10.18234/secuencia.v0i115.2003

Artículos

Los obreros se toman vacaciones.
Una aproximación a los programas
de turismo social en el Frente Popular chileno: 1938-1946*

Workers Take Vacations. An Exploration of Social Tourism Programs during the Chilean Popular Front: 1938-1946

 

Juan Carlos Yáñez Andrade1** https://orcid.org/0000-0003-0317-3292

 

1Universidad de Valparaíso, Chile juancarlos.yanez@uv.cl

 

Resumen:

El objetivo del presente artículo es analizar una serie de programas de turismo social promovidos durante el Frente Popular chileno (1938-1946) que permitieron que un número creciente de trabajadores pudieran acceder a la experiencia de las vacaciones y el tiempo libre. Un aspecto a destacar es el papel que desempeñó el Estado, así como los municipios y empresarios, en la formulación de iniciativas como las colonias de verano para obreros. Se finaliza con la Dirección General de Informaciones y Cultura (1942) como punto de inflexión en la formulación de programas de turismo social. Se concluye que estas acciones promovidas por los gobiernos del Frente Popular fueron un avance en las políticas sociales de inclusión para los trabajadores y sirvieron de modelo para futuros programas de turismo social en Chile.

Palabras clave: Frente Popular; colonias de vacaciones; turismo social; obreros; Chile.

Abstract:

The objective of this article is to analyze a series of social tourism programs promoted during the Chilean Popular Front (1938-1946), that allowed a growing number of workers to have access to the experience of vacations and free time. An aspect to highlight is the role that the State, as well as the municipalities and entrepreneurs, played in the formulation of initiatives such as summer camps for workers. It ends with the General Direction of Information and Culture (1942) as a turning point in the formulation of social tourism programs. It is concluded that these actions promoted by the Popular Front governments were a step forward related to social inclusion policies for workers and served as a model for future social tourism programs in Chile.

Keywords: Popular Front; summer camps; social tourism; working-class; Chile.

Recibido: 26 de junio de 2021 Aceptado: 10 de noviembre de 2021
Publicado: 13 de febrero de 2023

Introducción

En el verano de 1943 la revista de turismo de Ferrocarriles del Estado titulada En Viaje publicó una nota que daba a conocer la iniciativa gubernamental de promoción de actividades al aire libre en el cerro San Cristóbal de la ciudad de Santiago, destinadas a las familias de escasos recursos que no podían visitar los balnearios del país. En un tono crítico la nota reclamó por el derecho de las familias más pobres a tener acceso a las vacaciones: “¿Ha pensado Ud., señor gobernante, en la tragedia del hombre que no veranea? ¿En el drama de la madre, de la hija, del estudiante que, por falta de medios, no pueden recuperar las fuerzas perdidas durante un año de trabajo y se ven obligados a quedarse en casa?”.1 Para terminar de señalar que el “veraneo” había dejado de ser un lujo para transformarse en una “necesidad social”.

¿Cómo las elites chilenas –empresariales, políticas e intelectuales– habían llegado a la convicción de que las vacaciones eran un derecho al cual debían acceder incluso las clases más desfavorecidas? ¿Cómo se consolidó un discurso donde el turismo dejó de ser visto como parte de la esfera privada para ser reconocido como una necesidad social? Estas preguntas buscan orientar la presente investigación, la cual tiene como objetivo central analizar el surgimiento y validación de una serie de prácticas turísticas insertas en la política social del Frente Popular chileno.

Con el presente artículo buscamos contribuir al campo de investigación sobre el turismo que se ha abierto en los últimos años en América Latina, en particular en lo que se denomina turismo social. En América Latina al turismo social se lo ha vinculado con los procesos políticos de algunos países del continente durante la década de 1930 y 1940. En el caso del Perú, los gobiernos populistas de Benavides (1933-1939) y Prado (1939-1945) vieron el turismo como parte de una política social destinada a formar ciudadanos saludables que se sintieran orgullosos de su país (Rice, 2021, p. 150). En Argentina, Juan Domingo Perón (1946-1955) ofreció a los trabajadores nuevos rituales de ocio y recreación a través de los programas vacacionales (Comparato, 2014; Leonardi, 2014; Pastoriza, 2008; Scarzanella, 1988). Los trabajadores se aseguraron de promover sus propias prácticas emancipatorias a través de actividades recreativas como los pícnics o paseos dominicales y campestres (Camarero, 2005; Porrini, 2011, 2020).

Las elites chilenas no estuvieron ajenas al conocimiento de estas experiencias sobre el turismo –sumado a las prácticas recreativas vinculadas con el ocio y el tiempo libre– como elemento de política social. Instituciones como la Organización Internacional del Trabajo (oit) permitieron que se concertaran a nivel internacional medidas legislativas que apuntaron en la década de 1920 a la reducción de la jornada de trabajo, y hacia mediados de la siguiente a la obtención de una semana de vacaciones pagadas (oit, 1919, 1936). Tanto los intereses sindicales como de empresarios vieron en estas medidas legislativas las condiciones favorables para el desarrollo de un incipiente turismo nacional, luego de los primeros esfuerzos de los países del continente americano en atraer turistas extranjeros de alto poder adquisitivo (Armas, 2018; Da Cunha y Campodónico, 2005).

En este contexto internacional se insertan los frentes populares que se dieron en diferentes países del mundo en la segunda mitad de la década de 1930 (Croos, 1989). Muchas de estas experiencias hicieron suyas las ideas progresistas sobre el uso del tiempo libre y el derecho a las vacaciones, siendo las elites políticas e intelectuales chilenas receptivas a las acciones que implementaron en materia de política social los diferentes frentes populares de la época, como el de Francia, que en 1936 consagró las vacaciones pagadas de dos semanas (Boyer, 2007, pp. 137-138).

