10.18234/secuencia.v0i114.2080
Dossier
Los revolucionarios:
Francisco Julião y los zapatistas
en México de los 1970
The Revolutionaries:
Francisco Julião and the Zapatistas in Mexico in the 1970s
Pablo F. de A. Porfírio1 https://orcid.org/0000-0003-1729-1177
1Universidade Federal de Pernambuco, Brasil pablo.porfir@ufpe.br
Resumen:
Este artículo investiga la trayectoria de Francisco Julião, exiliado brasileño en México, y se sitúa en el periodo de 1973 a 1976, en donde realizó entrevistas a exsoldados del ejército zapatista. Junto a la estudiante chilena Angélica Rodríguez Madariaga, se realizaron alrededor de 200 entrevistas. Uno de los principales registros documentales de las entrevistas fue el diario de campo elaborado por Rodríguez. A partir de este documento, junto con otras fuentes, se pretende comprender qué tan significativas fueron estas entrevistas en el escenario de principios de la década de 1970, durante el sexenio de Luis Echeverría. Y, sobre todo, ¿por qué lo hizo un exiliado brasileño?, ¿cuál es la relación entre Francisco Julião y el gobierno mexicano? Concluimos que Francisco Julião –líder campesino en Brasil– pasó a formar parte de la red política e intelectual mexicana en la década de 1970. En el artículo explicamos cómo llegó a este lugar.
Palabras clave: exilio; Latinoamérica; Brasil; campesinos; zapatistas.
Abstract:
This article investigates the trajectory of Francisco Julião, the Brazilian exile in Mexico, located in the period from 1973 to 1976 where he conducted interviews with former soldiers of the Zapatista army. Together with the Chilean student Angélica Rodríguez Madariaga, around 200 interviews were carried out. One of the main documentary records of the interviews was the field diary prepared by Rodríguez. From this document, along with other sources, it is intended to understand how significant these interviews were on the stage of the early 1970s during the six-year term of Luis Echeverría. And, above all: why did a Brazilian exile do it? What is the relationship between Francisco Julião and the Mexican government? We conclude that Francisco Julião –a peasant leader in Brazil– became part of the Mexican political and intellectual network in the 1970s. In the article we explain how he got to this place.
Keywords: exile; Latin America; Brazil; peasants; zapatista.
Recibido:
7 de enero de 2022 Aceptado: 26 de agosto de 2022
Publicado: 15 de diciembre de 2022
INTRODUCCIÓN
En 2013, defendí mi tesis doctoral en Historia. Estudié, investigué y escribí sobre la trayectoria política de Francisco Julião, quien fue reconocido por su papel en el movimiento de las Ligas Campesinas en Brasil, a partir de 1955 (Azevedo, 1982; Montenegro, 2003b; Porfírio, 2009). Me interesó particularmente su periodo de exilio en México, entre 1965 y 1979, y su acción política después de la Ley de Amnistía en Brasil, en 1979, que permitió su regreso y participación en el proceso de redemocratización del país.
De todos los momentos de la historia de Francisco Julião, su exilio es para mí el más intrigante. En 2012, mientras hacía mi tesis, estuve por siete meses en la ciudad de México para una estancia de investigación, vinculado a la Escuela Nacional de Antropología e Historia.[1] Durante esta estancia, busqué registros de su paso por México entre 1965 y 1979, los años de su exilio. Se sabía que el exlíder de las Ligas Campesinas de Brasil había logrado ocupar posiciones de relevancia intelectual durante este periodo en México, publicando libros como Cambão: la cara oculta de Brasil y Brasil: antes y después, así como artículos semanales en la revista Siempre!, un importante periódico de noticias y análisis político mexicano durante la década de 1970 (Castellanos, 2002).
Los resultados de estas investigaciones, presentados en la tesis doctoral, también fueron publicados en un libro. En el segundo capítulo, narré cómo el abogado, diputado socialista y uno de los principales líderes de los trabajadores rurales en Brasil en el periodo previo al golpe civil-militar de 1964, llegó a actuar como intelectual y columnista de la revista Siempre! durante su exilio y transitar en el entramado político e intelectual vinculado al Partido Revolucionario Institucional (en adelante pri). Dicho partido había gobernado el país desde 1929 y se presentó como el heredero de la revolución mexicana de 1910. Creó un régimen de partido único, un sistema autoritario (Garrido, 2003).
Un ejemplo de la participación de Francisco Julião en esa red política e intelectual se puede identificar, hacia 1973, en las conmemoraciones del 20º aniversario de la fundación de la revista Siempre! En un “desayuno conmemorativo” en julio de ese año, estuvieron presentes José Pagés Llergo, director de la revista; Luis Suárez, periodista; don Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca;[2] Luis Echeverría, presidente de México de 1970 a 1976, y Francisco Julião.[3]
Durante este periodo, además de publicar artículos sobre temas políticos de América Latina y, en algunos textos, exaltar el carácter popular y democrático del gobierno mexicano, Francisco Julião también desarrolló actividades de investigación histórica. En la primera mitad de la década de 1970, Julião realizó cerca de 200 entrevistas con soldados, tenientes y otros miembros del ejército zapatista de la revolución mexicana de 1910.
En 2012, cuando estuve en México, los recuerdos de estas entrevistas surgieron, discretamente, en algunas de las conversaciones con personas que conocieron a Julião. Habían oído hablar de este trabajo, pero no tenían más información. En mi tesis mencioné que el encuentro con esos “viejos soldados” sucedieron; sin embargo, no logré presentar la relevancia política y social de estas entrevistas en esos años; tampoco pude presentar, por falta de documentación, los significados en la trayectoria e historia del exiliado brasileño.
Algunas nuevas fuentes documentales han surgido en los últimos años sobre este trabajo de entrevistas. Estas nuevas fuentes renovaron el ímpetu para reiniciar la investigación que creía terminada con la publicación del libro en 2016.
En este artículo se presentan los primeros resultados de esta investigación a partir de la nueva documentación, destacando el diario de campo de entrevistas con los zapatistas escrito por Angélica Rodríguez, esposa de Julião en aquel momento. Esta fuente histórica me la pasó la profesora Laura Espejel –amiga de Angélica– en 2017, cuando estuve en la Ciudad de México para participar en el Seminario Permanente de Historia Social, en El Colegio de México, y en el Seminario Internacional La Mirada Documental en el Instituto Mora. Laura Espejel López (2016), profesora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), publicó un análisis de algunos puntos de estas entrevistas, con énfasis en el relato de Gregoria Zúñiga a Julião. Además, logré contactar a Angélica Rodríguez, quien actualmente vive en El Salvador y amablemente me concedió una breve entrevista por correo electrónico.
A la luz de la nueva información, una vez más me interesó escribir sobre la trayectoria de Francisco Julião en el exilio y su relación con el gobierno mexicano. Espero que se haya podido ampliar un poco más el análisis de cómo fue la relación del abogado socialista brasileño con la red política e intelectual del pri, liderada en esos primeros años de 1970 por el presidente Luis Echeverría. Además, comprender mejor los significados de la reanudación de ese pasado revolucionario por parte del exiliado brasileño.
Los documentos sobre las entrevistas con los zapatistas ofrecieron nuevas historias y agregaron otros elementos a narrativas ya conocidas. Por eso consideré válido retomar esta investigación. Intenté cruzar la trayectoria de Francisco Julião, como investigador de campo e intelectual, en los escenarios políticos y sociales del México de finales de los sesenta y primeros años de la década siguiente, marcada por las protestas estudiantiles callejeras y la violenta represión estatal que se destacó en dos momentos: en la “masacre de Tlatelolco”, acaecida en 1968 y en el “halconazo” o “masacre de Corpus Christi”, en 1971.
