10.18234/secuencia.v0i113.1953
Artículos
Tensiones de género y empoderamiento de dos mujeres
guerrilleras. Aproximación biográfica a integrantes del Frente Urbano Zapatista
(fuz)
y los “Lacandones” (1968-1972)
Gender Tensions and Empowerment of Two Guerrilla Women: a Biographical Approach to Members of the Frente Urbano Zapatista (fuz) and the “Lacandones” (1968-1972)
Francisco Ávila Coronel1*, https://orcid.org/0000-0001-7796-1350
1Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad, Nacional Autónoma de México, México, franciscoavilacoronel@gmail.com
Resumen:
El presente artículo se propone echar una mirada biográfica a las guerrillas del Frente Urbano Zapatista, así como a la de los “Lacandones”, centrando su atención en el estudio del proceso de empoderamiento de Yolanda Casas y Lourdes Quiñones, quienes, al igual que otras militantes comunistas clandestinas, fueron transgrediendo los estereotipos de género y posicionándose como sujetas sociales, mediante su propia práctica política. La experiencia de ambas guerrilleras se analiza mediante la biografía y un enfoque de género. Por ello, se recuperan los testimonios de quienes llegaron a ser sus esposos y compañeros de lucha, articulando los significados y las relaciones dadas entre hombres y mujeres en el seno del proyecto revolucionario al que pertenecieron hacia finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo xx.
Palabras clave: Frente Urbano Zapatista; “Lacandones”; guerrilleras; empoderamiento, género.
Abstract:
This article uses a biographical approach to study female guerrillas in the Frente Urbano Zapatista and the “Lacandones”, focusing on the study of the empowerment of Yolanda Casas and Lourdes Quiñones, who, like other clandestine communist militants, challenged gender stereotypes and positioned themselves as social subjects, through their own political practice. The experience of both guerrillas is analyzed through biography and a gender approach. The testimonials of those who became their husbands and companions-in-arms are used to link the meanings and relationships between men and women to the revolutionary project in which they participated in the late 1960s and early 1970s.
Keywords: Frente Urbano Zapatista; “Lacandones”; guerrillas; empowerment; gender.
Recibido:
6 de febrero de 2021 Aceptado: 12 de mayo de 2021
Publicado: 19 de mayo de 2022
INTRODUCCIÓN
En este artículo pretendo seguir el camino trazado por otras historiadoras que han alzado la voz en contra del androcentrismo imperante en los estudios históricos del México del siglo xx, donde los varones han predominado como sujetos históricos a partir de un discurso de género sustentado en la ideología presente en dos ámbitos separados: el hombre en el espacio público y la mujer en el doméstico (Chassen-López, 2018, p. 146). Asimismo, retomaré los esfuerzos de quienes han impulsado el enfoque de la nueva biografía (véase Bolufer, 2014), prestando particular atención al aporte de Verónica Oikión (2018), cuya lectura me ha revelado claves importantes en su obra biográfica sobre Cuca García, además de sus reflexiones metodológicas respecto a la tarea de biografiar a las mujeres de la izquierda comunista en México. Basado en lo anterior procuro, en la medida de los posible, articular la historia política de la izquierda mexicana con la historia de las mujeres guerrilleras y los estudios de género, y así evidenciar diacrónicamente las conexiones y diversas variables relativas al hogar, la infancia, juventud, la familia, las relaciones personales, amorosas, profesionales, laborales, sindicales, económicas, sociopolíticas, etc., que contribuyen a explicar y comprender el ethos revolucionario de estas mujeres guerrilleras, sus prácticas políticas como militantes comunistas, sus razones culturales, sus mentalidades y, desde luego, su forma de responder ante procesos personales y colectivos de lucha y resistencia (Oikión, 2020, pp. 44 y 46).
En este sentido, considero que la historia de las mujeres de izquierda debe ser leída desde la perspectiva de los dos géneros y no sólo como sinónimo de mujeres (Ramos, 2013, p. 233). Por ello, en la presente investigación la fuente principal radica en los testimonios de Yolanda Casas y Lourdes Quiñones, articulados con los de Carlos Salcedo y Rigoberto Lorence, quienes, además de ser sus camaradas de lucha, se convirtieron en sus esposos. Así, en estas historias de vida, he procurado hacer notar que no se distingue una línea recta en sus biografías, sino que existen coyunturas, momentos de ruptura y, por supuesto, de cambio. De esta forma, pongo atención en la capacidad de agencia de dichas mujeres, presentándolas no como víctimas pasivas de un orden autoritario y patriarcal, sino como sujetas activas que irrumpen en el escenario público en niveles comunitarios, regionales y nacionales (Bolufer, 2014, p. 88).
Entre las especialistas que han reflexionado sobre los problemas metodológicos en la construcción de biografías de mujeres, existe el consenso de que una clave fundamental es lograr tejer las historias de vida personales con el contexto social y político (Bazant, 2018, p. 70; Chassen, 2018, p. 145; Vaughan, 2016, p. 92). Por ello, buscaré encontrar en Yolanda Casas y Lourdes Quiñones esa resonancia histórica multidimensional en sus biografías con la finalidad de reflejar la confluencia que existe entre sus vidas y los procesos sociales e históricos (Oliver y Tamayo, 2017, p. 240), especialmente, los relativos al problema de género con enfoque feminista.
Para Lucía Rayas (2011) y Macrina Cárdenas (2006, p. 615), la mayoría de las guerrilleras poseen una narrativa que apunta a la existencia de la igualdad de género en el movimiento armado, pues sostienen que era recurrente el argumento de que había una distribución equitativa de las responsabilidades en la guerrilla. Sin embargo, “se conoce que estas ocuparon cargos de alta responsabilidad sólo cuando fueron cayendo los compañeros hombres” (Rayas, 2011, p. 275). Cabe anotar que esta afirmación será matizada en esta investigación, pues se mostrará que, en el Frente Urbano Zapatista (fuz), Paquita Calvo tuvo una predominancia como lideresa desde la fundación del grupo armado.
Como lo señalan Adela Cedillo y Fernando Calderón (2014, p. 275), en los últimos años ha habido un boom de la investigación académica sobre el Movimiento Armado Socialista Mexicano (masm), el cual estuvo compuesto por más de 20 núcleos armados que surgieron en varias regiones del país, entre las décadas de 1960 y 1970. Sin embargo, en la historiografía del masm hay una notable tradición patriarcal,1 debido a que a las mujeres se les ha borrado de la historia, tanto en testimonios de exguerrilleros como en textos académicos.2 El fuz y los comandos “Lacandones”, “Patria o Muerte” y “Arturo Gámiz”3 no han sido estudiados con un método histórico riguroso, por lo tanto, uno de los aportes a esta investigación es visibilizar a las mujeres que fueron protagónicas en dichos movimientos armados.4
Es importante señalar que, en las últimas dos décadas, las exguerrilleras se han organizado para recuperar sus propias memorias,5 lo cual también ha permitido el surgimiento de nuevas aportaciones académicas que recuperan una perspectiva de género feminista, que no sitúa a las mujeres como una parte accesoria del masm, sino que propone que para estudiar la complejidad del fenómeno guerrillero es necesario reescribir la historia y articular a las mujeres como sujetos sociales y políticos. Lucía Rayas (2012), María de Jesús Méndez (2019), Nithia Castorena (2019), Nora Amanda Crespo (2012), Macrina Cárdenas (2006) y Gabriela Lozano (2015), hicieron investigaciones importantes que contribuyen al entendimiento de las mujeres guerrilleras como transgresoras de los roles de género, aunque –como también lo señalan–, es importante analizar las formas en que se reproducen las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres en las organizaciones armadas.6
Adela Cedillo estima que, del total de militantes clandestinos, entre el 5 y 10% eran mujeres, y plantea que no hubo quienes “se erigieran como ideólogas –y, por ende, tampoco dictaban la línea política a seguir–, algunas lograron conformar liderazgos precisamente en el terreno militar, que era el más típicamente masculino y también el más deseado” (Cedillo, 2008, p. 18). Con base en lo anterior, es evidente que existía una tensión de género en la guerrilla relacionada con el problema de hasta dónde la mujer puede reivindicarse en las acciones militares guerrilleras sin que al mismo tiempo reproduzca estereotipos masculinos asociados con la valentía, el arrojo y el temple. Aventurar que estos valores son masculinos, puede llevar a conjeturas equivocadas, pues necesariamente no tienen el mismo sentido para hombres que para mujeres.
Así, resulta sugerente el aporte de Joan Scott quien manifiesta que para desentrañar las complejas articulaciones entre el género y el poder es necesario echar mano del lenguaje, que permite entender las palabras no sólo en su uso literal, sino en la creación de sentido, a través de la diferenciación de los géneros.7 Por ello, este trabajo explora cuál fue el significado y el sentido que para las guerrilleras Casas y Quiñones tuvo su participación en la guerrilla, así como la forma en que los géneros establecieron relaciones al interior del núcleo armado.
CONTEXTO
Y BIOGRAFÍA:
DE LA FAMILIA A LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA
Desde la fundación del Partido Revolucionario Institucional (pri) en 1942, el presidencialismo estructuraba el poder del Estado en torno a la figura mítica y omnipotente del “señor presidente”, quien tenía poder para nombrar a su sucesor, así como a los gobernantes en todos los niveles del gobierno (Fowler, 2015, p. 10). El pri era un apéndice del Estado que mediante el charrismo sindical y el caciquismo regional engranaba la maquinaria electoral para la imposición de los candidatos de elección popular. El corporativismo político se institucionalizó con las grandes centrales gobiernistas que principalmente fueron la Confederación de Trabajadores de México (ctm) y la Confederación Nacional Campesina (cnc), en las cuales el clientelismo, el compadrazgo, el nepotismo y la corrupción eran prácticas políticas con las que se obtenía un férreo control de los sectores obrero y campesino.
Hacia el año 1958, Antonio Ortiz Mena (1998), secretario de Hacienda, informó al presidente Adolfo López Mateos que “el nivel de vida de la mayoría de la población seguía siendo sumamente bajo” y que había un inequitativo reparto de la riqueza (p. 41). En medio de este contexto, se produjeron los grandes movimientos sindicales de telegrafistas, petroleros, maestros, ferrocarrileros, telefonistas que contribuyeron a una ola de 740 huelgas, cuyas demandas se relacionaban con el aumento al salario, la garantía de prestaciones sociales y la democratización sindical (Alonso, 1972, p. 102; Condés, 2007, p. 139; Loyo, 1985, p. 50; Ortiz, 1998, p. 76). Por otra parte, en el ámbito internacional, la influencia de la revolución cubana (1959) marcó a la izquierda mexicana, así como al sector estudiantil, al ala cardenista del pri, al Partido Comunista Mexicano (pcm), al Partido Obrero Campesino de México (pocm) y al Partido Popular (Alonso, 1990, p. 261). Posteriormente, en 1962, el Movimiento de Liberación Nacional (mln) aglutinó a cardenistas y comunistas en la defensa de Cuba, al tiempo que se propuso un frente amplio de masas guiado por un programa de corte nacionalista.
En Guerrero, la Asociación Cívica Guerrerense, que enarbolaba reivindicaciones agrarias y democráticas, encabezó el llamado movimiento anticaballerista, logrando la deposición del entonces gobernador Raúl Caballero Aburto (1957-1961). El precio de la lucha cívico-electoral fue alto, pues entre 1960 y 1962 el gobierno local orquestó dos masacres, una en Iguala y la otra en Chilpancingo (Román, 2003, pp. 498 y 557). A estos agravios además se sumó el asesinato de Rubén Jaramillo, dirigente icónico de la izquierda mexicana que representaba el último reducto del zapatismo agrarista en Morelos, quien fue masacrado, junto con su familia, en las ruinas de Xochicalco en el año 1962.
Es pertinente señalar que la revolución cubana fue un referente directo para inspirar al Espartaquismo que en México surgió como una escisión del pcm en 1960, cuando el escritor José Revueltas y otros militantes cuestionaron la línea política del partido y fundaron la Liga Leninista Espartaco (lle). Tiempo después se produciría otra fractura y su fundador, Revueltas, sería expulsado. De esta forma, hacia 1962, diversos militantes espartaquistas fundaron el Partido Comunista Bolchevique, pues estaban en desacuerdo con la línea política del pcm, que postulaba que el imperialismo era el enemigo principal y la burguesía nacional, una de sus aliadas. Por su parte, los espartaquistas consideraban como el enemigo principal a la burguesía nacionalista, pues en el contexto de represión de finales de los años cincuenta y principios de los setenta, tenían claro que el oponente directo era el pri.
