10.18234/secuencia.v0i117.2071
Artículos
Pandemia, rumores, noticias
falsas. Hacia un desciframiento
de la infodemia en México*
Pandemic, Rumors, Fake News:
Deciphering the Infodemic in Mexico
Carlos Alberto Ríos Gordillo1** https://orcid.org/0000-0002-0036-9188
1Departamento de Sociología Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco,
México car@azc.uam.mx
Resumen:
En este artículo se estudia la infodemia en México,
surgida a consecuencia de la pandemia de la Covid-19.
Durante el primer confinamiento de 2020, mientras que el pánico y los
disturbios en contra de las instituciones gubernamentales se desplazaban por el
Centro, el Sur y el Sureste del país, nacía la leyenda del hombre lobo. Con el
objetivo de explicar el doble influjo de la pandemia y la infodemia en las
condiciones de vida y la atmósfera mental, la investigación se basa en las
obras de Marc Bloch y Carlo Ginzburg, sobre los rumores, las noticias falsas,
lo falso y lo ficticio, al igual que en evidencias de las redes sociales y la
prensa nacional e internacional. Debido a lo anterior, se considera que las
noticias falsas y los rumores en seres fantásticos y sobrenaturales, son una
clave de acceso a la conciencia colectiva y a un estado social.
Palabras clave: Covid-19; infodemia; rumores; disturbios
sociales; hombre lobo.
Abstract:
This article studies the
infodemic in Mexico, which arose as a result of the Covid-19 pandemic. During
the first lockdown of 2020, as panic and riots against government institutions
spread through the center, south and southeast of the country, the legend of
the werewolf was born. To explain the twofold influence of the pandemic and the
infodemic on living conditions and the collective mindset, the research draws
on the work of Marc Bloch and Carlo Ginzburg on rumors, fake news, the false
and the fictitious, as well as evidence from social networks and the national
and international press. The article concludes that fake news and rumors about
fantastic and supernatural beings are the key to accessing the collective consciousness
and the state of society.
Keywords: Covid-19; infodemic;
rumors; social unrest; werewolf.
Recibido: 18 de enero de 2022 Aceptado: 29 de noviembre
de 2022
Publicado: 7 de agosto de 2023
INTRODUCCIÓN
El historiador también considera al error como un objeto
de estudio que debe ser examinado a la hora de intentar comprender el
encadenamiento de las acciones humanas. Los relatos y las falsas narraciones
han sublevado a las multitudes a lo largo de la historia. Los bulos, en toda su
multiplicidad de formas –simples chismes, imposturas, leyendas– han llenado la
vida de la humanidad. ¿Cómo han nacido?, ¿de qué elementos extraen su
contenido?, ¿cómo se propagan?, ¿cómo ganan amplitud a medida que van de boca en
boca o de pluma en pluma? (Bloch, 1999a, pp. 177-178).
Si hay un tema de frontera tan fascinante como incierto,
tan profusamente explorado como desconocido, cuya atención ha sido objeto de
análisis creciente, ha sido el de los rumores y las noticias falsas. Unos y
otras constituyen un campo de conocimiento cada vez más estudiado en las
ciencias sociales (Aldrin, 2005; Kapferer, 1987;
Renard, 2006; Rouquette, 1975). No obstante, aunque
su circulación en nuestros días es insólita, dista mucho de ser inédita: mitos,
leyendas, propaganda en épocas de guerra, regímenes totalitarios y elecciones
políticas nos han acostumbrado a ellas. Pese a su apariencia evanescente,
ficticia, grotesca e irrisoria, las noticias falsas (fake
news, fausses nouvelles, notizie false, gefälschte Nachrichten) han
alterado nuestra percepción del mundo.
De acuerdo con la expresión de Marcel Mauss (2010), la
pandemia de nuestra época puede ser considerada un “hecho social total”, cuya
importancia e influencia está siendo estudiada desde los más diversos enfoques
(Biscouto y Nóvoa, 2020; Bringel y Pleyers, 2020; Davies, 2020; Kuchasrski,
2020; Molano, 2020; Padilla y Gullón, 2020; Shah, 2020), pero ante el brote del
virus SARS-CoV-2, en Wuhan, China, en 2019, su dispersión por el resto del
planeta durante el año siguiente y las patologías cotidianas relacionadas con
el confinamiento, hemos presenciado el renacimiento de un escepticismo radical
cuyos efectos han sido escasamente estudiados. En México, para ciertos grupos
sociales este ha tenido tal impacto que los ha llevado a mostrar una
incredulidad radical frente a la ciencia, los virus, las bacterias y los
tratados médicos, pues los consideran mera propaganda política y un método de
control social, mientras que otros sectores han demostrado una credulidad
extraordinaria, desatando fuerzas sociales profundas (miedo, pánico, violencia,
creencias populares) que fueron difuminadas por una corriente colectiva
(rumores, noticias falsas, leyendas y mitos), tanto más poderosa cuanto más
verosímil y peligrosa fuese la noticia que se arraigaba en este humus, previo a su existencia. ¿Por qué, mientras un
error o una mentira han desencadenado miedo, pánico y violencia, también han
desatado la emergencia de arcaicas creencias populares? He ahí la pregunta
clave de esta investigación.
Debido a la riesgosa proximidad entre el lenguaje del
historiador y el lenguaje de los testimonios, las fuentes, las pruebas y las
evidencias, es necesario esterilizar los instrumentos de análisis a fin de
hacer el experimento con cuidado. En primer lugar, es necesario definir que
aquí se considera a las noticias falsas en tanto fuentes, que en la historia y,
en particular, la historia del tiempo presente, podrían ser tenidas en mayor
valía. Al pasarla por el tamiz de la crítica histórica, es posible encontrar en
ellas los elementos fundamentales que las componen: lo verdadero, lo cierto, lo
auténtico, pero también lo falso, el engaño, la impostura, la mentira. Así, al
igual que otros testimonios, las noticias falsas son verosímiles en la forma,
aunque ilusorias en el fondo: es en lo engañoso, lo simulado, lo falto de
realidad o de veracidad –que, sin embargo, tiene el ropaje de lo verosímil–
donde está la clave de su credibilidad y asimilación en la opinión pública. En
segundo lugar, y de acuerdo con esto último, lo falso es una categoría de
análisis: permite explicar cómo están constituidas las noticias falsas, porqué
son creídas en un medio social, cómo son recreadas constantemente y a gran
velocidad, porqué su presencia fortuita puede derivar en una larga permanencia,
a medida que estas encuentran un humus donde
enraizarse y florecer como las flores en primavera. Su asimilación obedece a
diferentes razones, cuya explicación se encuentra en contextos sociales y
culturales específicos de grupos sociales que le sirven de asidero, así como de
correa de transmisión.
En este sentido, los rumores y las noticias falsas son
una especie de sonda de penetración a la conciencia colectiva. Por ello, al
estudiarlas en la prensa escrita y en las redes sociales durante el primer
confinamiento, ha sido posible medir su asimilación y dispersión en ciertos
grupos sociales, cuya peculiar respuesta y capacidad de agencia, explica la
elección no sólo de este tipo de noticias, sino también de ellos mismos.
