonias
familiares vigorizaban en los “corazones infantiles” aquel “afecto purísimo”.
Para afianzar el vínculo entre madres e hijos, se estimaba que la conmemoración
debía extenderse a todo el país y se debían organizar festejos que unieran el
día del niño con el de la madre, a fin de fomentar “vínculos duraderos” que
fortalecieran el significado del “culto social público”.
Lo ideal, según el periódico, era que este “culto
secular” afianzara el amor del hijo por la madre y de la madre por el hijo, lo
cual ayudaría a que la festividad se volvería “más hermosa, radiante y sincera”
por sustentarse en la “religión del amor mutuo”.23
Este planteamiento se podía observar, por ejemplo, en la película Mi madrecita (1940), pues la protagonista mencionaba:
“dicen que hoy es el día de las madres, para mí es el día de mis hijos”.24 En El Informador también se realizó una asociación entre la
madre y la patria, a la cual se le designaba como la “madre mexicana”, la
“madre de las madres”, la “madre común a todos los mexicanos” y la “más
mexicana”. La madre patria, al igual que la biológica, sostenía y cuidaba a sus
hijos, les daba ser y forma, lenguaje y espiritualidad. Con la entrada de
México a la segunda guerra mundial, los articulistas pidieron el sacrificio de
los hijos por su madre patria.25
Con el fin de la conflagración mundial, se sugirió que la figura de la madre se
convirtiera en el “baluarte de la paz”.26
Bajo su égida, se construiría un mundo lleno de paz y amor, con lo que la madre
se tornaba madre-humanidad. El discurso sobre la madre siempre hacía referencia
a la viva y, sólo de manera ocasional se mencionaba a la fallecida para
recordar la “venerada figura” de aquella que formó “buenos hijos”. En algunas
ciudades, como Torreón, los hombres ponían un clavel rojo en referencia a las
madres vivas y uno blanco para recordar a las difuntas.27
Para “P. Lussa”, la instauración del festejo del día de las madres constituía
una prueba de que México avanzaba por el camino de las naciones “más notables y
prominentes”, pues ellas se convertían en un objeto de reconocimiento social.
Esta postura era compartida por José G. Montoya, quien consideraba que honrar a
las madres ayudaba a enmendar un “error imperdonable”.
Otro articulista afirmaba que la fiesta del 10 de mayo
constituía una “esperanza” para México, pues los pueblos que honraban a sus
madres se conducían por el “camino del amor puro, de la conciencia sana y de la
superación espiritual”, elementos que formaban la base del “progreso material”.
Sin embargo, “P. Lussa” advertía que la celebración original no tenía la
intención de rendir un homenaje a la madre, sino de aumentar las ventas de
productos.28 En este mismo sentido
se expresaba José T. Laris, quien indicaba que no había razones históricas que
justificaran la fecha de la celebración y tampoco era una festividad novedosa,
pues el culto a la madre era tan antiguo como la humanidad.29
LA MATERNIDAD: UN “DON DEL CIELO”
A finales del siglo xix, el amor materno se consideraba igual al “amor del
cielo” por su carácter “inagotable” y fecundo”30
y se presentaba a la virgen María como el modelo a imitar por las madres,
debido a que ella constituía, en sí misma, la expresión plena del amor que
trascendía lo sensible hacia lo divino (González, 2008, p. 97). Como la madre
continuaba con la labor divina, adquiría un carácter sagrado que se manifestaba
en virtudes como la sublimidad, la ternura y el amor puro. Como “ángel tutelar”
de sus vástagos, a la madre le correspondía inculcar valores sociales y
religiosos, velar por su felicidad, sufrir con sus desgracias y buscar su
redención cuando cometían errores.31
El “instinto materno” le permitía descubrir sus faltas y por medio de “consejos
impregnados de ternura”, lograba “mover sus corazones” y corregir sus
comportamientos. Sin embargo, se advertía que su “noble y generoso corazón”
podía tornarse “débil, impotente y degradado” a causa del pecado, motivo por el
cual debía cultivar las virtudes cristianas en el entendido que en ella residía
la “felicidad humana” y el “espíritu del pueblo”, esto es, las costumbres y
virtudes de una sociedad.32
Esta visión sobre la madre continuó en las siguientes décadas, aunque adquirió
nuevas especificidades como consecuencia de los cambios sociales, culturales e
intelectuales que se generaron en la primera mitad del siglo xx. Así, en 1923, María Luisa Castellanos equipara el
amor de Dios con el de la madre. A ella se le concebía como la “genuina
representación de la Divinidad sobre la tierra”, pues en su seno se encerraba
el “misterio amoroso” de la maternidad que, en sí mismo, se concebía como la
“obra creadora por excelencia”.33
En este sentido, el amor a la madre representaba el amor a la creación. Cuando
la madre cumplía con el “más primordial de sus deberes”,34 adquiría un “halo
divino” que la diferenciaba de sus congéneres pues la mujer sólo proporcionaba
“goces de la tierra”, pero la mujer-madre conducía a las “delicias del cielo”.
La virgen María se convertía, en este sentido, en el
ejemplo que debía seguir la mujer-madre, quien alcanzaba la santificación
cuando nacía su hijo, lo cual implicaba pensar en una mujer perfecta que
adquiría las “virtudes del espíritu”, tales como el sacrificio, la abnegación,
la resignación, el dolor, el sufrimiento, el cariño y la ternura, las cuales le
ayudaban a convertirse en la guía y “símbolo radiante” de sus hijos. La belleza
espiritual de la mujer-madre se manifestaba en dos planos: físico que la volvía
“más hermosa, más fuerte, más lozana, más deslumbrante”, y moral que se
manifestaba en “el buen consejo, la sana intención, el bien obrar, el camino
recto del amor, la bondad, la fraternidad y la nobleza”. Estas cualidades la
convertían en una “madre-modelo” cuyas acciones llenaban de “luz y amor al
mundo”.35 El elogio de la
madre-modelo constituía una forma de ensalzar los valores morales de la
sociedad, pues ella cumplía con el deber ser de la mujer.36 Esta postura sería
criticada por la escritora Catalina D’Erzell, quien indicaba que todas las
madres debían ser veneradas, pues la maternidad purificaba su alma. Como ninguna
concepción podía ser objeto de juicio, proponía que se hablara de “madres
felices” y “sin ventura”. Las primeras recibían “dones de bienestar y amor” por
haber encauzado su vida por el “sendero recto”, mientras que las segundas
carecían del apoyo de un hombre y sólo contaban con su “retoño”. En este punto,
la autora mostraba que la maternidad, entendida como una “misión sagrada”, no
sólo ayudaba a ocultar la deshonra, sino que la convertía en una “madre buena”
que era “consciente de sus responsabilidades” y que veía en su vástago “su
estímulo, su recompensa, su sostén y su consuelo”.
Lo contrario sucedía con aquella que abandonaba a su hijo
en el asilo, pues no alcanzaba la reivindicación social ni el perdón. Ella
viviría con el eterno “remordimiento” de haberlo desamparado. José T. Laris
también creía que la maternidad transformaba a las mujeres, pues las que antes
de casarse no eran “aptas para nada” sorprendían por su “arrojo y valentía”
cuando se trataba de proteger a sus “cariños filiales”.37
El cambio en la actitud de la mujer-madre se explicaba por dos factores: el
primero era el sacrificio que implicaba la maternidad. El “dolor maternal”,
manifiesto en el parto, contribuía a purificar su alma y a hacer que renunciara
a su condición de mujer para alcanzar el de madre. El segundo era su
alejamiento de la vida social para entregarse por completo al “fruto de su
vientre”, hecho por el cual se le debía considerar una “heroína de la
humanidad” por renunciar a su “belleza” y “juventud”. Así, las “buenas madres”
se distinguían por ser la “honra de su sexo” y el “ídolo de la familia”.38 Entre las “buenas
madres” también se establecía una diferenciación: a las jóvenes no se les podía
rendir admiración por seguir en “estrecho contacto con las cosas mundanas”. Una
mujer que se comportaba de esa manera era una señora más que una madre. En
contraste, la “buena madre” era aquella cuya vejez, prematura o natural,
denotaba el “máximo sacrificio” realizado por sus hijos.39 La idea de una anciana
como representación de la maternidad se comenzó a difundir, por medio de
fotografías y anuncios publicitarios, después de 1936 y se afianzó en la década
de 1940.40 La cinematografía
también retomó esta imagen, tal como se puede observar en películas como Mi madrecita y Cuando los hijos se
van,41 ambas protagonizadas
por una envejecida Sara García.