En este artículo se argumenta que el Frente Popular chileno fue proclive a incorporar el turismo en una política social más global de mejoramiento de las condiciones de los trabajadores, quienes eran una importante base de apoyo electoral y elemento central del discurso que aglutinaba la alianza de partidos, en particular en el caso del Partido Socialista y el Partido Comunista. En este sentido, la promoción del turismo podía ser tan efectiva para cumplir con el programa frente populista como el resto de las medidas de política social que buscó llevar a cabo, como los aumentos salariales, la creación de poblaciones obreras o la apertura de restaurantes populares, en especial cuando el turismo se rodeó de una serie de atributos que iban desde lo sanitario hasta lo económico, pasando por lo recreativo y cultural.

Si bien muchas de las acciones en pro del turismo social venían ensayándose desde la segunda mitad de la década de 1930, el marco temporal de la investigación privilegia el periodo que va desde la asunción a la presidencia de la república de Pedro Aguirre Cerda en 1938 hasta el fin del mandato de Juan Antonio Ríos en 1946, con la particularidad de que ambos presidentes no pudieron terminar el mandato por su muerte prematura. Se identifica el año de 1942 como un punto de inflexión en la organización de la política turística chilena al crearse la Dirección General de Informaciones y Cultura (dic), la cual integró en su seno una serie de instituciones creadas de manera inorgánica en el transcurso de los años treinta para ofrecer distracciones a los trabajadores.

La presente investigación es de carácter exploratoria y busca ofrecer un primer análisis sobre los programas de turismo social que se desarrollaron durante el Frente Popular chileno, identificando actores públicos y privados en su formulación y gestión, así como sus alcances en ofrecer una serie de servicios para ocupar el tiempo disponible luego de la jornada de trabajo y las vacaciones. Por la variedad de ofertas que los trabajadores pudieron disfrutar en el periodo de estudio, la investigación se centra en aquellos dispositivos gubernamentales y empresariales que apuntaron a su traslado lejos de sus vivencias cotidianas, como las colonias de verano. Por ello, y debido a que extendería en demasía el artículo, no se abordarán las experiencias que los propios trabajadores se dieron a través de las organizaciones sindicales y mutualistas del periodo, aunque se constata que algunos investigadores han tratado el tema (Archila, 1991; Leiva, 2020; Santander, 2019).

Las fuentes comprenden documentación de diversos ministerios que se encuentran disponibles en el Archivo Nacional de la Administración, en particular del Ministerio del Interior. La prensa de la época resulta fundamental porque registra casi a diario muchas de las prácticas turísticas, sobre todo en el periodo estival, revisándose de manera exhaustiva el periódico del gobierno La Nación, además del periódico Frente Popular y La Opinión, proclives a la alianza de centro izquierda. Por último, los folletos publicitarios permiten observar la etapa de institucionalización del turismo social durante la década de 1940 en torno a la dic.

El artículo se organiza en tres secciones principales. En primer lugar, se aborda la política social del Frente Popular, haciendo énfasis en los programas de promoción del tiempo libre y las vacaciones, así como los esfuerzos desplegados por las autoridades para que los trabajadores, junto con sus familias, pudieran conocer el país. En una segunda sección, se hace un recuento de un programa de turismo social implementado por las autoridades gubernamentales y sectores privados para ofrecer a la población pasatiempos que permitieran ocupar el tiempo libre durante las vacaciones, como las colonias colectivas para obreros. Por último, se analiza la experiencia de la dic, que nace en 1942, para articular a nivel del Estado un programa de acción en aquellos ámbitos destinados a elevar la condición de los trabajadores, destacando para nuestro estudio las actividades vinculadas al turismo social.

LA POLÍTICA SOCIAL DEL FRENTE POPULAR: CONOCER EL PAÍS COMO NECESIDAD BIOLÓGICA Y PATRIÓTICA

Para algunos historiadores la política de turismo en Chile habría estado dirigida entre la década de 1920 y 1930 al mercado externo, con la finalidad de atraer divisas (Vidal, 2019). Las discusiones legislativas, así como los esfuerzos en materia de inversiones y propaganda, confirmarían el interés de las autoridades en atraer a los turistas extranjeros y sus divisas. En este marco el diseño institucional de la política turística se habría caracterizado por su importante centralización en torno a un Departamento de Turismo –creado en 1929–, dependiente del Ministerio de Fomento y que proyectó el turismo como una actividad económica relevante para el país (Yáñez, 2017). Luego de la crisis económica y los efectos de la Gran Depresión, el Departamento de Turismo sufrió en 1932 un importante retroceso al reducirse el personal a un inspector jefe y otros cuatro funcionarios con el objetivo de asegurar la recaudación de impuestos. En 1935 el Departamento de Turismo fue reformado con el nombre de Servicio de Turismo, con la intención de acompañar la recuperación de dicha actividad. A partir de 1938, y con el triunfo del Frente Popular (1938-1946), la promoción turística siguió teniendo una orientación hacia el exterior, con la finalidad de captar turistas con alto poder adquisitivo, aunque en materia de turismo interno se avanzó en la promoción del turismo social.

Durante los años treinta se llevaron a cabo importantes medidas de fortalecimiento de la infraestructura de servicios, en especial con la creación de hoteles, mejoramiento de infraestructura y de sitios turísticos (Booth, 2010, 2013). En este objetivo ayudó la recuperación económica que experimentó el país a partir de mediados de la década, luego de la Gran Depresión, lo que permitió acompañar la política turística con importantes inyecciones de recursos (Fermandois, 1997). Por ejemplo, y sólo a modo ilustrativo, se puede señalar que a partir de 1935 el presupuesto destinado al turismo creció desde los 386 000 pesos, destinados especialmente al pago de sueldos del personal, hasta los 3 400 000 en 1946, lo que incluía un importante ítem destinado a la recuperación de sitios turísticos y propaganda (República de Chile, 1946).