LOS ENTREVISTADORES
Angélica Rodríguez Madariaga y Francisco Julião se conocieron en 1971. Era un año de persecución a estudiantes en las calles de la ciudad de México, con la actuación de un nuevo componente, el grupo paramilitar denominado “Los halcones”.[4]
El exiliado vivía en la ciudad de Cuernavaca, en el estado de Morelos, y fue invitado a almorzar en la ciudad de México. La invitación la hicieron Ana Lía y Carlos Suárez, una pareja argentina que compartía un departamento con Angélica. Ana y Angélica, que es chilena, eran estudiantes de la maestría en Estudios Asiáticos en El Colegio de México. Días después de ese almuerzo, Angélica fue invitada por el brasileño para ir al cine a ver Los girasoles de Rusia. Siguió una visita de la chilena a Cuernavaca, con paseos al amanecer. Cuando se enamoró de Julião, por “su dulzura, su amabilidad, su voz suave y su magnetismo”,[5] Angélica recuerda que no conocía su condición política ni su “fama” en Brasil.
Julião fue uno de los principales líderes de las Ligas Campesinas hasta 1964, cuando fue detenido tras el golpe civil-militar de ese año y exiliado en 1965. Este movimiento campesino ganó protagonismo en Brasil y América Latina, especialmente después de la revolución cubana. Existía un temor creciente de que Julião, bajo la influencia de Fidel Castro, pudiera repetir el modelo revolucionario en Brasil y otras partes de América del Sur. El gobierno de Estados Unidos, a través de la cia, se enteró de las acciones de Julião, especialmente durante la administración de John Kennedy. El presidente incluso envió a su hermano y asesor, Edward Kennedy, a observar in loco lo que sucedía en el noreste de Brasil con la acción de las Ligas Campesinas.
Dos años después de este primer encuentro en la ciudad de México, Julião y Angélica iniciaron visitas y caminatas por varios pueblos de los estados de Morelos, Guerrero y Puebla para conocer a los zapatistas, ganar su confianza y realizar entrevistas.[6] Angélica comenzó a escribir un diario de campo con notas sobre varios aspectos del trabajo y a registrar los relatos de memoria. Los métodos de investigación desarrollados por la pareja hoy se aproximarían a la metodología de la historia oral.
En el cuaderno de campo se encuentran las fechas de los viajes, que generalmente partían de Cuernavaca, y los destinos; las dificultades de los desplazamientos en autobús entre ciudades y provincias; las descripciones de los paisajes naturales que se encuentran en los caminos, la pobreza de la gente, la acogida amable y cálida de varios entrevistados, la resistencia y desconfianza de otros para hablar y la prohibición total del diálogo en algunos casos. Aparecen varios personajes, registrados a través de la lente del fotógrafo Barry Urday, que acompañaba a la pareja.[7]
El texto del diario presenta poca información sobre el contenido de los relatos de memoria y está dedicado a los escenarios diarios de investigación. Las notas comienzan en 1973 y se extienden hasta 1976. Durante este periodo, México estuvo bajo el gobierno del presidente Luis Echeverría. Eran tiempos de violencia en el país, con fuerte acción represiva de los agentes estatales contra manifestaciones callejeras y movimientos sociales, además de la guerra sucia. Al mismo tiempo, el gobierno de Echeverría trabajó para recibir exiliados de las dictaduras militares del Cono Sur, procurando proyectar una imagen democrática hacia el exterior.
EL EXILIADO EN MÉXICO
En octubre de 1968, cuando Echeverría era entonces secretario de Gobernación del presidente Gustavo Díaz Ordaz, se produjo la Masacre de Tlatelolco. En ese año, grupos de estudiantes ocuparon las calles, marcharon y protestaron contra la falta de libertad política vivida en el país y la represión de los movimientos sociales durante la década de 1960. Varios momentos de represión contra manifestantes por parte del aparato policial del Estado ocurrieron entre los meses de agosto y septiembre de 1968. La Masacre se produjo el 2 de octubre de ese año, en la víspera del inicio de los Juegos Olímpicos en la ciudad de México (Castillo Troncoso, 2012, p. 14). En la Plaza de las Tres Culturas, en el barrio de Tlatelolco, región donde los aztecas perdieron la última batalla contra los españoles en el siglo xvi, los estudiantes fueron acorralados, arrestados y asesinados por agentes del Estado mexicano (Poniatowska, 2012). La repercusión de los hechos ocurrió de inmediato. Faltaban diez días para el inicio de los Juegos Olímpicos de 1968 y parte de la prensa internacional estaba en la ciudad de México. Los registros de violencia estatal circularon en varios medios y México, conocido por recibir exiliados de las dictaduras militares en América del Sur, también se revelaba al mundo como un Etado autoritario (Aguayo Quezada, 1998, p. 101).
Como secretario de Gobernación, Luis Echeverría estuvo involucrado en los episodios de 1968. A pesar de la acción extremadamente violenta del Estado, bajo el mando del presidente de la república y su secretario principal, al año siguiente Echeverría fue nominado por el Partido Revolucionario Institucional como el candidato a la presidencia del país, ganando las elecciones que tenían como objetivo mantener un aspecto democrático del régimen político comandado por el pri. La toma de posesión fue en 1970.
El nuevo mandatario asumió el cargo del país en medio de una crisis política y creciente descontento social, en gran medida, por la Masacre de Tlatelolco y por el modelo de desarrollo económico que mostraba sus límites y se estaba agotando. Para revertir este escenario, una de las estrategias implementadas por el presidente y su partido a partir de 1970 consistió en un intento de actualizar y revitalizar el pasado de la revolución mexicana y así construir, de arriba a abajo, una nueva estabilidad política en el país, desencadenando este pasado victorioso y popular de la historia mexicana (Aguilar Camín y Meyer, 1995, pp. 242-243). Echeverría postula para su mandato una apertura democrática, que no existió pero que le permitió contar con el apoyo de intelectuales como Carlos Fuentes, Fernando Benítez y José Luis Cuevas.
A fines de la década de 1960 y principios de los setenta, Francisco Julião comenzó a participar en redes políticas e intelectuales en México, ocupando el lugar de líder campesino en América Latina. En 1966 apareció en la portada del diario La Prensa, en una fotografía acompañado de su hija Isabela y su entonces esposa Regina de Castro. Habían viajado de Brasil a México con Julião en 1965, pero regresarían al año siguiente. El artículo de portada tenía el siguiente título “Fala a La Prensa Francisco Julião: advertencias latinoamérica”. El pie de foto explica la advertencia anunciada por el exiliado: “el líder agrario brasileño exiliado en México […] planteó este tremendo y dramático dilema para América Latina: ‘O se lleva a cabo la Reforma Agraria Radical o la revolución social es inevitable, porque el hambre, la miseria y la injusticia son más fuertes que cualquier otra cosa’.”[8] El informe también destacó la fuerza del liderazgo de Julião que, según La Prensa, “comandaría cuarenta millones de campesinos brasileños”.[9]
La imagen de este líder campesino, que movilizaba a millones de personas y presagiaba la necesidad de una reforma agraria radical, no apareció en la fotografía de portada de La Prensa. Esa destacó la figura del padre de familia, quien acariciaba a su hija, en lugar del agitador social. La advertencia anunciada por Julião apareció en el pie de la imagen y en el texto del reportaje. Se refería a la revolución social que debería tener lugar en América Latina. El anuncio enviado desde México, donde ya se había producido una revolución en 1910, al resto de América Latina, por uno de los principales líderes campesinos de la región, según el diario, y un exiliado político en el país, señaló importantes datos. Primero, dijo que México estaba por delante del resto de los países de la región porque ya había realizado su revolución social. Luego, reforzó la condición de país de izquierda, el cual recibió a líderes políticos populares perseguidos en sus países, en este caso Brasil (Porfírio, 2016, pp. 121-122).
La aparición de Francisco Julião en la portada de La Prensa en 1966 parecía proponer un diálogo con la sociedad mexicana en el que se reafirmaba la posición de vanguardia social y revolucionaria del país. Si hubo necesidad de resaltar esta condición, fue porque también hubo un creciente cuestionamiento al respecto. Crece el descontento y las críticas de diversos sectores sociales contra los gobiernos priistas, especialmente entre los estudiantes. El uso de este pasado de la revolución mexicana para crear una base de apoyo social y político para el gobierno ya no parecía tener efectos tan positivos.