Acorde con las políticas pronatalistas también se buscó
enaltecer a la “madre prolífica”. Por iniciativa de Excélsior,
en 1930 se buscó premiar a las que tuvieran el mayor número de vástagos vivos,
iniciativa que generó posiciones encontradas pues unos creían que el
reconocimiento ayudaría a darle mayor relevancia a la celebración, mientras
otros consideraban que no era un tema que conmoviera. De hecho, J. S. Díaz
advertía que representaba lo mismo una madre con un hijo que la que procreó diez.42 Para refutar las
críticas, se mencionaba que premiar a las “madres prolíficas” constituía un
“justo reconocimiento” a las mujeres que eran “precursoras de la grandeza de la
patria”, pues engendrar “muchos hijos sanos” permitiría consolidar una “raza
profunda, enorme pero no inerme”. Sin embargo, en 1949, Guillermo de Luzuriaga
se preguntaba si ellas eran felices, pues no bastaba procrearlos sino
alimentarlos, vestirlos y educarlos.43
Si por un lado se alababa a las “buenas mujeres” que dedicaban su vida a la
maternidad, por el otro se criticaba a las que por causa de las “torpezas y
miserias” de la “vida moderna” buscaban limitar, o en el peor de los casos
nulificar, su función maternal. Ellas buscaban satisfacer sus “placeres
mundanos”, sin darse cuenta de que la “ley de la maternidad” dictaba que su
destino era el ser madres. En este sentido, se apelaba a que se prestara
atención en la educación de la mujer, pues no se les preparaba para ser
esposas. La coquetería y la vanidad no ayudaban a resolver los problemas de una
casa, entre los cuales estaba la crianza de los hijos. José T. Laris coincidía
en que la vanidad era la causante de que las mujeres olvidaran que ser madres
era su destino, lo cual implicaba “sacrificios, privaciones, canas prematuras y
la pérdida completa del sex appeal”. Para vencer a
la frivolidad, la indiferencia y la egolatría, se debía apelar a la “fortaleza
de ánimo”, la “ternura” y la “naturalidad de sus tendencias”.44
Las anteriores ideas serían cuestionadas por Roberto
Morelos en 1940, quien decía que los hombres habían “naturalizado” la
maternidad, sin comprender el dolor físico, moral y espiritual que implicaba
para las mujeres. Proponía que ellos acompañaran a sus esposas en la
experiencia del parto, pues su perspectiva cambiaría: las críticas se volverían
alabanzas y dedicarían su vida a “amarla, honrarla, protegerla y ampararla”.
Aunque reconocía en la maternidad lo “más sagrado, venerado y grande” de la
mujer, pedía que no se juzgara a las que decidían evitarla. La ciencia había
contribuido a que la maternidad dejara de concebirse como un “acto instintivo y
animal” para convertirse en un hecho “premeditado y aceptado”. Así, se le debía
tener una mayor estimación y agradecimiento a las que decidían ser madres,
motivo por el cual solicitaba la promulgación de leyes que las protegieran pues
se les debía considerar “beneméritas de la humanidad”. En esta misma tónica se
expresaba María Lidia Urbina, quien afirmaba que no se podía esperar que las
mujeres cumplieran con los papeles de antaño, pues, junto al hombre, ayudaban a
la renovación de las estructuras sociales.45
EL “AMOR DE TODOS LOS AMORES”: EL AMOR MATERNO
El amor materno era concebido
como el “más puro y excelso en la esfera moral y de la belleza”, pues no lo
regía el egoísmo sino el deseo de querer el bien del ser amado. Como el amor de
la madre se originaba en su alma “bondadosa” y “misericordiosa”, se le
consideraba el “más verdadero” por sus actos, cualidades y virtudes, el “más
puro” por concentrar la esencia de su corazón y el “más desinteresado”. Los
hijos sentían una mayor afinidad por la madre, debido a que su amor era
sentimental en tanto que el del padre era cerebral. El padre pensaba en su
hijo, la madre lo sentía. Él buscaba un hijo sabio, ella procuraba hacerlo
bueno. Las enseñanzas del padre se guardaban en la mente, las de la madre en el
corazón. Él toleraba la separación de sus vástagos, ella no podía hacerlo
porque eran la “carne de su carne”. El amor del padre era terrenal, el de la
madre era “eterno e incorruptible”. El amor materno, por sí mismo, ennoblecía
al linaje humano por encerrar desde “las formas más delicadas de la ternura
hasta el ímpetu más arrebatado del sacrificio”. A través de él se podía acceder
a lo divino y con ello, acercarse a la perfección. A la madre se le podía
atribuir la invención del amor en la tierra. El amor materno era el “amor de
los amores” por ser el primero que se conocía, el que se buscaba en los
momentos de angustia y el que se deseaba en el lecho de la muerte.46 Aunque en la “buena
madre” se manifestaban diversos atributos morales, lo que la convertía en un
ser distinto eran tres factores: su “sublime abnegación”, su “sacrificio
continuo” y su amor “infinito”.47
Ella siempre se mostraba pendiente de las necesidades, tanto materiales como
espirituales, de sus hijos, encontraba “palabras de aliento” y “caricias
desinteresadas” para ayudarlos a salir de las adversidades, y buscaba
encauzarlos a través de la vigilancia de sus actos, los “sanos consejos” y la
“recta educación”. Como su amor era inmenso, podía tolerar los defectos de sus
hijos y perdonarlos por sus acciones, sin importar su gravedad o el daño moral
que causaran.48
El materno era el único amor que podía considerarse
“verdadero” en virtud de que involucraba el “amor-sacrificio”, el
“amor-generosidad”, el “amor-desinterés” y el “amor-lealtad”.49 El sacrificio y la
abnegación, entendidos como las principales virtudes de la madre, se
trasladaron al discurso cinematográfico, tal como se puede constatar en
películas como Mi madrecita y Cuando
los hijos se van. La primera buscaba consolidar la celebración del día
de la madre y del amor materno en el imaginario nacional. De hecho, se le
consideró la “película emblema” de la festividad. La historia era cíclica:
comenzaba y culminaba un 10 de mayo. El inicio era doloroso. La protagonista,
María (Sara García), recibía la noticia de que sus hijos no la acompañarían en
el festejo y uno de ellos, Julio (Julián Soler), le pidió apoyo económico para
marchar a Estados Unidos, a fin de lograr su sueño de ser barítono. Para
conseguir el dinero, María decidió hipotecar su rancho. Cuando Julio lo recibió,
su novia Margot exclamó “bendita sea tu madre Julio, que vive y se sacrifica
por ti”. Aunque Julio le mandó dinero a su madre para saldar las deudas, su
hermano Luis (Víctor Urruchúa) no se lo entregó y María perdió si propiedad.
Ante tal situación, María viajó a la ciudad de México para pedir el apoyo de
sus hijos Enriqueta (Julieta Palavicini) y Luis, quienes no sólo se negaron a
hacerlo, sino que ocultaron quién era. Sin dinero y con gran pesar por el
desprecio de sus vástagos, María visitó la basílica de Guadalupe en donde
conoció a un hombre que le ofreció trabajo. Al no recibir noticias de su madre,
Julio regresó a México y descubrió que el rancho había sido embargado, por lo
que pagó parte de la deuda y emprendió la búsqueda de su madre. Al darse cuenta
de la ingratitud de sus hermanos, el cantante le expresó a Enriqueta que “hasta
en las fieras más viles, entre los lobos y los chacales, está desarrollado el
instinto primario, fundamental, del amor a la madre”.
Como se acercaba el 10 de mayo, el hombre que contrató a
María le informó que le daría libre el día por ser “una fecha que todos los
hombres debíamos considerar como sagrada”, pero ella le respondió que no tenía
hijos. Por azares del destino, Julio descubrió que su madre trabajaba en el
mismo edificio en donde estaba la oficina de Luis y cuando se enteró de que
este la estafó, lo golpeó y lo llevó a rastras para que le pidiera perdón.
