10.18234/secuencia.v0i118.2199
Artículos
Emory S. Bogardus:
primeras aproximaciones al estudio
de los migrantes mexicanos en Estados Unidos (1914-1919)
Emory S. Bogardus:
Early Approaches to the Study
of Mexican Migrants in the United States (1914-1919)
Fernando Saúl Alanís Enciso1* http://orcid.org/0000-0003-2814-8341
1El Colegio de San Luis, México Programa de Historia fernando.alanis@colsan.edu.mx
Resumen:
El objetivo de este artículo es analizar las primeras aproximaciones que Emory S. Bogardus, sociólogo
estadunidense, tuvo al estudio de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y
las ideas que permeaban sus planteamientos. Para ello, examino su preocupación
por la americanización de los inmigrantes y en qué consistía. Asimismo, estudio
la visión que tenía acerca del “problema mexicano” y el origen de esta
concepción. Ambos aspectos fueron los hilos conductores que determinaron su
punto de vista de los migrantes mexicanos en Estados Unidos en esa época
–década de 1910-1920–. La relevancia de este trabajo radica en examinar la
primera etapa de la trayectoria de uno de los autores que, junto con Manuel
Gamio y Paul S. Taylor, es pionero en el estudio de esta migración.
Palabras clave: migración; americanización; Bogardus; problema;
mexicanos.
Abstract:
The purpose of this article is
to analyze the initial approaches of American sociologist Emory S. Bogardus to
the study of Mexican migrants in the United States and the ideas informing
these approaches. To this end, I examine his concern about the Americanization
of immigrants and what this involved. I also study his vision of the “Mexican
problem” and the origin of this conception. These two aspects shaped his view
of Mexican migrants in the United States at that time, from 1910 to1920. The
relevance of this work is that it examines the first stage of the career of one
of the authors who, together with Manuel Gamio and
Paul S. Taylor, pioneered the study of this type of migration.
Keywords: migration; Americanization; Bogardus; problem;
Mexicans.
Recibido: 23 de enero de 2023 Aceptado: 30 de agosto de
2023
Publicado: 24 de enero de 2024
Introducción
Emory Stephen Bogardus (1882-1973), sociólogo de la Universidad del Sur
de California (usc), es
uno de los pioneros en el estudio de los migrantes mexicanos en Estados Unidos –junto
con Manuel Gamio (1883-1960), destacado antropólogo mexicano, y Paul S. Taylor
(1895-1984), distinguido economista–. Entre 1927 y 1940 elaboró ocho artículos
en los que abordó diversos temas relacionados con ese tópico (Bogardus, 1927, 1928, 1929a, 1929b, 1930, 1931a, 1933b y
1940). Además, en 1934 publicó un libro acerca del tema (Bogardus,
1934). Tanto los artículos como el libro que realizó han sido citados en
diversos estudios que examinan la migración mexicana a ese país en las décadas
de 1920 y 1930. También son mencionados en aquellos que abordan los
antecedentes de la comunidad mexicana en Estados Unidos a comienzos del siglo xx.
El objetivo de este artículo es analizar las primeras
aproximaciones que Bogardus tuvo al estudio de los
migrantes mexicanos en Estados Unidos y las ideas que permeaban sus
planteamientos. Para ello, examino su preocupación por la americanización de
los inmigrantes y en qué consistía, pues incluyó a los mexicanos. Asimismo,
estudio la visión que tenía acerca del “problema mexicano” y el origen de esta
concepción. Ambos aspectos fueron los hilos conductores que determinaron su
punto de vista respecto de esos inmigrantes en la segunda mitad de la década de
1910 a 1920. Este trabajo muestra que los migrantes mexicanos no fueron el
objetivo principal de las publicaciones y reflexiones de Bogardus
entre 1914 y 1919 –la etapa temprana de su producción académica y como profesor
universitario–, ni de sus investigaciones. Sus primeros acercamientos al tema
se debieron al interés que tenía en la americanización; en función ello, llevó
a cabo embrionarias reflexiones acerca de los migrantes mexicanos en Estados
Unidos.
Asimismo, muestro que el interés en la americanización y
la inmigración en general fue parte de una corriente de trabajos que publicaron
en esa etapa funcionarios públicos, educadores e intelectuales. Por ello, no
aporta una interpretación diferente de lo que otros planteaban en su momento.
Lo mismo sucedió en cuanto a la visión patológica que tenía del inmigrante
mexicano, pues reprodujo el punto de vista de otros autores que escribieron
sobre las características de la población en México y la percepción racista y
segregacionista que prevalecía en amplios sectores de esa sociedad en el
suroeste de Estados Unidos desde principios del siglo xx. En ese sentido, fue un autor poco original y
reflejo de las creencias que prevalecían en un sector de la sociedad
estadunidense acerca del migrante mexicano, con pocos matices y visión poco
crítica.
La obra de Bogardus acerca de
los migrantes mexicanos en Estados Unidos no ha sido estudiada. No existen
trabajos que analicen sistemáticamente la manera en que surgió en él el interés
en el tema, las ideas centrales que guiaban su trabajo y los factores que
influyeron en su obra. Sólo hay referencias aisladas al respecto (Engh, 2006, p. 34; Henderson, 2011, p. 168; Hendrickson, 2013, pp. 287-288; Mohl y Betten,
1987, p. 181; Roesch, 2015, p. 148). ¿Por qué no
hay estudios sobre la obra de Bogardus en ese tema?
Esto se debe a que sus trabajos se caracterizaron por ser descriptivos y poco
analíticos. Asimismo, tienen limitaciones en cuanto la metodología: no presenta
novedades en las fuentes de investigación, salvo algunas entrevistas que
realizó su equipo de trabajo a profesores, empleadores y trabajadores sociales
que tuvieron contacto con los migrantes, pero no trabajó directamente con
ellos. Tampoco propuso hipótesis novedosas sobre la situación social y
económica de estos que cambiaran la percepción que se tenía en parte de la
sociedad estadunidense.
Igualmente, varios de los temas que desarrolló fueron
limitados, tanto en tamaño como en el aparto crítico en que se basó. Por
ejemplo, el artículo The Mexican
Immigration and Segregation
es un texto de siete cuartillas sin aparato crítico ni bibliografía (Bogardus, 1930). Asimismo, en su libro sobre los migrantes
mexicanos en esa nación dedicó nueve cuartillas a “analizar” un tema tan
complejo y amplio como fue la repatriación de mexicanos de principios de la
década de 1930 y su reajuste a la vida en México (Bogardus,
1934, pp. 90-98). Otros capítulos de ese mismo texto son parecidos: pequeños
apartados, él les llamó capítulos, de cuatro, cinco, seis, siete y nueve
cuartillas basadas en unas cuantas entrevistas. Igualmente, tuvo una posición
poco crítica ante algunos temas que abordó, como en el caso de su artículo
sobre el debate que se llevó a cabo en Estados Unidos para imponer a México una
cuota migratoria, donde sólo describió las posiciones a favor y en contra, pero
no asumió una posición propia (Bogardus, 1928, pp.