Para el estudio del fenómeno de la infodemia ha sido
necesario elaborar una tipología: la serie y el caso. La tipología muestra cómo
pensar los casos a partir de su valor heurístico y las relaciones recíprocas
que estos tienen dentro de un marco de análisis de mayor escala. (Passeron y
Revel, 2005). La serie mide el grado de impacto en la población de una noticia
falsa, en su momento del todo irrelevante, que circuló en las redes sociales
durante el mes de julio de 2017: el “robo de líquido sinovial en hospitales
públicos” por parte del personal médico del Instituto Mexicano del Seguro
Social (imss). Durante el primer confinamiento,
esta se modernizó durante el ataque al hospital Las Américas, en Ecatepec,
Estado de México, la noche del 1 de mayo de 2020, cuyos protagonistas
sostuvieron que ahí estaban “matando a los enfermos” de la Covid-19. Se trata de la metamorfosis de la vieja
noticia falsa, en una nueva y viral, cuyos motivos eran responsabilizar “al
gobierno” en tanto orquestador de un complot contra la población. Además, esto
permite medir la magnitud del fenómeno de la infodemia (del Centro al Sur y
Sureste de México), al convertirse en un fenómeno de masas: la multitud
atacando las instituciones de salud, policía y gobierno, puesto que las campañas
de salubridad pública: “rociaban coronavirus”. A diferencia de la serie, el
caso es una anomalía: la aparición del “hombre lobo”, en las condiciones
suscitadas por el confinamiento, revela tanto las características de la
evangelización en Chiapas –donde las creencias indígenas en el nahualismo
fueron asimiladas a la hostil imagen de la brujería diabólica–, como el vínculo
de esta última con la representación cinematográfica de la licantropía
contemporánea.
En ambos casos, el impacto de la pandemia creó el marco
social que hizo posible la difusión de la infodemia, explicando la asimilación
de un supuesto ataque contra la población y la dispersión del rumor sobre la
aparición de un ser fantástico que merodeaba por allí. No obstante, ante el
influjo del fenómeno de la infodemia y su repercusión ampliada, las
características del medio social determinaron la diversidad de las respuestas y
la peculiaridad de las mismas, que a través de los rumores y las noticias
falsas (consideradas como fuentes y categorías de análisis) es posible
explicar. Quizá por todo ello, la pandemia ha sido un experimento social que
bien podría definirse con aquello que Marc Bloch (1999a, p. 195) llamó “zona de
formación de las leyendas”. Gracias a ella, hemos presenciado el renacimiento
de lo maravilloso en el registro de la vida cotidiana.
METODOLOGÍA DE LOS RUMORES Y LAS NOTICIAS FALSAS
“Voz que corre entre el público”,
“ruido confuso de voces”, así se define al rumor en el Diccionario
de la Lengua Española (Real Academia Española, 2009, p. 1997). Entre la
primera acepción y la segunda hay un cambio notable, el adjetivo confuso: un
desorden, un enredo, una equivocación. De ahí que la tercera acepción sea
todavía más enfática: “ruido vago, sordo y continuado”. Así, el rumor adquiere el
sentido de una voz, un ruido confuso, vago y sordo que corre continuamente
entre el público. Por su cuenta, el bulo o noticia falsa, propalada con algún
fin (p. 365) divulga algo oculto que suele considerarse negativo. Difícil de
identificar la fuente de dónde proviene, el rumor pasa a ser creído con gran
rapidez. A diferencia de las epidemias, donde el hallazgo del paciente cero
permite identificar la naturaleza de la enfermedad, es en el contagio, en la
viralidad que lo reproduce con velocidad fulmínea, donde se encuentra la clave
de la circulación y el consumo de las noticias falsas. (irma,
2020).
Ahora bien, ¿cómo estudiar una noticia falsa propalada
por un rumor? Al respecto, la historiografía francesa ha emprendido estudios de
esta naturaleza. En particular, las obras precursoras de la antropología
histórica analizaron el mundo social y su imaginario, la incredulidad, la vida
afectiva, las estructuras y coyunturas mentales, el miedo, el pánico, las
condiciones de vida y la atmósfera mental. Me refiero a las obras de Lucien
Febvre, El problema de la incredulidad en el siglo xvi: la religión de Rabelais (1937),
“Comment reconstituer la vie affective d’autrefois? La sensibilité et
l’histoire” (1941); Georges Lefebvre, El gran pánico de
1789 (1934) y, sobre todo, las de Marc Bloch, “Reflexiones de un
historiador acerca de los bulos surgidos durante la última guerra” (1919), “La
vida de ultratumba del rey Salomón” (1925), “Tradición o literatura: los
orígenes del ciclo de la leyenda del Rey Arturo” (1931), Los
reyes taumaturgos (1924) y La sociedad feudal (1939-40).1 De este último, en su
artículo dedicado a los bulos, él consideró que gracias a la psicología del
testimonio podía penetrarse en la mente del creador del testimonio y explicar
así el sentido de sus actos o, al menos, suponerlos; entre ellos: el error y la
mentira, considerados una vía de conocimiento incluso más rica que la verdad,
base del paradigma científico (Bloch, 1996, pp. 185-231). Pero se trata del
error colectivo, de la mentira colectiva, en tanto grupo social. No sólo había
que descubrirlos, sino interpretarlos: según él, la crítica de los testimonios
debía “buscar al impostor detrás de la impostura” (Bloch, 1996, p. 197).
Inspirado en las representaciones colectivas
durkheimianas y en la tradición de la escuela metódica francesa, Bloch (1999a)
concilió la capacidad problemática de los sociólogos con la probidad científica
de los historiadores, explicando el medio social en el cual surgen, se difunden
y se consumen las noticias falsas. “El error sólo se propaga, sólo se
amplifica, como consecuencia de una condición: que encuentre un caldo de
cultivo favorable en la sociedad por la que se difunde”, escribió (p. 179). Con
ello, anticipaba el objetivo de Los reyes taumaturgos: el
modo en que se forma y sobrevive una leyenda. A propósito de ello, él escribió
una idea de carácter programático:
Todo bulo nace siempre como consecuencia de
representaciones colectivas preexistentes a su propio nacimiento; el bulo sólo
es fortuito en apariencia o, más precisamente, todo lo que en él hay de
fortuito se limita exclusivamente al incidente inicial, cualquiera que este
haya sido, que pone en funcionamiento a la imaginación: sin embargo, esta
puesta en marcha sólo tiene lugar debido a que la imaginación ya había sido
previamente dispuesta, de modo firme y callado, para ello. Un acontecimiento,
una mala percepción que, por ejemplo, no fuese contraria al sentimiento
espiritual colectivo, podría como mucho dar origen a un error individual pero
no a un bulo popular de gran difusión (Bloch, 1999a, p. 193)
En el caso de los bulos que se difundían velozmente entre
los soldados de las trincheras de la primera guerra mundial, Bloch (1999a) consideró
que esta había sido “un inmenso experimento de psicología social, de una
riqueza nunca vista hasta la fecha” (p. 180). En su condición de testigo, pues
había sido movilizado al frente de batalla en calidad de soldado, observó que
las trincheras eran el lugar desde donde se propagaba todo tipo de noticias,
por lo cual las consideró una “zona de formación de las leyendas” (p. 195). En
ese medio, la desinformación de la tropa, la desconfianza hacia la propaganda,
la imaginación colectiva predispuesta a la incredulidad, devino en el
escepticismo radical de lo impreso. En estas condiciones, hubo entonces “una
prodigiosa revitalización de la tradición oral, antigua madre de leyendas y
mitos”, en las que la censura hizo posible el retorno a una “situación intelectual
de épocas muy antiguas anteriores al periódico, a la gacetilla o al libro” (p.