No hay que olvidar que el diario La Prensa, en los años sesenta, tenía una tirada diaria de aproximadamente 70 000 ejemplares, la mayoría de los cuales circulaba entre los grupos más populares (Rodríguez Munguía, 2010, p. 149).[10] La dirección del diario estuvo cercana al secretario de Gobernación, Luis Echeverría. En la segunda mitad de la década de los sesenta, el diario comienza a publicar textos elaborados por la propia Secretaría de Gobernación, que aparecen en columnas denominadas Política en las Rocas y luego, a partir de 1968, Granero Político. Según Jacinto Rodríguez Munguía (2010, p. 161) a pesar de ser producidas por la Secretaría, las publicaciones fueron transmitidas como autoría de los editores del periódico.[11]
Es probable que Luis Echeverría haya visto la portada de La Prensa con Francisco Julião, su familia y su advertencia a América Latina. Ciertamente, otros hechos situaron la trayectoria de Julião en el camino de Echeverría. En 1965, el secretario de Gobernación había solicitado información al embajador de México en Brasil, Vicente Gavito, sobre personas que habían solicitado asilo político en el país y se encontraban viviendo en el edificio de la embajada en Río de Janeiro. Entre ellos estaba Julião. Luego, en 1966, mientras ya vivía en México, el asilado brasileño fue objeto de un memorando[12] elaborado por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y enviado al presidente Gustavo Díaz Ordaz. Este documento contenía información sobre las declaraciones políticas que hizo Francisco Julião a un diario francés. En la entrevista, él abordó un tema como la lucha armada, y con el cual recibió críticas de algunos periódicos mexicanos como El Sol de México.[13]
El memorando fue presentado el 22 de marzo de 1966 al presidente de la república. Sin embargo, una nota manuscrita insertada en el documento informaba que no fue necesario remitir al presidente, ya que el asunto estaba siendo tratado por el secretario de Gobernación. Echeverría estuvo consciente de las acciones de Francisco Juliao, pues era parte de sus deberes como secretario de Gobernación. Pero además, imaginamos que actuó para que no hubiera represión de las acciones del brasileño. Las declaraciones del exiliado que provocó el memorando no crearon mayores problemas para Julião con el gobierno, pues, tres meses después, en junio de 1966, fue elegido para ocupar la portada del popular periódico La Prensa.
Esta elección contradecía el análisis diplomático enviado al secretario de Relaciones Exteriores de Brasil, Juracy Magalhães, por el embajador brasileño en México. Frank Moscoso creía que las declaraciones de Francisco Julião al diario francés harían que Luis Echeverría tomara severas medidas represivas contra el brasileño. “Para los solicitantes de asilo que hasta ahora sólo han experimentado los aspectos más generosos de la política mexicana, será un shock saber cuánta menos simpatía hay en el Gobierno de este país por sus ideas y cuán eficiente es la maquinaria policial mexicana en reprimir abusos futuros”,[14] aseguró Frank Moscoso en carta enviada a Juracy Magalhães con fecha 9 de marzo de 1966. Contradecía todavía al editorial del periódico El Sol de México: “Solo queremos recordarte que eres un asilado en nuestro país y que no tienes derecho a usar la hospitalidad mexicana para alentar la insurrección [...] Si tantos son vuestros ardores revolucionarios, regresa a tu patria y pon en práctica vuestros criminales propósitos [...] Nuestras fronteras son muy anchas.”[15]
Después de 1966, Francisco Julião se mudó a Cuernavaca con el apoyo de David Alfaro Siqueiros. El exiliado recibió una oferta de dinero del reconocido muralista. La ayuda, muy bien recibida en ese momento, se invirtió en el alquiler de una casa en la nueva ciudad (Castellanos, 2002, p. 27).
En la nueva ciudad, se acercó a don Sérgio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, y comenzó a impartir cursos en el Centro Intercultural de Documentación (Cidoc) creado por el sacerdote Iván Illich. El Centro fue frecuentado por intelectuales de varios países, interesados en discutir sobre América Latina. En las ediciones de CIDOC Cuadernos fueron publicados textos de célebres brasileños como el arzobispo de Olinda y Recife, don Helder Câmara, y el educador Paulo Freire. Julião también escribió para Cuadernos y ofreció el curso Conciencia Social e Ideología Campesina, uno de los más solicitados del Cidoc.
Méndez Arceo e Illich fueron considerados progresistas y seguidores de la Teología de la Liberación (Videla, 2010). En 1969, el brasileño publicó sus primeros artículos en Siempre!, una importante publicación semanal dirigida por José Pagés Llergo. Los textos del exiliado se mantuvieron constantes y se le entregó una columna titulada “América Latina Hoy”. En 1970, Luis Echeverría asumió la presidencia de la república. Durante su sexenio (1970-1976), Francisco Julião fue bastante productivo, ganando más espacio para sus actividades. Sus artículos en Siempre! trascendieron. Fue enviado como corresponsal de la revista a Chile para cubrir las elecciones que llevaron al poder a Salvador Allende. Julião también participó en una cena con Allende, quien recibió a periodistas de diferentes países (Porfírio, 2016, p. 151). Se publicaron libros escritos por el exiliado brasileño. Cambão: la cara oculta de Brasil fue el más famoso y traducido a decenas de idiomas. Debido a su condición de extranjero, el brasileño no pudo ejercer la abogacía en México. Cuando llegó al exilio, registró su profesión de escritor en la Secretaría de Gobernación, entonces dirigida por Echeverría (Morales Muñoz, 2016, p. 149).
LAS ENTREVISTAS
El principal registro de las investigaciones realizadas con los soldados zapatistas entre 1973 y 1976 es el diario de Angélica Rodríguez. Es un cuaderno de campo donde se anotaron menos los relatos de los entrevistados y más los lugares visitados, las gestiones para conseguir las entrevistas, las dificultades para trasladarse entre ciudades. Un texto que muestra lo que hacen los investigadores cuando buscan formar una colección de relatos orales.
En la entrevista que realicé por correo electrónico, Angélica Rodríguez, actualmente residente en El Salvador, informó que “en su exilio en Cuernavaca, y sin poder ejercer ninguna actividad política, Julião sentía mucha nostalgia de su Nordeste y de los campesinos por los que había luchado. De pronto descubrió a los campesinos de Morelos y descubrió también, que muchos habían luchado con Zapata. Se sintió revitalizado con ese contacto. Sostenía largas conversaciones con ellos.” También, según Angélica, Francisco Julião sintió la necesidad de grabar estas conversaciones y crear un registro para las “generaciones futuras”. Así habría surgido la idea de realizar entrevistas con los viejos zapatistas, en su mayoría campesinos.[16]
Francisco Julião elaboró un informe similar en una entrevista concedida a Cuadernos del Tercer Mundo[17] en 1977.[18] “Los viejos soldados de Zapata” era el titular del reportaje. En sus primeras respuestas, Julião (1977) contó cómo llegó a vivir a Cuernavaca, una ciudad que, según él, tenía características y formaciones sociales similares a su estado natal en Brasil, Pernambuco. La figura del campesino fue algo que creó un vínculo entre el estado de Morelos y Pernambuco. Decía: “Venía yo de participar en un gran movimiento de masas en mi región, y de repente… el exilio. Tuve necesidad de encontrar nuevamente al campesino. Y fue caminando por Cuernavaca […] que descubrí al campesino de Morelos” (p. 94).
Y, en las conversaciones que entabló con los campesinos de la entidad, empezó a entrar en contacto con el problema de la tierra, que persistía entre estos trabajadores, pero también descubrió que muchos aún se adherían al zapatismo. Además, varios campesinos eran “viejos soldados de Zapata”, combatientes de la revolución de 1910. Y de ese descubrimiento, según Julião (1977), surgió la idea “de hacer un trabajo de sistematización de la información que ellos guardan en su memoria, para ayudar a que el testimonio de estos hombres no se perdiera, grabando sus voces, fotografiándolos, entrevistándolos” (p. 95).