371-378). Igualmente, en la mayoría de los casos se valió de información,
principalmente de Los Ángeles, California, para elaborar generalizaciones de
los migrantes mexicanos.
Además, a diferencia de Gamio y Taylor, no elaboró ningún
proyecto de investigación para analizar ciertos aspectos de la migración
mexicana que arrojaran información novedosa (Alanís, 2003; Hoffman, 1976;
Weber, 2002). En algunos casos, como el que se analiza en este artículo en
cuanto al “problema mexicano”, se basó en autores que estudiaron la historia de
México y su cultura, para “entender” al migrante mexicano. Algunos de sus
contemporáneos, como el historiador Wilfrid Hardy Callcott, de la Universidad del Sur de Carolina,
reconocieron que sus trabajos abordaban temas importantes en relación con la
migración mexicana y los migrantes mexicanos en Estados Unidos, pero que el
análisis que realizaba era limitado (Callcott, 1938,
p. 216). Otros académicos también señalaron que los artículos y el libro que
publicó no tuvieron el grado de análisis y profundidad que los de Gamio y
Taylor (Ethington, 1997, p. 35; Hoffman, 1976, p.
256).
La situación que prevalece en cuanto a la obra de Bogardus y los mexicanos en Estados Unidos es similar a la
que tiene en el área de la sociología. Publicó varios libros de esa disciplina,
entre los principales: Introduction to sociology
(1913), Essentials of
social psychology (1918), A history of
social thought (1922), The new social research (1926), Contemporary sociology (1931b), Social problems and social processes
(1933a) e Introduction to social research
(1939). A pesar de ello, son escasos los trabajos que han estudiado su
obra, en general en esa disciplina; aquellos que lo han hecho se centran,
principalmente, en la elaboración del concepto de escala de la distancia social
(Campbell, 1951-1952, pp. 322-326; Crull y
Bruton, 1979, pp. 771-783; Donoghue y Parrillo, 2005; Şimşek, 2019; Tusini, 2022; Tokuda, 2002; Wark
y Galliher, 2007, entre otros). Si bien, esa
categoría le valió un lugar en la historia de la sociología estadunidense,
nunca disfrutó de la reputación de William F. Ogburn,
F. Stuart Chapin y otros líderes de la “segunda
generación” que dominaron la profesión en los años de entreguerras (Bannister, 1999, pp. 1-3).
Así, en el área de la sociología es un autor secundario,
lo mismo en el caso de los estudios sobre los migrantes mexicanos en Estados
Unidos. Esto explica, en gran parte, por qué no existen estudios monográficos o
libros completos sobre su vida y obra. Lo que hay son breves biografías en
enciclopedias de sociología y ciencias sociales estadunidenses donde se resume
su formación académica, las principales actividades que llevó a cabo como
profesor universitario y las obras más destacadas que publicó en el área de la
sociología (Bannister, 1999, pp. 1-3; Feldman y Soydan, 2013; Lasswell, 1973, p. 9, y 1979, pp. 65-68; Neumeyer, 1974, pp. 110-111; Odum, 1951, pp. 158-161). Ello
también explica por qué ha quedado en un estado relativamente desconocido.
Entonces, ¿en qué radica la importancia de estudiar la obra de Bogardus referente a los migrantes mexicanos en Estados
Unidos? En dos aspectos. El primero, porque sus trabajos son un antecedente de
los estudios y reflexiones sobre esa temática, ya que algunos se dieron antes o
de forma paralela a los de Gamio y Taylor. En segundo lugar, principalmente,
porque dan constancia de las preocupaciones sociales, culturales y raciales que
existían en un círculo de la academia y de la sociedad estadunidense en torno a
los migrantes de la década de 1910.
La delimitación temporal de este trabajo inicia en 1914,
cuando Bogardus comenzó a impartir el curso de
americanización e inmigración en la usc,
momento en el que también inició sus reflexiones sobre ambos temas. Finalizó en
1919, con la publicación de Essentials of
Americanization, el cual fue resultado de la
impartición de ese curso. Es decir, se trata de la etapa prematura de la
trayectoria académica de ese personaje en la que tuvo sus primeras
aproximaciones al estudio de la inmigración en general, y algunos acercamientos
a los mexicanos en Estados Unidos.
Este trabajo se basa en fuentes primarias y secundarias.
En primer lugar, revisé la autobiografía del autor (Bogardus,
1962). Después, investigué cuáles habían sido los trabajos que había realizado
acerca de los mexicanos en Estados Unidos y llevé a cabo un breve análisis de
ellos, en busca de indicios sobre los motivos que lo llevaron a estudiar el
tema. Asimismo, revisé en línea documentos de la Colección de la Encuesta de
Relaciones Raciales de la Costa Pacífico (errcp), proyecto en el que participó como
director regional en la primera mitad de la década de 1920.1 También, el objetivo fue
buscar pistas acerca de cómo había surgido en él el interés en los migrantes
mexicanos en territorio estadunidense.
Las etapas en la trayectoria de Bogardus en el estudio de
los migrantes mexicanos en EUA
La investigación que realicé, con
el objetivo de determinar cuándo y cómo surgió el interés de Bogardus en estudiar a los migrantes mexicanos en Estados
Unidos, me llevó a establecer tres etapas en su trayectoria. La primera, de la
cual trata este artículo, va del momento en que comenzó a impartir el curso de
americanización e inmigración en 1914, a la publicación de su libro Essentials Americanization. La
segunda fue de 1923 a 1925, cuando fue invitado a participar como director
regional en el Sur de California en la errcp. Esta investigación tenía como objetivo
recabar información acerca de la situación social, cultural, laboral y
económica de la población de origen asiático (japonesa y china, principalmente)
en esa región de Estados Unidos. El propósito, también, era conocer la
situación de ese grupo racial para mejorar las relaciones entre ellos y algunos
sectores de la sociedad anglosajona, así como entre Japón, China y Estados
Unidos. Una fase de la encuesta fue dedicada a recabar información sobre la inmigración
mexicana (historia de vida de migrantes de primera y segunda generación,
entrevistas a empleadores de mexicanos, estadísticas de inmigración y
laborales, publicaciones de académicos sobre diversos aspectos de México, entre
otros temas). Bogardus y el grupo que tenía a su
cargo participaron en la recopilación de parte de esa información y
entrevistaron a profesores, empleadores, trabajadores sociales que estaban en
contacto con los inmigrantes (Toy, 2006, pp. 36-63).2
La participación de Bogardus en
la errcp es relevante
por varias razones. Por primera vez tuvo acceso a información novedosa sobre
los migrantes procedentes de México, originada por un proyecto de investigación
innovador. Este, junto con el trabajo de Victor S.