194). Al observar que las cocinas eran el punto de confluencia de la
información llegada de diversas partes del frente, estas se convirtieron en el
lugar privilegiado donde nacieron y se difundieron las noticias falsas.2 “Los bulos sólo surgen allí
donde se pueden encontrar individuos procedentes de diferentes grupos”,
escribió (p. 194). En las cocinas, según analizó Carlo Ginzburg (2015),
nacieron y se difundieron las noticias falsas, los mitos y las leyendas de la
vida de los soldados en las trincheras. Según él, esta experiencia le permitió
a Bloch la reconstrucción de “una sociedad casi medieval, y una mentalidad que
le correspondía” (p. 60). Ante los ojos del historiador, la Edad Media floreció
entre las trincheras de la primera guerra mundial. Así, este antiguo mundo de
leyendas y mitos había resurgido en el siglo xx.
EL FENÓMENO DE LA INFODEMIA
“Esta infodemia está
obstaculizando las medidas de contención del brote, propagando pánico y
confusión de manera innecesaria”, escribieron el Director General y el
integrante del grupo consultivo técnico sobre salud digital de la Organización
Mundial de la Salud (oms), “al tiempo que [se] lucha contra
la infodemia de rumores, bulos y desinformación”.
Para ellos, esta es “una amenaza que no se limita a la comunidad sanitaria” y
“supone uno de los mayores problemas de nuestro tiempo”.3 De hecho, la oms la definió en los términos siguientes:
“‘Infodemia’”: una sobreabundancia de información y la rápida difusión de
noticias, imágenes y vídeos engañosos o inventados. Al igual que el virus, es
altamente contagiosa y crece exponencialmente. También complica los esfuerzos
de respuesta a la pandemia de Covid-19.”4
En un tono similar, el secretario general de la
Organización de las Naciones Unidas (onu),5 alertó que a la par de la
pandemia del coronavirus se extendía por el mundo “una peligrosa epidemia de
desinformación”. “Se propaga una desinfodemia”, como le llamó. Por doquier
“proliferan dañinos consejos de salud y elíxires fraudulentos”, mientras “las
falsedades saturan las ondas” e “insólitas teorías de la conspiración infectan
Internet”; por lo cual: “el odio se está volviendo viral, estigmatizando y
difamando a personas y a grupos. El mundo debe unirse contra esta enfermedad”.
Una “infodemia” y una “amenaza”, lo consideró la oms;
mientras que la onu la llamó “desinfodemia”, una
“enfermedad”, un “peligro”. Ambas representaban un riesgo similar al del
coronavirus.
Tan sólo en México, de marzo a julio de 2020, se
difundieron 1 294 noticias falsas a través de las redes sociales.6 No obstante, esta
circulación (en particular vía WhatsApp, con audios y videos alterados) es sólo
un momento del circuito de producción-circulación-consumo.7 En este sentido, las
noticias falsas se diseminan con la intención de infundir el engaño, sembrar la
confusión y reproducir la desinformación, al aparentar ser fidedignas o
verdaderas; por lo cual, generan incertidumbre, escepticismo, incredulidad e
incluso miedo y pánico entre la población, cuya defensa y conducta están siendo
vulneradas. Al igual que otros diarios del mundo, La
Jornada8 consideró que había una
“epidemia de falsedades”, cuya naturaleza era política: “En México hay una
campaña sin precedente en la que se mezclan los rumores para sembrar pánico [y]
las falsedades dirigidas en contra de la autoridad sanitaria.” Unos y otros
adquirieron su peculiaridad “por su manifiesta adulteración de la verdad con
propósitos desestabilizadores”, puesto que se basaba en “la siembra del miedo y
del odio”.
En consecuencia, en varios países se crearon equipos de
investigación para rastrear cómo se propagaba la información. “Covid-19 es un sujeto experimental como ningún otro”,
asentó la revista Nature. La investigadora Renée
diResta y el equipo del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford,
rastrearon y analizaron las falsedades, considerando dos tipos: la
desinformación que es errónea, pero no deliberadamente engañosa, y la que se
refiere a las falsedades organizadas, cuyo objetivo es engañar (Ball y Maxmen,
2020). A propósito, el estudio tiene dos elementos relevantes. Primero, dos
tipos de desinformación: la que es falsa por errónea y la que es falsa por ser
una impostura; se trata de un error y, a su vez, de una mentira hábilmente elaborada.
Segundo: el origen y la curva de evolución. De dónde proviene la información,
cómo crece y se expande, cómo los hechos erróneos y los hechos falsos se elevan
por encima de lo verdadero y la realidad, cómo la desinformación se propaga tan
lejos y más rápido que las noticias científicas.9
En este sentido, los rumores y las noticias falsas pueden ser estudiados al
igual que los mitos y las leyendas.
LA INFODEMIA: EL GRAN PÁNICO, LA LEYENDA
Las noticias de animales
fantásticos provenientes de la frontera de Estados Unidos y Canadá (o de Siberia,
Rusia) desfilaron en redes y noticiarios de México. Al no haber un precedente
para creer en esto que los reportes del Departamento de Agricultura de Estados
Unidos llamaron “plagas”, causaron incredulidad. Primero, el avispón asiático
gigante (Vespa mandarinia Smith), cuya aparición en
Estados Unidos fue dada a conocer el 2 de mayo por The New York Times,10 estaba equipado con poderosas pinzas, un aguijón
extremadamente largo y venenoso, siendo capaz de eliminar colonias enteras de
abejas, a las que decapitaba con sus pinzas para llevarse el cuerpo y con él
alimentar a sus crías. Muchos medios sostuvieron que no sólo era capaz de
perforar los trajes de los apicultores: podía matar humanos en unos cuantos
minutos.11 Segundo,
las polillas gitanas asiáticas (Lymantria umbrosa)
e híbrida asiática-europea (Lymantria dispar),
podían defoliar completamente los árboles, dejándolos débiles y susceptibles a
las enfermedades o al ataque de otros insectos, provocando la muerte de grandes
secciones de bosques, huertos y paisaje (tal y como sucedió en 1975, cuando
defoliaron 75 000 000 de acres). Su presencia generó “un estado de emergencia”
en el estado de Washington12
y alarma por su difusión. Tercero, las garrapatas mutantes chupasangre
atacaron, como si fuera un enjambre apocalíptico, a la ciudad de Krasnoyarsk,
en Siberia, cuyos hospitales estaban saturados, sin vacunas ni medicamentos,
siendo incapaces de tratar a los enfermos por la mordedura.13 Puesto que esta era más
fuerte que la de las garrapatas normales, los expertos presumían que estas
garrapatas eran una mutación mortífera. Por todo ello, al percatarse de que
comenzaba una invasión de avispas asesinas, polillas gigantes, garrapatas
mutantes y hombres lobo, un sagaz observador, Aníbal Ayala Cortés, a comienzos
de mayo de 2020, escribió en su cuenta de Facebook: “Empezó la nueva Edad
Media”.