En una dimensión más cultural, a partir de los años treinta se consolidó un discurso sanitario que promovió el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares en un contexto de crisis económica y deterioro de sus expectativas de vida (Cruz-Coke, 1938). Los debates en torno al tiempo libre luego de la jornada de trabajo y las vacaciones anuales sirvieron para movilizar una serie de conceptos sobre el ideal sanitario (Bello, 1944; Pérez, 1942). Si bien la preocupación de las autoridades por el uso del tiempo libre se remontaba al siglo xix bajo el concepto de regeneración de la raza (Grez, 1997) que hizo suyo el mutualismo (Illanes, 1990), la discusión de los años treinta se dio en un contexto histórico donde los trabajadores habían conquistado un conjunto de derechos laborales, entre ellos la jornada de ocho horas en 1924 y las vacaciones anuales de una o dos semanas en 1931 (República de Chile, 1931).

En esta discusión participaron las visiones eugenésicas de mejoramiento de la raza en boga en el periodo, en particular en torno a la alimentación (Pohl-Valero, 2016; Sánchez, 2018) y las prácticas deportivas (Cid, 2009; Durán, 2014). El diagnóstico de médicos e higienistas sobre la condición sanitaria de los trabajadores era lapidario, lo que ayudaba a explicar las altas tasas de mortalidad infantil y general, y enfermedades como la tuberculosis y la sífilis. Las dificultades en el acceso a bienes esenciales eran achacadas a los bajos salarios, los cuales, según diversos estudios, no permitían cubrir una ingesta calórica mínima, ni satisfacer del todo las necesidades de vivienda y vestuario (Allende, 1939; Dragoni y Burnet, 1938). En otros casos se colocaba el énfasis en la ausencia de lugares de esparcimiento sanos para los trabajadores: “¿Dónde, pues, dirigirá sus pasos nuestro obrero después de sus faenas? –se preguntaba una editorialista–. Al único sitio que hay para él, donde puede llegar sucio y desgreñado, confiado en que siempre se le recibirá: al chinchel amigo, donde encuentra el vino barato y envenenado que mata las penas y embrutece el pensamiento. Vemos, pues, en toda su desnudez cuál es el problema de las ‘horas libres’ del trabajador en nuestro país.”2

La Ley de Medicina Preventiva de 1938 (República de Chile, 1938) supuso un avance en el tratamiento sanitario de la población, al asegurar el reposo y rehabilitación de los diagnosticados con tuberculosis. Es así como la ley destinó fondos para casas de reposo, centros de reeducación profesional, colonias agrícolas y colonias de verano (Santander, 2019, p. 95).

En un editorial del diario de gobierno La Nación –imbuida del espíritu de previsión– se señaló que la política sanitaria debía estar destinada no a cuidar a los enfermos sino a los sanos, destacándose entre esos cuidados los descansos reparadores luego de la jornada laboral y las vacaciones anuales.3 Las vacaciones, en este contexto, pasaron a desempeñar un factor determinante de lo que se identificó con una “cruzada nacional de salud pública”: “Estos centros veraniegos –se señaló en 1946–, organizados y dirigidos científicamente, existen en Chile y su función en nuestro país está desempeñando una verdadera cruzada de salud pública y de recuperación. Es allí donde podemos esperar que se produzcan los procesos biológicos en forma controlada, gracias a la dosificación del baño de sol, agua y aire puro oxigenado y saturado de yodo y aroma a hierbas” (Kocian, 1946, p. 118).

En cuanto a los espacios, la playa se transformó a partir de 1930 en un signo de democratización de los lugares de descanso y esparcimiento previo al avance del turismo de masas de los años cuarenta y cincuenta (Boyer, 2007; Corbin, 1993). Balnearios en la zona central del país, como Cartagena y San Antonio, comenzaron a ser visitados por grupos de empleados y trabajadores, permitiendo que accedieran a recreaciones que antaño estaban restringidas a los sectores aristocráticos (Castagneto, 2010; Cortez, 2014). La playa, de acuerdo con un editorial, había democratizado su acceso, dejando de ser un lujo para los privilegiados.4

Es en el cruce de estos debates sobre la importancia de implementar medidas sanitarias para un correcto uso de las horas libres y las vacaciones, por una parte, y la intención de incorporar a la experiencia del bienestar a los sectores que tradicionalmente habían quedado relegados de las prácticas de ocio, por otra, que se formularon propuestas para que los trabajadores conocieran el país.5

A partir de 1937 –en el último periodo del gobierno de Arturo Alessandri (1932-1938)– es posible identificar las primeras iniciativas del Ministerio del Trabajo con el fin de implementar las vacaciones colectivas para obreros, aunque por las dificultades en conseguir aportes de sindicatos y empresas estas iniciativas pueden ser consideradas como precursoras en lo que vendría a ser una política más sostenida a partir del gobierno de Pedro Aguirre Cerda.6 La constatación de la falta de recursos que tenían los trabajadores llevó a que los partidarios del Frente Popular comprendieran las dificultades de promover las actividades recreativas y vacacionales considerando sólo el esfuerzo presupuestario de las familias. La revista Rumbo, del Partido Socialista, señaló que era deber del Estado costear las vacaciones “ofreciendo gratuitamente el alojamiento, y abonando los obreros los gastos de alimentación”.7

De esta forma, desde un inicio los dirigentes del Frente Popular buscaron incorporar en su plataforma programática aspectos relacionados con la reducción de la jornada de trabajo y el derecho a las vacaciones. El Partido Comunista propuso para el programa de la candidatura de Pedro Aguirre Cerda una jornada laboral de 40 horas y vacaciones anuales pagadas por los empresarios (Ulianova y Riquelme, 2017, p. 446), claramente influenciado por las noticias que llegaban del Frente Popular francés y que la prensa informaba periódicamente. Por su parte el programa del Partido Socialista incluyó en su acción municipal la promoción de colonias escolares y el control municipal de las aguas termales (Milos, 2008, p. 337). En tanto la Confederación de Trabajadores de Chile (ctch) –principal organización obrera del país– incorporó en su propuesta programática presentada al Frente Popular la semana de 40 horas semanales y la construcción de servicios sanitarios como sanatorios, casas de reposo y de clima, además de la construcción de campos de deportes y recreativos destinados a la educación física (Milos, 2008, pp. 338-339). Sin embargo, el programa del Frente Popular chileno hizo referencias más bien genéricas y tangenciales sobre aspectos vinculados con el tiempo libre y las vacaciones cuando propuso el perfeccionamiento de la reglamentación de la jornada de trabajo y un plan de “mejoramiento de la salud pública con organización técnica y científica en forma que comprenda especialmente el conjunto de medidas tendentes a la previsión social” (Milos, 2008, p. 341).