Clark, publicado en 1908, fueron los dos primeros en llevar cabo algún tipo de
investigación sobre los migrantes mexicanos –antes que los proyectos de Gamio y
Taylor–, de ahí su relevancia (Clark, 1908). Además, empleó las entrevistas que
ahí se realizaron para redactar parte de su libro The Mexican
in the United States. Otra es que, a partir de entonces, entabló
una relación académica con Robert E. Park (1864-1944), destacado sociólogo de
la Universidad de Chicago, quien estuvo como director general de la errcp. Asimismo, durante la
etapa en que participó en la encuesta –con la asesoría de Park– formuló uno de
sus planteamientos teóricos por los cuales ha sido reconocido dentro de los
anales de la historia de la sociología: la escala de la distancia social, la
cual plantea la distancia psicológico-social que separaba a los individuos de
diferentes grupos raciales y de nacionalidad, “midiendo la voluntad” de aceptar
la convivencia expresada en actitudes que iban desde la exclusión del país
hasta la admisión a la membresía familiar a través del matrimonio (Roesch, 2015, pp. 39-41).
La primera y segunda etapas muestran que la aproximación
de Bogardus al estudio de los migrantes mexicanos en
Estados Unidos se debió al interés que tenía en la americanización –como
muestro más adelante– y a la invitación que recibió para participar en la errcp.
En función de ambas situaciones fue como se acercó al tema, notable diferencia
con Gamio y Taylor, quienes, en diversos momentos de su trayectoria académica,
realizaron proyectos específicos y publicaron trabajos de notable calidad
acerca de la migración mexicana a Estados Unidos (Alanís, 2003; Hoffman, 1976).
Bogardus siguió un camino distinto. Asimismo, la
evidencia muestra que no tuvo interés en realizar un proyecto de investigación
enfocado en migrantes mexicanos, como Gamio y Taylor; este fue uno, entre
varios temas, a los que les prestó atención, y fue algo secundario en sus
proyectos académicos.
La tercera etapa en la trayectoria de Bogardus
abarcó de 1927 a 1940, periodo en el que publicó los trabajos más importantes
sobre mexicanos en Estados Unidos. Su primer artículo sobre el tema apareció en
1927. En él describe cuatro tipos de comunidades de los migrantes, las
principales ocupaciones, los salarios y las horas de trabajo (Bogardus, 1927). Un año después, en otro trabajo abordó el
debate en Estados Unidos acerca de la posible imposición de una cuota
migratoria a México (Bogardus, 1928). Antes de
finalizar la década de 1920, publicó un artículo que examinaba la manera en que
las personas que nacieron en Estados Unidos, de padres mexicanos, fueron
tratados como extranjeros en ese país (Bogardus,
1929a). También publicó otro estudio en el cual hizo un recuento de los
trabajos que se habían escrito acerca de los mexicanos en ese país (Bogardus, 1929b). Al comienzo de la década de 1930, examinó
la segregación de los mexicanos. Consideraba que, debido a que el migrante
mexicano tenía pocas oportunidades de entrar en contacto con los
estadunidenses, no desarrollaba lealtad a ese país ni se convertía en ciudadano
(Bogardus, 1930). Asimismo, examinó las actitudes que
tenían los mexicanos en Estados Unidos y las de los estadunidenses hacia esos
migrantes (Bogardus, 1931a). También publicó un
artículo acerca de la repatriación de mexicanos de Estados Unidos que se dio
como consecuencia de la Gran Depresión (1930-1933) y los problemas que tuvieron
para reincorporarse a México (Bogardus, 1933b).
Todavía a comienzos de la década de 1940 escribió sobre los problemas
“concurrentes” de los migrantes mexicanos en territorio estadunidense: higiene,
enfermedades, criminalidad y condiciones de vida en los lugares donde habitaban
(Bogardus, 1940).
En 1934 se publicó su obra principal acerca de los
mexicanos en Estados Unidos. En ella abordó diversos temas: los diferentes
tipos de mexicanos que había en ese país, la cantidad de migrantes de esa
nacionalidad que ingresaron desde la década de 1910 hasta la de 1930, aspectos
de la vida en comunidad, salud, higiene, crimen, delincuencia, trabajo
industrial, diversiones, moral, religión y arte. Además, escribió sobre la
situación de la población infantil y de segunda generación, la ciudadanía, la
repatriación y el reajuste a la vida de México, así como un balance de los
trabajos que hasta ese momento habían sido escritos en Estados Unidos acerca de
los mexicanos en esa nación (Bogardus, 1934).
Primeros años en la académica: el curso de
Americanización e Inmigración, 1914-1919
Bogardus se formó en la escuela de sociología de Chicago. Ahí conoció algunos de
los elementos teóricos y metodológicos que marcaron el inicio de esa
especialidad a comienzos del siglo xx.
En 1908 se graduó de la licenciatura en Filosofía en la Northwestern
University; un año después, en maestría en Psicología
(1909) en la misma institución. Posteriormente, ingresó a estudiar el doctorado
en Sociología en la Universidad de Chicago donde fue influenciado por las ideas
de Albion Small (1854-1926), fundador y director del
primer Departamento de Sociología Independiente que se creó en Estados Unidos
(1892-1924) (Azpúrua, 2005, pp. 26-28; Bannister, 1999, pp.1-3). Otra influencia importante fue la
de William I. Thomas respecto a la técnica y aplicación del método de
recopilación de historias de vida mediante la entrevista personal. La
psicología social desarrollada por George H. Mead, James R. Angell y Harvey W. Carr fue otro aspecto que conoció durante su formación (Bogardus, 1962, p. 63; Nock,
2013, pp. 64-68.).
En 1911 se graduó de doctor en Sociología. Ese mismo año
fue invitado a participar como profesor asistente de Sociología y Economía en
la usc, institución
privada ubicada en Los Ángeles, California (Bogardus,
1962, p. 61; Botham y Petterson,
2022, p. 34). Como docente universitario impartió diversos cursos, entre ellos
el de Americanización e Inmigración durante seis años (1914-1919) (Bogardus, 1919, p. 11). Este versaba sobre dos grandes
temas que en ese momento se discutían en amplios sectores de la sociedad de ese
país. Por un lado, la creciente ola migratoria que llegó a esa nación a finales
del siglo xix y
comienzos del xx – se
calcula que tan sólo de 1901 a 1920 entraron a ese país 14.5 millones de
inmigrantes–, lo cual convertía a Estados Unidos en una nación de gran
diversidad étnica –de una población de 76 000 000 de habitantes, uno de cada
tres estadunidenses había nacido en el extranjero o descendía en primera
generación de padres no nacidos en Estados Unidos– (González y Zermeño, 1988,
p. 199). Por otro lado, estaba en boga un movimiento llamado de americanización
que venía desde finales del siglo xix,
el cual tomó mayor fuerza en las primeras dos décadas del siglo xx.