Más que un acto audaz de apropiación y reelaboración de
este tipo de noticias, la importancia de que ninguna de ellas fuese finalmente
asimilada apunta a las condiciones del medio social: no existía alguna
experiencia previa que le sirviera de base para su transmisión. Al no haber un
marco social preexistente, la inventiva o la creatividad encontraron límites para
la difusión de las noticias falsas. La tesis difusionista, en tanto modelo
explicativo que toma a la difusión como algo dado, es del todo burda, aun
cuando, por el contrario, sí haya transmisión de rasgos culturales. En este
sentido, si la transmisión obedece a las conexiones externas, la permanencia o
persistencia refieren a las conexiones internas del medio social (Ginzburg,
2017, p. 113). El contacto puede explicar la presencia, mas no así la
permanencia y el desarrollo de un fenómeno. A propósito, en una de sus agudas
reflexiones metodológicas sobre la comparación histórica, Bloch (1999b)
advertía: “Descubrir el germen no es lo mismo que revelar las causas de su
germinación” (p. 125), por lo cual, es pertinente calibrar la brújula para
descubrir las causas que facilitan la transmisión de las noticias falsas (Ríos,
2016): verosímiles en la forma, pero ilusorias en el fondo. Veamos.
La serie: Nos esparcen el
coronavirus. Primero. 9 de mayo, San Mateo
Capulhuac, Otzolotepec, Estado de México. Un grupo de pobladores nahuas se
opuso a las labores de higienización del personal del Ayuntamiento y destrozó
dos patrullas por considerar que, con la fumigación, el gobierno intentaba
infectarlos. Los lugareños compartieron (vía WhatsApp) un audio “respecto a que
se realizaría una supuesta dispersión de gas contaminado con el virus de Covid-19”. Cuando vieron llegar a la brigada de
fumigación, pensaron: “vienen a esparcir el virus”.14 Segundo. 27 de mayo, San Antonio de la Cal, Oaxaca. A
través de una grabación que circuló por WhatsApp: “las autoridades municipales
deben entregar 60 fallecidos por día, por ello es que están efectuando
actividades de sanitización, esto con el objeto de esparcir el virus del Covid-19, porque los gases afectan directamente a los
pulmones y los bronquios”, los habitantes arrojaron piedras y bombas de gas
lacrimógeno a las brigadas, porque consideraron que sólo iban a “esparcir el
virus en ese municipio”.15 Tercero.
17 de junio, ciudad de Puebla. Un operativo de desinfección terminó con una
camioneta incendiada, un policía herido y dos sujetos que se salvaron de ser
linchados. La comunidad de la junta auxiliar de La Resurrección, de origen
nahua, había escuchado que las brigadas “han ido a sanitizar a mercados,
central de abasto, y después de eso la gente empieza a morir más, esa idea trae
la gente, y pues no van a sanitizar, sino van a dejar la bacteria”.16 Cuarto.
18 de junio, San Luis Huexotla, Texcoco. Un grupo de habitantes impidió la
desinfección de las calles, con la idea de que les “arrojarían químicos para
matar” a todos los residentes y, “por ningún motivo permitiremos que echen sus
químicos, que en vez de ayudar nos traen la enfermedad y mucha gente morirá”.17 Modernizado, al régimen de
comunicación ancestral “de boca en boca” se sumaron las redes sociales, que en
conjunto dispersaron el miedo y, ante el vacío de información sanitaria,
causaron tanto la confusión como también orientaron la acción defensiva.
En el sureño estado de Chiapas, el miedo fue contagioso y
sublevó a los habitantes de varias zonas del estado. Quinto.
28 de mayo, Venustiano Carranza. Cientos de personas acusaron a las autoridades
de usar drones para esparcir químicos y matar a la población. Se congregaron en
los barrios, bloquearon las calles, atacaron la casa de la madre del
gobernador, saquearon la presidencia municipal y una clínica del Sector Salud,
poniendo en riesgo al personal médico. El rumor de que un dron “está
dispersando un químico llamado Paraquat […] que al ser inhalado empieza a secar
los pulmones”, provocó el levantamiento de un pueblo amenazado por el “ataque
químico”.18 Sexto.
2 de junio, Totolapa. Un centenar y medio de pobladores indígenas, armados con
machetes y palos, exigieron al alcalde frenar la campaña de fumigación e
higienización para prevenir el dengue, zika y chikungunya, así como quitar los
filtros sanitarios de ingreso al poblado y dejar de poner gel antibacterial a
las personas, pues consideran que en ellos iba el virus.19 Séptimo.
11 de junio, Villa de las Rosas. El hospital comunitario, una ambulancia, la
casa del alcalde y la alcaldía fueron quemados por cientos de pobladores,
quienes protestaron por las campañas de fumigación contra el dengue, acusando
al gobierno de esparcir el virus de Covid-19.
En este caso, el mensaje que se difundió por WhatsApp advertía: “Las
autoridades esparcen el virus Covid-19 a través de
las fumigaciones”.20 Octavo.
15 de junio, ejido 17 de Marzo, Carranza. Una patrulla de tránsito del vecino
municipio de Socoltenango fue incendiada en advertencia al gobierno para
impedir las fumigaciones. Uno de los guardias que custodiaba el camino de
acceso, sentenció: “le prendimos fuego a la patrulla en advertencia al
gobierno, no dejaremos que nos fumiguen”.21
Noveno. 27 de junio, San Andrés Larráinzar. La
vivienda del alcalde y de la síndica municipal, al igual que dos patrullas de
la policía y una ambulancia de la Secretaría de Salud, fueron vandalizados por
un grupo de 50 indígenas tzotziles, quienes también destruyeron el hospital
comunitario, retuvieron al personal médico y a policías municipales, amenazando
con destruir el Ayuntamiento, a consecuencia de la fumigación contra el
mosquito del dengue en el parque central.22
En esta serie de casos, las relaciones recíprocas de los
rumores esparcidos a través de una red social, detonados con probabilidad a
raíz del ataque al hospital Las Américas (el 1 de mayo), explican la sincronía
de la acción colectiva entre los meses de mayo y junio, al igual que el ataque
hacia las instituciones sanitarias, pero también las policiacas y
gubernamentales. Es en las motivaciones del rumor donde está la premisa de su
origen: “el gobierno” (en todos sus niveles, con independencia del partido
gobernante a escala estatal o local) había orquestado un ataque al infectar
deliberadamente a la población con el coronavirus. ¿Cómo y por qué se llegó a
creer en todo esto?
En Chiapas, la pandemia tomó “por sorpresa” al gobierno
estatal, explica el periodista Isaín Mandujano23
lo cual creó, además, “un vacío de información” que “permeó en el ciudadano
común”, quien “nada sabe de medicina”. De acuerdo con él, la especulación, el
chisme, los rumores transmitidos vía WhatsApp, acrecentaron la “desinformación”
y la “desconfianza” de la población. Mientras que el gobierno “hizo poco para
mitigar ese fenómeno”, la “incertidumbre, la psicosis y el pánico” se cebaron
con la gente, en particular “en las comunidades
rurales indígenas”, donde quemaron clínicas, ambulancias, equipo médico;
expulsaron a los médicos e impidieron la fumigación de la campaña contra el
dengue, al creer que con ello se esparcía “el virus”, generándose un
“sentimiento antivacunas” (de todos los tipos), lo cual, más recientemente, ha
aumentado enfermedades que se habían erradicado o contenido. Según él, la gente
estaba desconcertada, “no sabían si habían hecho lo correcto, pero ya habían
hecho su desmadre”, pero reaccionaron así por el rumor de que el gobierno
quería “una cuota de muertos” y, con ello, buscaba “disminuir los apoyos en los
programas sociales”. Ante el vacío de información y el consecuente desconcierto
de la población, el miedo se instaló socialmente. La confusión imperó y el
carácter amenazante de las noticias generó el gran pánico, desatándose la
violencia contra las instituciones públicas.