Por esta razón, surgió una nueva organización convencida de promover una nueva revolución socialista a través de la organización de las masas obreras integradas en una vanguardia que dirigiera el proceso desde la constitución de un partido. Fue así como el Partido Comunista Bolchevique cambió su nombre debido a que sus integrantes consideraron presuntuoso que un pequeño grupo se adscribiera como partido, cuando en realidad no existía como tal. Debido a ello, la organización cambió su nombre al de Liga Comunista por la Construcción del Partido Revolucionario del Proletariado y, hacia 1966, se fusionó con cuadros de la lle y de la Unión Reivindicadora Obrera Campesina, dando origen a la Liga Comunista Espartaco (lce).8
Yolanda Casas y Lourdes Quiñones, motivo del presente artículo, se adhirieron al movimiento espartaquista, participando en dos organizaciones distintas: el Partido Comunista Bolchevique (más tarde, lce), y la Asociación Revolucionaria Espartaco (are). Sus historias de vida están estrechamente relacionadas, pues ambas nacieron en 1944, formaron parte del espartaquismo, se integraron a la misma guerrilla y, finalmente, tras haber sido detenidas por la policía política, compartieron celda en el penal de Santa Martha Acatitla. A pesar de las similitudes en sus biografías, Yolanda y Lourdes no tuvieron trato directo durante su militancia pacífica y armada, pues trabaron su amistad hasta que compartieron el presidio.
La revolución cubana, el antiimperialismo y el pensamiento espartaquista que veía en la organización y el trabajo político de la clase obrera como una tarea prioritaria para la conformación del Partido, fueron las directrices que conectaron las subjetividades de Yolanda Casas y Lourdes Quiñones. No sobra decir que para dar cuenta de la naturaleza de dicha articulación, es necesario tejer la historia familiar de ambas, con las ideas políticas del momento histórico en el que se desarrollaron, además de estudiar el vínculo guardado entre los asuntos concernientes a la vida privada con la pública.9
Yolanda Casas manifestó haber pertenecido a una familia de clase media, donde padeció una “violencia sutil” traducida en discriminación, pues Irene, su hermana mayor, gozaba de privilegios porque se apegaba al estereotipo hegemónico de mujer, a saber, “bonita, güerita, talentosa y obediente”. Por su parte, su hermana Eugenia, pese a sus buenas calificaciones en la escuela, también fue discriminada como ella, pues su piel era morena. Así, Yolanda se sentió “descalificada de antemano” y, desde niña, se mostró retraída, miedosa e insegura de sí misma, depositando sus esperanzas y felicidad en el ideal de tener, algún día, una familia feliz, donde reprodujera el estereotipo de la madre que le fue inculcado. No obstante, el mundo de Yolanda quedó trastocado cuando su padre perdió el empleo, cometió adulterio e intentó suicidarse al ser abandonado por su amante.
Yolanda Casas, además, tuvo que enfrentar el proceso de separación de sus padres, manifestando una rebeldía que la llevó a dejar de creer en Dios por sentirse traicionada e injustamente castigada. No osbtante, el ejemplo de sus hermanas mayores, estudiantes de la unam y militantes del movimiento espartaquista, infundió en ella el deseo por participar en la lce como brigadista.10
Desde muy joven, Yolanda Casas dejó de estudiar, pero trabajó como secretaria y militó en la lce, donde se entregó de lleno a la lucha he hizo propaganda comunista entre diversos grupos de simpatizantes obreros. Además de buscar un cambio revolucionario, existían en ella subjetividades que también la motivaban personalmente, ya que buscaba recobrar el “cielo perdido”, mismo al que se refirió en un escrito de su autoría:
El cielo en su infinita extensión, azul, soleado y apacible, bajo el cual transcurría su aun naciente adolescencia. De pronto sin el menor asomo de tormenta, ese mismo cielo confiable, seguro y armonioso, se cubrió de terribles nubarrones de cuyas entrañas, así sin más, salían truenos ensordecedores de fuego y traición. Su hasta entonces apacible y sereno cielo, se transformó en un gran hoyo negro, tragándose en su espantosa oquedad desdentada, a su cielo estrellado que alumbraba sus sueños tranquilos por la noche. Mientras que de día el sol y la brisa matutina, la envolvían cobijando sus anhelos y esperanzas. A partir de entonces ella solo existe para recobrar su cielo azul, tranquilo y apacible, que tanta seguridad y calidez le prodigaba en su inocente iniciada adolescencia (Casas, 2018).
A diferencia de Yolanda Casas, Lourdes Quiñones no tuvo una figura paterna importante. Por el contrario, lo rememora como un “macho”, que provenía de una familia humilde, de oficio carnicero y que, por sus relaciones familiares, obtuvo un puesto importante como inspector de ganadería en la frontera. En ese entonces, anota Lourdes, “la situación se puso fea”, pues “la gente con dinero enloquece” y el señor Quiñones terminó por abandonar a sus hijos e hijas. Previo a la separación de sus padres, Lourdes mencionó que la discusión política en su hogar era algo común, pues su madre, simpatizante del Partido Acción Nacional (pan), tenía ideas nacionalistas y antiimperialistas, mientras que su padre se había acomodado en el gobierno local, así como en el pri.
Lourdes recuerda haber crecido en un entorno “donde la mujer era respetadísima por ella misma”, además de que su madre al ser una “feminista de inicios del siglo pasado”, les “dio biberones de feminismo, biberones de antiimperialismo y biberones de antigobiernismo”, lo cual le permitió desarrollarse como alguien independiente y trabajar desde muy joven como maestra en Ciudad Juárez con el fin de sostener sus estudios en la Escuela Normal Nocturna. Quiñones concluye que debido a la educación que recibió “estaba destinada a ser rebelde”.11
Lourdes y Yolanda iniciaron su militancia política más o menos a la misma edad (18 años aproximadamente) y, por la influencia de sus hermanas y hermanos mayores, se involucraron en la lucha comunista. De esta manera sus relaciones de parentesco fueron una base subjetiva importante en la configuración de su participación política. Por ejemplo, Lourdes Quiñones reconoce claramente la herencia de su madre respecto a lo que denomina un “feminismo”, que en otras ocasiones entiende como un “matriarcado”, en cuyo seno le fue transmitido que “había seres muy inteligentes y bonitos”, es decir las mujeres, y que había otros, los hombres, que eran “unos tarados, inconsecuentes y miedosos”. Como se aprecia es reveladora la representación del “macho” con la que fue educada: “A mí me enseñaron que los hombres eran inferiores por estúpidos. No porque no tuvieran buen cerebro; por machos, por idiotas, por torpes, por corruptos, por polígamos, por todo. Así que yo los veía para abajo, perdón.”12
Esta creencia puede ser interpretada como una proyección de la afectación familiar sufrida por el abandono del padre, pero también por las experiencias discriminatorias sufridas en su propio contexto social, lo cual condujo a pensar a Quiñones en las mujeres como “las buenazas, las inteligentes” y, por lo tanto, a autoexigirse más que los varones.13
Con esa confianza en sí misma, y con el apoyo económico de su hermana mayor, Lourdes decidió estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), donde puso en práctica una forma tradicional de reaccionar ante los varones, pues se sintió ofendida porque un muchacho le habló de tú, cuando en Chihuahua todo mundo se hablaba “de usted”. Después, se sorprendió al escuchar a los líderes de izquierda “decir groserías”. Incluso, al principio, creyó haber oído mal, pues no podía entender por qué líderes tan respetados como José Revueltas “eran tan groseros”. A pesar de estas disonancias, la actitud mostrada por Quiñones terminó siendo transgresora, pues sobrepasó el estereotipo hegemócio de la mujer cuando empezó a hablarles de tú (como iguales) a los varones y se animó a decir “groserías”.
Por otro lado, cuando llegó a la universidad, Lourdes refrendó su idea de que los hombres eran “re-defectuosos”, pues padeció de sus compañeros, comentarios discriminatorios que estigmatizaban a las mujeres como unas oportunistas, ya que, según ellos, “las mujeres íbamos a la universidad a conseguir marido”. Además de sentirse indignada frente a esta violencia sutil masculina, Lourdes Quiñones pensó que esa actitud comprobaba “la inferioridad de los varones”.14
LA MILITANCIA ESPARTAQUISTA Y LA MATERNIDAD
En los inicios de su militancia, Yolanda Casas conoció a Manolo, joven español que se encargaba de distribuir la propaganda impresa de la lce. Si bien, le pareció atractivo, lo veía sin interés. Sin embargo, cuando su madre lo conoció por ser amigo de la familia, las circunstancias cambiaron:
[Mi madre] me comentó: “conocí un españolito muy agradable, me gusta para ti”. Palabra de honor Francisco, de veras créemelo porque es verdad, cuando conocí a Manolo para nada me acordé de eso de mi mamá, pero fíjate como era eso, yo tomé eso que decía mi mamá casi, casi como decreto, inconscientemente yo di por hecho que Manolo era para mí, íbamos a ser pareja pues. Ni siquiera estaba enamorada, yo no me di ese chance de enamorarme. [Para mí era como] buscar la pareja que otros, de alguna manera decían que era para mí, [en realidad era mi mamá quien lo decía]. Entonces, y sin darme cuenta, lo que yo quería era formar la familia feliz y unida, como la que tenían mis papás.15
El decreto de género al que Yolanda atendió estuvo inspirado en el estereotipo hegemónico de mujer que impone el matrimonio y la maternidad como los medios para la realización personal, el cumplimiento de los roles asignados socialmente y el reconocimiento social, de acuerdo a la clase social y etnia. Debido a que el matrimonio de Yolanda Casas con Manolo estuvo ligado al juego de roles e intereses sociales y familiares, la pareja pronto se dio cuenta de que en su relación no había amor. Por ello, tiempo después del nacimiento de su primera hija, tomaron la decisión de divorciarse.
Por lo que toca a la unión matrimonial de Lourdes Quiñones, el proceso fue diferente. Así, en el transcurso de los años sesenta, Rigoberto Lorence y Lourdes coincidieron en la are. Debido a su compromiso, se unieron voluntariamente a una comisión que trabajaría en Chihuahua impartiendo cursos de formación en marxismo, además de brindar apoyo a la campaña del candidato independiente a la gubernatura del estado, Carlos Valdés Muñoz. La actividad política que llevaba a cabo entonces fue muy intensa, pues en 1964 hubo un clima de encono social y lucha agraria que condujo a la creación del movimiento guerrillero que atacó al Cuartel Madera, en septiembre de 1965.
Es interesante la manera en que Lourdes Quiñones se enamoró de Rigoberto Lorence, ya que lo rememora como un joven con “valor y entereza”, que no se dejó apabullar a la hora de denunciar públicamente a los caciques que querían boicotear un mitin organizado en una colonia popular. De hecho, a Lourdes le sorprendió que Rigoberto no se dejara amedrentar cuando uno de aquellos hombres le mostró su pistola y, junto con otro más, lo sacaron a patadas. Por el contrario, él no dejó de gritar: “¡Estos son los caciques!”
Lourdes reconoce haber tenido una figura paterna muy débil, pues además del abandono, visualizó en los varones una gran irresponsabilidad, debido a que el hombre “es más débil moral y emocionalmente”. Por ello, al toparse con un hombre decidido y comprometido con su lucha e ideales, creyó haber encontrado a la persona indicada para formar una familia. Ella pensó entonces: “¡No lo dejo ir […], este es el bueno!”,16 pues se convenció de que había estado equivocada y que no era cierto que todos los hombres fueran iguales, pues podía haber compañeros diferentes.17
EL
MOVIMIENTO DEL 68
Y LA DECISIÓN DE TOMAR LAS ARMAS
En el año de 1968, Yolanda Casas y Lourdes Quiñones ya habían transitado por el matrimonio y la maternidad y, a pesar de las dificultades para conciliar tiempo que les permitiera el cuidado de sus hijas, ambas se incorporaron a las protestas estudiantiles. En el contexto sexista de los años sesenta, la gran mayoría de quienes lideraban el movimiento estudiantil eran hombres, sin embargo, las mujeres también figuraron como sujetas políticas preponderantes.18 En dicha coyuntura se suscitó una participación masiva que a su paso fue redefiniendo aquello que “era propio” de hombres y mujeres, abriendo espacios para que los mandatos tradicionales de feminidad y masculinidad fuesen modificados (Lamas, 2018, p. 275). De esta manera, durante la década de los sesenta del siglo pasado, las mujeres abrieron una brecha por la que irrumpieron masivamente en la lucha política, propugnando la “igualdad” en los diversos movimientos sociales.19
A continuación, se verá cómo hubo una articulación entre el movimiento estudiantil de 1968 con la conformación de comandos armados revolucionarios y la participación de las mujeres en los mismos. Así, además de la revolución cubana, la guerra fría y la represión que prevalecía en México, el movimiento estudiantil del 68 representa un referente muy importante para comprender el proceso insurreccional que detonaría la creación de grupos armados como el fuz y el de los “Lacandones”.