El propósito de este movimiento fue que los inmigrantes abandonaran el idioma,
las tradiciones y las lealtades a su país de origen por el temor que existía de
líderes políticos y militares a que la gran cantidad de estadunidenses de
primera y segunda generación no tuvieran lealtad a Estados Unidos, sino a la
nación de sus padres, además de que, desde su punto de vista, representaban una
dificultad para consolidar una nación homogénea culturalmente (Biskupski, 2018, pp. 23-36; Lauret,
2016, pp. 430-432; Lehtinen, 2002, p. 29).
A lo largo de la década de 1910, la clase media, las
elites empresariales, gobiernos locales, educadores, trabajadores sociales y el
ejército promovieron un movimiento para “americanizar” a los inmigrantes –sobre
todo de origen europeo–, nombre dado al proceso de inculcarles una identidad
estadunidense (Hartmann, 1948, p. 67). Más de 30 estados aprobaron leyes que
promovían programas con ese propósito. Las cámaras de comercio de diversas
ciudades organizaron clases de inglés y educación cívica americana y muchas
fábricas cooperaron para llevarlas a cabo, entre ellas la Ford Motor Company
(Meyer, 1980, pp. 67-82; Bogardus, 1919, pp. 11-12).
Los sindicatos, especialmente los mineros de carbón, entre ellos la United Mine Workers of America, ayudaron a sus
miembros a tramitar documentos de ciudadanía.
Asimismo, el gobierno organizó el Comité Nacional de
Americanización (cna,
1915) con el propósito de impulsar programas para integrar a los grupos étnicos
europeos a la identidad nacional, sobre todo a los germano-estadunidenses, en
parte por el temor de que la creciente presencia de inmigrantes en ese país
representara una amenaza para el orden político y social. La Oficina Federal de
Educación (fbe, por sus siglas en inglés) fue la principal dependencia
del gobierno involucrada en ese movimiento durante la década, ya que desarrolló
un plan de estudios de educación cívica en inglés. Por su parte, la Oficina de
Naturalización proporcionó servicios similares mediante la coordinación con el
Sistema de Escuelas Públicas (Carlson, 1970, pp. 440-464, y 1987, pp. 4, 50-60;
Lleras-Muney y Shertzer,
2015, pp. 258-290). El ejército se involucró en el movimiento de
americanización cuando se movilizó para el conflicto armado en Europa (abril de
1917). Para ello, crearon La Liga de Seguridad Nacional y el Consejo de Defensa
Nacional para proporcionar a los inmigrantes instrucción en inglés (Hill, 1919,
pp. 609-642; Ward, 1960, pp. 51-65).
El movimiento de americanización marcó profundamente el
pensamiento de Bogardus. Durante más de 20 años,
lideró los esfuerzos para justificar ese movimiento en sus investigaciones y
las de sus estudiantes de posgrado, por lo que es considerado uno de los
principales “americanizadores progresistas” de ese
país (González, 2008, pp. 297). Asimismo, el curso que impartió a lo largo más
de media década, dio origen a su libro Essentials of Americanization, obra
más vendida de este autor y una de las más importantes dentro de la
historiografía de ese tema en Estados Unidos (Botham
y Patterson, 2022, p. 34).
La americanización según Bogardus
Bogardus, al igual que otros intelectuales, educadores y funcionarios públicos de
su época, escribió sobre la americanización (Bates, 1920; Butler, 1920; Hervey,
1920; Hill, 1919; Reynolds, 1921; Talbot, 1917). Su interés en el tema quedó
reflejado en su obra Essentials of
Americanization. Para él, este era un concepto
que tenía diversos significados. Uno de ellos era la unión de los nuevos
inmigrantes con los nativos americanos en un entendimiento y aprecio común –y
amplio– para asegurar el bienestar de todos (Bogardus,
1919, p.11). Soñaba con una convivencia cordial entre todos los actores de la
sociedad estadounidense, inmigrantes y nativos, en la que hubiera una
compresión y respeto de cada grupo. Esta reflexión tenía su origen en el
crecimiento del nativismo antinmigrante y la ola de discriminación y
segregación racial que existía contra ciertos grupos de inmigrantes (los de
origen alemán, los chinos, japoneses, mexicanos, entre otros) y los propios
nativos negros (Higham, 1955, pp. 1-20). Para Bogardus, un punto central de la americanización debía
contemplar la tolerancia y la convivencia armónica entre inmigrantes y nativos
para lograr el bienestar de todos los grupos sociales (Lee, 2003, pp. 20-34; Migluicci, 2021, p. 16). Para ello, consideraba fundamental
eliminar “el prejuicio racial y el desprecio de clase”, pues sólo así, se
podría avanzar en consolidar “la democracia estadunidense”.
Del mismo modo, al igual que otros investigadores,
consideraba que “el progreso y la asimilación”, principalmente en las ciudades,
eran retrasados por la segregación de la que eran objeto los inmigrantes, ya
que en esas condiciones era menos probable que aprendieran la cultura
estadunidense o hablar inglés (Eriksson y Ward, 2019,
pp. 989-994). Las posiciones de rechazo y asimilación eran el reflejo de una
situación paradójica que vivían algunos inmigrantes al interior de la sociedad
de ese país: por un lado, el movimiento de americanización enarbolaba un
discurso de incorporación a la sociedad estadunidense bajo determinadas
condiciones y, por otro, estaban las manifestaciones antiinmigrantes, la
xenofobia y segregación de la cual eran objeto en lugares y escuelas públicas
(Galindo, 2011, pp. 323-346; Lee, 2019, pp. 30-64; Lehtinen,
2002, p. 43).
Otro significado que tuvo en mente Bogardus
de lo que era la americanización tenía que ver con la asimilación y amalgama de
diversas razas como parte integral de la vida estadunidense. Para ello, opinaba
que había que “ayudar” al inmigrante a adquirir un nivel de vida y “lealtad
estadounidense”. En cuanto al primer aspecto, creía que la americanización se
podría llevar a través de mejorar en general las condiciones de vida de los
inmigrantes en lo referente a las enfermedades, las viviendas, la desnutrición
y los bajos salarios. En relación a la lealtad, pensaba que esto se lograría a
través de un “proceso educativo” que unificaría tanto a los estadunidenses
nativos como a los nacidos en el extranjero en “apoyo de los principios de
libertad, unión, democracia y hermandad” (Bogardus,
1919, p. 11). Ese proceso se podría llevar a cabo mediante un programa que les
permitiera “comprender y poner en práctica en la vida cotidiana el americanismo
del siglo xx”. Ese mismo
plan “educaría” a los inmigrantes en “términos de lealtad nacional”, aspecto
que tenía que ver con la ola nacionalista impulsada por algunos grupos que se
pronunciaron por la unidad nacional y exigir el “100 por ciento de
americanismo”, lo que significaba el máximo de lealtad de los nativos y de los
inmigrantes a ese país, sobre todo cuando el gobierno de Estados Unidos decidió
entrar oficialmente a la primera guerra mundial (Bogardus,
1919, pp. 14, 18).
