10.18234/secuencia.v0i113.1898
Artículos
Autosuficiencia de lácteos en
Iztapalapa: el caso del rancho San Cristóbal
en Nextipac (1955-1975)
Dairy Self-Sufficiency in
Iztapalapa:
the Case of Rancho San Cristóbal in Nextipac (1955-1975)
Fernanda Isabel Lara Manríquez1* https://orcid.org/0000-0002-0439-6239
1Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, flara@institutomora.edu.mx
Resumen:
En el presente trabajo se aborda la importancia que
tuvieron los ranchos y establos al oriente de la ciudad de México, en
Iztapalapa, para la autosuficiencia de lácteos, particularmente el rancho San
Cristóbal en San Juanico Nextipac, durante el periodo de 1955 a 1975. Se trata
de un momento de relevancia en el acontecer de la ciudad de México y que ha
sido muy poco explorado desde las humanidades, principalmente desde la
historia. Por ello es que en este artículo se da prioridad a los testimonios
orales frente a otras fuentes, haciendo uso especial de la metodología de la
historia oral. Además, se abordan las transformaciones espaciales por las que
pasaron los establos y ranchos a mediados de la década de los setenta del siglo
pasado, como consecuencia de las medidas que tomaron los actores gubernamentales,
quienes en su momento lo consideraron necesario para resolver ciertos fenómenos
sociales que ocasionaba la urbanización.
Palabras clave: producción de leche; autosuficiencia láctea; San Juanico Nextipac;
urbanización; transformación espacial.
Abstract:
This paper deals with the
importance of dairy farms and stables for dairy self-sufficiency in the east of
Mexico City, in Iztapalapa, particularly of rancho San Cristóbal in San Juanico
Nextipac, from 1955 to 1975. It was a key event in the life of Mexico City that
has scarcely been explored in the humanities, mainly by historians. In this
article, priority is therefore given to oral testimonials over other sources,
making special use of oral history methodology. In addition, the spatial transformations
that affected the dairies and ranches in the mid-1970s are addressed due to
government authorities’ provisions, which at the time considered necessary to
deal with certain social phenomena caused by urbanization.
Keywords: milk production; dairy self-sufficiency; San Juanico
Nextipac; urbanization; spatial transformation.
Recibido: 4 de septiembre de 2020 Aceptado: 26 de febrero
de 2021
Publicado: 29 de marzo de 2022
INTRODUCCIÓN
San Juanico Nextipac es uno de los pueblos originarios
urbanos de la alcaldía Iztapalapa en la Ciudad de México. Su fundación data más
allá del siglo xiv, cuando este espacio era un islote,
de ahí la importancia que el agua tuvo para el lugar desde esos tiempos tan
remotos, hasta los años sesenta del siglo pasado.
Gracias a la disponibilidad del agua del pueblo y del
avance de la ingeniería hidráulica de los antiguos habitantes es que en este
espacio, y en gran parte de la antigua Tenochtitlan, se dio un tipo de
agricultura único en el mundo; a saber, la chinampería. Este modo de siembra
perduró también en Nextipac hasta los años sesenta del siglo xx, tiempo en el que los canales y ríos habían sido
entubados o desecados y los pozos artesianos clausurados.
Durante gran parte del siglo anterior, la chinampería
compartiría espacio en Nextipac con otra actividad económica importante para
sus habitantes y también para aquellos que vivían en las colonias de la ciudad
central, como la colonia Del Valle y la colonia Narvarte, entre otras. Esta
actividad sería la de la producción y distribución de leche en establos y
ranchos, como lo fue el rancho San Cristóbal.
De esta manera, el objetivo de este artículo es destacar
la importancia del rancho San Cristóbal, localizado en el pueblo de San Juanico
Nextipac, en su máximo apogeo entre los años de 1955 a 1975, periodo en el cual
la producción de leche que tenía hacía posible la autosuficiencia de lácteos
para este lugar y para las colonias aledañas, al tiempo que contribuyó al
abasto de leche de algunas colonias de la ciudad central.
De igual modo, en este trabajo se aborda la manera y
razones por las cuales dicho rancho, así como los otros ranchos y establos de
la ciudad de México dejaron de existir durante el gobierno del expresidente
Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). Así, para alcanzar el propósito de este
trabajo se hace uso de la metodología de la historia oral mediante la
información otorgada por un informante clave, que además es hijo del que sería
el dueño del rancho en cuestión. Aparte, este artículo se apoya de una segunda
entrevista realizada a la misma persona, así como las entrevistas a otros tres
habitantes del pueblo de San Juanico Nextipac.
Adicionalmente, se revisan expedientes del Archivo
General Agrario, del Archivo General de la Nación y artículos periodísticos de
esa época, provenientes de la Hemeroteca Nacional de la unam. La
obtención de la información se logra en menor medida de fuentes bibliográficas
con la intención principal de comprender el contexto nacional, estatal y local
bajo el que se da tanto el surgimiento de los establos y ranchos en la zona,
como su desaparición.
Por esta misma razón es que la mayor cantidad de la
información que aquí se presenta proviene de testimonios orales. Cabe señalar
que la indagación que se hizo para la redacción de este artículo tiene su
antecedente en la tesis “Los cambios en el modo de vida de San Juanico Nextipac
y su relación con el agua (1930-1990)” de mi autoría. En dicha investigación se
presenta muy brevemente la producción de la leche como una actividad económica
más del lugar. Sin embargo, una segunda entrevista hizo notar la importancia de
dicha actividad no sólo para el espacio en cuestión, sino para la ciudad de
México.
Este artículo está dividido en tres secciones: en la
primera se plantean algunos antecedentes sobre la producción y la demanda de
lácteos en la ciudad de México entre los siglos xviii
y xix. En el segundo apartado se aborda directamente el
tema que es objeto del presente trabajo, es decir, la importancia de la
producción y distribución de leche del rancho San Cristóbal y, por último, se
exponen las razones por las cuales los actores gubernamentales tomaron la
acción de prohibir la ubicación de los establos y ranchos en la zona urbana de
la ciudad de México a mediados de la década de los setenta del siglo pasado.
OFERTA Y DEMANDA DE LÁCTEOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO:
ALGUNOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SIGLO XVIII
Y XIX
De acuerdo con Castillo Palma
(2012), la costumbre de que los antiguos indios de Iztapalapa vendieran leche
en el zócalo se registra desde la época colonial, específicamente en el siglo xviii. Esta actividad la realizaban “en época de
siembra, en la que se dedicaban a la ordeña de vacas, no sólo vendían leche,
sino también el queso, requesón y mantequilla que con ella hacían” (p. 59).
En particular, en San Juanico Nextipac, Iztapalapa,
algunos documentos disponibles en archivo histórico permiten confirmar la
importancia del ganado desde inicios del siglo xviii.
En el año de 1723 los “naturales” del pueblo presentaron una queja a Nicolás de
Cárdenas, su antiguo arrendatario, quien disponía de las tierras aledañas a la
antigua ciénaga “Tecocalco Chinanquaque Ixtepexi” o también conocida como
“Petlapa”.1
“De acuerdo con un hablante de náhuatl, Abisai Reyes
Sánchez, ‘Petlapa’ quiere decir ‘donde hay tierra de cerros’, mientras que
‘Tecocalco’ refiere a ‘lugar hundido’, ‘Ixtepexi’ remite a ‘cerros’ o
‘montañas’. Así, la traducción de la ciénaga podría ser ‘Lugar hundido entre
cerros’ o ‘donde hay tierra de cerros’” (Lara Manríquez, 2020, p. 192). Por los
mismos años se tiene registro sobre la propiedad de esos terrenos y ciénaga por
parte de los habitantes de Nextipac, este espacio tenía una caballería que en
todos sus puntos cardinales colindaba con otros sitios de vital importancia
para la vida lacustre del oriente de la ciudad, entre ellos, con otra ciénaga
de Iztacalco, un acalote que provenía de la Acequia Real de Iztapalapa, y,
finalmente, con otra ciénaga de Mexicaltzingo.2
La queja que presentaban los vecinos del pueblo de
Nextipac a Nicolás de Cárdenas se debía a que el hecho de que su arrendatario
introdujera su ganado a la ciénaga producía perjuicios sobre la misma, además
de que los despojaban de sus pozos. Este conflicto, además de ser ilustrativo
al respecto del largo proceso de desposesión de tierras y aguas que vivieron
los habitantes de San Juanico, da cuenta de la cantidad de ganado que había en
el espacio aledaño desde inicios del siglo xviii.