María se reconcilió con sus hijos y la película termina con su arribo al rancho
para festejar el 10 de mayo. El final resulta significativo, pues Julio comparó
los sufrimientos de su madre con los de la virgen María. En el caso de Cuando los hijos se van, la historia se centra en torno a
José Rosales (Fernando Soler), su esposa Guadalupe (Sara García), sus hijos
José (Carlos López Moctezuma), Raimundo (Emilio Tuero), Amalia, Federico y
Tomás, y su amigo Casimiro (Joaquín Pardave). Uno de los momentos fundamentales
de la película es cuando Casimiro le regala un radio a Guadalupe por ser 10 de
mayo. Al recordarle la fecha, ella mencionó “qué raro, qué raro que todavía
haya alguien que se acuerda que soy madre”, expresión producto de que ninguno
de sus hijos los visitaba y a que de uno de ellos, Raimundo, no sabía nada
porque su padre lo corrió de la casa. A causa de la enfermedad de José,
Guadalupe pidió dinero prestado y el agiotista se presentó para embargar varios
objetos, entre ellos la radio, pero ella solicitó que se le permitiera escuchar
a Raimundo que iba a cantar en un concierto y era “una canción que me dedica a
mí”. El agiotista aceptó a regañadientes. Cuando Raimundo externó que estaba
“amargado porque mi madre perdió un día la fe en mí”, ella respondió que “nunca
la perdí hijo, nunca, ¿por qué lo dices? Yo nunca perderé la fe en mis hijos y
menos en ti que en ninguno”.
Debido a un “problema económico” de su hijo José,
Guadalupe hipotecó la casa pero le firmó un papel en blanco al agiotista,
circunstancia que este aprovechó para tratar de quedarse con el inmueble. Ante
este problema, Casimiro decidió pedirles ayuda a los hijos de los Rosales, pero
sólo Raimundo respondió a la petición. Ante la negativa del agiotista de
reconocer el verdadero monto del préstamo, Raimundo decidió encararlo y murió
para salvar a sus padres del despojo. Aunque el padre mostró su pesadumbre por
la ingratitud de sus hijos, Guadalupe tenía fe en que ellos regresarían pues
“en todos ha de florecer la verdad por el sacrificio de su Raimundo”. La
película termina con los hijos reunidos en torno a la mesa, quienes solicitaban
el perdón por sus acciones. Como se puede apreciar, las dos películas
enfatizaban tres valores que caracterizaban el ideal de la madre: el
sacrificio, la abnegación y el perdón. Aunque los dos filmes tenían un final
feliz para la protagonista resulta interesante resaltar que las problemáticas
que vivían las madres fueron resueltas por el hijo predilecto, quien a pesar de
ser despreciado y humillado por su familia, lograba triunfar y se imponía como
un ejemplo moral para los demás. En la primera película, las palabras de Julio
determinaron que Enriqueta decidiera abandonar un matrimonio que la hacía
infeliz, en tanto que en la segunda el padre reflexionó sobre los errores que
cometió con Raimundo.
“EL DEBER DE LOS DEBERES”
O EL AMOR DEL HIJO A LA MADRE
Si para los escritores de la
época el amor de la madre era “el más grande de los amores”, el de los hijos a
la madre debía constituirse en el “deber de todos los deberes”, pero ellos no
cumplían con su misión a causa de su orgullo y de que no proseguían las buenas
enseñanzas de sus madres, lo que hacía que sus almas fueran “cobardes”,
“degeneradas”, “viciosas” y que acallara “la voz del agradecimiento y del cariño
filial”. Los hijos debían comprender que su progenitora era la única mujer que
merecía veneración. Para rendirle un “justo homenaje”, no se necesitaba comprar
un regalo, sino seguir sus enseñanzas que permitirían tener una “conducta
intachable”, “un corazón sano” y “una confianza ilimitada” en sus consejos. El
principal presente que esperaba recibir una madre era la felicidad de sus
vástagos y que destacaran por “virtudes espirituales” como la honradez, la
rectitud, la honorabilidad y la personalidad.50
Así, el buen hijo era aquel que amaba a su madre, obedecía sus órdenes, seguía
sus consejos, la honraba, la respetaba y la cuidaba. Todo ello se constituía en
el único camino para transitar por el “camino florido de la rectitud moral”. El
“corazón puro” de la madre estaba dispuesto a perdonar las malas acciones de
sus hijos, quienes podían encontrar redención, esperanza y misericordia en
ella, debido a que su alma albergaba los “afectos más puros” y los “sentimientos
más santos”, lo que la convertía en “el sustantivo de los sustantivos”. El
sacrificio de los hijos también se consideraba un bien preciado, tal como se
podía observar en un breve relato de un presidiario llamado Pedro que se escapó
de la cárcel para despedirse de su madre moribunda, aun a sabiendas de que su
castigo podría ser mayor. A los “buenos hijos” se les pedía que no sólo
buscaran festejar a sus madres, sino que también lo hicieran con aquellas que
sufrían por causa de la pobreza o del alejamiento de sus hijos. A esas madres
“incomprendidas y olvidadas” también se le debía dar muestras de cariño.51
“EL DÍA DE LOS DÍAS”: LOS FESTEJOS DEL DÍA DE LA MADRE EN
TORREÓN Y GUADALAJARA
Los artículos revisados en El Siglo de Torreón y El Informador
daban cuenta de que la festividad del día de la madre sufrió diversas
transformaciones entre 1922 y 1950. Desde sus inicios, la festividad era
promovida por las principales escuelas de cada ciudad. Algunos articulistas
agradecían que los profesores asumieran la organización de esos actos, pues
hacer que la gratitud a la madre se convirtiera en un deber ayudaría a la
consolidación de tres ideales: la formación de “buenos ciudadanos”, la
vinculación de los padres de familia con los docentes, y se fortalecería el
principio de que el hogar y la escuela eran una “unidad inseparable” en la que
se gestaba la ciudadanía. Aunque se recordaba a Alducín como el creador de la
solemnidad, se reconocía que cada entidad le había dado su propio matiz. En el
caso de Torreón, desde 1927 se acordó que el 10 de mayo sería un día feriado
para los alumnos. En las primeras celebraciones, realizadas entre 1922 y 1929,
sólo se invitaba a las madres de los estudiantes de las escuelas en las que
organizaban festivales, a quienes se les entregaba un pequeño regalo. También
se efectuaban eventos deportivos y bailes. Se pedía que los hombres llevaran en
la solapa un clavel rojo en caso de que la madre estuviera viva, y blanco en
caso de que hubiera fallecido.52
A partir de 1930, la Dirección General de Escuelas (dge)
dispuso que los festivales tuvieran una mayor audiencia, por lo que podía
asistir el público en general. Para tal efecto, se distribuyeron programas
impresos los cuales también se publicaron en El Siglo de
Torreón. En correspondencia con la iniciativa lanzada por Excélsior de premiar a la “madre más prolífica”, El Siglo otorgó esa distinción a Refugio Ibarra quien
tenía 14 hijos. Como ella residía en la población de Matamoros, el acto de
premiación fue organizado por el presidente municipal del lugar, quien le hizo
entrega de un pergamino que la declaraba “Reina Madre del Estado de Coahuila”,
al tiempo que recibió varios ramos de flores por parte de algunos niños.