La propuesta de un “programa educativo” que hizo Bogardus no era algo nuevo. Estaba de acuerdo con los
planes que el gobierno, empresarios y organizaciones civiles promovieron a lo
largo de la década de 1910 como un medio de asimilar, incorporar y enseñar
valores y educación cívica estadunidenses a los inmigrantes. Entre ellos, los
que impulsaron la Asociación Cristiana de Jóvenes (ymca, por sus siglas en inglés), la Asociación
Cristiana Mundial de Mujeres Jóvenes (ywca,
por sus siglas en inglés), las Hijas de la Revolución Americana en diversas
ciudades de Estados Unidos y la División de Americanización de la Oficina de
Educación del Departamento del Interior (1918) (Bogardus,
1919, pp. 11-12; Butler, 1920, pp. 26-27; Hartmann, 1948, pp. 25-42; Schneider,
2011, p. 155). El autor de Essentials of
Americanization sólo sugería algo que varias
instituciones oficiales y civiles ya estaban realizando.
Para Bogardus, la definición de
americanización que prevalecía en un amplio círculo de la sociedad
estadunidense era limitada: enseñar inglés y educación cívica a los extranjeros
para permitirles obtener documentos de naturalización. Para él, esta debía ir
más allá; tenía que ver con “el espíritu” de ese país, con su esencia, por ello
proponía un “programa de americanización” basado en cuatro ejes que constituían
“los rasgos estadunidenses” de la historia de ese país –cuatro elementos que
según él habían determinado el americanismo–: 1) la libertad y la
autosuficiencia; 2) la unión y la cooperación; 3) la democracia, y 4) el
internacionalismo y la hermandad. El primero como uno de los aspectos más
importantes de la vida y el carácter estadunidenses que estaban presentes desde
los primeros colonos que llegaron al continente en el siglo xvii; la unión como un valor ligado a la lucha
por la libertad y un elemento central ante la guerra en Europa, el cual se
debía reforzar debido a la cantidad de inmigrantes que no hablaban inglés y
conservaban su cultura, los opuestos a la guerra, los que promovieron una ola
de huelgas y los anarquistas; la democracia a nivel político y en la vida
diaria. Por último, el internacionalismo como un factor con el cual Estados
Unidos debería promover sus intereses comerciales en todo el mundo, así como la
Doctrina Monroe, la cual establecía un tipo de protectorado político de ese
país sobre los países del continente americano y liderazgo de esas naciones
bajo una “organización justa que salvaguardará todos los valores sociales” (Bogardus, 1919, pp. 11-67).
A quiénes se debía “instruir y aleccionar” en
americanización
Bogardus consideraba que los principios de americanización debían ser enseñados e
inculcados a dos grandes grupos. El primero eran los propios estadunidenses
nativos –creía que ese proceso debía “comenzar en casa”– y el segundo los
“nativos nacidos en el extranjero”. En el primero estaban los estadunidenses
nativos, anglosajones, los grupos indígenas que antecedían al asentamiento de
colonos de origen angloeuropeo, y los 11 000 000 de
negros –quienes, desde su punto de vista, habían vivido mucho tiempo sin
oportunidades económicas y educativas adecuadas, por lo que no habían alcanzado
un nivel en el que “aprecien plenamente el americanismo”, además de ser víctimas
de segregación–. Asimismo, incluía a los “pueblos montañosos subdesarrollados
de los Apalaches”, quienes estaban “claramente alejados” de los “ideales
estadunidenses del siglo xx”
(Bogardus, 1919, pp. 17-18). Creía que “el indio
americano, el africano negro y el montañero blanco” debían recibir una
educación que les permitiera comprender y poner en práctica en la vida
cotidiana “el americanismo del siglo xx”.
El segundo grupo estaba conformado por los nacidos en
Europa, Asia oriental y los mexicanos. Respecto a los europeos, consideraba que
se trataba de alrededor de 15 000 000 de personas, la mayoría de los cuales
habían trabajado en las minas, los molinos y las fábricas y vivían en
condiciones insalubres y “destructivas de la vida moral”, barrios marginales,
super poblados y chozas temporales. Además de ello, muchos no hablaban, ni
escribían o leían inglés (Bogardus, 1919, p. 19). En
cuanto a los chinos, subrayaba “los métodos” que Estados Unidos había tomado
para protegerse de la llegada de esos inmigrantes –entre ellos la Ley de
Exclusión de Chinos de 1882, que prohibió esa inmigración por razones
socioeconómicas y raciales (Lee, 2003, pp. 20-34)– y consideraba que el trato
que se les daba era “esencialmente antiamericano” y no estaba acorde con los
valores de democracia. En relación con los japoneses, destacó la Ley de Tierras
para Extranjeros de 1913 que se había promulgado en California, también conocida
como la Ley Webb-Haney, que prohibía a los
“extranjeros no elegibles para la ciudadanía” poseer tierras agrícolas o
arrendamientos a largo plazo. Esa ley afectó a granjeros inmigrantes japoneses
y de otras regiones de Asia (chinos, indios y coreanos) y estaba destinada a
desalentar la inmigración de esa región y crear un ambiente en contra de esos
inmigrantes que vivían en California (Lee, 2018, p. 8). Bogardus
consideraba que un programa de americanización debía proporcionar “soluciones
válidas” a los problemas que presentaba esa inmigración (Bogardus,
1919, pp. 20-21). Esa fue una de las razones que lo llevó, más adelante, a
participar en la errcp, pues ese proyecto, como ya se mencionó antes, buscaba
mejorar las relaciones entre diversos grupos de inmigrantes (japoneses, chinos,
entre otros) y sectores de la sociedad estadunidense.
Los inmigrantes mexicanos fueron una preocupación
especial y motivo de alarma para Bogardus, que no
mostró en otros grupos. En primer lugar, se refirió a ellos como “otro problema
racial” que se había desarrollado en Estados Unidos con “aspectos siniestros”,
entre otras cosas, porque, según él, la mayoría tenía un “bajo nivel económico,
social y político”. Asimismo, consideraba que eran “una clase sin educación”,
trabajadores no calificados y temporales que eran solicitados en el suroeste
(California, Arizona, Nuevo México y Texas), aunque también había un “número
creciente” que se habían establecido de manera permanentemente en ese país (Bogardus, 1919, p. 21). Respecto a su percepción de
“problema racial”, pensaba que la presencia de ciertos tipos raciales socavaría
la homogeneidad racial y cultural de Estados Unidos, por lo que presentaban un
peligro para “la salud cívica de la nación”. Sus puntos de vista reflejaban,
por un lado, dudas sobre la capacidad de los inmigrantes mexicanos en
asimilarse y, por otro, “la responsabilidad” de incorporar a los nacidos en el
extranjero en términos propicios para sostener un “Occidente civilizado” (Nuys,
2002, pp. 31-32).