Las narrativas de Francisco Julião y Angélica Rodríguez confluyeron en lo que serían los factores impulsores de las entrevistas. Se establecía una continuidad casi natural entre las acciones del brasileño antes del golpe civil-militar de 1964 en Brasil y en el exilio en México. Había una necesidad en buscar a los campesinos. En Brasil, a través de la organización del movimiento Ligas Campesinas, que exigía una reforma agraria radical. En México, donde ya se había producido una revolución, para recordar esa historia, registrar los recuerdos. El título de la entrevista de Julião para Cuadernos del Tercer Mundo en 1977 era “El líder campesino más grande del continente”. Casi diez años antes, en 1966, el exiliado brasileño apareció en la portada del diario La Prensa identificado como el líder campesino que advirtió a toda América Latina. Este título para el exiliado brasileño era como un pasaporte que permitió su conexión con ese pasado revolucionario y campesino mexicano.
Sin embargo, para que Francisco Julião (1977, p. 96) realizara las entrevistas con los excombatientes zapatistas fue necesaria la colaboración de varios mediadores. Uno de ellos fue el escritor inglés Cedric Belfrage, a quien Julião conoció estando aún en Brasil, y volvió a reencontrarlo en Cuernavaca. El escritor trató de presentar al brasileño con el coronel Trinidad Machuca, residente de Tlaltizapán[19] y miembro de una Asociación de Veteranos Zapatistas, con sede en Cuautla.
Las entrevistas con exsoldados zapatistas requirieron negociación y perseverancia. Había que superar una barrera que se colocó en el primer contacto. ¿Por qué y para qué hablar de ese pasado? ¿Cuáles eran los intereses de quien quería acceder a esos recuerdos? Imagino que por la condición de extranjeros de Francisco Julião y Angélica Rodríguez, esta desconfianza se intensificó. Sin embargo, en el diario de Angélica esto no se menciona.
Numerosos casos narrados involucraron el proceso de negociación necesario para establecer un vínculo de confianza entre entrevistados y entrevistadores. Algunos casos requirieron más tiempo y perseverancia por parte de la pareja hasta alcanzar la confianza necesaria para que lograrán compartir sus recuerdos.
Una de las estrategias adoptadas para darse a conocer y disipar las sospechas de los excombatientes zapatistas fue participar en las reuniones que promovían. Angélica y Julião fueron a Iguala un domingo de noviembre de 1973. Los acompañó el fotógrafo Barry Urday. Hablaron con varios zapatistas, programaron visitas con posibles entrevistados y Urday sacó varias fotografías de los presentes.
En medio de las conversaciones de ese domingo, surgió la posibilidad de ir a la casa del coronel Amelio Robles. Estaba ubicado en Xochipala, un pueblo a una hora y media de Iguala. Julião y Angélica aprovecharon el auto de Urday y siguieron un camino “precioso” por los cerros, subiendo cada vez más y bordeándolos por curvas que revelaban hermosos paisajes.
Cuando llegaron a la casa del coronel Robles, encontraron a su sobrino, que tenía una tienda al lado. Afuera, el joven dijo que su tío no estaba. Pronto también advirtió que no le gustaba hablar de la revolución. Otras personas habían estado allí varias veces y nunca obtuvieron una entrevista.
Angélica y Julião intentaron explicarle al joven cuáles eran sus objetivos. Aprovecharon para presentar algunas fotografías de otros zapatistas de Morelos con las que contaba Barry Urday. La idea de escribir un libro con los recuerdos y fotografías de los viejos zapatistas fue bien recibida por el sobrino del coronel Robles. “Parece que fuimos inspirándole confianza pues cuando ya estábamos por irnos, nos dijo que el coronel Robles estaba en la casa”, recuerda Angélica en su diario.[20]
Dentro de la casa, encontraron “una mujer pequeñita, delgadita, de rostro muy agradable, mirada viva, inteligente. Vestía enteramente de hombre, un pantalón blanco, una camisa de hombre y zapatos color café muy puntiagudos, un modelo antiguo de zapato masculino.”[21] Era el coronel Robles –así se identificaba y todos lo conocían–, que estaba sentado trabajando con el maíz. Estaba feliz de ver a Juan Pérez González, hijo de un zapatista, quien acompañaba a Julião y Angélica.
El 3 de noviembre de 1889 nació Amelia Malaquias Robles en Xochipala, localidad del distrito de Bravos, en el estado de Guerrero. La niña formaba parte de una familia de terratenientes medios. Su infancia transcurrió mucho tiempo en el ambiente del rancho donde aprendió a domar caballos y manejar armas con destreza. Participó en las guerrillas de la revolución mexicana a partir de 1912 o 1913 al mando, entre otros, de Heliodoro Castillo, Encarnación Díaz y Jesús H. Salgado.
En medio de las duras luchas de la guerra, Amelia forjó su masculinidad a través de gestos, poses y vestimentas. Según la historiadora Gabriela Cano (2004), Amelio Robles se incorporó al proceso revolucionario más por razones vitales que ideológicas. “El cambio radical de género y de identidad sexual no fue sólo el resultado de un deseo de disfrutar de las ventajas sociales de los hombres, sino que parece haber sido el resultado de un profundo deseo vital. Un deseo, cumplido, de negar su anatomía sexual de nacimiento y masculinizarse” (p. 119).
La Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante sdn) condecoró a Amelio Robles como veterano de guerra, en 1970 (Cano, 2017, p. 42). Así, legitimó institucionalmente la identidad masculina. Sin embargo, no le otorgó el grado militar de coronel y tampoco una pensión militar. Según Gabriela Cano (2004, p. 126), él logró recibir un pago del gobierno mexicano, en 1974, para cubrir gastos por enfermedad. Esta información aparece en una carta enviada por Amelio Robles al presidente Luis Echeverría.
El coronel invitó a todos a sentarse y les ofreció un poco de mezcal. Se inició una conversación, Robles recordó algunas cosas y permitió que le tomaran una fotografía, anotó Angélica. No concedió entrevista y no se registró nada de la conversación. Fueron a almorzar al restaurante de su sobrina. Parecía haber más confianza por parte del coronel, lo que permitió invitar a Julião y Angélica a una fiesta que se realizaría en una fecha próxima.[22]
La relación entre el coronel y los entrevistadores se fue construyendo con el tiempo, pero la entrevista nunca se llevó a cabo. Se puede señalar que el primer contacto se dio en 1973 y, al año siguiente, Robles envió una carta al presidente Echeverría, logrando recibir apoyo económico para pagar los gastos médicos. ¿Había alguna conexión entre la visita de Julião y el envío de la carta?, ¿se habría animado el coronel a tal pedido al identificar que se retomaba el tema de la revolución y sus personajes?, ¿con el apoyo del presidente de la república?, ¿Julião habría mencionado que el proyecto de la entrevista contó con el apoyo de Luis Echeverría? Hasta el momento la investigación no ha podido llegar a tales respuestas. Pero apuntan a pistas y vías de investigación.
La desconfianza de los entrevistados apareció en otros momentos del viaje de investigación. En la localidad de Tenextepango, en junio de 1974, cerca de Cuautla, el exiliado brasileño pasó un tiempo explicando pacientemente el propósito de la entrevista. El entrevistado dijo que no entendía lo que querían. Los objetivos fueron nuevamente expuestos y luego de un tiempo, el exmilitar zapatista se negó a hablar. “Mejor otro día.” En Amayuca, también en junio de 1974, la pareja de entrevistadores tenía una cita con el soldado Ausencio Vargas. La reunión se llevó a cabo en la casa del hijo de Ausencio, donde estaba clasificando frijoles con su nieto, para sembrar. Ausencio justificó que se había olvidado de la entrevista. Se quedó en silencio y la conversación comenzó con dificultad. Hubo una gran resistencia a informar sobre los recuerdos. De todos modos, la conversación continuó. Poco a poco, Julião logró ganarse la confianza del entrevistado, quien terminó ofreciendo un excelente testimonio, según Angélica.[23]
La relación de confianza entre investigadores y entrevistados es fundamental para la producción y registro de un recuento de memoria. Angélica anotó esta dimensión en su diario de campo. “Desgraciadamente el escaso tiempo con que contamos no nos permite profundizar la amistad en cada caso para luego tomar el testimonio. Sería lo ideal poder convivir más tiempo con cada zapatista y poco a poco ir sacando de manera espontánea sus experiencias.”[24]
El historiador Antonio Montenegro (2003a) considera parte fundamental del proceso de entrevista haber una “conversación aclaratoria con el entrevistado para que entienda por qué, para qué y para quién están grabando sus recuerdos” (p. 150). Según los informes de Angélica, Julião fue bastante paciente en esta primera fase. Sin embargo, en varias ocasiones fueron necesarias varias visitas al entrevistado para convencerlo de que registrara su relato de memoria.