Es interesante comprender lo anterior en un contexto
histórico en el que el espacio por excelencia en el que se comercializaban los
lácteos eran las ciudades, pues tal como lo refiere López de la Rosa (2015) “el
abasto lechero a lo largo de la Colonia y el siglo xix
fue una actividad económica fundamentalmente urbana, ya que los establos se
desarrollaron alrededor y en torno al crecimiento de las ciudades; […], en el
Mercado del Volador establecido en 1791 a un lado de Palacio Nacional […], se
vendían en los cajones 25 al 28 quesos y mantequillas, pero no leche” (p. 23).
Ya entrado el siglo xix,
las preocupaciones de los actores gubernamentales de la ciudad de México irían
de la mano con el aumento de la población y, en consecuencia, con el aumento
del ganado lechero para el abastecimiento de lácteos de la creciente población.
Al respecto, López de la Rosa (2015) alude a la preocupación de dichos actores
por el daño y la suciedad que los establos ocasionaban, y menciona las nuevas
normas que los dueños de vacas debían seguir para el año 1824. Entre estas
nuevas acciones que se debían seguir se encontraba el asignar espacios
específicos para el ganado –para el cual debían contar con el permiso del
gobierno correspondiente–, debían dejar limpios el lugar y el camino que las
vacas recorrieran y evitar que las vacas subieran a las banquetas para que no
causaran ningún daño.
De igual manera, por las mismas fechas en que estas
preocupaciones comenzaban a surgir para los actores gubernamentales, iniciaba
un proceso de formación de varios ranchos en la periferia de la ciudad de
México, particularmente en los pueblos ribereños del río Cuautitlán. Con una
perspectiva de bastante interés para este trabajo, Neri Guareros y Camacho
Pichardo (2019) analizan el proceso de formación de ranchos en dicho espacio a
través de la desamortización de las tierras como consecuencia de la “Ley
Lerdo”.
Así, dichos autores refieren como antecedente a la ley en
cuestión la postura del entonces diputado José María Luis Mora en 1824, acerca
de
que los pueblos no podían ser propietarios, pues los
únicos que podían serlo eran los ciudadanos; además, consideró que el Congreso
tenía la facultad de discutir el destino de las tierras de los pueblos como
mejor conviniera. Mora expuso que las tierras de los pueblos debían formar
parte de los propios ayuntamientos, para que estos las arrendaran y así
pudieran solventar sus gastos (p. 8).
De esta manera, la postura del diputado tendría un
impacto en el cambio de propiedad de la tierra, modificación que sería negativa
para los pueblos originarios de la ciudad de México y de sus periferias. Hay
intentos por modificar el tipo de propiedad comunal a individual desde el año
1825, pero sería hasta el año 1856, con la entrada definitiva de la ley de
desamortización de las tierras, cuando finalmente se lograría establecer el
cambio de propiedad y el acceso a las tierras (Neri Guareros y Camacho
Pichardo, 2019). En la ley de desamortización de 1856
se estableció que todas las fincas rústicas y urbanas en
propiedad de las corporaciones civiles o eclesiásticas debían adjudicarse en
propiedad individual. La mayoría de los pueblos indígenas se resistieron a
desamortizar sus tierras comunales, pero algunos vecinos aceptaron rápidamente
la desamortización de sus tierras de común repartimiento […] la iglesia, los
ayuntamientos, pueblos, cofradías y en general toda fundación que tuviera
carácter de duración perpetua e indefinida debía adjudicar sus tierras en
propiedad individual (p. 1).
Tanto esta transformación en la tenencia de la tierra,
como el incipiente aumento de la población y su consecuente requerimiento de
abastecimiento de lácteos (entre otros productos), fue creando un
desplazamiento espacial de los establos y ranchos que se establecían en la
ciudad central, hacia las que en ese momento eran consideradas zonas
periféricas, o incluso hacia otros estados de la república cercanos a la
capital, tales como el Estado de México.
Respecto al aumento en el requerimiento de lácteos a
mediados del siglo xix, López de la Rosa (2015) menciona
que en la ciudad de México ya había 48 lecherías, y la costumbre era que las
personas compraran en la que les quedaba más cerca a su hogar o que el dueño de
la lechería se encargara de la entrega a domicilio, de este modo se sabía su
origen y calidad. Refiere de igual manera que el papel del Estado en ese
periodo fue más el de vigilar la cuestión sanitaria en torno a la leche y los
lácteos en general, sin tener intervención en cuanto a su producción y
distribución.
La cuestión sanitaria del momento y la desamortización
ocasionaron que antiguas haciendas de gran tamaño, como el rancho San Borja,
que se ubicaban en la ciudad central, fueran vendidas en terrenos más pequeños
y formaran establos y ranchos de menor tamaño para facilitar su venta. En el
caso particular del rancho San Borja, al ser propiedad de los jesuitas, tuvo
que ser desamortizada, y la población que se abastecía de los lácteos del lugar
compraba en los ranchos recién formados, como en el rancho Colorado de Nápoles,
la hacienda de la Castañeda, el rancho de los Amores y el rancho de los
Pilares, entre otros. Estos ranchos se convertirían paulatinamente, y a inicios
del siglo xx, en diversas colonias homónimas,
como la colonia Nápoles.3
La falta de establos y ranchos cercanos a estas colonias
de recién formación creó una demanda de lácteos para los rancheros o
“vaqueros”, como se les llamaba, ubicados en el oriente de la ciudad de México,
entre otros espacios, pues como se verá más adelante a través del testimonio
del señor Luis Ramón Guerrero,4
informante clave, la leche del rancho San Cristóbal abastecía a los habitantes
de las colonias Nápoles, Del Valle y Roma, entre otras.
En el caso de estudio de Neri Guareros y Camacho Pichardo
(2019), en la municipalidad de Cuautitlán, después de 1867 “se observa un
acaparamiento de tierras desamortizadas por parte de comerciantes nacionales y
extranjeros. Los nuevos propietarios individuales de la municipalidad de
Cuautitlán no quisieron o no pudieron conservar sus tierras desamortizadas y
decidieron venderlas a hacendados y rancheros que introdujeron ganado vacuno
para la producción de leche” (p. 12).
Algo muy similar ocurrió con las tierras de Nextipac y la
paulatina desecación de la ciénaga “Petlapa”, antes referida, lo que dio pie a
su transformación en el potrero del mismo nombre o también conocido como
Tetlapa. Este espacio conformaría posteriormente el rancho El Sifón cuyo
arrendatario era el estadunidense Dionisio Meade jr., terreno por el cual hubo
una larga disputa de propiedad entre este último y los habitantes de Nextipac y
de la cual el señor Dionisio saldría victorioso (Lara Manríquez, 2020).
Este potrero, que a inicios del siglo pasado también
formó parte de la hacienda La Soledad y que de igual manera se conformaría con
tierras de Nextipac, se utilizaba para la siembra de alfalfa, que era la
actividad a la que se dedicaba Meade jr. (Lara Manríquez, 2020) y, como ya se
señaló con anterioridad, el ganado era llevado al lugar a pastar y también a
beber agua.
Para esos mismos años, en la ciudad de México las
políticas en cuanto a la producción y circulación de lácteos eran un tanto más
estrictas en comparación con la laxitud que había en Iztapalapa. Así, “el 26 de
marzo de 1902 se reforman los artículos 86, 87 y 94 del nuevo Código Sanitario
para prohibir la adulteración de los alimentos necesarios y la venta de leche
en la vía pública, que en adelante deberá hacerse en los locales adecuados y en
condiciones higiénicas precisas” (López de la Rosa, 2015, pp. 27-28).
Mientras en 1902 lo anterior ocurría en la ciudad
central, para 1906 las vacas se alimentaban de las yerbas del canal de La Viga
y bebían el agua de su cauce, cuestión que no era bien vista pues se
consideraba insalubre y perjudicaba la calidad de la leche; posteriormente el
Consejo de Salubridad prohibiría tal acción.5
Sin embargo, antes de que más prohibiciones sanitarias
fueran necesarias ocurrió la revolución, lucha que conllevó la ocupación de
distintos bandos de revolucionarios en diversos espacios de la ciudad de
México, así como el abandono de pueblos y tierras por parte de sus habitantes.