Para darle un mayor auge a la celebración, el gobierno de
Coahuila determinó que en las presidencias municipales se reprodujeran las
mañanitas y canciones que fueran alusivas al día.53
Como las festividades comenzaban a realizarse fuera de las escuelas, tal como
ocurrió en Gómez Palacio, cuyo evento se realizó en la plaza de toros y en
Torreón que lo llevó a cabo en el teatro Ulloa, la dge
les recordó a las autoridades municipales, en 1931, que el 10 de mayo no tenía
un interés festivo sino educativo, por lo que se debían evitar bailes y
canciones “populares” que pervertían “los sentimientos”, o la música extranjera
“que mata nuestra nacionalidad”. Esta excitativa ocasionaría que en 1932 se
reunieran varios grupos de docentes para entonar las mañanitas por las calles
de la ciudad, además de que la Banda Escolar Municipal ofreció conciertos en
los pórticos de algunas escuelas.54
Las anteriores actividades se efectuaban en las mañanas y eran independientes a
los festivales escolares que se llevaban a cabo en las tardes. Los programas de
los festejos eran aprobados por la dge
y se acordó que, a partir de 1934, estuvieran presididos por las sociedades de
padres de familia.55 También se comenzaron a
promover concursos infantiles de composiciones, a fin de cumplir con la
petición de la Secretaría de Educación Pública (sep)
respecto de que los niños tuvieran una mayor participación. La celebración del
10 de mayo no se circunscribió al ámbito educativo, pues también se organizaron
festivales en la cárcel municipal, la presidencia y las sociedades de padres de
familia de los barrios. A partir de 1936, los “gallos” dejaron de ser
organizados por los profesores, tarea que fue asumida por grupos formados con
ese fin. Ante tal situación, el inspector general de policía determinó que se
formara una sola columna. Para facilitar su traslado, la presidencia municipal
puso a su disposición varios camiones.56
El día de la madre también sirvió como pretexto para
causas altruistas, como la que realizó un “grupo de señoritas” que vendía
claveles con la intención de reunir fondos para los huérfanos. Aunque la sep pidió a los profesores rurales, en 1935, que
organizaran “actos simbólicos” tendentes a la “dignificación” de la madre
campesina y proletaria, esta propuesta sería llevada a la práctica en Torreón
hasta 1937, cuando se ordenó que las escuelas rurales realizaran “públicos
homenajes a la madre campesina”. En 1938 se determinó que los festivales del
día de la madre, organizados por el Comité Municipal de Acción Cívica y
Deportiva, en el teatro “Isauro Martínez”, serían presididos por el presidente
municipal y “la madre más anciana”, aunque también se les otorgaría un lugar de
honor a “la más prolífica” y a “la más joven”. El que el Ayuntamiento tomara en
sus manos la celebración, ocasionó que se produjeran importantes cambios tales
como la idea de construir un monumento a la madre, cuya primera piedra se
colocó en 1941, que “el gallo” incluyera a los trabajadores sindicalizados como
parte del contingente y que en el festival se regalaran diversos
electrodomésticos. Todas las actividades eran transmitidas en vivo por la
radiodifusora de la ciudad, misma que además les dedicaba la programación del
día. En ciertas ocasiones, organismos privados, como los trabajadores del
cinematógrafo, ofrecían banquetes en honor a las madres. Tanto el gobierno
estatal como diversos organismos publicaron desplegados para felicitar a las
“madrecitas”. Con motivo de la entrada de México a la guerra, la Secretaría de
la Defensa Nacional ordenó que el festejo de 1943 fuera organizado por la Junta
Municipal de Reclutamiento. A los conscriptos se les asignó la tarea de
entregar diplomas, medallas y flores a las progenitoras.57
Dos años después, la celebración tuvo como principal
protagonista a la madre de un piloto del Escuadrón 201. Se decía que con esta
acción se buscaba mostrar que la patria no olvidaba a las madres de “nuestros
aguiluchos que están en el lejano frente occidental”. Por tal motivo, se le
pidió a Alfonso G. Alaniz, quien fungía como Director Federal de Educación, que
le entregara un ramo de flores y le diera un abrazo fraterno en nombre de su
hijo. Los honores a la bandera se incluyeron como uno de los actos
protocolarios del festejo de 1945, debido a que se le consideraba “la única
representante de nuestra madre nacional, la patria”, esto es, se hizo visible
la idea de la madre patria.58
En 1947 se introdujeron algunas variaciones en la festividad. El “gallo”
comenzó a las cuatro de la mañana y a las siete se reunían los grupos en la
plaza de los constituyentes, a fin de cantar las mañanitas que las estaciones
radiodifusoras transmitían en vivo. A las doce del día, sonaban las sirenas del
cuerpo de bomberos para guardar un minuto de silencio por las madres
fallecidas. En la tarde se depositaba una ofrenda floral en la tumba de una
“madre olvidada” y se ofrecía una comida a la madre más longeva y a la más
prolífica, mismas que eran acompañadas al estadio Revolución para observar el festejo
organizado por el Ayuntamiento. También se instituyó el concurso de premiar a
la primera mujer que diera a luz el 10 de mayo, quien recibía un premio en
efectivo. Algunas asociaciones privadas también ofrecieron estímulos a las
madres ganadoras, que iban desde estufas hasta dinero. Es de destacar que en
1949 el desfile realizado en el estadio incluyó tres carros alegóricos que
representaban a la madre, a la “madre escuela” y a la “madre patria”.59
En el caso de Guadalajara, las noticias publicadas entre
1922 y 1929 sólo hacían referencia de los festivales realizados en las escuelas
de la ciudad, en los cuales siempre estuvo presente Carlos Trinidad Sepúlveda,
quien, como representante de Excélsior, pronunciaba
un discurso alusivo al evento. En la década de 1930, el festejo comenzó a
adquirir un matiz distinto. Por ejemplo, el obispo Francisco Orozco secundó la
iniciativa por considerar que ayudaba a “cristianizar algunas manifestaciones
de la vida social moderna”.60
Por su parte, la Confederación Obrera de Jalisco y el Comité Local de la
Asociación Nacional de Protección a la Infancia organizaron funciones de cine
en honor de la madre, el Partido Nacional Revolucionario (pnr) efectuó un evento y se llevó a cabo un concierto
patrocinado por una radiodifusora local. En 1934, el festejo de la madre adoptó
un carácter distinto. A la par de los festivales organizados por las escuelas,
el gobierno del Estado, a través de la Dirección General de Educación y con el
apoyo de la sección femenil del pnr, preparó un
evento en el teatro Degollado al que se invitó a todas las “clases sociales”.
Al igual que en Torreón, la Sociedad de Padres de Familia comenzó a tener
injerencia en el diseño de los festivales escolares. El ejército también
preparó un festival para las “abnegadas soldaderas” en el Cuartel Colorado,
cuyo acto central fue la entrega de un ramo de flores a la “madre más anciana”.
A partir de 1937 se realizó una ceremonia en el panteón en honor de las madres
muertas, y en la función del teatro Degollado se pronunció un discurso
encomiástico al 10 de mayo. 61
Los eventos escolares de 1939 estuvieron marcados por la idea de rendir
homenaje a la “mujer-madre”, a la “madre-escuela” y a la “madre-proletaria”.
Como se aprecia, Guadalajara tardó cuatro años en responder a la excitativa de
la sep de honrar a la madre proletaria,
aunque no se mencionó nada sobre la madre campesina.
Aunque la organización del festival del teatro Degollado
siempre estuvo a cargo de una de las dependencias estatales, sea el
Departamento Cultural del Estado o la Dirección General de Educación, entre
1942 y 1950 se contó con el apoyo de instituciones como la Sociedad de
Educadoras “Rosaura Zapata” y el Centro Militar Insurgente “Pedro Moreno”. En
la década de 1940, los eventos para festejar a la madre se diversificaron, pues
se ofrecieron conciertos, veladas literarias, desayunos y se les llevaban las
mañanitas a las madres ancianas. También se publicaron mensajes de felicitación
de las autoridades locales, los prelados y el presidente de la república,
Miguel Alemán, y su esposa, Beatriz Velasco. Otras instituciones también
prepararon eventos como la policía, la Liga de Industriales, el personal del
reformatorio, la Gran Logia Occidental Mexicana y el Club de Leones. A partir
de 1947, el 10 de mayo fue declarado día de asueto para los estudiantes. Ese
mismo año, en el festival del teatro Degollado se dispuso guardar un minuto de
silencio por las “madres desaparecidas”, así como entregar utensilios para el
hogar, ropa y dinero en efectivo a las “madres humildes y ancianas”,62 situación que buscaba
mostrar que el Estado se convertía en el protector de las mujeres desvalidas.
No se mencionaba quien presidió el evento, pero es probable que fuera la esposa
del gobernador. Es de recordar que el reparto de regalos fue una práctica
instituida por Soledad Orozco, la esposa de Manuel Ávila Camacho, en 1943, y
que prosiguió Beatriz Velasco en el sexenio siguiente.