Aunque la naciente política turística gubernamental continuó en líneas generales a las implementadas por la administración de Arturo Alessandri, a partir del arribo del Frente Popular a fines de 1938 se incorporaron la dimensión social y cultural en su promoción. De hecho, algunos historiadores han destacado el impulso que tuvieron las políticas de consumo, y dentro de ellas las turísticas al promover que los trabajadores conocieran el país como medio de valorizar lo nacional (Santander, 2019; Silva, 2018; Silva y Henríquez, 2017). Es en este contexto que se entiende que con el Frente Popular se reforzara la idea de viajar y conocer el país como instancia de promoción de los valores nacionales, esta vez con la perspectiva de los funcionarios públicos. En la revista En Viaje –publicación oficial de Ferrocarriles del Estado– se señala en un editorial cuyo título es decidor –“Conocer el país”– lo siguiente:

En otro sentido –y como ya lo hemos dicho anteriormente– conocer el país es conocer la propia historia patria, compenetrarse de las características esenciales de la raza, comprender y sentir la capacidad nacional. Todo esto, unido al solaz que proporcionan los viajes, hace que el turismo sea doblemente provechoso y útil para el país. Creemos, pues, que viajar en la temporada de vacaciones es saturarse de nacionalidad, conocer de cerca las bellezas naturales, buscar las posibilidades que ofrece nuestro territorio y hacer de ellas un elemento de iniciativas provechosas.8

En términos institucionales, el Ministerio del Trabajo desempeñó un papel importante desde enero de 1938 –periodo estival– en la oferta turística para los obreros, al organizar las primeras colonias de vacaciones colectivas. El ministro del Trabajo, Bernardo Leygthon, llevó a cabo una serie de reuniones con sindicatos y empresarios con el fin de lograr su concurso y desarrollar programas a bajo costo.9 El Ejército colaboró con la cesión de terrenos para instalar las primeras colonias de vacaciones colectivas, además de facilitar equipamientos como carpas.10

El presidente Arturo Alessandri no perdió la oportunidad, el último año de su mandato, de destacar la labor del Ministerio del Trabajo en inaugurar colonias vacacionales para obreros, señalando en su mensaje presidencial que durante el año 1938 los feriados anuales habían favorecido a 118 910 trabajadores de 1 838 363 que comprendía la población activa, quienes habían dejado en beneficio de la economía del país 18 818 682 pesos.11

Sin embargo, resulta claro que el interés por la promoción de las vacaciones de los obreros tuvo un impulso a partir del ascenso al poder del Frente Popular en diciembre de 1938. El compromiso directo que asumió el presidente Pedro Aguirre Cerda, quien solicitó la formulación de un proyecto que organizara las diversas experiencias en torno a la promoción del tiempo libre, decantó en la creación en 1939 de un organismo dedicado exclusivamente a promover el tiempo libre y la recreación, como la institución Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres (drahl).12 Esta institución ayudó en la construcción de casas de reposo destinadas a su uso una vez terminada la jornada laboral (Fernández, 1941; Yáñez, 2016) y se crearon durante el Frente Popular al menos tres casas de reposo.13 El mismo Ministerio del Trabajo creó en 1939 un Departamento de Recreaciones Obreras, con la finalidad de colaborar con los sindicatos en el desarrollo de excursiones diarias y vacaciones.14 Por último, es importante consignar que los trabajadores organizados tenían un historial de experiencias de recreación como los pícnics y las veladas dominicales, lo que les permitió ser receptivos a las ofertas promovidas por las autoridades.15 Es en este marco de ideas y primeras iniciativas sobre el fomento de las horas libres y las vacaciones que hay que entender la presencia de nuevos programas de turismo social, como los que serán analizados en la siguiente sección.

LAS COLONIAS DE VERANO PARA OBREROS

Los balnearios populares tuvieron un importante desarrollo durante la década de 1930 debido a la creciente preocupación por la condición sanitaria de la población. Los balnearios vacacionales, casas de reposo y colonias escolares formaron parte de las experiencias que permitieron que trabajadores y sus familias tuvieran acceso al disfrute del tiempo libre y las vacaciones. Cada una de ellas estaba dirigida a un público específico y ponía énfasis en las medidas sanitarias, higiénicas o recreativas.

Por el enfoque de la presente investigación se hace necesario centrarse en aquellas iniciativas destinadas a la familia obrera y cuyo objetivo apuntó a la recuperación de las fuerzas productivas del trabajador, en un periodo donde creció el número de ellos que tenían el derecho de disponer de una o dos semanas de vacaciones. Las colonias colectivas para obreros aparecieron registradas en la prensa por primera vez en enero de 1938 y beneficiaron a 300 trabajadores sindicalizados de la capital –divididos en tres grupos–, los que visitaron por una semana el campamento instalado por el ejército en la localidad costera de Cartagena.16 Los obreros –quienes viajaban con un “carnet de veraneante”– recibían de la colonia cuidados médicos, alimentación nutritiva y actividades culturales.17 Este último aspecto era relevante en la política asistencial del periodo y clave para el correcto uso del tiempo libre. Los beneficiados asistían a la presentación de obras teatrales y conjuntos musicales, además de participar en torneos deportivos y concursos donde se premiaba la “carpa mejor mantenida” o el “veraneante más sobrio”.18

Durante 1939 y 1940 el Frente Popular inauguró colonias colectivas de vacaciones en Quebrada Verde, ciudad de Valparaíso, y Lipingue, provincia de Los Lagos. La revista Rumbo –publicación del Partido Socialista– al describir la naturaleza de estas colonias, valoró que el Ministerio del Trabajo conciliara “las posibilidades económicas del trabajador, con el superior propósito de contribuir a mejorarle física y espiritualmente, ofreciéndole un descanso en lugares hermosos y saludables”.19