“La Revolución puso a la actividad ganadera en bancarrota, ya que entre 1910 y
1920 la población del ganado disminuyó un promedio de 50%, por lo que la
producción de leche y su distribución se vio seriamente afectada y lo que se
circulaba […] estaba en muy malas condiciones” (López de la Rosa, 2015, p. 29).
La ocupación de los revolucionarios en la ciudad de
México es recordada aún por los hijos y nietos de quienes tuvieron que huir de
sus hogares y abandonar sus tierras. Ese fue el caso de varios habitantes de
San Juanico Nextipac, como los padres y abuelos de la señora Sóstenes Sánchez
Ramírez, a quien su abuela le compartió el siguiente recuerdo: el 14 de febrero
de 1914, el día de la boda de los padres de la señora Sóstenes, llegaron a
Nextipac “los zapatistas y/o los carrancistas, no sé bien”.6 La informante recuerda que,
según el relato de su abuela, se dio una balacera, y como todo era campo se
veía cómo estaban unos frente a otros, y también que
Se casaron en Iztacalco, en la Iglesia de allá, porque
aquí sólo era capilla. La fiesta fue en la casa de 5 mayo [calle ubicada en
Nextipac], que era casa de los papás de mi abuelo Porfirio. Empezó la balacera
y vinieron con mi abuelita. Tocaron la puerta, y preguntaron ¿quién vive? Y mi
abuelita contestó “gente buena señor”. Todos en la fiesta, se habían ensuciado
para que no vieran la boda. ¿Qué festejan?, preguntaron, el santo de mi viejo,
contestó mi abuelita ¿no quisieran quedarse a comer?7
De acuerdo con el testimonio de la señora Sóstenes, los
hombres no sólo se quedarían a comer sino que ocuparían por un largo tiempo las
casas de varios habitantes de Nextipac, andarían de igual modo en los terrenos
“y como pueblo alfalfero que éramos, había montones de alfalfa por doquier, y
los hombres picaban con sus armas, esas que también tienen cuchillo al frente,
picaban los montones de alfalfa para ver si había alguien allí escondido
buscando a los del bando contrario”.8
Durante esa época mataron a uno de los tíos de la señora Sóstenes y, derivado
de ello, además del hecho de la ocupación de sus viviendas, sus padres se
fueron recién casados a vivir con otros familiares a San Ángel, abandonando el
pueblo. Según su testimonio, todos en el pueblo se fueron, muchos otros a
Tulyehualco.
Sin embargo, cabe hacer una precisión, la bibliografía
consultada, así como los expedientes de archivo revisados, sugieren que hubo
una ocupación militar en Nextipac en fechas cercanas a las señaladas por la
señora Sóstenes, pero por un motivo diferente a la lucha de la revolución mexicana.
Esta ocupación se dio de 1916 a 1927 y se derivó del apoyo militar a los dueños
de la hacienda La Soledad como consecuencia de una acción agraria encaminada
por los habitantes de Nextipac que solicitaban la restitución de un potrero que
era de su propiedad pero que era utilizado y considerado propiedad de la
hacienda en cuestión (Lara Manríquez, 2020).
Por cualquiera de los dos motivos, es claro que hubo una
ocupación militar en Nextipac en la misma época en la que López de la Rosa
(2015) señala que hubo un descenso en el ganado
vacuno, lo que también tuvo como consecuencia que al quedar las tierras sin
ninguna actividad agrícola o ganadera, los terrenos baldíos y potreros privados
abandonados aumentaran, así como también incrementaron los pastos y forrajes
que no habían sido utilizados.
Y a pesar del abandono de potreros de aquella época en la
ciudad de México, para 1914 se emite el Decreto sobre la Expedición de Patentes
para la venta de leche, así como las medidas sanitarias que los locales o
expendios debían cumplir. Pasarían 16 años para que en 1931 se expidiera otro
decreto en el que se establecía que la leche pasteurizada sólo podía
comercializarse a más tardar 24 horas después de su pasteurización, esto
ocasionó que los productores de leche dejaran de ser distribuidores al verse
obligados a llevar su leche a las plantas pasteurizadoras, de donde era llevada
a los expendios, en los que finalmente se ponía a la venta directa para el
consumidor (López de la Rosa, 2015).
Ya para 1932 se registra el primer antecedente que
sentaría las bases de la importancia que tendría más adelante el estado de
Hidalgo en relación con los lácteos, pues según lo referido por López de la
Rosa (2015), en ese año se instala Nestlé en México, estableciendo la primera
planta en ese estado. El autor relaciona la instalación de dicha empresa con el
hecho de que el mercado de lácteos era muy prometedor en el país; hacia 1937 el
ganado se había duplicado respecto de 1910 y había un total de 2 275 lecherías
tan sólo en el Distrito Federal.
LA PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE LECHE DEL RANCHO SAN
CRISTÓBAL, NEXTIPAC
En este contexto, bajo el cual se
incrementaba cada vez más la población y por ende el consumo de lácteos en la
ciudad de México, es que comienza la historia del rancho San Cristóbal, de la
familia Guerrero, en San Juanico Nextipac, Iztapalapa. El señor Carlos Gil
Guerrero, padre del señor Luis Ramón Guerrero e informante clave para este
trabajo, se dedicaba a la venta de alfalfa entre los años 1935 y 1940, en la
zona que actualmente es la alcaldía Tlalpan. El señor Luis Ramón lo recuerda de
la siguiente manera:
Él comienza [su padre] porque le llevaba forraje a los
españoles […] mi papá en un principio fue comerciante. Él vivía por allá por el
rumbo del centro, no me acuerdo en qué calle y ya se pasaron para acá, acá a
San Juanico. Bueno, su papá, su mamá, y acá ya empezó en San Juanico, y él
comenzó a sembrar, entonces les llevaba pastura a los españoles, les llevaba
alfalfa, avena, maíz, bueno maíz ya cortado en pedacitos, se llamaba silo.
Entonces, pues así comenzó, y comenzó a formar su hato ganadero.9
De acuerdo con su testimonio, un hato ganadero es la
creación de una línea propia de ganado con el objetivo de mejorar la raza, y en
el caso del ganado lechero, lograr que las vacas sean más productivas. La
mayoría de las vacas lecheras eran raza Holstein, originarias de Holanda.
Entonces, al señor Carlos Gil Guerrero le surge la idea de formar su propio
hato derivado de sus constantes visitas al rancho al que vendía forraje. El
rancho se ubicaba en Coapa (había tres ranchos grandes en ese espacio) era
propiedad de un español de nombre Juan Ajas y se encontraba muy cerca de la
ubicación actual de la Escuela Nacional Preparatoria, plantel 5 “José
Vasconcelos” de la unam, según lo refiere el señor Luis
Ramón.