En cuanto a las características del inmigrante mexicano,
la visión de Bogardus se había formado a partir la
percepción estereotipada de una parte de la población anglosajona que
prevalecía en algunas regiones del suroeste acerca del mexicano desde finales
del siglo xix y
principios del xx y algunas publicaciones académicas que analizaban la
historia de México y las condiciones sociales y culturales de su población.
Desde el siglo xix,
algunos estadunidenses de origen europeo, e incluso asiáticos y negros, habían
visto a los mexicanos en términos despectivos. Exploradores, aventureros,
soldados, comerciantes, viajeros, novelistas y escritores independientes
caracterizaron a la población mestiza como inferior a los estadunidenses
anglosajones y comentaron extensamente sobre el “atraso” de la cultura mexicana
(León, 1983; Higham, 1955; Weber, 1988, pp. 153-160).
La literatura que representó a los mexicanos en términos exageradamente
peyorativos fue un reflejo directo del etnocentrismo estadunidense y los
sentimientos de superioridad promovidos por la ideología del Destino
Manifiesto. Ciertos estadunidenses de origen europeo veían a los mexicanos como
inferiores, etiquetándolos como dóciles, ignorantes, atrasados, decadentes,
mediocres, indolentes, inmorales, hedonistas, crueles, vengativos y sedientos
de sangre (Martínez, 2001, pp. 55-57). Los nativistas de comienzos del siglo xx compartían esta visión, así
como los eugenistas (Lehtinen, 2002, pp. 70, 80-85;
Nuys, 2002, pp. 31-32).
En 1900, la imagen de los mexicanos y de los
mexicanoamericanos como una población inferior estaba bien establecida en
Estados Unidos. Compartiendo los prejuicios que prevalecían en la sociedad
dominante, muchos académicos estadunidenses simplemente siguieron la opinión
popular al escribir sobre México y su población, como en el caso de Bogardus. Asimismo, reforzaron sus puntos de vista con
estudios sobre la historia de ese país (Martínez, 2001, pp. 55-57). Para
escribir la parte referente a los inmigrantes mexicanos, Bogardus
revisó ocho obras, entre las que estaban las de C. R. Enoch (1909), Joseph King
Goodrich (1913), Lewis Spece (1917), Frederick Starr
(1908), E. Trowbridge (1918), N. O. Winter
(1907) y George Winton (1913). Estos eran académicos
que habían escrito sobre México y su cultura. Algunos examinaron el pasado
colonial de México, la población indígena, el mestizaje, las condiciones de
vida de la población (habitación, alimentación), hábitos de higiene, etc. Si
bien algunos de estos trabajos tenían como propósito estudiar el pasado y
presente de México y su población, mostraban las grandes diferencias
históricas, cultuales, sociales y políticas que había entre México y Estados
Unidos, las cuales fueron usadas para subrayar las características negativas de
los inmigrantes mexicanos.
Asimismo, Bogardus sabía que en
las primeras décadas del siglo xx
prevalecía una inmigración mexicana laboral de tipo temporal; es decir,
trabajadores hombres, jóvenes principalmente, que viajaban a realizar trabajos
agrícolas, ferroviarios o mineros en el suroeste de ese país por determinados
meses y luego volvían a su lugar de origen. Victor S.
Clark (1908, p. 466) mostró claramente esta tendencia. A raíz del ingreso de
Estados Unidos en el conflicto europeo en abril de 1917, el gobierno de ese
país impulsó dos programas temporales de contratación de trabajadores
mexicanos, uno para labores agrícolas y otro para industriales –ferroviarios y
mineros– (Reisler, 1976, pp. 24-42).
De manera paralela a la migración temporal, la población
de origen mexicano en ese país fue creciendo debido a una combinación de
factores, no sólo porque más migrantes se estaban quedando en Estados Unidos,
como pensaba Bogardus. Entre ellos, las altas tasas
de natalidad, la migración de hombres, mujeres y familias –mujeres y niños– que
fueron para establecerse definitivamente por razones económicas, de
reunificación familiar y seguridad ante la ola de terror que en algunas partes
del país se vivía a raíz de la revolución mexicana (1910-1920). Así, la
población de origen mexicano que se había desarrollado en Estados Unidos entre
1880 y 1920 era una mezcla de residentes antiguos, inmigrantes del mismo origen
étnico y los hijos de los inmigrantes recientes (Gutmann
et al., 2000, pp. 145-150).
Bogardus consideraba que la gran mayoría de las personas de origen mexicano eran
inmigrantes “recién llegados” que no estaban “aprendiendo a amar” a ese país
debido a la cercanía con Estados Unidos, lo cual dificultaba que los
inmigrantes se identificaran con ese país, pues volvían constantemente a México
y le mantenían lealtad. Ese punto de vista era compartido por otros
contemporáneos estadunidenses quienes consideraban que los mexicanos
permanecían apegados a su patria; en consecuencia, tenían tasas muy bajas de
naturalización y, por lo tanto, los consideraban incapaces de asimilarse a la
sociedad estadunidense (Nuys, 2002, pp. 31-32). Este punto de vista se mantuvo
en algunos de sus artículos que publicó a principios de la década de 1930 (Bogardus, 1930).
Asimismo, en el marco de la tensión de las relaciones
entre ambas naciones, Bogardus (1919, p. 21) creía
que la lealtad de los inmigrantes estaba con México, no con Estados Unidos.
Durante la década de 1910 se dieron diversos acontecimientos que tensaron la
relación bilateral, algunos de los cuales tuvieron que ver con la intervención
estadunidense en asuntos internos de México: la participación del embajador
estadunidense Henry Lane Wilson en el derrocamiento del presidente Francisco I.
Madero (febrero de 1913); el no reconocimiento al gobierno golpista del general
Victoriano Huerta; la ocupación estadunidense al puerto de Veracruz (21 de
abril de 1914); la expedición punitiva (9 de marzo de 1916 a 7 de febrero de
1917) que Estados Unidos llevó a cabo en México para capturar a Francisco
Villa, quien había atacado el poblado estadunidense de Columbus, Nuevo México,
y la posibilidad latente de una intervención militar desde 1914 hasta 1919 para
poner fin a los desórdenes de este país y salvaguardar los intereses
estadunidenses, sobre todo a raíz de la promulgación de la Constitución de 1917
y los derechos sobre los recursos naturales que estableció en el artículo 27,
lo cual llevó a un conflicto con poderosas compañías petroleras estadunidenses
e inglesas (González, 2020, pp. 240-250; Knight,
1987, pp. 30-34; Meyer, 1968, 283-296). En caso de un conflicto entre ambas
naciones, Bogardus creía que los inmigrantes
mexicanos se decantarían por apoyar a su nación de origen.