EL ASPECTO COMERCIAL DEL DÍA DE LA MADRE
Tanto en Torreón como en
Guadalajara, los periódicos resaltaban el carácter privado que comenzó a tener
el día de la madre, pues se subrayaba que se llevaban a cabo reuniones familiares
en las que se les entregaban regalos y flores como un reconocimiento a sus
“sacrificios”. Si bien algunas voces críticas pedían que la celebración del día
de la madre no se convirtiera en un asunto comercial, lo cierto es que en los
dos periódicos se enfatizaba que las ventas aumentaban días antes de la
celebración. De hecho, en varios artículos de El Siglo de
Torreón se manifestaba la emoción de observar que “la mayoría de la
clientela estaba compuesta de niños y niñas, de clase humilde, que ajustaban su
regalo al poco dinero con el que contaban”, a quienes, en ciertas ocasiones,
algunas “personas caritativas” les compraban el obsequio que deseaban. Se decía
que como el número de compradores excedía el tamaño de los establecimientos
comerciales, se les dejaba pasar en grupos y se cerraban las puertas para poder
atenderlos. Ante la gran afluencia de compradores, la presidencia municipal de
Torreón autorizó que las tiendas de regalos cerraran una hora después de lo
permitido. Los presentes no sólo se adquirían en la zona comercial, sino
también con los vendedores ambulantes que se instalaban en los alrededores. Una
situación similar ocurrió en Guadalajara, pues se advertía de los “grupos de
jovencitas y muchachos con grandes y pequeños paquetes, y en sus caras
expresiones de íntima satisfacción”.63
Los anuncios publicitarios que invitaban a comprar regalos para las madres
comenzaron a aparecer, tanto en uno como en otro periódico, en la década de
1930. En un principio, se ofrecía ropa, alhajas, flores, jabones, perfumes,
productos de belleza, pasteles y abarrotes, pero en la década de 1940
predominaban los que ofrecían diversos tipos de electrodomésticos, situación
que evidenciaba los cambios que la modernidad introducía en México y cuyo
consumo fue alentado por la publicidad (Rocha, 1996, p. 131).
Resulta significativo que en los anuncios de la década de
1940 predominara la imagen de la madre anciana, la cual, según se decía en uno
de ellos, representaba el “lazo de unión” en la familia y simbolizaba el “recio
tronco familiar”, a diferencia de la “madre joven” que principiaba “su noble y
santa vida”. El papel central que se le otorgaba a la madre anciana también se
advertía en diversos espectáculos, pues a ellas se les permitía el ingreso de
manera gratuita, lo que constituía, según los organizadores de los eventos, una
forma de rendir homenaje a las “cabecitas blancas”, mismas que, como ya se
mencionó, constituían el estereotipo de la madre por excelencia.64
A MANERA DE CONCLUSIÓN
En los últimos años, se han
publicado una serie de estudios que reflexionan y cuestionan el papel otorgado,
social y culturalmente, a la maternidad (Badinter, 1981, 2011; Barceló, 2016;
Tubert, 1996). Asimismo, se ha advertido sobre la necesidad de analizar el
imaginario y las prácticas que lo han constituido (Gutiérrez, 2017; Palomar,
2005). La idealización del amor materno sería cuestionado, en un primero
momento, en la década de 1960 cuando los planteamientos feministas buscaron
disociar a la mujer de la madre (Palomar, 2005, p. 42). El ideal de la mujer
madre, como se advirtió en el estudio, predominó en el discurso de los dos
periódicos estudiados, mismos que mostraban los diferentes significados que se
le atribuyeron a la maternidad. En un primer ámbito, se enfatizaba el aspecto
biológico pues engendrar hijos constituía una característica “innata” de su
ser, es decir, se naturalizaba el papel de la mujer como madre, aspecto que, en
un segundo momento, se vigorizaba con un discurso que integraba elementos
religiosos e ideológicos. Por el hecho de ser madre, la mujer adquiría las
mismas cualidades que identificaban a la virgen María, quien constituía la
“mujer perfecta” de acuerdo con el pensamiento católico, pero también se le
atribuía cierta cercanía con lo divino por su capacidad de crear vida. Las
ideas religiosas se complementarían con aquellas gestadas desde el pensamiento
eugenésico y pronatalista que buscaban el crecimiento poblacional, motivo por
el que se buscó premiar a las madres más prolíficas, pero también la figura de
la madre adquirió ciertos matices que fueron producto de las circunstancias
políticas, económicas o ideológicas del momento. Ejemplo de lo anterior es que
la mujer madre se transfiguró en madre-patria tras el ingreso de México a la
segunda guerra mundial, el ensalzamiento de la madre campesina tras el ascenso
de Lázaro Cárdenas a la presidencia o el papel que se le asignaba como
consejera de los hombres en cuestiones políticas.
Lo anterior muestra que, si bien se buscaba afianzar el
deber ser femenino, desde la asociación de su papel como mujer-madre, también
se utilizaba su figura para discutir ciertos aspectos como la necesidad de que
el campo se modernizara o que se estableciera una nueva legislación que cuidara
de los intereses de las mujeres en lo general, aunque no se le buscó reconocer
sus derechos políticos. En el discurso periodístico se reconocía que las madres
eran objeto de abuso, tanto de sus esposos como de sus hijos, y aunque no se
apoyaban las ideas “modernas”, sobre todo las que se referían a la decisión
sobre la maternidad, sí se pensaba en cambiar la mentalidad de la sociedad con
la intención de mejorar las condiciones de las mujeres y, con ello, hacer que
el país adquiriera una faceta moderna. En este sentido, se consideró a la
escuela y a los niños como los mejores instrumentos para difundir los
principios e ideales en los que se debía sustentar el culto a la madre, a lo
cual también se debe sumar la difusión que los periódicos le dieron a los
festivales que en un primer momento se organizaban en las instituciones
educativas, pero que con el transcurrir de los años fueron también preparados
por diversas dependencias gubernamentales, organizaciones sindicales y grupos
empresariales, entre otros, lo cual supuso que la celebración saliera de un
ámbito particular, como lo era la educación, para adquirir un carácter
colectivo y, de esa manera, lograr que el mensaje que se buscaba difundir
tuviera un mayor impacto entre todos los sectores sociales. Aunque existieron
algunos asuntos en los que se siguieron las acciones que se llevaban a cabo en
la ciudad de México, tal como ocurrió con las premiaciones que enfatizaban
ciertas características de las madres, lo cierto es que en cada ciudad se buscó
imprimirle un toque especial a la festividad.
Así, los “gallos”, las guardias en los panteones o el
minuto de silencio en honor de las madres muertas daba cuenta de las formas en
las que los diversos grupos sociales se apropiaban de la celebración. La
celebración del día de la madre tendía a incentivar el aspecto festivo, pero
los discursos y ceremonias evitaban hablar de los problemas que vivían y
padecían en su acontecer cotidiano. El énfasis puesto en la madre ocultaba a la
mujer que, como un ser social, tenía derechos que no eran reconocidos por una
sociedad dominada por los hombres. Para comprender las razones por las cuales
la idealización de la maternidad y de la festividad del 10 de mayo adquirieron
relevancia en la sociedad mexicana de la primera mitad del siglo xx, se requiere realizar un mayor número de estudios a
nivel local, pues, como se muestra en este estudio, el análisis de los
discursos periodísticos no sólo permite mostrar las convergencias en cuanto a
la construcción de un discurso que idealizaba la maternidad y que inducía a las
mujeres a que cumplieran con el papel que la naturaleza les había asignado,
papel que también se enfatizaba en rotativos de la ciudad de México como Excélsior, lo cual significaba abandonar sus ideales de
contar con un trabajo o que se les reconocieran sus derechos sociales y
políticos, sino que también posibilita entender las formas que adquiría una
festividad en contextos socioculturales distintos, mismas que podían estar
determinadas por el tipo de nexos familiares que se construían a nivel local,
por la función que asumían las autoridades escolares y políticas en esos
festejos, por el involucramiento que tenían diversos actores sociales y
económicos, y por factores ideológicos que enfatizaban ciertos aspectos
relativos a la madre mujer.
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los hijos se van [película]. Grovas Oro Films.
1 El que se le asignara esta tarea a los profesores se explicaba por el hecho
de que se les consideraba unos misioneros políticos y culturales. De hecho, se
concebía la educación como un medio para politizar, nacionalizar y
contrarrestar la influencia “nociva” de la Iglesia (Knight, 2010, p. 1301).
2 Redacción, “El Día de las Madres, una fiesta que nació en Excélsior”. Recuperado de
https://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/05/09/898251 Aunque en El Demócrata no se mencionaba, el gobernador de Yucatán,
Felipe Carrillo Puerto, promovió la educación sexual y el empleo de
anticonceptivos. También publicó un folleto, traducido del inglés cuya autora
era la enfermera y activista estadunidense Margaret Sanger, intitulado Regulación de la natalidad o Brújula del hogar que
apelaba a la utilización de métodos anticonceptivos para evitar un embarazo. De
hecho, Sanger abrió, en 1916, la primera clínica pública de control de la
natalidad en Estados Unidos. Sthepanie Coontz (2006) plantea que en las
primeras dos décadas del siglo xx, las relaciones
sociales entre hombres y mujeres se desarrollaron en un plano de mayor
igualdad, además de que tuvieron un mayor acceso a información referente al
control de la natalidad y la sexualidad (p. 258). Por otra parte, no era una
casualidad que en Yucatán se promoviera el folleto, pues ahí se realizó en 1916
el Primer Congreso Feminista, impulsado por Hermila Galindo, y existía un grupo
de mujeres que compartían ideas liberales y feministas (Ávila, 2004, pp. 91-96;
Gutiérrez, 2017, pp. 51-52; Santillán, 2010, p. 99).