Montenegro (2003a) también advierte que el diálogo entre los que recuerdan y los que se registran debe estar impregnado de empatía. “El entrevistador debe ponerse en la postura de una partera de los recuerdos, un facilitador del proceso que se crea rescatando las marcas dejadas por el pasado en la memoria” (p. 150). El lugar de la entrevista es un elemento facilitador importante. Angélica anotó en su diario de campo: “Pero ya nos convencimos de que no sirve tomar el testimonio en otro lugar que no sea la casa de cada uno pues se quedan inhibidos”.[25] Y también relata el caso del testimonio del capitán Espiridión: “Tomamos nuevamente el testimonio del Capitán Espiridión. Ahora sí que resultó un buen testimonio. Duró como dos horas y media. El anterior no estaba bueno porque fue en la casa del General Nieves y Espiridión estaba un poco inhibido. Ahora ya somos amigos, así es que fue más fácil.”[26]
El debate propuesto por Antonio Montenegro se refiere a la metodología de la historia oral que cobró fuerza a partir de los años 1980 y 1990 entre los historiadores y las historiadoras. Las investigaciones de Angélica y Julião se llevaron a cabo en la década de 1970 y probablemente no fueron apoyadas por este debate metodológico. Estamos haciendo este acercamiento, en este artículo, porque entendemos que Francisco Julião quiso escribir una historia sobre México y la revolución mexicana a partir de entrevistas de memoria dadas por exsoldados zapatistas. Y las anotaciones del diario de Angélica mostraban cuántas de las dificultades encontradas o las estrategias practicadas se debaten hoy en el campo de la historia oral.
Además, el texto de Angélica indica cómo la práctica de esta investigación de campo en la producción de fuentes históricas sobre el pasado a partir de entrevistas tiene la capacidad de revelar detalles y perspectivas inaccesibles del pasado en comparación con otro tipo de fuente documental.
Trabajar con entrevistas requiere mucho esfuerzo físico. Son muchos los viajes, los desplazamientos que hicieron Angélica y Julião, la mayor parte del tiempo en autobús. Era un trabajo de extraer recuerdos que requería paciencia y voluntad. Angélica señaló: “fuimos a Tepoztlán pero no logramos ningún testimonio. El señor Emilio Martinez nos citó nuevamente para el 24 de febrero que es la fecha del carnaval. Volveremos ese día.”[27] En otro extracto del diario: “nos levantamos a las 5 a. m. pues en el hotel se equivocaron y en vez de despertarnos a las 6 a. m. despertaron a las 5. […] hacía mucho frío en Cuautla. A las 6 a. m. nos fuimos a la terminal de camiones. El frío aumentaba y no encontrábamos ningún lugar donde tomar un café.” Sobre Apipilulco, en diciembre de 1973, se registra: “El camión partió justo a las 7 de la mañana. Estamos un poco cansados pues fue una noche terrible. En el hotel hubo un bullicio toda la noche. Ya no volveremos más a ese hotel.”[28] El cansancio a veces enfermó el cuerpo e interrumpió el trabajo: “Interrumpimos nuevamente por motivo de las fiestas de navidad y porque Julião se enfermó grave. Al principio creímos que se trataba de una gripe cualquiera y no le hicimos caso, pero después de unos días la fiebre no cedía. Una noche llegó a 39.8.”[29]
El esfuerzo podría verse recompensado, en parte, descubriendo lugares hermosos. “Tepoztlán es un Pueblo Mágico. Sus cerros de pronto parecen tener un gran magnetismo. A veces me llegan a abrumar a pesar de lo cual me siento atraída por esa quietud intemporal.”[30] Este sentimiento de Angélica fue quizás compartido por Francisco Julião. Tepoztlán fue el lugar que eligió para vivir los últimos años de su vida, luego de regresar a Brasil en 1979 y optar por el autoexilio en México en la década de los noventa del siglo pasado.
En medio de la belleza de estos lugares, hubo diferentes escenarios de pobreza. Angélica Rodríguez recordó algunos escenarios y sus personajes presentados con empatía: “cómo olvidar un viejo enfermo, sordo y solo, abandonado en una casa sucia, con su rostro siempre a punto de llorar. O aquel otro, viviendo en un árbol, cumpliendo así mi sueño de niña, con la magia de su sonrisa iluminando su rostro. O aquel jefe de familia, dando órdenes para que nos atendieran en su casa tan humilde, con suelo de tierra, pero haciéndome sentir que era un palacio y él, un rey.”[31]
Se registró una pobreza cruel en las condiciones materiales y sociales señaladas por Angélica, que se vieron opacadas, sin embargo, por la presencia de una sonrisa, de elementos de la naturaleza o referencias a aspectos de la delicadeza de las personas. El árbol, la risa encendida, el palacio y el rey embellecieron esos recuerdos. Sin embargo, persisten los registros de la condición de pobreza de los exsoldados zapatistas: en Chinameca, lugar donde Zapata fue asesinado en 1919, encontraron al coronel Pedro Gordillo, quien vivía solo. Anotó la entrevistadora: “como todas las casas de los zapatistas que hasta ahora hemos visto, era muy humilde: casa de campo, piso de tierra, pieza sin ventana”.[32]
En Iguala, encontraron al capitán Magdaleno Pérez en diciembre de 1973. “Lo encontramos sentado en una silla de playa, en su casa, una casa no sólo pobrísima, sino casi totalmente abandonada.” Y añade Angélica sobre el capitán: “Se notaba que el maestro Magdaleno estaba un poco enfermo. Me dio tanta tristeza pues lo vi tan solo, tan abandonado como su casa. Estaba sucio como la casa, triste y enfermo como la casa.”[33]
La condición de pobreza de la mayoría de los exsoldados zapatistas se destacó en varios encuentros. Muchos entrevistados aprovecharon estos momentos para solicitar apoyo a Francisco Julião y Angélica Rodríguez sobre diversos temas. Los padres pidieron trabajo para sus hijos, los niños pidieron médicos para padres enfermos. El subteniente Bonifácio tenía un “documento muy valioso de Emiliano Zapata, con su firma, auténtico”. Presentó a Julião para que encontrara a alguien que le ofreciera “una buena gratificación porque está en la miseria y además muy enfermo del corazón”.[34]
En algunos de estos casos, los entrevistados movilizan sus relatos de memoria para tratar de obtener algunos logros para ellos mismos o sus familiares. En ocasiones, esta búsqueda indicó la ausencia de una política de Estado para brindar asistencia a aquellas personas que lucharon por la revolución y se creían dignas de atención. El proceso revolucionario no se convirtió en ciudadanía para esa población. En ese sentido, son perdedores. Varios de ellos vieron a Julião y Angélica como un medio para reclamar una recompensa. Denunciaron el olvido en varias partes de sus discursos.
El teniente Olea, como se anotó en el diario de Angélica, se conmovió al recordar a su padre y hermano que murieron durante el proceso revolucionario. Y se quejó de que nunca recibió recompensa alguna: “actualmente no tiene un terrenito. Le preocupa el futuro de sus hijos. Para él ya no espera nada, pero tiene esperanzas de que sus hijos puedan obtener algún beneficio por su pasado revolucionario.”[35] En la entrevista que concedió a Cuadernos del Tercer Mundo, en 1977, un año después del final del trabajo de entrevistas, Julião (1977) recordó las precarias condiciones de vida de los zapatistas: “son hombres pobres, no encontré ningún rico. Y todos llevan una vida muy honrada.” (p. 96). Estos protagonistas anónimos de la revolución mexicana fueron los que interesaron la investigación, que rompería un olvido producido sobre ellos. Para Julião (1977), la figura del líder de Zapata ya había sido ampliamente estudiada por sociólogos e historiadores. Pero lo que quedó fueron los soldados, los campesinos y sus narrativas que conformaron “el fenómeno del zapatismo” (p. 95).