En dicha coyuntura, Yolanda Casas y Lourdes Quiñones, siendo esposas y madres, tenían un compromiso decidido con el movimiento, lo que hizo que asistieran con sus hijas a las marchas. Casas había salido de la lce, luego de que la organización se dividió y ella se integró como brigadista al movimiento estudiantil, participando en las asambleas del Instituto Politécnico Nacional (ipn), donde no estudiaba, pero con el que se sentía identificada porque pensaba que ahí estaban los más radicales del movimiento. Dentro de su visión política, no figuraba la vía armada, pues Yolanda, subjetivamente, buscaba que “nos amáramos todos” y nunca imaginó que un día se convertiría en guerrillera.
Por otra parte, Lourdes Quiñones y Rigoberto Lorence, aunque simpatizaban profundamente con la revolución cubana y con la idea de la protesta armada, no consideraron que el momento fuera adecuado para tomar las armas, pues habían visto el fracaso del asalto al cuartel Madera, en Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, hecho por el grupo liderado por Arturo Gámiz. De ahí que concluyeran que primero debía hacerse un trabajo político de masas y formar el partido de la clase obrera.20
El 2 de octubre de 1968, Yolanda Casas, después de haber cumplido su jornada laboral como secretaria, llegó al mitin de la Plaza de las Tres Culturas. Se encontraba en medio del lugar cuando sintió un ambiente tenso. Sócrates Campos, uno de los líderes del movimiento, empezó a decir por el micrófono “tranquilos compañeros, no pasa nada”. Momentos después vio una luz de bengala y ella pensó: “ah, pues son los cuetes que están lanzando de la iglesia de Tlatelolco”, pero inmediatamente inició un tiroteo y empezó a ver gente caer al suelo; de pronto las personas se aglomeraron en el piso y, en su trayecto para salir de la plaza, vio a una mujer con su hijo en brazos tratando de protegerse de los balazos con una ramita de un árbol. Unos militares que se resistieron a disparar a la multitud fueron quienes le ayudaron a ella y a otros jóvenes a escapar de la plaza; luego empezó a deambular en shock hasta que unos vecinos la rescataron y la protegieron en su departamento.21
Carlos Salcedo, que entonces era militante de la Liga Comunista Espartaco, coincidiría tiempo después con Casas en la misma organización guerrillera, pero aquel día estaba detrás del templete pues había llevado a unos camaradas ferrocarrileros para que dieran su discurso en el mitin. Sin embargo, al escuchar los balazos, emprendió la huída, se tiró al suelo y sintió a una muchacha caer muerta encima de él, víctima de un tiro en la cabeza.22
Según Rigoberto Lorence antes de la masacre de Tlatelolco los que simpatizaban con la vía armada “éramos predicadores en el desierto”, pero después muchos estudiantes se indignaron “y la gente se hizo insurrecta”.23 Por su parte, Lourdes Quiñones se convenció de que “no había más camino”, ya que el de la lucha democrática estaba cerrado.24
Al referirse a los sucesos, Yolanda Casas recupera que después de la matanza, estaba bloqueada, no podía hablar de lo que le había ocurrido y le costaba trabajo recordar. De hecho, estuvo una semana en shock hasta que fue rememorando lo ocurrido y enfrentando la verdad: “y ya pude sacarlo, y pos a llorar como Magdalena, quién sabe cuánto tiempo”. Los meses siguientes, las secuelas persistieron y cuando escuchaba un ruido fuerte saltaba porque “estaba yo, muerta de pánico”. Casas se sobrepuso y comenzó a ir a las asambleas del Consejo Nacional de Huelga (cnh), que de manera clandestina se organizaban para rearticular el movimiento estudiantil y alucinaba sonidos de botas militares que llegaban a reprimirlos. Con el tiempo fue enfrentando ese pánico, hasta que se aminoró, pero ella se sentía profundamente violentada y sólo logró superar sus miedos cuando “me obligan, me llevan a violentarme”, esta vez mediante un movimiento armado, que según ella, era para lograr que en la sociedad hubiera un verdadero amor.25
Carlos Salcedo quien se casaría con Yolanda Casas unos años después (cuando estuvieron en la cárcel), recuerda que en 1968, “ya era un hecho la guerrilla en Guerrero” y que estaban insurreccionados los líderes magisteriales y agrarios Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Como se dijo antes, hacia 1968, la lce ya se había disuelto, pero algunos militantes se reorganizaron e insistieron en la construcción de un partido obrero. Pero, por el contexto represivo del 68, dicha organización, integrada principalmente por exespartaquistas, se volvió semiclandestina. Tras el 2 de octubre se convencieron de que la única vía era seguir construyendo el partido de masas, pero paralelamente crear un brazo armado. En las reuniones del grupo clandestino de Salcedo se empezó a argumentar que no se podía luchar abiertamente en el país, pues cuando intentaban hacer trabajo político con los ferrocarrileros fueron agredidos a balazos, razón por la cual decidieron armarse y tener un “muro de contención”.
En su organización se revaloraron los aportes teóricos de Ernesto Guevara y de la experiencia cubana, pues ya no les parecía que la vía era la del “gran Ejército Rojo, el de Mao Tsé-Tung” o el caso ruso, pues no había posibilidad de acercarse a los obreros para formar un ejército sin que los “charros” sindicales los reprimieran. Por eso plantearon que para hacer un cambio en el país, era necesaria la guerra de guerrillas, acompañada de la formación de una amplia base de masas. En este esfuerzo coincidieron Salcedo, Yolanda Casas, así como algunos obreros ferrocarrileros y otros estudiantes del ipn (Salcedo, 2013, p. 30).
LOURDES QUIÑONES Y LA EXPERIENCIA DEL FRENTE URBANO ZAPATISTA (FUZ)
Mientras Yolanda Casas y Carlos Salcedo, entre otros militantes espartaquistas apenas empezaban a articularse como un movimiento clandestino con miras a convertirse en guerrilla, Lourdes Quiñones y Rigoberto Lorence ya se habían incorporado a otro grupo armado que estaba liderado por la emblemática activista estudiantil Paquita Calvo. Fue así que participaron en el fuz, un núcleo guerrillero urbano que estaba integrado casi equitativamente por mujeres y hombres, quienes tenían vínculos de parentesco.26
Las memorias de varios integrantes de esta guerrilla apuntan a que las mujeres eran las más “arrojadas” y “decididas”.27 Al principio los hombres no estaban seguros de que fuera el momento de lanzarse a la lucha armada, pero ellas respondieron con mucha firmeza y Lourdes Quiñones les dijo que “ya no se valía regresar, que la decisión estaba tomada”.28
Los hermanos Donato y Ceferino Contreras fueron quienes hicieron contacto con el fuz, después de deslindarse y dividirse de Genaro Vázquez, así como de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (acnr), que en un principio les dieron una orientación básica en la organización clandestina y el manejo de armas.29 Aunque los varones tenían peso en el ámbito militar, el fuz quizás fue la única guerrilla de los años setenta del siglo xx en México, en el que las mujeres tuvieron un liderazgo predominante. La figura de las revolucionarias “decididas”30 armonizaba con la historia de vida de algunas de sus integrantes, pues habían crecido en familias en donde sus madres o abuelas tuvieron un papel destacado, como el caso de Paquita Calvo y Lourdes Quiñones, ambas descendientes de mujeres hacendadas y familias ricas. Calvo además era heredera de una familia de izquierda con una participación importante en el feminismo de los años sesenta.31 Quiñones provenía de un hogar de abolengo terrateniente, en donde se le enseñó que las mujeres “éramos superiores a los hombres”.32 Pero no todas las mujeres del fuz estuvieron empoderadas desde niñas.33
Lourdes Uranga, una de las guerrilleras de base del fuz, asegura que vivía en un país “que era un desastre y mi vida era una porquería”, pues sufría el menosprecio, la violencia de género en su matrimonio y la única perspectiva que veía para dar un giro a su vida era luchar por la transformación de toda la sociedad, fue por eso que se integró a la guerrilla. Uranga se acercó con su hermano Francisco Uranga y Paquita Calvo para integrarse al movimiento armado que se gestaba.34 Él, en un principio no estaba del todo convencido de que su esposa y su hermana se integraran a la guerrilla, sin embargo, después rectificó pues vio en ellas una gran convicción y conciencia.35
A pesar de que Paquita Calvo tuvo un liderazgo predominante, las decisiones no se tomaban de manera vertical, sino que había una cierta horizontalidad, pues se realizaban reuniones en las que todos los militantes tenían voz y voto, conformándose una Dirección colectiva. En esta guerrilla no existía una estructura partidaria ni se constituían comisiones, ya que “todos hacíamos de todo”.36
El ideal de igualitarismo entre todos los integrantes, entre mujeres y hombres, ponía en constante tensión al movimiento armado, pues la propia dinámica de la lucha demandaba cualidades que tradicionalmente estaban asignadas a los varones. Por ejemplo, Rigoberto Lorence explica que para emprender las primeras acciones armadas se necesitaban guerrilleros que previamente tuvieran experiencia en el combate urbano. No es casualidad que quienes estaban fogueados fueran dos varones (Francisco Uranga y Carlos Lorence); el primero porque como “pandillero” del barrio de Tepito había acumulado una amplia experiencia en el “combate urbano”. El segundo también sabía de “batallas a trancazos”. Ambos eran ejemplos de guerrilleros que se habían preocupado por formarse políticamente, además de ser feroces, fuertes, valerosos, con grandes habilidades para la lucha “cuerpo a cuerpo”. En el caso de Francisco Uranga, había recibido una educación patriarcal que lo hizo seguir el estereotipo del “macho” y se había convertido en un sujeto sumamente violento, que al politizarse encauzó esa violencia en la rebeldía política.37 A pesar del anhelado igualitarismo, los varones concebían que eran mejores en las tareas militares, pues según los estereotipos e identidades de género aprendidas socialmente, su subjetividad y su masculinidad les hacía percibir que tenían mayor experiencia y fortaleza para la guerra.38
Las guerrilleras del fuz hicieron un enérgico esfuerzo para transgredir estos estereotipos de género. Es interesante la versión de Lourdes Quiñones, quien explica que ahí nada de que “tú mujer barres, trapeas y das de comer”, al contrario: “no sabes cocinar, aprendes, querido”. Para ella, la forma en que simbólicamente se igualaron varones y mujeres en la guerrilla es reveladora: “éramos igualitos, disparábamos igual. Decían los Tupamaros que detrás de una 45 (pistola), somos igualitos”. Quiñones recuerda que sólo en una ocasión sintió que había desigualdades entre hombres y mujeres. Ocurrió un primero de enero, cuando ella junto con otros camaradas, acordaron “expropiar unas placas de auto” en la madrugada para llevar a cabo acciones que tenían planeadas. Ningún varón llegó a la cita y ella quedó expuesta a un acosador que la fue siguiendo hasta llegar de regreso a su casa. Esto la hizo enfurecer llegando a externarles: “¡la mujer sí llega y los hombrecitos no!”39
El comando que realizó la expropiación al Banco Nacional de México (Banamex) en Coyoacán (el 30 de octubre de 1970), el estratega militar del grupo era Francisco Uranga y el comando fue integrado por Paquita Calvo, Lourdes Quiñones, Margarita Muñoz, Francisco Uranga, Carlos y Rigoberto Lorence. Cuando iban en el coche rumbo al asalto, Francisco Uranga les dijo en tono irónico a las mujeres que parecía que iban al “palo encebado”, pues se mostraban joviales como si estuvieran en un día de feria. Aquella expresión, en un momento de sumo peligro, demuestra la profunda convicción y decisión de ambas guerrilleras, quienes no sentían miedo porque estaban dispuestas a morir por la causa revolucionaria.40
Paquita Calvo iba manejando el coche y Lourdes Quiñones fue la primera en entrar al banco; pues esta última era la encargada de desarmar al policía. Ingresó al banco disfrazada con una maxifalda, peluca y lentes oscuros. Lorence explicó que después de determinado tiempo, si Quiñones no daba señal de abortar la misión, ellos entrarían a consumar la operación. Aquella tarde, el policía que resguardaba el banco se asomó a la calle, cuando vio que un coche con encapuchados paraba enfrente de la puerta, disponiéndose a sacar su arma para repelerlos, pero según Quiñones apuntó su arma y le dio la orden de quedarse quieto; al no hacerle caso descargó sobre él su escuadra, pues la guerrillera recuerda que estaba dispuesta a todo, por lo que no dudó en disparar.41 El policía alcanzó a descargar su arma contra Francisco Uranga, pero este último lo ametralló con su M-1 y lo neutralizó. Sorprendentemente, nadie murió, pero además del gendarme, Uranga quedó gravemente herido en el pecho y Quiñones también se lastimó un pie y la oreja.42 La enfermera Carmelita López, madre de Lourdes y Francisco Uranga, sin saber nada respecto a la lucha de sus hijos, aceptó curar a los heridos.