La ctch respaldó la iniciativa gubernamental y otras organizaciones sindicales se transformaron en activos promotores de las vacaciones. Por ejemplo, los representantes obreros de la ciudad de San Fernando –ciudad ubicada a 200 km al sur de Santiago– utilizaron los argumentos expuestos por las autoridades y los publicados por la prensa para solicitar la gratuidad o al menos la reducción de un 50% del valor de los pasajes en ferrocarril hacia la localidad costera de Pichilemu.20

Otras organizaciones obreras también participaron en la promoción de los viajes hacia la costa, aunque con excursiones por el día. Por ejemplo, la Central Mutualista obtuvo para sus asociados una rebaja de 50% en el valor de los pasajes, lo que permitió que viajaran en tercera clase por tan sólo cuatro pesos.21 El presidente de la Central Mutualista, Manuel Marchant, agradeció al presidente de la república por la implementación del programa de vacaciones colectivas, el que habría permitido beneficiar, según él, a 10 000 trabajadores, solicitando que dicho programa se transformara en una obra permanente.22

En el universo de propuestas de colonias de vacaciones para obreros, los empresarios las apoyaron como parte del diseño de la política de bienestar social que habían venido implantando desde la década de 1920 (Vergara, 2013; Venegas, 2015). Si bien del análisis de las publicaciones de los propios Departamentos de Bienestar de algunas empresas mineras e industriales se puede concluir que las acciones en beneficio de las vacaciones de obreros fueron más bien reducidas y no tuvieron los alcances de los programas de vivienda obrera, cuidado sanitario, deportes o alimentación popular, algunas empresas se aventuraron en ofrecer instalaciones de recreación para que los trabajadores disfrutaran de sus vacaciones.

El mineral de cobre de El Teniente, perteneciente a la Braden Copper Company, construyó cabañas en la hacienda Cauquenes –zona central del país– destinadas a recuperar a trabajadores accidentados, viviendas que incluían terrenos con árboles frutales y hortalizas para su cuidado.23 Además, la empresa dispuso de una colonia vacacional para los hijos de los trabajadores, donde eran sometidos a exámenes médicos antes del viaje y recibían una alimentación adecuada a sus necesidades. En otro caso, la industria química también promovió las vacaciones para sus trabajadores, junto con los paseos dominicales, iniciativas que habrían estado presentes en el programa de la Confederación de Sindicatos Industriales de Química y Farmacia, recibiendo el apoyo del Ministerio del Trabajo y de Defensa Nacional.24

Sin embargo, es necesario precisar los alcances de estas iniciativas promovidas por los empresarios. El hecho de que fuera una acción más bien periférica dentro de su política de bienestar social, puede ayudar a comprender que las vacaciones pagadas hayan sido consideradas como parte de un beneficio que sólo un reducido grupo de obreros podía obtener. Aunque en el estado actual de la investigación no se tienen cifras confiables sobre el número de beneficiados por los programas de vacaciones pagadas, de las reducidas experiencias registradas por la prensa se comprende que estaban destinadas a aquellos trabajadores que cumplían con el ideal de obrero soñado. A modo ilustrativo, una nota de prensa de 1937 informaba sobre las vacaciones ofrecidas por el Laboratorio Chile al presidente de su sindicato, junto a su familia, en la localidad de San Antonio, litoral central de Chile. Esta experiencia –decía la nota de prensa– es más bien un premio “que el establecimiento concede a los obreros más cumplidores y eficientes en el trabajo”, señalando que era una obra de justicia la designación de Juan Quiñones, “pues ha sido el más esforzado impulsor de todos los proyectos de bienestar y de mejoramiento de todo orden”.25

Otro ejemplo que muestra cierto diseño quirúrgico en la promoción de las vacaciones al interior de las empresas es la Imprenta Lathrop, la cual señaló en un reportaje de 1939 que las vacaciones pagadas estaban destinadas “a los obreros que cumplan con sus obligaciones, que tengan más años de servicio o demuestren algún cansancio en sus áreas”.26 En otros casos las empresas se orientaron de manera temprana a ofrecer vacaciones a los hijos de los trabajadores. En 1935 la prensa informó sobre la colonia de verano organizada por la Compañía Chilena de Electricidad de Valparaíso en la localidad precordillerana de Los Andes, cerca de Santiago, para que los hijos de los tranviarios pudieran pasar sus vacaciones.27 En 1937 la Compañía Carbonífera Schwager organizó una colonia escolar en el sector costero de Hualqui “ideal por su clima, diverso del aire marino a que están habituados los niños”.28 Estas colonias vacacionales operaban de la misma manera que las colonias destinadas a los obreros, como lo muestra el caso de la Cooperativa Chile, la cual organizó una colonia en la localidad costera de Cartagena dirigida a 111 hijos de trabajadores, bajo la guía del consejero general de la cooperativa y algunos profesores, donde se “realizan actos culturales, artísticos y deportivos”29 (véase cuadro 1).

 

Cuadro 1: Colonias obreras de vacaciones

Nombre

Año

Ubicación

Braden Cooper Company

1937

Cauquenes

Laboratorio Chile

1937

San Antonio

Compañía Schwager

1937

Hualqui

Cooperativa Chile

1937

Cartagena

Industria Química

1938

Imprenta Lathrop

1939

 

Sobre este universo variado de experiencias que los trabajadores y sus familias tuvieron a su alcance a partir de 1938, el gobierno de Juan Antonio Ríos (1942-1946) llevó a cabo una reorganización del aparato gubernamental responsable de la política turística del país, así como de las distintas iniciativas en materia del uso del tiempo libre y las vacaciones para obreros. Este aspecto será abordado en la siguiente sección.