Ya en 1937, con el aumento de la oferta y demanda de
lácteos, se establecería un nuevo reglamento para la localización de los
establos por parte del gobierno de Lázaro Cárdenas. En este documento se
establece un perímetro de lo que se consideraba la zona urbanizada, misma que
comprendía a la ciudad de México y delegaciones colindantes del Distrito
Federal:
Al oriente: Partiendo de la intersección de la falda Sur
de los cerros de Gachupines y Guerrero con la vía del Ferrocarril a Pachuca, en
Atzacoalco, toma hacia el Sur por esta vía hasta llegar al río del Consulado en
la Colonia Valle Gómez donde siguiendo el cauce de este río desviándose hacia
el Oriente hasta encontrar el Gran Canal del Desagüe. Sigue hacia el Sur por el
gran Canal de Desagüe para dirigirse hacia el Sureste por el Canal que pasa al
Norte de la Colonia Moctezuma, y seguir el cauce de este Canal hasta llegar al
río de la Piedad. De allí hacia el Poniente, siguiendo el cauce de este hasta
llegar al Canal Nacional donde siguiendo por este último se desvía hacia el Sur
para después volver hacia el Poniente, siguiendo el Canal que pasa por el Sur
de Santa Anita, llamado también Canal del Sur, y después la prolongación de
éste hasta encontrar la Calzada de la Taxqueña.10
Así, este reglamento indicaba que los dueños de establos
tenían un plazo no menor de un año para retirarlos y moverlos fuera del
perímetro señalado, en dicho documento se específica toda la zona y no sólo la
Oriente que es la que se cita en este trabajo, de esta manera, el reglamento
refiere el perímetro al sur, al norte y al poniente. Aun así, la instalación de
los establos fuera del perímetro requería permiso del Departamento de
Salubridad Pública, instancia que debía verificar la proximidad del espacio
solicitado con “Hospitales, Casas de cuna, Escuelas, Manicomios, Sanatorios,
establecimientos similares, fuentes de agua potable; así como el peligro que
puedan significar para la salubridad general de los centros poblados no
incluidos en el perímetro marcado”.11
Con esta modificación a la ubicación de los establos
ocurrió un fenómeno de reespacialización de los mismos a distintas zonas de la
periferia, haciendo posible que lugares como Iztapalapa tuvieran que abastecer
la demanda de leche tanto a su zona como a la ciudad central. Al respecto, es
importante recordar que, de acuerdo con autores como Garza (1990), la
urbanización industrial capitalista puede identificarse como un proceso que se
ha dado en la Ciudad de México en diferentes etapas, tanto históricas, como
espaciales. En cuanto a su ritmo de crecimiento, el autor identifica que hay
una etapa lenta que va de los años 1900 a 1940 y otra de ritmo acelerado que va
de 1940 a 1988. En relación con su expansión espacial, la urbanización tiene
cuatro etapas: según Garza (1985), la primera etapa es la del crecimiento del
núcleo central (1900-1930), la segunda es la de la expansión periférica
(1930-1950), la tercera etapa de dinámica metropolitana (1950-1980), y la
cuarta de transformación a megalópolis emergente. De ahí que los primeros
desplazamientos de los establos de la ciudad central se hayan dado durante la
etapa del crecimiento del núcleo central y la expansión periférica, mientras
que, en alcaldías como Iztapalapa comenzaban a proliferar cada vez más los
establos y ranchos a partir de 1940, pero aún más hacia finales de la década de
los cincuenta. Otros autores como Castillo Palma (2012) también reconocen las
primeras manifestaciones de rasgos urbanos en Iztapalapa hacia la década de los
cincuenta. Así, tanto por la motivación de ver el rancho de Juan Ajas como por
esta coyuntura y transformación de la ciudad, es que el señor Carlos Gil
Guerrero, entre otros, inicia su propio rancho, bautizándolo como rancho San
Cristóbal en honor a su padre.
De igual manera, sería una época en la que muchos
habitantes de Nextipac contarían con vacas, algunos en mayor cantidad que
otros, es decir, algunos tendrían pequeños establos y otros tendrían ranchos.
La diferencia que reconoce el señor Luis Ramón Guerrero entre los establos y
los ranchos es que los primeros sólo cuentan con ganado, mientras que los
segundos siembran toda la alfalfa que requiere consumir el ganado. Este último
era el caso del rancho familiar.
Tal parece que esta sería la principal característica
para distinguir a un establo de un rancho, pues como refieren Neri Guareros y
Camacho Pichardo (2019), la extensión de los ranchos podría variar
considerablemente; por ejemplo, en el valle de Cuautitlán –espacio de estudio
de estos autores– había ranchos de 20 hectáreas y otros hasta de 150 hectáreas.
En Nextipac, los habitantes refieren dos ranchos muy
grandes, uno que tenía entre 250 y 300 vacas que era el San Cristóbal, y el
otro, el establo conocido como rancho de la Cruz, al que se le atribuyen entre
300 y 500 vacas, y era propiedad de un español al que le decían el gringo, tal
como refieren los testimonios, pues algún tiempo vivió en Estados Unidos de
América. En el rancho San Cristóbal las vacas ocupaban un terreno de 3 000
metros, y las tierras de siembra tenían una extensión de ocho hectáreas.
Por su parte, el rancho de la Cruz contaba con un
territorio de cuatro hectáreas,12
pero su formación se dio muchos años antes que el “San Cristóbal”, pues contaba
con estas hectáreas para el año de 1918, y como se verá más adelante, su
desaparición fue previa a la del rancho de la familia Guerrero. Y tal como lo
refiere el señor Luis Ramón, el rancho de la Cruz en realidad no era rancho,
sino solamente establo, pues no sembraban el alimento de su ganado; sus vacas
se alimentaban de alfalfa seca.
Además, había establos de menor tamaño, aparte de las
pocas vacas con las que contaban algunos habitantes de Nextipac. Tal es el caso
de los pequeños establos de las familias de la señora Rosa García y del señor
Tiburcio Ávila, que de acuerdo con sus testimonios contaban con alrededor de 20
y 30 vacas, respectivamente.13
Sin embargo, según lo recuerda el señor Luis Ramón Guerrero, por la cantidad de
vacas con las que contaban esas familias no podrían considerárselos establos,
pues de acuerdo con él, los García contarían con cinco o seis vacas, y los Ávila
tendrían entre ocho y diez cabezas. Esta diferencia entre la percepción de unos
y otros respecto a la cantidad de ganado con la que contaban estas familias
puede deberse a que la familia Ávila tuvo establos en dos etapas diferentes. La
etapa a la que refiere el señor Guerrero es a mediados de los años cincuenta,
mientras que la otra etapa que refiere el señor Tiburcio Ávila es anterior a su
nacimiento, cuando el establo estaba a cargo de su abuelo y su padre, a inicios
de 1940.
Así, los Ávila se dedicaban a la venta de leche y también
vendían parte de su ganado a los rastros. El establo tenía aproximadamente 20
vacas y su abuelo vendía la leche en el zócalo. Finalmente, su padre decidió
vender el establo en 1946 porque el dinero que recuperaba con la venta de la
leche no era suficiente para mantener al ganado. Una vez casado el señor
Tiburcio, con las cuatro vacas que su padre le dejó y con el trabajo de su
esposa, la señora Guadalupe, hicieron crecer su ganado hasta tener las 20 vacas
a las que hace referencia el señor Tiburcio, pero esto sería a mediados de la
década de los sesenta, y no lograría mantenerse en pie por más de diez años,
tal como se revisa en el último apartado de este trabajo (Lara Manríquez,
2020).
Por otro lado, el caso de la familia García tiene ciertas
diferencias respecto a la familia Ávila. Para los García, el inicio de su
establo está vinculado con el hecho de que dejaron de sembrar en sus chinampas
como consecuencia de la urbanización y de la clausura de los pozos artesianos,
en 1964, con los que regaban sus terrenos. Su actividad lechera comenzaría a
finales de los sesenta y sería muy breve. La desaparición del establo familiar
tendría la misma causa que la desaparición de los otros establos y ranchos de
Nextipac, cuestión que se abordará más adelante.
También era frecuente que en los años cuarenta algunas
familias tenían una vaca y con ella abastecían la demanda de su propio consumo.
Por ejemplo, la señora Sóstenes Sánchez Ramírez recuerda que sus abuelos tenían
vacas, muy pocas, si acaso dos, y les daban leche a ellos, por lo que nunca
tuvieron que comprar.14
De esta manera, la familia Guerrero era la principal
proveedora de leche para los habitantes de Nextipac, a excepción de quienes contaban
con sus propias vacas. En ocasiones algunas personas acudían a comprar
directamente en el rancho y otras preferían que se les repartiera a domicilio.
Lo anterior ocurrió durante la etapa de mayor apogeo del rancho San Cristóbal,
entre los años 1955 y 1975. Esta fue una etapa en la que también había otros
ranchos cercanos a Nextipac, pero en otros espacios, como el pueblo de Aculco y
los barrios de Iztacalco. Según lo refiere el señor Luis Ramón Guerrero,
respecto al establo de Aculco:
Todavía existe el terreno, está atrás del panteón, donde
hay un mercado. También era grande el establo, tenían como 250 vacas. Inclusive
tuvimos tratos con ellos, porque el señor tenía dos hijos, y un hijo se
dedicaba al reparto de leche, igual que nosotros. No me acuerdo si alguna vez
mi papá le llevó pastura porque ellos compraban alfalfa en La Viga, la
compraban acicalada, así le dicen porque viene empacada. O sea, pacas. Nada más
que se acicala porque la ponen a secar y ya después la meten a la empacadora y
ya la van empacando.15
Además, se trataba de un momento histórico en el que
muchos habitantes del pueblo habían perforado pozos artesianos y la mayoría
tenían por uso principal el riego de sus tierras. Uno de estos era el pozo que
perforó el señor Carlos Gil Guerrero para irrigar tierras desde su establo
hasta el terreno en el que sembraban la alfalfa para sus vacas, siendo la
distancia aproximada que recorría el agua de 800 metros. Muchos nextipecos
recuerdan aún los canalitos que se formaban con el paso del agua pura, que
algunos ocupaban para lavar su ropa y otros para enjuagar los rábanos que
cortaban para comérselos al momento (Lara Manríquez, 2020).