Según Francisco Julião (1977), todavía en la entrevista para Cuadernos del Tercer Mundo, el encuentro con esas personas era una necesidad natural. “Venía yo de participar en un gran movimiento de masas en mi región, y de repente… el exilio. Tuve necesidad de encontrar nuevamente al campesino.” Había un pasado de lucha campesina en México, que naturalmente se encontraría con el presente del liderazgo campesino. Sería algo inevitable, según Julião. “Hablando con los viejos combatientes comprendí que el problema seguía siendo la tierra. Me sentí como pez en el agua” (p. 96).
Pero, ¿qué haría Julião con este pasado revolucionario mexicano en un presente en el que persistía el problema agrario? Ya sabía que sus acciones y declaraciones tenían límites bien establecidos. Podría exigir una reforma agraria radical para Brasil y América Latina, pero no para México. Su condición de exiliado político y el aparato represivo del pri no lo permitían. Además, la red intelectual y política en la que operaba era una base de apoyo para el gobierno del presidente Luis Echeverría.
Activar este pasado revolucionario a partir de relatos de memorias de gente pobre, olvidada por el Estado, sin tierra para cultivar, no debería, sin embargo, generar un movimiento de crítica o ruptura con el gobierno. Romper con el olvido producido históricamente sobre estas personas y sus trayectorias no significaría promover un debate sobre el Estado mexicano y su acción política. Julião (1977) destacó, en su entrevista, el carácter legal del movimiento zapatista y los campesinos. “Hay que entender un problema: Zapata nunca salió de la legalidad. Si existe una clase social legalista es la campesina... porque los campesinos no se meten en aventuras. Son legalistas al extremo” (p. 97).
Como líder de las Ligas Campesinas, movimiento social en Brasil antes de 1964, Julião (2009) también movilizó esta lectura acerca del campesino. En ese momento, para informar a los trabajadores rurales que eran sujetos de derechos sociales y laborales y que debían luchar, por ley o por la fuerza. En el caso de México, el exiliado brasileño parecía dialogar con la lectura de John Womack (2011) de la revolución mexicana. El autor afirma en la primera línea de su libro: “Éste es un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución” (p. xi). Es posible que Julião haya leído el texto clásico de Womack para realizar sus entrevistas con los zapatistas. La primera edición se publicó en español en 1969.
Finalmente, con esas entrevistas grabadas y transcritas, Francisco Julião quiso publicar un libro sobre el universo zapatista. Todo el material se entregaría al Fondo de Cultura Económica (fce) de México, con el que ya había asumido el compromiso de publicación. Pero, ¿por qué aquel pasado zapatista, largo tiempo esparcido en la memoria de los viejos combatientes, tocó el presente de principios de la década de 1970 con tanta fuerza para movilizar a un exiliado brasileño y a una importante editorial mexicana para recuperar y contar estas historias? (Benjamin, 1994, p. 232; Bolle, 2006, p. 1158).
EL
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Y EL PRESIDENTE LUIS ECHEVERRÍA
Durante los cuatro años que investigué sobre el exilio de Francisco Julião para mi tesis doctoral, me pregunté si el brasileño tenía algún vínculo directo con el gobierno priista del Estado mexicano. En otras palabras, ¿habría ocupado algún cargo pagado por el Estado o por el Partido Revolucionario Institucional? Logré identificar y traté de demostrar en la tesis la inserción del exiliado en la red política e intelectual mexicana que apoyaba a los gobiernos priistas, con énfasis en el sexenio de Luis Echeverría.
Para analizar esta inserción, utilizamos, entre otras fuentes, fotografías de la celebración conmemorativa de Siempre!, en 1973. Era el aniversario de la fundación del periódico, que cumplía 20 años y las fiestas se llevaron a cabo en la casa de su director, José Pagés Llergo, con la presencia del presidente de México, el obispo de Cuernavaca, don Sergio Méndez Arceo, y varios columnistas de la revista, entre ellos Francisco Julião. El reportaje del evento estuvo a cargo de Carlo Caccioli y fue publicado en la edición del 18 de julio de la revista con el siguiente título “Presencia de la grandeza en un encuentro: Echeverría- Siempre! en el más alto nivel de sencillez, franqueza y respeto”.[36] En su texto, Caccioli exaltó la figura del presidente, alegando ser una “aventura encantadora vivir en el país que gobierna”.[37]
De la lectura del reportaje y las fotografías seleccionadas para integrarlo, se destaca el objetivo de producir la idea de unidad del país, representada por la presencia central de las figuras de Luis Echeverría, José Pagés Llergo y don Sergio Méndez Arceo, es decir, el diálogo armónico entre tres importantes sectores del país, el gobierno del Estado, la prensa y la Iglesia católica, respectivamente.
Francisco Julião aparece (imagen 2) en las fotografías sentado a la mesa con el presidente de la república, el obispo, el director de Siempre! y otros invitados, así como en el círculo de conversación (imágenes 1 y 2), con Luis Suárez, mirando al presidente. Sin duda, era un grupo selecto en el que vivía el exiliado brasileño a principios de la década de 1970. Había construido una amistad con Méndez Arceo. Los encuentros y pláticas entre ellos tuvieron lugar en el Cidoc, en Cuernavaca, donde Julião ofreció cursos de formación sobre el movimiento campesino, esos encuentros se dieron incluso después de las misas dominicales dirigidas por Arceo y a las que asistió el brasileño. Es posible que el obispo pusiera a Julião en contacto con Pagés Llergo y le abriera la oportunidad de convertirse en columnista de la revista.
Imagen 1. Desayuno conmemorativo a los 20 años de la revista Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 10. Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. shcp.
Imagen 2. Desayuno conmemorativo a los 20 años de la revista Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 10. Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. shcp.
La presencia de Julião en este grupo intelectual y político representado por la fotografía[38] indica que él cumplió con determinadas prácticas y discursos políticos. Había un orden discursivo (Foucault, 2010) constituido por signos y representaciones de izquierda y democracia que debían funcionar para ofrecer apoyo y legitimidad al gobierno mexicano, mientras este reprimía violentamente las manifestaciones estudiantiles en México, como en el episodio de “el halconazo” en 1971.
Además, México era presentado internacionalmente como un Estado democrático que acogió a los perseguidos políticos de dictaduras latinoamericanas, como las de Chile y Brasil. La presencia de Francisco Julião también reforzó esta imagen proyectada por el gobierno mexicano. En la misma edición de Siempre!, en la que se publicó el artículo sobre el desayuno conmemorativo, circuló un artículo del brasileño en el que marcaba las diferencias entre la democracia en México, liderada por Echeverría, y la dictadura en Brasil, comandada por militares. Bajo el título “México y Brasil, las líneas divergentes: el enorme abismo que separa la libertad de la esclavitud”, el texto presentaba a un México que se abría en busca de nuevos horizontes, luchando contra el imperialismo y listo para el diálogo, mientras Brasil seguía en dirección opuesta con tanques aplastando libertades: “Mientras México dialoga, Brasil monólogos. Así, entre México y Brasil las líneas divergentes son muy claras”,[39] afirmó Julião.
En la imagen 3, todavía en el reportaje sobre la reunión en la casa de Pagés Llergo, vemos el momento de la llegada de Luis Echeverría. En el cuadro, el presidente es recibido fuera de la casa y Julião aparece al fondo, antes o después del posible saludo al invitado principal. Como dijimos al inicio de este artículo, Echeverría, cuando fue secretario de Gobernación, se había enterado de la llegada de Julião a México como exiliado y de sus primeras actividades, además de haberlo visto, probablemente, en la portada de La Prensa. Quizás esa ocasión de 1973, en las celebraciones de Siempre!, no fue el primer momento de encuentro y conversación entre ellos. En una entrevista concedida en 1979 a la revista brasileña O Pasquim, Julião mencionó que tuvo contacto con los hijos del presidente. No pudimos confirmar esta información en otras fuentes. En todo caso, me parece muy probable que cuando se saludaron en 1973, y Echeverría sabía quién era Julião, su trayectoria política en Brasil y algunas de sus acciones en México.