Sin duda, el papel de las mujeres que fueron simpatizantes, familiares o base social de la guerrilla fue relevante, ya que muchas veces apoyaron la causa, en medio de circunstancias de riesgo como las arriba descritas, asumiendo, además, un compromiso político, pese a que algunas veces no estaban convencidas: “¡Qué mérito para esa mujer, llamada a sacar los pedazos de plomo del cuerpo de su propio hijo! Fue así como se enteró de las intenciones revolucionarias de sus hijos, y lo sufrió. Dejémonos de romanticismo revolucionario, ella lo sufrió y renegó de esa realidad que más tarde aceptaría…” (Uranga, 2012, p. 98).
Cabe detenerse por un momento a reflexionar por qué el policía no obedeció la orden de Quiñones cuando lo encañonó, pues de haberse quedado quieto no habría habido heridos. ¿Acaso el policía no percibió a Lourdes como un peligro, precisamente por ser mujer? Es importante mencionar que ante el tiroteo, unos muchachos se asomaron por los cristales del banco y, al observar que algunas de la involucradas eran mujeres, exclamaron: “¡son chavas!” Aquel espectáculo les parecía gracioso y se mostraban felices, sin embargo, la representación social proyectada tanto por los jóvenes como por el policía revela la ausencia del poder que socialmente se les reconoce a las mujeres, además de que expresan la naturaleza de los roles y mandatos de género que activan un castigo o una sanción social, a las mujeres que se se empoderan, ya sea ridiculizándolas o inferiorizándolas. Con base en lo anterior, podría concluirse que una reacción machista fue la que llevó al policía a subestimar los riesgos del momento y pensar que podía enfrentar a los guerrilleros.
Años más tarde, cuando Quiñones fue aprehendida y encarcelada, la policía política, la prensa y los jueces también reprodujeron el sexismo, pues la prensa como los agentes policiales que la detuvieron, enfatizaron que ella había disparado a un policía, poniendo acento en su evidente “peligrosidad”. Dicho “estigma” incluso la alcanzó, cuando tras la amnistía impulsada por Jesús Reyes Heroles en 1979, su liberación fue retrasada, argumentando que era “muy peligrosa”.43
Frente a estas mujeres empoderadas44 que transgredían los estereotipos tradicionales de género, es interesante la mirada de Rigoberto Lorence, quien recuerda que se enfrentó a lo que denominó un caudillismo por parte de Paquita Calvo, ya que había creado un grupo “a su imagen y semejanza”, sin mencionar que bajo su juicio ella tenía la intención de ser la “única dirigente” debido a que la mayoría de los integrantes del comando carecían de una formación teórica sobre la lucha política, el marxismo o la guerra de guerrillas. Por lo tanto, en Calvo recaía la mayoría de las decisiones.45 Resulta interesante ver cómo un varón concibió como “caudilla” a una mujer que, si bien ejercía un liderazgo personal y tenía una influencia predominante, también procuraba que el espacio de decisión fuese colectivo. Por ello, cabe preguntarse si el liderazgo femenino no sería más bien inaceptable y juzgado como caudillismo, justamente, por tratarse de una mujer, además, de custionarse si detrás de las tensiones políticas existentes entre Calvo y Lorence, en el fondo lo que había era una tensión de género.
Cabe señalar que Quiñones, pese a estar consciente de que había una pugna por el liderazgo, decidió ponerse del lado de Lorence apoyándolo siempre en las discusiones políticas. Pero, ¿por qué tomó partido por Lorence?, ¿acaso pesó la fidelidad personal y marital, en su posicionamiento político? Existen algunas evidencias que confirman que las subjetividades personales fueron importantes en el proceso de ruptura de este grupo, pues los argumentos políticos tenían un trasfondo de ataque personal. En este sentido, Lorence identificó que la relación entre los integrantes de la guerrilla empezó a tensarse debido a la “ambición política de Paquita”, así como por el “choque de egos”. Según su versión, hubo argumentos de carácter personal, como “no es que tú dijiste un día y me maltrataste”, frases que para él evidencian “el nivel de la discusión”. Por su parte, Lourdes Quiñones anotó que el problema consistió en la lucha de poder entre su esposo y Paquita Calvo, pues ella “quería mangonear”, y Lorence también era “mandón”, así que la “cosa se puso fea”.46 Lourdes Uranga discrepa de los testimonios anteriores y enfatiza que Paquita Calvo era la dirigente “pero no era nuestro ‘Mao Tse Tung’ ni la teníamos en un altar” y la recuerda como “una compañera que tenía sus méritos y tenía sus defectos”. Por lo antes dicho no considera que hubiese un caudillismo.47 Margarita Muñoz aclara que el verdadero motivo de la división fue porque cuando Francisco Uranga estaba gravemente herido, Lorence propuso abandonarlo y huir con el dinero.48
Para Rigoberto Lorence, Calvo dio una especie de “golpe de Estado”, pues sabía que él y Lourdes eran los únicos que podían oponerse a su control y por eso optó por dividir al grupo. En la última reunión en la que estuvieron todos hubo descalificaciones personales, mentadas de madre y, según Lorence, Francisco Uranga, por debajo de la mesa, apuntó a sus testículos con su revólver. Esta versión es cuestionada por Margarita Muñoz y Lourdes Uranga, quienes explican que Uranga aún estaba convaleciente y no pudo haber estado en dichas discusiones. Después de una dura negociación, según Lorence se acordó repartir el dinero expropiado y Lorence y Quiñones se quedaron con 90 000 pesos, los cuales usarían para crear un nuevo núcleo guerrillero. Margarita Muñoz niega la versión anterior y sostiene que ellos se fueron sin dinero.49
Después de la división del fuz, Paquita Calvo y Francisco Uranga planificaron el secuestro de Julio Hirschfeld Almada, quien era un importante funcionario federal y empresario.50 De esta forma, en septiembre de 1971, varias mujeres: Calvo, Margarita Muñoz, Lourdes Uranga y María Elena Dávalos participaron y tuvieron responsabilidades importantes en las acciones de secuestro y negociación del rescate (Méndez, 2019, p. 133).
El testimonio de Uranga (2012) sobre el hecho arroja luz sobre el problema de los sentimientos al interior de la guerrilla: “En ese lapso, me asaltaron diversos sentimientos. Por fortuna, la confianza en que todo iba saliendo bien, superó a los otros parecidos al remordimiento y terror, pues a final de cuentas, la conciencia de no hacer daño a nadie y no robar ni un quinto, la tenía en mí demasiado adentrada, sólo que entonces no lo podía decir, porque podía parecer flaqueza” (p. 103).
Sobre esto, Lucía Rayas (2011, p. 275) apunta que el ocultamiento de los sentimientos fue un obstáculo mayor en el masm, pues no se permitía o no se esperaba que las mujeres revolucionarias lloraran, hablaran de sus pérdidas o expresaran su dolor. Este aspecto tiene un fuerte contenido de género, pues están en juego una serie de significados en torno al valor, la valentía, la entereza y la fuerza como atributos guerrilleros masculinos. Sin embargo, el hecho de que las mujeres se negaran a expresar sus sentimientos, no implica que aceptaran valores masculinos, pues como se verá más adelante, lo que estaba en juego no era la penalización del miedo o la reproducción de un estereotipo masculino, sino la necesidad de las propias guerrilleras por salvaguardar su capacidad de decisión, herramienta esencial para su empoderamiento.
Con el rescate de Julio Hirschfeld, la guerrilla obtuvo 3 000 000 de pesos, de los cuales 10%, es decir, 300 000 pesos, fueron regalados a las personas que acudían a comprar leche en las filas de la Conasupo. Algunos exguerrilleros han juzgado dicha acción como la ausencia de claridad política y militar, pues “no sabían qué hacer con el dinero”.51 A Lourdes Uranga le parece que dichas críticas sólo son “pamplinas”,52 pues para ella el significado de ese acto radicó en que “nosotros nos sentimos muy felices ese día, no había miedos, ni indecisiones”. Uranga en poco tiempo había transitado de ser una esposa violentada por su marido, a ser una guerrillera autónoma que decidió sobre su cuerpo y su propia vida, así como una mujer que pudo participar “en una expropiación a un funcionario burgués (hombre) y repartir el dinero solidariamente a otras mujeres en condiciones de explotación muy similares a las que ella vivió”. El significado de esa “felicidad” está articulada con una victoria de género, que sólo puede ser valorada y comprendida en el terreno del empoderamiento de la mujer.
De principio a fin, las subjetividades de las guerrilleras estuvieron impregnadas por una palabra clave, la “decisión”, que se convirtió en un símbolo asumido por Paquita Calvo y otras guerrilleras, debido a que daba identidad y contenido de género a la guerrilla, pues en su significado encontraban la posibilidad de convertirse en sujetas sociales,53 en hacedoras de la historia, y de sus propias historias.54 Fue así que en el comunicado enviado a la prensa sobre el secuestro de Julio Hirschfeld, el fuz se declaró como el “brazo armado más decidido que tiene el pueblo de México”.55
LOS
COMANDOS “LACANDONES”,
“ARTURO GÁMIZ” Y “PATRIA O MUERTE”: DECISIÓN, AMOR Y LA “TEORÍA DE LOS HUEVOS”
A finales de 1970, Rigoberto Lorence y Lourdes Quiñones comenzaron a reorganizar una nueva guerrilla y echaron mano de algunas bases sociales que tenían en Ciudad Juárez, por lo que “nos trajimos un combatiente de Juárez” (Benjamín Pérez Aragón), además de que “otros nos protegían desde Chihuahua”. Ambos estaban determinados a conformar un nuevo núcleo revolucionario profesional que tuviera capacidad para hacer trabajo político a nivel nacional.56
Por su parte, Carlos Salcedo, entre otros militantes espartaquistas radicalizados, habían conformado un grupo clandestino desde mediados de 1969,57 y durante algunos meses realizaron acciones de entrenamiento militar. Por ello, creaban fugazmente algunos comandos para expropiar un automóvil o quitarle la pistola a un gendarme.58
Entre noviembre y diciembre de 1970, Rigoberto Lorence y Lourdes Quiñones se incorporaron al grupo liderado por Carlos Salcedo y otros militantes espartaquistas. Así, se crearon tres comandos guerrilleros denominados “Lacandones”, “Patria o Muerte” y “Arturo Gámiz”. En el primero estaba Yolanda Casas junto a cuatro camaradas llamados Valente Irena, Víctor Manuel Velazco, Alfonso Rojas, Jorge Poo Hurtado y Gabriel Domínguez. El segundo quedó integrado por Encarnita Morales, Lourdes Quiñones, Miguel Domínguez, Benjamín Pérez, Raúl Irena [esposo de Encarnita] y Rigoberto Lorence. El tercero lo formaron Carlos Salcedo, Julio David Ojeda, Jesús Torres Castrejón y David Jiménez Sarmiento. Este último comando no tuvo mucha actividad militar, ni tampoco había mujeres, por eso en mi análisis lo dejaré de lado, aunque recuperaré el testimonio de Carlos Salcedo en ciertos momentos.
Es importante mencionar que en un principio sólo hubo tres mujeres, pero por los antecedentes de dos de ellas –que ya hemos explicado–, su participación no sería pasiva, sino al contrario, tendrían una contribución muy importante en las acciones armadas. Yolanda Casas recuerda que le dolió mucho tener que dejar a sus hijas para integrarse a la guerrilla. Lourdes Quiñones también sitúa como el momento más duro tener que dejar a su hija Argelia, pues sintió que fue “como arrancarme el corazón, una pierna o un brazo” (Méndez, 2019, 109). La maternidad es un mandato social que tradicionalmente obliga a las mujeres a anteponer su obligación como madres, al trabajo político. Esta fue una de las razones por las que en el movimiento de masas y clandestino, las mujeres enfrentaron más dificultades, además de ser también una de las causas por la que los varones predominaron en número en el movimiento revolucionario.59
Hubo diferencias entre los procesos de duelo por la separación de las respectivas hijas de las guerrilleras. Yolanda Casas, por ejemplo, no recibió apoyo de su familia y tuvo que separar a sus hijas, dejando a una de ellas con el exmarido y a la otra con sus abuelos. Lourdes Quiñones, por su parte, contó con la ayuda de una hermana que vivía en Chihuahua, quien al estar enterada de sus peligrosas actividades, aceptó la tutela de la menor como un gesto de solidaridad hacia la causa revolucionaria.60
Una vez integrados al comando “Arturo Gámiz”, Lourdes Quiñones y Rigoberto Lorence decidieron traer a su hija a la ciudad de México y al tratar de encontrar a alguien que la cuidara, unos amigos suyos aceptaron pero con la condición de cambiarle los apellidos, oferta que ellos rechazaron. Finalmente, quienes se encargaron de la menor fueron una combativa militante estudiantil llamada Olivia Ledesma Flores y su madre, Trinidad Flores, que apoyaron a la guerrilla primero como parte de su base social y, años más tarde, desde la Liga Comunista 23 de Septiembre, pues Ledesma se unió como guerrillera.61
Rigoberto Lorence, quien compartió la Dirección Política con Carlos Salcedo y Miguel Domínguez, explica que tuvieron la necesidad de conseguir abundantes recursos económicos, pues para mantener a los tres comandos se necesitaba mucho dinero. Además de los depósitos anticipados para la renta de un “refugio”,62 debían costearse la alimentación de todos los militantes, el parque para los entrenamientos de tiro, la gasolina de los coches expropiados, la compra de algunas armas, así como una especie de pensión entregada a las familias de algunos de los militantes casados.63 Lo anterior refleja una asimetría de género, pues Lorence afirma que apoyaron económicamente a algunas de las familias de los guerrilleros casados porque “no se les iba a dejar desamparadas”. No obstante, Yolanda Casas nunca recibió recursos para el sostenimiento de sus hijas, pues además de mantener en obligado secreto cualquier información sobre su familia, pensaba que el movimiento armado asignaba recursos “exclusivamente para el trabajo clandestino”.64 Lo anterior permite entrever que al no existir reglas claras sobre cómo afrontar la maternidad en la guerrilla, cada militante se enfrentó a ella como pudo, incubando a futuro fuertes afectaciones, pues cuando algunas de ellas ingresaron a la cárcel, perdieron la patria potestad de sus hijas e hijos y cargaron con el estigma de ser calificadas como “malas madres”.