Con la siembra de la alfalfa y con la cantidad de cabezas
de ganado con las que contaba el Rancho San Cristóbal, fue posible que este
contara con una producción abundante de leche, lo que a su vez permitió que
abasteciera de leche a otras colonias de la ciudad de México, además de las
colonias cercanas y de los habitantes del pueblo que no tenían vacas. Al
respecto, el señor Luis Ramón Guerrero recuerda haber repartido la leche él
mismo. Según narra, cerca del año 1958 se vendía en Nextipac y en la colonia El
Sifón, y algunos de los que les compraban revendían la leche. Tenían reparto a
domicilio, al inicio lo hacían en botes, a pesar de que la ley lo prohibía,
como antes se señaló.
Pues vendíamos en la colonia El Sifón, la Unidad Modelo,
la Prado Churubusco, la Reforma Iztaccihuatl, la Moderna, la Álamos, la
Narvarte, y ya nos íbamos a la Roma, y después de la Roma íbamos a la Del
Valle. Pero no todas las colonias, te voy a decir. Es que antiguamente así era
el mercadeo, dejábamos 3 litros en una calle, luego recorrías y otra calle
otros 3 litros. Pero en aquella época no había tráfico, la gasolina era barata.16
También vendían directamente en el establo, tanto a
consumidores finales como a “boteros” que revendían la leche. A las colonias
que vendían, y que se mencionaron en el párrafo anterior, fueron en un inicio a
abrirse mercado, pero posteriormente ya tenían clientes fijos. Diario hacían
esa ruta. En esas fechas el costo del litro de leche era de 80 centavos,
aproximadamente, según lo refiere el señor Guerrero.
De acuerdo con su testimonio, en un inicio el rancho de
su padre producía 1 000 litros diarios de leche, y en fines de semana se
distribuían 2 000 litros, mismos que se completaban con la producción propia,
más la compra de litros en un establo de Iztacalco. Posteriormente aumentaría
el hato ganadero del rancho San Cristóbal con un aproximado de 300 vacas, cada
una era muy productiva porque daban entre 20 y 30 litros diarios, divididos
entre la ordeña de la mañana y la ordeña de la tarde.
Sin embargo, es importante aclarar que no todas las vacas
estaban en producción todo el tiempo, esto se debe al ciclo de reproducción de
las mismas, cuestión que hace que no todo el ganado esté produciendo leche de
forma constante. Así, en realidad el fuerte de la producción del total del
ganado era, en un promedio, sobre 100 o 150 vacas.
Entre la colonia El Sifón y el pueblo de San Juanico
Nextipac vendían 1 000 litros diariamente, y otros 1 000 litros a las otras
colonias que antes se citaron. Su rancho únicamente vendía alfalfa fresca y
leche, a excepción de la temporada de vacaciones de Semana Santa en la que,
debido a la baja en el consumo de lácteos, hacían queso fresco, que también
vendían.
Los domingos era cuando el señor Luis Ramón Guerrero,
siendo un adolescente, recolectaba la leche que quedaba en los dos establos más
grandes de Iztacalco, pues tal como él lo indica, debido a que la gente iba a
pasear, ese día disminuía la venta de dichos establos. Uno de los dueños del
establo que se encontraba cerca del metro Santa Anita se llamaba Lucas Soberón
y contaba con cerca de 400 vacas. Don Ramón lo recuerda como el establo más
grande de la zona.
Por otro lado, las otras colonias en donde vendían, es
decir, en la Del Valle, Narvarte y las demás, ya estaban urbanizadas y,
derivado de los decretos gubernamentales ya mencionados, no había establos en
esas zonas y se abastecían de leche gracias a establos como el Rancho de la
Cruz, pero también con los lácteos de otros espacios que le hacían competencia
a la familia Guerrero. La competencia que tenían
era del Rancho Santa Mónica, del Rancho México, se
llamaba Establo México, pero era un rancho, estaban en Texcoco. También todavía
sigue estando la leche, la del Sello Rojo, ese era de recolección pero ya
estaba envasada porque tenían recurso los ranchos; y, obviamente ellos tenían
que sacar su producción en esa forma porque pues lo que producían ¿dónde se los
iban a comprar? si eran pueblos, eran chiquitos. Producían entre 2 000 y 4 000
litros diarios y el pueblito les consumía 100 cuando mucho, pues a venderlo en
la ciudad de México.17
Estos establos, y otros que también distribuían en la
ciudad central, estaban localizados en las afueras de la ciudad en la etapa en
la que el rancho San Cristóbal tenía su mayor auge (1955-1975). Había ranchos y
establos en Texcoco, el Rosario y en Chalco. El de Santa Bárbara, que tenía
mucha publicidad en esa época, había un anuncio en el radio que, de acuerdo con
el señor Ramón, decía: “Bárbara, bárbara, bárbara, Rancho de Santa Bárbara,
tome la leche de Santa Bárbara”,18
se encontraba pasando los Reyes La Paz, en Chalco.
Otro rancho que aún vive en la memoria del informante
clave de este trabajo es el rancho del Rosario, se encontraba precisamente en
la zona del metro que lleva el mismo nombre. De acuerdo con el señor Luis Ramón
Guerrero, el exlíder sindical de la ctm,
Fidel Velázquez, fue su caporal, se encargaba de que llegaran los vaqueros y de
que la pastura estuviera en buenas condiciones.
Como puede verse, se trataba de un momento histórico en
el que la ciudad podía satisfacer la demanda de lácteos de su población casi en
su totalidad, pero también puede notarse la importancia que tenían los establos
y ranchos del oriente de la ciudad, como el rancho San Cristóbal, tanto para el
abastecimiento de las colonias y pueblos aledaños, como para colonias que se
localizaban en la ciudad central.
Sin embargo, esta autosuficiencia de lácteos que había al
oriente de la ciudad, y más en particular en San Juanico Nextipac, derivada de
la cantidad de cabezas de ganado que tenían sus habitantes, se sumaba a cierta
autosuficiencia alimentaria con la que contaban gracias a la chinampería y con
ella a la disponibilidad de hortalizas (Lara Manríquez, 2020).
Este modo tan particular de agricultura existió en
Nextipac hasta finales de los años sesenta, cuando aún sus habitantes contaban
con agua proveniente principalmente de los pozos artesianos. Sin embargo, con
la prohibición de los pozos y la clausura de los mismos por mandato del
gobierno, en 1964, algunos campesinos de Nextipac comienzan a tener vacas.
Tal es el caso del abuelo y del padre de la señora Rosa
García. El establo de su familia era pequeño y ella recuerda que desapareció
porque “ya no había trabajadores, como era muy sucio el estiércol, y los
vecinos se quejaban del olor, por ejemplo venían los de Salubridad”.19 El Departamento de
Salubridad también regulaba la venta de la leche, cuestión que en ocasiones
afectaba a la familia Guerrero, pues de 1955 hasta 1970 la leche que
distribuían era bronca. “el problema que teníamos es que nos agarraba
Salubridad, decomisaba la leche y te la tiraban. Sí, se llevaban la camioneta,
se la llevaban decomisada, y bueno hacían un relajo. Porque estaba prohibida la
leche de esa forma”.20
El señor Luis Ramón Guerrero, como antes se mencionó, se
encargaba en ocasiones de repartir la leche y también ayudaba en el Rancho, sin
embargo, recuerda su labor más como un entretenimiento o un juego, no lo
percibía como un trabajo. Don Ramón refiere que ellos hacían:
[…] la ordeña manual, pero había muchos problemas con los
trabajadores, se emborrachaban sábado y domingo y el lunes ya no iban.