HACIA LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL TURISMO SOCIAL: LA DIRECCIÓN GENERAL DE INFORMACIONES Y CULTURA (1942)

Los estudios sobre el desarrollo de la burocracia durante la década de 1930, y en especial bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, coinciden en señalar que el crecimiento un tanto inorgánico de la administración pública estaba incidiendo en el manejo del gasto público (Arias, 2012). Es por ello que el gobierno de Juan Antonio Ríos (1942-1946) llevó a cabo una reforma administrativa con el decreto de Ley núm. 6-4187 de agosto de 1942, la cual afectó en particular las reparticiones dependientes del Ministerio del Interior. En el caso de la presente investigación, las antiguas reparticiones que tenían por función desarrollar las actividades vinculadas al turismo, ocio y tiempo libre, como el Servicio de Turismo del Ministerio de Fomento, el Departamento de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo y la Institución Nacional de Defensa de la Raza y Aprovechamientos de las Horas Libres del Ministerio del Interior, se fundieron en un solo servicio dependiente del Ministerio del Interior, llamado Dirección General de Informaciones y Cultura (dic). En la dic se integraron además el Departamento de Municipalidades, la Dirección Superior del Teatro Nacional, el Consejo de Censura Cinematográfica, la Administración del cerro San Cristóbal y el Zoológico Metropolitano.30 La dic supuso un avance en materia de políticas culturales en general y turísticas en particular, continuando en la primera dimensión con la obra del antiguo Departamento de Extensión Cultural (Yáñez, 2016). Desde la dic se desarrollaron programas culturales, artísticos e incluso radiales, promoviéndose música popular como tonadas y cuecas (dic, 1944).

En el mensaje presidencial de 1943, el presidente Juan Antonio Ríos valoró la creación de la dic en cuanto a su objetivo de coordinar la acción del Estado en la promoción de actividades culturales (Ríos, 1943). En especial sobre el Departamento de Turismo destacó su labor de fomentar el turismo como una industria, dando a conocer las bellezas naturales, artes típicas y centros de turismo (p. 32). Este apoyo desde la presidencia tuvo su correlato con el consiguiente crecimiento burocrático y presupuestario. Si el Departamento de Turismo contempló durante la década de 1930 un personal reducido de tres funcionarios, en 1946 la dic llegó a contemplar 106 funcionarios, aunque esto se debe en parte al aumento de sus atribuciones (República de Chile, 1946). Entre estos funcionarios hubo técnicos jóvenes, entre los que se puede mencionar el arqueólogo y fotógrafo suizo Roberto Montandón, que llegó a Chile en 1936, integrándose a la dic en 1942. Colaboró con la revista En Viaje desde donde promovió la creación de campamentos de verano, siguiendo el modelo de los existentes en Estados Unidos y Europa (Perry, 1944, p. 114). Además, continuaron desempeñándose antiguos funcionarios del Departamento de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo, entre los cuales estaban los escritores Nicomedes Guzmán, Julio Moncada, Fernando Santiván y Carlos Cassasus, los dos primeros de tendencia comunista (Rojas, 2018, p. 163).

En cuanto al presupuesto, el primer año de funcionamiento de la dic de 1942 contempló un gasto total de 1 320 000 pesos, que contemplaba la remuneración de 42 funcionarios e inversión en mejoras de sitios de turismo, incluidas las colonias vacacionales de Tejas Verdes y Cartagena (República de Chile, 1942). A partir de 1946, el presupuesto para la dic subió a 3 532 000 pesos, aunque el 96% estaba destinado a financiar el salario de 106 funcionarios (República de Chile, 1946).

Es importante señalar que es en la década de 1940, y en torno a instituciones como la dic, que se amplía la dimensión turística de Chile, incorporando una visión más comprehensiva y diferenciadora de los atractivos turísticos del país. De acuerdo con Silva (2018), durante el Frente Popular es cuando se desarrollan nuevas representaciones del paisaje nacional como correlato de la ampliación del espacio de poder que promovió dicha coalición política. De esta forma, durante la etapa del Frente Popular se buscó realzar la belleza de los paisajes chilenos y destacar la excepcionalidad de los entornos geográficos, con las implicancias en el turismo que resulta de ello. Una revisión de las publicaciones de la dic muestra que hacia la década de 1940 hay un fortalecimiento de destinos turísticos representados como bellos, diversos y excepcionales (dic, 1941, p. 41).

Por su parte, durante la década de 1940 la revista En Viaje fue capaz de posicionar una serie de espacios geográficos como atractivos turísticos, adicionando al tradicional turismo de playa y de montaña, el turismo cultural y de deportes, destacando los entornos naturales y campestres a tono con las corrientes literarias, como el criollismo de la generación de 1938, que rescataban las tradiciones populares y aquellas propias del campo (Barr-Melej, 2001).

Es en este marco que el turismo social adquiere un desarrollo más institucional en torno a la dic, con la formulación de programas que buscaban dirigir los esfuerzos de propaganda turística hacia destinos que no habían sido destacados en la década de 1930. Resultaba natural, siguiendo a Silva (2018), que los programas turísticos diseñados desde el Estado para las clases trabajadoras recogieran esta narrativa de un Chile más diverso geográficamente.

En esta misma línea es posible identificar un diagnóstico crítico sobre los contrastes entre la pobreza de la condición humana que presentaba el país y sus bellezas naturales, transformando el turismo, en concreto el social, en una vía para acercar ambas realidades. De esta forma, Perry (1944) señaló en la revista En Viaje que “la magnificencia del panorama natural de Chile ofrece un singular contraste con la pobreza de su panorama humano” (p. 114), siendo el papel del turismo el acercar a los sectores populares y de trabajadores a ese entorno natural.