El comando “Lacandones” fue el más activo y, dentro de él, Yolanda Casas, como la única mujer, se sentía cómoda y protegida. Las labores domésticas se turnaban cada semana: “lo mismo era limpiar los baños que hacer una expropiación juntos sin que hubiera ninguna discriminación […] hombro con hombro, al mismo nivel”. La primera expropiación en la que participó, fue en una farmacia y ella no se sentía muy preparada porque sólo habían hecho algunas prácticas de tiro en el Ajusco, al sur de la ciudad de México. Para ella, el operativo resultó exitoso, pues aunque obtuvieron poco dinero, “no hubo bajas de ningún lado”, sintiéndose eufórica al pensar “ahora sí estoy haciendo la revolución”. Aquella reacción, le hizo recordar que “éramos inocentes idealistas, que tuvimos que ir aprendiendo a base de fregadazos”. Después, siguió la expropiación a una tienda de abarrotes y, en general, los guerrilleros y guerrilleras comenzaron a sentirse más seguros de su capacidad militar. Fue entonces que comenzaron a discutir y planear expropiaciones más grandes, lo cual implicó que se suscitaran algunas tensiones de género al interior del grupo.
Yolanda Casas recuerda que “había compañeros muy acelerados” que a veces les ganaba el enojo, el coraje o la impotencia de la represión sufrida el 2 de octubre de 1968 o el 10 de junio de 1971.65 Algunos de sus camaradas propusieron una operación de asalto a la Comisión Federal de Electricidad (cfe), vigilada por el ejército y con un inminente peligro de que la expropiación terminara con bajas de un lado o del otro. Casas entonces dijo: “no se trata de demostrar que somos muy machos”, luego, agregó que apenas estaban empezando y que no podían darse el lujo de correr ese riesgo. La respuesta de algunos varones fue “te comprendemos porque tienes miedo”.66
Lourdes Quiñones explica que uno de los obreros ferrocarrileros integrado a su comando propuso un asalto en el que seguramente tendrían que confrontar al ejército. En ese momento, Quiñones leyó la propuesta no como una expresión machista, sino como una trampa que le hizo sospechar que podía tratarse de un infiltrado del gobierno.67
Yolanda Casas optó por convencer a sus compañeros y hacerlos entrar en razón, argumentando que no se “trataba de ver cuántos nos echamos y somos bien fregones”, sino que había que luchar por la revolución, por la igualdad, por la justicia. De hecho, cerró su discurso con una frase que se haría célebre entre sus compañeros: “yo lucho por el amor, no por odio”. Con base en el testimonio anterior, se puede ver que Casas se distanció de los valores masculinos como la fuerza y la entereza, pues los asocia con el odio y la venganza, proponiendo en cambio el amor, entendido como un ideal revolucionario al servicio de la igualdad entre todos los seres humanos y un trato justo.68
El miedo es un sentimiento que se activa en situaciones de peligro, sin embargo, resulta interesante que no emergió de manera central en la subjetividad de Quiñones y Casas. Para ellas, la ausencia de miedo no se debía a la reproducción de un valor masculino y machista, sino a un proceso de empoderamiento. Los testimonios de ambas son reveladores:
pero no era una determinante [el miedo]. Pero ahí no se me notaba, te digo que haz de cuenta que cambió mi personalidad, no era violenta pero por convicción controlas el miedo. […] la conciencia lo controlaba, para mí era necesario por mis ideales porque estaba convencida que se requería un cambio total de la sociedad, y bla bla bla, y de [lograr] mejores condiciones de vida para todos.69
¿Miedo?, yo no soy miedosa, eso sí no soy. En ninguna etapa de mi vida pacífica y no pacífica. Si decides hacer algo hazlo y punto, o no lo decides. ¿Miedo?, yo no digo que no es un sentimiento que yo conozca, o cierto temor o cierto cuidado, pero si ya decidiste, házlo, y éntrale a todo con tu capacidad, tu inteligencia y tu preparación, y si no, pues no lo decidas. Si ya decidiste, sí, órale.70
Los testimonios de las guerrilleras recuperados hasta aquí muestran que tanto el fuz como los comandos que compusieron al grupo “Lacandones” fueron espacios de empoderamiento para las mujeres, pues aunque en sus programas políticos no proclamaron un discurso feminista, ni estaban interesadas en el problema de género, la estructura político militar, al no ser tan vertical,71 les permitió salir de lo que Marcela Lagarde (2019, p. 137)72 llama los cautiverios de las mujeres, pues en el movimiento armado, la convicción y conciencia política les permitía enfrentar el miedo, gobernarse a sí mismas y tomar decisiones, tal como lo explicó Yolanda Casas:
La guerrilla fue para mí, una escuela importantísima. Insisto la guerrilla, la lucha revolucionaria, me permitió realmente salir a la vida, tener una vida. El movimiento revolucionario me dio identidad, me dio herramientas muy, muy importantes para vivir la vida, para enfrentar lo que tenía que enfrentar, incluidos traumas y demás, y [también] para irme demostrando a mí misma mis posibilidades y mis no posibilidades, mis sí y mis no, pero ya tenía yo de donde escoger.73
A pesar de los esfuerzos de la dirección política de la guerrilla, así como de las propias guerrilleras por superar los mandatos de género que vinculaban la labor militar como un espacio masculino, de todas formas algunos varones reprodujeron los simbolismos machistas ejemplificados en lo que Carlos Salcedo (2013) llama la “teoría de los huevos”: “también se desarrolla la ‘teoría de los huevos’, las acciones armadas se realizan no porque políticamente haya necesidad de ello, sino porque tienen un fin que incidirá directamente en el desarrollo del partido; ni tendrá razón de justificarse por sí misma, sino porque se tienen ‘huevos’ suficientes para hacerlo” (p. 42).
Rigoberto Lorence coincide con que en la guerrilla “sí había de sobra, parecían de avestruz, sí había muchos huevos, mucho valor mexicano”, pero también admite que existían elementos en la discusión política donde se reflejaban dos posiciones diferentes. Una que asumía que “estábamos en guerra” y la otra que planteaba que “no estábamos en guerra” y que apenas se vivía un momento de preparación de la misma. Ambos enfoques son interesantes, porque en el primero se enfatiza el problema del odio de clase, la imperiosa necesidad de atacar y asediar al enemigo, es decir, al Estado y a la burguesía mediante acciones contundentes. En opinión de Lorence, esta posición era la más cercana a la “teoría de los huevos”, la cual podía llevar a acciones apresuradas que significaran la derrota del movimiento armado.74
En opinión de Yolanda Casas predominó la segunda línea política, según la cual se procuró que las acciones de expropiación fueran lo más “limpias” posible, o sea, que no hubiera bajas de ninguno de los dos lados.75 Hubo cuatro expropiaciones importantes realizadas por el grupo. Una dirigida hacia la camioneta de seguridad del Sistema de Transporte Colectivo (Metro); otras a la empresa Siderúrgica dina; la tesorería de la Unidad Habitacional de la Central de Trabajadores de México (ctm), y a la “Armería Armas y Deportes”, de la que se obtuvieron decenas de armas de grueso calibre y miles de cartuchos.
En dichas acciones, sólo en la expropiación a la Siderúrgica dina, Gabriel Domínguez disparó y mató a un policía que trató de empuñar su arma. Casas recuerda que él se “sentía muy mal”, “son cosas que pegan mucho”. A ninguno de los miembros de la guerrilla les atraía matar, por eso las acciones militares se enfocaron no en ocasionar bajas al enemigo, sino en acumular fuerzas y obtener recursos económicos para proseguir con la lucha.
Yolanda Casas76 participó activamente en todas las expropiaciones. En la del Metro amagó a un policía de la estación “Gómez Farías”, a quien le apuntó con un revólver y le dijo: “tranquilo no me obligues a disparar, por favor”. El hecho le ocasionó gracia a sus compañeros cuando en un periódico local se dijo que el oficial declaró que la mujer que lo amenazó “medía dos metros y traía un cañón”, cuando la realidad es que Casas es de baja estatura y llevaba un arma de tamaño ordinario. ¿Acaso con esta narración, el policía pretendió justificar que una mujer lo desarmara y, además eludir el “juicio social” contra su “hombría”?
En la expropiación a la Siderúrgica dina, Yolanda Casas participó como “muro de contención”, vigilando desde la calle, por si llegaba la policía. En la expropiación a la tesorería de la ctm fue la encargada de ir a la caja fuerte y obligar al empleado para que la abriera. Ella recuerda que el señor “se estaba haciendo guaje”, pues al ser ella mujer y “chaparrita”, “como que no le di mucho miedo”. Por eso, tuvo que poner “cara de ogro” y decirle: “abra la caja porque este gatillo es muy sensible”. Fue así que por fin le entregó el dinero. Pese a su operación exitosa, Yolanda tuvo que aguantar las bromas de sus compañeros por ser la guerrillera del “gatillo sensible”. Este ejemplo muestra la discriminación de género del empleado que la subestimó por su condición de mujer, pero también revela que las bromas de sus compañeros poseen una raíz en un mandato de género que dicta que la “sensibilidad” es una emoción atribuida a las mujeres.
Finalmente, Casas participó en el asalto a la armería en el que tuvo un papel muy importante, pues aparentó ser una empresaria dedicada a vender relojes que rentó el departamento ubicado arriba de la armería con el objetivo de que sus compañeros perforaran un hoyo en el concreto y sacaran el arsenal que ahí había. Asimismo, interactuó con la dueña y los vecinos para “justificar” que los estridentes ruidos del martillo y el taladro obedecían a adecuaciones hechas al local. En la operación también llegó a fingir que era una “prostituta”, para que los policías que cuidaban el Palacio Nacional, localizado justo enfrente, no sospecharan por su presencia en la puerta del edificio.
Después de este último asalto, hubo una férrea persecución por parte de las policías política y la judicial. Aún no son claras las razones por las cuales los federales en aquel momento hicieron diversas detenciones, entre ellas, la de Yolanda Casas. Quienes no fueron aprehendidos, de cualquier forma, vivieron momentos de suma tensión, ya que los cuerpos represivos estaban decididos a desarticular al núcleo armado. En ese contexto de persecución, Lourdes Quiñones sintió “que nos metimos en un movimiento, como si te metieras al mar con las olas fuertes, y tú no puedes hacer nada contra ellas. Sentía que era arrastrada, pero no [tuve] miedo. A eso me metí, y así estaba la organización; encima era muy pequeña. Pero el miedo no lo conozco. Ni ahorita.”77
La autodeterminación, la autonomía, el poder de decisión y la conciencia de que eran sujetas históricas son elementos que contribuyeron al proceso de empoderamiento de las mujeres dentro del movimiento revolucionario, dándoles una nueva identidad y un nuevo “sentido de vida”, más allá de los decretos de género socialmente establecidos.
REFLEXIONES FINALES
Como lo señala Carole Pateman (1995, p. 12), el patriarcado moderno no deviene de la autoridad del padre, sino de la organización social del Estado, donde la sociedad civil es el espacio de los varones, en tanto fraternidad. En este sentido, el pri acuerpado como “familia revolucionaria” ejerció un férreo control político que produjo y reprodujo el sexismo y la dominación de género, valiéndose de un sistema político presidencialista, corporativista y clientelista.