3 E. Borrego, “Breviario. Diez de Mayo”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1929, pp. 3, 6; “En el día de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1942, p. 5; “Cabezas”,
El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1946, p. 4. En
la película Mi madrecita (1936), los productores
Rafael Arzos y Luis Gene reconocían a Rafael Alducín como el introductor de “la
gloriosa fiesta del día de las madres”. Sin embargo, en El
Siglo de Torreón se mencionaba, en 1946, que ese honor le correspondía
al lagunero Teodoro González, quien trabajó al lado de Ann Jarvis y le propuso
esta idea a Alducín cuando se desempeñó como jefe de publicidad en Excélsior. No todos estuvieron de acuerdo con la idea,
pues algunos periodistas la consideraban una “idea importada de otras tierras”,
una “tradición nueva” imitada de los “vecinos del norte”.
4 Van Dijk (1996, p. 12) menciona que las prácticas sociales articulan las
creencias o representaciones sociales específicas de los grupos, así como
aspectos socioculturales como el conocimiento, las actitudes, las normas, los
valores y las ideologías.
5 El ideal del amor materno apareció en la modernidad que lo consideraba un
valor de la civilización y un código de buena conducta. Este formaba parte del
proceso de transformación de la familia, de los afectos y una forma de control
de los cuerpos para potencializar la productividad. Así, el ser y deber ser de
la mujer se construyó en torno al sexo. Alicia Oiberman (2005, pp. 116, 123)
plantea que para comprender el amor maternal también se deben entender los
aspectos psicológicos, pues como fenómeno psico-biológico se presenta
ambivalente, ambiguo y complejo.
6 Ricardo Pérez (1999, p. 180) menciona que en su búsqueda de la identidad del
mexicano, las expresiones culturales del nacionalismo revolucionario utilizaron
argumentos que iban desde lo científico hasta lo circunstancial.
7 A partir del 1 de enero de 1928, el periódico modificó su nombre a El Siglo de Torreón.
8 “Día de las madres”, El Siglo, 10 de mayo de
1922, pp. 1, 3-4.
9 “Al margen”, El Siglo, 10 de mayo de 1927, p.
1.
10 J. S. Díaz, “El amor de los hijos”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1930, p. 3.
11 “Al margen”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de
1928, p. 1; “Al Margen”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1930, p. 1; Palomar (2005) y Oiberman (2005) plantean que las políticas
natalistas fueron las que postularon la idea de la maternidad como un deber
patriótico.
12 “Amarga despedida”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1940, p. 2; I. Herrera, “Día sublime y de la realidad. Día de la
madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1943,
pp. 4, 6. El 10 de mayo de 1940 se incluyó una fotografía con el siguiente
texto: “La anciana despide con profunda tristeza al hijo soldado que se aleja
cumpliendo un deber con la patria […] Este sacrificio materno de entregar al
hijo de sus entrañas para que la metralla lo despedace, simboliza en estos
momentos […] el panorama de nuestra dolorida Humanidad en que la Madre es la
víctima por excelencia. La Madre que sufre, por la Patria, por el hijo y por
ella misma”.
13 “La Patria es nuestra Madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1950, p. 13.
14 B. V. Jiménez, “Misión que enaltece y diviniza”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1932, p. 3.
15 R. Morelos, “Loor a las Madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1940, p. 2.
16 Un discurso similar fue esbozado por el Partido Revolucionario de
Unificación Nacional (prun) que apelaba a que las mujeres
hicieran valer sus derechos de mexicanas “por conducto de los hombres que amas
y sobre los que puedes influir” (Santillán, 2010, p. 98).
17 R. Quiroz, “A la madre mexicana”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1935, p. 2; S. Silva, “¡Salve, madres!”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1944, pp. 4, 10.
18 R. Morelos, “Loor a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1940, pp. 2-3; “La Unión Central de Sociedades Ejidales”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1950, p. 15. El papel
otorgado a la madre campesina fortalecía la idea de que los campesinos eran la
base del país (Pérez, 1999, p. 185). Es importante mencionar que durante el
gobierno de Cárdenas se buscó darle mayor presencia política a los obreros y
campesinos, de forma que, a partir de 1937, se permitió que las organizaciones
obreras y campesinas designaran candidatos a puestos de elección popular.
19 D. Quevedo, “¡Loor a las madres!”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1950, pp. 4, 11.
20 “Hoy se celebrará el ‘Día de la Madre’”, El Informador,
10 de mayo de 1925, p. 1.
21 “Sincero homenaje de gratitud y respeto se rendirá hoy a las madres”. El Informador, 10 de mayo de 1931, p. 1; “¡Honor a las
madres!”, El Informador, 10 de mayo de 1932, pp.
1-2.
22 Redacción, “Día de las madres”, El Informador,
10 de mayo de 1933, p. 3; S. Silva, “El amor a la madre”, El
Siglo de Torreón, 30 de abril de 1947, p. 4.
23 Redacción, “En el regazo de la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1941, p. 3; Redacción, “Honor a nuestra madre”, El Informador, 10 de mayo de 1942, p. 3.
24 Anuncio, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de
1940, p. 4; Anuncio, El Informador, 10 de mayo de
1940, p. 5. Mi madrecita se estrenó en 1940 y fue
dirigida por Francisco Elías. Fue protagonizada por Sara García, Julián Soler,
Julieta Palavicini, Víctor Urruchúa y Julio Villarreal. El
Informador indicaba que esta película constituía “el más ferviente
tributo de admiración y cariño a la abnegada madre mexicana y una sabia
enseñanza a los hijos”. Este filme tuvo un enorme éxito de taquilla. Es de
destacar que la primera producción que presentaba a la madre abnegada y sufrida
fue Madre querida (1935) del director Juan Orol.
Otras películas que seguían esta misma tónica fueron Madres
del mundo (1936), Cuando los hijos se van
(1941), La gallina clueca (1941), y Madre adorada (1948), entre otras (Melche, 1997, p. 24;
Monsiváis, 2004, pp. 169-170).
25 A. Rey, “¡Madre!”, El Informador, 10 de mayo de
1931, p. 3; Redacción, “Honor a nuestra madre”, El
Informador, 10 de mayo de 1942, p. 3; Redacción, “¡Madre!”, El Informador, 10 de mayo de 1948, p. 4.
26 B. X. Pérez, “La madre: el verdadero baluarte de la paz”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1946, pp. 4, 11.
27 “Homenaje a la madre”, El Informador, 10 de
mayo de 1939, p. 1.
28 P. Lussa, “Charlas de sobremesa. Madres”, El
Informador, 10 de mayo de 1939, p. 3; J. G. Montoya, “De nuestros
lectores. Diez de mayo”, El Informador, 10 de mayo
de 1939, p. 5; “¡Madre!”, El Informador, 10 de mayo
de 1948, p. 4.
29 J. T. Laris, “¡La madre!”, El Informador, 10 de
mayo de 1939, p. 3.
30 “Mes de María en San Miguel”, La Voz de México,
3 de junio de 1887, p. 2; Martha Eva Rocha (1996, pp. 122-123) indica que la
educación moral de las mujeres, a fines del xix,
exaltaba la maternidad que se consideraba una característica innata de las
mujeres.
31 “El nacimiento de María”, La Voz de México, 8
de septiembre de 1888, p. 1; “La madre cristiana”, La Voz
de México, 20 de junio de 1897, p. 1.
32 “Correspondencia de los Estados. Durango”, La Voz de
México, 13 de octubre de 1888, p. 2; “Un llamamiento a la mujer”, La Voz de México, 15 de octubre de 1897, p. 1.
33 M. L. Castellanos, “¿Qué es el amor?”, El Siglo de
Torreón, 2 de agosto de 1923, p. 5.