Otro aspecto a considerar, el cual permite conectar el turismo social con la comprensión del turismo como una industria, es la consolidación de la idea de que los atractivos naturales del país son fuentes inagotables de riqueza. Ya lo había señalado Domingo Oyarzún, director de Turismo, a mediados de la década de 1930, cuando afirmó que “las bellezas naturales y el buen clima son inamovibles” (Oyarzún, 1937, p. 50). Idea que reiteró con otras palabras la revista Cartel (dic, 1945a): “El turismo en Chile, es una realidad permanente de nuestro paisaje. Basta contemplar cualquier foto de la región sur o norte del país, para comprender las inagotables fuentes de riqueza que significan para nuestro país el poseer las atracciones naturales que guarda en su territorio” (p. 1). Para cerrar con el editorial de la revista En Viaje que en 1946 señaló: “Una vez más y aunque parezca majadero, nos vemos obligados a decir que el turismo, organizado como industria, significa para Chile una riqueza tan grande como la del salitre. ¿Por qué no la explotamos?”31

La revisión del Anuario de la dic (1946a) confirma que en los años 1940 se comienza a estructurar una visión del Chile turístico tal como se conoce en el presente, marcada por la certeza de la larga y angosta faja de tierra del país. El Anuario organizó las presentaciones de los atractivos de acuerdo con la distribución de norte a sur y de cordillera a mar, lo que incluía balnearios de montaña, lacustres y marítimos (en el eje este-oeste) junto con el turismo de salud, termal y de deportes de invierno (eje norte-sur).

Por su parte, el programa de turismo social de la dic (1946b) contempló giras al norte y sur del país, centradas en las estaciones de otoño, invierno y primavera, donde la demanda turística se reducía. La temporada de invierno incluía las zonas desérticas del norte del país y la temporada de otoño la región de Los Lagos y de Punta Arenas en el extremo sur del país.

Las distintas publicaciones valoraron los programas de turismo social de la dic en acercar a los obreros a la experiencia turística, aunque ello supusiera “un viaje somero por aquellas regiones más destacadas de nuestra patria” (dic, 1945b, p. 1). En palabras del Secretario General de la dic, Domingo Durán, los avances del turismo social eran positivos hacia 1946:

Ha pasado de su etapa experimental para entrar a su madurez, su funcionamiento pleno. Se ha contado con valiosa cooperación de los Ferrocarriles del Estado, que han concedido rebajas del 25% en los pasajes colectivos y puesto un coche para nuestras caravanas de viajeros que va a la región de los Lagos en primavera y otoño, a precios muy económicos […] El turismo social seguirá su desarrollo, aumentando en volumen y frecuencia. Su objetivo específico es hacer viajar a los obreros.32

La muerte prematura del presidente Juan Antonio Ríos en 1946 supuso un cambio de giro en la orientación de la dic hasta marcar su cierre en 1947. Hechos como el ascenso a la presidencia de la República de Gabriel González Videla, la distancia y posterior proscripción política del Partido Comunista, partido clave en la alianza de partidos, y el inicio de la guerra fría en Chile, marcaron el final de la dic. De acuerdo con el historiador Jorge Rojas (2018, p. 163), el sentido social de muchos de sus programas y una crítica a la presencia de funcionarios comunistas también habría ayudado a su cierre.

CONCLUSIONES

El presente artículo buscó ofrecer el análisis de un programa de turismo social desarrollado durante el Frente Popular chileno, como las colonias colectivas para obreros. En una propuesta que pretende ser una primera aproximación al tema, las actividades presentadas permiten observar el universo variado de experiencias de las cuales pudieron disfrutar los obreros entre la década de 1930 y 1940. Enmarcadas en un periodo donde los ideales higienistas se entremezclaron con las políticas que buscaron el mejoramiento de la condición obrera, la promoción del turismo social sirvió tanto como dispositivo sanitario, como parte de la construcción de un mercado interno de consumo necesario para el cumplimiento de los ideales de integración del Frente Popular.

Las ofertas gubernamentales se orientaron de manera preferente a organizar colonias de verano para los trabajadores que debían hacer uso de su derecho a las vacaciones, con el claro propósito de cumplir con los ideales de integración social propuestos por el Frente Popular. Por su parte, algunas empresas buscaron ampliar su oferta de bienestar social ofreciendo colonias de verano para sus obreros, aunque de su análisis se observa que fue limitado y orientado como un premio a los trabajadores que cumplían con los objetivos de la producción.

Si bien los aportes presupuestarios fueron importantes en materia de mejoras de sitios turísticos y de las mismas colonias de vacaciones, los aportes desde mediados de la década de 1940 significaron un aumento del gasto en la burocracia de organismos como la dic, dando la razón a los investigadores que han señalado el aumento de la burocracia que se dio durante los gobiernos radicales del Frente Popular.

En términos de evaluación general, los programas de vacaciones para obreros fueron efectivos en ofrecer nuevas experiencias para personas cuyas vidas oscilaban entre la casa y la fábrica. Sin embargo, en un diagnóstico crítico se puede concluir que muchas de las iniciativas desarrolladas por el Frente Popular en materia de turismo social no lograron institucionalizarse del todo, pese a que en 1939 se creó, en la Caja del Seguro Obrero, un Departamento de Recreaciones o hubo intenciones de proponer un proyecto de ley de vacaciones colectivas para obreros que nunca se presentó. En 1942 se creó la dic con claros objetivos de centralizar la oferta cultural hacia los trabajadores, incluyendo en este organismo el antiguo Departamento de Turismo del Ministerio de Fomento. Su desarrollo se dio en un marco donde la oferta turística del país se multiplicó ofreciendo atractivos naturales más diversos que la playa. El cierre de la dic en 1947 significó, en cierta forma, una detención de los programas de turismo social del periodo.

Quizás el enfoque que se le dio al turismo durante el Frente Popular, centrado en sus alcances sociales, pudo haber minimizado su función económica. Si bien esto es cierto en una primera lectura, del análisis más detallado que ofreció la presente investigación, se observa por parte de algunos funcionarios e intelectuales vinculados con el turismo que la dimensión económica de este nunca se eliminó del todo durante el periodo del Frente Popular. La sensación de que se podía compatibilizar el desarrollo de un turismo interno a través de programas sociales destinados a los trabajadores, con la promoción de los atractivos naturales del país hacia los visitantes extranjeros, estuvo presente en diversos debates y reportajes de la década de 1940. En todo caso, cuando el presidente Gabriel González Videla decidió cerrar la dic en 1947, destinando la sección del Departamento de Turismo al Ministerio de Relaciones Exteriores, para algunos funcionarios esta decisión hacía justicia con las funciones originales que se le habían asignado en 1929, como eran los objetivos de promover en el extranjero los atractivos turísticos del país y atraer divisas del exterior.