A pesar del cariño y la lealtad que los inmigrantes
mexicanos tenían a su patria, Bogardus consideraba
que era necesario una “visión comprensiva”, a fin de que experimentaran el
proceso de americanización rompiendo con “sus hábitos y costumbres” del país de
origen, asimilándose a los americanos. Para ello, debían aprender los
“fundamentos de la americanización”: libertad e independencia, unión y
cooperación, democracia y trato equitativo, internacionalismo y fraternidad (Bogardus, 1919, pp. 22-23). Al igual que otros americanizadores que tenían en mente el estereotipo del
mexicano, proponía “remodelarlos” para que se ajustaran a los estilos de vida y
“comportamientos estadunidenses adecuados” (Nuys, 2002, pp. 31-32).
“El problema mexicano”
Essentials of
Americanization está dividido en cuatro partes. La primera trata sobre las características
de la americanización y del estadunidense; la segunda las de los nativos
americanos y del estadunidense; la tercera los rasgos de los nacidos en el
extranjero (inmigrantes del norte de Europa, sur de Europa, eslavos, hebreos,
asiáticos y mexicanos) y de los estadunidenses, y la cuarta los métodos de
americanización. En la tercera parte, capítulo xvi, Bogardus dedicó
tres páginas al análisis del inmigrante mexicano. Su reflexión plantea el
origen del “problema mexicano”, el cual, según él, se había desarrollado con
rapidez desde 1900 en los estados del suroeste (California, Arizona, Nuevo
México y Texas) y consistía en destacar una cultura mexicana patológica, cuyas
características eran:
a) peones
pobres de los sectores sociales menos desarrollados de México (60% de los
inmigrantes eran hombres),
b) personas
mezcla de sangre entre indígena y español,
c) trabajadores
no calificados, sobre todo en labores relacionadas con la industria
ferroviaria,
d) laboraban de
“manera irregular y estacional”,
e) en Estados
Unidos vivían en chozas o pequeñas casas de una o dos habitaciones construidas
de madera o adobe, sin drenaje, agua potable y los inodoros se utilizaban en
común (de los 30 000 mexicanos en Los Ángeles, 60% vivía en viviendas de dos
habitaciones y 25% en viviendas de una habitación),
f) 75% aún
usaban velas para iluminarse y sólo un pequeño porcentaje empleaba gas y
ninguno electricidad
g) las cantinas
y el acceso a las bebidas alcohólicas habían “desmoralizado al mexicano más que
cualquier otro factor”
h) más del 50%
de ellos eran poco ahorradores y analfabetas (Bogardus,
1919, p. 179).
Con base en estos criterios, Bogardus
(1919) consideraba que los inmigrantes mexicanos vivían en condiciones de
“miseria e ignorancia”, además de manera “insalubre y antiamericana”. Asimismo,
dejó constancia de su preocupación por la situación en que se desarrollarían
los niños, hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en Estados Unidos. Según su
punto de vista, estaban siendo criados en chozas, sin espacio para jugar, sin
protección “contra las habitaciones infectadas de tuberculosis, sin una
nutrición adecuada y sin ser salvaguardados de los vicios que acechan en
callejones y calles oscuras” (p. 180). La idea de que en los asentamientos de
inmigrantes mexicanos proliferaban la tuberculosis y la criminalidad también
eran parte de la visión que tenía este autor. Aspecto que destacó en su
artículo sobre los “problemas recurrentes” de esa población y en su libro
publicado en 1934 (Bogardus, 1934, pp. 33-36, 52-58,
y 1940, pp. 166-174)
El “problema mexicano” al cual se refería Bogardus consistía en numerosas publicaciones que se
realizaron en la década de 1910, las cuales presentaban estadísticas sobre la
delincuencia mexicana, la habitación miserable, bajos salarios, analfabetismo y
enfermedades. Con base en esos datos, trabajadores sociales, educadores,
tribunales y policías, concluyeron “que los mexicanos carecían de liderazgo,
disciplina y organización”. Asimismo, se realizaron diversas tesis de maestría
y disertaciones que informaban sobre supuestas cualidades intelectuales,
culturales o biológicas inferiores de adultos y niños mexicanos. Todo ello
llevó a la “conclusión” de que los mexicanos eran, en esencia, “el problema
mexicano” (McWilliams, 1976, pp. 248-249).
Gilbert G. González, destacado historiador
mexicanoamericano, ha mostrado que detrás de la construcción del “problema
mexicano” también estaba una corriente de relatos publicados por viajeros,
periodistas, funcionarios gubernamentales, académicos, administradores
corporativos, misioneros protestantes, ingenieros retirados y empresarios, en
donde legitiman y justifican, por un lado, una dominación económica por parte
de Estados Unidos sobre México desde comienzos del siglo xx y, por otro, propagan una imagen patológica de
ese país y sus pobladores –lo que se conocía como “el problema mexicano”–, la
cual fue usada para caracterizar a los inmigrantes mexicanos. González sostiene
que la evidencia muestra de manera concluyente que los materiales escritos
sobre “el problema mexicano” dentro de Estados Unidos fueron profundamente
influenciados por aquellos autores que diseñaron “el problema mexicano” en
referencia a México (González, 2000, pp. 1, 12).
A medida que la comunidad inmigrante mexicana se formó a
principios de 1900, los legisladores y académicos que carecían de información,
experiencia y dirección para elaborar la política pública en relación con los
migrantes mexicanos aprovecharon los materiales escritos sobre México. Por
ejemplo, no menos de 25 tesis y disertaciones escritas sobre la comunidad
inmigrante mexicana entre 1912 y 1957 citaron a autores como Wallace Thompson,
George B. Winton, Edward A. Ross, Joseph K. Goodrich
y Percy F. Martin, entre otros –Bogardus usó los
trabajos de Winton, Mexico today
(1913) y Goodrich, The coming Mexico
(1913)– (Fernández y González, 2012, pp. 84-88). Es decir, diversos estudios
sobre los mexicanos en ese país tuvieron una gran dependencia de los materiales
escritos sobre México.
Uno de los elementos centrales del “problema” fue
identificar a los mexicanos como peones con características malsanas. Peón es
una palabra española que significa, entre otras cosas, trabajador común, y
proporcionó un tema favorito para las reflexiones de muchos escritores y se
conectó más fácilmente con las realidades de México. A medida que la literatura
creció, el peón abarcó todo lo que ejemplificaba mexicano. Los escritores
colocaron al peón, al mexicano y al mestizo a la par. El editor del Engineering and Mining Journal,
en la edición del 9 de junio de 1906, señalaba que “el peón mexicano” “es
característicamente un trabajador dócil con solo deseos simples, que se
satisfacen fácilmente” (González, 2000, p. 8).