Entonces, y el lunes ¿quién ordeña? Entonces los que quedaban ahí pues tenían
que echarse jornadas dobles, o a veces yo también llegué a ordeñar ahí a las
vacas. Y después metió mi papá la ordeña mecánica, compramos unas máquinas
danesas, muy buenas, ahí tengo todavía cubetas, ahí las tengo. La marca se
llamaba Senior, y eran danesas y compró cuatro máquinas de ordeñar, entonces se
las poníamos a las vacas, y chus, chus, chus, comenzaba la ordeña.21
Además de la compra de estas máquinas para ordeña
mecánica, en 1969, el padre del señor Ramón hizo otras modificaciones en el
rancho para 1970, lo que implicó cierta modernización del lugar para que la
leche estuviera pasteurizada:
[…] con motivo de que vendíamos leche bronca, mi hermano
le dice: “no papá ya, ya estoy hasta el gorro que siempre nos están
molestando”, entonces nos relacionamos en una exposición de equipo agrícola,
ganadero y lácteo, y trajeron una máquina pasteurizadora francesa y
pasteurizamos nuestra leche. Ya no nos tiraban leche porque ya iba envasada,
pero nunca nos dieron permiso porque la queríamos preferente.22
El nombre de la marca de la planta pasteurizadora que
compraron los Guerrero era Actime, cabe destacar que para la venta de leche en
el rancho, Salubridad no les exigía pasteurizarla, sin embargo, si querían
distribuirla a domicilio sí era necesario que la leche no fuera bronca. Los
controles en los establos por parte del Departamento de Salubridad se referían
más a lavarles las ubres a las vacas y poner coladores para la leche. Según
recuerda el señor Luis Ramón, la planta podía procesar 5 000 u 8 000 litros
diarios, y además de pasteurizar la leche les permitía colarla y separar el
estiércol y la sangre de la leche porque tenía clarificadora. Asimismo, ya en
los años setenta envasaban la leche, aunque de forma manual, en bolsas que
tenían impreso el logo del rancho. “Ya se podía vender sin que nos decomisaran,
aunque tuvimos un problema porque nunca nos quisieron otorgar la licencia. Te
digo que antes parecíamos bandidos vendiendo ese producto, porque hasta los de
tránsito nos agarraban: ‘te voy a llevar a Salubridad’, y ya estando así, ‘pues
llévame, a ver, ándale’ […], pero los de Salubridad, esos sí no pedían nada
¿eh? Llegaban y te tiraban la leche”.23
Además de la de leche, y ya entrada la década de los
setenta, los Guerrero comenzarían a inseminar a las vacas más productivas con
el objetivo de mejorar su hato, hacerlo cada vez más productivo e incluso
vender después a sus mejores toros, así lograron criar a cinco becerros. Esto
fue posible por un hermano veterinario del señor Luis Ramón Guerrero que iba a
comprar el semen de un toro de alto registro en el rancho Piedras Negras, en
Texcoco, y según recuerda él, el nombre del toro era Herman Master Marquis.
Por otro lado, la única circunstancia bajo la cual el
rancho San Cristóbal vendía sus vacas al rastro era cuando resultaban
totalmente improductivas o, también, cuando les daba mastitis, enfermedad que
les da cuando se les inflaman los cuartos (o ubres), lo que ocasionaba que la
vaca diera leche sólo con los cuartos que no tenían mastitis. El lugar a donde
generalmente las vendían era un rastro de Iztacalco, cuyo dueño se apellidaba
Rodríguez. Mataban a las vacas y las vendían para consumo.
El rancho San Cristóbal también tenía otros animales como
puercos y borregos, mismos que, de igual manera, vendían. La madre del señor
Luis Ramón Guerrero, a quien su hijo describe como “muy inquieta”, puso un
gallinero arriba de su casa, y llegaron a tener hasta 200 gallinas. Sin
embargo, con la epidemia de “Newcastle”, que por los años setenta atacó a gran
parte de su averío, la familia Guerrero perdió a todas sus gallinas y no
intentarían recuperarlas reemplazándolas.
Por otra parte, como antes se señaló, en el rancho San
Cristóbal sembraban el alimento de sus propios animales, situación que hacía
necesario que contaran con todos los insumos necesarios para el manejo de la
tierra, así como con cierto número de trabajadores. De esta manera, tenían un
tractor de la marca Nuffield, que tenía “unos discos que iban sobre la tierra e
iban desmoronando los terrones de tierra que dejaba el arado, así, la tierra
quedaba flojita y se podía aventar las semillas”.24
Para el manejo de este tractor, la familia Guerrero se
apoyaba en el más importante de sus trabajadores, don Trini. A él lo conoció el
señor Carlos Gil Guerrero en Santiaguito, Estado de México. En el caso de don
Trinidad, toda su familia llegó a vivir con él al rancho San Cristóbal, según
el testimonio de don Ramón, aún sus descendientes viven muy cerca del pueblo
San Juanico Nextipac. Respecto al conjunto de los trabajadores, el señor Luis
Ramón recuerda:
Mira, había un señor que se llamaba Alejandro, y ese
tenía dos hijos, Pascual y Gumaro, y luego después había otra familia, que era
un señor que se llamaba Roberto, Chano, y el otro no me acuerdo cómo se
llamaba. Eran conocidos del pueblo de Don Trini […] pues se venían con todo y
esposas, las familias completas, y las esposas se dedicaban a atender a sus
esposos. Unos eran ordeñadores y los otros eran dedicados a la actividad del
campo. Sembraban, ayudaban a mi papá a sembrar, a cortar la pastura. En el
pueblo del que eran se dedicaban a actividades de los campesinos, sembraban ahí
poquito y hacían otras cosas de ahí del pueblo, bueno de sus pueblos […] Yo
creo que no tenían tierras, si no se hubieran quedado ahí, ¿no?, vivían de lo
que salía de ahí de algunas cosas, ayudaban a algunos a sembrar y cosas así.25
Lo anterior da una idea de la procedencia y las labores
que llegaron a ejercer algunos migrantes a la ciudad de México, y más en
particular, a Iztapalapa en un momento en el que la población de dicha alcaldía
aumentaba cada vez más. Autores como Castillo Palma (2012) identifican que la
descampesinización de Iztapalapa culmina en 1970, año en el que la población de
Nextipac llegó a 6 971 habitantes, el doble desde 1960, cuando el total era de
3 149 (1 157 habitantes en 1950; 494 en 1940, y 630 en 1930) (Lara Manríquez,
2020).
De este modo, puede observase que la descampesinización
de Nextipac fue un poco posterior a la del conjunto de la alcaldía. Este pueblo
tiene sus particularidades, pues hacia 1975 espacios como el rancho San Cristóbal,
con todo y sus tierras de siembra, todavía existían. La desaparición y
transformación de este rancho fueron ocasionadas por lo que se aborda a
continuación.
LA TRANSFORMACIÓN ESPACIAL DEL RANCHO SAN CRISTÓBAL Y LOS
ESTABLOS DE NEXTIPAC EN ESCUELAS, EJES VIALES Y TIENDAS DE ABARROTES
El señor Ramón refiere que el
rancho San Cristóbal comienza a desaparecer con una ley de establos que ocurrió
en los años setenta, con la cual sacaron a los establos del Distrito Federal y
de estos se creó Alpura en Tizayuca, Hidalgo.26
Fueron cambios a la legislación que tuvieron impactos sobre los establos de la
ciudad de México durante el gobierno del expresidente Luis Echeverría y del
regente de la ciudad Octavio Sentíes Gómez (1970-1976).
El 21 de julio de 1975 el gobierno de Luis Echeverría
Álvarez emitiría el “Decreto por el que se expropia por causa de utilidad
pública una superficie de 1,839,624.82 m2, ubicada en el Municipio de Tizayuca,
Hidalgo, destinándose a la creación de un Nuevo Centro de Población
Pecuario-Industrial”.27 De acuerdo con lo
mencionado en dicho decreto, la creación de esta cuenca lechera era necesaria
para la preservación de la salud de la población, derivado del aumento de la
producción, especialmente la agropecuaria, pero también era importante
descentralizar la actividad económica, así como el equilibrio de la balanza
comercial y social del gobierno federal.
Es importante mencionar que en ese decreto también se
sustentaba la necesidad de crear la cuenca lechera de Tizayuca, pues
Se promovió con fecha 7 de febrero de 1973 la creación de
un fideicomiso público denominado “Fondo del Programa Descentralización de las
Explotaciones Lecheras del Distrito Federal”, con el objeto de estudiar y
resolver, por una parte, los diversos problemas relacionados con la producción
de uno de los satisfactores básicos de la dieta de la población como lo es el
caso de la leche y, por otra, los derivados de la existencia de explotaciones
lecheras en el área urbana del Distrito Federal. Que la existencia de las
mencionadas explotaciones lecheras por estar enclavadas en lugares de alta
densidad demográfica, da lugar a múltiples problemas entre los cuales destacan
la transmisión de enfermedades al público consumidor por la ventana de leche,
que además de no ser sometida a un proceso de higienización, proviene de
animales que en su mayoría padecen enfermedades transmisibles al hombre;
representan una fuente importante de contaminación ambiental debido a la
producción, acumulación y manejo inadecuado de grandes volúmenes de estiércol;
constituyen una onerosa carga para los servicios públicos por el elevado
consumo de agua y el azolvamiento de los drenajes; y ejercen una presión
incontrolable sobre el precio de la leche por los altos costos de producción y
la baja productividad con que operan. Que por lo expresado se hace necesaria la
implementación en lugares más adecuados para su desenvolvimiento, por lo que es
conveniente por causa de utilidad pública, la expropiación de una superficie de
1.839.624.82 m2, ubicada en el Municipio de Tizayuca, en el Estado de Hidalgo,
a fin de establecer en ella una cuenca lechera que permita un óptimo desarrollo
de esta actividad a los productores que ahí se instalen.28
De igual manera, se afirmaba que con el traslado de los
establos de la zona urbana de la ciudad de México hacia Hidalgo, se lograría
reducir los costos de la producción, así como garantizar la calidad de la leche
y la cría de ganado de mejor calidad para hacer posible el autoabastecimiento
sin necesidad de recurrir a la importación.