A la ineptitud del gobierno estatal se sumó “la pérdida
de credibilidad y prestigio del Estado en todos los niveles”. “Por principio”,
considera, “la gente desconfía del Estado: los políticos sólo se acercan a la
gente durante las elecciones: pagan por el voto, acarrean a multitudes de
pobres, ofrecen apoyos y dan promesas que no cumplen”. El “Estado te usa, te
manipula, te jode”. Por ello “La relación Estado-Sociedad se ha pervertido”.
Con la pandemia “explotó una crisis” y emergió desde la población una “historia
de agravios”. No obstante, Mandujano no identifica autor alguno de las noticias
falsas que circularon por entonces y menos aún considera en su génesis al
complot: “No puedo identificar autores específicos para desestabilizar al
Estado y la sociedad”.
Todas estas condiciones crearon el caldo de cultivo que
germinó en la infodemia. Apenas una pista que permite interpretar las causas de
su asimilación –antes que una explicación en sí misma, pues demanda otro tipo
de investigación y en todos los casos de la serie–, esta permite calibrar el
doble embate de la pandemia y la infodemia en comunidades cuya “imaginación
había sido predispuesta”, debido a la acumulación de elementos peligrosos:
desinformación, confusión, desconfianza, experiencia de agravios, noticias
falsas amenazantes y mortandad acrecentada. El memorial de agravios y la
desconfianza hacia el gobierno estatal por el mal manejo de la pandemia, se
potenciaron con la incertidumbre y el miedo. Así, el rumor que transmitía el
mortífero complot gubernamental se incubó de manera peligrosa en la conciencia
popular, desatando una acción defensiva en barrios y comunidades contra el
personal médico, que paradójicamente era su escudo de protección.
El caso: El hombre lobo. Noches
de insomnio, estado de alerta, velas encendidas al exterior de las casas como
medida de protección ante el acecho de una bestia magnífica, era lo que sucedía
en Ocozocuautla, o Coita, ciudad ubicada a poco más
de 30 kilómetros de la capital de Chiapas. Durante la Semana Santa, el hombre
lobo aullaba y merodeaba por los alrededores. Atraída por el rumor, la corresponsal
de Alerta Chiapas24
da cuenta de la situación: “sus habitantes llevan sin dormir cuatro días ante
la creencia de que por sus calles deambula un hombre lobo y que lo han visto”.
Sostiene que en “los barrios de la periferia la histeria se ha apoderado de
todos los habitantes, y muchos se han olvidado de la pandemia del Covid-19, [pues] señalan tenerle más miedo al hombre
lobo que aparece en los techos de teja de las casas”.
Una vecina confiesa al corresponsal de La Silla Rota,25
que colocó “todos los sillones en su puerta”, para que no “fuera atacada”. Las
evidencias, resultado de inventiva y creatividad, se multiplicaron: fotografías
de huellas de garras en el suelo, en las paredes de las casas o en las azoteas.
Los videos con los aullidos, grabados en la penumbra de las estrechas calles,
producían escalofríos en sus narradores;26
algunos otros, con los pobladores reunidos en grupos, dieron cuenta de un ser
fantástico y solicitaron la ayuda de la policía. Incluso, hubo quienes lo
vieron: “este mide dos metros de alto y tiene una gran agilidad” y ha estado
“deambulando por las calles del lado norte-oriente”.27
Una pareja, en entrevista con la periodista Gabriela Coutiño, narró: “Un
viernes a las 9 de la noche oímos los gritos esos, que aúlla, haga de cuenta un
lobo, pues”, recuerda la señora. “O un perro grande”, ataja su esposo. Fue ella
quien lo vio pasar: “iba como gateando”. “Vi, pero yo no le digo una persona,
yo le digo un animal, como un marrano, pero grandísimo. Grande. Blanco”. “Eso
es lo que yo vi. Poco después. Se oyó un aullido”.28
Al testimonio ocular se agrega el relato de un abogado, vecino del lugar. Según
él, fue la policía municipal quien lo vio en un centro ecológico de la
localidad y lo enfrentó. Los cuatro policías: “llegan a dispararle y las balas
no le hacen nada”. Entonces, el hombre lobo “da un salto, un formidable salto
de más de tres metros”, señalando que “de ahí se les escapa ileso. Y se
pierde”. Rompiendo el encierro obligado por la cuarentena, la gente se organizó
en los barrios: “Por grupos se arman con palos, machetes y hasta armas de
fuego, o con lo que puede, que parezca arma y salen a la búsqueda”. Es más,
“llevan 3 noches buscando al mentado hombre lobo y no lo han encontrado”.29
De acuerdo con El Sol de Chiapas,30 “el ser infernal fue
detectado por los mismos lugareños que comenzaron a organizarse para cazarlo
pues no pueden permitir que aceche a los pobladores”. Los corresponsales del Diario de Chiapas31
reportaron que un grupo de pobladores de la comunidad “El Aguacero”, armados
con machetes y rifles, se dispusieron a ir en su búsqueda en plena oscuridad de
la noche del 15 de abril. Ruido de disparos y extraños aullidos quebraron el
silencio. “Lanzaron disparos en algunas sombras que veían en la zona montañosa,
creyendo que podría tratarse de la bestia”, sostiene el Diario
de Chiapas. “Al día siguiente, volvieron a batir la zona y encontraron
rastros de sangre, por lo que presumieron haber herido al “hombre lobo”. Ante
ello, un testigo explica: “La gente está incrédula de esta pandemia”, según
expresó Pimentel a la corresponsal Coutiño, quien, a su vez, escribió: “los
testimonios de los lugareños son variados, unos afirman que lo han visto, y
otros que han escuchado los aullidos, pero todos creen en el hombre lobo”.32 Al parecer, la creencia en
el hombre lobo se superpone a otra, más antigua y duradera, que le da sentido.
Según el Sol de Chiapas:33
“los pobladores creen que se trata de un nahual”. ¿Es acaso el nacimiento de
una leyenda?, ¿qué hay detrás de todo ello?
En contextos de crisis, caos e incertidumbre social,
considera Isaín Mandujano: “la gente inventa historias, distractores”. Cita de
memoria una frase que los periodistas han acuñado: “En tiempos de crisis,
conflicto, guerra y pandemia, la primera víctima es la verdad”, y entonces: “la
gente goza con la mentira y sufre con la verdad”. Por su cuenta, la periodista
Gabriela Coutiño,34 quien escribió el
reportaje al ser atraída por el rumor del hombre lobo en las redes sociales,
considera: “este tipo de fenómenos aparece en una crisis” y ante el aumento
exponencial de muertos diarios por Covid-19,
fue un “fenómeno distractor”. El miedo aumentó debido al mal manejo de la
pandemia: “la gente tenía que curarse con tecitos”. Los médicos que encabezaron
las protestas en los hospitales de Tuxtla, Comitán, Tonalá y Tapachula, tenían
pancartas que decían: “No contamos con material”, “No contamos con cubrebocas”.
Ella considera que mientras los disturbios en otras partes del estado eran “una
revancha contra las instituciones, en todos los niveles de gobierno”, en este
caso, la leyenda del hombre lobo fue un distractor: “Ahora se le llama Coita del hombre lobo”. Así, este se convirtió en parte
del folklore local y en un atractivo turístico.