El vasto ejército de trabajadores mexicanos no
calificados (aunque muchos eran mineros experimentados) que trabajaban en las
formas modernas de producción industrial y transporte en México fueron
invariablemente conocidos por los jefes estadunidenses como peones, hombres y
mujeres que formaron una nueva clase de trabajadores asalariados en la sociedad
mexicana. Walter Weyl, en un texto que escribió para el Departamento del
Trabajo en 1902, observó que “La característica más sobresaliente de la mano de
obra nativa es la apatía en todo lo relacionado con el trabajo”. Otro
periodista de The Nation afirmaba que el
mexicano albergaba “un completo desprecio por la necesidad básica del trabajo
[y] lo considera un mal” (González, 2000, p. 8; Fernández y González, 2012, pp.
84-88). Esta literatura se encargó de propagar entre el público estadunidense una
larga lista de patologías que supuestamente caracterizaban a los trabajadores
mexicanos: mano de obra barata, desarraigada de sus tierras, propensos al
consumo excesivo de alcohol y la promiscuidad, letárgicos, poco ambiciosos,
dóciles, poco inteligentes, fatalistas, supersticiosos, cobardes, crueles y sin
educación. El origen de estas características, según varios autores, se debía a
diversos factores entre los que estaban “la herencia racial de genes
defectuosos”, siglos de opresión colonial española, los efectos de climas
tropicales y las altitudes en donde el oxígeno estaba viciado (González, 2000,
pp. 8-9).
Dos corrientes de pensamiento estuvieron presentes en el
contexto ideológico y social en el que Bogardus se
desarrolló como estudiante de posgrado y como profesor universitario, las
cuales quedaron claramente plasmadas en sus escritos. La primera fue la que
hacía referencia al “problema mexicano” como las características sociales de
los mexicanos en suroeste de Estados Unidos. La segunda tenía que ver con
aquellos escritos que tenían como objetivo defender la penetración económica en
México del capital estadunidense y el papel de Estados Unidos como redentor de
ese país. En este sentido, fue uno de los científicos sociales que
contribuyeron a perpetuar las caracterizaciones negativas de las personas de
origen mexicano, las cuales fueron recurrentes en la década de 1920 con
personajes como Samuel J. Holmes, zoólogo de la Universidad de Berkeley,
California, Madison Grant de la Sociedad Zoológica de Nueva York, y los
psicólogos William McDougall de Harvard y Carl C.
Brigham de Princeton, quienes dieron por sentado el modelo del mexicano no
progresista y difundieron aún más estereotipos peyorativos (Martínez, 2001, pp.
55-57).
Bogardus finalizó su reflexión sobre los mexicanos planteando la pregunta sobre
¿qué se estaba haciendo en Estados Unidos para “convertir en “un buen ciudadano
estadunidense” al inmigrante mexicano, tanto al que se quedaba en ese país como
al que iba temporalmente? Consideraba que, desafortunadamente, hasta ese
momento, poco se hacía de manera organizada. Ante esta situación, proponía “un
programa de americanización” dirigido a ese grupo étnico, el cual debía incluir
ayuda para el mejoramiento de sus condiciones de vivienda e higiene, la
orientación para que adoptaran “ideas y estándares estadunidenses” en su manera
de vivir al interior de sus casas, así como establecerlos en lugares adecuados
para la crianza de los niños que ya eran ciudadanos estadunidenses. Asimismo,
proponía educarlos en las escuelas públicas, a través de maestros y religiosos,
con el fin de inculcarles el “punto de vista estadunidense”. Para él, “ningún
programa de americanización” estaba completo si no incluía “el problema de los
inmigrantes mexicanos”, el cual tendría como objetivo cambiar sus hábitos,
enseñarles “los valores y los modos de vida estadunidenses” para convertirlos
“en verdaderos y leales ciudadanos de ese país” (Bogardus,
1919, pp. 179-183). Estaba convencido que Estados Unidos y sus líderes
(profesores, políticos y empresarios) debían guiar a los inmigrantes mexicanos
hacia un mejor desarrollo que se asemejara lo más posible al modelo
estadunidense, ya que estos estaban en un nivel de desarrollo inferior al de
aquel país. Además, sus condiciones de vida eran precarias, lo que generaba
problemas sociales y de higiene en ese país.
Conclusión
La historia de los estudios sobre
los migrantes mexicanos en Estados Unidos en el periodo de 1908 a 1934 está
conformada por cuatro grupos. El primero corresponde a publicaciones
ampliamente documentadas que aportaron información novedosa sobre el tema y
usaron metodologías novedosas para su tiempo, por lo cual son consideradas como
clásicas. En ese grupo están los estudios de Victor
S. Clark, Manuel Gamio y Robert S. Taylor. El segundo lo componen
investigaciones cuyos resultados no llegaron a publicarse. Entre ellas la que
realizó Robert Redfield con inmigrantes mexicanos en
la ciudad de Chicago entre 1924 y 1925 y la que llevó a cabo la errcp entre 1923 y 1925,
encabezada por Robert S. Park. El tercer grupo lo conforman tesis de posgrado y
otras publicaciones (artículos y libros) que se basaron en bibliografía sobre
la historia y cultura de México. El último corresponde a trabajos elaborados
por académicos y estudiantes de posgrado estadunidenses (principalmente
sociólogos y antropólogos) cuyo interés central era la inmigración en general
en Estados Unidos y la americanización, y una de sus líneas de reflexión fueron
los mexicanos. En los dos últimos grupos podemos ubicar los trabajos que Bogardus elaboró.
Los estudios que conformaron cada categoría fueron
realizados con diferentes objetivos, metodologías y formación académica de
quienes las elaboraron. No hubo una sola línea de desarrollo, sino cuatro
vertientes, por lo tanto, cada una tuvo diferente evolución y cambios a lo
largo de los siglos xx y
xxi. Algo que las identifica es que, en su mayoría, han
estado dominadas por una visión antropológica y sociológica.
Finalmente, la clasificación que presento en esta
conclusión sirve para valorar el nivel de impacto que cada una de ellas ha
tenido en los estudios sobre los migrantes mexicanos en Estados Unidos, y en
particular en los estudios sobre la migración mexicana a ese país. Clark, Gamio
y Taylor son fuentes básicas; las investigaciones de Redfield
y de la errcp requieren mayor estudio y reflexión. Los trabajos
basados en estudios sobre México son referencias secundarias, al igual que
aquellos que, dentro de la migración en general a Estados Unidos y la
americanización, examinaron algún aspecto sobre los migrantes mexicanos. Estos
últimos, si bien ocupan un lugar de segundo nivel, su valor radica en que
brindan una perspectiva de la visión que un sector de la sociedad estadunidense
tenía acerca de México, sus habitantes y los migrantes de esta nacionalidad que
fueron a Estados Unidos.
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