34 C. D’Erzell, “La plegaria de la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1931, p. 10. Catalina D’Erzell afianzaba la idea de la maternidad
como destino de la mujer cuando afirmaba “ahí estaban ustedes, en mis juegos,
en mi muñeca, en mi infancia de mujer. Ya latían en mis pensamientos y en los
latidos del corazón”.
35 “Día de las madres”, El Siglo, 10 de mayo de
1922, p. 1; R. Quiroz, “La mujer madre”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1933, p. 3; “Honor a nuestra madre”, El Informador, 10 de mayo de 1942, p. 3; S. Silva,
“¡Salve, madres!”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo
de 1944, pp. 4, 10; “El sentimiento maternal a través de los siglos”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1948, pp. 4-5;
“Madre”, El Informador, 10 de mayo de 1949, p. 4.
36 “Al margen”, El Siglo, 10 de mayo de 1927, p.
1; B. V. Jiménez, “Misión que enaltece y diviniza”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1932, p. 3; I. Herrera, “Día sublime y
de la realidad, día de la madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1943, pp. 4, 6; “¡Madre!”, El Informador,
10 de mayo de 1948, p. 4.
37 C. D’Erzell, “A las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1941, p. 6; J. T. Laris, “El culto a la madre y el 10 de mayo”, El Informador, 10 de mayo de 1943, p. 3; T. L. Vidrio,
“Salutación a las madres”, El Informador, 10 de
mayo de 1943, p. 12.
38 “Día de las madres”, El Informador, 10 de mayo
de 1933, p. 3; R. Quiroz, “A la madre mexicana”, El Siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1935, p. 2; “Honor a nuestra madre”, El Informador, 10 de mayo de 1942, p. 3; S. Silva,
“¡Madre!”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1943,
pp. 4, 6; J. P. González, “El amor y el dolor”, El siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1944, p. 4; E. Ávila, “Para el día de las
madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1946,
pp. 4, 11; C. Vilchis, “Voces femeninas”, El Informador,
10 de mayo de 1949, p. 6. La maternidad como un “regalo divino” puede
observarse en la película Mi Madrecita, pues
Enriqueta le mencionó a su esposo Gustavo que “tal vez por castigo de Dios no
tenemos hijos”.
39 P. Lussa, “Charlas de Sobremesa. La madre”, El
Informador, 10 de mayo de 1950, pp. 4-5. Las imágenes sobre la buena
madre tenían notables diferencias: la sociedad estadunidense la concebía como
una mujer de clase media, casada, protestante, heterosexual, blanca y pendiente
de sus hijos. En Italia se le caracterizaba como una mujer de senos grandes que
amamantaba a sus hijos hasta una edad avanzada. En México se le identificaba
con la “madrecita santa” que se convirtió en el icono del Estado nacionalista.
En el estereotipo de la buena madre se conjugaba la ideología, la cultura y el
nacionalismo (Castilla, 2005, pp. 198-199; Robles, 2005, pp. 53-54).
40 Ricardo Pérez (1999, pp. 183-184) menciona que los estereotipos creados al
amparo del nacionalismo revolucionario tuvieron una amplia difusión gracias al
crecimiento de los medios de comunicación masiva. Carlos Alejandro Belmonte
(2016, pp. 186-187) dice que el cine, entendido como industria y difusor
ideológico, sería utilizado por el presidente Lázaro Cárdenas como un mecanismo
de educación, de promoción de la unidad campesina y obrera, y una forma de
organizar el mensaje revolucionario.
41 La película se filmó en 1941. Fue protagonizada por Sara García, Fernando
Soler, Joaquín Pardavé, Emilio Tuero y Carlos López Moctezuma, entre otros. Fue
dirigida por Juan Bustillo.
42 “Al Margen”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de
1930, p. 1; S. J. Díaz, “El amor de los hijos”, El Siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1930, p. 3; Martha Santillán (2010, pp. 92, 102)
indica que en 1941 se volvió a promover este concurso como una forma de acallar
las voces que pedían, entre otras cosas, el derecho al voto. Desde su
perspectiva, el modelo idealizado de la madre prolífica consolidó la alianza
entre prensa, Estado y el ala conservadora de la sociedad (Santillán, 2019, p.
1123).
43 F. Medina, “A la madre”, El Informador, 10 de
mayo de 1940, p. 7; I. Herrera, “Día sublime y de la realidad, día de la
madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1943,
pp. 4, 6; “¡Madre!”, El Informador, 10 de mayo de
1948, p. 4; G. Luzuriaga, El Siglo de Torreón, 10
de mayo de 1949, p. 4.
44 E. Lanus, “Seamos ante todo mujeres”, El Siglo de
Torreón, 31 de marzo de 1935, p. 12; J. T. Laris, “¡La madre!”, El Informador, 10 de mayo de 1939, p. 3; S. Brito, “En el
día de la madre”, El Informador, 10 de mayo de
1942, pp. 3, 6; J. T. Laris, “El culto a la madre y el 10 de mayo”, El Informador, 10 de mayo de 1943, pp. 3, 12. Un ejemplo
de la mujer vanidosa se encuentra en la película Cuando
los hijos se van. En un diálogo sostenido entre Guadalupe Rosales (Sara
García) y Mimí (Gloria Marín), la primera le mencionó que “es el destino de los
padres pasar desvelos toda la vida por los hijos”, a lo que ella respondió “sí,
por eso yo me alegró de que no los tendré nunca”. Sorprendida Guadalupe le
preguntó: “qué se alegra usted de no tener hijos”, y ella le contestó:
“naturalmente, y Dios no me vaya a castigar mandándomelos. ¡Lagarto, Lagarto!”.
Ante tal situación, Guadalupe contestó “parece increíble que una mujer no
quiera ser madre. En fin, cada uno tiene sus ideas”. En este caso, Mimí
representaba a la vanidosa que se preocupaba más por su arreglo personal que
por tener una familia a la cual cuidar. El surgimiento de una generación de
mujeres que perseguía su propia liberación personal también sería estereotipada
en otros países, tal como ocurrió en Estados Unidos con la flapper, en Francia con la garconne,
en Brasil con la carioca, en Alemania con la Bubikopf, en Japón con la moga
o modan gaaru y en Italia con la maschietta (Coontz, 2006, pp. 258-259).
45 R. Morelos, “Loor a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1940, pp. 2-3; M. L. Urbina, “La mujer y el amor”, El Siglo de Torreón, 29 de octubre de 1944, pp. 17, 19.
46 “Día de las madres”, El Informador, 10 de mayo
de 1933, p. 3; J. L. Vizcaíno, “Madre”, El Informador,
10 de mayo de 1937, p. 3; S. Silva, “¡Madre!”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1943, pp. 4, 6; J. T. Laris, “El culto a la madre
y el 10 de mayo”, El Informador, 10 de mayo de
1943, pp. 3, 12; J. Arderius, “La madre”, El siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1943, p. 4; V. Alessio, “Gajos de Historia”, El Informador, 10 de mayo de 1945, p. 4; S. Silva, “El
amor de la madre”, El Siglo de Torreón, 8 de mayo
de 1947, pp. 4, 13; “El sentimiento maternal a través de los siglos”, El siglo de Torreón, 10 de mayo de 1948, p. 4.
47 Elisabeth Badinter (1981, p. 223) menciona que estos dos atributos se le
otorgaron a la madre en el siglo xix. La abnegación se
refería a su vocación altruista y el sacrificio al orden moral.
48 T. Coelho, “¡Madre!”, El Siglo, 10 de mayo de
1922, pp. 3-4; “Al margen”, El Siglo, 10 de mayo de
1927, p. 1; D. Garza, “A la madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1935, p. 2; F. Juambelz, “La madre”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1935, p. 2; “Hoy se celebra el día de la
madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1942,
pp. 1, 7; C. Díaz, “¡Madre!”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1946, p. 4; “Madre”, El Informador,
10 de mayo de 1949, p. 4.
49 D. Quevedo, “¡Loor a las madres!”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1950, pp. 4, 11.
50 “Día de las madres”, El Siglo, 10 de mayo de
1922, p. 1; “Al margen”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1928, p. 1; E. Borrego, “Diez de Mayo”, El Siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1929, pp. 3, 6; “Día de las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1933, p. 3; E. Jiménez,
“Madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1935,
p. 2; F. Juambelz, “La madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1935, p. 2; S. Silva, “¡Salve, madres!”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1944, p. 4; J. P. González, “El amor y
el dolor”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1944,
p. 4; M. Ramos, “10 de mayo”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1949, p. 4.