No obstante, Mandujano señala que, así como había “gente
que bromeaba”: “¡Allá va, allá va!”, “Yo lo vi, yo lo escuché”, había “gente
que creía”. Esto lo atribuye a las leyendas y mitos de la cultura popular
chiapaneca, que nutren el imaginario colectivo y, con las cuales, se forman los
niños: “Ven una sombra y creen ver un diablo”. Al respecto, Coutiño entrevistó
a quienes “aseguraban haberlo visto”. “La gente aseguraba, afirmaba haberlo
visto”. Esa certidumbre la atribuye a la creencia en “las leyendas de nuestras
abuelas y abuelos” de esa zona de Chiapas (“la cocha enfrenada”, “el cadejo”,
“la tizigua”), particularmente en la gente mayor: “los más viejos creen en las
leyendas y creían en el hombre lobo”. “Era gigante”, “era grande”, “aparece en
los tejados de las casas”, decían. En los más jóvenes imperaba el sentido del
humor y hasta la oportunidad de venderle las pruebas disponibles: “fotografías
de sus huellas y videos falsos”, presunta evidencia de su avistamiento y de su
deambular: “aparece y se va”. Pero entre los mayores había “ternura” hacia el
hombre lobo, porque se creía que “no pudo regresar a su estado natural y se
quedó penando”. La piedad cristiana por un ser que purgaba una pena se modificó
cuando “un grupo de hombres, cazadores con machetes, palos y piedras, querían
matarlo porque le tenían miedo, pero no lo encontraron”. La mayoría de ellos
también “era gente mayor y creía en el hombre lobo”.
A MODO DE CONCLUSIÓN:
LA EXPLICACIÓN CRÍTICA
DE LO FALSO Y LO FICTICIO
La marcha incesante de las
noticias falsas ha acontecido en este medio social que le sirvió de humus y, a su vez, de caja de resonancia. Si su sincronía,
fabricación mediática, sensacionalismo y sublimación de lo sobrenatural
explican su reproductibilidad técnica en tanto noticias, estas nos permiten
entender una situación intelectual propicia para la difusión de leyendas y
mitos. Al respecto, en Orientalismo, Edward Said
(2004) se cuestionaba: “¿cómo se
conocen ‘las cosas que existen’ y en qué medida ‘las cosas que existen’ están constituidas por el que las conoce?” (p. 396). En este
sentido, considero que hay cinco elementos que las configuran y explican su
circulación:
a) Cierta base de realismo. Se trata de noticias con
evidencias sólidas de tiempo y lugar, así como una experiencia previa que sirve
de evidencia y memoria (nahual/hombre lobo).
b) Apariencia de verosimilitud. Se presentan con un formato
serio y con referencias a reportajes periodísticos en medios e instituciones
reconocidas: The New York Times
(avispón/polillas/garrapatas), cuya publicación es anterior a la noticia que en
ellas se sustenta.
c) Anacronismo. Cuando no tienen una base empírica, las
referencias a las noticias viejas son presentadas como si fuesen actuales. Toda
noticia anterior constituye la memoria de la nueva (el líquido sinovial).
d) Origen simultáneo e indeterminado. Aun
cuando en ocasiones es posible detectar la fuente primigenia, lo que se observa
son los entrecruces de las publicaciones del mismo tipo, cuya retroalimentación
simultánea va cambiando el mensaje original. Al sobredimensionar las
características morfológicas del tema, su violencia aumenta al mismo tiempo que
su peligrosidad. Esto vuelve, a la noticia, viral (fumigaciones de
coronavirus/el hombre lobo).
e) Sincronía y aire de familia.
Todas adquirieron su viralidad entre mayo y junio, es decir, durante el primer
confinamiento, generando esa relación de parentesco y contagio recíprocos, al
difundirse en un medio que les fue favorable.
Por ejemplo, aquellas sobre las “antenas cancerígenas” en
Yucatán en los años 2012 y 2019, así como el “robo de líquido sinovial” en San
Luis Potosí en 2017 tienen una base previa que se modernizó conforme la
expansión del coronavirus se hizo mayor, pero solamente la segunda originó el
acoso al personal y las instalaciones médicas. Del rumor original: “¡Están
robando el líquido de las rodillas!”, este evolucionó: “¡Están matando a los
enfermos en los hospitales!” No obstante, el pánico surgió con la amenaza del
rumor: “¡Nos están rociando el coronavirus!” Las brigadas de fumigación de la
Secretaría de Salud llegaron cuando la imaginación popular había sido
predispuesta. El linchamiento contra la autoridad policiaca y las brigadas
sanitarias fue una acción defensiva en los barrios y pueblos –lugares donde
surgió esa causa común de subversión– originada por el miedo a los gases que
rociaban coronavirus: “¡No vamos a dejar que nos fumiguen!” Así, los rumores
son considerados difusores de emociones, peligros, inseguridades e
incertidumbres, por lo cual permitieron conformar una corriente de oposición
política (Scott, 2021) a las campañas estatales de higienización.
El hombre lobo es un caso extraordinario, estudiado en la
historiografía actual (Ginzburg y Lincoln, 2020) y una anomalía entre las
noticias falsas en México, que el shock de la
pandemia hizo brotar. A primera luz, la presencia de este ser fantástico,
reveló y amplificó creencias preexistentes de la población de origen zoque del
centro de Chiapas, cuyas raíces remontan a la cosmovisión indígena (Aramoni,
1992). No obstante, para Alejandro Sheseña,35
este no es un caso típico de nahualismo, sino “un desvirtuamiento”, una
“manipulación” de la antigua creencia indígena por parte del cristianismo, cuyo
origen no tuvo lugar en la zona de Los Altos, donde sí se cree en los nahuales,
sino en las zonas urbanas del centro de Chiapas, donde “se le asocia con la
brujería”. A diferencia de los nahuales, cuya transformación en animales
silvestres (serpiente, tapir, jaguar), en tanto “contraparte animal de la
persona humana”, los brujos lo hacen en animales domésticos (gatos negros,
cabras) y por obra del diablo. Esta “creencia deformada”, a través de la
incorporación de “elementos negativos, no sólo la “alteró” sino, sobre todo, la
“satanizó”, lo cual permitió “dominar a la población indígena”. Pese a ello, hay
una solidaridad entre contrarios: la “transformación de la persona” representa
una “coincidencia formal” entre el nahualismo y la brujería. Con ello, los
nahuales fueron asimilados a la demonología
cristiana, al igual que sucedió en Europa con los cultos de carácter extático
(Ginzburg, 2003 y 2005), pero sobrevivieron hasta la actualidad, en una clara
expresión de pervivencia religiosa y cultural, ya sea en su versión indígena
(Los Altos de Chiapas), ya sea asimilados a la brujería (en el Centro).