Martínez Gutiérrez (2017) señala que la cuenca lechera de
Tizayuca fue fundada en 1976 y que “nació con el objetivo de que los ganaderos
que se encontraban en la Ciudad de México tuvieran un lugar donde realizar su
producción, sin que afectara a los habitantes que vivían cerca de estos
complejos. Tenía 126 establos” (p. 1).
No obstante, no se requería un espacio para el
establecimiento de establos o ranchos, pues como se ve a través del caso de
Nextipac, se tenían dos ranchos muy grandes, mismo caso con el pueblo de Aculco
y los pueblos y barrios de Iztacalco, que también contaban con establos,
cuestión que logró conocerse mediante los testimonios citados, pues cuando en
el rancho San Cristóbal llegaba a faltar leche para la venta, conseguían más
con los estableros de Iztacalco. De igual forma, el surgimiento de la cuenca
lechera de Tizayuca puede entenderse a través del contexto de la crisis
agrícola y ganadera que estaba atravesando el país durante el gobierno de
Echeverría, quien de acuerdo con Barajas (2000), Paré (1982) y Mackinlay
(2004), pretendía incentivar estos sectores.29
Todos los establos de San Juanico Nextipac y el rancho
San Cristóbal se vieron afectados por las políticas del gobierno de Echeverría,
lo que marcó su fin. El IV Informe de Gobierno de Luis
Echeverría da cuenta de las razones por las cuales desde la percepción de los
actores gubernamentales era importante hacer un cambio en la forma de
aprovechar los recursos ganaderos, pues indica que durante dicho periodo se
realizaron campañas contra la brucelosis y la tuberculosis bovina.
Ya para el V Informe de Gobierno del mismo expresidente
se menciona que México ocupa el sexto lugar mundial como país ganadero, que a
pesar de ello sólo 20% de la ganadería tenía buena calidad, y que el 80%
restante era poco productivo. Derivado de ello es que se da inicio al Plan
Nacional Ganadero. En el informe se señala que su base era atender las
necesidades humanas de alimentos, vestidos y materias primas de origen animal,
y por esta razón se pretendía incorporar nuevas extensiones a la explotación
ganadera, reubicando las que se encontraban en la ciudad de México.
El señor Carlos Gil Guerrero ya no quiso continuar y
prefirió retirarse, vendió su ganado y algunos de sus terrenos los fue
heredando a sus hijos poco a poco, mientras otros terrenos que le pertenecían
fueron expropiados o donados para abrir calles y para una escuela de monjas.
“Nada más nos vinieron a avisar que nos iban a seleccionar el ganado para ver
cuántas se iban para allá para la cuenca lechera a Tizayuca. Y a mi papá le
eliminaron mucho ganado y dijo, ‘ya sáquense a volar, yo ya no le entro’”.30
Para la selección del ganado tomaban en cuenta si tenía
tuberculosis o no. Esto era para aquellos que quisieran continuar con su
establo en la nueva cuenca lechera de Tizayuca. En el caso de los Guerrero ya
no quisieron continuar: “mi hermano el veterinario lo hubiera podido hacer,
pero pues como en todas las familias, cuando son numerosas, pues éramos nueve y
la mamá y las hijas y pues había muchas cosas de inconsistencia para seguir en
el negocio, era muy esclavizado y entonces pues cada quien por su rumbo”.31
En el caso de los establos de los García y los Ávila,
estos también desaparecieron por el mismo decreto del presidente Echeverría, y
tanto ellos como los Guerrero vendieron todas las cabezas que tenían a
diferentes rastros para su venta final como carne. Con ello terminarían
formalmente los establos y ranchos de Nextipac, aunque algunos habitantes se
quedaron con alguna vaca para uso personal, cuestión que aún en la actualidad puede
notarse.
Parte del establo de los García es ahora una tienda de
abarrotes, el establo de los Ávila se fragmentó en varios locales comerciales
como una papelería, una tlapalería, una tortería, una barbería y una tapicería.
El terreno de siembra y los asoleaderos del rancho San Cristóbal, además de
convertirse en el eje 6 Cardiólogos, se transformaron en la Escuela Pedagógica
de las Américas, de la que actualmente es director el nieto del señor Carlos
Gil Guerrero.
CONSIDERACIONES FINALES
A partir de lo expuesto en las
secciones anteriores se hizo notable que la producción de leche fue muy
importante en la ciudad de México durante los siglos xviii,
xix y xx. Teniendo al siglo
xviii como antecedente, se fue afianzando cada vez más
la localización de los establos y ranchos en la ciudad, principalmente en la
ciudad central. En un primer momento eran los indios de Iztapalapa los que se
ocupaban en la distribución de la leche y algunos derivados lácteos. Ya entrado
el siglo xix, la producción y comercialización
de esta se llevaría a cabo en haciendas, ranchos y establos de colonias muy
cercanas al centro de la ciudad, siendo aún los dueños principalmente de origen
español.
No obstante, a finales del siglo xix
e inicios del xx, cuando la ciudad central comenzaba
a configurarse y urbanizarse, dando pie a la formación de nuevas colonias y a
la expansión espacial de la urbanización, los ranchos y establos se fueron
asentando en las municipalidades que antes se consideraban periféricas, como
Iztapalapa o municipios aledaños de otros estados.
Así, durante los primeros cincuenta años del siglo pasado
aumentaría cada vez más el número de establos y ranchos localizados en
Iztapalapa, siendo uno de ellos el rancho San Cristóbal. Como se afirmó a lo
largo de este trabajo, la producción de lácteos de este lugar, y también de los
otros ranchos y establos grandes y de tamaño mediano, haría posible que el
oriente de la ciudad fuera autosuficiente respecto al consumo de leche, al
menos entre los años de 1955 y 1975.
Por ello, me pareció relevante atender esta etapa
sociohistórica del oriente de la Ciudad de México y dejar registro del
testimonio oral de uno de los últimos habitantes vivos de una de las familias
que eran propietarias de grandes ranchos, como lo fue el San Cristóbal. De
igual importancia era retomar la información obtenida a partir de las
entrevistas a otras personas de Nextipac, cuyas familias también estuvieron
relacionadas con la producción de leche, aunque para abastecimiento más local e
incluso para autoabastecimiento.
De lo anterior es importante destacar también la valía
que el uso de la metodología de la historia oral tuvo para la obtención de la
información que se requería para este artículo, ello debido a que el espacio en
el que se encuentra Nextipac, así como el oriente de la ciudad, ha sido
abordado con mayor frecuencia por las transformaciones de su espacio lacustre y
los impactos que ello ocasionó en el modo de vida de sus habitantes, dejando
así un tanto de lado otras actividades económicas que fueron importantes para
sus habitantes, además de la agricultura chinampera, como lo fue la producción
de leche.
Por otro lado, a partir de los testimonios orales, se
hizo posible saber que el establecimiento de la cuenca lechera de Tizayuca
respondió a la necesidad industrial del periodo en cuestión, de ampliarse
espacialmente y de urbanizar el espacio que antes ocupaban los establos de la
Ciudad de México, con las modificaciones que ello requiere, como lo son las
construcciones de los ejes 6 y 3, por los que se expropiaron varios terrenos de
Nextipac y los pueblos aledaños, lo cual fue posible mediante las
expropiaciones ocurridas a finales de la década de los setenta. Así, el espacio
que antes se identificaba por ser un paisaje rural, donde se sembraba alfalfa y
había ganado, y en el que los habitantes eran mayoritariamente campesinos y/o
“vaqueros” se transformó paulatinamente en un lugar con características
urbanas, en el que los habitantes pasarían a ser en su mayoría locatarios y
comerciantes, y, en menor medida, profesionistas.