Sin embargo, la inclusión de la dimensión social en la gestión turística del país no finalizó del todo en 1947, manteniéndose en los programas de las municipalidades, en organismos como los Comités Locales de Turismo, así como en las propias organizaciones sindicales, de tal forma que cuando el turismo social tuvo un nuevo auge, hacia la década de 1960 y durante la Unidad Popular (1970-1973), el Frente Popular sirvió como fuente de experiencias reconocidas y posibles de volverse a aplicar en Chile.

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3                             “No cuidemos a los enfermos”, La Nación, 6 septiembre de 1936, p. 7. De manera anecdótica se puede citar cómo la publicidad también recogió el tema de las vacaciones para instalar una serie de objetivos sanitarios, incluidos la venta de un medicamento para el hígado: “Desgraciadamente son muchos los rentistas, empleados, obreros, esposa e hijas, para quienes las vacaciones resultan deslucidas y sin sabor a descanso. ¿Por qué? Porque han descuidado durante el año las molestias del hígado y si dejan el trabajo diario por algunos días, la molestia de su afección no les deja tranquilos”, en “No se podrá disfrutar de la Pascua, Año Nuevo y después el veraneo, si la salud nos mantiene deprimidos”, La Nación, 26 de diciembre de 1937, p. 14.

4                             “El balneario y la transformación social”, La Nación, 23 de febrero de 1937, p. 3.

5                             “Conozcan la patria”, La Nación, 2 de octubre 1936, p. 3.

6                             Una noticia de 1937 sobre un proyecto de crear colonias de verano señala lo siguiente: “Se nos ha informado que en dicho proyecto se consultan a manera de ensayo vacaciones por el término de una semana para obreros y sus familias en playas o montaña. Se ha calculado que se gastaría por este concepto 100 pesos por persona, suma que sería aportada por partes, entre patrones y sindicatos”, Véase “Reunión para tratar del proyecto sobre vacaciones a obreros”, La Nación, 20 de noviembre de 1937, p. 15.

7                             “Vacaciones para obreros”, Rumbo, núm. 7, diciembre de 1939, p. 59.

8                             “Conocer el país”, En Viaje, núm. 52, febrero de 1938, p. 1

9                             “Viajes veraniegos de grupos obreros”, La Nación, 14 de octubre de 1937, p. 13. El objetivo inicial –que nunca vio la luz– era crear el Hogar de Vacaciones de los Trabajadores, que ofertaría balnearios por todo el país.

10                           “Ministerio del Trabajo”, La Nación, 24 de noviembre de 1937, p. 11. Dichos terrenos se encontraban en la localidad de San Antonio en la costa y Peñalolén en la cordillera.

11                           “Mensaje leído ayer por S.E. el Presidente de la República”, La Nación, 22 de mayo de 1938, p. 30.

12                           “Ideas fundamentales para dar vacaciones a obreros”, La Nación, 5 de enero de 1939, p. 1.

13                           “Club de las horas libres en barrio Independencia”, La Hora, 15 de enero de 1940; “Segundo club de Defensa de la Raza en barrio Matadero”, La Hora, 5 de abril de 1940.

14                           “Departamento de recreaciones obreras”, La Nación, 12 de enero de 1939, p. 18.

15                           “Gran Picnic”, La Opinión, 8 de noviembre de 1936; “Gran Picnic”, La Opinión, 21 de mayo de 1937; “Recreos dominicales”, La Opinión, 29 de agosto de 1938; “Picnic homenaje a España”, La Opinión, 6 de octubre de 1938; “Gran picnic tendrán mañana los comunistas”, Frente Popular, 8 de febrero de 1940.

16                           “Colonia de vacaciones para obreros”, La Nación, 11 de enero de 1938, p. 14; “Hoy serán atendidos los obreros que van a veraneo colectivo”, La Nación, 13 de febrero de 1938, p. 21.

17                           “Hoy se finaliza organización del segundo contingente para vacaciones obreras”, La Nación, 19 de febrero de 1938, p. 15.

18                           “Actos de arte y certámenes de orden deportivo y moral en las vacaciones obreras”, La Nación, 20 de febrero de 1938, p. 17.

19                           “Vacaciones para obreros”, Rumbo, núm. 7, diciembre de 1939, p. 59.

20                           “Obreros de San Fernando solicitan trenes para ir a Pichilemu el domingo”, La Nación, 16 de enero de 1938, p. 13.

21                           El salario promedio diario de los trabajadores industriales hacia 1938 bordeaba los 18 pesos diarios (Yáñez, 2019).

22                           “Mutualistas agradecen a S. E. su ayuda para la realización de las vacaciones colectivas”, La Nación, 29 de marzo de 1938, p. 14.

23                           “Colonias en Cauquenes”, La Nación, 1 de enero 1937, p. 23.

24                           “Las vacaciones colectivas llevarán obreros de la industria química”, La Nación, 14 de enero de 1938, p. 14.

25                           “Veraneo a sus obreros y familia costea el Laboratorio Chile”, La Nación, 16 de enero 1937, p. 15.

26                           “Visitando los modernos talleres gráficos de la capital”, La Nación, 12 de marzo de 1939, p. 17.

27                           “Hijos de tranviarios pasarán sus vacaciones en la cordillera”, La Nación, 11 de enero 1935, p. 10.

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31                            “Siempre el turismo”, En Viaje, núm. 148, febrero de 1946, p. 39.

32                           “Habla para En Viaje Domingo Durán, Secretario de la dic”, En Viaje, núm. 148, febrero de 1946, p. 88.

*                             Este artículo es el resultado del Proyecto Fondecyt de Iniciación núm. 11190167 titulado “Los trabajadores se toman un descanso. Las políticas de promoción del tiempo libre y el turismo social en Chile: 1927-1973”.

**                          Doctor en Historia. Líneas de investigación: historia de las políticas sociales, historia del movimiento obrero, historia del turismo.

Tejas Verdes

1942

San Antonio

Cartagena

1942

Cartagena

Fuente: La Nación, Santiago, 1937-1942.