Ahora bien, en cuanto al hombre lobo, el historiador
Carlo Ginzburg (2017) ha considerado, que en la novela Satiricón
de Petronio (27 a.C-66 a.C), se acuñó una expresión que refiere al
hombre lobo: intellexi illum versipellem ess (era
un hombre lobo). La palabra latina versipellis
significa: “literalmente, alguien que es capaz de cambiar su propia piel,
cambiar de forma; por tanto, metafóricamente, alguien astuto, artero,
ingenioso. La transformación del humano en bestia” (pp. 113-114). “Cambiarse de
piel”, “nacer vestidos”, “nacer con el saco amniótico”, constituyen las
características morfológicas que a Ginzburg le han permitido establecer la
relación entre los benandanti de la región de Friul y los hombres lobo de
Livonia. En la transmisión de esas creencias, “los versipelles
que pueden cambiar de una piel a otra, de un mundo a otro” (Ginzburg,
2017, p. 114). Por ello, la analogía con el nahualismo no deja de ser algo
sorprendente: la técnica de transformación del que practica el nahualismo (el
brujo o nigromante) en un ser alterno. Su objetivo es tomar posesión de un ser
(un fenómeno natural, un animal, una persona) o de transformarse en este,
revistiéndolo con una nueva apariencia que lo contiene o envuelve: su
“vestidura”, “ropaje”, “lo que tengo en mi superficie, en mi piel, o a mi
alrededor”, según consideró López Austin (1967, p. 96). Así, el “cambio de
piel” que relaciona a los hombres lobo con los benandanti, vincula, a su vez, a
los nahuales, reflejando un núcleo de creencias de Eurasia a América (no necesariamente
conectadas por un origen común o por relaciones de parentesco) que permiten
comprender su difusión como su asimilación en grupos sociales dispersos,
separados en tiempos y espacios distintos.
En la Historia de los hombres lobo,
Fondebrider (2017) sostiene que en México hay una subespecie de lobos y la
herencia prehispánica ha “sobrevivido con absoluta nitidez en los nahuales o naguales”, palabra
de origen náhuatl que significa “aquello que es mi piel” o “hechicero” (p.
326). Por tanto, “los nahuales son chamanes que, a
voluntad, pueden metamorfosearse en animales; entre otros, el jaguar, el
águila, el coyote y también el lobo”. En el caso del ser sobrenatural que
apareció en la zona Centro de Chiapas, al convertirse en un animal de
naturaleza depredadora: un “lobo”, o más bien, un coyote (canis
latrans) –que habita en la Reserva de la Biósfera Selva El Ocote,
contigua al municipio de Coita– la transmutación
tenía un significado inequívoco: el brujo había revelado su naturaleza agresiva.
Frente a ello, la piedad original se modificó y los pobladores decidieron
cazarlo.
Surgida en el seno de una población “que convive con las
leyendas de manera cotidiana”, sostiene Sheseña, aun cuando la “noticia de
broma” del hombre lobo tiene “un contenido falso”, permite observar “un
sustrato” de creencias muy profundas: “el fenómeno existe no por el hombre lobo
en sí, sino por su sustrato”. De acuerdo con ello, a través de la noticia falsa
de la aparición de este ser sobrenatural, es posible observar una superposición
de creencias, de origen y temporalidad distintas, que se mezclaron con la
representación cinematográfica de la licantropía, hasta cristalizarse en un
arquetipo: el hombre lobo, creído entre los pobladores de mayor edad, inventado
técnicamente por los más jóvenes.
Al comienzo planteé que los rumores obedecen a una lógica
cuyos mecanismos pueden ser estudiados. Era necesario cuestionarse acerca de su
producción en serie (cómo nacen, de dónde parten, porqué un día aparecen en un
grupo o en un lugar en particular, porqué se expanden), al igual que su
comprensión en tanto medio de comunicación permeado por el fenómeno de la
creencia en el mismo (realismo, verosimilitud, contemporaneidad). Debido a lo
anterior, incluso cuando las noticias son falsas tienen un fundamento real, mi
análisis sugiere que estas tienen apariencia de verosimilitud y una evidencia
anterior, maleable y funcional, que les sirve de base. Al fluir en las redes,
su reproductibilidad transforma el mensaje, lo enriquece y carga de contenido.
No obstante, mientras adquirían su verosimilitud también se arraigaban en la
opinión pública, tal y como esta se había configurado cuando el coronavirus
llegó a Occidente: para algunos, este existía, aunque se contagiaba y curaba de
mil formas; para otros, no existía como tal, sino en tanto expresión de teorías
del complot e intento de dominación política.
Desde entonces, miles de noticias falsas han circulado
por México, pero solamente algunas generaron pánico y violencia, y marcaron el
nacimiento de una leyenda. La ilusión colectiva nació del
vacío de información ante la pandemia, de la confusión imperante y del miedo
ante lo desconocido, al igual que de un sustrato político y religioso
preexistente: ya sea por la profunda desconfianza popular ante el gobierno, ya
sea por la pervivencia en creencias añejadas por el paso de la historia,
aderezadas con el humor que transgredía la rudeza del confinamiento. Este es el
valor heurístico de la serie y el caso: su capacidad explicativa, su carácter
excepcional.
Mi interpretación se relaciona con aquello que, en El hilo y las huellas, Ginzburg (2010) ha estudiado, es
decir, cómo “lo ficticio se hace pasar por verdadero” (p. 17). La información
analizada sugiere que lo falso, lo no auténtico, se convirtió en una verdad
creída socialmente, siendo reproducida a través de los rumores y las falsas
noticias. El error y la mentira son una huella de las acciones humanas, al
igual que un precioso testimonio de una época; pero, sobre todo, son una sonda
de penetración a un medio social. No obstante, el estatuto científico de este
tipo de historia no es evidente. “El rumor nunca provoca nada, su único efecto
es revelar lo que ya existe y, en definitiva, está cargado de pecados que no
son suyos”, escribió Rouquette (1975): “Son los síntomas y no los agentes, los
rumores son el humo que sugiere la existencia del fuego, no el fósforo que lo
inicia.”
Por tanto, mi análisis sugiere que estos tratan de un
saber conjetural que tiene todo el carácter de un síntoma, en tanto que revela
una realidad inexplorada, aparentemente trivial y familiar, cuya capacidad
heurística reside menos en evidenciar la realidad que en sugerirla: es una
huella que está ahí en lugar de la prueba que falta o más allá de la prueba que
existe. Esta es su limitación: invita a la interpretación, en primer lugar, de
su propia presencia, en tanto testimonio involuntario, invitando a pensar por
debajo de la superficie visible. No es una demostración factual, sino un saber
conjetural que puede ser considerado una vía para el conocimiento histórico.
Ello nos brinda una nueva lectura de la realidad social a través de las
historias falsas, como las llamó Canfora (2013), pero también de los mitos y
leyendas, y de todo aquello que es maravilloso en el registro de la vida
cotidiana.
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1 Años después, junto a los libros de Bloch y Lefebvre,
Carlo Ginzburg escribió Historia nocturna (1989),
por lo cual, a raíz de estos tres historiadores el estudio de las noticias
falsas, los acontecimientos falsos, los rumores y la formación de arquetipos,
se ha vuelto un campo de estudio sumamente interesante para la antropología
histórica y la historia cultural. Es la vía de Bloch y Ginzburg la que aquí me
interesa investigar.
2 Cuando los errores se remontan a una atmósfera social particular, entonces
adquieren un valor documental. La mentira también lo hace. Ambos son
testimonios involuntarios de una época y de una atmósfera mental, al expresar
una manera de concebir las cosas e informar sobre las condiciones que los
inspiraron. Orientados de antemano, a medida que la imaginación colectiva se
predispone, ambos no cobran vida por accidente, sino que lo hacen gracias a que
coinciden con la opinión común. En Los reyes taumaturgos,
Bloch (2006) escribió: “nadie habría pensado en proclamar el milagro si de
antemano no se estuviese habituado a esperar de los reyes precisamente
milagros” (p. 388). Es así que, para que un error se convierta en el error de
muchos, para que una mentira devenga en colectiva, la sociedad debe favorecer
su difusión. Esta es su caldo de cultivo, el medio donde nacen las noticias
falsas, los mitos y las leyendas. “No todos los tipos sociales, ni con mucho,
se prestan a ello con la misma facilidad”, advirtió Bloch (1996, p. 208)
señalando la experiencia de la guerra: “Al respecto, las extraordinarias
vicisitudes de la vida colectiva que han vivido nuestras generaciones
constituyen experiencias admirables”.