Imagen 3. El presidente Echeverria saluda al periodista Renato Leduc. Acompañan la escena Francisco Julião, a la izquierda, y Heberto Castillo, uno de los líderes históricos más importantes de la izquierda mexicana, a la derecha.
Fuente: Desayuno conmemorativo a los 20 años de la revista Siempre!,18 de julio de 1973. Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. shcp.
Es posible que además de los saludos formales, ellos hablaran un poco más en esa mañana de julio. ¿Cuál habría sido el tema? No tenemos esta información. ¿Podríamos imaginarnos que Julião aprovechó la oportunidad para decir que estaba interesado en realizar entrevistas con exsoldados zapatistas en Morelos? No sabemos. Lo que sí podemos decir es que meses después, en noviembre de 1973, él y Angélica Rodríguez iniciaron las entrevistas.
También podemos decir que el trabajo realizado por Julião recibió financiación por parte del Fondo de Cultura Económica. Este es un dato importante, ya que hasta este momento no lográbamos identificar un vínculo oficial entre el exiliado brasileño y una agencia estatal mexicana.
Según el diario de entrevistas de Angélica, existía un contrato entre Francisco Julião y el Fondo de Cultura Económica, que pagaba los honorarios al brasileño por realizar la investigación con exsoldados zapatistas. El propio exiliado recordó cómo se produjo el contacto con el fce en la entrevista concedida a Cuadernos del Tercer Mundo: “un día, hablando con el profesor Enrique Ruiz García, él percibe la importancia del trabajo y me lleva al Fondo de Cultura Económica, cuyo director era entonces el licenciado Javier Alejo […] Firmamos un contrato y comencé a trabajar.”[40]
Enrique Ruiz García también era reconocido por su seudónimo Juan María Alponte. Fue exiliado de la dictadura franquista en México, e historiador y periodista. Escribió para varias revistas mexicanas, publicó decenas de libros y fue profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Se hizo popular por haber conducido un programa de televisión dominical titulado El Mundo en que Vivimos. En varias notas biográficas se expresó la cercanía que tuvo con el presidente Echeverría. En entrevista para el diario El Universal, Enrique Ruiz recordó que en 1972 el mandatario ordenó el otorgamiento inmediato de la nacionalidad mexicana; “Durante un día entero, los funcionarios responsables me trajeron de un lado para otro y, en la noche, las autoridades me recibieron ya como ciudadano mexicano”,[41] recordaba.
En dos notas publicadas en el diario español El Mediterráneo, en diciembre de 1975, Enrique Ruiz fue presentado como “asesor personal y auténtico ‘cerebro’ para asuntos exteriores de Luis Echeverría.”[42] En este caso, en su labor de asesoría al presidente, que también consistió en redactar discursos y analizar datos políticos, a Ruiz se le conocía con otro seudónimo, Hernando Pacheco.
¿Habría alguna posibilidad de que Hernando Pacheco hubiera estado en el día conmemorativo de la revista Siempre! junto al presidente mexicano? ¡Sí! Revisando las fotografías de ese día, se le encuentra sentado junto a Echeverría, según el pie de foto de la imagen, y cerca de Julião (imagen 4). ¿Fue en ese día la conversación entre él y Julião sobre el proyecto de entrevistas con exsoldados zapatistas? Es posible, pues, como mencionamos, el trabajo de entrevistas se inició en noviembre de ese mismo año de 1973 y nos parece cada vez más probable que el presidente Echeverría tuvo el conocimiento y otorgara aprobación.
Imagen 4. Desayuno conmemorativo a los 20 años de la revista Siempre!, 18 de julio de 1973. Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, shcp.
Según la entrevista concedida por Francisco Julião a Cuadernos del Tercer Mundo, Enrique Ruiz García (Hernando Pacheco) lo habría llevado al Fondo de Cultura Económica, cuyo director era Javier Alejo, quien continuó en este cargo hasta 1974. En enero de 1975, Alejo asumió la Secretaría del Patrimonio Nacional de México. Esta salida cambió la relación de Julião con el fce. Angélica Rodríguez relató en su diario: “surgieron algunos problemas con el nuevo director que reemplazó a Javier Alejo. A tal punto llegaron los conflictos que Julião no quiso ya regresar al Fondo a retirar sus honorarios.”[43]
Angélica también señaló que Javier Alejo les había prometido un automóvil para facilitar el viaje y agilizar el trabajo de entrevistas. “Lamentablemente fue un acuerdo sólo verbal que quedó sin reconocimiento.” Y prosigue en sus notas: “A petición del nuevo director se le entregó un nuevo informe sobre el trabajo y se hizo una selección de las grabaciones en una cinta de unas seis horas de duración, pero las cintas no se le entregaron pues eso no estipula el contrato.”[44] Era 1975, el penúltimo año del gobierno del presidente Luis Echeverría, y las condiciones para la investigación comenzaban a complicarse. Al parecer, el trabajo se detuvo entre mayo de 1975 y mayo del año siguiente. Anotó Angélica Rodríguez en su diario el 21 de mayo de 1976: “Casi después de un año iniciamos otra etapa de la investigación. Esta vez lo hacemos con un vehículo que nos ha prestado Javier Wimer por intermedio de Conacurt (Comisión Nacional de Cultura y Recreación de los Trabajadores).”[45]
Las anotaciones en el diario de Angélica Rodríguez terminaron en julio de 1976, así como el trabajo de entrevistas. A finales de ese año también llegó a su fin el gobierno de Luis Echeverría.
CONSIDERACIONES FINALES
Las entrevistas realizadas por Francisco Julião y Angélica Rodríguez adquieren nuevos significados cuando se colocan en diálogo con la dinámica política de México a principios de la década de 1970. El gobierno de Luis Echeverría quería reagrupar una nueva legitimidad social y política, creando un nuevo consenso para revitalizar las instituciones y el discurso de la revolución mexicana (Aguilar Camín y Meyer, 1995, p. 242).
Mi hipótesis es que Francisco Julião movilizó la memoria de ese pasado en diálogo con las dinámicas políticas establecidas por el gobierno de Echeverría. En este artículo presentamos algunas pistas. Con su condición de uno de los principales líderes campesinos de Brasil y conocido internacionalmente, el exiliado adquirió esa condición para movilizar su memoria individual y la memoria colectiva de los zapatistas.
Francisco Julião pasó a formar parte de la red política e intelectual mexicana en la década de 1970. Representaría el carácter democrático del país, pues fue acogido como un exiliado, y actuó como un elemento para reforzar el vínculo del gobierno priista con el ya lejano pasado revolucionario campesino. La realización de las entrevistas, con financiación del fce, nos permite reflexionar sobre estas intenciones.
Pero este movimiento del gobierno mexicano y del propio Francisco Julião, quien retomó su pasado como líder campesino en Brasil, tropezó con un movimiento estudiantil que se hizo cada vez más fuerte y popular a finales de los sesenta y principios de los setenta, a pesar de la fuerte represión estatal. Durante la década de 1970, los recuerdos de la revolución mexicana y sus campesinos comenzaron a competir por el espacio con los recuerdos del movimiento estudiantil de 1968. Estos últimos son “parte del proceso de recuperación política y cultural del movimiento, que poco a poco fue leído como una parte clave de la transformación del sistema político mexicano” (Castillo Troncoso, 2012, p. 14).
Todavía en el avanzar de la década de 1970, Francisco Julião sintió las dificultades de continuar con su proyecto. Las diferencias con la nueva dirección del Fondo de Cultura Económica dificultaron la financiación de las entrevistas. Tales divergencias también deben haber contribuido a hacer inviable la producción del libro, uno de los resultados prometidos para la investigación.