LISTA DE REFERENCIAS
Barajas, G. (2000). Política
y administración pública en México, una relación desde donde pensar los
Programas y las Agencias Públicas de la Atención a la Pobreza, 1970-1982. En Informe final del concurso: Democracia, derechos sociales y
equidad; y Estado, política y conflictos sociales. Programa regional de becas.
Argentina: Clacso-Programa Regional de Becas.
Castillo Palma, N. A. (2012). Cuando
la ciudad llegó a mi puerta. Una perspectiva histórica de los pueblos
lacustres, la explosión demográfica y la crisis del agua en Iztapalapa. México:
uam-Iztapalapa.
Garza, G. (1985). El
proceso de industrialización en la ciudad de México (1821-1970). México:
El Colegio de México.
Garza, G. (1990). El carácter metropolitano de la
urbanización en México, 1900-1988. Estudios Demográficos y
Urbanos, 56(2), 3-14.
Lara Manríquez, F.
I. (2020). Los cambios en el modo de vida de San Juanico
Nextipac y su relación con el agua (1930-1990). (Tesis de maestría).
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México.
López de la Rosa, E. (2015). Liconsa
a través de sus generaciones. Una semblanza histórica: 1900-2012. México:
Fundación López de la Rosa.
Martínez Gutiérrez, L.
N. H. (2017). La Cuenca Lechera… un recorrido a través de
su historia. Recuperado de
www.inforural.com.mx/la-cuenca-lechera-un-recorrido-a-traves-de-su-historia/
[Consulta: 20 de noviembre de 2019].
Mackinlay, H. (2004). Los empresarios agrícolas y
ganaderos y su relación con el Estado mexicano en la época del Partido
Revolucionario Institucional. Revista Polis: Investigación
y Análisis Sociopolítico y Psicosocial, 2(4),
113-143.
Neri Guareros, P.
y Camacho Pichardo, G. (2019). Tierras de común repartimiento
y formación de ranchos en el sistema de riego de Cuautitlán, Estado de México,
1856-1911. Mundo Agrario. Revista de Estudios Rurales,
20(44). doi:
https://doi.org/10.24215/15155994e113
Paré, L. (1982). La política agropecuaria
1976-1982. Cuadernos Políticos, 33, 59-72.
OTRAS FUENTES
Archivos
aga Archivo
General Agrario, Ciudad de México.
agn Archivo
General de la Nación.
ahi Archivo Histórico de Iztapalapa, Ciudad de México.
1 Restitución de tierras, a nivel local (26 de junio de 1916). Solicitud de
restitución de tierras de campesinos de San Juanico Nextipac, Magdalena
Atlazolpa y Aculco. Fondo Restitución (local). Exp. 24/943. Archivo General
Agrario (en adelante aga), México; Queja de los naturales de
Nextipac. Perjuicios a la Ciénega de Nextipac por parte de Nicolás de Cárdenas.
Iztapalapa Nextipac (15 de mayo de 1722). Ramo Indios, doc. 581, vol. 046, exp.
63, fs. 103-104. Archivo General de la Nación (en adelante agn), México. Copia consultada en el Archivo Histórico
de Iztapalapa (en adelante ahi), México.
2 Restitución de tierras, a nivel local (26 de junio de 1916). Solicitud de
restitución de tierras de campesinos de San Juanico Nextipac, Magdalena
Atlazolpa y Aculco. Fondo Restitución (local), exp. 24/943, aga, México; Queja de los naturales de Nextipac.
Perjuicios a la Ciénaga de Nextipac por parte de Nicolás de Cárdenas.
Iztapalapa Nextipac (15 de mayo de 1722). Ramo Indios, doc. 581, vol. 046, exp.
63, fs. 103-104, agn, México. Copia consultada en ahi, México.
3 El
casco de San Borja, símbolo tricentenario de la identidad (24 de agosto de 2010). Libre en el sur.mx. Recuperado de
https://libreenelsur.mx/el-casco-de-san-borja-simbolo-tricentenario-
de-la-identidad/
4 Entrevista al señor Luis Ramón Guerrero, realizada por Fernanda Isabel Lara
Manríquez, el 27 de julio de 2020, Nextipac, Iztapalapa, Ciudad de México.
5 Redacción, “Por la Capital”, La Voz de México,
13 de julio de 1906, p. 2. Redacción, “Nueva Vía”, La Voz
de México, 9 de abril de 1908, p. 2.
6 Entrevista a la señora Sóstenes Sánchez Ramírez, realizada por Fernanda
Isabel Lara Manríquez, 10 de octubre de 2018, San Juanico Nextipac, Iztapalapa,
Ciudad de México.
7 Señora Sóstenes Sánchez Ramírez, entrevista citada.
8 Señora Sóstenes Sánchez, entrevista citada.
9 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
10 Departamento de Salubridad Pública. Reglamento para la ubicación de los
establos en la Ciudad de México y Delegaciones colindantes del Distrito
Federal. Presidente Lázaro Cárdenas. Diario Oficial de la
Federación, 1 de octubre de 1937.
11 Departamento de Salubridad Pública. Reglamento para la ubicación de los
establos en la Ciudad de México y Delegaciones colindantes del Distrito
Federal. Presidente Lázaro Cárdenas. Diario Oficial de la
Federación, 1 de octubre de 1937.
12 Acción restitución de ejidos. Población San Juanico Nextipac, Iztapalapa.
26 de junio de 1918. Restitución de ejidos. Exp. 24/943. aga,
México.
13 Entrevista a la señora Rosa García Rodríguez, realizada por Fernanda Isabel
Lara Manríquez, 5 de octubre de 2019, San Juanico Nextipac, Iztapalapa, Ciudad
de México. Entrevista realizada al señor Tiburcio Ávila por Fernanda Isabel
Lara Manríquez, 19 de febrero de 2019, San Juanico Nextipac, Iztapalapa, Ciudad
de México.
14 Señora Sóstenes Sánchez Ramírez, entrevista citada.
15 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
16 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
17 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
18 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
19 Señora Rosa García Rodríguez, entrevista citada.
20 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
21 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista citada.
22 Entrevista al señor Luis Ramón Guerrero, realizada por Fernanda Isabel Lara
Manríquez, 6 de noviembre de 2019, Nextipac, Iztapalapa, Ciudad de México.
23 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista del 27 de julio de 2020.
24 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista del 27 de julio de 2020.
25 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista del 27 de julio de 2020.
26 Cabe acotar que es desde la percepción del señor Luis Ramón Guerrero que
los establos de la ciudad de México fueron expulsados, sin embargo, en realidad
se debió a la creación, por decreto presidencial, del Complejo Agroindustrial
de Tizayuca, Hidalgo.
27 Secretaría del Patrimonio Nacional. Decreto de expropiación, segunda
publicación. Presidente Luis Echeverría Álvarez. Diario
Oficial de la Federación, 21 de julio de 1975, pp. 14-15.
28 Secretaría del Patrimonio Nacional. Decreto de expropiación, segunda
publicación. Presidente Luis Echeverría Álvarez. Diario
Oficial de la Federación, 21 de julio de 1975, p. 14.
29 Paré (2000) hace posible conocer los antecedentes históricos de las
políticas agropecuarias que se encaminaron de 1976 a 1982, así logra dar cuenta
de la crisis que vivió este sector durante el gobierno de Echeverría
(1970-1976). Por su parte, Barajas (2000) presenta un análisis de las políticas
públicas que se implementan en México de 1970 a 1982, lo que permite conocer el
contexto bajo el cual los establos de la ciudad de México son reubicados en la
cuenca lechera de Tizayuca. Finalmente, Mackinlay (2004) da cuenta de la
crítica que recibió Echeverría por parte de los empresarios agrícolas y
ganaderos, quienes lo calificaron de “populista” por las medidas que tomó para
enfrentar la crisis de dicho sector.
30 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista del 27 de julio de 2020.
31 Señor Luis Ramón Guerrero, entrevista del 27 de julio de 2020.
* Actualmente
cursa el doctorado en Estudios del Desarrollo. Problemas y Perspectivas Latinoa mericanas, en el Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Líneas de investigación: pueblos
originarios urbanos, cultura del agua, movimientos sociales, historia oral.