3 Tedros Adhanom Ghebreyesus y Alex Ng, “Desinformación frente a medicina:
hagamos frente a la ‘infodemia’”, El País, 18 de
febrero de 2020. Recuperado de https://bit.ly/3DZTGjx
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abril de 2020. Recuperado de https://bit.ly/3C3FhSV
6 Susana Zavala, “Durante pandemia se han difundido 1 294 noticias falsas:
Jenaro Villamil”, El Universal, 18 de junio de
2020. Recuperado de https://bit.ly/2ZcSRVd
7 En particular, cuando el 67% de los usuarios mexicanos de Internet se
informa en Facebook, 42% en YouTube y 41% en WhatsApp (Nacho Lozano, “Las
noticias falsas son otro virus a combatir”, The Washington
Post, 1 de abril de 2020. Recuperado de https://wapo.st/3ndGPUc). De
hecho, según el estudio “Radiografía sobre la difusión de fake
news en México”, del investigador Luis Ángel Hurtado, de la Universidad
Nacional Autónoma de México (unam), México es
considerado el segundo país con mayor circulación de noticias falsas, en redes
sociales, de todo el planeta. En Facebook, 70 de los 82 000 000 de usuarios que
hay en el país aseguró haber recibido noticias erróneas; en WhatsApp, 90%; en
Twitter, 89%; en YouTube, 83%, y en Instagram, 91%. La muestra (más de 1 500
encuestados en las 32 entidades del país) sostiene que “México es el segundo
productor mundial de fake news sólo después de
Turquía”. Al ser un vehículo de circulación de noticias falsas, “las personas
que están detrás de las noticias apócrifas generan caos, incertidumbre y
pánico, que pueden derivar en crisis sanitarias y económicas”, pues al igual
que en otras partes del mundo se corre el riesgo de que se presenten “situaciones
que derivaron en cuadros de histeria colectiva” (Comisión Universitaria para la
Atención de la Emergencia coronavirus unam, “Además de la Covid-19, México se enfrenta a una epidemia de
desinformación”, 13 de abril de 2020. Recuperado de https://bit.ly/34TT3LX)
8 Editorial, “Epidemia de falsedades”, La Jornada,
15 de abril de 2020.
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2020. https://bit.ly/3C3DkWB
14 Redacción, “‘Vienen a esparcir el virus’: Pobladores del Edomex agreden a
personal de ayuntamiento y queman patrullas”, Animal
Político, 9 de mayo de 2020. Recuperado de https://bit.ly/2ZabaKO
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17 Emilio Fernández, “Evitan sanitización por temor a químico mortal”, El Universal, 18 de junio de 2020. Recuperado de
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18 Daladiel Jiménez, “Impiden entrada a fumigadores de dengue por rumor de que
esparcirían el Covid-19 en Venustiano Carranza”, Chiapas
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19 Isaín Mandujano, “En Totolapa piden que no se fumigue ni les den gel
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de junio de 2020. Recuperado de https://bit.ly/3Gck4IE
20 Redacción, “Causan destrozos en hospital y queman alcaldía en Chiapas tras
desinformación sobre virus”, Aristegui Noticias, 12
de junio de 2020. Recuperado de https://bit.ly/3G9YnZR
21 Daladiel Jiménez, “Queman patrulla en colonia de Venustiano Carranza para
impedir fumigaciones”, Chiapas Paralelo, 15 de
junio de 2020. Recuperado de https://bit.ly/2ZbPn62
22 Abraham Jiménez, “Vandalizan casas en San Andrés Larráinzar, Chiapas, en
protesta por desinfección”, Milenio, 27 de junio de 2020. Recuperado de
https://bit.ly/3C7JGUW
23 Entrevista vía Zoom con el periodista Isaín Mandujano, corresponsal del
semanario Proceso en Chiapas y fundador del portal
de noticias Chiapas Paralelo, 1 de noviembre de
2022.
24 Gabriela Coutiño, “En Ocozocuautla, le temen al hombre lobo y no al
Coronavirus”, Alerta Chiapas, 13 de abril de 2020.
Recuperado de https://bit.ly/30EpOdY
25 Christian González, “Hombre lobo chiapaneco, el mito inventado por el
estrés colectivo”, La Silla Rota, 14 de abril de
2020. Recuperado de https://bit.ly/3A2En91
26 Daniel Uriostegui, “La pandemia recupera su territorio ¿hombre lobo en
Chiapas?”, Daemoniaca, 13 de abril de 2020.
Recuperado de https://bit.ly/3joHz7O
27 Redacción, “Viven histeria colectiva en Chiapas por Covid-19, aseguran que
hay un ‘hombre lobo’”, La Verdad, 12 de abril de
2020. Recuperado de https://bit.ly/3qwAZA0
28 Gabriela Coutiño, “Sostienen que vieron al hombre lobo”, Alerta Chiapas, 13 de abril de 2020. Recuperado de
https://bit.ly/3m4Ezio
29 Gabriela Coutiño, “Manuel Pimentel explica el origen del hombre lobo de
Ocozocuautla”, Alerta Chiapas, 13 de abril de 2020.
Recuperado de https://bit.ly/3jrvPBl
30 Redacción, “Supuesto ‘hombre lobo’ genera histeria colectiva en Coita”, El Sol de Chiapas, 12 de abril de 2020. Recuperado de
https://bit.ly/3aZcsuR
31 Bruno Hernández, “Casi ‘cazan’ al Hombre Lobo en Ocozocuautla”, Diario de Chiapas, 17 de abril de 2020. Recuperado de
https://bit.ly/3pxuPPQ
32 Gabriela Coutiño, “En Ocozocuautla, le temen al hombre lobo y no al
Coronavirus”, Alerta Chiapas, 13 de abril de 2020.
Recuperado de https://bit.ly/30EpOdY
33 Redacción, “Supuesto ‘hombre lobo’ genera histeria colectiva en Coita”, El Sol de Chiapas, 12 de abril de 2020. Recuperado de
https://bit.ly/3aZcsuR
34 Entrevista por videollamada con la periodista Gabriela Coutiño,
corresponsal en Chiapas de la Agencia France Press (afp)
y colaboradora del portal Chiapas Paralelo, 1 de
noviembre de 2022.
35 Entrevista vía telefónica con Alejandro Sheseña Hernández, historiador y
arqueólogo, profesor en la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de
Chiapas (unicach), 10 de noviembre de 2022.
* Quisiera expresar mi gratitud al Dr.
Alejandro Sheseña Hernández, querido maestro y amigo, por las valiosas
lecciones que me brindó (al igual que en los años de la licenciatura) con
generosidad e inteligencia, y que me permitieron comprender con mayor
profundidad el fenómeno del hombre lobo, en Chiapas: tierra de lo
real-maravilloso.
** Doctor en Humanidades, Historia (Universidad Autónoma
Metropolitana, Iztapalapa). Líneas de investigación: historiografía e historia
del tiempo presente.