51 J. Dicenta, “Cuatro años de presidio por un beso de su madre”, El Siglo, 10 de mayo de 1922, p. 4; A. Rey, “¡Madre!”, El Informador, 10 de mayo de 1931, p. 13; M. Cosío, “La
fiesta de las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1938, pp. 4-5; J. G. Montoya, “Diez de mayo”, El
Informador, 10 de mayo de 1939, pp. 3, 5; “En el día de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1942, p. 5; S. Silva,
“El amor a la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1947, p. 4.
52 “Celebración del día de la madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1927, p. 1; El Siglo de Torreón, 10
de mayo de 1928, pp. 1-3; “Al margen”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1928, p. 1; “Hoy se festejara con pompa el día de la madre en
esta ciudad y en la vecina Lerdo”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1928, p. 3; “Las fiestas para el día de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1928, p. 5; “Al
Margen”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1930,
p. 1; En 1928, las autoridades municipales de Lerdo y Gómez Palacio también
autorizaron que el 10 de mayo fuera un día de asueto.
53 “Las fiestas en las escuelas oficiales”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1930, p. 1; “El día de la madre en C. Lerdo”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1930, p. 2; “Como se
agasajará a la Reina Madre del Estado de Coahuila”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1930, p. 6.
54 “Fiestas escolares para las madres”, El Siglo de
Torreón, 9 de mayo de 1931, pp. 1-2; “El día de las madres y las fiestas
aquí”, El Siglo de Torreón, 9 de mayo de 1931, p.
2; “Hubo fiestas en algunas escuelas”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1931, p. 1; “Juegos en honor de las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1931, p. 1; “El Día de
la Madre hoy en Gómez Palacio”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1931, p. 6; “Las fiestas del día de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1932, p. 1; “Día de la
madre en escuelas de Gómez Palacio”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1932, p. 3.
55 Esta disposición buscaba incorporar a los padres de familia en la campaña
tendente a eliminar la injerencia del clero en la educación. De hecho, se
pensaba que este era el principal enemigo de la escuela pública y el fanatismo
religioso se consideraba como la “más grave de las lacras sociales” (Muriá,
1988, p. 508).
56 “Al margen”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de
1933, p. 1; “Entusiastamente rendirán hoy homenaje a la madre todos los
escolares del Estado Nayarita”, El Informador, 10
de mayo de 1933, p. 4; “Fiestas escolares para las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1934, pp. 1-2; “Los
homenajes de hoy a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1935, p. 1; “Honor a la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1935, pp. 1-2; “Las fiestas a la madre aquí”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1936, pp. 1, 6;
“Preparativos para el día de la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1937, p. 3; “Homenaje a las madres”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1938, p. 2; “El día de la Madre será
celebrado con entusiasmo en Lerdo y Gómez Palacio”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1939, p. 2. En Colima y Durango, “el
gallo” comenzó a realizarse a partir de 1937. El de Durango se caracterizaba
por estar a cargo de los niños. Dos años después, Lerdo y Gómez Palacios se
unirían a esta tradición musical. En Lerdo, los principales festejos se
efectuaban en el monumento a la madre, lugar en el que se montaban guardias. En
Durango, los niños concurrían al panteón para depositar una ofrenda floral en
honor a la madre desaparecida, misma situación que ocurría en Nayarit en donde
los alumnos montaban guardias de honor mientras algunos huérfanos leían
composiciones.
57 “Los festejos a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1937, p. 1; “La madre más anciana”, El Siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1938, p. 1; “Los agasajos a las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1938, p. 8; “Fiesta
oficial en honor de la madre”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1941, pp. 1, 5; “Saludo a las madres durangueñas”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1942, p. 2; “El
banquete a las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1942, p. 2; “Bellas fiestas en honor de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1943, pp. 1, 7.
58 “Se agasajará a la madre de un miembro del 201”, El
Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1945, p. 1, 16; “Las fiestas a la madre
en C. Lerdo”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de
1945, p. 2.
59 “Las fiestas en honor a las madres”, El Siglo de
Torreón, 10 de mayo de 1947, pp. 1, 11; “Un fervoroso homenaje se
rendirá a las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de
mayo de 1948, pp. 1, 16; “Las fiestas en honor de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1949, pp. 1, 10;
“Homenaje de gratitud a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1950, pp. 1, 10.
60 “Hoy se celebrará el ‘Día de la Madre’”, El Informador,
10 de mayo de 1925, p. 1; “Festivales para celebrar el día de las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1926, p. 1; “Hoy se celebra
el día de las madres”, El Informador, 10 de mayo de
1927, pp. 1, 6; “Será celebrado hoy el día de las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1928, pp. 1, 8; “El día de
la madre será celebrado hoy en las escuelas oficiales”, El
Informador, 10 de mayo de 1929, pp. 1, 6; “Hoy se celebra el ‘día de la
madre’”, El Informador, 10 de mayo de 1930, pp. 1,
6.
61 “Sincero homenaje de gratitud y respeto se rendirá hoy a las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1931, p. 1; “¡Honor a las
madres!”, El Informador, 10 de mayo de 1932, pp.
1-2; “Hoy se celebrará con entusiasmo el día de la madre”, El Informador, 10 de mayo de 1934, pp. 1-2; “¡Loor a las
madres!”, El Informador, 10 de mayo de 1936, pp.
1-2; “Hoy es el día señalado para rendir pleitesía a las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1937, pp. 1, 3; “Hermoso
festival listo para hoy”, El Informador, 10 de mayo
de 1937, p. 8; “Con algunos festejos escolares celebrase el día de la madre”, El Informador, 10 de mayo de 1939, p. 1; “Festejos para
hoy ‘Día de la madre’”, El Informador, 10 de mayo
de 1940, pp. 1, 7.
62 “El día de la madre hoy en el Degollado”, El Informador,
10 de mayo de 1942, p. 10; “En honor de las madres”, El
Informador, 10 de mayo de 1942, p. 11; “Homenaje a la madre”, El Informador, 10 de mayo de 1942, p. 12; “Festival en
honor de la madre”, El Informador, 10 de mayo de
1943, pp. 1-2; “Fiesta a la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1943, p. 11; “Festejos del día de la madre”, El Informador, 10 de mayo de 1945, pp. 1, 3; “Entusiasta
celebración, hoy, del ‘Día de la Madre’”, El Informador,
10 de mayo de 1946, pp. 1, 3; “Bendición papal a las madres”, El Informador, 10 de mayo de 1946, p. 1; “Los festejos a
la madre”, El Informador, 10 de mayo de 1947, pp.
1-2; “S. S. el papa envía a las madres mexicanas su bendición apostólica”, El Informador, 10 de mayo de 1948, p. 1; “La policía
rendirá homenaje a la madre”, El Informador, 10 de
mayo de 1948, pp. 8, 10; “Lucidísimo resultó ayer el festival en honor de la
madre en el Estadio”, El Informador, 10 de mayo de
1948, p. 15; “Celebración del día de las madres en esta ciudad”, El Informador, 10 de mayo de 1949, p. 1; “Mensaje de
felicitación”, El Informador, 10 de mayo de 1949,
p. 3; “Sociales”, El Informador, 10 de mayo de
1949, p. 7; “Los festejos de la madre”, El Informador,
10 de mayo de 1950, pp. 1-3.
63 “Los festejos a las madres”, El Siglo de Torreón,
10 de mayo de 1937, p. 6; “Con entusiasmo se celebrará el día de la madre”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1944, pp. 1, 12; “El
entusiasmo por agasajar a las madres en su día”, El Siglo
de Torreón, 10 de mayo de 1945, pp. 1, 14; “Ayer se notó mucho
movimiento en el comercio”, El Informador, 10 de
mayo de 1945, p. 1; “Festejos del día de la madre”, El
Informador, 10 de mayo de 1945, pp. 1, 3; “El homenaje a las madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1946, pp. 1, 10;
“Entusiasta celebración, hoy, del ‘Día de la Madre’”, El
Informador, 10 de mayo de 1946, pp. 1, 3; “Homenaje de gratitud a las
madres”, El Siglo de Torreón, 10 de mayo de 1950,
pp. 1, 10.
64 “¡Dos cariños!”, El Informador, 10 de mayo de
1944, p. 7; “La Nacional”, El Informador, 10 de
mayo de 1946, p. 5.