Para poder articular el enfoque biográfico con el contexto social antes descrito, fue necesario estudiar a Yolanda Casas y Lourdes Quiñones tomando en cuenta sus historias familiares y las subjetividades, así como algunos sentimientos que las marcaron y que incidieron en su configuración política e ideológica, tales como el sentimiento de traición o el de injusticia. No puede entenderse la vida pública sin la privada, pues ambas esferas forman parte del llamado “pacto sexual” (Pateman, 1995, p. 15), y por esta razón, en este artículo se prestó atención a la institución del matrimonio, así como al problema de la maternidad, claves importantes para entender las configuraciones políticas y subjetivas de las mujeres guerrilleras. También se reconocieron las tensiones familiares surgidas a partir del machismo, el adulterio y el abandono, que generaron una conciencia y una necesidad de búsqueda de igualdad, además del establecimiento de relaciones dignas con el género masculino.
Si bien el sistema sexo-género asienta normas reguladoras en el comportamiento de hombres y mujeres, en esta investigación se procuró evidenciar la agencia que las mujeres guerrilleras tuvieron, así como su carácter transgresor. Pese a que en algunas etapas previas a la vida clandestina ellas reprodujeron algunos decretos de género patriarcales, se procuró destacar el proceso de empoderamiento de la mujer, no sólo como un logro individual, pues tanto Lourdes Quiñones, como Yolanda Casas, en consonancia con muchas otras mujeres de su tiempo, tomaron decisiones y acciones políticas congruentes con sus posicionamientos. Esto implicó que las mujeres aquí estudiadas transitaran de un proceso de conciencia individual a un proceso de movilización y organización de masas. Subjetivamente, esto generó en ellas autoconfianza y mayor autoestima, al tiempo que les permitió desarrollar un sentido de pertenencia a la organización espartaquista y una identificación con los más desposeídos, ya fueran obreros, campesinos o indígenas. Justamente, el comando Lacandones, tomó ese nombre para reivindicar a la resistencia indígena.
Todos estos elementos confluyeron para dar origen a un ethos revolucionario, a una forma de vida común y a un nuevo comportamiento en búsqueda de la igualdad y el cambio social, que mujeres como Yolanda Casas y Lourdes Quiñones abrazaron con todas sus fuerzas. Hablar del empoderamiento femenino obliga a distinguir que Casas y Quiñones no incrementaron su poder dentro de las dinámicas hegemónicas de control social. Por el contrario, se integraron a organizaciones donde pudieron obtener herramientas para ser más autónomas, permitiéndoles una mayor agencia, la cual, como lo señala Magdalena León (2001, p. 105), implica un desempoderamiento masculino, pues los varones tuvieron que moderar su conducta para adecuarse a las reglas igualitarias en la guerrilla, que recomendaban una forma colectiva en la toma de decisiones, una justa división del trabajo y un uso equitativo de los recursos.
No obstante, también se presentaron tensiones pues algunos hombres, encarnando los decretos de género masculinos, a veces tendieron a enfocarse en el aspecto viril de la guerra, en las tareas militares, en la demostración de fuerza, en la voluntad, el honor y el valor de guerrilleros como atributos estereotipados, dando vida a la llamada “teoría de los huevos”. Las mujeres guerrilleras aquí presentadas combatieron dichas inclinaciones patriarcales y militaristas, demostrando su capacidad argumentativa y su experiencia práctica, lograda con años de militancia en el espartaquismo.
Cabe recordar que Casas y Quiñones pertenecieron a comandos diferentes y que, durante su paso por el movimiento armado, nunca convivieron entre ellas. Ello sugiere que las mujeres no siempre establecían lazos de unión, incluso como se observó en el rompimiento del fuz, Quiñones favoreció a su esposo Rigoberto Lorence, en detrimento del empoderamiento de Paquita Calvo. Al respecto es necesario anotar que, en general, la relación entre las mujeres fue fraterna, pero no evitó que hubiera cierta atomización femenina al interior de estos movimientos armados, pues al colocar las contradicciones de clase como el elemento articulador fundamental, se dejaron de lado los problemas comunes asociados a la dominación femenina. Por esta razón, cada una de ellas afrontó –por su propia cuenta y como pudo– los problemas que eran considerados personales, tales como la maternidad, el matrimonio y la sexualidad.
Además del contexto histórico esbozado, la matanza del 2 de octubre de 1968 fue una experiencia definitoria en las vidas de Yolanda Casas y Lourdes Quiñones, generando en ambas un sentimiento de impotencia, rabia, miedo y tristeza que las llevó a concebir la violencia como la única respuesta posible. Por ejemplo, Quiñones se convenció de que era mejor morir defendiéndose, que ser masacrada.
En los dos casos, hay una convicción de que el gobierno fue el que las “obligó” a violentarse, el que con su respuesta excesivamente violenta, no les dejó otra alternativa más que contestar con las armas. La narrativa de la inevitabilidad de la vía armada está presente cuando Casas apunta que “yo siento que me violentan, o sea, me obligan”, así como en lo dicho por Quiñones cuando expresó que se sentía “como si te metieras al mar con olas fuertes, y tú no puedes hacer nada contra ellas”. Esa sensación de ser arrastradas u obligadas fue asimilada por ellas como un problema determinante en sus vidas, pues no podían quedarse pasivas; su conciencia y su sentir se revelaron para colocarse frente a su realidad como sujetas sociales y políticas. Sin mencionar que la guerrilla les ofreció la posibilidad de una mayor agencia frente a un contexto opresivo y patriarcal, donde la predominancia de los varones en la sociedad se expresaba de forma violenta con quienes optaban por la disidencia. De esta manera, en ambas guerrilleras, aparecen subjetividades que tienden a situar su militancia revolucionaria como uno de los momentos más felices de su vida debido a que se sentían realizadas, capaces de sostenerse en la utopía, tener esperanzas y la certeza de que revolucionaban a la sociedad. En el campo de lo simbólico, ambas guerrilleras, al cumplir con roles distintos a los tradicionales, abrieron el camino a otras generaciones para imaginar nuevos horizontes y tener alternativas para proyetar a las mujeres como agentes históricos.
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OTRAS FUENTES
Archivos
agn Archivo General de la Nación, México.
1 “Es curioso, desde este punto de vista, cómo siempre los varones han tenido cierto sentido de los pactos entre varones; siempre han establecido cierta relación de reciprocidad. Si más varones van a la guerra, esto luego se traduce políticamente. En cambio, con las mujeres ocurren cosas curiosas: aparte de ser criadas para todo, o secretarias para todo u obreras de fábricas para todo, podremos ser también guerrilleras para todo. Entramos y salimos de las escenas sin que haya registro, sin pedir, ni que se nos dé nada a cambio. Las mujeres han participado en guerras de liberación nacional, han formado parte de guerrillas, han sido partisanos sin que exista un registro histórico de ello. […] Las mujeres en la historia son como una especie de muro de arena, entran y salen al espacio público sin dejar rastro, borradas las huellas” (Amorós, 2001, p. 33).
2 Hay varios autores que pretenden hacer una historia general del masm, sin lograr articular a las mujeres como sujetos sociales o actores importantes. Fritz Glockner, en Memoria roja (2007) y Los años heridos (2019), aporta una impresionante y detallada crónica del movimiento armado, sin embargo, Yolanda Casas apenas aparece mencionada en el proceso de fundación del comando “Lacandones”, en tanto que Lourdes Quiñones es ignorada. Muchas otras mujeres de la guerrilla también fueron relegadas, porque no fueron líderes. Otra limitación en su obra es que no dice cuáles son sus fuentes, ni hace una crítica de las mismas. Marco Bellingeri (2003), se concentra en las guerrillas rurales de Guerrero y Chihuahua, pero tampoco recupera a las decenas de mujeres que participaron en esos movimientos armados, sino que se centra en las figuras masculinas de los principales líderes. José Luis Sierra Guzmán (2003) ni siquiera menciona que hubo mujeres guerrilleras. Enrique Condés Lara (2007) no sitúa a las mujeres como sujetos sociales importantes en el contexto de la guerra fría. Armando Bartra (2000) propone una historia hecha por grandes caudillos, valerosos campesinos, maestros y líderes guerrilleros, donde los protagonistas son hombres. La única autora que aporta una panorámica general del masm y que logra articular a las mujeres como sujetas históricas importantes es Laura Castellanos (2008).
3 “La Organización no tenía un nombre determinado, ya que sus militantes consideraban que un mal de la izquierda en México había sido el que existieran muchos grupos, todos con nombres por demás pomposos o minúsculos que obedecían a intereses de un personaje con pretensiones caudillistas. Esta falta de nombre le pareció absurdo a la policía, así que empezaron a denominarla Lacandones, que era el nombre de uno de los tres comandos que integraba a la guerrilla” (Salcedo, 2013, p. 11).
4 Dichas guerrillas son mencionadas brevemente en algunas crónicas, que en pocas páginas dan una mirada de los hechos más emblemáticos y visibles, Castellanos (2008, p. 180); femospp (2006, pp. 460 y 462); Esteve (2013, pp. 163 y 352); Glockner (2019).
5 Lucía Rayas Velasco (2012, p. 168) estudió dicho proceso de memoria, y explica que entre 2002 y 2010, se llevaron a cabo cuatro reuniones específicas de mujeres exguerrilleras.
6 Lucía Rayas (2012) hizo un análisis del problema de género conectado con el problema de la represión y la contrainsurgencia. La investigación de María de Jesús Méndez (2019) propone rescatar a las mujeres como sujetas políticas, que fueron rompiendo los estereotipos de género impuestos en la medida en que asumieron la lucha insurgente. Su trabajo revela diversas tensiones al interior de la guerrilla y los grandes costos que para las mujeres significó participar, lo cual hizo necesario estudiar su cotidianidad, explorar sus biografías familiares y analizar las formas de discriminación de género. Por otra parte, Nithia Castorena (2019) busca recuperar a las mujeres como sujetos sociales y políticos, quienes desde su perspectiva han sido invisibilizadas y cuestionadas, estudiando su papel en la lucha política armada en Chihuahua (México). Gabriela Lozano (2015) explora cómo algunas formas organizativas exportadas de la familia tradicional fueron heredadas en la organización armada de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Nora Amanda Crespo (2012) recuperó las memorias de diversas mujeres guerrilleras para explicar los cambios en la cultura de género sucedidos en la década de los años setenta del siglo xx. Macrina Cárdenas (2006), como exguerrillera y estudiosa del fenómeno armado, hizo un balance sobre la participación de las mujeres, encontrando tensiones de género, que van desde las relaciones de pareja hasta los estereotipos sociales que tendían a desvalorizar la participación de las mujeres en la política y en la guerrilla. Todas las autoras antes mencionadas presentan a las mujeres guerrilleras como transgresoras de los roles de género.
7 “Por ‘lenguaje’ entiendo no sólo las simples palabras en su uso literal, sino la creación del sentido a través de la diferenciación. Por ‘género’ quiero decir no sólo los simples roles sexuales de hombres y mujeres sino la articulación, en contextos específicos, de la comprensión social de la diferencia sexual. […] Si nos ocupamos de las formas en que el lenguaje construye el sentido, estaremos en una buena posición para encontrar al género” (Scott, 2012, p. 80).
8 En el editorial del Militante dedicado a la fundación de la Liga Comunista Espartaco se lee: “influyó de una manera definitiva en el surgimiento de estas organizaciones la Revolución Cubana, que como auténtica locomotora de la historia se abre paso impetuosamente y triunfa arrollando en su marcha todas las posiciones derrotistas, tibias y conformistas”. Militante, año 1, núm. 2, México, septiembre de 1966, pp. 1 y 3. Recuperado de https://movimientosarmados.colmex.mx/files/docs/G237.pdf
9 “Una de las más sustanciales y renovadoras aportaciones de la historia de las mujeres y del género a la reflexión historiográfica es la de haber problematizado y analizado con perspectiva histórica, las nociones de ‘privado’ y ‘público’, estrechamente asociadas a las de ‘femenino’ y ‘masculino’. En ese sentido, la historia (biográfica o no), escrita desde perspectivas feministas ha contribuido poderosamente a generalizar la idea de que no deben desdeñarse los asuntos concernientes a la vida privada, aplicando al campo de la historia la consigna de ‘lo personal es político’” (Bolufer, 2014, p. 108).
10 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Eneida Martínez y Francisco Ávila Coronel, el 14 de septiembre de 2019. Archivo Personal de Historia Social, México.
11 “La revolucionaria era mi mamá y así nos educó, y de rebelde, pos agrégale, entonces yo no tuve que luchar con la mamá que no te dejaba hacer tales cosas o te decía otras. ¡No, yo no tuve esa mamá! Mi mamá me educó porque tuvo ruptura con mi papá cundo yo era niña. Porque fue un macho, ¡madre mía! No podía seguir con ese matrimonio. Pero sí, yo no tuve que luchar contra nadie en mi casa, al contrario. Nada de no desobedecer a los señores, o ellos tienen la razón, sírvele a tus hermanos. Eso no existió. Si mis hermanos querían un favor mío, les costaba dinero: que ve a traernos una coca, ¿cuánto me vas a dar?, ¿de a cómo no? Entonces mira, mi formación fue diferente, muy favorable a la rebeldía. Fui rebelde, y fui rebelde desde niña, especialmente rebelde. Entonces, esas historias de que no me dejaban ir a la escuela si no iba acompañada, o que tenía que obedecer a mi papá porque si no me pegaba, eso no, no, no existe en mi biografía. Entonces yo estaba destinada a ser rebelde”. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
12 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
13 “Siempre he sido feminista, me dieron biberón de feminismo. Mi mamá nos decía que las mujeres éramos superiores a los hombres; o sea, yo fui educada con la idea contraria, el hombre es más débil moralmente y emocionalmente […] y nosotras éramos más responsables. Además, la vida práctica de mi familia, me hacía verlo así” (Méndez, 2019, p. 49).