El escritor brasileño João Silvério Trevisan vivía en Cuernavaca y conoció a Julião en este momento de su investigación con exsoldados zapatistas. En un artículo publicado en el diario Folha de São Paulo, recordó que fue invitado por el exiliado brasileño a escribir el guión de un documental. Julião quería convertir las entrevistas en una película. Los dos también participaron en una reunión para recaudar fondos para este proyecto audiovisual. Pero parece que el apoyo que existía en 1973, al inicio de las entrevistas, no fue el mismo en los años siguientes. Nada consiguieron.[46]
Así, el objetivo de escribir una historia del zapatismo a partir de la memoria de exsoldados, en su mayoría campesinos, no se cumplió. En 1979, tres años después de terminar el trabajo de entrevistas, Julião decidió regresar a Brasil beneficiándose de la Ley de Amnistía. Después de 1976, sus contribuciones a Siempre! estaban disminuyendo. Es probable que el cambio de escenario político, con la elección de un nuevo presidente, haya contribuido a una nueva organización del entramado intelectual en el que se inserta el exiliado. Ese es un punto para otra búsqueda.
Angélica Rodríguez y Francisco Julião se separaron. Ella recuerda: “Todo el material lo conservaba yo, pues ayudaba con las transcripciones. Sin embargo, cuando nos separamos con Julião, él se llevó gran parte del material a su casa.” El fin de la relación dejó una huella en la memoria de Angélica. Ella lamenta principalmente la imposibilidad de completar el trabajo: “Mi divorcio con Julião me afectó tanto que permití que interfiriera con algo que era mucho más importante, no sólo para nuestras vidas, sino también para la vida de cientos de zapatistas y sus familias, que esperaban el fruto de ese trabajo”.
Luego de la separación y antes de mudarse de México a Nicaragua a principios de la década de 1980, Angélica Rodríguez dejó algunas grabaciones que quedaron en su poder con el escritor y dibujante Eduardo del Río (Rius) quien era amigo de la pareja. Algún otro material de grabación, ocho entrevistas para ser exactos (Espejel López, 2016) fue posteriormente donado por Angélica a la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah).
Se estima que se realizaron 200 entrevistas con zapatistas. Estos son relatos que deberían contar historias de vida y de una sociedad. Desafortunadamente, todavía no podemos acceder a la gran mayoría de este material. No sabemos si todavía existe. En todo caso, su producción permitió investigar aún más la trayectoria de un exiliado político brasileño en México, nombrado líder revolucionario y campesino, y a través de ella arrojar luz sobre los usos del pasado revolucionario en un país marcado por movimientos estudiantiles y por represión estatal a principios de la década de 1970.
LISTA DE REFERENCIAS
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OTRAS FUENTES
Archivos
ahge-sre Archivo Histórico Genaro Estrada-Secretaría de Relaciones Exteriores, México.
cdo-mre Coordenação-Geral de Documentação Diplomática. Itamaraty. Ministério de Relações Exteriores, Brasil.
[1] Con la supervisión del doctor Alberto del Castillo Troncoso, enah/Instituto Mora.
[2] En esta ciudad vivió el exiliado brasileño.
[3] Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 10.
[4] El halconazo” fue más reconocido al ser retratado en la película Roma del director mexicano Alfonso Cuarón. La represión del 10 de junio de 1971 de los grupos paramilitares que asesinaron docenas de estudiantes cerca del centro de la ciudad de México con financiamiento estatal fue ordenada por el presidente Luis Echeverría (Castillo Troncoso, 2021).
[5] Entrevista realizada por email a Angélica Rodríguez, 12 de noviembre de 2019, San Salvador, El Salvador.
[6] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião. Acervo personal.
[7] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião. Acervo personal.
[8] La Prensa, 3 de junio de 1966, Portada.
[9] La Prensa, 3 de junio de 1966, p. 3. No hay una cifra exacta, pero sí una notable exageración al hablar de 40 000 000 de campesinos.
[10] En agosto de 1966, mientras La Prensa tenía una tirada de 70 000 ejemplares diarios, Excélsior y El Universal, dos periódicos importantes, se acercaban a la marca de las 20 000 ediciones diarias (Rodríguez Munguía, 2010, p. 149).
[11] Jacinto Rodríguez Munguía (2010, p. 161) realizó una extensa investigación sobre los documentos confidenciales producidos por el Estado mexicano, actualmente archivados en el Archivo General de la Nación, y encontró información valiosa sobre la creación y uso de estas columnas políticas.
[12] “Memorándum para información del señor presidente”. Pasta Arruda de Paula, Francisco Julião-III 2983-12. Archivo Histórico Genaro Estrada-Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante ahge-sre), México.
[13] El Sol de México, 10 de marzo de 1966, p. 4.
[14] Ofício Reservado núm. 249, 09 de marzão de 1966. Coordenação-Geral de Documentação Diplomática. cdo. Itamaraty. Ministério de Relações Exteriores (mre), Brasil.
[15] El Sol de México, 10 de marzo de 1966, p. 4.
[16] Entrevista realizada por email a Angélica Rodríguez, 12 de noviembre de 2019, San Salvador, El Salvador.
[17] Cuadernos del Tercer Mundo fue una publicación organizada por Neiva Moreira y Beatriz Bisso, exiliados brasileños que llegaron a México en 1976. Según Daniela Morales, Neiva Moreira logró ingresar al país luego de que Francisco Julião y el periodista peruano Genaro Carnero Checa movilizaron sus contactos durante el gobierno de Luis Echeverría. La revista, que ya había circulado en Argentina, se volvió a publicar en México en 1977 (Morales Muñoz, 2016, p. 238).
[18] En 1977, Zapata tenía casi 58 años de haber sido asesinado por órdenes de Venustiano Carranza. El proceso de recuperación histórica de la figura de Zapata comenzó en la década de los treinta, con el gobierno de Lázaro Cárdenas. En la década de los cincuenta, la película ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan, puso a Zapata en el centro del imaginario revolucionario mexicano. En los sesenta el historiador John Womack instaló a Zapata en la historiografía mexicana y en el 68 la figura de Zapata formó parte de la disputa por los símbolos entre el presidente Díaz Ordaz y los estudiantes rebeldes. En el sexenio de Echeverría, Zapata es uno de los héroes de la revolución quien quiere recuperar el gobierno “revolucionario” de Echeverría. Ahí se instala, en ese espacio político y simbólico el trabajo de las entrevistas de Francisco Julião.
[19] Tlaltizapán fue el cuartel de Zapata. Un lugar muy importante, en el que Zapata llevó a cabo su utopía revolucionaria por tierra un par de años, antes de su derrota a cargo de Carranza.
[20] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 4. Acervo personal.
[21] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 4. Acervo personal.
[22] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 4. Acervo personal.
[23] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 37. Acervo personal.
[24] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 25. Acervo personal.
[25] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 40. Acervo personal.
[26] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 25. Acervo personal.
[27] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 18. Acervo personal.
[28] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 15. Acervo personal.
[29] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 46. Acervo personal.
[30] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 18. Acervo personal.
[31] Entrevista realizada por email a Angélica Rodríguez, 12 de noviembre de 2019, San Salvador, El Salvador.
[32] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 10. Acervo personal.
[33] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 13. Acervo personal.
[34] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 33. Acervo personal.
[35] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 16. Acervo personal.
[36] Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 10.
[37] Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 85.
[38] La enorme importancia de la fotografía, no como ilustración del texto escrito, sino como un lugar simbólico que nos puede ayudar a entender la cercanía de Julião con el régimen de Echeverria a nivel de percepción en el espacio de la opinión pública.
[39] Siempre!, 18 de julio de 1973, p. 31.
[40] Julião, F. 1977. Los Viejos Soldados de Zapata. Cuadernos del Tercer Mundo, p. 96.
[41] Enrique Ruiz García: 45 años de docencia en la unam”, El Universal, 13 de noviembre de 2015. https://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/letras/2015/11/13/enrique-ruiz-garcia-45-anos-de-docencia-en-la-unam
[42] El Mediterráneo, Castellón de la Plana, martes, 30 de diciembre de 1975, p. 2. En http://www.filosofia.org/ave/001/a394.htm
[43] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 44. Acervo personal.
[44] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 45. Acervo personal.
[45] Diario de Angélica Rodríguez de las entrevistas a zapatistas realizadas por Francisco Julião, p. 51. Acervo personal.
[46] João S. Trevisan, ¡Viva Julião! Folha de São Paulo, 11 de diciembre de 2011.