14 “¡Como que los hombres, híjole están redefectuosos! Cuando yo llegué a la Universidad y oía a compañeros de Ciencias Políticas, de Ingeniería, de Economía, decir que las mujeres íbamos a conseguir marido a la Universidad. Decía yo: ¿qué? Estos idiotas, son unos imbéciles, de veras. Ahí comprobé que eran inferiores […] pero yo llegué con esa idea a la Universidad, así que esa idea la tuve en la primaria, secundaria, la Normal, hasta que dije: ¡en la Universidad también! ¡Pobres los que decían que íbamos a la Universidad a buscar marido, están fregados! Y eso, lo seguías comprobando con la vida. ¿Cuántos machos indecentes prepotentes, malvados, violentos, hay? Pues millones. Entonces, disculpen que los vea para abajo”. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
15 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
16 “En 1965, en una reunión de una colonia popular, me acuerdo que Rigoberto estaba denunciando que los caciques amenazaban a la gente para que votaran por ellos. Él, los estaba denunciando y ahí estaban los caciques. Entonces uno de ellos se hace el saco al lado y muestra la pistola, y entre dos sacan a Rigoberto pateando así en el aire, de palomita, y él seguía gritando: ¡Estos son los caciques! Al presenciar ese valor civil y esa entereza decidí: ¡No lo dejo ir […], este es el bueno! Y nos hicimos novios y nos casamos” (Quiñones, en Méndez, 2019, pp. 49 y 113).
17 “Pero sí hay hombres sensibles y hasta además todos son feministas, entienden la disparidad, la discriminación, entienden los prejuicios. Y esos hombres son los hombres que elegimos como compañeros. Y son nuestros amigos, pero la mayoría sí están fregados”. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
18 Verónica Oikión (2018), Gloria Tirado (2003), Mónica García (2015), y Deborah Cohen y Lessie Jo Frazier (2009, pp. 145-172), con base en fuentes directas han fundamentado que la participación de las mujeres en el movimiento estudiantil de 1968 en México fue masiva, sin embargo, fueron invisibilizadas por la mayoría de los textos académicos y testimoniales.
19 Como lo apunta Amelia Valcárcel (1997, pp. 64 y 65) la igualdad no es identidad: “Igualdad era igualdad dentro de unos parámetros claros y fijos de libertad y de derechos. La vindicación de identidad no es posible, acaba con la noción fundamental de individuo. […] Igualdad significó y va a significar libertad: libertad para tener educación, libertad para tener salud, libertad para tener soltería, libertad para tener un matrimonio que se disuelva. Esas igualdades son libertades, se transforman de modo sistemático en libertades”. En este sentido el problema de la desigualdad se verá como un problema de género: “Si el género es la coagulación de la sexualización de la desigualdad, entonces la sexualización de la desigualdad precede al género y el género es su efecto” (Butler, 2006, p. 85).
20 Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 24 de abril de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
21 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 26 de septiembre de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
22 “En eso empieza la balacera […] Nosotros estábamos un poquito, precisamente atrás de la plaza, esperando que entraran. […] Como niños, agárrense de las manos y vámonos, y nos fuimos hacia la izquierda, yéndonos hacia la izquierda, esa es mi gran anécdota del 68, oímos que aumentaba la balacera y a tirarse, pero al tirarte nos soltábamos y, era un remolino ahí; cada vez que nos levantábamos eran menos manos, porque te fundías hasta que realmente quedamos León [Olivé] y yo, así que ya quítame la mano (risas). En eso andábamos y que oímos otra vez la balacera y al suelo. Y una chava cayó encima de mí, pues íbamos compactos corriendo y ¡pas!, nos tirábamos y cae encima de mí. Pues ya cayó muerta la compañera, traía un balazo en la cabeza que me manchó de sangre aquí el cuello y en la camisa me escurrió un poco de sangre”. Entrevista realizada a Carlos Salcedo García por Francisco Ávila Coronel, 28 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
23 “Ese es el motivo de una sorda desesperación, un sordo descontento es lo que brota por lo del 68, entonces ya que esto se da a conocer y viene la reacción tan brutal de parte del gobierno, entonces nosotros ya no predicamos en el desierto.” Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 24 de abril de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
24 “Concluimos, si por ir a un mitin pacífico te asesinan…, ¡no, pues que valiera la pena! No quedaba más que formar el poder, porque solo el poder dialoga con el poder. Había que organizar el poder del pueblo y el pueblo necesitaba un ejército.” (Quiñones, en Méndez, 2019, p. 61).
25 “¿Cómo era mi manera de ver la lucha?, muy idealizada. En fin. Y de veras, suena a risa, pero yo quería lograr que nos amaramos todos. Que el amor fuera una realidad y no falsas promesas, obviamente, era idealista en la manera de ver el amor”. Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Eneida Martínez y Francisco Ávila Coronel, 14 de septiembre de 2019. Archivo personal de Historia Social, México.
26 Los integrantes de esta guerrilla fueron Paquita Calvo, Margarita Muñoz Conde, María Elena Dávalos, Lilia Mesa, Lourdes Quiñones, Lourdes Uranga, Francisco Uranga (marido de Margarita Muñoz y hermano de Lourdes Uranga), Carlos Lorence (marido de María Elena Dávalos), Rigoberto Lorence (marido de Lourdes Quiñones y hermano de Carlos Lorence), Roberto Tello (novio de Lourdes Uranga) y Clemente Ávila. De todas las guerrillas que hubo en el Movimiento Armado Socialista Mexicano, sólo en el fuz existió una Dirección y liderazgo predominante de una mujer, es decir, el de Paquita Calvo. Entrevista a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel. Archivo Personal de Historia Social, México; Méndez (2019, p. 133); Uranga (2012, p. 184).
27 “Fue el propio Miguel Nazar Haro, uno de los más temibles torturadores y, en aquel tiempo cabeza de la Dirección Federal de Seguridad (dfs), quien expresó que “en un principio teníamos consideración por las viejas, pero después que nos dimos cuenta que eran más cabronas que los hombres, se acabaron las consideraciones” (Cárdenas, 2006, p. 610).
28 En este sentido, es revelador el testimonio de Paquita Calvo: “Ya estábamos constituidos como grupo, y los hombres empezaron a argumentar que mejor no, que esperaran un poco más, que mejor después continuaban, etcétera. Pero Lourdes Quiñones, muy firme, les argumentó al igual que el resto de las mujeres que no, que ya no se valía regresar, que la decisión estaba tomada. Y así no permitimos que se desandara lo que ya se había avanzado” (Calvo, en Méndez, 2019, p. 132).
29 “Una parte de ese grupo de Genaro llega a la ciudad y entramos en contacto con ellos y nos empiezan a dar básicamente orientación en materia de organización y conocimiento de armas. A partir de eso, yo les aprendí todo lo que me podían enseñar y yo me convertí en el que les enseñaba a los urbanos. Nosotros, a partir de las operaciones armadas, logramos conseguir una estructura clandestina muy refinada; tratamos de aprovechar todas las lecciones que nos daban los Tupamaros, o sea, nosotros agarrábamos de todo, la experiencia de los Tupamaros, los cubanos, la de los brasileños, la mexicana, la de Lucio”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
30 Paquita Calvo aludió a este ser “decidida”, de la siguiente manera: “Siempre me dio una enorme tranquilidad haber sido consecuente con una posición política. Ha de ser muy triste ¿no crees?, gente que en un momento dado está convencida y no se decide. Eso debe ser tremendo.” (Calvo, en Poniatowska, 1980, p. 154).
31 Paquita dijo que su familia era “la izquierda dentro de la revolución mexicana” (Calvo, en Poniatowska, 1980, p. 166). “Paquita Calvo recibió hasta los diez años la influencia ética y el ejemplo de liderazgo de su abuela, figura fuerte y autosuficiente que dirigía sus haciendas. Asidua lectora de la Biblia, que portaba siempre y leía o hacía leer a Paquita en voz alta” (Méndez, 2019, p. 50).
32 “Tanto las características de Paquita como algunas mías –en otras no coincidíamos– pero, más o menos sí coincidíamos, en ser gente de decisiones, sin titubeos o vacilaciones. Entonces sí es cierta esa imagen, inclusive físicamente nos confundían, hasta físicamente. Cuando yo conocí a la tía de Paquita y a su mamá, dijo: “¡ah, otra Paquita! Sí, sí teníamos algunas características comunes, pero vacilaciones ninguna”. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
33 “Hay también coincidencia entre las autoras, en plantear que el empoderamiento representa un desafío a las relaciones de poder existentes y que busca obtener mayor control sobre las fuentes de poder. Se señala que el empoderamiento conduce a lograr la autonomía individual, a estimular la resistencia, la organización colectiva y la protesta mediante la movilización” (León, 2001, p. 105).
34 “Se podría decir que yo me engancho a la guerrilla a través de él (su hermano Francisco Uranga), y a través de los espartaquistas con los que ellos tenían relación. Yo lo hacía clandestinamente por mi vida de casada, que la sostenía, porque estaba en proceso de divorcio y quería ganar la custodia de mis hijos […], tenía que estar calladita, pero yo no estaba tan incorporada como ellos, yo dejé de trabajar cinco días antes de que la policía me detuviera, así que llevaba yo una doble vida, yo no estaba en la clandestinidad. Mi esposo echó un periodicazo de sus sospechas de mi doble actividad, así que tenía que estar en esta situación de doble vida”. Entrevista realizada a Lourdes Uranga López por Francisco Ávila Coronel, 20 de julio de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
35 “Una vez detenida esta organización, la prensa preguntó a Francisco Uranga, uno de sus integrantes: ¿Por qué arrastraron a sus parientes mujeres (esposa y hermana) a su aventura? Él respondió: No pudimos evitarlo.” Hubiéramos querido dejarlas al margen, pero ellas no lo permitieron. Su ideología es tan firme como la nuestra y en las acciones las mujeres [del fuz] fueron las más arrojadas” (Calvo, en Méndez, 2019, p. 132). “Casi que fue un acuerdo familiar. Me dijo: te voy a pasar unos escritos. Voy a conocer a Paquita que era una mujer muy preparada […], yo empecé a querer formar cuadros (en su sindicato). Era un reconocimiento de que las cosas estaban horribles y que había que cambiarlas. Yo, en ese momento entro a la Prepa, a despecho, coraje y rabia de mi esposo y, las teorías revolucionarias ahí, eran cátedra de todos los días, así que no sólo era mi hermano diciéndome, ¡alcémonos en armas!, sino que era todo un ambiente revolucionario, en el cual no se hablaba tanto de las armas, pero en mi casa, con mi hermano y con Paquita, sí se decía”. Entrevista realizada a Lourdes Uranga López por Francisco Ávila Coronel, 20 de julio de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
36 “Yo era de todo, todos éramos de todo, era según lo que nos acordáramos. No te vayas así mucho por la idea de que tal persona tenía esta comisión y que no podía intercambiar; no, no, todos le entrabamos a todo y el responsable era el colectivo, el grupo colectivo. Había unos que no le daban a la ideología –no les entraba pues– y, a otros sí”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 7 de mayo de 2020. Archivo personal de Historia Social, México.
37 “Pancho era un muchacho sumamente violento, ligado a las pandillas, había incursionado en el box, dejado la escuela, abandonado la casa; había sido golpeado por las pandillas, por mi padre, y había contestado los golpes con la misma generosidad. El tractor, el toro, apodos de mi hermano, nudo de conflictos, sensible, tierno, un algodón ante el amor y un volcán frente a sus venganzas. Fuerte como lo ilustran los seudónimos” (Uranga, 2012, p. 75).
38 “Se necesitaba gente de experiencia, tipo Uranga o tipo Carlos. Carlos no tenía experiencia en balazos pero sí en batallas a trancazos, a golpes. Y eso te da cierta ventaja. ¿Cómo mandas a Uranga a que se agarre a un duelo a muerte con el policía? Pues porque ya tenía experiencia, para eso no hay reglas, es cosa de la experiencia, de tus gustos. A mí me decía un compañero que tenía ciertos cargos de responsabilidad en los organismos del espartaquismo, que yo tenía cierta tendencia a ver las cosas desde el punto de vista militar.” Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
39 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
40 Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 7 de mayo de 2020; Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México; Calvo, en Méndez (2019, p. 101).
41 “Mira, lo difícil es decidirte. Cuando estás decidida, pos es como ir caminando. ¿Cómo decidiste ir al súper? Pues, vas camino al súper y compras. ¡Decidiste eso, lo vas a hacer, punto! Me acuerdo cuando íbamos al Banamex, me decía Pancho Uranga: ‘Parece que vamos a un palo encebado’ (risas). Se reía de nosotros porque íbamos riéndonos. El problema es decidirte, pero si ya te decidiste, nada para atrás. Lo decidido, decidido está y éntrale, a como toque, nomás actúas con inteligencia, con previsión, no a lo menso. El miedo es natural, lo tienes porque aviva tu inteligencia, pero ya que decidiste, no andes con jaladas. Y, es para adelante y a lo que venga”. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
42 De acuerdo con la versión de Lourdes Quiñones se lastimó por el rebote de unas balas. En la perspectiva de Margarita Muñoz Conde fue Lourdes quien se disparó a sí misma accidentalmente. Declaración de Margarita Muñoz Conde. Dirección Federal de Seguridad. Caja 2492. Archivo General de la Nación (en adelante agn), México.
43 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020; Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
44 “En suma, los procesos de empoderamiento son, para las mujeres, un desafío a la ideología patriarcal con miras a transformar las estructuras que refuerzan la discriminación de género y la desigualdad social. El empoderamiento, por lo tanto, se entiende como un proceso de superación de la desigualdad de género. El empoderamiento de las mujeres significa desempoderamiento de los hombres o pérdida de la posición privilegiada en que los ha colocado el patriarcado, de ese poder dominante, de ese poder suma-negativo, de ese poder sobre, de ese poder subordinador” (León, 2001, p. 105).
45 “Entonces ella defiende toda una…, ella es portadora de todo un espíritu de un ánimo de toda una aureola de lideresa de la izquierda. A nadie se le iba a ocurrir que ella no fuera el factor dominante en algún grupo y, ella se lo creía a sí misma, esa era la base del caudillismo. Iba mucho más allá de lo que Paquita era como persona. Su caudillismo era más que ella, pues. Su aureola, su fama, sus relaciones, todo era más grande que ella.” Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 24 de abril de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
46 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
47 Entrevista realizada a Lourdes Uranga López por Francisco Ávila Coronel, 20 de julio de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
48 Margarita Muñoz en su declaración de la dfs explica que Lorence desde el principio, cuando entró al fuz (“Gabriel”) “tenía un carácter muy agresivo y habían tenido ciertos problemas con él”. Dirección Federal de Seguridad. Caja 2492. agn, México.
49 Declaración de Margarita Muñoz Conde. Dirección Federal de Seguridad. Caja 2492. agn, México.
50 Entrevista realizada a Lourdes Uranga López por Francisco Ávila Coronel, 20 de julio de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
51 “Ellos insistían en que se debían hacer comunicados revolucionarios. Ellos manejaron al fuz, posteriormente, como el brazo armado más decidido del pueblo. Digo: ‘no mameyes porque es penca de plátanos’. No se vale que salgas con esas heroicidades cuando ves la que desataste. Y esa cosa de andar repartiendo el dinero en las filas de la Conasupo, pues yo creo que ni a Chucho, ‘El Roto’ se le hubiera ocurrido.” Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 24 de abril de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
52 “Gustavo Hirales, en sus pamplinas escritas en memoria de la Guerra de los Justos, afirma que no sabíamos qué hacer con el dinero y que lo andábamos regalando. Entregamos 500 pesos de ese momento a cada persona en la cola de leche, en los lugares que nos dio tiempo de hacerlo, digamos…, diez lugares” (Uranga, 2012, p. 103).
53 Retomo lo planteado por Martha Patricia Castañeda (2008) en el sentido de que es importante hacer un uso diferenciado de los términos de “sujeto” y “sujeta”. En este sentido, la autora plantea que con el primero, “aludiré a la categoría epistémica que permite configurar la construcción filosófica, cultural, social, histórica y política desde la cual se establece la relación con el mundo, [en tanto que] con el segundo, intentaré subrayar la especificidad genérica de esa construcción cuando se trata de mujeres”. Con base en lo anterior retomo a las mujeres guerrilleras como “sujetas”, “como un caso en el que me interesa subrayar la condición de desigualdad de género que es necesario desmontar para que las mujeres se consoliden como “sujetos” en todas las dimensiones que involucra dicha acepción” (p. 62).
54 El significado de esa “decisión” de las guerrilleras se puede leer con el aporte que Marcela Lagarde (2019) da desde el presente: “El problema de la mujer para el mundo actual consiste en su transformación de objeto a sujeto histórico, en constituirse en protagonista social de la crítica y transformación de la sociedad y la cultura.” (p. 140).
55 Investigaciones Políticas y Sociales. Caja 1345-B. agn, México.
56 Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 7 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
57 “Algunos exmiembros del espartaquismo se reunían para constituirse en una nueva organización, entre ellos estaban Yolanda Casas Quiroz, Uriel Cervantes, Mario Ledesma Flores, Miguel Domínguez, Roberto Sánchez Ench, Isaías Ench Fregoso, Carlos Salcedo García, Arturo Alarcón, Valente Irena Estrada, Raúl Irena Estrada, José Pacheco, Jorge Poo Hurtado, entre otros compañeros” (Salcedo, 2013, p. 61).
58 Entrevista realizada a Carlos Salcedo García por Francisco Ávila Coronel, 28 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
59 “En tiempos más modernos, ya en la época de nosotros, de juventud de la que formamos parte, siempre, mayoritariamente pues fueron compañeros ¿no?, hombres. El porcentaje de mujeres era mucho menor en comparación”. Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
60 “Cuando participé en el fuz, la etapa más dura para nosotras –como mujeres–, fue dejar a los hijos, ya que todas las del fuz teníamos hijos. Y mira, como se planteaba la lucha violenta, pues no podía tener a mi hija conmigo, no era posible. Fue como arrancarme el corazón, una pierna o un brazo, al ir a dejarla con un año de edad.” (Quiñones, en Méndez 2019, p. 109). “sobre todo, lo que a mí más me pesaba era dejar a mis hijas, porque, para esto, nació entonces mi otra hija. Tenía yo a mis dos niñas, entonces este… eso, eso me costó mucho trabajo, mucho dolor. Porque yo sabía que la clandestinidad implicaba alejarme de mis hijas”. Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 26 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
61 “Quien aceptó quedarse con ella fue Olivia Ledesma Flores, que nada más era simpatizante del grupo. Y, luego su mamá Doña Trini, Trinidad Flores de Ledesma, entonces la dejamos con ella. Siempre tuvimos muy buena relación con ella y con sus papás, de tal manera que cuando nosotros caímos, nos visitaban, su mamá. Mi hija le decía a Olivia, ‘mamá Vivís’, era su mamá. Después, cuando ella se tuvo que ir a la clandestinidad, quedó a cargo de doña Trini, su mamá. Desde esa época, yo tengo cuatro hijas, la mayor le decía ‘mamá Trini’, las demás, le decían igual por la vía del afecto, entonces eran dos gentes cercanas en el afecto”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
62 “En la clandestinidad, el grupo era lo más importante, salvaguardar la integridad del grupo, pero eso se garantizaba con medidas de seguridad como establecer ciertas condiciones clandestinas, tener claves que solamente nosotros conociéramos, lo que son las reglas de la conspiración que no creo necesario verlas una por una. Las reglas de la conspiración son las reglas de la secrecía, no darle nada regalado a la policía política, guardar la secrecía, comportarse dentro del lugar como en un lugar que es el refugio de todos. Por cierto, nosotros le decíamos refugio, ya después me enteré que la policía le decía casa de seguridad, pero es lo mismo”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 7 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
63 “Te estoy hablando de las menudencias, el costo de alimentación de los comandos, el costo del entrenamiento de los comandos y el costo del sostenimiento de las familias de los casados. Había gente casada que estaba trabajando, pero era indispensable y teníamos que pagarles. Era un convenio con ellos, lo que se les entregaba a sus familias. Nosotros no podíamos dejar desamparadas a las familias”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México; “Fco.- ¿Y ustedes tenían posibilidades de mandarle algún recurso para ayudarla [a su hija]? Lour: Sí, le mandábamos lo que nos daban. El dinero que nos daban acá va para allá, el dinero que nos daban para nuestros gastos, ¡vaya!, ¿y cuáles gastos? Si aquí como, duermo y todo, pues ese poquito dinero va para Argelia.” Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
64 “Fco.- ¿No podías decir mis hijas necesitan? No, era una cantidad personal para que tú la distribuyeras, era exclusivamente para el trabajo”. Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
65 El 10 de junio de 1971, los estudiantes de la unam y del ipn organizaron una marcha pacífica que buscaba reivindicar algunas demandas estudiantiles y democráticas. El grupo paramilitar denominado “Los Halcones” atacó violentamente a la manifestación y se estima que hubo más de 23 muertos, más de 100 heridos y cientos de detenidos (femospp, 2006, p. 227).
66 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 26 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
67 “Pero toda su conducta era de policía político. Proponerte hacer acciones que eran suicidas. No, no, no. […] Tenía sospechas de ellos desde que estábamos adentro. ¿Cómo que me propones un asalto en el que de seguro me voy a confrontar con el ejército? ¡Estás loco! ¡Enfréntate tú chulito! No, conductas feas y eran intrigantes, muy feos [los ferrocarrileros que entraron al grupo]. Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
68 “Entonces primero había que generar las condiciones favorables de amor entre los seres humanos para que yo también tuviera derecho a eso que yo quería, entonces por eso te digo que lo que me llevó a participar en eso…, yo digo que fue la búsqueda del amor verdadero. Yo odio la violencia y, sin embargo, actué violentamente por convicción, creyendo en ese momento que no había de otra para lograr un cambio de conciencia, para que los seres humanos nos uniéramos, nos amaramos”. Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
69 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
70 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
71 “Generalmente, la Dirección era colectiva. No había por lo menos en el grupo, no hubo el caudillismo declarado, no en el sentido despectivo de caudillismo, tipo los caudillos de la Revolución Mexicana que se forjaron a través hasta de pandillas o de grupos fuertes”. Entrevista realizada a Carlos Salcedo García por Francisco Ávila Coronel, 28 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México; “Fco: En esta relación con la dirección, ustedes como dirección, ¿qué funciones tenían? Rigo: Llevar la información de los comandos, la dirección política de los comandos, el grado de preparación ideológica, política y militar de cada comando y cada militante, cada combatiente. Un informe político del desarrollo del trabajo de base y atender problemas burocráticos. Esas son las tareas de dirección y se establecía la necesidad de mayor capacitación política y militar para tal comando, más el trabajo de base”. Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López por Francisco Ávila Coronel, 7 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
72 “Cautiverio es la categoría antropológica que sintetiza el hecho cultural que define el estado de las mujeres en el mundo patriarcal. Las mujeres están cautivas porque han sido privadas de autonomía, de independencia para vivir, del gobierno sobre sí mismas, de la posibilidad de escoger y de la capacidad de decidir” (Lagarde, 2019, p. 137).
73 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 26 de septiembre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
74 “Si aquí se hace la operación porque me alcanzan los huevos”. Claro es un elemento importante, desde luego, pero no puedes determinar, tú no puedes determinar el curso de las operaciones que realizas por la cantidad de huevos que estás dispuesto a invertir. Es importante el valor personal, cualquier tratado militar te lo indica. Como dijo un compañero: ¡que desperdicio de huevos! (risas). Nos dijo: “Se hubieran esperado a una organización, porque ¡qué desperdicio de huevos!” Entrevista realizada a Jesús Rigoberto Lorence López, 28 de mayo de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
75 “Y la verdad, las que hacíamos lo más que podíamos, planearlas [las expropiaciones] para que no hubiera ningún disparo. Tratar de que saliera lo más limpia posible de allá y de acá, no ver cuántos nos echamos y somos bien fregones, porque me eché a tres y tú a cuatro.” Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 16 de agosto de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
76 Entrevista realizada a Yolanda Casas Quiroz por Francisco Ávila Coronel, 14 de septiembre de 2019. Archivo Personal de Historia Social, México.
77 Entrevista realizada a Lourdes Quiñones Treviso por Francisco Ávila Coronel, 6 de octubre de 2020. Archivo Personal de Historia Social, México.
* Becario del Programa de Becas Posdoctorales de la unam, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (ceiich-unam), bajo la asesoría de la doctora Martha Patricia Castañeda Salgado. Agradezco a mi asesora y a la Coordinación de Humanidades de la unam por todo el apoyo. También doy las gracias por los comentarios y sugerencias de las(los) dictaminadoras(es), así como de Patricia Palacios, Claudia Rangel Lozano y Fernando Huerta Rojas, y también por las atenciones y valiosos comentarios de Yolanda Casas y Lourdes Uranga. Este artículo está dedicado en memoria de Lourdes Quiñones Treviso quien falleció recientemente.